Esta es la historia de Emanuel, un ganador de 24 años que tiene anécdotas muy interesantes para contar, llenas de chicas y amigas y por supuesto con muchas historias sexuales. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que no se basa en algunos hechos reales…
Capítulo 26: Una noche…
“Gracias por el regalo” recibí por mensaje al día siguiente. Clara parecía muy feliz del regalo que había recibido, a pesar de eso Cristian me dejó bien en claro que lo de esa noche había sido algo alejado y que no había miras de volver a repetirlo. Me iba a enterar tiempo después que de vez en cuando los dos compartían noche swinger con otras parejas, pero nunca más tuve la oportunidad de hacer gritar a Clara como la noche e su cumpleaños.
Con Tatiana las cosas pasaron a otro nivel. Ya no era solo sexo casual muy de vez en cuando si nos veíamos, la cosa ahora era noches arregladas en algún telo o donde se podía, y en muchas ocasiones con una salidita previa a tomar algo. Eso complicó un poco las cosas con Luz, que entre estudio, gimnasio y salidas con amigos y la otra chica, me reclamó que ya no le dedicaba suficiente tiempo. Como si fuera poco en agosto arranqué a trabajar.
Roberto Gariala, un contador de 53 años, vio mi curriculum en una página de internet, y dado que le interesaba alguien metido en ciencias económicas, con la carrera bastante al día, decidió contratarme para trabajar 4 horas a la tarde. El lunes 5 de agosto llegué al estudio listo para arrancar.
- Hola. ¿Vos sos Emanuel verdad?- Me saludó una chica preciosa en el escritorio al lado de la recepción.- Yo soy Cintia.
Era una morocha, flaquita, alta, de piernas bien largas y con un buen par de gomas y un precioso culito. Tenía una carita divina, con ojos celestes, nariz chiquita y boquita preciosa. Era un bombón. Me hizo pasar a la oficina de Roberto y este me empezó a hablar un poco de cuáles eran las actividades que iba a hacer ahí. Después de charlar un rato, acordamos el horario y salimos nuevamente a la sala principal.
- Vos vas a trabajar en aquel escritorio.- Me señaló abriendo la otra puerta a una mesa que estaba al fondo de la oficina.- Ahí trabaja otra chica que viene solo a la mañana y de vez en cuando viene mi socio y trabaja ahí a la tarde. Igual cualquier duda que tengas, me consultas a mi o a Cintia, que es mi hija.- Agregó mirando a la morocha hermosa que estaba sentada en el escritorio de la recepción.- Tiene tu edad, asique entre jóvenes se entienden.- Agregó riéndose.
En las siguientes semanas empecé a hacer un montón de cosas nuevas y de a poquito iba agarrando más responsabilidades. Roberto era un tipo que podía delegar sin problemas y como a la mañana solía estar en la oficina, a la tarde vivía visitando clientes y haciendo distintas cuestiones fuera de la oficina. Por lo que Cintia y yo hablábamos mucho y le consultaba muchísimas cosas.
- No, yo estudio arquitectura.- Me contó un viernes a la tarde mientras me explicaba donde archivar algunos papeles.- Estoy en segundo año igual, porque hice un año de diseño gráfico y después dejé.
No le prestaba mucha atención a lo que decía. Ese día tenía puesto un jean azul bien ajustado y cada vez que se paraba en puntitas de pie para llegar al estante de arriba me quedaba hipnotizado por su culito divino. Enseguida se dio vuelta y vio que la estaba mirando, asique para nada disimuladamente agarré el montón de facturas y se lo alcancé para que lo guardara. Ella me sonrió de una manera rara, como si le gustara que la mirara pero a su vez no.
- ¿Tenés novia o algo?- Me preguntó de la nada.
- No.- Le contesté enseguida.- ¿Vos?
- Tampoco.- Me dijo ella volviendo a pararse en puntitas de pie para guardar la caja nuevamente. Esta vez se quedó un instante más en esa pose y paro bien el culito.- Corté con mi novio en Mayo. Se cogía a mi mejor amiga ¿podés creer?
- Un tarado.- Le digo sentándome nuevamente en el escritorio.- Y tu amiga también… Cero códigos.
- Él se lo pierde.- Agregó parándose bien sexy sobre el marco de la puerta y señalando su cuerpo desde arriba hacia abajo con la mano. Después volvió a su escritorio.
El fin de semana lo pasé en la casa de Luz, como llovía torrencialmente nos quedamos ahí mirando algunas películas y aprovechando del tiempo para hablar y ponernos un poco al día de cómo iban las cosas. El sexo estuvo presente en varias ocasiones, pero era bastante monótono. Cerca de la noche me preguntó sobre mi trabajo y acerca de Roberto y de Cintia y cuando le conté de ella, noté un claro indicio de celos es su tono de vos.
- ¿Qué hiciste el finde?- Me preguntó Cintia el lunes a la tarde cuando llegué a la oficina.
- Nada.- Le respondí mientras me acomodaba.- Me quedé tranqui en casa. Nada del otro mundo. ¿Tu viejo está? Así vemos lo de las facturas de Patricia (Una clienta).
- No, no está.- Me dijo ella parándose sobre el marco de la puerta. Como le gustaba pararse ahí.- ¿Así que no hiciste nada?- Volvió a preguntarme.
- No. Nada.- Le respondí.
- ¿Y quién es la morochita esa con la que te vi cuando pasaba en auto por la calle el domingo al medio día?- Me preguntó con la misma sonrisa perversa que había puesto el día anterior.
- Ahhh sí… Este…- No sabía que responderle.- Es una amiga.- La mentira era muy obvio.- Va… Una piba con la que me estoy viendo. Igual nada serio. ¿Qué sos policía ahora?
- Pregunto nomás. ¿Nada serio?
- No. Nos vemos de vez en cuando. Tranqui.
- ¿O sea que podés salir con otras chicas si vos querés?
- Obvio.- Le respondí confiado.- Te dije que no estoy de novio con nadie.
- ¿Querés salir el viernes?- Me preguntó.
- Dale.- Le respondí algo sorprendido por su pregunta.- Podemos ir a tomar algo después de comer. ¿Te parece?- Le propuse enseguida.
- Me encantaría.- Dijo y se dio media vuelta. Pero enseguida volvió a girar en si y agregó:- Puede que me ponga e jean que tenía puesto el viernes. Te aviso así no te quedás atontado mirándome.
El tema no volvió a tocarse hasta el viernes a las 7 cuando estábamos cerrando la oficina. Acordamos que a las 11 la pasaba a buscar en el auto e íbamos a tomar algo por el río. Cuando nos encontramos nuevamente tenía puesto ese mismo jean y una remerita suelta con una camperita arriba. Me saludó y nos fuimos directo al bar a tomar algo. Estuvimos toda la noche hablando tranquilos hasta que se hicieron las 2 de la mañana y decidimos emprender la vuelta. Cuando llegué a la puerta de su casa ella me invitó si quería pasar a tomar algo más tranqui y seguir charlando un rato, pero le manifesté que no me parecía buena idea ya que su viejo podía verme e iba a ser raro.
- Vivo sola tonto.- Me dijo sonriendo.
Enseguida subí. Entré a la casa (un departamentito chiquito de dos habitaciones, pero muy lindo) y me senté en el sillón. Ella se preparó un té y le dije que me hiciera un café. Se sentó al lado mío y nos quedamos hablando un rato largo. Con el correr del tiempo nos fuimos poniendo cómodos. Ella se sacó los zapatos, se recostó sobre el borde del sillón, puso sus piernas encima de las mías, me pidió que le hiciera masajes en los pies, le hice unos masajes y cuando me di cuenta estaba acostado encima de ella matándonos a besos.
- ¿Querés que vayamos a la pieza así estamos más cómodos?- Le pregunté.
- Mi pieza es un kilombo.- Me contestó con una sonrisa.
- No importa.
Fuimos a la pieza y definitivamente era un kilombo. Ropa tirada por todos lados, apuntes de la facultad y cosas arriba de la cama. Pero sin darle mucha importancia lo tiró todo al piso y me empujó sobre el colchón. Gateando se subió encima de mi y volvimos a los besos. Pasé mis manos por su cintura y le apreté fuerte la colita. Ella se volvió loca y fue besándome todo el cuerpo hasta la cintura. Me sacó la remera, el jean y el bóxer de una y volvió a los besos. Yo la fui desvistiendo y cuando estuvimos los dos desnudos el manoseo fue fuerte.
Después de un rato, me levanté y agarré un forro que tenía en la billetera, me lo puse y me acosté encima de ella y después de tocarla un poquito se la puse. Cintia me envolvió con sus piernas y sus brazos y me besó bien apasionadamente. Me la fui cogiendo despacito mientras la besaba y la abrazaba. Ella gemía y suspiraba en mi oído cada vez que mi verga le entraba bien a fondo.
- Mmmm sí. Ay sí.- Decía en un suspiro bien despacito al lado de mi oreja.
Me calentaba mucho escucharla gemir así bien cerca de mí. Sentía su respiración en mi cuello a medida que me la iba cogiendo. Cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Ella me apretaba fuerte la espalda. Sus tetas se pegaban a mi pecho y me excitaba mucho como se sentían. Cintia suspiraba cada vez más fuerte y de vez en cuando pegaba un grito fuerte.
Después de un rato cogiendo en esa pose le dije que se diera vuelta. Ella se acostó boca abajo y me senté sobre sus piernas y empecé a tocarla. Cintia sacó colita y despacito le fui metiendo unos deditos por la concha bien suave. Ella gemía y se movía de placer. Me pedía que por favor se la metiera. Me incliné hacia adelante y se la puse bien a fondo de la conchita una vez más. Apoyé mis manos a cada lado de ella y volví a cogérmela bien fuerte. Ella me pedía más cada vez que me movía. Me calentaba mucho cogérmela así. Mis piernas rebotaban en su colita con cada movimiento que daba y ella emitía un gritito de placer cada vez que lo hacía.
- ¡Ay si bebé!- Me dijo.- ¡Dale que me vengo!- Gritó.
Empecé a darle más fuerte hasta que sentí como acababa con un gemido bien fuerte. Al instante acabé yo, dándole un golpe directo en la colita con las piernas. Me acosté sobre su cuerpo y ella me felicitó por el sexo. “Qué bueno que estuvo” me dijo mientras levantaba su pecho para que le agarrara las tetas. Yo seguía moviéndome en forma de círculos, bien despacito adentro suyo. Ella emitía un “Mmm” que indicaba que le gustaba lo que yo hacía. Parecía que la noche se prestaba para una segunda vuelta.
- ¿Te querés quedar a dormir?- Me preguntó.
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