Después de aquel primer encuentro, mi relación con Alfredo se fue intensificando cada vez más. Se volvió casi una adicción para mí, tanto como yo para él.
Mientras su esposa estaba de viaje, aprovechábamos cada momento, ya no solo en su estudio sino en su propio lecho conyugal, el cual mancillábamos con los apoteósicos polvos que nos echábamos.
-Después del primero Sandra (su esposa) ya no quiere saber nada- me dice Alfredo en algún momento, tras una primera revolcada.
Al contrario de ella, yo siempre estoy lista para el tiempo extra. Incluso hasta disfruto mas el segundo polvo que el primero, cuando éste llega, claro, ya que tal como la susodicha Sandra tambien hay tipos que son incapaces de ir por la revancha y ya con uno se quedan satisfechos. Por suerte Alfredo no es de estos. Siempre que estuvimos juntos nos echamos mas de uno, incluso hasta tres, lo cual demuestra a las claras la feroz calentura que uno incita en el otro.
-Quiero hacerte cosas que no hice nunca con mi esposa- me dice aquella tarde, tras nuestro primer orgasmo.
Yo estaba echada en la cama, boca abajo, con él encima mío, ya no usábamos preservativos, por lo que todavía seguía acabándome adentro, soltando los últimos chorritos de una cuantiosa descarga. Yo también quiero que me haga cosas. Como buena amante estoy más que dispuesta a cumplir todas sus fantasías.
-Lo que quieras- le digo en un plácido susurro.
Intuyo lo que quiere, mas aun cuando me saca la pija de la concha y empieza a pasearla por toda mi colita. Quiere culearme.
Así como estoy, boca abajo, elevo las caderas, me separo las nalgas y lo invito a sacarse las ganas. No tengo que repetírselo. Siento como empieza a puntearme, colocando la hinchada cabeza justo en el centro de mi agujero más pequeño, pero no por eso menos utilitario.
Al principio no me la mete, solo se mantiene ahí, presionando apenas, aunque haciéndome sentir el subyugante poderío de su virilidad.
Levanto la cola como para ir a su encuentro, deseando sentirlo ¡YA PERO YA! en mis intestinos, pero se resiste, me la hace desear, le gusta que se lo pida, según me dice su esposa jamas le pediría algo semejante. Yo sí..., le pediría eso y mucho más.
-¡Rompeme el culo..., rompémelo...!- le pido una y otra vez, llegando al extremo de agarrarle la poronga y metérmela por mí misma a la vez que empujo hacia atrás buscando el tan ansiado ensarte.
Viendo mi desespero, ya no me hace esperar más y deja que su carne se hunda en la mía. Pellizco y muerdo las sábanas al sentirlo entrar y apoderarse por completo de esa parte de mi cuerpo. Aunque no es el primer polvo que nos echamos, la sensación de sentirlo por atrás le aporta una nueva perspectiva a nuestra relación.
No es lo mismo por la concha que por el culo, eso está claro. Por el culo es mas morboso, es pura libido en su forma mas salvaje y brutal. Por el culo te coje tu amante, no tu marido. Yo no le doy mi culo al mío, así como la azafata no se lo da al suyo, aunque estoy segura que algun piloto o comisario de a bordo se lo debe hacer en Nueva Zelanda o donde quiera que sea su destino. Por eso Alfredo se saca las ganas conmigo, y yo más que dichosa de consentirlo.
-¡AAAAGGGGRRRRR...!- gruño y me estremezco de placer al tenerlo todo adentro.
Sus huevos se adosan a mis nalgas, corroborando la justa y perfecta intrusión. Me toco por delante, estrujándome el clítoris a la vez que él empieza a bombearme, con un ritmo lento y pausado primero, pero mucho mas intenso y enérgico después, cuando se da cuenta que mi culito lo recibe sin problemas, abriéndose y absorbiéndolo en toda su magnífica extensión.
Me culea con todo, provocando que la cama se sacuda al ritmo de sus embistes. Ambos jadeamos y nos estremecemos sin decoro, poseídos por una calentura tal que solo un buen polvo (otro mas) puede apaciguar.
El segundo siempre es mejor y ahí estamos los dos, en procura de ese orgasmo que nos arranque hasta el alma del cuerpo.
Me resulta en verdad regocijante acabar y gozar con alguien con quién no me une ni un mínimo lazo emocional. Solo sexo.
Admito que me he enamorado de algunos de mis amantes... (¡CHAN!). Ok, de varios de ellos. Y lo que empezó como una simple aventura terminó convirtiéndose en un romance de telenovela, de telenovela porno, claro está. Pero con Alfredo es distinto. No hay en él nada que incite al enamoramiento, pero si a una buena encamada. Podemos coger y echarnos todos los polvos que queramos que nunca habra alguna implicancia sentimental entre nosotros, solo calentura, como la que en ese momento amenaza con hacernos estallar en mil pedazos.
Mientras me culea yo había empezado a tocarme, pero en algún momento, no se cuando, mi mano es reemplazada por la suya, de modo que me está poseyendo por ambos lados, por detrás con esa verga deliciosa que no cede ni un ápice su vigor, y por delante, con sus dedos, que manejan con tal habilidad mi clítoris que me llevan a acabar justo cuando él me acaba en el culo, mojándome así por ambos orificios.
Estallamos juntos, echándonos un polvo de puta madre, como de seguro jamás se ha echado con la azafata, aunque estimo que ella sí con algun amante de turno. No es que piense que todas las mujeres seamos putas, pero las que no le damos el culo a nuestros maridos, sí lo somos, sino ¿para quién mas habríamos de reservárnoslo?
Luego del polvo y de vacíarse por completo en mi interior (una vez mas), Alfredo me la saca y se derrumba a un costado, resoplando plácidamente.
-¡Cada vez es mejor!- exclama con una sonrisa de oreja a oreja.
Y tiene razón, no sé como, pero el polvo que nos echamos siempre nos resulta mejor que el anterior.
Me acaricio la concha, tratando de apaciguar esa sensación de vacío que me invade luego de haber sentido tan profundamente su pija primero y sus dedos después. Pese al disfrute me preocupa solo una cosa, cuando vuelve su mujer.
-Mañana en la tarde- me contesta.
Adivinando mi preocupación al respecto, me propone:
-El viernes puedo pasarte a buscar y vamos a un telo, ¿te parece?-
-No sé, creo que voy a estar ocupada- le digo -Cualquier cosa te confirmo-
Lo que me gusta de nuestra relación es que lo hacemos en su propia casa, en los mismos ambientes que comparte con su esposa, en su sala, en su baño, en su cama, ir a un telo sería convertir aquello tan especial en algo común y corriente, y eso no fue lo que me atrajo de él en un principio. Así que no sé, quizás nos volvamos a ver cuando su esposa se vaya de viaje de nuevo, lo cual debe pasar muy pronto, dada su profesión, si es así los tendré al tanto, y si no, ya aparecerá alguien mas con quien escribir un buen relato. Besos y hasta prontito.
Mientras su esposa estaba de viaje, aprovechábamos cada momento, ya no solo en su estudio sino en su propio lecho conyugal, el cual mancillábamos con los apoteósicos polvos que nos echábamos.
-Después del primero Sandra (su esposa) ya no quiere saber nada- me dice Alfredo en algún momento, tras una primera revolcada.
Al contrario de ella, yo siempre estoy lista para el tiempo extra. Incluso hasta disfruto mas el segundo polvo que el primero, cuando éste llega, claro, ya que tal como la susodicha Sandra tambien hay tipos que son incapaces de ir por la revancha y ya con uno se quedan satisfechos. Por suerte Alfredo no es de estos. Siempre que estuvimos juntos nos echamos mas de uno, incluso hasta tres, lo cual demuestra a las claras la feroz calentura que uno incita en el otro.
-Quiero hacerte cosas que no hice nunca con mi esposa- me dice aquella tarde, tras nuestro primer orgasmo.
Yo estaba echada en la cama, boca abajo, con él encima mío, ya no usábamos preservativos, por lo que todavía seguía acabándome adentro, soltando los últimos chorritos de una cuantiosa descarga. Yo también quiero que me haga cosas. Como buena amante estoy más que dispuesta a cumplir todas sus fantasías.
-Lo que quieras- le digo en un plácido susurro.
Intuyo lo que quiere, mas aun cuando me saca la pija de la concha y empieza a pasearla por toda mi colita. Quiere culearme.
Así como estoy, boca abajo, elevo las caderas, me separo las nalgas y lo invito a sacarse las ganas. No tengo que repetírselo. Siento como empieza a puntearme, colocando la hinchada cabeza justo en el centro de mi agujero más pequeño, pero no por eso menos utilitario.
Al principio no me la mete, solo se mantiene ahí, presionando apenas, aunque haciéndome sentir el subyugante poderío de su virilidad.
Levanto la cola como para ir a su encuentro, deseando sentirlo ¡YA PERO YA! en mis intestinos, pero se resiste, me la hace desear, le gusta que se lo pida, según me dice su esposa jamas le pediría algo semejante. Yo sí..., le pediría eso y mucho más.
-¡Rompeme el culo..., rompémelo...!- le pido una y otra vez, llegando al extremo de agarrarle la poronga y metérmela por mí misma a la vez que empujo hacia atrás buscando el tan ansiado ensarte.
Viendo mi desespero, ya no me hace esperar más y deja que su carne se hunda en la mía. Pellizco y muerdo las sábanas al sentirlo entrar y apoderarse por completo de esa parte de mi cuerpo. Aunque no es el primer polvo que nos echamos, la sensación de sentirlo por atrás le aporta una nueva perspectiva a nuestra relación.
No es lo mismo por la concha que por el culo, eso está claro. Por el culo es mas morboso, es pura libido en su forma mas salvaje y brutal. Por el culo te coje tu amante, no tu marido. Yo no le doy mi culo al mío, así como la azafata no se lo da al suyo, aunque estoy segura que algun piloto o comisario de a bordo se lo debe hacer en Nueva Zelanda o donde quiera que sea su destino. Por eso Alfredo se saca las ganas conmigo, y yo más que dichosa de consentirlo.
-¡AAAAGGGGRRRRR...!- gruño y me estremezco de placer al tenerlo todo adentro.
Sus huevos se adosan a mis nalgas, corroborando la justa y perfecta intrusión. Me toco por delante, estrujándome el clítoris a la vez que él empieza a bombearme, con un ritmo lento y pausado primero, pero mucho mas intenso y enérgico después, cuando se da cuenta que mi culito lo recibe sin problemas, abriéndose y absorbiéndolo en toda su magnífica extensión.
Me culea con todo, provocando que la cama se sacuda al ritmo de sus embistes. Ambos jadeamos y nos estremecemos sin decoro, poseídos por una calentura tal que solo un buen polvo (otro mas) puede apaciguar.
El segundo siempre es mejor y ahí estamos los dos, en procura de ese orgasmo que nos arranque hasta el alma del cuerpo.
Me resulta en verdad regocijante acabar y gozar con alguien con quién no me une ni un mínimo lazo emocional. Solo sexo.
Admito que me he enamorado de algunos de mis amantes... (¡CHAN!). Ok, de varios de ellos. Y lo que empezó como una simple aventura terminó convirtiéndose en un romance de telenovela, de telenovela porno, claro está. Pero con Alfredo es distinto. No hay en él nada que incite al enamoramiento, pero si a una buena encamada. Podemos coger y echarnos todos los polvos que queramos que nunca habra alguna implicancia sentimental entre nosotros, solo calentura, como la que en ese momento amenaza con hacernos estallar en mil pedazos.
Mientras me culea yo había empezado a tocarme, pero en algún momento, no se cuando, mi mano es reemplazada por la suya, de modo que me está poseyendo por ambos lados, por detrás con esa verga deliciosa que no cede ni un ápice su vigor, y por delante, con sus dedos, que manejan con tal habilidad mi clítoris que me llevan a acabar justo cuando él me acaba en el culo, mojándome así por ambos orificios.
Estallamos juntos, echándonos un polvo de puta madre, como de seguro jamás se ha echado con la azafata, aunque estimo que ella sí con algun amante de turno. No es que piense que todas las mujeres seamos putas, pero las que no le damos el culo a nuestros maridos, sí lo somos, sino ¿para quién mas habríamos de reservárnoslo?
Luego del polvo y de vacíarse por completo en mi interior (una vez mas), Alfredo me la saca y se derrumba a un costado, resoplando plácidamente.
-¡Cada vez es mejor!- exclama con una sonrisa de oreja a oreja.
Y tiene razón, no sé como, pero el polvo que nos echamos siempre nos resulta mejor que el anterior.
Me acaricio la concha, tratando de apaciguar esa sensación de vacío que me invade luego de haber sentido tan profundamente su pija primero y sus dedos después. Pese al disfrute me preocupa solo una cosa, cuando vuelve su mujer.
-Mañana en la tarde- me contesta.
Adivinando mi preocupación al respecto, me propone:
-El viernes puedo pasarte a buscar y vamos a un telo, ¿te parece?-
-No sé, creo que voy a estar ocupada- le digo -Cualquier cosa te confirmo-
Lo que me gusta de nuestra relación es que lo hacemos en su propia casa, en los mismos ambientes que comparte con su esposa, en su sala, en su baño, en su cama, ir a un telo sería convertir aquello tan especial en algo común y corriente, y eso no fue lo que me atrajo de él en un principio. Así que no sé, quizás nos volvamos a ver cuando su esposa se vaya de viaje de nuevo, lo cual debe pasar muy pronto, dada su profesión, si es así los tendré al tanto, y si no, ya aparecerá alguien mas con quien escribir un buen relato. Besos y hasta prontito.
21 comentarios - El culito es para mis amantes...
besos Para mi atorrantita hermosa
lo que empezó como una simple aventura terminó convirtiéndose en un romance de telenovela, de telenovela porno...
Esa frase me encantó. No necesariamente el amor debe remitir a la imagen edulcorada del amor que nos venden ni la palabra amor debe remitir exclusivamente a la idea de una pareja formal y cortés...
Puede existir y de hecho existe un cierto sentimiento por esa amiga que se traga nuestros fluídos con carita de atorranta, o en su caso el amigo que rellena con carne caliente sus cavidades...
Mañana los porotos...
Por la azafata...no te hagas problema...hasta que se vaya otra vez... me tenés a mi...qué drama te hacés...!! ja..!! un beso... sabés donde no..?
Besos!
MUY BUEN RELATO, SALUDOS CORDIALES..
Estoy totalmente de acuerdo contigo linda, por el culo es más morboso y más cochinito.!
Que calentura me entra cada vez que leo tus relatos, y por supuesto es paja segura!!
Excelente relato como siempre Mary...FELICITACIONES!! Besos +10[/b]