Estimados lectores, ustedes ya me han conocido por mis dos relatos anteriores (Una noche en San Nicolás y Otra noche en San Nicolás). Quisiera contarles ahora algo que me pasó cuando era más joven, recién terminada la secundaria, hace ya trece, casi catorce años. Es extraño como a veces el escribir los recuerdos hacen que vuelvan más facilmente otros que uno ya tenía como olvidados o bloqueados, negados se podría decir. La catarsis de contarles cuestiones personales a desconocidos, hace que se aflojen esos recuerdos perdidos, encerrados tras puertas cerradas con llaves de nombre vergüenza, temor, moralidad…y otras tantas.
Pero bueno, sin ponernos en filósofos, voy a comenzar a narrar mi experiencia.
Yo aún vivía con mis padres en esa época, es decir, con mi padre y su nueva esposa (mi mamá había fallecido un tiempo atrás). Teníamos una casa de dos plantas, en la cual mis padres habitaban la planta baja, y yo la planta alta, consistente principalmente en mi habitación, bastante espaciosa, un baño (chico, pero funcional, con ducha incluida), y un pequeño altillo repleto de elementos descartados a priori del taller de muebles de mi padre, pero que no se decidía a tirar, por las dudas decía él. Ahí había un poco de todo: herramientas viejas, máquinas en desuso, rollos de tela y cuero sin utilizar, etc. No era muy grande el lugar, y encima estaba completo.
Por eso fue, que cuando mi primo Hernán se tuvo que ir de la casa por diferencias con su padre (hermano de mi madre), recaló temporalmente en nuestra casa, sin otro lugar para dormir que mi habitación.
Mi primo Hernán era un tipo bastante atlético: le gustaba mucho el mar, nadar y deportes de playa tipo voley y surf (que se podía dar esos gustos por el dinero de mi tío materno). Alto y flaco, rubio ceniza, rostro afilado, tenía siempre una actitud casi sobradora por lo canchera, de saberse (o creerse) superior y más hábil que el resto. Por eso nunca me había llevado bien con él, y además no era habitual que nos juntáramos por problemas familiares entre mi viejo y el hermano de mi mamá, asi que para mí era bastante desconocido. Si sabía rumores acerca de él: que era muy mujeriego, que tenía una novia cada dos meses y le duraban uno y medio, incluso llegué a escuchar que se había garchado a una prima por parte de su madre…que se yó, un poco de todo había escuchado.
Por eso no recibí con mucho agrado la noticia cuando mi padre la presenta en la mesa del domingo: yo creo que más que nada lo recibe a mi primo para darle una cachetada virtual al hermano de mi mamá, no por otro motivo.
La cuestión es que terminé con un colchón al lado de mi cama, ya que no había otro espacio libre en la casa, y no había otra cama. En ese colchón se decidió que dormiría Hernán en el tiempo que pasara en casa (uno o dos meses hasta que se acomodara, buscara trabajo, etc).
El día que vino Hernán traté de esquivarlo porque la verdad era que me caía mal: era demasiado canchero para mi gusto, se sabía todo, se cogía a cualquier mina, le salían todos los deportes bien…captan la idea.
Pero a la noche no pude evitar verlo, a la hora de la comida, aunque crucé sólo alguna palabras con el. Me saludó cuando me vió con un -“Que tal, pendejo!” que me cayó para el culo, y le gruñí una respuesta neutral para no largarle una puteada en la mesa.
Al finalizar la comida (mi madrastra encantada con Hernán, mi viejo satisfecho de saber que protegerlo jodía a su cuñado), nos fuimos a acostar. Hernán llevó su mochila con sus pertenencias (ropas, algun que otro libro, unos cigarrillos) a mi habitación, y la dejó en una silla que yo solía sentarme a estudiar.
-Bueno,-me dice,-me acuesto en el piso, pibe, no te preocupes.-me larga, como si yo quisiera otra cosa. Ni le contesté.
-Que pasa,- me dice,-estás enojado?-mientras se desviste. Lo miré (un físico de primera) con bronca, y le contesté lo que pensaba en ese momento:-Y, yo dormía tranqui acá.
-Pero no seas boludo, pendejo, no pasa nada. Fumá!!-me dice, riéndose, mientras en calzoncillos saca un porro y lo enciende, para a continuación convidarme con un gesto. A desgano, porque nunca había fumado porro, comparto con él el cigarrillo porque no quería que me tildara de cagón o algo asi. Mientras tanto el se recostó en el colchón, y se terminó de desvestir, quedándose en bolas. Tenía una verga bastante grande, no gruesa pero si bastante larga, que me quedé mirando sin poder evitar, medio mareado por el humo del cigarrillo.
Al sorprenderme mirándolo, se agarra la pija fláccida con la mano (le sobresalía aún así sin estar parada): -Que, nunca tuviste uno en la boca?-me suelta de sopetón.
-Noooo…que te pensás que soy?-le digo, con un miedo bárbaro.
-Un porro, digo, nunca fumaste uno?-agrega, y se ríe un poco, sin dejar de manosearse la verga, que de a poco se pone morcillona.
-No, si, si te entendí, claro.-le digo, desviando la mirada.-Ehh, perdoná, pero, siempre dormís así?-le pregunto, nervioso, sin querer volver la mirada.
-Así como?-me responde con otra pregunta.-Además, no estoy durmiendo aún.-se vuelve a reír, con la verga a media asta ya. Sin estar parada del todo, era grande. -Pasame el faso de vuelta, no te lo termines.-me dice. Para poder alcanzarlo, me tuve que arrodillar en el colchón, porque no se levantó Hernán, y al hacerlo, por el mareo que tenía del faso, medio me caí en el colchón, y me tuve que dejar caer del todo y sentarme cerca de Hernán, casi pegado.
-Epa! Cómo te pegó!-me dice, mientras me sacaba el pucho de las manos. Yo alcancé a reírme un poco, pero estaba mareado de verdad. No veía demasiado bien porque los ojos se me desenfocaban. Además estaba re sensible mi piel: sentía cada depresión y bulto del colchón, cada doblez de las sábanas debajo de mí. Sentía caliente y suave la piel de Hernán que tocaba con mi mano sin querer.
-Tomá, agarrá.-me dice, guiando mi mano con la suyas, y yo sin ver estiré la mano y agarré, pensando que era el pucho de vuelta lo que me daba. No me di cuenta, en mi estado, de que en realidad me había llevado la mano a su pija en estado de mediana excitación, y yo la empecé a amasar con la mano, sorprendido del tacto extraño de otro pito que no sea el mío.
-Te gusta?-me dice, sin soltarme la mano, obligándome a dejarla ahí adonde estaba.
-Mmm…no…no…no sé.-le contesté farfulleante por la intoxicación canábica, sin soltarla.
-Acariciala un ratito. Arriba y abajo.-me dijo, suave, mientras él se tiraba para atrás para dejarme lugar y seguir fumando. Yo le hice caso, y empecé a pajearlo despacio. Estaba fascinado por las sensaciones extrañas que sentía, no sabía si producto del faso o que, y el tacto de otra verga me sacó el morbo de adentro, y me ganó. Estaba como hipnotizado por esa cosa que se endurecía y crecía bajo mi mano. Al cabo de un rato ya estaba enorme (al menos a mí me lo parecía): larga, curvada, con la cabeza bien colorada y libre de piel (se la había tirado yo para atrás), y Hernán, después de fumar el último pedacito de porro y aplastarlo contra un cenicero que tenía yo en la mesita de luz, lleva su mano a mi nuca, y me empuja hacia abajo.
-Mirala más de cerca, fijate cómo es.-me dice, y yo no pude evitar hacerle caso. Era raro ver una pija tan de cerca, nunca lo había hecho antes. Yo tenía la cara a escasos centímetros de la cabeza de su chota, y Hernán seguía empujando. Me quise resistir en esos momentos, pero estaba mareado y débil, y no pude evitar que me apoyara la cabeza de su verga en los labios.
-Abrí la boquita y dale un besito. Tocála con la lengüita, dale!-me dice, despacio pero firme y con toda la confianza en si mismo. Re canchero. Y lo obedecí porque, aún con miedo y vergüenza, la situación me podía: si tanto me gustaba tenerla en la mano, que sería darle un beso? Puse mis labios en la cabeza, y le di un beso suave a esa pija. Lo miré a Hernán como pidiendo permiso, y él con la mirada me lo dio, retirando su mano. Primero saqué la lengua un poco, y la lamí apenitas.
Era saladita, con un gusto que hizo que mi boca comenzara a salivar abundantemente. Con el mareo del porro y todas las sensaciones extrañas que estaba sintiendo, no pude evitar querer metérmela en la boca. Y así lo hice. De a poco, porque nunca me había metido algo más grande que medio pancho en la boca, y esto no lo podía masticar. No era demasiado gruesa, pero era larga: sólo la mitad me pude meter antes de que me den arcadas. La mano firme de hernán volvió a mi nuca, y me apretó un poco contra su poronga: no me ahogaba, pero me insistía en que siga con ese camino. Levanté los ojos hacia él, y escucho que me dice:
-Dale, putito, que esperás? Coméla toda!-y tanto el tono de su voz como el miedo a que la escuchen desde abajo, hicieron que intente con todas mis fuerzas metérmela hasta el fondo, relajando la garganta. Salivaba constantemente, y sentía que me ahogaba en pija, pero traté, traté y al final pude: logré comerme su chota al completo.
Seguí un rato más con esa chupada de verga, subiendo y bajando la cabeza. Al principio sentía la mano de Hernán en mi nuca, empujando, pero al cabo de un rato la sacó. Yo seguía por interés propio saboreando esa poronga en mi boca, llena de mi propia saliva. En un momento la saco, y lo pajeo un poco, para luego sin que fuera necesario que me de instrucciones, me la volví a meter adentro. No tardó demasiado después de eso, en llevar sus dos piernas atrás de mi cabeza y apretar, haciéndome imposible salir de su presa, y comenzó a convulsionar su cuerpo, llegando al orgasmo con una acabada dentro de mi boca. Yo sentía los chorros de leche caliente golpear contra mi garganta y paladar, y no podía hacer otra cosa que tragarla para no ahogarme.
Al cabo de un rato, me soltó y yo caí al colchón, con un poco de tos porque me había quedado sin aire. Hernán prendió otro pucho (uno común esta vez), y lo fumó mientras yo recuperaba el aliento.
Cuando pude hablar (aunque me daba vergüenza hacerlo), levanté la vista, y antes de que pudiera decir nada, Hernán me ordena: -Andá abajo, lavate bien el orto, traé aceite y vení calladito, si no querés que tu viejo se entere que sos un tragaleche.
No supe hacer nada más que obedecer. Fui al baño, me limpié bien (metiéndome un dedo y después dos, como había visto en una porno que le hacían a la mujer), busqué la botella de aceite en la cocina...y estaban mis viejos.
Con miedo, sin decir nada, tomé un vaso de agua para disimular y me fui al baño de nuevo. No sabía que hacer: cómo iba a desobedecer a Hernán? Me iba a mandar en cana con mi viejo! Pero cómo hacía? Y entre eso que estaba pensando, veo una botellita de aceite para bebés, y me acordé que unas semanas atrás una amiga de mi madrastra la había visitado, y tenía un bebé. Se la habrían olvidado, pero era mi oportunidad: la agarré y subí las escaleras corriendo, para entrar a la pieza y cerrar la puerta detrás mío.
Hernán estaba en la cama, terminando el pucho.
-Si tardabas más, te cagaba a trompadas, pelotudo!-me dice, mientras me hace seña hacia su pija aún dormida. Había abierto la ventana de par en par, para que entre el fresco de la noche, pero yo me quedé helado porque los vecinos podrían escuchar.
-Que pasa?-me dice, fuerte,-vení!.
-Pero Hernán...los vecinos…-respondo yo, temblando.
-Pero que mierda me importan! Vení ya y sacate la ropa!-me grita. Yo, con miedo a que lo escuchen, voy rápido, sacándome el short y el calzoncillo en el camino.
Hernán se sienta en la cama, y me toma bien fuerte de los pelos y me lleva hacia su chota. La empiezo a lamer e intento arrodillarme en el colchón para estar más cómodo, pero me palmea fuerte un cachete de la cola y me agarra fuerte del culo, y no me deja.
-Estúpido! Dame el aceite y seguí chupando!-me dice, por suerte no tan fuerte esta vez. Agradecido de que me ahorre mas humillaciones, le doy el aceite de bebé, y él empieza a tirar aceite en mi agujero y meterme dos dedos sin piedad mientras yo se la chupo de nuevo, poniéndosela a punto. Después de un rato ya la siento bien dura dentro de mi boca, y sus dos dedos aceitados ya abrieron bien mi hoyo. Entonces me toma de los pelos de nuevo, y me empuja al colchón.
-Ponéte en cuatro.-me ordena, y cuando lo obedezco (rápido), se pone detrás mío abriendo sus piernas y apuntando su verga hacia mi orto, me la manda sin dudar, sólo parando para ponerse un poco de aceite sobre ella con la mano.
Cuando entra la cabeza, pegué un grito que creo que lo debe haber escuchado el barrio. A pesar del estiramiento previo, me dolió.
-Me duele! Sacála, sacála!!-le digo, intentando zafar.-Mordé la almohada,-me contesta, y agrega:-porque no te la saco hasta acabar, putito!-y me empezó a dar masa por el culo, despacio y profundo al principio.
Yo mordí con fuerza la almohada, pero estaba seguro que mis quejas se escucharían abajo. Pero nadie subío, y quizás Hernán sabía lo que hacía, porque al cabo de un rato el dolor menguó y mis quejas se convirtieron en gemidos. -Te gusta la pija? Decime si te gusta la pija!-me dice Hernán, bombeándome y cada tanto dándome una cachetada en la cola.
-Siiii!-me salio despacito, casi un gemido mas.
-Si que???-me grita y me agarra del pelo, parando unos momentos.
-Si, me gusta tu pija! Me gusta tu verga! Dame verga hijo de puta!!!-le grito también, sacado ya. Entonces, sin soltarme, empezó a moverse con un ritmo rápido y profundo. Sentía sus huevos golpear contra mi culo, su pelvis pegando duramente contra mi trasero, su pija masajeando salvajemente mi interior. Yo gemía al ritmo de su cogida feroz, ya sin preocuparme más de los ruidos.Me bombeó durante largos minutos, sin parar ni bajar el ritmo en ningún momento.
Sentí su acabada golpear dentro mío, ese calor internándose dentro mío, y largué yo también sobre el colchón chorros de semen.
Hernán sacó su chota de dentro mío, y me la puso en la boca. Suerte que me había limpiado bien, porque sino hubiera sentido otro sabor. Pero sentí sólo sabor a jabón y a semen, mezclado con su sudor. Chupé hasta dejarla sin una gota de leche adentro.
Esa noche estuvimos despiertos casi toda la noche. me cogió, esa noche y casi todas las demás, de la forma que quiso: parado contra la pared, apoyado en la ventana, yo boca arriba, yo boca abajo contra el colchón. Me cogió de noche siempre, y a veces de día me ordenaba ir a la pieza y que se la chupe o darme una cogida rápida, sentado sobre su poronga o en cuatro, vestido con los pantalones bajados o me hacía desnudar por completo...
Que decir del mes que pasó en mi casa. Me sentí casi su esclavo, pero esclavo feliz. Yo acababa terriblemente cada vez que me cogía, y si sólo se la chupaba, me hacía una rápida paja. Mucho porro corrió también esos días: mi primo fumaba como un murciélago jamaiquino.
Eso creo fue lo que hizo que mi viejo lo echara. Creo que nunca se enteró de lo que pasaba en la pieza, pero no puedo estar seguro. Igual siempre me cuidé, y como el primer examen de ingreso a la facultad fue en ese tiempo, y lo fallé, se combinó todco para que mi primo se fuera, y se peleara con mi familia también. Yo quedé dividido entre las ganas de verlo de nuevo y el resentimiento por morfarme una brutal cagada a pedo de mi viejo.
Igual las ganas pudieron más, e intenté verlo de nuevo un tiempo después, pero ni me abrió la puerta. Enojado, hice lo posible por olvidarme de ese tema. Y casi lo logré, pero siempre me pregunto si no era esa previa experiencia la que me hizo caer tan fácil con el desconocido de San Nicolás.
Creo que nunca lo sabré.
Igual, al acordarme de esto, me dio fuerzas para compartir otra experiencia, esta vez una posterior a los eventos de San Nicolás. Pero, como decían en una peli, eso...eso es otra historia.
Pero bueno, sin ponernos en filósofos, voy a comenzar a narrar mi experiencia.
Yo aún vivía con mis padres en esa época, es decir, con mi padre y su nueva esposa (mi mamá había fallecido un tiempo atrás). Teníamos una casa de dos plantas, en la cual mis padres habitaban la planta baja, y yo la planta alta, consistente principalmente en mi habitación, bastante espaciosa, un baño (chico, pero funcional, con ducha incluida), y un pequeño altillo repleto de elementos descartados a priori del taller de muebles de mi padre, pero que no se decidía a tirar, por las dudas decía él. Ahí había un poco de todo: herramientas viejas, máquinas en desuso, rollos de tela y cuero sin utilizar, etc. No era muy grande el lugar, y encima estaba completo.
Por eso fue, que cuando mi primo Hernán se tuvo que ir de la casa por diferencias con su padre (hermano de mi madre), recaló temporalmente en nuestra casa, sin otro lugar para dormir que mi habitación.
Mi primo Hernán era un tipo bastante atlético: le gustaba mucho el mar, nadar y deportes de playa tipo voley y surf (que se podía dar esos gustos por el dinero de mi tío materno). Alto y flaco, rubio ceniza, rostro afilado, tenía siempre una actitud casi sobradora por lo canchera, de saberse (o creerse) superior y más hábil que el resto. Por eso nunca me había llevado bien con él, y además no era habitual que nos juntáramos por problemas familiares entre mi viejo y el hermano de mi mamá, asi que para mí era bastante desconocido. Si sabía rumores acerca de él: que era muy mujeriego, que tenía una novia cada dos meses y le duraban uno y medio, incluso llegué a escuchar que se había garchado a una prima por parte de su madre…que se yó, un poco de todo había escuchado.
Por eso no recibí con mucho agrado la noticia cuando mi padre la presenta en la mesa del domingo: yo creo que más que nada lo recibe a mi primo para darle una cachetada virtual al hermano de mi mamá, no por otro motivo.
La cuestión es que terminé con un colchón al lado de mi cama, ya que no había otro espacio libre en la casa, y no había otra cama. En ese colchón se decidió que dormiría Hernán en el tiempo que pasara en casa (uno o dos meses hasta que se acomodara, buscara trabajo, etc).
El día que vino Hernán traté de esquivarlo porque la verdad era que me caía mal: era demasiado canchero para mi gusto, se sabía todo, se cogía a cualquier mina, le salían todos los deportes bien…captan la idea.
Pero a la noche no pude evitar verlo, a la hora de la comida, aunque crucé sólo alguna palabras con el. Me saludó cuando me vió con un -“Que tal, pendejo!” que me cayó para el culo, y le gruñí una respuesta neutral para no largarle una puteada en la mesa.
Al finalizar la comida (mi madrastra encantada con Hernán, mi viejo satisfecho de saber que protegerlo jodía a su cuñado), nos fuimos a acostar. Hernán llevó su mochila con sus pertenencias (ropas, algun que otro libro, unos cigarrillos) a mi habitación, y la dejó en una silla que yo solía sentarme a estudiar.
-Bueno,-me dice,-me acuesto en el piso, pibe, no te preocupes.-me larga, como si yo quisiera otra cosa. Ni le contesté.
-Que pasa,- me dice,-estás enojado?-mientras se desviste. Lo miré (un físico de primera) con bronca, y le contesté lo que pensaba en ese momento:-Y, yo dormía tranqui acá.
-Pero no seas boludo, pendejo, no pasa nada. Fumá!!-me dice, riéndose, mientras en calzoncillos saca un porro y lo enciende, para a continuación convidarme con un gesto. A desgano, porque nunca había fumado porro, comparto con él el cigarrillo porque no quería que me tildara de cagón o algo asi. Mientras tanto el se recostó en el colchón, y se terminó de desvestir, quedándose en bolas. Tenía una verga bastante grande, no gruesa pero si bastante larga, que me quedé mirando sin poder evitar, medio mareado por el humo del cigarrillo.
Al sorprenderme mirándolo, se agarra la pija fláccida con la mano (le sobresalía aún así sin estar parada): -Que, nunca tuviste uno en la boca?-me suelta de sopetón.
-Noooo…que te pensás que soy?-le digo, con un miedo bárbaro.
-Un porro, digo, nunca fumaste uno?-agrega, y se ríe un poco, sin dejar de manosearse la verga, que de a poco se pone morcillona.
-No, si, si te entendí, claro.-le digo, desviando la mirada.-Ehh, perdoná, pero, siempre dormís así?-le pregunto, nervioso, sin querer volver la mirada.
-Así como?-me responde con otra pregunta.-Además, no estoy durmiendo aún.-se vuelve a reír, con la verga a media asta ya. Sin estar parada del todo, era grande. -Pasame el faso de vuelta, no te lo termines.-me dice. Para poder alcanzarlo, me tuve que arrodillar en el colchón, porque no se levantó Hernán, y al hacerlo, por el mareo que tenía del faso, medio me caí en el colchón, y me tuve que dejar caer del todo y sentarme cerca de Hernán, casi pegado.
-Epa! Cómo te pegó!-me dice, mientras me sacaba el pucho de las manos. Yo alcancé a reírme un poco, pero estaba mareado de verdad. No veía demasiado bien porque los ojos se me desenfocaban. Además estaba re sensible mi piel: sentía cada depresión y bulto del colchón, cada doblez de las sábanas debajo de mí. Sentía caliente y suave la piel de Hernán que tocaba con mi mano sin querer.
-Tomá, agarrá.-me dice, guiando mi mano con la suyas, y yo sin ver estiré la mano y agarré, pensando que era el pucho de vuelta lo que me daba. No me di cuenta, en mi estado, de que en realidad me había llevado la mano a su pija en estado de mediana excitación, y yo la empecé a amasar con la mano, sorprendido del tacto extraño de otro pito que no sea el mío.
-Te gusta?-me dice, sin soltarme la mano, obligándome a dejarla ahí adonde estaba.
-Mmm…no…no…no sé.-le contesté farfulleante por la intoxicación canábica, sin soltarla.
-Acariciala un ratito. Arriba y abajo.-me dijo, suave, mientras él se tiraba para atrás para dejarme lugar y seguir fumando. Yo le hice caso, y empecé a pajearlo despacio. Estaba fascinado por las sensaciones extrañas que sentía, no sabía si producto del faso o que, y el tacto de otra verga me sacó el morbo de adentro, y me ganó. Estaba como hipnotizado por esa cosa que se endurecía y crecía bajo mi mano. Al cabo de un rato ya estaba enorme (al menos a mí me lo parecía): larga, curvada, con la cabeza bien colorada y libre de piel (se la había tirado yo para atrás), y Hernán, después de fumar el último pedacito de porro y aplastarlo contra un cenicero que tenía yo en la mesita de luz, lleva su mano a mi nuca, y me empuja hacia abajo.
-Mirala más de cerca, fijate cómo es.-me dice, y yo no pude evitar hacerle caso. Era raro ver una pija tan de cerca, nunca lo había hecho antes. Yo tenía la cara a escasos centímetros de la cabeza de su chota, y Hernán seguía empujando. Me quise resistir en esos momentos, pero estaba mareado y débil, y no pude evitar que me apoyara la cabeza de su verga en los labios.
-Abrí la boquita y dale un besito. Tocála con la lengüita, dale!-me dice, despacio pero firme y con toda la confianza en si mismo. Re canchero. Y lo obedecí porque, aún con miedo y vergüenza, la situación me podía: si tanto me gustaba tenerla en la mano, que sería darle un beso? Puse mis labios en la cabeza, y le di un beso suave a esa pija. Lo miré a Hernán como pidiendo permiso, y él con la mirada me lo dio, retirando su mano. Primero saqué la lengua un poco, y la lamí apenitas.
Era saladita, con un gusto que hizo que mi boca comenzara a salivar abundantemente. Con el mareo del porro y todas las sensaciones extrañas que estaba sintiendo, no pude evitar querer metérmela en la boca. Y así lo hice. De a poco, porque nunca me había metido algo más grande que medio pancho en la boca, y esto no lo podía masticar. No era demasiado gruesa, pero era larga: sólo la mitad me pude meter antes de que me den arcadas. La mano firme de hernán volvió a mi nuca, y me apretó un poco contra su poronga: no me ahogaba, pero me insistía en que siga con ese camino. Levanté los ojos hacia él, y escucho que me dice:
-Dale, putito, que esperás? Coméla toda!-y tanto el tono de su voz como el miedo a que la escuchen desde abajo, hicieron que intente con todas mis fuerzas metérmela hasta el fondo, relajando la garganta. Salivaba constantemente, y sentía que me ahogaba en pija, pero traté, traté y al final pude: logré comerme su chota al completo.
Seguí un rato más con esa chupada de verga, subiendo y bajando la cabeza. Al principio sentía la mano de Hernán en mi nuca, empujando, pero al cabo de un rato la sacó. Yo seguía por interés propio saboreando esa poronga en mi boca, llena de mi propia saliva. En un momento la saco, y lo pajeo un poco, para luego sin que fuera necesario que me de instrucciones, me la volví a meter adentro. No tardó demasiado después de eso, en llevar sus dos piernas atrás de mi cabeza y apretar, haciéndome imposible salir de su presa, y comenzó a convulsionar su cuerpo, llegando al orgasmo con una acabada dentro de mi boca. Yo sentía los chorros de leche caliente golpear contra mi garganta y paladar, y no podía hacer otra cosa que tragarla para no ahogarme.
Al cabo de un rato, me soltó y yo caí al colchón, con un poco de tos porque me había quedado sin aire. Hernán prendió otro pucho (uno común esta vez), y lo fumó mientras yo recuperaba el aliento.
Cuando pude hablar (aunque me daba vergüenza hacerlo), levanté la vista, y antes de que pudiera decir nada, Hernán me ordena: -Andá abajo, lavate bien el orto, traé aceite y vení calladito, si no querés que tu viejo se entere que sos un tragaleche.
No supe hacer nada más que obedecer. Fui al baño, me limpié bien (metiéndome un dedo y después dos, como había visto en una porno que le hacían a la mujer), busqué la botella de aceite en la cocina...y estaban mis viejos.
Con miedo, sin decir nada, tomé un vaso de agua para disimular y me fui al baño de nuevo. No sabía que hacer: cómo iba a desobedecer a Hernán? Me iba a mandar en cana con mi viejo! Pero cómo hacía? Y entre eso que estaba pensando, veo una botellita de aceite para bebés, y me acordé que unas semanas atrás una amiga de mi madrastra la había visitado, y tenía un bebé. Se la habrían olvidado, pero era mi oportunidad: la agarré y subí las escaleras corriendo, para entrar a la pieza y cerrar la puerta detrás mío.
Hernán estaba en la cama, terminando el pucho.
-Si tardabas más, te cagaba a trompadas, pelotudo!-me dice, mientras me hace seña hacia su pija aún dormida. Había abierto la ventana de par en par, para que entre el fresco de la noche, pero yo me quedé helado porque los vecinos podrían escuchar.
-Que pasa?-me dice, fuerte,-vení!.
-Pero Hernán...los vecinos…-respondo yo, temblando.
-Pero que mierda me importan! Vení ya y sacate la ropa!-me grita. Yo, con miedo a que lo escuchen, voy rápido, sacándome el short y el calzoncillo en el camino.
Hernán se sienta en la cama, y me toma bien fuerte de los pelos y me lleva hacia su chota. La empiezo a lamer e intento arrodillarme en el colchón para estar más cómodo, pero me palmea fuerte un cachete de la cola y me agarra fuerte del culo, y no me deja.
-Estúpido! Dame el aceite y seguí chupando!-me dice, por suerte no tan fuerte esta vez. Agradecido de que me ahorre mas humillaciones, le doy el aceite de bebé, y él empieza a tirar aceite en mi agujero y meterme dos dedos sin piedad mientras yo se la chupo de nuevo, poniéndosela a punto. Después de un rato ya la siento bien dura dentro de mi boca, y sus dos dedos aceitados ya abrieron bien mi hoyo. Entonces me toma de los pelos de nuevo, y me empuja al colchón.
-Ponéte en cuatro.-me ordena, y cuando lo obedezco (rápido), se pone detrás mío abriendo sus piernas y apuntando su verga hacia mi orto, me la manda sin dudar, sólo parando para ponerse un poco de aceite sobre ella con la mano.
Cuando entra la cabeza, pegué un grito que creo que lo debe haber escuchado el barrio. A pesar del estiramiento previo, me dolió.
-Me duele! Sacála, sacála!!-le digo, intentando zafar.-Mordé la almohada,-me contesta, y agrega:-porque no te la saco hasta acabar, putito!-y me empezó a dar masa por el culo, despacio y profundo al principio.
Yo mordí con fuerza la almohada, pero estaba seguro que mis quejas se escucharían abajo. Pero nadie subío, y quizás Hernán sabía lo que hacía, porque al cabo de un rato el dolor menguó y mis quejas se convirtieron en gemidos. -Te gusta la pija? Decime si te gusta la pija!-me dice Hernán, bombeándome y cada tanto dándome una cachetada en la cola.
-Siiii!-me salio despacito, casi un gemido mas.
-Si que???-me grita y me agarra del pelo, parando unos momentos.
-Si, me gusta tu pija! Me gusta tu verga! Dame verga hijo de puta!!!-le grito también, sacado ya. Entonces, sin soltarme, empezó a moverse con un ritmo rápido y profundo. Sentía sus huevos golpear contra mi culo, su pelvis pegando duramente contra mi trasero, su pija masajeando salvajemente mi interior. Yo gemía al ritmo de su cogida feroz, ya sin preocuparme más de los ruidos.Me bombeó durante largos minutos, sin parar ni bajar el ritmo en ningún momento.
Sentí su acabada golpear dentro mío, ese calor internándose dentro mío, y largué yo también sobre el colchón chorros de semen.
Hernán sacó su chota de dentro mío, y me la puso en la boca. Suerte que me había limpiado bien, porque sino hubiera sentido otro sabor. Pero sentí sólo sabor a jabón y a semen, mezclado con su sudor. Chupé hasta dejarla sin una gota de leche adentro.
Esa noche estuvimos despiertos casi toda la noche. me cogió, esa noche y casi todas las demás, de la forma que quiso: parado contra la pared, apoyado en la ventana, yo boca arriba, yo boca abajo contra el colchón. Me cogió de noche siempre, y a veces de día me ordenaba ir a la pieza y que se la chupe o darme una cogida rápida, sentado sobre su poronga o en cuatro, vestido con los pantalones bajados o me hacía desnudar por completo...
Que decir del mes que pasó en mi casa. Me sentí casi su esclavo, pero esclavo feliz. Yo acababa terriblemente cada vez que me cogía, y si sólo se la chupaba, me hacía una rápida paja. Mucho porro corrió también esos días: mi primo fumaba como un murciélago jamaiquino.
Eso creo fue lo que hizo que mi viejo lo echara. Creo que nunca se enteró de lo que pasaba en la pieza, pero no puedo estar seguro. Igual siempre me cuidé, y como el primer examen de ingreso a la facultad fue en ese tiempo, y lo fallé, se combinó todco para que mi primo se fuera, y se peleara con mi familia también. Yo quedé dividido entre las ganas de verlo de nuevo y el resentimiento por morfarme una brutal cagada a pedo de mi viejo.
Igual las ganas pudieron más, e intenté verlo de nuevo un tiempo después, pero ni me abrió la puerta. Enojado, hice lo posible por olvidarme de ese tema. Y casi lo logré, pero siempre me pregunto si no era esa previa experiencia la que me hizo caer tan fácil con el desconocido de San Nicolás.
Creo que nunca lo sabré.
Igual, al acordarme de esto, me dio fuerzas para compartir otra experiencia, esta vez una posterior a los eventos de San Nicolás. Pero, como decían en una peli, eso...eso es otra historia.
5 comentarios - Con mi primo Hernán (Relato Gay)