Después de un tiempo, me decidí a contar una experiencia que tuve hace un par de años. Dado que soy lector asiduo de este sitio, me pareció un buen lugar para exponer mi vivencia, quizás un tanto particular para mi.
Permítanme presentarme: mi nombre es Julián, soy ingeniero de sistemas informáticos, tengo 35 años en la actualizad (33 cuando me sucedió esto que voy a narrar), estoy casado y con dos chicos. Soy de estatura mediana, pálido como muchos que trabajamos a la luz artificial todo el día, y, lamento decirlo, algo pasado de peso por la vida sedentaria. Sexualmente siempre me definí como hetero, pero...bueno, no me quiero adelantar al relato.
Esto me pasó cuando estaba iniciando una empresa propia, luego de trabajar por cuenta de otros unos años. Este nuevo emprendimiento me hacía viajar fuera de mi ciudad (Rosario) hacia pueblos y ciudades de la periferia, no muy alejados. A veces iba a Villa Constitución, Chabas, Casilda, San Nicolás, y algunas veces (mas escasas estas) a Buenos Aires. Por lo general iba y volvía en el día, aunque me ha pasado un par de veces de tener que quedarme a pasar la noche en otra ciudad, por problemas de paro de transporte o de un camino cortado.
Justamente la noche de mi relato fue una noche que había viajado a San Nicolás por trabajo. Ese día, como siempre, llevaba dinero de sobra para tomarme los colectivos de ida y vuelta, comer allá algo y además un extra por las dudas, si, como otra vez me había pasado, me tenía que quedar a dormir. No me gustaba utilizar tarjetas de crédito, así que no la llevaba en mis viajes. Quizás una grave imprudencia, pero todos tenemos alguna peculiaridad.
Pero pasó que a una chica de la empresa a la cual asistía (que le tenía unas ganas bárbaras, pero con pocas esperanzas dado tanto mi estado civil como mi estado físico), le robaron la cartera. Llorando a mares, Lucrecia (así se llamaba), apoyó contra mi persona sus 60 kgs y 1,60 de estatura (tan bien distribuidos esos kilos que aún hoy me acuerdo y se me pone la piel de gallina), y yo me apresuré a consolarla:
-No te preocupes, Lu, yo algo de dinero tengo-le dije, para ganarme su estima, ya imaginando un escenario digno de película porno o de relato erótico: Lu se tiraría agradecida contra mi, y pasaríamos la noche entera cogiendo como conejos en la cama de su casa sin parar...
-Hay!! Gracias, Gordi!!! Hoy salgo con mi novio y le quería comprar un regalo!! La próxima que vengas te lo devuelvo!!-gritó, contenta, sacudiéndose las lágrimas. Yo, con el shock de la decepción encima mío, saqué la billetera y le di unos billetes, ni los conté (de boludo nomás). Me dio un flojo besos en la mejilla y se fue casi corriendo a contarle a sus compañeras. Resultó ser (me enteré después) que el novio era el hijo del dueño de la compañía. La vi irse con envidia y algo de bronca por ser tan calentón y pelotudo, con una media erección por todavía sentir el perfume de ella contra mi piel, su calor y mi fantasía quemándome el cerebro.
Me quedé caliente toda la tarde, y cuando salí (tarde, entrada la noche), todavía estaba caliente, a pesar de la lluvia que caía y me empapaba. Ni paraguas tenía, y para colmo de males, la vi a Lucrecia pasar por enfrente del laburo subida a un Audi (del hijo del jefe), contenta con unas bolsas de compras (con mi guita!). Me saludó con la mano. Estaba divina la hija de puta.
Me fui puteando todo el camino hasta la estación de ómnibus de San Nicolás. No quedaba tan lejos y no quería llamar a un remise por pocas cuadras.
Apenas llegué a la terminal, me enteré por las conversaciones de la gente, pero no quise darme cuenta del todo y fui a la boletería:
-Un pasaje a Rosario, por Autopista.-le dije al muchacho de la boletería.
-Nada,-me dice el muchacho,-todo cerrado por la lluvia. Creció mucho el Pavón, sabe? Tanto que cerraron la ruta y la autopista.-me comentó, con una mirada perdida y quizás hastiado de repetir esa frase muchas veces a todos los que iban allí.
-Y cuando abrirán? -pregunté, desconsolado.-Y, antes de mañana seguro que no. Si para algo la lluvia.-me dice.
Me mande una puteada padre, y me fui a sentar a un banco. La llamé a mi señora, y le dije que no me esperara, que me tendría que quedar en un hotel. -Bueno, bichi, suerte.-me dijo, con los gritos de los nenes de fondo. Mis dos hijos tenían seis meses uno y el otro tres años, así que competían entre si para ver quien hacía mas quilombo. Todavía dormían los dos con nosotros, así que imaginen nuestra vida sexual...nula. Esa también era una fuerte razón para haber caído tan fácil en la boludez de darle mi dinero a una mina que ni bola me daba...
Saqué la billetera, para contar cuanto me quedaba, después de acordarme de Lucrecia y el episodio de la tarde...y tuve que largar otra puteada! Me quedaban 50 pesos nada mas...suficiente para un pasaje de colectivo y un sándwich en el bar de la terminal, pero para nada podría pagar un hotel esta noche.
Que mierda hacía? No la quería llamar a mi mujer y tener que explicarle que le había dejado 800 mangos (que era lo que me faltaba) a una mina de la empresa (para que se lo patinara con el novio que encima estaba lleno de guita). Era demasiado humillante.
Y bueno,-pensé,-me quedaré acá en el bar haciendo tiempo hasta que se abran las rutas...
Me fui al bar, me compré un café con leche y un sándwich (chau 25$), y me lo tomé con mucha calma, mientras leía algo de ciencia ficción. Siempre llevo un libro (Mundo Anillo era el elegido esta vez).
No serían las 10 de la noche, cuando se me acerca el mozo:-Señor, estamos cerrando.-me dice.
-A las 10???-digo, mirando la hora sorprendido.-Si, es que fíjese: no hay nadie casi, la mayoría se fue y están las rutas cerradas.-Me aclara, con una mueca de conmiseración en la cara.
No podía hacer mucho, así que me levante y me senté a leer en uno de los bancos de sillas múltiples en la Estación. Era cierto, no había casi nadie e incluso un par de los puestos de ventas de pasajes estaban cerrando.
Me puse a leer, intentando que la historia me atrapase lo suficiente para que ocho o doce horas se conviertan en una.
-Che, que buen libro.-escucho una voz al lado. Un muchacho joven y flaco, no tendría mas de veinticinco, se me sentó al lado. Alto lo vi, de pelo bien negro, ojos claros. Francos los ojos, me vino a la mente. Lindo, pensé con algo de culpa.
-Si, un groso Niven.-le dije.-A mi también me gusta la ciencia ficción, loco.-me dice el chico.-Martín es mi nombre.-me extiende la mano.
-Julián, que tal?-Le digo, estrechándosela con la mía. Un apretón fuerte. Era mas fuerte de lo que parecía, así medio fibroso.
-Yo vengo todos los días. Me encanta ver la gente que viene y va.-me dice.-Y vos?
-No, yo estoy esperando para irme a Rosario. Está cortada la ruta.-le contesto.
-See, un garrón.-me responde.
Nos quedamos charlando un rato largo, comparando vivencias. Sabía de ciencia ficción. Me contó que vivía no lejos de la terminal. Le conté un poco de mi vida. Que se yo, hablar al pedo. Me caía bien el chango.
-Uff..me parece que me voy a ir yendo,-me dice-me tengo que bañar todavía.-
-Si, claro, claro.-le digo, yo bastante caído con la perspectiva de pasar solo todo el rato que quedaba.
-Loco, porque no te venís a casa? Tomamos un café y se pasa mas rápido la noche.-me suelta, de sopetón.
-Noo, no puedo!-le dije, las convenciones sociales ganándole a mi aburrimiento.-Como podría? No te puedo dejar sin dormir toda la noche sólo para que me hagas compañía!-agrego después.
-No pasa nada! Cada tanto me quedo toda la noche despierto boludeando. Dale! Así seguimos la charla.-agrega.
Y acepté. Cierto, la casa no quedaba my lejos. Corrimos un poco bajo la lluvia, y llegamos. Una casa de pasillo, al fondo. Grande, algo vacía de muebles. Esas casas antiguas de techos altos, que las habitaciones dan todas a un patio central. Este estaba cubierto con un techo de fibra de vidrio, para no mojarse cuando iba al baño.
-Linda casa.-le dije.-Nahh, es una cosa de nada. Me la dejó mi vieja cuando se fue al otro lado.-me dijo, mientras me tiraba una toalla y se sacaba la remera para secarse. La puta madre, pensé, quien tuviera esos abdominales y esos músculos! No pude dejar de admirar el físico de Martín: parecía esculpido el pibe.
Algo debe haber notado, porque me miraba y se sonreía: -No te secás bien? Sacate la ropa y sécate!-No, me da cosa.-le dije, y me reí con vergüenza mientras me secaba por encima con la toalla.
Preparó un café y lo sirvió, y charlamos un buen rato. Yo había terminado mi café hacía rato, y el tenía el café frío en la taza, cuando se levanta y de un torpe movimiento con el brazo, me tira la taza de café encima.
-Uyy!! Disculpá, loco! Se me cayó!!!-me dijo, mientras agarraba un trapo para limpiarme un poco. Se me había caído café en el pantalón y en la camisa.
-No...todo bien, fue un accidente.-le digo.
-Sacate la ropa que la lavo ya! Así no se te ensucia.-me dice.-No, no, dejá.-No, fue culpa mía, dejame.
Y me empezó a sacar la camisa, yo con mucha vergüenza. No quería que viera mi cuerpo fofo, pero no tenía muchas opciones: ya estaba pegajoso por el café azucarado.
Me dice, cuando termino:-Pegate un baño así se te sale el café.-
Yo estaba entre medio excitado y con un miedo bárbaro. Toda la situación era a la vez atemorizante (nunca había ido a la casa de un desconocido) y excitante. Nunca antes había mirado a un tipo y había pensado que era lindo. Pero era lindo Martín. Casi afeminado en sus formas de hacer, pero bien masculino en su cuerpo. Era raro para mi pensar eso. Me sorprendí viendo mi erección en esos momentos. Y Martín también la vio.
-Dale, bañate así lavo esto y mañana ya lo tenés listo. No vas a tener vergüenza, no? Estamos entre hombres!-me dijo, riendo.
-Ok. Me baño. Gracias!-le dije, y me metí al baño. Un baño lindo, grande. No tenía calefón en la casa, sólo uno eléctrico en el baño.
Me empecé a enjabonar, y me estaba lavando la cabeza, cuando siento a alguien que entra. Me asusté, pero mi pija se endureció como nunca.
-Uyy! Perdón!-dije-Que pasó?-pregunté, asustado, tratando de limpiarme el jabón de los ojos y cubrirme un poco.
-No, nada,- me dice Martín.-pasa que tengo que aprovechar y bañarme porque se gasta el agua caliente. No hay drama, no?-me dice mientras me mira fijo, y se enjabona.
-Nnnooo, claroo, nooo.-le digo, tartamudeando.
Ahí siento que también el estaba empinado. Sentí su verga contra mi panza. Miré para abajo y la vi: grande, venosa. Nunca había pensado que me gustaría tanto una poronga.
-Tocala.-me dice, sonriendo.
-Nooo...-le decía, pero mi boca se empezó a hacer agua.
-Dale...un poquito nomás.-y me agarró la mano y la llevó a su pija. Lo dejé hacer. Era grande, sin exagerar. Creo que medía mas de veinte centímetros y alcanzaba a cerrar la mano a su alrededor pero justito.
-Pajeala despacito.-me ordenó, suave, y yo le hice caso. Comencé a mover mi mano arriba y abajo, gozando el tacto extraño de tener una pija en la mano que no sea la mía. Ni lo sentí cuando empezó a recorrerme despacio el cuerpo con sus manos, como enjuagándome el jabón.
-Dale, Juli,-me dice,-Probala.
No quería, pero me agarró la nuca suavemente pero con firmeza, y me llevó para abajo. Yo me dejé hacer. Estaba en otro mundo, no era yo, que se yo cuantas excusas pasaban por mi cabeza.
Abrí la boca despacio y le pegué una lengüetada. Sabía a frutillas, como el jabón de Martín. Me empujó mas abajo, y me tragué la cabeza entera. Ahí directamente mi mente se fue a la mierda. Varios meses sin ponerla, mas lo de esta tarde, y el morbo de hacer algo prohibido, hicieron que estalle. Comencé a chuparle la pija como si mi vida fuera en eso, sin mucha técnica pero con muchas ganas. Martín no hablaba, gemía solamente y acompañaba el vaivén de mi cabeza con su mano sobre mi nuca, pero innecesariamente. Ya ni siquiera ponía una resistencia figurada, sólo chupaba y chupaba. Subía y bajaba, saboreaba cada parte de la
pija que estaba delante mío. La sacaba de mi boca y la agarraba por la base, le chupaba un huevo y seguía de nuevo con la cabeza.
-Así, así.-me decía, y lo sentí agarrarme con todas sus fuerzas mientras un espasmo le recorría el cuerpo. Sentí el chorro de leche caliente en la boca, y me quise salir por instinto, pero me apretaba fuerte, y me lo tuve que tragar o me ahogaba.
-Seeeee...así...!!!-gritó. No paraba de acabar, no se cuanta leche me tragué en ese momento, pero era mucha. Y seguía yo recaliente.
Me levantó, me acarició todo, me puso de espaldas. Me pasó la mano por el culo, me acarició mi agujerito, me metió los dedos. De a poco, con agua, fueron entrando. Yo estaba a mil. Quería que me la ponga o ponerla o algo.
Me agarró de la nuca de nuevo, y me sacó de la ducha. -Vamos a la cama.-dijo, con voz ronca de la excitación. -Siii...-dije yo con voz que me pareció casi afeminada.
Me tiró en la cama boca abajo y con fuera me separó los cachetes del culo y me empezó a lamer. Uff...era el paraíso. Nunca me lo habían hecho...ni sentía los dedos entrar y salir, ni el lubricante que me mandaba. Mi pija parada rozaba la cama, y estaba caliente como nunca.
-Relajáte.-me dijo, y miré para atrás. Me tomó de la cintura, me levantó hacia él, y con la otra mano puso un par de almohadas bajo mi panza.
-No, no...-atiné a decir, pero era tarde: ya apoyaba la cabeza de su poronga en mi agujero, y se abría paso lentamente, ayudado por el lubricante.
-Me duele, me duele!!-dije.
-No seas puto, bancátela.-me dijo, y me mandó la pija al completo. Dejé de respirar directamente. El, sabiendo, se quedó quieto, y esperó a que se me pasara el dolor. Cuando me vio que respiraba de nuevo, y que me relajaba un poco, empezó despacio un mete y
saca. Sentía su verga enorme dentro mío entrar y salir. Mi pito se había achicado al tamaño de un maní con el dolor, pero de a poco, sentía como empezaba a crecer de nuevo, mientras el dolor daba paso al placer. Despacio, despacio, me la metía y la sacaba, tirando lubricante en su pija y en mi culo.
Al rato, ya estaba caliente por demás otra vez. Sentía el culo abierto pero taponado por esa barra dura de carne que me taladraba sin cesar. Empezó a acelerar el ritmo, y yo comencé a gemir de placer como una perra. Me sentía en el cielo, y no pensaba en nada mas que en esa pija que incesante se movía dentro mío.
-Uff, acabo, acabo...-me dice Martín, y lo sentí tirar otra vez chorros de leche dentro mío, pero esta vez dentro de mi culo. Yo quise tocarme para acabar, pero antes de que pudiera, sólo el sentir esos golpes de semen dentro mío, acabé sobre las almohadas que había puesto debajo de mí.
Uff. Que buen polvo.-Me dijo, tirado arriba mío. Yo me di cuenta que su pija se achicaba, y salía. -Tengo que ir al baño ya!-le dije, y salió de encima mío riéndose.
Fui al baño, pero nada. Me lave en el bidet, y me atreví a pasar la mano por mi ano. Abierto en flor parecía. Medio me asuste un poco, pero estaba tan agotado por la cogida que me pegó Martín que no dije nada. Volví a la cama y me tiré, cansado a mas no poder. Satisfecho también. Había largado leche por demás, y estaba contento y con esa modorra que nos agarra después de una buena garchada.
-Quedate a dormir. Mañana te pegás un baño y te vas.- me dice Martín. Yo, somnoliento, asiento y me duermo.
Empecé a soñar, y soñé con Martín. En mi sueño hablaba con otro, y hablaban de cogerme. Me desperté, con la pija a full contra la cama, y lo vi a Martín y a otro pibe, mas grandote, mas gordo, al lado. Los dos en bolas y tocándose la pija.
(Continuará...)
Permítanme presentarme: mi nombre es Julián, soy ingeniero de sistemas informáticos, tengo 35 años en la actualizad (33 cuando me sucedió esto que voy a narrar), estoy casado y con dos chicos. Soy de estatura mediana, pálido como muchos que trabajamos a la luz artificial todo el día, y, lamento decirlo, algo pasado de peso por la vida sedentaria. Sexualmente siempre me definí como hetero, pero...bueno, no me quiero adelantar al relato.
Esto me pasó cuando estaba iniciando una empresa propia, luego de trabajar por cuenta de otros unos años. Este nuevo emprendimiento me hacía viajar fuera de mi ciudad (Rosario) hacia pueblos y ciudades de la periferia, no muy alejados. A veces iba a Villa Constitución, Chabas, Casilda, San Nicolás, y algunas veces (mas escasas estas) a Buenos Aires. Por lo general iba y volvía en el día, aunque me ha pasado un par de veces de tener que quedarme a pasar la noche en otra ciudad, por problemas de paro de transporte o de un camino cortado.
Justamente la noche de mi relato fue una noche que había viajado a San Nicolás por trabajo. Ese día, como siempre, llevaba dinero de sobra para tomarme los colectivos de ida y vuelta, comer allá algo y además un extra por las dudas, si, como otra vez me había pasado, me tenía que quedar a dormir. No me gustaba utilizar tarjetas de crédito, así que no la llevaba en mis viajes. Quizás una grave imprudencia, pero todos tenemos alguna peculiaridad.
Pero pasó que a una chica de la empresa a la cual asistía (que le tenía unas ganas bárbaras, pero con pocas esperanzas dado tanto mi estado civil como mi estado físico), le robaron la cartera. Llorando a mares, Lucrecia (así se llamaba), apoyó contra mi persona sus 60 kgs y 1,60 de estatura (tan bien distribuidos esos kilos que aún hoy me acuerdo y se me pone la piel de gallina), y yo me apresuré a consolarla:
-No te preocupes, Lu, yo algo de dinero tengo-le dije, para ganarme su estima, ya imaginando un escenario digno de película porno o de relato erótico: Lu se tiraría agradecida contra mi, y pasaríamos la noche entera cogiendo como conejos en la cama de su casa sin parar...
-Hay!! Gracias, Gordi!!! Hoy salgo con mi novio y le quería comprar un regalo!! La próxima que vengas te lo devuelvo!!-gritó, contenta, sacudiéndose las lágrimas. Yo, con el shock de la decepción encima mío, saqué la billetera y le di unos billetes, ni los conté (de boludo nomás). Me dio un flojo besos en la mejilla y se fue casi corriendo a contarle a sus compañeras. Resultó ser (me enteré después) que el novio era el hijo del dueño de la compañía. La vi irse con envidia y algo de bronca por ser tan calentón y pelotudo, con una media erección por todavía sentir el perfume de ella contra mi piel, su calor y mi fantasía quemándome el cerebro.
Me quedé caliente toda la tarde, y cuando salí (tarde, entrada la noche), todavía estaba caliente, a pesar de la lluvia que caía y me empapaba. Ni paraguas tenía, y para colmo de males, la vi a Lucrecia pasar por enfrente del laburo subida a un Audi (del hijo del jefe), contenta con unas bolsas de compras (con mi guita!). Me saludó con la mano. Estaba divina la hija de puta.
Me fui puteando todo el camino hasta la estación de ómnibus de San Nicolás. No quedaba tan lejos y no quería llamar a un remise por pocas cuadras.
Apenas llegué a la terminal, me enteré por las conversaciones de la gente, pero no quise darme cuenta del todo y fui a la boletería:
-Un pasaje a Rosario, por Autopista.-le dije al muchacho de la boletería.
-Nada,-me dice el muchacho,-todo cerrado por la lluvia. Creció mucho el Pavón, sabe? Tanto que cerraron la ruta y la autopista.-me comentó, con una mirada perdida y quizás hastiado de repetir esa frase muchas veces a todos los que iban allí.
-Y cuando abrirán? -pregunté, desconsolado.-Y, antes de mañana seguro que no. Si para algo la lluvia.-me dice.
Me mande una puteada padre, y me fui a sentar a un banco. La llamé a mi señora, y le dije que no me esperara, que me tendría que quedar en un hotel. -Bueno, bichi, suerte.-me dijo, con los gritos de los nenes de fondo. Mis dos hijos tenían seis meses uno y el otro tres años, así que competían entre si para ver quien hacía mas quilombo. Todavía dormían los dos con nosotros, así que imaginen nuestra vida sexual...nula. Esa también era una fuerte razón para haber caído tan fácil en la boludez de darle mi dinero a una mina que ni bola me daba...
Saqué la billetera, para contar cuanto me quedaba, después de acordarme de Lucrecia y el episodio de la tarde...y tuve que largar otra puteada! Me quedaban 50 pesos nada mas...suficiente para un pasaje de colectivo y un sándwich en el bar de la terminal, pero para nada podría pagar un hotel esta noche.
Que mierda hacía? No la quería llamar a mi mujer y tener que explicarle que le había dejado 800 mangos (que era lo que me faltaba) a una mina de la empresa (para que se lo patinara con el novio que encima estaba lleno de guita). Era demasiado humillante.
Y bueno,-pensé,-me quedaré acá en el bar haciendo tiempo hasta que se abran las rutas...
Me fui al bar, me compré un café con leche y un sándwich (chau 25$), y me lo tomé con mucha calma, mientras leía algo de ciencia ficción. Siempre llevo un libro (Mundo Anillo era el elegido esta vez).
No serían las 10 de la noche, cuando se me acerca el mozo:-Señor, estamos cerrando.-me dice.
-A las 10???-digo, mirando la hora sorprendido.-Si, es que fíjese: no hay nadie casi, la mayoría se fue y están las rutas cerradas.-Me aclara, con una mueca de conmiseración en la cara.
No podía hacer mucho, así que me levante y me senté a leer en uno de los bancos de sillas múltiples en la Estación. Era cierto, no había casi nadie e incluso un par de los puestos de ventas de pasajes estaban cerrando.
Me puse a leer, intentando que la historia me atrapase lo suficiente para que ocho o doce horas se conviertan en una.
-Che, que buen libro.-escucho una voz al lado. Un muchacho joven y flaco, no tendría mas de veinticinco, se me sentó al lado. Alto lo vi, de pelo bien negro, ojos claros. Francos los ojos, me vino a la mente. Lindo, pensé con algo de culpa.
-Si, un groso Niven.-le dije.-A mi también me gusta la ciencia ficción, loco.-me dice el chico.-Martín es mi nombre.-me extiende la mano.
-Julián, que tal?-Le digo, estrechándosela con la mía. Un apretón fuerte. Era mas fuerte de lo que parecía, así medio fibroso.
-Yo vengo todos los días. Me encanta ver la gente que viene y va.-me dice.-Y vos?
-No, yo estoy esperando para irme a Rosario. Está cortada la ruta.-le contesto.
-See, un garrón.-me responde.
Nos quedamos charlando un rato largo, comparando vivencias. Sabía de ciencia ficción. Me contó que vivía no lejos de la terminal. Le conté un poco de mi vida. Que se yo, hablar al pedo. Me caía bien el chango.
-Uff..me parece que me voy a ir yendo,-me dice-me tengo que bañar todavía.-
-Si, claro, claro.-le digo, yo bastante caído con la perspectiva de pasar solo todo el rato que quedaba.
-Loco, porque no te venís a casa? Tomamos un café y se pasa mas rápido la noche.-me suelta, de sopetón.
-Noo, no puedo!-le dije, las convenciones sociales ganándole a mi aburrimiento.-Como podría? No te puedo dejar sin dormir toda la noche sólo para que me hagas compañía!-agrego después.
-No pasa nada! Cada tanto me quedo toda la noche despierto boludeando. Dale! Así seguimos la charla.-agrega.
Y acepté. Cierto, la casa no quedaba my lejos. Corrimos un poco bajo la lluvia, y llegamos. Una casa de pasillo, al fondo. Grande, algo vacía de muebles. Esas casas antiguas de techos altos, que las habitaciones dan todas a un patio central. Este estaba cubierto con un techo de fibra de vidrio, para no mojarse cuando iba al baño.
-Linda casa.-le dije.-Nahh, es una cosa de nada. Me la dejó mi vieja cuando se fue al otro lado.-me dijo, mientras me tiraba una toalla y se sacaba la remera para secarse. La puta madre, pensé, quien tuviera esos abdominales y esos músculos! No pude dejar de admirar el físico de Martín: parecía esculpido el pibe.
Algo debe haber notado, porque me miraba y se sonreía: -No te secás bien? Sacate la ropa y sécate!-No, me da cosa.-le dije, y me reí con vergüenza mientras me secaba por encima con la toalla.
Preparó un café y lo sirvió, y charlamos un buen rato. Yo había terminado mi café hacía rato, y el tenía el café frío en la taza, cuando se levanta y de un torpe movimiento con el brazo, me tira la taza de café encima.
-Uyy!! Disculpá, loco! Se me cayó!!!-me dijo, mientras agarraba un trapo para limpiarme un poco. Se me había caído café en el pantalón y en la camisa.
-No...todo bien, fue un accidente.-le digo.
-Sacate la ropa que la lavo ya! Así no se te ensucia.-me dice.-No, no, dejá.-No, fue culpa mía, dejame.
Y me empezó a sacar la camisa, yo con mucha vergüenza. No quería que viera mi cuerpo fofo, pero no tenía muchas opciones: ya estaba pegajoso por el café azucarado.
Me dice, cuando termino:-Pegate un baño así se te sale el café.-
Yo estaba entre medio excitado y con un miedo bárbaro. Toda la situación era a la vez atemorizante (nunca había ido a la casa de un desconocido) y excitante. Nunca antes había mirado a un tipo y había pensado que era lindo. Pero era lindo Martín. Casi afeminado en sus formas de hacer, pero bien masculino en su cuerpo. Era raro para mi pensar eso. Me sorprendí viendo mi erección en esos momentos. Y Martín también la vio.
-Dale, bañate así lavo esto y mañana ya lo tenés listo. No vas a tener vergüenza, no? Estamos entre hombres!-me dijo, riendo.
-Ok. Me baño. Gracias!-le dije, y me metí al baño. Un baño lindo, grande. No tenía calefón en la casa, sólo uno eléctrico en el baño.
Me empecé a enjabonar, y me estaba lavando la cabeza, cuando siento a alguien que entra. Me asusté, pero mi pija se endureció como nunca.
-Uyy! Perdón!-dije-Que pasó?-pregunté, asustado, tratando de limpiarme el jabón de los ojos y cubrirme un poco.
-No, nada,- me dice Martín.-pasa que tengo que aprovechar y bañarme porque se gasta el agua caliente. No hay drama, no?-me dice mientras me mira fijo, y se enjabona.
-Nnnooo, claroo, nooo.-le digo, tartamudeando.
Ahí siento que también el estaba empinado. Sentí su verga contra mi panza. Miré para abajo y la vi: grande, venosa. Nunca había pensado que me gustaría tanto una poronga.
-Tocala.-me dice, sonriendo.
-Nooo...-le decía, pero mi boca se empezó a hacer agua.
-Dale...un poquito nomás.-y me agarró la mano y la llevó a su pija. Lo dejé hacer. Era grande, sin exagerar. Creo que medía mas de veinte centímetros y alcanzaba a cerrar la mano a su alrededor pero justito.
-Pajeala despacito.-me ordenó, suave, y yo le hice caso. Comencé a mover mi mano arriba y abajo, gozando el tacto extraño de tener una pija en la mano que no sea la mía. Ni lo sentí cuando empezó a recorrerme despacio el cuerpo con sus manos, como enjuagándome el jabón.
-Dale, Juli,-me dice,-Probala.
No quería, pero me agarró la nuca suavemente pero con firmeza, y me llevó para abajo. Yo me dejé hacer. Estaba en otro mundo, no era yo, que se yo cuantas excusas pasaban por mi cabeza.
Abrí la boca despacio y le pegué una lengüetada. Sabía a frutillas, como el jabón de Martín. Me empujó mas abajo, y me tragué la cabeza entera. Ahí directamente mi mente se fue a la mierda. Varios meses sin ponerla, mas lo de esta tarde, y el morbo de hacer algo prohibido, hicieron que estalle. Comencé a chuparle la pija como si mi vida fuera en eso, sin mucha técnica pero con muchas ganas. Martín no hablaba, gemía solamente y acompañaba el vaivén de mi cabeza con su mano sobre mi nuca, pero innecesariamente. Ya ni siquiera ponía una resistencia figurada, sólo chupaba y chupaba. Subía y bajaba, saboreaba cada parte de la
pija que estaba delante mío. La sacaba de mi boca y la agarraba por la base, le chupaba un huevo y seguía de nuevo con la cabeza.
-Así, así.-me decía, y lo sentí agarrarme con todas sus fuerzas mientras un espasmo le recorría el cuerpo. Sentí el chorro de leche caliente en la boca, y me quise salir por instinto, pero me apretaba fuerte, y me lo tuve que tragar o me ahogaba.
-Seeeee...así...!!!-gritó. No paraba de acabar, no se cuanta leche me tragué en ese momento, pero era mucha. Y seguía yo recaliente.
Me levantó, me acarició todo, me puso de espaldas. Me pasó la mano por el culo, me acarició mi agujerito, me metió los dedos. De a poco, con agua, fueron entrando. Yo estaba a mil. Quería que me la ponga o ponerla o algo.
Me agarró de la nuca de nuevo, y me sacó de la ducha. -Vamos a la cama.-dijo, con voz ronca de la excitación. -Siii...-dije yo con voz que me pareció casi afeminada.
Me tiró en la cama boca abajo y con fuera me separó los cachetes del culo y me empezó a lamer. Uff...era el paraíso. Nunca me lo habían hecho...ni sentía los dedos entrar y salir, ni el lubricante que me mandaba. Mi pija parada rozaba la cama, y estaba caliente como nunca.
-Relajáte.-me dijo, y miré para atrás. Me tomó de la cintura, me levantó hacia él, y con la otra mano puso un par de almohadas bajo mi panza.
-No, no...-atiné a decir, pero era tarde: ya apoyaba la cabeza de su poronga en mi agujero, y se abría paso lentamente, ayudado por el lubricante.
-Me duele, me duele!!-dije.
-No seas puto, bancátela.-me dijo, y me mandó la pija al completo. Dejé de respirar directamente. El, sabiendo, se quedó quieto, y esperó a que se me pasara el dolor. Cuando me vio que respiraba de nuevo, y que me relajaba un poco, empezó despacio un mete y
saca. Sentía su verga enorme dentro mío entrar y salir. Mi pito se había achicado al tamaño de un maní con el dolor, pero de a poco, sentía como empezaba a crecer de nuevo, mientras el dolor daba paso al placer. Despacio, despacio, me la metía y la sacaba, tirando lubricante en su pija y en mi culo.
Al rato, ya estaba caliente por demás otra vez. Sentía el culo abierto pero taponado por esa barra dura de carne que me taladraba sin cesar. Empezó a acelerar el ritmo, y yo comencé a gemir de placer como una perra. Me sentía en el cielo, y no pensaba en nada mas que en esa pija que incesante se movía dentro mío.
-Uff, acabo, acabo...-me dice Martín, y lo sentí tirar otra vez chorros de leche dentro mío, pero esta vez dentro de mi culo. Yo quise tocarme para acabar, pero antes de que pudiera, sólo el sentir esos golpes de semen dentro mío, acabé sobre las almohadas que había puesto debajo de mí.
Uff. Que buen polvo.-Me dijo, tirado arriba mío. Yo me di cuenta que su pija se achicaba, y salía. -Tengo que ir al baño ya!-le dije, y salió de encima mío riéndose.
Fui al baño, pero nada. Me lave en el bidet, y me atreví a pasar la mano por mi ano. Abierto en flor parecía. Medio me asuste un poco, pero estaba tan agotado por la cogida que me pegó Martín que no dije nada. Volví a la cama y me tiré, cansado a mas no poder. Satisfecho también. Había largado leche por demás, y estaba contento y con esa modorra que nos agarra después de una buena garchada.
-Quedate a dormir. Mañana te pegás un baño y te vas.- me dice Martín. Yo, somnoliento, asiento y me duermo.
Empecé a soñar, y soñé con Martín. En mi sueño hablaba con otro, y hablaban de cogerme. Me desperté, con la pija a full contra la cama, y lo vi a Martín y a otro pibe, mas grandote, mas gordo, al lado. Los dos en bolas y tocándose la pija.
(Continuará...)
4 comentarios - Una noche en San Nicolás (I) (Gay)