Luego de la separación definitiva de mis viejos, sabía que de ahí en adelante todo iba a cambiar. Algunas actitudes, decisiones, formas de pensar. Me quedé viviendo con ella, no me interesaba para nada el vivir con él y menos con la mujer con la que empezó a vivir luego de un tiempo. Le resultó muy fácil reemplazar a mi vieja por esa mina solo por algo de plata y una mejor posición económica. Yo me alegraba de que mi vieja fuera una persona íntegra y ética; no tenía que lidiar con ese tipo de cosas.
No es por ser mal hijo, voy a decir las cosas como son, y mi vieja no es la mujer más hermosa físicamente hablando. De altura media, un poco de pancita pero intentaba mantenerse como podía. No es que tuviera demasiado tiempo para perder en un gimnasio ni tampoco las ganas de hacerlo. Pelo oscuro, ojos marrones medio claros. Era una linda mujer por lo menos desde mi punto de vista. Un punto de vista un tanto extraño luego de su separación que empecé a sentir estos cambios que mencionaba.
Con los días mi mamá fue cambiando. Ese cambio lo noté una mañana en la que me iba a la cocina a desayunar y me la encontré en ropa interior. No era algo normal pero verla así y encima verla inclinada con la cola expuesta sin saber que yo estaba ahí. No me sentí muy bien conmigo mismo cuando sentí que la pija se me paraba por verle el orto a mi propia madre. Ella se volteó y me sonrió como siempre ofreciéndome algo para desayunar, por suerte no había notado nada pero cada cosa que cambió desde su divorcio me torturaba.
Más de una vez me preguntaba por temas que usualmente no charlábamos, mis amigas o posibles novias. Había tenido una novia y actualmente me veía cada tanto con una chica cosa que le conté pero que no era nada serio. Ella se reía y muy interesada en el tema me seguía preguntando.
– ¿Yo la conozco? – me dijo ella acomodándose el corpiño.
– Ahm... no, ma. No la conoces. – le dije tragando saliva por el gesto de ella.
– ¿Pero llevan mucho tiempo viéndose de esta forma? –
– Y unos... cinco meses más o menos. – le respondí acercándome el café a la boca.
– Significa que está satisfecha con mi bebé. – me dijo y escupí el café dentro de la taza.
– ¡Ma! Qué onda con tus comentarios. – le dije con una risa falsa.
– ¡Solo decía, Felipe! Me imaginé que estaría feliz en sus encuentros. – me dijo mientras se levantaba.
Y ese tipo de conversaciones se daban más y más seguido, charlas en donde mi intimidad era un tema importante que charlar para mi mamá cuando antes me había llevado un mes intentar convencerla de poder presentarle a mi ex novia; ahora quería saberlo todo. Una curiosidad despierta a la otra pensé y me puse a imaginar a mi mamá en sus momentos de joven cómo era ella, cuáles eran sus gustos sexuales y por lo que la conozco intentaba sacar algunas deducciones y aunque algunas sé que quizá no eran muy ciertas, igual quería imaginármelo de esa manera y sin darme cuenta, estando acostado en mi cama, tenía la pija durísima e hirviendo pensando en mi mamá. Ya no era nada normal.
Una mañana, ya estando de vacaciones y con un calor que te cocinaba vivo, me desperté y me fui a comer lo que encontrara en la cocina. Me había fijado en la habitación de mi vieja si estaba pero ante su ausencia, asumí que estaría en lo de mi tía o en el estudio adelantando trabajo. Me hice un sándwich, me quedé un rato mirando tele hasta que me decidí ir a la pile. Me cambié en mi habitación y apenas me acerqué a la puerta corrediza de vidrio que daba al patio me llevé la sorpresa de mi vida, hasta ese momento. Mi mamá no se había ido a ningún lado, estaba en el patio tomando sol, en bikini, haciéndose unos cariñitos.
Me alejé rápidamente porque no veía adecuado que la mirara pero la morbosidad y lo prohibido me pudo y al minuto volví a asomarme, estábamos solos, no había ningún peligro aparte del que ella se diera vuelta y me viera pero sería más rápido en ese caso. Estaba con las piernas abiertas, los pies apoyados sobre la reposera, con la mano derecha en la concha y la izquierda en una de las tetas. Jamás se me había cruzado por la mente que mi vieja hiciera ese tipo de cosas a sus cuarenta y tantos de años pero era de lo más espectacular que había visto y sentido en un buen tiempo.
Cada ciertos minutos, despegaba la espalda de la reposera y le sentía los gemidos desde donde estaba, no me quería imaginar lo que estaría pensando el vecino si la escuchara que sabía que siempre la miraba con otros ojos el viejo desgraciado ese. Supongo que la ausencia de mi viejo en algo le había afectado y era que ya no iba a coger tanto como supongo yo que lo hacían cuando yo no estaba. Será mi mamá una de estas MILF como suelen decir, me preguntaba. No era raro que mis amigos a veces me jodieran con mi vieja, quizá sí era así como yo me lo imaginaba.
Notaba que las caricias y su manera de masturbarse con los minutos eran más aceleradas y más fuertes. De solamente frotarse los labios de la concha empezó a colarse un par de dedos, lo podía ver claramente que se los metía y sacaba enteros mientras se acariciaba una de las tetas. La situación me estaba consumiendo y la pija me explotaba dentro de la malla, me la tenía que sacar, no aguantaba más. Me empecé a pajear a la par de mi vieja que obviamente no lo sabía y la calentura me pudo, empecé a imaginarme a su lado, yo ayudándola con sus caricias, recostada a su lado, ella haciéndome una paja, chupándome la verga.
¡No podía pensar estas cosas, no podía! Pero fue lo que hizo que mi explotara en leche la verga. Mis piernas se debilitaron, me caí y tiré sin querer con mi pierna una botella de vidrio que no se rompió pero hizo ruido suficiente para que mi vieja lo notara. Me asomé cuidadosamente y la veía que observaba hacia la otra puerta que daba al patio y se quedó unos minutos ¡y se seguía tocando! Pensé en que si alguien la estuviera espiando, ¿le daría igual y seguiría masturbándose como lo hacía? Me preguntaba tantas cosas, era todo muy extraño. Busqué una servilleta para limpiar todo el semen que había tirado en el piso y me fui corriendo a cambiar.
Al bajar las escaleras, me encuentro con mi vieja en la cocina preparándose un licuado y yo la veo sorprendido diciéndole que no sabía que estaba en la casa y que recién me despertaba. Ella no movió un pelo, supongo que ni habrá considerado el hecho de que yo estuviera en la casa y ella masturbándose, le dio igual. Me ofreció un vaso de licuado y salimos los dos al patio. Veía que encaraba hacia la reposera donde la había visto tocándose como nunca y yo hacia la pileta.
– Felu hijo, ¿puedo preguntarte algo? – me dijo desde su lugar; yo algo nervioso, no voy a mentir.
– Sí ma, decime. –
– ¿Te molestaría si me saco el corpiño para tomar sol? – me dijo sin pensarlo.
– N-n-no ma, podés. Yo no te veo y ya está. – le dije dándole la espalda.
– Pero si te molesta decime, mi amor. Soy tu madre, y ya conocés el cuerpo de una mujer. –
– Sí ma, tenés razón, pero no me jode, en serio. – le dije.
Sentí el rechinar de la reposera, sabía que se estaba desabrochando la parte de arriba de la bikini; intenté contenerme y no tener que mirarla pero me era difícil, estaba con las tetas al descubierto y quería verla, lo necesitaba. Me hice muy el boludo en la pileta entrando y saliendo de debajo del agua y girándome cada tanto para mirarla, estaba con los anteojos de sol y mirando hacia arriba. No había problemas, podía dejar de ser tan retrasado y mirarla detenidamente. Dos tetas grandecitas, ya no tan firmes como las que estaba acostumbrado a ver pero igual de hermosas, exquisitas y que adoraría chupar horas y horas.
Me quedé un minuto mirándola y me giraba, ya sentía la verga haciéndome presión nuevamente en la malla, qué caliente que me dejaba mi vieja. Cuando me volteé a verla nuevamente, se estaba parando de la reposera y me sumergí nuevamente en el agua para que no se diera cuenta de que la miraba.
– ¿Te traigo más licuadito, Feli? –
– ¡Bueno ma, dale! – le dije.
Sentí que se acercaba, escuchaba los pasos de sus ojotas cepillando el pasto del patio. Tomó el vaso y se marchó hacia la cocina, me di vuelta instantáneamente y tenía la bikini completamente perdida en el culo, los cachetes se bamboleaban de un lado hacia el otro con la caminata. Ya no podía evitarlo, era evidente que me gustaba mi vieja, me calentaba y me la cogería con todo gusto, iba a dejar de engañarme; el cambio después del divorcio me encantaba. De lejos veía que volvía con los vasos de licuado así que me volví a girar.
– Me dijiste que podía, pero sé que no te vas a dar vuelta así que te dejo acá el vaso. – me dijo con una voz entre risas y chistosa.
– No me jode ma, ya te dije, pero igual no voy a ver. Sos mi mamá. –
– Está bien, mi amor. No te dije nada. – me dijo ella graciosa y se alejaba.
Agarré el vaso y me tomé el licuado casi de un solo trago. Si a mi vieja no le jodía que la viera, quería comprobar que eso fuera así como me había dicho así que decidí salir de la piscina. Me giré y la vi de reojo que me miraba, y se reía, sin taparse las tetas en ningún momento. Me dirigía con la mirada derecha a la puerta, algo nervioso de igual manera pero no la pensaba mirar, solo quería comprobar lo que me había dicho y sí, como había dicho y pensé, jamás le importó que llegara a verle las tetas. A tenerlo en cuenta.
Me fui directamente a mi habitación a calmarme un poco, estaba siendo demasiado pero quería más porque aprovechando la situación, me fui hasta el balcón y me asomé precavidamente para volver a verla pero me tapaban las hojas del árbol del patio. Decidí bajar y quedarme en la cocina donde estaba la otra salida al patio y hacerme el boludo de mirarla desde ahí aunque para mi sorpresa, apenas bajé, me la encontré en el camino con sus hermosos pechos ante mi mirada.
– ¡La put...! – alcancé a decir y girarme.
– Me dijiste que no te molestaba, Felipe. Perdón. Ya me tapé. – me dijo ella.
– No ma, ya sé pero es que no entendés... no te puedo... ver... –
– Feli, escuchame una cosa y ahora mirame, porque ya me tapé. –
Me giré y estaba cubierta pero con la mano izquierda tapándose ambas tetas. Me tuvo un rato dándome un sermón explicándome que a ella no le molestaba la situación de que la fuera a ver así, pero que lo hacía solamente si a mí no me parecía incómodo y le volví a repetir que no. Sin pensarlo mucho más, me agarró de la mano y se la llevó directamente a su teta derecha. Mi palma entera apoyada en su pecho y sentía en el centro de mi mano el pezón que sobresaltaba y ella me sonreía. Fue el paso definitivo a dar para que la situación ya no me avergonzara y de ahí en adelante todo fuera un poco más liberal, por lo menos en ese sentido.
Notó que con los segundos, la pija se me puso dura y me miraba el bulto contenta. – No estaré joven como Sofi pero sigo siendo una mami hot. – me dijo riéndose para que yo me riera también y sí, ya está, había sido suficiente. Era oficial que la relación había cambiado y sexualmente era todo más amplio y abierto ahora. Saqué mi mano de su teta dándole una última caricia a ese pezón y ella notó dejándome ambas tetas libres para que las tocara pero no lo hice, estaba interesado en otra cosa y quería aprovechar el momento para hacerlo.
Le pedí a mi mamá que nos sentáramos a charlar un rato sobre todo lo que ocurría y la charla se fue extendiendo más y más, llegando a otros temas, otras charlas, más intimidades.
– Igual en tu época, de joven, no eras como las chicas de ahora. –
– De salir con cualquier muchacho no, pero antes de conocer a tu papá, salí con varios chicos y me encantaba tener sexo con elos; al igual que con tu papá claro pero bueno... –
– ¿Y pero qué cosas te gustaban hacer? – le preguntaba sin temor.
– Todo aunque no te voy a mentir, esta colita... – y se dio unos golpecitos en la nalga. – ...sigue siendo virgen. – me dijo riéndose de la situación.
– ¿En serio nunca tuviste sexo por la cola? –
– Jamás. ¡Pero! Espero algún día poder hacerlo. – me dijo guiñándome el ojo.
La charla siguió un rato más hasta que el teléfono interrumpió todo, era mi papá. Se quedaron charlando por un buen rato. Yo me había ido a mi habitación a pensar un poco en lo que me había contado mi mamá, con la cola virgen, no lo podía creer. Ya a esta altura no consideraba alocado el postularme a candidato para romperle ese agujerito, estaba más que dispuesto a enterrarle la verga a mi madre que al parecer con el tiempo fue perdiendo lo putita que había sido de joven.
Una tarde volviendo de adelantar trabajo en el estudio me habló sobre unas vacaciones, de irnos unas semanas a Brasil y lejos de todo lo que había ocurrido con mi papá. Yo más que contento de irme con ella a descansar y pasarla bien. La semana de espera pasó y ya estábamos los dos en el aeropuerto esperando el avión para irnos a Brasil. Había alquilado una especie de cabañas que estaban en un complejo cerca de una playa espectacular.
Ya en el lugar que era paradisíaco conocimos a la gente de ahí, unos morochos bastante imponentes estaban a cargo de la recepción y el servicio del lugar, tuvieron la mejor onda con nosotros apenas llegamos. La cabaña estaba espectacular y me convencía más el hecho de que fuera una sola cama matrimonial para ambos. Yo la miré a mi mamá cuando ambos notamos ese detalle. – Después de todo, ¿no vas a querer compartir la cama con mami? – me dijo y yo por dentro me derretía, solo pensaba en su virginidad anal y le respondí que no, que no había problema.
Pasaron los días, la playa espectacular, los roces con mi vieja no se daban tanto como me imaginaba pero tampoco podía andar pensando todo el día en si se la iba a poner o no, no podía aunque quería. Sí notaba que hablaba mucho con los muchachos de recepción y ellos la trataban con demasiada dulzura lo cual me preocupaba un poco pero sabía que no iba a pasar nada. Era solo cordialidad, mi mamá ya estaba grande para boludeces.
Una tarde le avisaba a mi vieja de que me iba a la playa como hice la mayoría de los días allá. Ella decidió ese día quedarse en la cabaña así que me fui solo recordando a mitad de camino que me había olvidado la billetera. Lo que me encontré a la vuelta fue, dejando de lado ver a mi vieja masturbarse, lo más increíblemente sexual en mi vida. No dudé en sacar una foto del momento con el celular, y no entendía nada, no entendí por qué lo que estaba viendo no me molestaba.
– ¡Hijo mío! ¡Perdón, pero...! – y el negro le enterraba la pija en la boca nuevamente. – Es que los muchachos estos... cómo decir que no, Felu. – y otra tragada de pija más.
Mi vieja a full chupándole semejante verga a los tipos de la recepción, no lo podía creer. Se estaban cogiendo a mi vieja frente a mis ojos y yo sacando fotos como un enfermo pero qué hermoso espectáculo estaba viviendo. No entendía por qué me gustaba tanto verla disfrutar chuparle la pija a esos dos negros que estaban fascinados con mi vieja, acariciándole las tetas, tocándole el culo y atragantándola con sus impresionantes y negros miembros. Ella me miraba de reojo y yo asentía con mi cabeza dándole de la aprobación de que no pasaba nada, que se dejara coger como ella quería.
Me quedé sentado en el piso mirando como los morochos la hacían vivir minutos de gloria a mi vieja que estaba feliz de que estar rodeada de dos semejantes pijas. Iba alternando chupándole un rato la pija a uno y otro rato al otro, pero jamás las soltó, eran de ella, su posesión, las quería dentro de su concha que no paraba de tocarse cuando tenía un rato libre para hacerlo. Creo que ni en videos había visto a una mujer tragarse dos vergas negras como lo hacía mi vieja.
De dos movimientos dejaron a mi vieja en cuatro patas en el pasto del lugar y me miraba, quería mostrarme la cara de satisfacción cuando uno de los negros se le arrodilló atrás y otro delante. El muchacho de adelante no tardó en encajarle la pija nuevamente en la boca y mi vieja se la chupaba como loca, veía los hilos de saliva caer a su alrededor, y la sentía gemir cuando el otro morocho de atrás le lengüeteaba el ojete de punta a punta metiéndole los dedos en la concha preparándola para una cogida que no se iba a olvidar jamás.
Estuvo unos minutos ensalivando y preparando esa concha que al parecer hace bastante no tenía acción y el morocho de adelante que la agarraba de la cabeza empujándosela contra la poronga. Sentía a mi vieja atragantarse pero le gustaba, yo sé que estaba disfrutando, estaba volviendo a ser esa zorra que era de joven. El negro de atrás con la poronga dura como el Cristo Redentor me miró como intentando decirme que me prepare, se estaba por coger a mi vieja. Y allá fueron entrando poco a poco los centímetros de ese miembro carnoso que le desgarró el alma a mi vieja haciéndola gritar como nunca.
El negro se la montó, creo que en su vida habrá cogido como estaba haciéndolo con mi vieja que gemía más y más con la embestida de semejante verga. Yo desde mi lugar seguía tomando fotos, veía como esas hermosas tetas de las que me había enamorado se bamboleaban de un lado hacia el otro siguiendo el ritmo de cada pijazo que el morocho le encajaba; mientras por supuesto el otro no dudaba en hundirle cada centímetro de verga en la garganta de mi madre que disfrutaba como si fuera la primera cogida de su vida.
Fueron cambiándose entre ellos. Un rato se la cogía uno y cambiaba para que se la chupara e iba el otro a reventarle la concha a mi vieja que le brotaba de flujos. Al rato, me había percatado de que uno de los muchachos que faltaba del lugar estaba espiando toda la escena desde adentro de la recepción por una de las ventanas. Lo miré nuevamente para que se diera cuenta y le dije que viniera, la cara de sorpresa de ese muchacho era incomparable. Sin dudarlo en ningún momento, apareció ya prácticamente desnudo y los otros dos muchachos festejaban que apareciera y lo invitaban a sumarse para cogerse a mi vieja.
El morocho que había llegado estaba fascinado con el orto de mi vieja, tanto que notaba que cada por momentos le pasaba suavemente el dedo por el agujero del culo a mi vieja. Yo tenía ganas, muchas, muchas ganas de que le hicieran el culo pero no sabía si se les iba a pasar por la cabeza o si mi vieja iba a querer que tres pijas negras le rompieran la cola. Lo seguía de cerca porque noté sus ganas por metérsela, cuando le tocaba hacerlo en la rotación de los tres muchachos, veía que suavemente le apoyaba el glande en la entrada del culo pero después se la cogía por la concha sin piedad, probablemente el mejor día de trabajo de sus vidas.
Cansados un poco del suelo y por la posición, levantaron a mi vieja que la manejaban como una marioneta y la acostaron sobre un banco de piedra que estaba a un costado. Uno de ellos me hacía seña de que los acompañara, sabía que estaba tomando fotos y no querían que me perdiera el show. La acostaron en la punta del banco y la pusieron a que les chupe la pija a ambos mientras otro de los muchachos le exprimía la concha de flujos a mi vieja como una naranja. Mi vieja era una golosa importante, dos pijas negras al mismo tiempo en la boca.
Y los morochos qué contar, fascinados con lo putita que estaba ella en ese momento. Tenía toda la concha y el ojete expuesto a mi mirada y me veía mientras chupaba ambas pijas al mismo tiempo y otro de los morochos aprovechaba la situación para hacerle unas caricias en la conchita repleta de la saliva del negro que la quería bombear cuanto antes pudiera.
Nuevamente de un solo movimiento la pararon otra vez, se inclinó para seguir chupándole la pija a uno de ellos y empezó el bombeo constante otra vez. Esas tetitas bailando a la par de las embestidas y los gritos de mi vieja se hacían cada vez más fuertes. Veía al negro que se la cogía que lentamente le iba metiendo un dedo en el culo a mi mamá, se iba a dar, le iban a romper esa cola virgen en frente de mis ojos.
Para mi sorpresa, todavía no era el momento, ella parada acomodándose la pija en la concha, no quería dejar de recibir hermosas embestidas y los muchachos tenían otro plan para ella, yo expectante. La hacían caminar a mi mamá con cada pijazo que no podía soportar por el empuje dentro de la concha.
Y el momento había llegado, veía que entre ellos se hablaban pero no entendía que decían. Los dos de atrás la agarraron de la cintura y la levantaron para que el muchacho de adelante la agarre de las piernas y le acomode la pija en la entrada de la concha. Veía a mi mamá disfrutar y sufrir la cogida que le estaban pegando, en el aire, sin que ella tuviera control alguno sobre la situación, era donarse a la merced y potencia de los morochos y esa pija que le pulía la concha por dentro.
Los gritos de mi vieja se sentían seguramente en todo Brasil, probablemente jamás en la vida haya vivido una cogida en esa posición que no duró demasiado. La bajaron suavemente al piso y veía como con algo de fuerza intentaba quedarse parada, las piernas le temblaban y uno de los muchachos ya se había acostado en el piso y la agarraba de las piernas para ponérsela encima. La fueron guiando hasta asentarla y apuntar bien... al culo. El negro acostado le agarraba las piernas mientras que otro por delante le abría los cachetes y le metía un dedo en el culo, mi vieja gemía y me miraba al mismo tiempo, era el momento, le iban a romper esa cola virgen y ella no oponía resistencia alguna, quería hacerlo. El negro se agarraba la pija apuntándola bien contra el ano de mi vieja y presencié como con algo de fuerza se iba deslizando suavemente dentro del culo de mi mamá hasta que se la enterró entera y cayó rendida sobre el cuerpo del negro.
Estuvo sus minutos bombeándole la cola virgen a mi vieja y los otros dos miraban, pacientes por sus turnos para romperle la cola a mi vieja también que solo gemía, su cuerpo era un donativo a las pijas que le daban placer. El morocho se la metía y sacaba entera, se podía notar como el agujerito se iba dilatando más y más hasta quedar solo un hoyo negro. Estaba fascinado con el culo de mi vieja y los demás se cansaron de esperar. Noté como se iba arrodillando frente a mi vieja, y era algo que no me esperaba, verla siendo cogida por la concha y el culo al mismo tiempo.
Y el otro muchacho no tardó en sumarse y ocupar el último orificio posible para no quedar parado solo observando como sus compañeros se cogían a mi vieja. Fue rápidamente a enterrarle la verga en la boca que fue lo que culminó con mi vieja que estaba teniendo el orgasmo de su vida y los negros seguían bombeando a la par de sus espasmos y gritos. Sus piernas tiraban patadas al aire sin sentido alguno, su cuerpo perdía totalmente el control de lo que vivía y sentía.
Estuvieron así unos cuantos minutos cuando uno de ellos no aguantó más, el que le estaba reventando la cola a mi vieja y la arrodilló y la puso para que ella se sostenga y aguante como pudiera. Llegaba el momento final de la tarde, una tarde inolvidable. Los muchachos la rodearon con las pijas y ella ayudaba a dos de ellos con la paja definitiva, la que la bañaría en leche como pasó. Eran torreones y caudales de leche apuntando a la cara de mi vieja que intentaba rescatar algo para degustar con la boca.
Cuando los tres acabaron y la llenaron de leche, necesitaba una foto mejor, la memorable de ese día. Que por más que tuviera la pérdida de memoria más importante de su vida, recordaba con esa foto que fue cogida por tres negros una tarde de verano en Brasil y así fue. Un par de pijas negras asomadas y la leche chorreándole por la cara a lo largo de las tetas para condecorar la mejor tarde todas tanto para ella como para mí.
Los muchachos se despidieron dándome la mano uno cada uno, diciéndome cosas en portugués sobre mi vieja que no entendía pero sabía que por su sonrisa eran puros halagos, suponía. Me paré a su lado y ella seguía rendida en el piso, desnuda, llena de leche y sonriendo. Me senté a su lado sin ánimos a tocarla sinceramente pero re caliente por la situación que había vivido. Ella no me decía nada, solo me miraba y yo veía los restos de leche caerle por el costado de la boca a las tetas.
– Ya lo sé Felu, soy la madre más asquerosa que... –
– No. Hey. ¿Esto querías? ¿Disfrutaste? –
– Y... sí, como nunca antes, mi amor. –
– Ya está entonces ma, no pasa nada. –
Nos quedamos callados unos minutos hasta que recompuso algo de fuerza para poder pararse y la ayudé a juntar su ropa. Caminamos hacia la cabaña donde estábamos hospedados.
– ¿Sabés una cosa? Nuestro hospedaje es gratis ahora. – me dijo riéndose.
Fuente de información: el contenido escrito es de mi autoría; no así el contenido gráfico, las fotos no me pertenecen.
Simple aficionado por la escritura. Cualquier tipo de comentario, opinión o crítica será más que bienvenida.
¡SPOILER! (selecciona el texto escrito en blanco luego de la flecha para leer) → El relato no es real, es total y completamente de mi imaginación.
No es por ser mal hijo, voy a decir las cosas como son, y mi vieja no es la mujer más hermosa físicamente hablando. De altura media, un poco de pancita pero intentaba mantenerse como podía. No es que tuviera demasiado tiempo para perder en un gimnasio ni tampoco las ganas de hacerlo. Pelo oscuro, ojos marrones medio claros. Era una linda mujer por lo menos desde mi punto de vista. Un punto de vista un tanto extraño luego de su separación que empecé a sentir estos cambios que mencionaba.
Con los días mi mamá fue cambiando. Ese cambio lo noté una mañana en la que me iba a la cocina a desayunar y me la encontré en ropa interior. No era algo normal pero verla así y encima verla inclinada con la cola expuesta sin saber que yo estaba ahí. No me sentí muy bien conmigo mismo cuando sentí que la pija se me paraba por verle el orto a mi propia madre. Ella se volteó y me sonrió como siempre ofreciéndome algo para desayunar, por suerte no había notado nada pero cada cosa que cambió desde su divorcio me torturaba.
Más de una vez me preguntaba por temas que usualmente no charlábamos, mis amigas o posibles novias. Había tenido una novia y actualmente me veía cada tanto con una chica cosa que le conté pero que no era nada serio. Ella se reía y muy interesada en el tema me seguía preguntando.
– ¿Yo la conozco? – me dijo ella acomodándose el corpiño.
– Ahm... no, ma. No la conoces. – le dije tragando saliva por el gesto de ella.
– ¿Pero llevan mucho tiempo viéndose de esta forma? –
– Y unos... cinco meses más o menos. – le respondí acercándome el café a la boca.
– Significa que está satisfecha con mi bebé. – me dijo y escupí el café dentro de la taza.
– ¡Ma! Qué onda con tus comentarios. – le dije con una risa falsa.
– ¡Solo decía, Felipe! Me imaginé que estaría feliz en sus encuentros. – me dijo mientras se levantaba.
Y ese tipo de conversaciones se daban más y más seguido, charlas en donde mi intimidad era un tema importante que charlar para mi mamá cuando antes me había llevado un mes intentar convencerla de poder presentarle a mi ex novia; ahora quería saberlo todo. Una curiosidad despierta a la otra pensé y me puse a imaginar a mi mamá en sus momentos de joven cómo era ella, cuáles eran sus gustos sexuales y por lo que la conozco intentaba sacar algunas deducciones y aunque algunas sé que quizá no eran muy ciertas, igual quería imaginármelo de esa manera y sin darme cuenta, estando acostado en mi cama, tenía la pija durísima e hirviendo pensando en mi mamá. Ya no era nada normal.
Una mañana, ya estando de vacaciones y con un calor que te cocinaba vivo, me desperté y me fui a comer lo que encontrara en la cocina. Me había fijado en la habitación de mi vieja si estaba pero ante su ausencia, asumí que estaría en lo de mi tía o en el estudio adelantando trabajo. Me hice un sándwich, me quedé un rato mirando tele hasta que me decidí ir a la pile. Me cambié en mi habitación y apenas me acerqué a la puerta corrediza de vidrio que daba al patio me llevé la sorpresa de mi vida, hasta ese momento. Mi mamá no se había ido a ningún lado, estaba en el patio tomando sol, en bikini, haciéndose unos cariñitos.
Me alejé rápidamente porque no veía adecuado que la mirara pero la morbosidad y lo prohibido me pudo y al minuto volví a asomarme, estábamos solos, no había ningún peligro aparte del que ella se diera vuelta y me viera pero sería más rápido en ese caso. Estaba con las piernas abiertas, los pies apoyados sobre la reposera, con la mano derecha en la concha y la izquierda en una de las tetas. Jamás se me había cruzado por la mente que mi vieja hiciera ese tipo de cosas a sus cuarenta y tantos de años pero era de lo más espectacular que había visto y sentido en un buen tiempo.
Cada ciertos minutos, despegaba la espalda de la reposera y le sentía los gemidos desde donde estaba, no me quería imaginar lo que estaría pensando el vecino si la escuchara que sabía que siempre la miraba con otros ojos el viejo desgraciado ese. Supongo que la ausencia de mi viejo en algo le había afectado y era que ya no iba a coger tanto como supongo yo que lo hacían cuando yo no estaba. Será mi mamá una de estas MILF como suelen decir, me preguntaba. No era raro que mis amigos a veces me jodieran con mi vieja, quizá sí era así como yo me lo imaginaba.
Notaba que las caricias y su manera de masturbarse con los minutos eran más aceleradas y más fuertes. De solamente frotarse los labios de la concha empezó a colarse un par de dedos, lo podía ver claramente que se los metía y sacaba enteros mientras se acariciaba una de las tetas. La situación me estaba consumiendo y la pija me explotaba dentro de la malla, me la tenía que sacar, no aguantaba más. Me empecé a pajear a la par de mi vieja que obviamente no lo sabía y la calentura me pudo, empecé a imaginarme a su lado, yo ayudándola con sus caricias, recostada a su lado, ella haciéndome una paja, chupándome la verga.
¡No podía pensar estas cosas, no podía! Pero fue lo que hizo que mi explotara en leche la verga. Mis piernas se debilitaron, me caí y tiré sin querer con mi pierna una botella de vidrio que no se rompió pero hizo ruido suficiente para que mi vieja lo notara. Me asomé cuidadosamente y la veía que observaba hacia la otra puerta que daba al patio y se quedó unos minutos ¡y se seguía tocando! Pensé en que si alguien la estuviera espiando, ¿le daría igual y seguiría masturbándose como lo hacía? Me preguntaba tantas cosas, era todo muy extraño. Busqué una servilleta para limpiar todo el semen que había tirado en el piso y me fui corriendo a cambiar.
Al bajar las escaleras, me encuentro con mi vieja en la cocina preparándose un licuado y yo la veo sorprendido diciéndole que no sabía que estaba en la casa y que recién me despertaba. Ella no movió un pelo, supongo que ni habrá considerado el hecho de que yo estuviera en la casa y ella masturbándose, le dio igual. Me ofreció un vaso de licuado y salimos los dos al patio. Veía que encaraba hacia la reposera donde la había visto tocándose como nunca y yo hacia la pileta.
– Felu hijo, ¿puedo preguntarte algo? – me dijo desde su lugar; yo algo nervioso, no voy a mentir.
– Sí ma, decime. –
– ¿Te molestaría si me saco el corpiño para tomar sol? – me dijo sin pensarlo.
– N-n-no ma, podés. Yo no te veo y ya está. – le dije dándole la espalda.
– Pero si te molesta decime, mi amor. Soy tu madre, y ya conocés el cuerpo de una mujer. –
– Sí ma, tenés razón, pero no me jode, en serio. – le dije.
Sentí el rechinar de la reposera, sabía que se estaba desabrochando la parte de arriba de la bikini; intenté contenerme y no tener que mirarla pero me era difícil, estaba con las tetas al descubierto y quería verla, lo necesitaba. Me hice muy el boludo en la pileta entrando y saliendo de debajo del agua y girándome cada tanto para mirarla, estaba con los anteojos de sol y mirando hacia arriba. No había problemas, podía dejar de ser tan retrasado y mirarla detenidamente. Dos tetas grandecitas, ya no tan firmes como las que estaba acostumbrado a ver pero igual de hermosas, exquisitas y que adoraría chupar horas y horas.
Me quedé un minuto mirándola y me giraba, ya sentía la verga haciéndome presión nuevamente en la malla, qué caliente que me dejaba mi vieja. Cuando me volteé a verla nuevamente, se estaba parando de la reposera y me sumergí nuevamente en el agua para que no se diera cuenta de que la miraba.
– ¿Te traigo más licuadito, Feli? –
– ¡Bueno ma, dale! – le dije.
Sentí que se acercaba, escuchaba los pasos de sus ojotas cepillando el pasto del patio. Tomó el vaso y se marchó hacia la cocina, me di vuelta instantáneamente y tenía la bikini completamente perdida en el culo, los cachetes se bamboleaban de un lado hacia el otro con la caminata. Ya no podía evitarlo, era evidente que me gustaba mi vieja, me calentaba y me la cogería con todo gusto, iba a dejar de engañarme; el cambio después del divorcio me encantaba. De lejos veía que volvía con los vasos de licuado así que me volví a girar.
– Me dijiste que podía, pero sé que no te vas a dar vuelta así que te dejo acá el vaso. – me dijo con una voz entre risas y chistosa.
– No me jode ma, ya te dije, pero igual no voy a ver. Sos mi mamá. –
– Está bien, mi amor. No te dije nada. – me dijo ella graciosa y se alejaba.
Agarré el vaso y me tomé el licuado casi de un solo trago. Si a mi vieja no le jodía que la viera, quería comprobar que eso fuera así como me había dicho así que decidí salir de la piscina. Me giré y la vi de reojo que me miraba, y se reía, sin taparse las tetas en ningún momento. Me dirigía con la mirada derecha a la puerta, algo nervioso de igual manera pero no la pensaba mirar, solo quería comprobar lo que me había dicho y sí, como había dicho y pensé, jamás le importó que llegara a verle las tetas. A tenerlo en cuenta.
Me fui directamente a mi habitación a calmarme un poco, estaba siendo demasiado pero quería más porque aprovechando la situación, me fui hasta el balcón y me asomé precavidamente para volver a verla pero me tapaban las hojas del árbol del patio. Decidí bajar y quedarme en la cocina donde estaba la otra salida al patio y hacerme el boludo de mirarla desde ahí aunque para mi sorpresa, apenas bajé, me la encontré en el camino con sus hermosos pechos ante mi mirada.
– ¡La put...! – alcancé a decir y girarme.
– Me dijiste que no te molestaba, Felipe. Perdón. Ya me tapé. – me dijo ella.
– No ma, ya sé pero es que no entendés... no te puedo... ver... –
– Feli, escuchame una cosa y ahora mirame, porque ya me tapé. –
Me giré y estaba cubierta pero con la mano izquierda tapándose ambas tetas. Me tuvo un rato dándome un sermón explicándome que a ella no le molestaba la situación de que la fuera a ver así, pero que lo hacía solamente si a mí no me parecía incómodo y le volví a repetir que no. Sin pensarlo mucho más, me agarró de la mano y se la llevó directamente a su teta derecha. Mi palma entera apoyada en su pecho y sentía en el centro de mi mano el pezón que sobresaltaba y ella me sonreía. Fue el paso definitivo a dar para que la situación ya no me avergonzara y de ahí en adelante todo fuera un poco más liberal, por lo menos en ese sentido.
Notó que con los segundos, la pija se me puso dura y me miraba el bulto contenta. – No estaré joven como Sofi pero sigo siendo una mami hot. – me dijo riéndose para que yo me riera también y sí, ya está, había sido suficiente. Era oficial que la relación había cambiado y sexualmente era todo más amplio y abierto ahora. Saqué mi mano de su teta dándole una última caricia a ese pezón y ella notó dejándome ambas tetas libres para que las tocara pero no lo hice, estaba interesado en otra cosa y quería aprovechar el momento para hacerlo.
Le pedí a mi mamá que nos sentáramos a charlar un rato sobre todo lo que ocurría y la charla se fue extendiendo más y más, llegando a otros temas, otras charlas, más intimidades.
– Igual en tu época, de joven, no eras como las chicas de ahora. –
– De salir con cualquier muchacho no, pero antes de conocer a tu papá, salí con varios chicos y me encantaba tener sexo con elos; al igual que con tu papá claro pero bueno... –
– ¿Y pero qué cosas te gustaban hacer? – le preguntaba sin temor.
– Todo aunque no te voy a mentir, esta colita... – y se dio unos golpecitos en la nalga. – ...sigue siendo virgen. – me dijo riéndose de la situación.
– ¿En serio nunca tuviste sexo por la cola? –
– Jamás. ¡Pero! Espero algún día poder hacerlo. – me dijo guiñándome el ojo.
La charla siguió un rato más hasta que el teléfono interrumpió todo, era mi papá. Se quedaron charlando por un buen rato. Yo me había ido a mi habitación a pensar un poco en lo que me había contado mi mamá, con la cola virgen, no lo podía creer. Ya a esta altura no consideraba alocado el postularme a candidato para romperle ese agujerito, estaba más que dispuesto a enterrarle la verga a mi madre que al parecer con el tiempo fue perdiendo lo putita que había sido de joven.
Una tarde volviendo de adelantar trabajo en el estudio me habló sobre unas vacaciones, de irnos unas semanas a Brasil y lejos de todo lo que había ocurrido con mi papá. Yo más que contento de irme con ella a descansar y pasarla bien. La semana de espera pasó y ya estábamos los dos en el aeropuerto esperando el avión para irnos a Brasil. Había alquilado una especie de cabañas que estaban en un complejo cerca de una playa espectacular.
Ya en el lugar que era paradisíaco conocimos a la gente de ahí, unos morochos bastante imponentes estaban a cargo de la recepción y el servicio del lugar, tuvieron la mejor onda con nosotros apenas llegamos. La cabaña estaba espectacular y me convencía más el hecho de que fuera una sola cama matrimonial para ambos. Yo la miré a mi mamá cuando ambos notamos ese detalle. – Después de todo, ¿no vas a querer compartir la cama con mami? – me dijo y yo por dentro me derretía, solo pensaba en su virginidad anal y le respondí que no, que no había problema.
Pasaron los días, la playa espectacular, los roces con mi vieja no se daban tanto como me imaginaba pero tampoco podía andar pensando todo el día en si se la iba a poner o no, no podía aunque quería. Sí notaba que hablaba mucho con los muchachos de recepción y ellos la trataban con demasiada dulzura lo cual me preocupaba un poco pero sabía que no iba a pasar nada. Era solo cordialidad, mi mamá ya estaba grande para boludeces.
Una tarde le avisaba a mi vieja de que me iba a la playa como hice la mayoría de los días allá. Ella decidió ese día quedarse en la cabaña así que me fui solo recordando a mitad de camino que me había olvidado la billetera. Lo que me encontré a la vuelta fue, dejando de lado ver a mi vieja masturbarse, lo más increíblemente sexual en mi vida. No dudé en sacar una foto del momento con el celular, y no entendía nada, no entendí por qué lo que estaba viendo no me molestaba.
– ¡Hijo mío! ¡Perdón, pero...! – y el negro le enterraba la pija en la boca nuevamente. – Es que los muchachos estos... cómo decir que no, Felu. – y otra tragada de pija más.
Mi vieja a full chupándole semejante verga a los tipos de la recepción, no lo podía creer. Se estaban cogiendo a mi vieja frente a mis ojos y yo sacando fotos como un enfermo pero qué hermoso espectáculo estaba viviendo. No entendía por qué me gustaba tanto verla disfrutar chuparle la pija a esos dos negros que estaban fascinados con mi vieja, acariciándole las tetas, tocándole el culo y atragantándola con sus impresionantes y negros miembros. Ella me miraba de reojo y yo asentía con mi cabeza dándole de la aprobación de que no pasaba nada, que se dejara coger como ella quería.
Me quedé sentado en el piso mirando como los morochos la hacían vivir minutos de gloria a mi vieja que estaba feliz de que estar rodeada de dos semejantes pijas. Iba alternando chupándole un rato la pija a uno y otro rato al otro, pero jamás las soltó, eran de ella, su posesión, las quería dentro de su concha que no paraba de tocarse cuando tenía un rato libre para hacerlo. Creo que ni en videos había visto a una mujer tragarse dos vergas negras como lo hacía mi vieja.
De dos movimientos dejaron a mi vieja en cuatro patas en el pasto del lugar y me miraba, quería mostrarme la cara de satisfacción cuando uno de los negros se le arrodilló atrás y otro delante. El muchacho de adelante no tardó en encajarle la pija nuevamente en la boca y mi vieja se la chupaba como loca, veía los hilos de saliva caer a su alrededor, y la sentía gemir cuando el otro morocho de atrás le lengüeteaba el ojete de punta a punta metiéndole los dedos en la concha preparándola para una cogida que no se iba a olvidar jamás.
Estuvo unos minutos ensalivando y preparando esa concha que al parecer hace bastante no tenía acción y el morocho de adelante que la agarraba de la cabeza empujándosela contra la poronga. Sentía a mi vieja atragantarse pero le gustaba, yo sé que estaba disfrutando, estaba volviendo a ser esa zorra que era de joven. El negro de atrás con la poronga dura como el Cristo Redentor me miró como intentando decirme que me prepare, se estaba por coger a mi vieja. Y allá fueron entrando poco a poco los centímetros de ese miembro carnoso que le desgarró el alma a mi vieja haciéndola gritar como nunca.
El negro se la montó, creo que en su vida habrá cogido como estaba haciéndolo con mi vieja que gemía más y más con la embestida de semejante verga. Yo desde mi lugar seguía tomando fotos, veía como esas hermosas tetas de las que me había enamorado se bamboleaban de un lado hacia el otro siguiendo el ritmo de cada pijazo que el morocho le encajaba; mientras por supuesto el otro no dudaba en hundirle cada centímetro de verga en la garganta de mi madre que disfrutaba como si fuera la primera cogida de su vida.
Fueron cambiándose entre ellos. Un rato se la cogía uno y cambiaba para que se la chupara e iba el otro a reventarle la concha a mi vieja que le brotaba de flujos. Al rato, me había percatado de que uno de los muchachos que faltaba del lugar estaba espiando toda la escena desde adentro de la recepción por una de las ventanas. Lo miré nuevamente para que se diera cuenta y le dije que viniera, la cara de sorpresa de ese muchacho era incomparable. Sin dudarlo en ningún momento, apareció ya prácticamente desnudo y los otros dos muchachos festejaban que apareciera y lo invitaban a sumarse para cogerse a mi vieja.
El morocho que había llegado estaba fascinado con el orto de mi vieja, tanto que notaba que cada por momentos le pasaba suavemente el dedo por el agujero del culo a mi vieja. Yo tenía ganas, muchas, muchas ganas de que le hicieran el culo pero no sabía si se les iba a pasar por la cabeza o si mi vieja iba a querer que tres pijas negras le rompieran la cola. Lo seguía de cerca porque noté sus ganas por metérsela, cuando le tocaba hacerlo en la rotación de los tres muchachos, veía que suavemente le apoyaba el glande en la entrada del culo pero después se la cogía por la concha sin piedad, probablemente el mejor día de trabajo de sus vidas.
Cansados un poco del suelo y por la posición, levantaron a mi vieja que la manejaban como una marioneta y la acostaron sobre un banco de piedra que estaba a un costado. Uno de ellos me hacía seña de que los acompañara, sabía que estaba tomando fotos y no querían que me perdiera el show. La acostaron en la punta del banco y la pusieron a que les chupe la pija a ambos mientras otro de los muchachos le exprimía la concha de flujos a mi vieja como una naranja. Mi vieja era una golosa importante, dos pijas negras al mismo tiempo en la boca.
Y los morochos qué contar, fascinados con lo putita que estaba ella en ese momento. Tenía toda la concha y el ojete expuesto a mi mirada y me veía mientras chupaba ambas pijas al mismo tiempo y otro de los morochos aprovechaba la situación para hacerle unas caricias en la conchita repleta de la saliva del negro que la quería bombear cuanto antes pudiera.
Nuevamente de un solo movimiento la pararon otra vez, se inclinó para seguir chupándole la pija a uno de ellos y empezó el bombeo constante otra vez. Esas tetitas bailando a la par de las embestidas y los gritos de mi vieja se hacían cada vez más fuertes. Veía al negro que se la cogía que lentamente le iba metiendo un dedo en el culo a mi mamá, se iba a dar, le iban a romper esa cola virgen en frente de mis ojos.
Para mi sorpresa, todavía no era el momento, ella parada acomodándose la pija en la concha, no quería dejar de recibir hermosas embestidas y los muchachos tenían otro plan para ella, yo expectante. La hacían caminar a mi mamá con cada pijazo que no podía soportar por el empuje dentro de la concha.
Y el momento había llegado, veía que entre ellos se hablaban pero no entendía que decían. Los dos de atrás la agarraron de la cintura y la levantaron para que el muchacho de adelante la agarre de las piernas y le acomode la pija en la entrada de la concha. Veía a mi mamá disfrutar y sufrir la cogida que le estaban pegando, en el aire, sin que ella tuviera control alguno sobre la situación, era donarse a la merced y potencia de los morochos y esa pija que le pulía la concha por dentro.
Los gritos de mi vieja se sentían seguramente en todo Brasil, probablemente jamás en la vida haya vivido una cogida en esa posición que no duró demasiado. La bajaron suavemente al piso y veía como con algo de fuerza intentaba quedarse parada, las piernas le temblaban y uno de los muchachos ya se había acostado en el piso y la agarraba de las piernas para ponérsela encima. La fueron guiando hasta asentarla y apuntar bien... al culo. El negro acostado le agarraba las piernas mientras que otro por delante le abría los cachetes y le metía un dedo en el culo, mi vieja gemía y me miraba al mismo tiempo, era el momento, le iban a romper esa cola virgen y ella no oponía resistencia alguna, quería hacerlo. El negro se agarraba la pija apuntándola bien contra el ano de mi vieja y presencié como con algo de fuerza se iba deslizando suavemente dentro del culo de mi mamá hasta que se la enterró entera y cayó rendida sobre el cuerpo del negro.
Estuvo sus minutos bombeándole la cola virgen a mi vieja y los otros dos miraban, pacientes por sus turnos para romperle la cola a mi vieja también que solo gemía, su cuerpo era un donativo a las pijas que le daban placer. El morocho se la metía y sacaba entera, se podía notar como el agujerito se iba dilatando más y más hasta quedar solo un hoyo negro. Estaba fascinado con el culo de mi vieja y los demás se cansaron de esperar. Noté como se iba arrodillando frente a mi vieja, y era algo que no me esperaba, verla siendo cogida por la concha y el culo al mismo tiempo.
Y el otro muchacho no tardó en sumarse y ocupar el último orificio posible para no quedar parado solo observando como sus compañeros se cogían a mi vieja. Fue rápidamente a enterrarle la verga en la boca que fue lo que culminó con mi vieja que estaba teniendo el orgasmo de su vida y los negros seguían bombeando a la par de sus espasmos y gritos. Sus piernas tiraban patadas al aire sin sentido alguno, su cuerpo perdía totalmente el control de lo que vivía y sentía.
Estuvieron así unos cuantos minutos cuando uno de ellos no aguantó más, el que le estaba reventando la cola a mi vieja y la arrodilló y la puso para que ella se sostenga y aguante como pudiera. Llegaba el momento final de la tarde, una tarde inolvidable. Los muchachos la rodearon con las pijas y ella ayudaba a dos de ellos con la paja definitiva, la que la bañaría en leche como pasó. Eran torreones y caudales de leche apuntando a la cara de mi vieja que intentaba rescatar algo para degustar con la boca.
Cuando los tres acabaron y la llenaron de leche, necesitaba una foto mejor, la memorable de ese día. Que por más que tuviera la pérdida de memoria más importante de su vida, recordaba con esa foto que fue cogida por tres negros una tarde de verano en Brasil y así fue. Un par de pijas negras asomadas y la leche chorreándole por la cara a lo largo de las tetas para condecorar la mejor tarde todas tanto para ella como para mí.
Los muchachos se despidieron dándome la mano uno cada uno, diciéndome cosas en portugués sobre mi vieja que no entendía pero sabía que por su sonrisa eran puros halagos, suponía. Me paré a su lado y ella seguía rendida en el piso, desnuda, llena de leche y sonriendo. Me senté a su lado sin ánimos a tocarla sinceramente pero re caliente por la situación que había vivido. Ella no me decía nada, solo me miraba y yo veía los restos de leche caerle por el costado de la boca a las tetas.
– Ya lo sé Felu, soy la madre más asquerosa que... –
– No. Hey. ¿Esto querías? ¿Disfrutaste? –
– Y... sí, como nunca antes, mi amor. –
– Ya está entonces ma, no pasa nada. –
Nos quedamos callados unos minutos hasta que recompuso algo de fuerza para poder pararse y la ayudé a juntar su ropa. Caminamos hacia la cabaña donde estábamos hospedados.
– ¿Sabés una cosa? Nuestro hospedaje es gratis ahora. – me dijo riéndose.
Fuente de información: el contenido escrito es de mi autoría; no así el contenido gráfico, las fotos no me pertenecen.
Simple aficionado por la escritura. Cualquier tipo de comentario, opinión o crítica será más que bienvenida.
¡SPOILER! (selecciona el texto escrito en blanco luego de la flecha para leer) → El relato no es real, es total y completamente de mi imaginación.
8 comentarios - • Mi vieja fanática de las morcillas.