En primer lugar muchas gracias por haberme permitido ser miembro Regular. Esta cuenta tuvo muchos inconvenientes ya que primero la manejabamos dos personas y terminé manejándola sólo y tuvo un tiempo de inactividad. Hace tiempo que intentaba llegar a Regular para que tengan mas cabida mis relatos porque mucha gente me mandó mensajes siempre diciéndome que les gustaban y les calentaban mucho pero siempre quedaban olvidados y relegados entre la infinidad de posteos amateur que hay que son montones y muchas veces llenos de errores.
Así que acá estamos. Les vengo a contar la primera vez que hice una cola. Fue la sensación más caliente que viví en mucho tiempo por el contexto en el que se dio todo. Lo recuerdo mientras lo escribo y me re calienta.
Fue con mi primera novia. Eramos compañeros del colegio. Y nos llevábamos muy bien en la cama. Casi nos habíamos iniciado juntos y fuimos descubriéndonos todos nuestros placeres y vicios del sexo juntos. Desde la primera vez fuimos rompiendo cada vez más reglas y más prejuicios hasta soltarnos en unas garchadas tremendas que de a ratos eran una catarata de chanchadas que nos decíamos a gritos, insultos mezclados con gemidos y súplicas, arañazos, cachetadas y tiradas de pelo, de a ratos eran la pasión de abrazarnos muy fuerte y gemirnos en el oído mientras yo le metía la pija hasta el fondo con mucha intensidad o mientras ella me cabalgaba con fuerza, sin decirnos nada, o a veces el romanticismo de hacerlo lento pero profundo, besándonos y diciéndonos que queríamos acabar a la vez mientras nos comíamos la boca y nos llenábamos de caricias. Llegó un momento en el que sinceramente creí que nunca iba a poder coger mejor que lo que lo hacía con ella.
Esta experiencia que voy a contar se dio en un marco intermedio, cuando ya eramos novios, digamos, ·"formalmente" pero seguíamos descubriendo y saltando barreras que no conocíamos hasta entonces.
Ella tomaba pastillas y garchábamos sin forro. Teníamos un ritmo increíble, cogíamos 4 veces por semana por lo menos y tres veces cada vez por lo menos. Los fines de semana salíamos con amigos juntos o cada uno por su cuenta pero la mayoría de las veces terminábamos en un telo o matándonos en mi cama en silencio para que no escucharan mis padres con quienes vivía entonces.
Desde que comenzó a tomar pastillas no dejé de acabarle adentro nunca. Ella me lo pedía, yo me desesperaba por hacerlo, "Acabame todo adentro mi amor, que no se escape ni una gota" me decía, "¿Me vas a dar la lechita?", "Llename la concha de leche pendejo". Se le ponían los ojos en blanco o se le caían las lágrimas mientras yo desparrabama toda mi acabada en lo más profundo de su concha empapada y caliente. Después dormíamos como dos osos unas cuantas horas. Nuestra vida sexual era impecable.
Pero pasó que, después de cerca de un año de tomar las pastillas, la ginecóloga le dijo que tenía que hacer un mes de reposo de las pastillas y por lo tanto, ajustarse con las relaciones. Eso implicaba que yo empezara a usar preservativo SIEMPRE y tener más precaución con los ciclos porque se desregularizaban un poco.
Más allá de todo lo entendible de la salud (en lo cual estábamos totalmente de acuerdo), en lo exclusivamente sexual, la noticia nos cayó muy mal. Por empezar, pensando en la cantidad de veces que cogíamos, no había bolsillo que aguante la compra de forros, así que teníamos que coger menos sí o sí. Después el placer, me acuerdo que ella me decía "no siento nada con el forro" y a mi me pasaba lo mismo, me apretaba, me quitaba sensibilidad, ni siquiera nos generaba calentura el hecho de "acabar adentro" porque no era la misma adrenalina de saber que nuestras acabadas se explotaban juntas adentro de su concha en dos orgasmos que reventaban todo.
Así que nos acostábamos en la cama, yo me ponía el forro, cogíamos, acabábamos y nos dormíamos. Sumenle a todo esto, que, para el ritmo que llevábamos, un mes era una eternidad. Pienso en parejas que quizás tienen sexo una vez por semana, un polvo. Y bue, se cuidarán cuatro polvos y ya. A nosotros un mes nos significaba un kamasutra.
Hasta que entonces llegó el día, como a dos semanas y media de cambiadas "las normas". Estábamos acostados por dormir una siesta y decidí hablarle:
-Amor, quiero decirte algo.
-¿Qué?
-Me molesta mucho usar forro
-...
-No siento nada, vos tampoco, me aprieta, es caro, nos quita calentura
-... y... sí. Pero es un mes, tenemos que hacerlo así, no podemos dejar de usar forro hasta que vuelva a tomar pastillas
-Ya se... pero, qué se yo
-Ya se a mi también me molesta pero no queda otra amor
-Pero... no se, y si probamos sin forro y te acabo afuera?
-No. Eso es peligroso. Hay que aguantarse
-Te juro que ni bien me doy cuenta que estoy por acabar la saco
-No! amor... dale, media pila, no es así. Es un mes, nos quedan dos semanas
-Uff... y si un ratito probamos sin forro y después me lo pongo?
-Ya sabes como termina eso, no te lo vas a poner
Ella era la centrada, la correcta, la que nos salvaba de cualquier riesgo. Ella tenía siempre las ideas un poco más claras que yo. Pero en ese momento le di un beso en el cuello. Un beso bien caliente. Y le acaricié el otro cachete y la otra oreja y la seguí besando en el cuello cada vez con más lengua y menos labio, a subir y bajar desde el hombro hasta su oreja. Ella cerró los ojos y dejó escapar un "hhhhmmmmmm" que me anunció que estaba todo dicho. La mano que la acariciaba empezó a bajar y cuando llegué a sus tetas le agarré una fuerte y se la apreté. "Ay... mm" dijo, medio quejándose enojada y medio dejando que la domine. Le solté la teta y bajé hasta su bombacha y empecé a tocarla por arriba hasta que su concha mojada empezó a traspasar la tela. Una vez que su humedad me mojó la mano por encima de la bombacha, entonces la di vuelta a ella poniéndola de espaldas a mí. Estabamos de costado en la cama, como por hacer una cucharita. Sin decirnos absolutamente nada me saqué el boxer y le bajé la bombacha hasta apenas donde terminaba su culo. Ella estiró su mano hacia su espalda y buscó mi pija. La agarró y se la llevó a la puerta de la concha. Yo empecé a empujar y me costó bastante. Me la agarré y empecé a tratar de acomodarla sin darme cuenta de que estaba apuntando al agujero equivocado. Claramente hay diferencia, pero no se por qué, su culo estaba empapado también y casi sin darme cuenta, a medida que empujaba, mi pija empezó a entrar en su culo. No le dije nada, esperé a que me pusiera los puntos. Ella, agitada casi en silencio, no decía nada tampoco. La calentura me subía increíblemente al ver que ella, completamente entregada, no decía palabra, me dejaba hacer. La agarré de la cintura, la apreté bien fuerte y con los dientes le mordí la espalda para que sepa que yo iba a dominar la situación ahora. Ella gimió con un poco de dolor pero rendida y esperando más de mi. Nunca se dejaba hacer algo que no le gustara.
Bien agarrada de la cintura, empujé para que terminara de entrar la cabeza de mi verga en su culo y pasando mi mano con saliva por todo su culo y mi pija fui entrando de a poco. Eran minutos mezcla de dolor, placer, morbo, adrenalina, y sin decirnos nada. Cómplices de un silencio excitante, ella me estaba dejando hacerle el culo sin preguntar, sin permiso, sin preámbulos. Cuando sentí que entró la cabeza me retraje apenas para atrás y volví a ir para adelante. Comencé un vaivén mínimo, milimétrico, y en cada ida se la enterraba un poquitito más.
Cuando nos dimos cuenta, tenía casi la mitad de la pija entrando y saliendo de su culo parado y mojado, mojado de transpiración, mojado de su concha que desparramaba agua por todos lados, mojado de mi saliva pasándole la mano. Yo la penetraba cada vez más fuerte y rápido mientras ella gemía en voz muy baja pero denotaba un dolor y un morbo que la daba vuelta. Con mi mano libre manoteé mi boxer y buscando el lado de adelante, se lo puse en la lengua, amordazándola. Con su boca atascada, largó un gemido tremendo, intenso, fuerte, casi en voz alta. Le había calentado demasiado lo que hice.
-Eso no es nada - le dije
-mhh mhhh jmmmm mmmmssj!! - contestaba ella amordazada y con los ojos cerrados, con mi mano apretándole fuerte la boca y la otra clavandole los dedos en la cintura.
-En la lengua tenes la parte del boxer donde pongo mi pija, ¿lo sabes?
Terminé de decir eso y le enterré lo poquito que me faltaba de enterrarle la pija en el culo. Ella empezó a gemir a voz normal, intensamente, muy agudo y quejándose. Yo la miraba de costado y alcanzaba a verle los ojos entrecerrados, yéndosele para arriba, y sentía cómo mordía fuerte el boxer mordaza que tenía en la boca.
-Ahora, la tenés toda entera adentro del culo amor, sin forro, sin nada. Y vas a acabar ahora mismo mientras te rompo el culito, acabá, dale- le dije al oído
Instantáneamente comenzó a moverse con esos espasmos que les dan a las mujeres cuando acaban con todo. su pancita, sus piernas temblando con todo, su orto atravesado por mi pija vibraba y se retorcía. Los jugos de su concha mojaron toda la sábana y empecé a sentir yo de mi lado la pierna mojada. Ella no dejaba de acabar, moviéndose como loca, ya sin gemir porque no tenía voz, estaba silenciada, muda, acabando casi a chorros. Le apreté mucho más fuerte la boca, agarrándole los cachetes con los dedos y apretándolos, mientras que con la palma enterraba mi boxer mordaza en su lengua. La mano que le apretaba la cintura la llevé a su concha y comencé a acariciarle el clítoris a toda velocidad. Mieentras tanto le rompía el culo. Todo a la vez, todo junto. Me la estaba garchando inconteniblemente. Como nunca.
Me sorprendió que pese a todo, no dejaba de acabar, seguía moviéndose así como una desquiciada hacía como un minuto. De a ratos largaba unos gemidos tremendos y de a ratos se quedaba completamente muda. Yo acariciándole el clítoris sentí la cantidad de acabada que le salía de la concha. Era muchísima. Nunca tuvo esas acabadas a chorros pero esta vez estaba al borde, casi que parecía que se estaba haciendo pis.
-Tomá tu pija por el orto, ¿qué te pasa, no podés dejar de acabar? Para mí que estás acabando otra vez...- le decía yo fomentándole la locura y ella se retorcía escuchándome.
Tanta fue la calentura que en cuestión de segundos mi verga subió el orgasmo y explotó en un violento disparo de leche que inundó su culo. Realmente sentí que había disparado. Sentí la presión en la vena y el momento de la explosión que mandaba hasta el fondo de su culo el enorme chorro de leche que me salía de lo más profundo de mi ser.
Al sacarla, luego de haber acabado, según ella, tres veces seguidas simultáneas, le dolió bastante. Yo sentí que por más leche que tuviera en su culo sus paredes raspaban. Nunca lo había hecho por atrás ninguno de los dos y el dolor que sintió cuando se la saqué fue bastante. Pero el cansancio que nos dejó semejante cogida hizo que nos durmiéramos inmediátamente, así, con las sábanas mojadas de su concha y de mi leche, con la transpiración de su culo y nuestras piernas, con mi saliva. Sacó mi boxer de su boca, lo tiró entre su espalda y mi pecho, y cerró los ojos. En menos de un minuto dormía, yo la seguí.
Así que acá estamos. Les vengo a contar la primera vez que hice una cola. Fue la sensación más caliente que viví en mucho tiempo por el contexto en el que se dio todo. Lo recuerdo mientras lo escribo y me re calienta.
Fue con mi primera novia. Eramos compañeros del colegio. Y nos llevábamos muy bien en la cama. Casi nos habíamos iniciado juntos y fuimos descubriéndonos todos nuestros placeres y vicios del sexo juntos. Desde la primera vez fuimos rompiendo cada vez más reglas y más prejuicios hasta soltarnos en unas garchadas tremendas que de a ratos eran una catarata de chanchadas que nos decíamos a gritos, insultos mezclados con gemidos y súplicas, arañazos, cachetadas y tiradas de pelo, de a ratos eran la pasión de abrazarnos muy fuerte y gemirnos en el oído mientras yo le metía la pija hasta el fondo con mucha intensidad o mientras ella me cabalgaba con fuerza, sin decirnos nada, o a veces el romanticismo de hacerlo lento pero profundo, besándonos y diciéndonos que queríamos acabar a la vez mientras nos comíamos la boca y nos llenábamos de caricias. Llegó un momento en el que sinceramente creí que nunca iba a poder coger mejor que lo que lo hacía con ella.
Esta experiencia que voy a contar se dio en un marco intermedio, cuando ya eramos novios, digamos, ·"formalmente" pero seguíamos descubriendo y saltando barreras que no conocíamos hasta entonces.
Ella tomaba pastillas y garchábamos sin forro. Teníamos un ritmo increíble, cogíamos 4 veces por semana por lo menos y tres veces cada vez por lo menos. Los fines de semana salíamos con amigos juntos o cada uno por su cuenta pero la mayoría de las veces terminábamos en un telo o matándonos en mi cama en silencio para que no escucharan mis padres con quienes vivía entonces.
Desde que comenzó a tomar pastillas no dejé de acabarle adentro nunca. Ella me lo pedía, yo me desesperaba por hacerlo, "Acabame todo adentro mi amor, que no se escape ni una gota" me decía, "¿Me vas a dar la lechita?", "Llename la concha de leche pendejo". Se le ponían los ojos en blanco o se le caían las lágrimas mientras yo desparrabama toda mi acabada en lo más profundo de su concha empapada y caliente. Después dormíamos como dos osos unas cuantas horas. Nuestra vida sexual era impecable.
Pero pasó que, después de cerca de un año de tomar las pastillas, la ginecóloga le dijo que tenía que hacer un mes de reposo de las pastillas y por lo tanto, ajustarse con las relaciones. Eso implicaba que yo empezara a usar preservativo SIEMPRE y tener más precaución con los ciclos porque se desregularizaban un poco.
Más allá de todo lo entendible de la salud (en lo cual estábamos totalmente de acuerdo), en lo exclusivamente sexual, la noticia nos cayó muy mal. Por empezar, pensando en la cantidad de veces que cogíamos, no había bolsillo que aguante la compra de forros, así que teníamos que coger menos sí o sí. Después el placer, me acuerdo que ella me decía "no siento nada con el forro" y a mi me pasaba lo mismo, me apretaba, me quitaba sensibilidad, ni siquiera nos generaba calentura el hecho de "acabar adentro" porque no era la misma adrenalina de saber que nuestras acabadas se explotaban juntas adentro de su concha en dos orgasmos que reventaban todo.
Así que nos acostábamos en la cama, yo me ponía el forro, cogíamos, acabábamos y nos dormíamos. Sumenle a todo esto, que, para el ritmo que llevábamos, un mes era una eternidad. Pienso en parejas que quizás tienen sexo una vez por semana, un polvo. Y bue, se cuidarán cuatro polvos y ya. A nosotros un mes nos significaba un kamasutra.
Hasta que entonces llegó el día, como a dos semanas y media de cambiadas "las normas". Estábamos acostados por dormir una siesta y decidí hablarle:
-Amor, quiero decirte algo.
-¿Qué?
-Me molesta mucho usar forro
-...
-No siento nada, vos tampoco, me aprieta, es caro, nos quita calentura
-... y... sí. Pero es un mes, tenemos que hacerlo así, no podemos dejar de usar forro hasta que vuelva a tomar pastillas
-Ya se... pero, qué se yo
-Ya se a mi también me molesta pero no queda otra amor
-Pero... no se, y si probamos sin forro y te acabo afuera?
-No. Eso es peligroso. Hay que aguantarse
-Te juro que ni bien me doy cuenta que estoy por acabar la saco
-No! amor... dale, media pila, no es así. Es un mes, nos quedan dos semanas
-Uff... y si un ratito probamos sin forro y después me lo pongo?
-Ya sabes como termina eso, no te lo vas a poner
Ella era la centrada, la correcta, la que nos salvaba de cualquier riesgo. Ella tenía siempre las ideas un poco más claras que yo. Pero en ese momento le di un beso en el cuello. Un beso bien caliente. Y le acaricié el otro cachete y la otra oreja y la seguí besando en el cuello cada vez con más lengua y menos labio, a subir y bajar desde el hombro hasta su oreja. Ella cerró los ojos y dejó escapar un "hhhhmmmmmm" que me anunció que estaba todo dicho. La mano que la acariciaba empezó a bajar y cuando llegué a sus tetas le agarré una fuerte y se la apreté. "Ay... mm" dijo, medio quejándose enojada y medio dejando que la domine. Le solté la teta y bajé hasta su bombacha y empecé a tocarla por arriba hasta que su concha mojada empezó a traspasar la tela. Una vez que su humedad me mojó la mano por encima de la bombacha, entonces la di vuelta a ella poniéndola de espaldas a mí. Estabamos de costado en la cama, como por hacer una cucharita. Sin decirnos absolutamente nada me saqué el boxer y le bajé la bombacha hasta apenas donde terminaba su culo. Ella estiró su mano hacia su espalda y buscó mi pija. La agarró y se la llevó a la puerta de la concha. Yo empecé a empujar y me costó bastante. Me la agarré y empecé a tratar de acomodarla sin darme cuenta de que estaba apuntando al agujero equivocado. Claramente hay diferencia, pero no se por qué, su culo estaba empapado también y casi sin darme cuenta, a medida que empujaba, mi pija empezó a entrar en su culo. No le dije nada, esperé a que me pusiera los puntos. Ella, agitada casi en silencio, no decía nada tampoco. La calentura me subía increíblemente al ver que ella, completamente entregada, no decía palabra, me dejaba hacer. La agarré de la cintura, la apreté bien fuerte y con los dientes le mordí la espalda para que sepa que yo iba a dominar la situación ahora. Ella gimió con un poco de dolor pero rendida y esperando más de mi. Nunca se dejaba hacer algo que no le gustara.
Bien agarrada de la cintura, empujé para que terminara de entrar la cabeza de mi verga en su culo y pasando mi mano con saliva por todo su culo y mi pija fui entrando de a poco. Eran minutos mezcla de dolor, placer, morbo, adrenalina, y sin decirnos nada. Cómplices de un silencio excitante, ella me estaba dejando hacerle el culo sin preguntar, sin permiso, sin preámbulos. Cuando sentí que entró la cabeza me retraje apenas para atrás y volví a ir para adelante. Comencé un vaivén mínimo, milimétrico, y en cada ida se la enterraba un poquitito más.
Cuando nos dimos cuenta, tenía casi la mitad de la pija entrando y saliendo de su culo parado y mojado, mojado de transpiración, mojado de su concha que desparramaba agua por todos lados, mojado de mi saliva pasándole la mano. Yo la penetraba cada vez más fuerte y rápido mientras ella gemía en voz muy baja pero denotaba un dolor y un morbo que la daba vuelta. Con mi mano libre manoteé mi boxer y buscando el lado de adelante, se lo puse en la lengua, amordazándola. Con su boca atascada, largó un gemido tremendo, intenso, fuerte, casi en voz alta. Le había calentado demasiado lo que hice.
-Eso no es nada - le dije
-mhh mhhh jmmmm mmmmssj!! - contestaba ella amordazada y con los ojos cerrados, con mi mano apretándole fuerte la boca y la otra clavandole los dedos en la cintura.
-En la lengua tenes la parte del boxer donde pongo mi pija, ¿lo sabes?
Terminé de decir eso y le enterré lo poquito que me faltaba de enterrarle la pija en el culo. Ella empezó a gemir a voz normal, intensamente, muy agudo y quejándose. Yo la miraba de costado y alcanzaba a verle los ojos entrecerrados, yéndosele para arriba, y sentía cómo mordía fuerte el boxer mordaza que tenía en la boca.
-Ahora, la tenés toda entera adentro del culo amor, sin forro, sin nada. Y vas a acabar ahora mismo mientras te rompo el culito, acabá, dale- le dije al oído
Instantáneamente comenzó a moverse con esos espasmos que les dan a las mujeres cuando acaban con todo. su pancita, sus piernas temblando con todo, su orto atravesado por mi pija vibraba y se retorcía. Los jugos de su concha mojaron toda la sábana y empecé a sentir yo de mi lado la pierna mojada. Ella no dejaba de acabar, moviéndose como loca, ya sin gemir porque no tenía voz, estaba silenciada, muda, acabando casi a chorros. Le apreté mucho más fuerte la boca, agarrándole los cachetes con los dedos y apretándolos, mientras que con la palma enterraba mi boxer mordaza en su lengua. La mano que le apretaba la cintura la llevé a su concha y comencé a acariciarle el clítoris a toda velocidad. Mieentras tanto le rompía el culo. Todo a la vez, todo junto. Me la estaba garchando inconteniblemente. Como nunca.
Me sorprendió que pese a todo, no dejaba de acabar, seguía moviéndose así como una desquiciada hacía como un minuto. De a ratos largaba unos gemidos tremendos y de a ratos se quedaba completamente muda. Yo acariciándole el clítoris sentí la cantidad de acabada que le salía de la concha. Era muchísima. Nunca tuvo esas acabadas a chorros pero esta vez estaba al borde, casi que parecía que se estaba haciendo pis.
-Tomá tu pija por el orto, ¿qué te pasa, no podés dejar de acabar? Para mí que estás acabando otra vez...- le decía yo fomentándole la locura y ella se retorcía escuchándome.
Tanta fue la calentura que en cuestión de segundos mi verga subió el orgasmo y explotó en un violento disparo de leche que inundó su culo. Realmente sentí que había disparado. Sentí la presión en la vena y el momento de la explosión que mandaba hasta el fondo de su culo el enorme chorro de leche que me salía de lo más profundo de mi ser.
Al sacarla, luego de haber acabado, según ella, tres veces seguidas simultáneas, le dolió bastante. Yo sentí que por más leche que tuviera en su culo sus paredes raspaban. Nunca lo había hecho por atrás ninguno de los dos y el dolor que sintió cuando se la saqué fue bastante. Pero el cansancio que nos dejó semejante cogida hizo que nos durmiéramos inmediátamente, así, con las sábanas mojadas de su concha y de mi leche, con la transpiración de su culo y nuestras piernas, con mi saliva. Sacó mi boxer de su boca, lo tiró entre su espalda y mi pecho, y cerró los ojos. En menos de un minuto dormía, yo la seguí.
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