- Por si te lo perdiste, esta es la primera parte de cómo conocí a mi nueva tía.
Martes, 3 de marzo del 2015 • 16:11
Era la primera vez en mucho tiempo que esperaba con tanta ansiedad poder verme con familiares, o tener visitas en casa. Desde las últimas visitas de mi tío Guillermo, he tenido que disimular un gran interés por ellos; mi madre no estaba del todo convencida de recibir en casa a mis tíos, prefería irse conmigo y mi hermano de viaje esa semana entera.
– ¡Le prometiste a Guille que venían para Semana Santa, no nos podemos ir! – objetaba con motivos que mi mamá no podía enterarse.
– ¿Desde cuándo estás tan pendiente e interesado en las visitas? – me miraba con cara extraña.
– Ma, de siempre, es mi tío favorito. Y mi primito... estem... ¿Martino? –
– Martín. –
– ¡Martín! ¡Se re divirtió cuando vino acá! –
Con diferentes razones y conversaciones como esas, logré convencer a mi vieja de no viajar esa semana, ni siquiera sabía a dónde nos íbamos pero ellos tenían que venir. Sabiendo que iba a charlar con mi tío para venir, yo mientras tanto charlaba con mi tía por celular y le comentaba cómo iba solucionando las cosas desde este lado de la provincia, y ella me lo agradecía...
Por supuesto que no era egoísta y le mandaba yo también algo para que se entretuviera en el tiempo que mi tío se iba a boludear al golf. De un momento a otro se había vuelto la persona con la que más hablaba y compartía; no podía perder la oportunidad de verla.
Jueves, 26 de marzo de 2015 • 13:16
Había vuelto de juntarme con amigos por unas cosas que tenía que hacer para la facu, estaba comiendo cuando mi vieja me dio la noticia de que confirmaba que Guille iba a venir para Semana Santa. Disimulé un gesto de alegría cuando por dentro era una total fiesta.
Terminé de comer y me fui directamente a mi habitación y mientras encendía la compu le escribí a mi inocente y tierna tía sobre la noticia. No tardó en responderme.
« Me acaba de decir mi mamá que vienen. Bajón, ¿no? »
« ¡Guille me dijo! La vamos a pasar tan mal... »
« Vos y yo tenemos unas cosas pendientes, tía. »
« No muchachito, no conmigo. » Me respondió y por unos segundos se me frenó el corazón del susto. « Esas cosas pendientes son entre vos y mi colita. » Me envió debajo.
No pude evitar calentarme, era tan puta incluso expresándose con un par de letritas que saqué lo único que me transportaba a esos días calurosos de enero cogiéndomela en la habitación donde dormían y era la hermosa tanga que me dejó cuando se fueron. Tenía vida propia de tantas leches y lavadas. Sin dudarlo con las fotos que aún guardaba de ella en mi PC me masturbé como nunca antes, con una emoción diferente, una nueva expectativa.
Lunes, 30 de marzo de 2015 • 10:22
Había tenido una larga noche y madrugada con mis amigos jugando videojuegos online, estaba en mi cama desmayado de lo dormido y el aire a todo lo que daba porque el calor no daba tregua. En cuero y bóxer tapado hasta la mitad roncaba cuando sentí que alguien había abierto la puerta, me di vuelta por la luz que entraba e imaginé que podía ser mi vieja o mi hermano que entraba a buscar algo de la compu y se cerró.
Sentí un gran peso sobre mi abdomen, así también como piel, algo de transpiración. Antes de que pudiera despertarme, unos labios se aproximaron a los míos y sentí una mordida. Ya era demasiado así que abrí los ojos aunque ya me imaginaba quién podía ser y efectivamente, tenía a Gabriela encima de mi cuerpo ya disfrutándome antes de siquiera haberme dicho una palabra. No se veía casi nada, un poquito de luz que se colaba entre las varas de la persiana.
Nos miramos como pudimos, extrañaba esas gigantescas y hermosas tetas donde hundí mi cara cuando la abracé desde la espalda y la atraje hacia mi cuerpo; nos besamos nuevamente y le toqué las piernas, noté que tenía un vestido por eso sentía su piel con mi piel. Recorrí sus piernas a lo largo hasta llegar a sus hermosos cachetes, transpirados, suaves; se los apretaba con fuerza mientras nos comíamos la boca el uno al otro. – Supuestamente solo subí a dejar mi bolso, te espero abajo. – me dijo con esa voz de perra que tanto extrañaba. Se levantó de mi cama, de mí, y a la pasada le di una de esas nalgadas que tanto le fascinaban mientras se acomodaba el vestido. Con la pija al palo, intenté disimularla y bajé a saludar a mi tío y mi primo.
Lunes, 30 de marzo de 2015 • 17:40
Sin mucho éxito para empezar, era el primer día, nos mantuvimos ambos al margen. Cruzábamos cada tanto una mirada o una caricia al estar solos para disimular todo lo que ocurría. Para mi fortuna, el sol estaba haciendo de las suyas y estaban todos aprovechando para estar en la pileta cuando se me ocurrió para estar un tiempo a solas con Gabi, llevarla hasta una especie de centro comercial de acá de mi ciudad. Todos accedieron, nadie nos acompañó y allá fuimos.
En la camioneta íbamos charlando tranquilamente, hablando sobre lo que no hablábamos por celular que era todo lo relacionado con nuestra vida que no fuera sexual, hasta que se puso a contarme de mi tío. Resultó ser bastante cagón, no tengo otra palabra para describirlo. Yo aprovechaba cada aspecto negativo de él para elogiar uno de ella y poco a poco ir dominándola con mis palabras; lo siento tío. Con los minutos las charlas se iban volviendo más calientes, más íntimas y ella se ponía más mimosa.
– No he engañado a tu tío, quiero que entiendas eso, salvo vos. – me decía acariciándome a lo largo del brazo. – Pero nunca más volví a sentir aquel orgasmo, el de aquel domingo a la tardecita. –
– Supongo que no estaría mal vivirlo nuevamente. –
– ¡Estoy ansiosa por eso! Aunque... podríamos ir calentando hasta esa gran final. – ya apoyando su mano en mi pierna. – ¿Estuviste con alguna amiguita estos meses? – me dijo sensualmente.
– Si me permitís considerar la tanguita que me dejaste una amiga, ella. – le dije y se quedó callada. (He de aclarar que, sí... estuve con una flaca del gimnasio todo febrero pero intenté ser “fiel”).
Su silencio me perturbaba un poco pero dudaba de que fuera a enojarse por eso, era un pedazo de tela, sexy, pero tela en sí. Todavía nos dirigíamos hacia el centro comercial cuando se desabrochó el cinturón de seguridad. – Hace una semana y media que tu tío está “siempre ocupado” – me dijo haciéndome la seña de las comillas con los dedos. Noté que levantó su precioso orto del asiento y se levantó el vestido hasta la altura del ombligo, apoyó ambos talones en el asiento y con la tanga incrustada entre los labios de su vagina empezó a acariciarse. – Sé que vos no vas a decirme que no haga esto. – me dijo ya entre suspiros y acariciándose las tetas.
He manejado en terrenos irregulares, con tormentas y diluvios impresionantes, estando algo dormido e incluso alguna que otra vez con algo de alcohol fluyéndome por las venas y jamás me resultó difícil o una distracción el manejar correctamente pero... qué desafío me resultó estar atento al camino teniendo a semejante hembra a mi lado que con los minutos, se hizo la tanga a un costado y se colaba los dedos a más no poder. Yo miraba el camino, estábamos todavía un tanto lejos de llegar y la veía a ella que poco a poco iba dejando una aureola de flujos en el asiento que nada me importó. Bajé la música porque sos gemidos era como tener a Mozart en el baúl de la camioneta. Yo solo la miraba y más cuando nos frenaba un semáforo, aparte de ver a la gente del alrededor que quisieran espiar a mi putita.
A la salida de un semáforo notó que no estaba usando mi mano para los cambios, la camioneta era automática. De la nada tomó mi mano desde la muñeca y la apoyó sobre su mojada y excitante concha. – No te hace falta para manejar. – me dijo entre suspiros y gemidos lamiéndose los labios. Tenía razón, soy retrasado. Concentrado en el camino por obvias razones, empecé a tantear esa conchita. Me escupí algo de saliva en la mano y se la empecé a frotar por encima, labios, clítoris, todo para que ella solo se entretuviera con sus tetas que no tardó en dejarlas a la vista también. Tenía mi coordinación funcionando como nunca. Manejar y masturbar a mi zorrita que lentamente iba haciéndose más hacia abajo dejando el agujerito de la cola descubierto también.
Tenía la mano lo suficientemente llena de flujos para meter un dedito, y otro más por qué no me planteé. Tenía mi dedo mayor y anular insertados en su concha, metiéndolos y sacándolos lentamente. Sus gemidos eran celestiales. Lamentablemente ya estábamos llegando al lugar y tuve que parar para recibir el ticket de estacionamiento, y en el lugar ya había gente a pie andando que podían llegar a verla y no quería por más que a ella no le importara del todo.
Ya casi por bajarnos, notó lo que yo ya había visto en el camino que era la aureola, ahora más grande, de flujos sobre el asiento de la camioneta y no sabía qué decirme. – Exprimiría el asiento en mi boca si pudiera, dejá de mirarme con esa cara de cachorrita. – le dije con esos ojitos que me pedían perdón por lo que había hecho. Le inventaría a mi mamá cualquier excusa, no es la primera vez que ensucio la camioneta así.
Yo me paré detrás de la camioneta y la miraba a ella que buscaba su cartera en el asiento de atrás con la cola asomada por fuera de la camioneta, un grupo de pendejos pasó y le gritaron una boludez a lo que ella reaccionó acercándose a mí y comiéndome la boca.
– ¿Tratás de generarles envidia? – le dije entre risas, ella ignoró completamente la obscenidad.
– Que sepan que tengo un dueño. – me dijo dándome otro pico y volvió a buscar sus cosas.
– ¿Me hacés un favor? – me dijo que apenas la escuché.
– Decime, tía. –
– Parate acá un segundo y tapame, me voy a sacar la tanga porque la tengo mojada y me molesta demasiado. – me dijo tranquila.
– ¿Puedo taparte pero mirándote? – le dije sonriendo y ella me sonrió.
Se paró entre la camioneta y el auto de al lado, un pilar del estacionamiento y yo. Estaba rodeada para que nadie pudiera verla aunque tampoco hubo mucho que ver. Se agachó un poco estirando la tanga desde sus piernas hasta abajo. Se la recibí toda enroscada y efectivamente, toda mojada y empapada en flujos. Así sin más, nos metimos al centro comercial. Ella sin ropa interior y yo con una erección que volteaba a quien se pusiera en mi camino.
Dimos vueltas y vueltas, frenando en cada vidriera y le compramos un auto con control remoto a mi primito para justificar la tardanza y también la venida. Ella se compró una blusa en una tienda y antes de que pudiéramos irnos, vimos un pequeño local donde vendían ropa interior, algo de lencería y algunas que otras prendas más. Me miró y empezó a reír tomándome de la mano y metiéndonos juntos. Me sentía bastante incómodo ahí dentro pero no podía dejarla sola. Revisaba y miraba todo tipo de tangas y portaligas diferentes.
Había comprado algo que no sabía qué era y tampoco quería decirme. Fui paciente y no la apuré aunque me hacía una mínima idea de que sería el primero en disfrutar de esa sorpresa. Con la excusa de probarse un camisón, seguíamos dentro del local y me estiró hacia dentro del vestidor cuando nadie veía. Entré casi cayéndome, cuando me di vuelta, mirándola contra el espejo del probador, tenía el vestido subido hasta la panza. – Terminemos lo de la camioneta, rápido. – me susurró y se sentó en un banquito del probador con las piernas de par en par. Le metí la chupada de concha más espectacular de mi vida, moví la lengua a una velocidad que ni yo sabía que podía, dedos a full en esa conchita colorada y ya calentita de mucho antes.
Habrá tomado un minuto hasta que vi salir un chorro de un líquido como el agua chocando y cayendo a lo largo del espejo del probador. Ella caliente, transpirada y jadeando luego del orgasmo se dio cuenta de lo que hizo, nos miramos y empezamos a reírnos. Se secó como pudo el líquido que había despedido esa concha por la excitación, pasándose incluso la prenda que supuestamente iba a probarse. La dejó colgada del lugar donde la sacó y le hizo seña a una de las chicas de que ahí estaba dándonos el “ok” para irnos. – Vos lograste en una venida al shopping lo que tu tío no pudo desde que salimos. – me dijo riéndose. Yo amaba a mi tío pero las palabras de Gabriela me hacían sentir orgulloso, de saber que soy capaz de satisfacer a una mujer como ella.
Sin distracciones, ni masturbadas, manoseos o cosas por el estilo nos apuramos por volver a casa hasta que finalmente llegamos. Tenía el celular repleto de mensajes y llamadas de mi vieja, un par de mi hermano y Gabriela por supuesto de mi tío y otras de mi vieja también. – Dejamos los celulares en la camioneta. – dijo Gabi en su defensa. – Nada de señal aparte; ni 2G, ni 3G, ni 20G y el camino de ida puro tráfico. – la excusa de mi parte y pasamos totalmente desapercibidos. En casa ya habían pedido unas pizzas que llegaron unos minutos después que nosotros. Cenamos y ese fue nuestro primer día luego de meses sin vernos. ¡Lo que me esperaba!
Martes, 31 de marzo de 2015 • 13:06
Amanezco y veo una nota en la mesa de la cocina donde me dirigía para ver qué comer. “Nos fuimos a recorrer y pasar el día a lo de Mónica, hay pizza en el micro, volvemos a la noche”. Estaba seguro haber roto seis récords Guinness con la puteada que me mandé en el momento que leí la carta. Gabi se había ido con ellos y yo dije que no quería ir creyendo que ella iba a lograr quedarse, yo ya me veía cogiendo con ella pero no. Y se tomaron muy en serio cuando me dijeron que se iban y que a mí ni me despertaran.
Con bastante bronca y la media pizza en mano me volví a mi habitación. Iba a escribirle a Gabi para ver cómo la estaba pasando por lo menos y ya tenía mensajes previos de ella por revisar.
« No pude evitar tener que venir, Valen. » « Vamos a volver recién a la noche, estoy un poco enojada con todo esto. » « Cuando te despiertes, escribime, estoy solita y aburrida. »
– ¡La están arruinando! ¡No le están dando lo que se merece! – decía en voz alta, en mi casa no había absolutamente nadie. – Todos metidos allá en la casa de la chillona (mi tía) o seguramente haciendo el caminito hacia la montaña. – que era ya un ritual cada vez que se visitaba a mi tía. Con la mordida a la tercera rebanada de pizza, mi mente se aclaró y me iluminé. – Las tangas de Gabi y la cámara. – me dije a mí mismo que no dudé en meterme a la habitación para husmear en sus cosas. Me sentí como viajando en el tiempo, en aquel caluroso día de enero. Encontré su valija y apenas la abrí había un cartel escrito con fibra rosada: “Te conozco, y sé que vas a andar por acá. Elegí la que quieras, son todas para vos. P.D.: con la rosita que tiene el conejito me hice unos cariñitos esta mañana.” y el dibujo de un corazón al final. Sin su presencia, ya tenía la pija como un barrote, era increíble lo que lograba incluso sin estar presente.
Abrí con total tranquilidad el bolsillo de su ropa interior y corrí todos los corpiños, que he de decir que son los más grandes que he visto de todas las minas con las que estuve; y a un costado, mi tesoro. Tangas diminutas, todas, ni una sola un poquito más grande y de distintos colores pero yo quería una en particular y era esa tanga rosita que me describió en la carta que encontré debajo de todas las demás. La expandí bien y la vi un poquito más oscura en el medio donde reposa esa exquisita concha y sí, llena de flujos como a mí me gustaba. Cerré la valija acomodando las otras tangas más o menos y me llevé esa, era especial, mía.
Busqué como loco la cámara por todos lados pero no la veía, revisé cada uno de los cajones e incluso la valija de mi tío pero no había rastro de la cámara. Quería fotos nuevas. Ya la había visto desnuda, me la cogí pero las fotos tenían algo especial y no pude conseguirla. Me conformé con las que tenía de su primera visita en mi PC y le llené la tanga de leche. Antes de lavarla, le saqué una foto y se la envié. Mientras lavaba la tanga, sentía el celular sonar una y otra vez.
« ¡Ay qué rica! Sos un tanquecito de leche. » « Se me hace agua la boca. » « Cómo me gustaría poder estar con vos ahora mismo, Valen. » (Con un par de caritas tristes y llorando).
Nos seguimos mensajeando por un rato más hasta que me dijo que se iban a hacer el camino a una montaña. Le anticipé todas las anécdotas estúpidas que cuentan Mónica y su marido sobre cada caminata en el lugar. Tuve la fortuna de que justo me invitaran a jugar al fútbol sin que Gabi estuviera en casa así que contento por un lado pero con bronca todavía, me fui a jugar al fútbol.
Martes, 31 de marzo de 2015 • 19:22
Me agarró la lluvia en el camino a vuelta a casa después de quedarme con mis amigos tomando una gaseosa. Anhelaba llegar a casa y ver la camioneta pero no fue así; tal vez salieron pero ya volvieron y está Gabi esperándome pero tampoco; ya me conformaba con leer un mensaje de que estaban en camino.
« Hijo, saca plata de donde ya sabés y pedite algo para comer. No nos podemos ir por la piedra. Nos quedaremos acá en lo de Món... » Y el mensaje continuaba pero no tenía una mierda de ganas de seguir leyéndolo. Tiré el celular cuando al mismo tiempo que rebotó contra la cama, me llegó otro mensaje. « Creo que nos vamos a ver recién mañana, quiero llorar » Era el mensaje de Gabi. Si ella quería llorar, ¿qué me quedaba a mí?
Esa noche volví a jugar con mis amigos y me acosté como a las tres de la mañana. Rogaba que mañana a la mañana Gabi me despertara con su inusual manera de hacerlo. La necesitaba. Antes de irme a dormir, me suena el celular. « Valen, no te masturbes... mañana hablamos. Mil besos desde la puntita hasta abajo. » Fue el enigmático mensaje que Gabi no quiso explicarme cuando le pregunté y no me resultó nada fácil dormirme sin antes bañarle otra tanga en leche, pero le hice caso y me terminé durmiendo con el sonido de la lluvia que nunca paró.
Miércoles, 1 de abril de 2015 • 09:54
Sentí por unos segundos que me asfixiaba cuando abrí repentinamente los ojos y vi a Gabi encima de mí besándome como si no nos hubiésemos visto en años. No entendía nada, me besaba estando muy apurada y agitada.
– ¡Gab... hey... hola...! – intentaba decirle entre beso y beso.
– Tenemos veinte minutos o un poquito menos. Llegamos hace un rato. – me decía apuradísima.
– ¿Pero Gabi qué te pasa? – le dije agarrándola de los brazos, estaba descontrolada.
– Necesito coger, Valen. Ya no aguanto, necesito que me cojas. – me dijo sacándose la musculosa.
– Pero y los demás dónde... – y me cerró la boca con otro beso.
– Se fueron a buscar comida para almorzar, cojamos, no hay nadie. –
Y mis preocupaciones de un momento a otro desaparecieron. “Cojamos”, “necesito que me cojas” era poesía para mis oídos y para mi verga que estaba despierta mucho antes que yo. Sin musculosa y sobre mí, se desprendió el corpiño y volvió a besarme para luego ponerme sus inmensas tetas en la cara. Se las chupé como nunca, se las presionaba y alternando una y otra. Ella con sus manos se iba desabrochando el short de jean que tenía puesto. Con dos movimientos se quedó desnuda, yo seguía acostado. Se paró a mi lado y tiró las sábanas, me agarró del short y me lo tiró, sentía sus uñas pasándome por el costado de las piernas y mi pija que salió disparada.
Una mirada que jamás noté antes ella. Se pasó la lengua alrededor de los labios y se abalanzó sobre mi pija. Me la empezó a chupar desaforadamente. Su cabeza se movía, de arriba hacia abajo con destreza. La agarré de la cola que tenía atada en el pelo y le dejé la cabeza quieta y empecé a moverme yo, le estaba cogiendo la boca en simples palabras y sentía el ruido de mi poronga chocar contra las paredes de su boca, la saliva que lentamente iba bajando por el tronco de mi verga. Se la metió un par de veces más hasta el fondo y se la sacó, me la escupió. – ¿Te pajeaste anoche? – me preguntó con toda la saliva chorreándole por la boca, y le dije que no, sonreía. Nos acomodamos en mi cama e hicimos un sesenta y nueve. Empecé a chuparle la concha rápidamente, la tenía hirviendo y llena de flujos, no me costó nada lubricarla y como podía le metía los dedos y la sentía gemir con mi pija en la boca que se la dejaba atragantada unos segundos antes de sacársela.
– Dale, sé que podés cogerme y dejarme tranquila. – me dijo parada a mi lado, yo me paré, le di un beso y la arrodillé contra mi cama. Con sus rodillas en el piso y las piernas abiertas, dejé caer un hilo de saliva sobre el agujerito del culo que le bajó suavemente hasta la concha. Le metí el glande y de un solo movimiento casi toda la pija y pegó ese grito sagrado. Empecé a cogérmela, rápidamente y teniendo en cuenta que quería que tuviera el orgasmo que deseaba. La agarré de los costados de la cintura y la hacía chocar contra mi vientre, el choque de ese enorme culo sonaba como aplausos, uno tras otro acompañado de sus gemidos. La agarré de la cola que tenía en el pelo y se arqueó hacia atrás dejándome la cola quieta empinada para seguir embistiéndola pero el pecho delante, estiré mi brazo como pude para ir apretándole una teta, ella gemía y gritaba sin parar.
La acosté nuevamente en la cama e me quedaba como último recurso masturbarla más rápidamente con mis dedos, ya no me interesaba acabar, quería hacerla acabar a ella. La abrí más de piernas, me puse en cuclillas a su lado y le metí el dedo mayor y anular en la concha que chorreaba flujos, saliva, todo. Empecé con los movimientos de arriba hacia abajo y sentía que gemía más, más y más pero no había sido suficiente aunque la notaba débil como aquella vez, ya no respondía a mi voz así que solo la movía y le indicaba lo que tenía que hacer. La levanté y me acosté en mi cama boca arriba con la pija hecha una torre, ella entendió mi movida, se dio vuelta mostrándome ese hermoso culo y asentó toda la concha sobre mi verga.
Dobló las rodillas levemente sacando más cola, apoyé mis pies sobre el suelo y empecé a embestirla de abajo hacia arriba. Jamás en mi vida había cogido a alguien con tanta velocidad, tanta fuerza y pasión. Me acerqué a ella como pude y empecé a frotarle el clítoris mientras me la seguía cogiendo y sentía ya un grito continuo y sin pausa. Seguido por esa sensación que tanto quería, la de que algo expulsaba mi pija hacia afuera y sentía sus piernas temblar al lado de las mías. La cogí por unos segundos más como pude cuando empezó a gritar. Me corrí rápidamente y me puse frente a ella y veía como esa concha despedía agua como si estuviera orinando, y ella arqueándose como si estuviera poseída. Le temblaban las piernas como si su cuerpo estuviera a veinte grados bajo cero. Me acerqué sin dudarlo y empecé a chuparle la concha, le metía la lengua dentro y sus gemidos seguían, me agarraba de la cabeza para que no la sacara de ahí.
Se acostó sobre mi cama como pudo, y se abrió de piernas. Le volví a meter la pija y empecé a cogerla así unos minutos más hasta que sentí que acababa. – Gabi, Gabi... estoy por... – alcancé a decirle cuando se abalanzó sobre mi pija y empezó a chupármela como desde el comienzo, con euforia. Empezó a masturbarme con toda y fue el momento culminante. Le saqué la mano de mi pija y se la apunté directamente a la boca. Tres chorros de semen espeso golpearon contra su paladar con fuerza, ella abría la boca y sacaba la lengua como la putita que era. Los demás chorros empezaron a caer con menos fuerza deslizándose a lo largo de esa lengua. Sentía que las piernas me iban a dejar caer cuando ella se metió la pija en mi boca por última vez para sacarme el resto de semen.
Me arrodillé frente a ella y la veía jugar con mi leche en la boca. Estaba con la cola apoyada sobre sus talones y aún la notaba temblar. Me mostraba toda la leche mezclada con su saliva y las gárgaras que formaban espesas burbujas de semen que reía al explotarlas como si fuera una niña jugando con unas de jabón. Cerró los ojos y de un solo trago se mandó todo el licuado que ella solita había mezclado y preparado en su boca. Me mostraba la boquita para que yo comprobara que se lo había tragado y sonriendo se abalanzó sobre mí y quedamos los dos tendidos en el piso, ella sobre mí. Sentía la presión de sus tetas en el pecho. – Te secuestraría. Te lo juro. – me dijo entre suspiros y bocanadas intentando recuperar oxígeno.
Estuvimos un ratito comiéndonos el uno al otro con la mirada. Yo jugaba con sus tetas. – ¡Gabi, ya llegamos! – sentimos que mi vieja gritaba desde abajo y nos asustamos un poco. Ella rápidamente juntó toda su ropa y se fue corriendo hacia la habitación donde dormía con mi tío. Veía ese precioso culo rebotando con cada paso. Deseaba tanto poder romperle esa cola que me costaba tanto creer que todavía era virgen. Cerré la puerta de mi habitación y me cambié para bajar a almorzar. Cambiaría el “rapidito” de ese día por cualquier cogida de media hora que tuve en mi vida con las minas que he estado.
Miércoles, 1 de abril de 2015 • 18:37
Por ese día habíamos tenido suficiente. Lo que los dos buscamos, lo encontramos, de una manera apurada pero pudimos que era volver a coger luego de tanto tiempo. Yo estaba dentro de la piscina casi dormido metido en el medio de una rueda inflable y Gabi recostada sobre una colchoneta tomando sol. Estaban todos en casa pero no en el patio, solo charlábamos y no teníamos por ese momento más ganas de hacer nada más que de relajarnos.
Con charla y charla, le fui preguntando a Gabi sobre su adolescencia, cómo era ella en el colegio. Me contó una harta cantidad de historias y anécdotas no tan sexuales como me imaginaba para mi sorpresa. Ir al colegio con pollera y sin ropa interior, daba su ropa interior a los compañeros a cambio de dinero, algún que otro pete por algún favor, mostrar sus tetas por diversión pero nunca el coger con alguna persona salvo su primer novio. – Cuando me cogieron por primera vez, me volví adicta. – me confesó con total naturalidad a pesar de que no la había pasado del todo bien.
Conoció a una persona que no me quiso contar demasiado, que le daba todo lo que ella quería a cambio de su cuerpo, de tener sexo. – Era un hombre mayor, lo quería mucho y lo que me hacía sentir fue lo que vos me hiciste sentir en enero. Él era especial. – me contaba y se me erizaba la piel. – Mi historia con él empezó cuando lo vi revisando mi mochila y tenía mi ropa interior en su mano. – me contaba mientras reía y asocié la similitud de lo que había ocurrido. Empecé a atar cabos sobre todo lo que me había contado y me eligió por haber revisado su ropa interior.
– El día que te vi “buscando una memoria” en la habitación... – me dijo haciendo las comillas con los dedos. – ...sabía que estabas ahí por otro motivo. Sé cuándo le atraigo sexualmente a una persona. – me contaba con total seguridad mientras jugaba con el agua de la piscina. – Cuando te dejé ir, apenas cerraste la puerta, entré al baño a tocarme. Me habías calentado mucho intentando llevarte una de mis tangas. – y seguimos contándonos todas las cosas que nos ocultamos apenas nos habíamos conocido. Por supuesto que obvié la parte de que me parecía una ignorante y cheta por su manera de expresarse, la cual no había cambiado pero con los días empezó a importarme menos.
Ella se iba acercando a las escaleras de la piscina para salir cuando me animé a hacerle otra vez la pregunta que ya tímidamente le había hecho antes. – Gabi... – le dije y se giró mirándome con esos ojos seductores que te comían el alma. – ¿Y por qué nunca por la cola? – me animé a decirle y nos quedamos unos segundos en una batalla de miradas, si corría la mirada o parpadeaba, no iba a tener la respuesta hasta que sonrió y dándome la espalda me respondió. – Es para alguien que me haga sentir especial... otra vez... – se envolvió en una toalla y se marchó. Por un momento me sentí elegido aunque por otros, yo no era ese sujeto que ella me contó. Estaba lejos de mis posibilidades.
Jueves, 2 de abril de 2015 • 12:23
No tuve un despertar como los anteriores, no hubo rastros de Gabi esa mañana que me desperté solo por el corte de luz temporal que me dejó sin aire acondicionado. Me di una ducha rápida y bajé, estaba solamente mi hermano. – Se fueron a pasar el día en el club, Guille al golf. – y mientras me lo comentaba me fijaba en la pileta porque no veía a Gabi por ningún lado. – ¿Y la tía? – le dije, sabía que ella no desaprovecharía la oportunidad de estar solos para hacer algo juntos. – Se fue con ellos, vuelven a la tarde. – y se me vinieron a la mente las peores imágenes y pensamientos.
Había metido la pata preguntándole tanto sobre su vida personal, haberle preguntado sobre por qué no había tenido sexo anal. Pensé en muchas cosas que minuto a minuto empeoraban. No tenía ni un solo mensaje de ella y cuando le envié un mensaje, su celular sonó dentro de mi habitación, estaba sobre la mesita de luz. Se fue y ni siquiera se había llevado el celular para seguir comunicados. No me gustaba nada lo que estaba ocurriendo. Me tiré en la cama, la luz ya había vuelto y me quedé dormido.
Jueves, 2 de abril de 2015 • 16:47
Me levanté y no había rastros de Gabi ni de nadie, ya ni mi hermano estaba. Pensé en su ropa interior, podía sacarme las ganas de esa forma pero ni de eso tenía ganas. Mi tarde la salvó el juntarme con un amigo a quien le conté sobre Gabi pero no diciéndole que era mi tía, solo una mina que conocí por ahí. Sentía por primera vez la necesidad de charlar un problema o inconveniente con alguien, me daba mucha bronca pero no podía enojarme con ella, no del todo por lo menos.
Jueves, 2 de abril de 2015 • 21:09
Llegué a casa y estaban todos, incluida Gabi. Nos miramos pero me hice el enojado por lo que había hecho así que no le dije absolutamente nada, ni me acerqué a saludarla cuando noté que intentó pararse de la silla para recibir mi saludo pero no. Así como llegué, saludé y me fui a mi habitación; esperaría a que tarde o temprano apareciera, como lo hizo.
Entró a mi habitación sin preguntar, cerró la puerta y se quedó parada al lado con las manitos juntas y la cabeza gacha como una niña tímida. Agarré su celular, me acerqué hasta ella impulsándome con las ruedas de la silla y lo tomó, no nos dijimos nada. Me quedé mirando pavadas sin sentido en la compu y ella seguía ahí. – No entiendo lo que hiciste hoy, Gabi. – le dije y a los segundos sentí el típico sonido de la nariz cuando aspirás aire fuerte con la sensación de querer llorar, y la vi, secándose las lágrimas y mi falso papel de ofendido se terminó.
Me acerqué a ella para abrazarla. Al hacerlo supuse que le di confianza, de que en realidad todo estaba bien. Me tomó de los hombros, se alejó y me besó. Volvía a ser la que era desde un principio. Me abrazó por el cuello y saltó hacia mi cuerpo. Nos besábamos de un modo tan desaforado que en varias ocasiones sentía sus labios tocarme la nariz. Puse mis manos bajo ese hermoso culo para sostenerla, hasta que frenamos. – Necesitaba hacerlo. No quería pero tenía que hacerlo. – me dijo a lo que no le di demasiada importancia, no entendía la necesidad pero me dio igual. Esa noche solo hablamos. Mañana nos esperaba un día largo con un almuerzo familiar de por medio.
Viernes, 3 de abril de 2015 • 11:19
Ya estaban todos mis familiares en casa y como de costumbre, Gabi había venido a despertarme con uno de sus asfixiantes besos. Este era nuestro día límite porque mañana se marchaban con mi tío y mi primo otra vez; y si bien ella no me decía demasiado o no había ningún tipo de insinuación, algo tenía que ocurrir. Yo me sentía especial.
El almuerzo fue como cualquier otro, aunque obviando la carne por razones del día que bajo mi punto de vista no importaba demasiado pero no es el caso. Habían venido mis abuelos, mis otros tíos, mis primos; éramos unos cuantos que a medida que las horas pasaban, se iban yendo; a la noche nos juntábamos nuevamente para una cena de despedida.
Camino a mi habitación, me encontré a mi tío acomodando la bolsa de sus palos de golf, le pregunté si se iba a jugar y me dijo que sí, que iba a pasar la tarde allá y que podía acompañarlo si quería. Lo siento por las personas a las que le agrada, pero no me resulta llamativo pegarle a una pelotita para luego salir a perseguirla con tanta tranquilidad y serenidad. Me quedaba en casa y mis ojos, abiertos como la luna, vi a Gabi vestida como para salir.
– ¿Vos también te vas? – le dije tímidamente mirándola.
– Sí, Valen. Deberías venir con nosotros. – me dijo como si nada.
– Nah, paso. – le dije y me marché a mi habitación.
Volvía a tener mis dudas, reproches y molestias. Me encerré en mi habitación y vi la camioneta de mi tío arrancar al rato. No iban a volver temprano eso lo tenía claro. Mi hermano me contó lo que se tarda en recorrer toda la cancha de golf, esperar por si hay gente jugando delante de uno, el camino hasta allá, el terminar de jugar y que se quedan tomando algo. A la noche ya tocaba la cena y encima no era en casa así que di mi día por terminado. No estaba tan mal, al fin y al cabo, cogí pero solo una vez.
Viernes, 3 de abril de 2015 • 15:34
Estaba mirando una serie en la compu tranquilo, tirado en la silla porque mi postura no era la de una persona sentada correctamente y con el ventilador. Estaba un poco entre soleado y nublado y para mi fortuna no hacía calor. Me concentraba en la serie aunque imaginaba a Gabi tan lejos de mí que por momentos tenía que retroceder para volver a agarrar el hilo del capítulo. Pasaron unos minutos cuando sentí un par de golpes en la puerta de mi habitación. Estaba bastante asustado, en mi casa no había quedado nadie y del otro lado de la puerta había alguien. Pregunté quién era y nadie respondía y por el cerrojo tampoco veía nada. – Si era un ladrón, hubiese entrado sin piedad. – pensé cuando abrí la puerta y mi corazón se detuvo por unos segundos.
Una imagen de valor infinito se quedó grabada en mi memoria para el resto de mi vida. – ¿Usted llamó por una tarde de sexo? – me dijo envuelta en una especie de camisón corto de seda transparente que le llegaba hasta la cintura. Tacos blancos, medias caladas que le llegaban hasta los muslos con dos tirantes a los costados que subían hasta su cintura. Una tanga diminuta y un corpiño que cubría casi nada sos dos enormes tetas. Todo el conjunto blanco que contrastaba con su bronceada piel. Tenía una toalla bastante grande en su mano junto con una botella pequeña con un contenido transparente. Con un gesto de cordialidad la hice pasar para continuar con su fantasía. Cerré la puerta y me acerqué a ella que de un tirón me sacó la remera, y me empujó suavemente para que me siente en mi cama.
Jamás pensé que un baile striptease fuera a resultar tan excitante aunque debo admitir que siendo un baile privado, único para mí y con terrible mujer eran motivos de sobra para en segundos tener la pija como un bate de béisbol. En una oportunidad donde bailaba dándome la espalda, por momentos sacaba cola, había algo extraño en su ano pero no le presté demasiada atención.
Se acercó a mí y me bajó lentamente el short y mi pija salió disparada pegándole en el cachete. Ella empezó a sonreír y se relamía por la ansiedad de metérsela en la boca, y no tardó en hacerlo. Con todo el día a nuestra disposición, empezó a recorrer todo el largo de mi pija, desde los huevos hasta el glande que rodeaba con sus labios y sentía la puntita de su lengua haciéndome caricias. Jamás sacó su vista de mis ojos. Con el típico movimiento de paja, me masturbaba lentamente desde la base de la verga y el resto era carne para su garganta. Se dejaba mi poronga estacionada en el fondo de la garganta por unos cuántos segundos, sentía que con la punta de la lengua ligeramente me tocaba los huevos. Toda la saliva espesa que generaba me la escupía a lo largo del tronco, jugaba con ella, era como si hubiese sumergido la pija entera en un pote de vaselina.
Nos dimos un par de besos y lentamente fui bajándole la tanguita. Sin que pudiera hacerlo por completo, se alejó, tiró la toalla en medio de mi habitación y se recostó sobre ella con las piernas abiertas de par en par. Me arrodillé frente a sus piernas, a esa hermosa concha completamente depilada y noté lo que había visto previamente cuando me bailaba, tenía un juguetito metido en la cola que suavemente toqué y la miré. – Es para alguien especial. – me dijo guiñándome el ojo y tirándome un beso a la distancia.
Apunté sin dudarlo a chuparle ese hermoso clítoris separando ambos labios de su vagina con mis dedos. Notaba que mi saliva lentamente iba bajando recorriendo toda su conchita y se dividía en dos caminos al llegar al juguetito en su culo. Empecé a recorrerle bien la concha con mi lengua en varios intentos por metérsela bien dentro. Veía con sus manos apretando la toalla por la satisfacción y los primeros gemidos de esa tarde se hacían presentes. Empecé a insertarle un par de dedos de entrada lo que la empezó de a poco a encender. Así acostada le desabroché el corpiño y empecé a chuparle los pezones y presionárselo con mis labios mientras seguía metiéndole los dedos. Sentía la viscosidad y el calor de esa vagina.
Le saqué la lencería que tenía, y sobre la misma toalla donde estaba acostada, dejé caer un hilo de saliva sobre el tronco de mi verga cuando ella me detuvo. – Siempre quise que me bañen en esto. – me dijo mostrándome la botellita con el líquido transparente, era entre una mezcla de aceite corporal y vaselina líquida. La abrí y dejé caer un gran hilo sobre su concha que brillaba con la luz que entraba por la ventana, me embadurné la pija también y se la mandé de entrada escuchándola pegar el primero de tantos gritos y gemidos de esa tarde. No hacía casi esfuerzo, la mezcla de ese aceite hacía que mi pija se deslizara con facilidad.
Levanté sus piernas y las apoyé sobre mis hombros para seguirla cogiendo. Veía sus tetas como iban de arriba hacia abajo con cada empuje de mi verga contra su concha y el ruido de mis piernas y abdomen chocando contra las piernas de ella. Sentía cómo el juguetito que tenía en la cola me rozaba el tronco de la pija con cada embestida. Por fin había llegado este tan hermoso momento, no daba las ganas de poder cogerla tranquilo una vez más antes de que se fuera.
Entre tantas embestidas, le esquivé a una y mi poronga quedó apoyada sobre su pubis, la pausa le dio la oportunidad de levantarse y de un empujón acostarme en el suelo. Tenía a la putita más hermosa de la ciudad frente a mis ojos, lentamente arrodillándose e insertándose mi pija que previamente me la había bañado un poco más con el aceite. Aproveché y le tiré un poco sobre sus tetas también para masajeárselas mejor. Se sentó sobre mi pija y noté un escalofríos que recorrió todo el largo de sus piernas al tener mi pija incrustada en su ser. Apoyó las rodillas a cada lado de mi cuerpo y empezó a saltar con total libertad sobre mi poronga. Gemía como nunca y la presión que hacía en sus pezones con mis dedos la calentaban aún más.
La notaba cansada de la cabalgata así que la abracé contra mi cuerpo, tenía sus tetas en mi pecho, empecé a besarla. Le levanté un poco la cola para que me quedara a la altura y empecé a embestirla con fuerza. Sentía el golpeteo de mi cuerpo contra el de ella. Sus gestos eran distintos, tenía la boca entreabierta que nunca paré de besar y los ojos entrecerrados, como soñando y buscando el orgasmo al mismo tiempo que en esa posición no tardó en llegar. Definitivamente es juguetito clavado en el ano la tenía más encendida de lo normal. Intentaba zafarse de mí para liberar la energía que recorría todo su cuerpo pero yo no la dejaba, hizo que el orgasmo se potenciara y fuera cada vez más intenso. Sus piernas temblaban sin parar.
Cuando la solté, fue haciéndose hacia atrás todavía en cuatro para chupármela nuevamente. Estaba demasiado caliente, me la chupaba con salvajismo, estaba convertida en la zorra que es. Hundía la cabeza entera sobre mi poronga, le encantaba atragantarse y usar toda la saliva que tosía para lubricármela. Por momentos la agarraba desde el pelo y la dejaba con la pija en la garganta unos cuantos segundos. Tenía colorado alrededor de los ojos, y la cara repleta de saliva. Me la recorría con la lengua de una punta a la otra chupándome también ambos huevos.
Ella estando en cuatro, me paré y me posicioné detrás de ella, dándole una de esas nalgadas que tanto le fascinaban. Estaba deseoso por sacarle ese juguetito y chuparle bien el agujerito del culo y noté que me dio el permiso para hacerlo. Se lo empecé a girar todavía incrustado, sin habérselo sacado y la sentía gemir más de lo normal; de a poquito intentaba estirarlo, veía cómo todo su ano se estiraba hacia afuera y ella se tomaba de los cachetes del culo para dilatarse aún más. No quería ser brusco, estaba por cogerme esa cola y quería que su primera vez la recordara para toda la vida. Estiré y estiré hasta que finalmente salió acompañado de líquido y unas burbujitas que le goteaban desde el ojete.
Se lo intenté meter nuevamente hasta que entró todo y se lo volví a sacar, repetí lo mismo unas cuatro veces hasta que ya noté la dilatación. Sin dudarlo le metí la lengua dentro todo lo que pude, estaba rendida, deseosa, volando. Arqueaba más la columna con cara lengüeteada que le metía, mejor posicionada me dejaba la cola. Me paré detrás de ella apuntando mi pija a su culo, observé que miraba para ver qué hacía y unos ojitos expectantes por la inyección anal que se estaba por comer. Apunté de igual manera a su vagina, y me la empecé a coger así para trabajar un poquito más con el ano.
Aproveché sus gritos y gemidos para ir colándole un dedo entero que entró sin problema alguno así que sumé uno más. Intentaba que mis embestidas a su conchita fueran suficientemente importantes para que se concentrara en eso y no en que le estaba por romper el culo. Dejé caer una gota de saliva que pasó directa por el agujero, ya estaba preparada. Le abrí los cachetes con fuerza, volví a pasarle la lengua por dentro y finalmente apoyé la cabeza de mi verga sobre esa entrada que ya estaba bien coloradita. La miré y ambos observándonos mutuamente, empecé a enterrarle los primeros centímetros dentro de la cola. El primer grito fue desgarrador, de película. Lentamente iba bombeando un poquito más y más, y con los minutos ella misma ya me pedía más fuerza.
La agarré de ambos lados de la cintura y empecé a romperle el culo, ya era como cogérmela por la concha pero se sentía otra presión, otro ambiente, sobre todo esto último que menciono. Los gemidos y gritos de esa puta fueron descomunales pero le encantaba. Empecé a sacarle entera la verga y veía un orificio negro, profundo y se la volvía a meter; se la sacaba entera y se la metía entera. Agarró como pudo de la botella y se la empezó a verter sobre todo el ojete, yo notaba como el líquido se iba colando dentro del agujerito que la hizo hacer fuerza para expulsarlo todo de golpe. Volví a encajarle la pija, mientras más profundidad alcanzaba, más prolongado era el sonido del aire colándose por el borde entre su ano y mi pija, como un sonido a pedo. Se la saqué y en el mismo momento estiré de ambos lados de los cachetes.
Con esa imagen me sentí más que satisfecho pero quería que ella quedara más satisfecha de todos modos así que sin tardar mucho más con esa imagen hipnotizante, le volví a meter la pija en la concha y empecé a bombearle con más fuerza y ganas, apretándole las tetas y con el juguetito se lo hacía entrar y salir del agujero del culo. Ya conocía sus puntos y sabía que eso la iba a terminar excitando, me alejé y le metí los dedos mientras que le chupaba el culo al mismo tiempo y empezó con los gemidos, ya no podía mantenerse en cuatro, las rodillas y piernas las tenía débiles y empezó a expulsar ese líquido transparente desde la vagina, aproveché y la monté nuevamente a cogerla la cola y veía que cada embestida le hacía presión y largaba un chorro más fuerte.
Ella sola con las piernas debilitadas y temblando como una hoja quedó tendida en el piso. Yo seguía con todas las energías así que la levanté del suelo, la agarré desde la cola y le hice upa. Ella se abrazó a mi cuerpo con sus piernas y la apoyé contra la pared. Empecé a metérsela por el culo de esa forma y veía que sus ojos se iban hacia atrás, los gemidos continuaban y fue lo que al final me terminó haciendo acabar. – Acabame... dentro... la cola. – atinó a decirme entre gemidos y suspiros. La bajé delicadamente, la puse en cuatro contra mi cama y fueron las últimas embestidas hasta sentir que acababa.
Jamás había hecho algo así antes, mi pija se hinchaba con cada chorro de semen inyectado en ese precioso culo. Se la saqué lentamente y veía que quedaban gotitas que me las limpié pasándome el glande en el borde del agujerito de su culo que estaba abierto como nunca antes. Ella seguía en esa posición, veía como su cuerpo se inflaba con cada bocanada de oxígeno, las piernas abiertas debilitadas, el culo abierto y un poquito de leche volcando desde dentro. Por momentos, pensé que le había pasado algo pero estaba descansando.
Vi que se movió lentamente, gateaba como una gatita con la cola empinada para que no se le cayera la leche de adentro. Inclinó un poco la cola poniendo la mano debajo de su ano esperando la caída de toda la leche. Se le embadurnó la mano en semen que rápidamente se metió en la boca y se lo tragó saciándose la sed de lechita. Se pasó la lengua por cada rincón entre los dedos y se pasó la mano por el ano, su cara de sorpresa por lo abierto que lo tenía fue impagable. Se acercó a mí y me abrazó, fue otra gran y hermosa cogida con todos los detalles, junto al más importante. – Bueno, dejé de ser totalmente virgen. – me dijo riendo.
Sábado, 4 de abril de 2015 • 10:19
Después de una noche de total descanso y una cena tranquila. Estuvimos como si nada hubiese ocurrido y ya era hora de despedirse. Nos quedamos juntos en la entrada de casa charlando sobre cuando podía llegar ser la próxima vez que nos veamos. – Que no te parezca raro que algún día venga solita a visitarte. – me dijo riéndose. Nos volvimos a dar el último beso y esperamos a que los demás vinieran.
La saludaba desde la camioneta y veía que se alejaba hasta doblar en la esquina. Pasé la mejor semana de mi vida, esperaba no extrañarla tanto. Por lo menos seguíamos las charlas por celular. Ya en mi habitación, la toalla seguía en su lugar, húmeda. Le levanté y la dejé en el cesto de la ropa sucia y en una de las manijas del ropero había una nota colgando de un hilo: "Te dejo este recuerdo, total no voy a usarlo con otra persona que no seas vos. Miles de besos." Y al abrir el cajón estaba el conjunto completo que había usado el día anterior y la botella con lo que restaba del aceite.
– Espero poder darle un uso en el futuro... –
Fuente de información: el contenido escrito es de mi autoría; no así el contenido gráfico, las fotos no me pertenecen.
Simple aficionado por la escritura. Cualquier tipo de comentario, opinión o crítica será más que bienvenida.
Martes, 3 de marzo del 2015 • 16:11
Era la primera vez en mucho tiempo que esperaba con tanta ansiedad poder verme con familiares, o tener visitas en casa. Desde las últimas visitas de mi tío Guillermo, he tenido que disimular un gran interés por ellos; mi madre no estaba del todo convencida de recibir en casa a mis tíos, prefería irse conmigo y mi hermano de viaje esa semana entera.
– ¡Le prometiste a Guille que venían para Semana Santa, no nos podemos ir! – objetaba con motivos que mi mamá no podía enterarse.
– ¿Desde cuándo estás tan pendiente e interesado en las visitas? – me miraba con cara extraña.
– Ma, de siempre, es mi tío favorito. Y mi primito... estem... ¿Martino? –
– Martín. –
– ¡Martín! ¡Se re divirtió cuando vino acá! –
Con diferentes razones y conversaciones como esas, logré convencer a mi vieja de no viajar esa semana, ni siquiera sabía a dónde nos íbamos pero ellos tenían que venir. Sabiendo que iba a charlar con mi tío para venir, yo mientras tanto charlaba con mi tía por celular y le comentaba cómo iba solucionando las cosas desde este lado de la provincia, y ella me lo agradecía...
Por supuesto que no era egoísta y le mandaba yo también algo para que se entretuviera en el tiempo que mi tío se iba a boludear al golf. De un momento a otro se había vuelto la persona con la que más hablaba y compartía; no podía perder la oportunidad de verla.
Jueves, 26 de marzo de 2015 • 13:16
Había vuelto de juntarme con amigos por unas cosas que tenía que hacer para la facu, estaba comiendo cuando mi vieja me dio la noticia de que confirmaba que Guille iba a venir para Semana Santa. Disimulé un gesto de alegría cuando por dentro era una total fiesta.
Terminé de comer y me fui directamente a mi habitación y mientras encendía la compu le escribí a mi inocente y tierna tía sobre la noticia. No tardó en responderme.
« Me acaba de decir mi mamá que vienen. Bajón, ¿no? »
« ¡Guille me dijo! La vamos a pasar tan mal... »
« Vos y yo tenemos unas cosas pendientes, tía. »
« No muchachito, no conmigo. » Me respondió y por unos segundos se me frenó el corazón del susto. « Esas cosas pendientes son entre vos y mi colita. » Me envió debajo.
No pude evitar calentarme, era tan puta incluso expresándose con un par de letritas que saqué lo único que me transportaba a esos días calurosos de enero cogiéndomela en la habitación donde dormían y era la hermosa tanga que me dejó cuando se fueron. Tenía vida propia de tantas leches y lavadas. Sin dudarlo con las fotos que aún guardaba de ella en mi PC me masturbé como nunca antes, con una emoción diferente, una nueva expectativa.
Lunes, 30 de marzo de 2015 • 10:22
Había tenido una larga noche y madrugada con mis amigos jugando videojuegos online, estaba en mi cama desmayado de lo dormido y el aire a todo lo que daba porque el calor no daba tregua. En cuero y bóxer tapado hasta la mitad roncaba cuando sentí que alguien había abierto la puerta, me di vuelta por la luz que entraba e imaginé que podía ser mi vieja o mi hermano que entraba a buscar algo de la compu y se cerró.
Sentí un gran peso sobre mi abdomen, así también como piel, algo de transpiración. Antes de que pudiera despertarme, unos labios se aproximaron a los míos y sentí una mordida. Ya era demasiado así que abrí los ojos aunque ya me imaginaba quién podía ser y efectivamente, tenía a Gabriela encima de mi cuerpo ya disfrutándome antes de siquiera haberme dicho una palabra. No se veía casi nada, un poquito de luz que se colaba entre las varas de la persiana.
Nos miramos como pudimos, extrañaba esas gigantescas y hermosas tetas donde hundí mi cara cuando la abracé desde la espalda y la atraje hacia mi cuerpo; nos besamos nuevamente y le toqué las piernas, noté que tenía un vestido por eso sentía su piel con mi piel. Recorrí sus piernas a lo largo hasta llegar a sus hermosos cachetes, transpirados, suaves; se los apretaba con fuerza mientras nos comíamos la boca el uno al otro. – Supuestamente solo subí a dejar mi bolso, te espero abajo. – me dijo con esa voz de perra que tanto extrañaba. Se levantó de mi cama, de mí, y a la pasada le di una de esas nalgadas que tanto le fascinaban mientras se acomodaba el vestido. Con la pija al palo, intenté disimularla y bajé a saludar a mi tío y mi primo.
Lunes, 30 de marzo de 2015 • 17:40
Sin mucho éxito para empezar, era el primer día, nos mantuvimos ambos al margen. Cruzábamos cada tanto una mirada o una caricia al estar solos para disimular todo lo que ocurría. Para mi fortuna, el sol estaba haciendo de las suyas y estaban todos aprovechando para estar en la pileta cuando se me ocurrió para estar un tiempo a solas con Gabi, llevarla hasta una especie de centro comercial de acá de mi ciudad. Todos accedieron, nadie nos acompañó y allá fuimos.
En la camioneta íbamos charlando tranquilamente, hablando sobre lo que no hablábamos por celular que era todo lo relacionado con nuestra vida que no fuera sexual, hasta que se puso a contarme de mi tío. Resultó ser bastante cagón, no tengo otra palabra para describirlo. Yo aprovechaba cada aspecto negativo de él para elogiar uno de ella y poco a poco ir dominándola con mis palabras; lo siento tío. Con los minutos las charlas se iban volviendo más calientes, más íntimas y ella se ponía más mimosa.
– No he engañado a tu tío, quiero que entiendas eso, salvo vos. – me decía acariciándome a lo largo del brazo. – Pero nunca más volví a sentir aquel orgasmo, el de aquel domingo a la tardecita. –
– Supongo que no estaría mal vivirlo nuevamente. –
– ¡Estoy ansiosa por eso! Aunque... podríamos ir calentando hasta esa gran final. – ya apoyando su mano en mi pierna. – ¿Estuviste con alguna amiguita estos meses? – me dijo sensualmente.
– Si me permitís considerar la tanguita que me dejaste una amiga, ella. – le dije y se quedó callada. (He de aclarar que, sí... estuve con una flaca del gimnasio todo febrero pero intenté ser “fiel”).
Su silencio me perturbaba un poco pero dudaba de que fuera a enojarse por eso, era un pedazo de tela, sexy, pero tela en sí. Todavía nos dirigíamos hacia el centro comercial cuando se desabrochó el cinturón de seguridad. – Hace una semana y media que tu tío está “siempre ocupado” – me dijo haciéndome la seña de las comillas con los dedos. Noté que levantó su precioso orto del asiento y se levantó el vestido hasta la altura del ombligo, apoyó ambos talones en el asiento y con la tanga incrustada entre los labios de su vagina empezó a acariciarse. – Sé que vos no vas a decirme que no haga esto. – me dijo ya entre suspiros y acariciándose las tetas.
He manejado en terrenos irregulares, con tormentas y diluvios impresionantes, estando algo dormido e incluso alguna que otra vez con algo de alcohol fluyéndome por las venas y jamás me resultó difícil o una distracción el manejar correctamente pero... qué desafío me resultó estar atento al camino teniendo a semejante hembra a mi lado que con los minutos, se hizo la tanga a un costado y se colaba los dedos a más no poder. Yo miraba el camino, estábamos todavía un tanto lejos de llegar y la veía a ella que poco a poco iba dejando una aureola de flujos en el asiento que nada me importó. Bajé la música porque sos gemidos era como tener a Mozart en el baúl de la camioneta. Yo solo la miraba y más cuando nos frenaba un semáforo, aparte de ver a la gente del alrededor que quisieran espiar a mi putita.
A la salida de un semáforo notó que no estaba usando mi mano para los cambios, la camioneta era automática. De la nada tomó mi mano desde la muñeca y la apoyó sobre su mojada y excitante concha. – No te hace falta para manejar. – me dijo entre suspiros y gemidos lamiéndose los labios. Tenía razón, soy retrasado. Concentrado en el camino por obvias razones, empecé a tantear esa conchita. Me escupí algo de saliva en la mano y se la empecé a frotar por encima, labios, clítoris, todo para que ella solo se entretuviera con sus tetas que no tardó en dejarlas a la vista también. Tenía mi coordinación funcionando como nunca. Manejar y masturbar a mi zorrita que lentamente iba haciéndose más hacia abajo dejando el agujerito de la cola descubierto también.
Tenía la mano lo suficientemente llena de flujos para meter un dedito, y otro más por qué no me planteé. Tenía mi dedo mayor y anular insertados en su concha, metiéndolos y sacándolos lentamente. Sus gemidos eran celestiales. Lamentablemente ya estábamos llegando al lugar y tuve que parar para recibir el ticket de estacionamiento, y en el lugar ya había gente a pie andando que podían llegar a verla y no quería por más que a ella no le importara del todo.
Ya casi por bajarnos, notó lo que yo ya había visto en el camino que era la aureola, ahora más grande, de flujos sobre el asiento de la camioneta y no sabía qué decirme. – Exprimiría el asiento en mi boca si pudiera, dejá de mirarme con esa cara de cachorrita. – le dije con esos ojitos que me pedían perdón por lo que había hecho. Le inventaría a mi mamá cualquier excusa, no es la primera vez que ensucio la camioneta así.
Yo me paré detrás de la camioneta y la miraba a ella que buscaba su cartera en el asiento de atrás con la cola asomada por fuera de la camioneta, un grupo de pendejos pasó y le gritaron una boludez a lo que ella reaccionó acercándose a mí y comiéndome la boca.
– ¿Tratás de generarles envidia? – le dije entre risas, ella ignoró completamente la obscenidad.
– Que sepan que tengo un dueño. – me dijo dándome otro pico y volvió a buscar sus cosas.
– ¿Me hacés un favor? – me dijo que apenas la escuché.
– Decime, tía. –
– Parate acá un segundo y tapame, me voy a sacar la tanga porque la tengo mojada y me molesta demasiado. – me dijo tranquila.
– ¿Puedo taparte pero mirándote? – le dije sonriendo y ella me sonrió.
Se paró entre la camioneta y el auto de al lado, un pilar del estacionamiento y yo. Estaba rodeada para que nadie pudiera verla aunque tampoco hubo mucho que ver. Se agachó un poco estirando la tanga desde sus piernas hasta abajo. Se la recibí toda enroscada y efectivamente, toda mojada y empapada en flujos. Así sin más, nos metimos al centro comercial. Ella sin ropa interior y yo con una erección que volteaba a quien se pusiera en mi camino.
Dimos vueltas y vueltas, frenando en cada vidriera y le compramos un auto con control remoto a mi primito para justificar la tardanza y también la venida. Ella se compró una blusa en una tienda y antes de que pudiéramos irnos, vimos un pequeño local donde vendían ropa interior, algo de lencería y algunas que otras prendas más. Me miró y empezó a reír tomándome de la mano y metiéndonos juntos. Me sentía bastante incómodo ahí dentro pero no podía dejarla sola. Revisaba y miraba todo tipo de tangas y portaligas diferentes.
Había comprado algo que no sabía qué era y tampoco quería decirme. Fui paciente y no la apuré aunque me hacía una mínima idea de que sería el primero en disfrutar de esa sorpresa. Con la excusa de probarse un camisón, seguíamos dentro del local y me estiró hacia dentro del vestidor cuando nadie veía. Entré casi cayéndome, cuando me di vuelta, mirándola contra el espejo del probador, tenía el vestido subido hasta la panza. – Terminemos lo de la camioneta, rápido. – me susurró y se sentó en un banquito del probador con las piernas de par en par. Le metí la chupada de concha más espectacular de mi vida, moví la lengua a una velocidad que ni yo sabía que podía, dedos a full en esa conchita colorada y ya calentita de mucho antes.
Habrá tomado un minuto hasta que vi salir un chorro de un líquido como el agua chocando y cayendo a lo largo del espejo del probador. Ella caliente, transpirada y jadeando luego del orgasmo se dio cuenta de lo que hizo, nos miramos y empezamos a reírnos. Se secó como pudo el líquido que había despedido esa concha por la excitación, pasándose incluso la prenda que supuestamente iba a probarse. La dejó colgada del lugar donde la sacó y le hizo seña a una de las chicas de que ahí estaba dándonos el “ok” para irnos. – Vos lograste en una venida al shopping lo que tu tío no pudo desde que salimos. – me dijo riéndose. Yo amaba a mi tío pero las palabras de Gabriela me hacían sentir orgulloso, de saber que soy capaz de satisfacer a una mujer como ella.
Sin distracciones, ni masturbadas, manoseos o cosas por el estilo nos apuramos por volver a casa hasta que finalmente llegamos. Tenía el celular repleto de mensajes y llamadas de mi vieja, un par de mi hermano y Gabriela por supuesto de mi tío y otras de mi vieja también. – Dejamos los celulares en la camioneta. – dijo Gabi en su defensa. – Nada de señal aparte; ni 2G, ni 3G, ni 20G y el camino de ida puro tráfico. – la excusa de mi parte y pasamos totalmente desapercibidos. En casa ya habían pedido unas pizzas que llegaron unos minutos después que nosotros. Cenamos y ese fue nuestro primer día luego de meses sin vernos. ¡Lo que me esperaba!
Martes, 31 de marzo de 2015 • 13:06
Amanezco y veo una nota en la mesa de la cocina donde me dirigía para ver qué comer. “Nos fuimos a recorrer y pasar el día a lo de Mónica, hay pizza en el micro, volvemos a la noche”. Estaba seguro haber roto seis récords Guinness con la puteada que me mandé en el momento que leí la carta. Gabi se había ido con ellos y yo dije que no quería ir creyendo que ella iba a lograr quedarse, yo ya me veía cogiendo con ella pero no. Y se tomaron muy en serio cuando me dijeron que se iban y que a mí ni me despertaran.
Con bastante bronca y la media pizza en mano me volví a mi habitación. Iba a escribirle a Gabi para ver cómo la estaba pasando por lo menos y ya tenía mensajes previos de ella por revisar.
« No pude evitar tener que venir, Valen. » « Vamos a volver recién a la noche, estoy un poco enojada con todo esto. » « Cuando te despiertes, escribime, estoy solita y aburrida. »
– ¡La están arruinando! ¡No le están dando lo que se merece! – decía en voz alta, en mi casa no había absolutamente nadie. – Todos metidos allá en la casa de la chillona (mi tía) o seguramente haciendo el caminito hacia la montaña. – que era ya un ritual cada vez que se visitaba a mi tía. Con la mordida a la tercera rebanada de pizza, mi mente se aclaró y me iluminé. – Las tangas de Gabi y la cámara. – me dije a mí mismo que no dudé en meterme a la habitación para husmear en sus cosas. Me sentí como viajando en el tiempo, en aquel caluroso día de enero. Encontré su valija y apenas la abrí había un cartel escrito con fibra rosada: “Te conozco, y sé que vas a andar por acá. Elegí la que quieras, son todas para vos. P.D.: con la rosita que tiene el conejito me hice unos cariñitos esta mañana.” y el dibujo de un corazón al final. Sin su presencia, ya tenía la pija como un barrote, era increíble lo que lograba incluso sin estar presente.
Abrí con total tranquilidad el bolsillo de su ropa interior y corrí todos los corpiños, que he de decir que son los más grandes que he visto de todas las minas con las que estuve; y a un costado, mi tesoro. Tangas diminutas, todas, ni una sola un poquito más grande y de distintos colores pero yo quería una en particular y era esa tanga rosita que me describió en la carta que encontré debajo de todas las demás. La expandí bien y la vi un poquito más oscura en el medio donde reposa esa exquisita concha y sí, llena de flujos como a mí me gustaba. Cerré la valija acomodando las otras tangas más o menos y me llevé esa, era especial, mía.
Busqué como loco la cámara por todos lados pero no la veía, revisé cada uno de los cajones e incluso la valija de mi tío pero no había rastro de la cámara. Quería fotos nuevas. Ya la había visto desnuda, me la cogí pero las fotos tenían algo especial y no pude conseguirla. Me conformé con las que tenía de su primera visita en mi PC y le llené la tanga de leche. Antes de lavarla, le saqué una foto y se la envié. Mientras lavaba la tanga, sentía el celular sonar una y otra vez.
« ¡Ay qué rica! Sos un tanquecito de leche. » « Se me hace agua la boca. » « Cómo me gustaría poder estar con vos ahora mismo, Valen. » (Con un par de caritas tristes y llorando).
Nos seguimos mensajeando por un rato más hasta que me dijo que se iban a hacer el camino a una montaña. Le anticipé todas las anécdotas estúpidas que cuentan Mónica y su marido sobre cada caminata en el lugar. Tuve la fortuna de que justo me invitaran a jugar al fútbol sin que Gabi estuviera en casa así que contento por un lado pero con bronca todavía, me fui a jugar al fútbol.
Martes, 31 de marzo de 2015 • 19:22
Me agarró la lluvia en el camino a vuelta a casa después de quedarme con mis amigos tomando una gaseosa. Anhelaba llegar a casa y ver la camioneta pero no fue así; tal vez salieron pero ya volvieron y está Gabi esperándome pero tampoco; ya me conformaba con leer un mensaje de que estaban en camino.
« Hijo, saca plata de donde ya sabés y pedite algo para comer. No nos podemos ir por la piedra. Nos quedaremos acá en lo de Món... » Y el mensaje continuaba pero no tenía una mierda de ganas de seguir leyéndolo. Tiré el celular cuando al mismo tiempo que rebotó contra la cama, me llegó otro mensaje. « Creo que nos vamos a ver recién mañana, quiero llorar » Era el mensaje de Gabi. Si ella quería llorar, ¿qué me quedaba a mí?
Esa noche volví a jugar con mis amigos y me acosté como a las tres de la mañana. Rogaba que mañana a la mañana Gabi me despertara con su inusual manera de hacerlo. La necesitaba. Antes de irme a dormir, me suena el celular. « Valen, no te masturbes... mañana hablamos. Mil besos desde la puntita hasta abajo. » Fue el enigmático mensaje que Gabi no quiso explicarme cuando le pregunté y no me resultó nada fácil dormirme sin antes bañarle otra tanga en leche, pero le hice caso y me terminé durmiendo con el sonido de la lluvia que nunca paró.
Miércoles, 1 de abril de 2015 • 09:54
Sentí por unos segundos que me asfixiaba cuando abrí repentinamente los ojos y vi a Gabi encima de mí besándome como si no nos hubiésemos visto en años. No entendía nada, me besaba estando muy apurada y agitada.
– ¡Gab... hey... hola...! – intentaba decirle entre beso y beso.
– Tenemos veinte minutos o un poquito menos. Llegamos hace un rato. – me decía apuradísima.
– ¿Pero Gabi qué te pasa? – le dije agarrándola de los brazos, estaba descontrolada.
– Necesito coger, Valen. Ya no aguanto, necesito que me cojas. – me dijo sacándose la musculosa.
– Pero y los demás dónde... – y me cerró la boca con otro beso.
– Se fueron a buscar comida para almorzar, cojamos, no hay nadie. –
Y mis preocupaciones de un momento a otro desaparecieron. “Cojamos”, “necesito que me cojas” era poesía para mis oídos y para mi verga que estaba despierta mucho antes que yo. Sin musculosa y sobre mí, se desprendió el corpiño y volvió a besarme para luego ponerme sus inmensas tetas en la cara. Se las chupé como nunca, se las presionaba y alternando una y otra. Ella con sus manos se iba desabrochando el short de jean que tenía puesto. Con dos movimientos se quedó desnuda, yo seguía acostado. Se paró a mi lado y tiró las sábanas, me agarró del short y me lo tiró, sentía sus uñas pasándome por el costado de las piernas y mi pija que salió disparada.
Una mirada que jamás noté antes ella. Se pasó la lengua alrededor de los labios y se abalanzó sobre mi pija. Me la empezó a chupar desaforadamente. Su cabeza se movía, de arriba hacia abajo con destreza. La agarré de la cola que tenía atada en el pelo y le dejé la cabeza quieta y empecé a moverme yo, le estaba cogiendo la boca en simples palabras y sentía el ruido de mi poronga chocar contra las paredes de su boca, la saliva que lentamente iba bajando por el tronco de mi verga. Se la metió un par de veces más hasta el fondo y se la sacó, me la escupió. – ¿Te pajeaste anoche? – me preguntó con toda la saliva chorreándole por la boca, y le dije que no, sonreía. Nos acomodamos en mi cama e hicimos un sesenta y nueve. Empecé a chuparle la concha rápidamente, la tenía hirviendo y llena de flujos, no me costó nada lubricarla y como podía le metía los dedos y la sentía gemir con mi pija en la boca que se la dejaba atragantada unos segundos antes de sacársela.
– Dale, sé que podés cogerme y dejarme tranquila. – me dijo parada a mi lado, yo me paré, le di un beso y la arrodillé contra mi cama. Con sus rodillas en el piso y las piernas abiertas, dejé caer un hilo de saliva sobre el agujerito del culo que le bajó suavemente hasta la concha. Le metí el glande y de un solo movimiento casi toda la pija y pegó ese grito sagrado. Empecé a cogérmela, rápidamente y teniendo en cuenta que quería que tuviera el orgasmo que deseaba. La agarré de los costados de la cintura y la hacía chocar contra mi vientre, el choque de ese enorme culo sonaba como aplausos, uno tras otro acompañado de sus gemidos. La agarré de la cola que tenía en el pelo y se arqueó hacia atrás dejándome la cola quieta empinada para seguir embistiéndola pero el pecho delante, estiré mi brazo como pude para ir apretándole una teta, ella gemía y gritaba sin parar.
La acosté nuevamente en la cama e me quedaba como último recurso masturbarla más rápidamente con mis dedos, ya no me interesaba acabar, quería hacerla acabar a ella. La abrí más de piernas, me puse en cuclillas a su lado y le metí el dedo mayor y anular en la concha que chorreaba flujos, saliva, todo. Empecé con los movimientos de arriba hacia abajo y sentía que gemía más, más y más pero no había sido suficiente aunque la notaba débil como aquella vez, ya no respondía a mi voz así que solo la movía y le indicaba lo que tenía que hacer. La levanté y me acosté en mi cama boca arriba con la pija hecha una torre, ella entendió mi movida, se dio vuelta mostrándome ese hermoso culo y asentó toda la concha sobre mi verga.
Dobló las rodillas levemente sacando más cola, apoyé mis pies sobre el suelo y empecé a embestirla de abajo hacia arriba. Jamás en mi vida había cogido a alguien con tanta velocidad, tanta fuerza y pasión. Me acerqué a ella como pude y empecé a frotarle el clítoris mientras me la seguía cogiendo y sentía ya un grito continuo y sin pausa. Seguido por esa sensación que tanto quería, la de que algo expulsaba mi pija hacia afuera y sentía sus piernas temblar al lado de las mías. La cogí por unos segundos más como pude cuando empezó a gritar. Me corrí rápidamente y me puse frente a ella y veía como esa concha despedía agua como si estuviera orinando, y ella arqueándose como si estuviera poseída. Le temblaban las piernas como si su cuerpo estuviera a veinte grados bajo cero. Me acerqué sin dudarlo y empecé a chuparle la concha, le metía la lengua dentro y sus gemidos seguían, me agarraba de la cabeza para que no la sacara de ahí.
Se acostó sobre mi cama como pudo, y se abrió de piernas. Le volví a meter la pija y empecé a cogerla así unos minutos más hasta que sentí que acababa. – Gabi, Gabi... estoy por... – alcancé a decirle cuando se abalanzó sobre mi pija y empezó a chupármela como desde el comienzo, con euforia. Empezó a masturbarme con toda y fue el momento culminante. Le saqué la mano de mi pija y se la apunté directamente a la boca. Tres chorros de semen espeso golpearon contra su paladar con fuerza, ella abría la boca y sacaba la lengua como la putita que era. Los demás chorros empezaron a caer con menos fuerza deslizándose a lo largo de esa lengua. Sentía que las piernas me iban a dejar caer cuando ella se metió la pija en mi boca por última vez para sacarme el resto de semen.
Me arrodillé frente a ella y la veía jugar con mi leche en la boca. Estaba con la cola apoyada sobre sus talones y aún la notaba temblar. Me mostraba toda la leche mezclada con su saliva y las gárgaras que formaban espesas burbujas de semen que reía al explotarlas como si fuera una niña jugando con unas de jabón. Cerró los ojos y de un solo trago se mandó todo el licuado que ella solita había mezclado y preparado en su boca. Me mostraba la boquita para que yo comprobara que se lo había tragado y sonriendo se abalanzó sobre mí y quedamos los dos tendidos en el piso, ella sobre mí. Sentía la presión de sus tetas en el pecho. – Te secuestraría. Te lo juro. – me dijo entre suspiros y bocanadas intentando recuperar oxígeno.
Estuvimos un ratito comiéndonos el uno al otro con la mirada. Yo jugaba con sus tetas. – ¡Gabi, ya llegamos! – sentimos que mi vieja gritaba desde abajo y nos asustamos un poco. Ella rápidamente juntó toda su ropa y se fue corriendo hacia la habitación donde dormía con mi tío. Veía ese precioso culo rebotando con cada paso. Deseaba tanto poder romperle esa cola que me costaba tanto creer que todavía era virgen. Cerré la puerta de mi habitación y me cambié para bajar a almorzar. Cambiaría el “rapidito” de ese día por cualquier cogida de media hora que tuve en mi vida con las minas que he estado.
Miércoles, 1 de abril de 2015 • 18:37
Por ese día habíamos tenido suficiente. Lo que los dos buscamos, lo encontramos, de una manera apurada pero pudimos que era volver a coger luego de tanto tiempo. Yo estaba dentro de la piscina casi dormido metido en el medio de una rueda inflable y Gabi recostada sobre una colchoneta tomando sol. Estaban todos en casa pero no en el patio, solo charlábamos y no teníamos por ese momento más ganas de hacer nada más que de relajarnos.
Con charla y charla, le fui preguntando a Gabi sobre su adolescencia, cómo era ella en el colegio. Me contó una harta cantidad de historias y anécdotas no tan sexuales como me imaginaba para mi sorpresa. Ir al colegio con pollera y sin ropa interior, daba su ropa interior a los compañeros a cambio de dinero, algún que otro pete por algún favor, mostrar sus tetas por diversión pero nunca el coger con alguna persona salvo su primer novio. – Cuando me cogieron por primera vez, me volví adicta. – me confesó con total naturalidad a pesar de que no la había pasado del todo bien.
Conoció a una persona que no me quiso contar demasiado, que le daba todo lo que ella quería a cambio de su cuerpo, de tener sexo. – Era un hombre mayor, lo quería mucho y lo que me hacía sentir fue lo que vos me hiciste sentir en enero. Él era especial. – me contaba y se me erizaba la piel. – Mi historia con él empezó cuando lo vi revisando mi mochila y tenía mi ropa interior en su mano. – me contaba mientras reía y asocié la similitud de lo que había ocurrido. Empecé a atar cabos sobre todo lo que me había contado y me eligió por haber revisado su ropa interior.
– El día que te vi “buscando una memoria” en la habitación... – me dijo haciendo las comillas con los dedos. – ...sabía que estabas ahí por otro motivo. Sé cuándo le atraigo sexualmente a una persona. – me contaba con total seguridad mientras jugaba con el agua de la piscina. – Cuando te dejé ir, apenas cerraste la puerta, entré al baño a tocarme. Me habías calentado mucho intentando llevarte una de mis tangas. – y seguimos contándonos todas las cosas que nos ocultamos apenas nos habíamos conocido. Por supuesto que obvié la parte de que me parecía una ignorante y cheta por su manera de expresarse, la cual no había cambiado pero con los días empezó a importarme menos.
Ella se iba acercando a las escaleras de la piscina para salir cuando me animé a hacerle otra vez la pregunta que ya tímidamente le había hecho antes. – Gabi... – le dije y se giró mirándome con esos ojos seductores que te comían el alma. – ¿Y por qué nunca por la cola? – me animé a decirle y nos quedamos unos segundos en una batalla de miradas, si corría la mirada o parpadeaba, no iba a tener la respuesta hasta que sonrió y dándome la espalda me respondió. – Es para alguien que me haga sentir especial... otra vez... – se envolvió en una toalla y se marchó. Por un momento me sentí elegido aunque por otros, yo no era ese sujeto que ella me contó. Estaba lejos de mis posibilidades.
Jueves, 2 de abril de 2015 • 12:23
No tuve un despertar como los anteriores, no hubo rastros de Gabi esa mañana que me desperté solo por el corte de luz temporal que me dejó sin aire acondicionado. Me di una ducha rápida y bajé, estaba solamente mi hermano. – Se fueron a pasar el día en el club, Guille al golf. – y mientras me lo comentaba me fijaba en la pileta porque no veía a Gabi por ningún lado. – ¿Y la tía? – le dije, sabía que ella no desaprovecharía la oportunidad de estar solos para hacer algo juntos. – Se fue con ellos, vuelven a la tarde. – y se me vinieron a la mente las peores imágenes y pensamientos.
Había metido la pata preguntándole tanto sobre su vida personal, haberle preguntado sobre por qué no había tenido sexo anal. Pensé en muchas cosas que minuto a minuto empeoraban. No tenía ni un solo mensaje de ella y cuando le envié un mensaje, su celular sonó dentro de mi habitación, estaba sobre la mesita de luz. Se fue y ni siquiera se había llevado el celular para seguir comunicados. No me gustaba nada lo que estaba ocurriendo. Me tiré en la cama, la luz ya había vuelto y me quedé dormido.
Jueves, 2 de abril de 2015 • 16:47
Me levanté y no había rastros de Gabi ni de nadie, ya ni mi hermano estaba. Pensé en su ropa interior, podía sacarme las ganas de esa forma pero ni de eso tenía ganas. Mi tarde la salvó el juntarme con un amigo a quien le conté sobre Gabi pero no diciéndole que era mi tía, solo una mina que conocí por ahí. Sentía por primera vez la necesidad de charlar un problema o inconveniente con alguien, me daba mucha bronca pero no podía enojarme con ella, no del todo por lo menos.
Jueves, 2 de abril de 2015 • 21:09
Llegué a casa y estaban todos, incluida Gabi. Nos miramos pero me hice el enojado por lo que había hecho así que no le dije absolutamente nada, ni me acerqué a saludarla cuando noté que intentó pararse de la silla para recibir mi saludo pero no. Así como llegué, saludé y me fui a mi habitación; esperaría a que tarde o temprano apareciera, como lo hizo.
Entró a mi habitación sin preguntar, cerró la puerta y se quedó parada al lado con las manitos juntas y la cabeza gacha como una niña tímida. Agarré su celular, me acerqué hasta ella impulsándome con las ruedas de la silla y lo tomó, no nos dijimos nada. Me quedé mirando pavadas sin sentido en la compu y ella seguía ahí. – No entiendo lo que hiciste hoy, Gabi. – le dije y a los segundos sentí el típico sonido de la nariz cuando aspirás aire fuerte con la sensación de querer llorar, y la vi, secándose las lágrimas y mi falso papel de ofendido se terminó.
Me acerqué a ella para abrazarla. Al hacerlo supuse que le di confianza, de que en realidad todo estaba bien. Me tomó de los hombros, se alejó y me besó. Volvía a ser la que era desde un principio. Me abrazó por el cuello y saltó hacia mi cuerpo. Nos besábamos de un modo tan desaforado que en varias ocasiones sentía sus labios tocarme la nariz. Puse mis manos bajo ese hermoso culo para sostenerla, hasta que frenamos. – Necesitaba hacerlo. No quería pero tenía que hacerlo. – me dijo a lo que no le di demasiada importancia, no entendía la necesidad pero me dio igual. Esa noche solo hablamos. Mañana nos esperaba un día largo con un almuerzo familiar de por medio.
Viernes, 3 de abril de 2015 • 11:19
Ya estaban todos mis familiares en casa y como de costumbre, Gabi había venido a despertarme con uno de sus asfixiantes besos. Este era nuestro día límite porque mañana se marchaban con mi tío y mi primo otra vez; y si bien ella no me decía demasiado o no había ningún tipo de insinuación, algo tenía que ocurrir. Yo me sentía especial.
El almuerzo fue como cualquier otro, aunque obviando la carne por razones del día que bajo mi punto de vista no importaba demasiado pero no es el caso. Habían venido mis abuelos, mis otros tíos, mis primos; éramos unos cuantos que a medida que las horas pasaban, se iban yendo; a la noche nos juntábamos nuevamente para una cena de despedida.
Camino a mi habitación, me encontré a mi tío acomodando la bolsa de sus palos de golf, le pregunté si se iba a jugar y me dijo que sí, que iba a pasar la tarde allá y que podía acompañarlo si quería. Lo siento por las personas a las que le agrada, pero no me resulta llamativo pegarle a una pelotita para luego salir a perseguirla con tanta tranquilidad y serenidad. Me quedaba en casa y mis ojos, abiertos como la luna, vi a Gabi vestida como para salir.
– ¿Vos también te vas? – le dije tímidamente mirándola.
– Sí, Valen. Deberías venir con nosotros. – me dijo como si nada.
– Nah, paso. – le dije y me marché a mi habitación.
Volvía a tener mis dudas, reproches y molestias. Me encerré en mi habitación y vi la camioneta de mi tío arrancar al rato. No iban a volver temprano eso lo tenía claro. Mi hermano me contó lo que se tarda en recorrer toda la cancha de golf, esperar por si hay gente jugando delante de uno, el camino hasta allá, el terminar de jugar y que se quedan tomando algo. A la noche ya tocaba la cena y encima no era en casa así que di mi día por terminado. No estaba tan mal, al fin y al cabo, cogí pero solo una vez.
Viernes, 3 de abril de 2015 • 15:34
Estaba mirando una serie en la compu tranquilo, tirado en la silla porque mi postura no era la de una persona sentada correctamente y con el ventilador. Estaba un poco entre soleado y nublado y para mi fortuna no hacía calor. Me concentraba en la serie aunque imaginaba a Gabi tan lejos de mí que por momentos tenía que retroceder para volver a agarrar el hilo del capítulo. Pasaron unos minutos cuando sentí un par de golpes en la puerta de mi habitación. Estaba bastante asustado, en mi casa no había quedado nadie y del otro lado de la puerta había alguien. Pregunté quién era y nadie respondía y por el cerrojo tampoco veía nada. – Si era un ladrón, hubiese entrado sin piedad. – pensé cuando abrí la puerta y mi corazón se detuvo por unos segundos.
Una imagen de valor infinito se quedó grabada en mi memoria para el resto de mi vida. – ¿Usted llamó por una tarde de sexo? – me dijo envuelta en una especie de camisón corto de seda transparente que le llegaba hasta la cintura. Tacos blancos, medias caladas que le llegaban hasta los muslos con dos tirantes a los costados que subían hasta su cintura. Una tanga diminuta y un corpiño que cubría casi nada sos dos enormes tetas. Todo el conjunto blanco que contrastaba con su bronceada piel. Tenía una toalla bastante grande en su mano junto con una botella pequeña con un contenido transparente. Con un gesto de cordialidad la hice pasar para continuar con su fantasía. Cerré la puerta y me acerqué a ella que de un tirón me sacó la remera, y me empujó suavemente para que me siente en mi cama.
Jamás pensé que un baile striptease fuera a resultar tan excitante aunque debo admitir que siendo un baile privado, único para mí y con terrible mujer eran motivos de sobra para en segundos tener la pija como un bate de béisbol. En una oportunidad donde bailaba dándome la espalda, por momentos sacaba cola, había algo extraño en su ano pero no le presté demasiada atención.
Se acercó a mí y me bajó lentamente el short y mi pija salió disparada pegándole en el cachete. Ella empezó a sonreír y se relamía por la ansiedad de metérsela en la boca, y no tardó en hacerlo. Con todo el día a nuestra disposición, empezó a recorrer todo el largo de mi pija, desde los huevos hasta el glande que rodeaba con sus labios y sentía la puntita de su lengua haciéndome caricias. Jamás sacó su vista de mis ojos. Con el típico movimiento de paja, me masturbaba lentamente desde la base de la verga y el resto era carne para su garganta. Se dejaba mi poronga estacionada en el fondo de la garganta por unos cuántos segundos, sentía que con la punta de la lengua ligeramente me tocaba los huevos. Toda la saliva espesa que generaba me la escupía a lo largo del tronco, jugaba con ella, era como si hubiese sumergido la pija entera en un pote de vaselina.
Nos dimos un par de besos y lentamente fui bajándole la tanguita. Sin que pudiera hacerlo por completo, se alejó, tiró la toalla en medio de mi habitación y se recostó sobre ella con las piernas abiertas de par en par. Me arrodillé frente a sus piernas, a esa hermosa concha completamente depilada y noté lo que había visto previamente cuando me bailaba, tenía un juguetito metido en la cola que suavemente toqué y la miré. – Es para alguien especial. – me dijo guiñándome el ojo y tirándome un beso a la distancia.
Apunté sin dudarlo a chuparle ese hermoso clítoris separando ambos labios de su vagina con mis dedos. Notaba que mi saliva lentamente iba bajando recorriendo toda su conchita y se dividía en dos caminos al llegar al juguetito en su culo. Empecé a recorrerle bien la concha con mi lengua en varios intentos por metérsela bien dentro. Veía con sus manos apretando la toalla por la satisfacción y los primeros gemidos de esa tarde se hacían presentes. Empecé a insertarle un par de dedos de entrada lo que la empezó de a poco a encender. Así acostada le desabroché el corpiño y empecé a chuparle los pezones y presionárselo con mis labios mientras seguía metiéndole los dedos. Sentía la viscosidad y el calor de esa vagina.
Le saqué la lencería que tenía, y sobre la misma toalla donde estaba acostada, dejé caer un hilo de saliva sobre el tronco de mi verga cuando ella me detuvo. – Siempre quise que me bañen en esto. – me dijo mostrándome la botellita con el líquido transparente, era entre una mezcla de aceite corporal y vaselina líquida. La abrí y dejé caer un gran hilo sobre su concha que brillaba con la luz que entraba por la ventana, me embadurné la pija también y se la mandé de entrada escuchándola pegar el primero de tantos gritos y gemidos de esa tarde. No hacía casi esfuerzo, la mezcla de ese aceite hacía que mi pija se deslizara con facilidad.
Levanté sus piernas y las apoyé sobre mis hombros para seguirla cogiendo. Veía sus tetas como iban de arriba hacia abajo con cada empuje de mi verga contra su concha y el ruido de mis piernas y abdomen chocando contra las piernas de ella. Sentía cómo el juguetito que tenía en la cola me rozaba el tronco de la pija con cada embestida. Por fin había llegado este tan hermoso momento, no daba las ganas de poder cogerla tranquilo una vez más antes de que se fuera.
Entre tantas embestidas, le esquivé a una y mi poronga quedó apoyada sobre su pubis, la pausa le dio la oportunidad de levantarse y de un empujón acostarme en el suelo. Tenía a la putita más hermosa de la ciudad frente a mis ojos, lentamente arrodillándose e insertándose mi pija que previamente me la había bañado un poco más con el aceite. Aproveché y le tiré un poco sobre sus tetas también para masajeárselas mejor. Se sentó sobre mi pija y noté un escalofríos que recorrió todo el largo de sus piernas al tener mi pija incrustada en su ser. Apoyó las rodillas a cada lado de mi cuerpo y empezó a saltar con total libertad sobre mi poronga. Gemía como nunca y la presión que hacía en sus pezones con mis dedos la calentaban aún más.
La notaba cansada de la cabalgata así que la abracé contra mi cuerpo, tenía sus tetas en mi pecho, empecé a besarla. Le levanté un poco la cola para que me quedara a la altura y empecé a embestirla con fuerza. Sentía el golpeteo de mi cuerpo contra el de ella. Sus gestos eran distintos, tenía la boca entreabierta que nunca paré de besar y los ojos entrecerrados, como soñando y buscando el orgasmo al mismo tiempo que en esa posición no tardó en llegar. Definitivamente es juguetito clavado en el ano la tenía más encendida de lo normal. Intentaba zafarse de mí para liberar la energía que recorría todo su cuerpo pero yo no la dejaba, hizo que el orgasmo se potenciara y fuera cada vez más intenso. Sus piernas temblaban sin parar.
Cuando la solté, fue haciéndose hacia atrás todavía en cuatro para chupármela nuevamente. Estaba demasiado caliente, me la chupaba con salvajismo, estaba convertida en la zorra que es. Hundía la cabeza entera sobre mi poronga, le encantaba atragantarse y usar toda la saliva que tosía para lubricármela. Por momentos la agarraba desde el pelo y la dejaba con la pija en la garganta unos cuantos segundos. Tenía colorado alrededor de los ojos, y la cara repleta de saliva. Me la recorría con la lengua de una punta a la otra chupándome también ambos huevos.
Ella estando en cuatro, me paré y me posicioné detrás de ella, dándole una de esas nalgadas que tanto le fascinaban. Estaba deseoso por sacarle ese juguetito y chuparle bien el agujerito del culo y noté que me dio el permiso para hacerlo. Se lo empecé a girar todavía incrustado, sin habérselo sacado y la sentía gemir más de lo normal; de a poquito intentaba estirarlo, veía cómo todo su ano se estiraba hacia afuera y ella se tomaba de los cachetes del culo para dilatarse aún más. No quería ser brusco, estaba por cogerme esa cola y quería que su primera vez la recordara para toda la vida. Estiré y estiré hasta que finalmente salió acompañado de líquido y unas burbujitas que le goteaban desde el ojete.
Se lo intenté meter nuevamente hasta que entró todo y se lo volví a sacar, repetí lo mismo unas cuatro veces hasta que ya noté la dilatación. Sin dudarlo le metí la lengua dentro todo lo que pude, estaba rendida, deseosa, volando. Arqueaba más la columna con cara lengüeteada que le metía, mejor posicionada me dejaba la cola. Me paré detrás de ella apuntando mi pija a su culo, observé que miraba para ver qué hacía y unos ojitos expectantes por la inyección anal que se estaba por comer. Apunté de igual manera a su vagina, y me la empecé a coger así para trabajar un poquito más con el ano.
Aproveché sus gritos y gemidos para ir colándole un dedo entero que entró sin problema alguno así que sumé uno más. Intentaba que mis embestidas a su conchita fueran suficientemente importantes para que se concentrara en eso y no en que le estaba por romper el culo. Dejé caer una gota de saliva que pasó directa por el agujero, ya estaba preparada. Le abrí los cachetes con fuerza, volví a pasarle la lengua por dentro y finalmente apoyé la cabeza de mi verga sobre esa entrada que ya estaba bien coloradita. La miré y ambos observándonos mutuamente, empecé a enterrarle los primeros centímetros dentro de la cola. El primer grito fue desgarrador, de película. Lentamente iba bombeando un poquito más y más, y con los minutos ella misma ya me pedía más fuerza.
La agarré de ambos lados de la cintura y empecé a romperle el culo, ya era como cogérmela por la concha pero se sentía otra presión, otro ambiente, sobre todo esto último que menciono. Los gemidos y gritos de esa puta fueron descomunales pero le encantaba. Empecé a sacarle entera la verga y veía un orificio negro, profundo y se la volvía a meter; se la sacaba entera y se la metía entera. Agarró como pudo de la botella y se la empezó a verter sobre todo el ojete, yo notaba como el líquido se iba colando dentro del agujerito que la hizo hacer fuerza para expulsarlo todo de golpe. Volví a encajarle la pija, mientras más profundidad alcanzaba, más prolongado era el sonido del aire colándose por el borde entre su ano y mi pija, como un sonido a pedo. Se la saqué y en el mismo momento estiré de ambos lados de los cachetes.
Con esa imagen me sentí más que satisfecho pero quería que ella quedara más satisfecha de todos modos así que sin tardar mucho más con esa imagen hipnotizante, le volví a meter la pija en la concha y empecé a bombearle con más fuerza y ganas, apretándole las tetas y con el juguetito se lo hacía entrar y salir del agujero del culo. Ya conocía sus puntos y sabía que eso la iba a terminar excitando, me alejé y le metí los dedos mientras que le chupaba el culo al mismo tiempo y empezó con los gemidos, ya no podía mantenerse en cuatro, las rodillas y piernas las tenía débiles y empezó a expulsar ese líquido transparente desde la vagina, aproveché y la monté nuevamente a cogerla la cola y veía que cada embestida le hacía presión y largaba un chorro más fuerte.
Ella sola con las piernas debilitadas y temblando como una hoja quedó tendida en el piso. Yo seguía con todas las energías así que la levanté del suelo, la agarré desde la cola y le hice upa. Ella se abrazó a mi cuerpo con sus piernas y la apoyé contra la pared. Empecé a metérsela por el culo de esa forma y veía que sus ojos se iban hacia atrás, los gemidos continuaban y fue lo que al final me terminó haciendo acabar. – Acabame... dentro... la cola. – atinó a decirme entre gemidos y suspiros. La bajé delicadamente, la puse en cuatro contra mi cama y fueron las últimas embestidas hasta sentir que acababa.
Jamás había hecho algo así antes, mi pija se hinchaba con cada chorro de semen inyectado en ese precioso culo. Se la saqué lentamente y veía que quedaban gotitas que me las limpié pasándome el glande en el borde del agujerito de su culo que estaba abierto como nunca antes. Ella seguía en esa posición, veía como su cuerpo se inflaba con cada bocanada de oxígeno, las piernas abiertas debilitadas, el culo abierto y un poquito de leche volcando desde dentro. Por momentos, pensé que le había pasado algo pero estaba descansando.
Vi que se movió lentamente, gateaba como una gatita con la cola empinada para que no se le cayera la leche de adentro. Inclinó un poco la cola poniendo la mano debajo de su ano esperando la caída de toda la leche. Se le embadurnó la mano en semen que rápidamente se metió en la boca y se lo tragó saciándose la sed de lechita. Se pasó la lengua por cada rincón entre los dedos y se pasó la mano por el ano, su cara de sorpresa por lo abierto que lo tenía fue impagable. Se acercó a mí y me abrazó, fue otra gran y hermosa cogida con todos los detalles, junto al más importante. – Bueno, dejé de ser totalmente virgen. – me dijo riendo.
Sábado, 4 de abril de 2015 • 10:19
Después de una noche de total descanso y una cena tranquila. Estuvimos como si nada hubiese ocurrido y ya era hora de despedirse. Nos quedamos juntos en la entrada de casa charlando sobre cuando podía llegar ser la próxima vez que nos veamos. – Que no te parezca raro que algún día venga solita a visitarte. – me dijo riéndose. Nos volvimos a dar el último beso y esperamos a que los demás vinieran.
La saludaba desde la camioneta y veía que se alejaba hasta doblar en la esquina. Pasé la mejor semana de mi vida, esperaba no extrañarla tanto. Por lo menos seguíamos las charlas por celular. Ya en mi habitación, la toalla seguía en su lugar, húmeda. Le levanté y la dejé en el cesto de la ropa sucia y en una de las manijas del ropero había una nota colgando de un hilo: "Te dejo este recuerdo, total no voy a usarlo con otra persona que no seas vos. Miles de besos." Y al abrir el cajón estaba el conjunto completo que había usado el día anterior y la botella con lo que restaba del aceite.
– Espero poder darle un uso en el futuro... –
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11 comentarios - • [2/2] Conocí a mi nueva tía.