30 de Abril, la tarde anterior al día del trabajador, con mis compañeros de trabajo decidimos hacer un "after office" para recibir festejando el 1 de Mayo. Por supuesto que una celebración iniciada tan temprano culminaría con un grupo de personas totalmente ebrias.
Entre mis compañeros se destacaba Tamara, una mujer de 35 años, recientemente divorciada y con un hijo. Tammy es menuda, trigueña, de pechos pequeños y respingados, y con una colita de muy agradable contorno.
Ya hacía un tiempo que venía concentrado en ella, haciendo un trabajo muy fino, tirando indirectas y tratando de grabar en su subconsciente mis intensiones, este festejo era mi oportunidad y no la iba a dejar pasar.
Unas horas luego de comenzado el día del trabajador, totalmente animados por tantas horas de alcohol, decidimos movernos a un boliche cercano para terminar allí nuestra larga jornada. Desde ese momento comencé a provocar a Tamara con baile, roces y más alcohol para predisponerla a que la noche termine a lo grande.
Cerca de las 3 de la madrugada me acerqué a ella para decirle que ya pensaba retirarme si quería salir conmigo aprovechando que compartíamos el mismo camino de regreso a nuestras respectivas casas; sin sospechar mis verdaderas intenciones ella accedió, y considerando la tranquilidad que reinaba fuera del boliche decidimos caminar en lugar de tomar un taxi.
Todo se acomodaba a la perfección, una buena charla justo antes de llegar a su casa era lo que necesitaba para completar mi misión. Sin embargo algo falló, al llegar a su puerta no obtuve ninguna invitación a pasar para terminar nuestra conversación; todo lo contrario, ella se disponía a despedirse. Viendo mi oportunidad desvanecerse, recurrí a un plan de emergencia, pedir permiso para pasar al baño (justificado en la cantidad de bebida consumida previamente). Tammy accedió generosamente y entramos.
Al salir del baño ella se veía cómoda, bebiendo agua de una botella, y con intenciones de hablar un poco más. Nos sentamos y saqué el tema de su estado sentimental después de su divorcio. Ella había quedado muy marcada por esta situación y se sentía un poco deprimida y con baja autoestima, es por eso que en su confesión, en algún momento sus ojos se cubrieron de lágrimas. Debía decir algo antes de caer en la "friend zone".
- Sos una mujer muy atractiva Tamara, no debés sufrir así por ningún hombre.
Ella asintió.
- Tenés que sacar lo bueno de cada experiencia. Ahora es tu oportunidad para salir como hiciste hoy, divertirte, levantarte algún tipo que te guste -completé-.
- Si, eso trato, pero sé que es un proceso y no me voy a poner bien como por arte de magia. - Dijo una palabra que sería clave para lograr mi fin.
- ¡Jajaja!
Interrumpí sin decir nada más, con la intensión de generar curiosidad.
- ¿De qué te reís?
- Nada. Cuando dijiste magia me recordaste un video que vi. Era un truco un poco picante. ¿Te animás a que te lo haga?
- Mmmmm. ¿Qué será? Bueno.
- Es sencillo, yo voy a anotar en un papel la cantidad de tangas que tenés en tu cajón, si está bien escrito me das un beso, caso contrario yo pago la prenda que se te ocurra.
Convencida de su victoria, mientras pensaba cuál sería la prenda que yo debería cumplir, Tammy aceptó el reto y me acercó un bloc y un lápiz.
Repetí la consigna para que no queden dudas del verdadero desafío y, apenas dejé de escribir, Tamara me arrebató la libreta. Poco duro su seguridad al ver correctamente escrito en el papel la frase "la cantidad de tangas que tenés en tu cajón".
- Jajaja, ¡eso es trampa!
- No, eso es exactamente lo que dije que iba a hacer. Ahora quiero mi beso -exigí mientras me levantaba de la silla y hacía que ella haga lo mismo-.
- Está bien...
Cerró los ojos y se acercó. El beso comenzó en un modesto roce de labios pero inmediatamente después se transformó en uno apasionado y largo.
- ¿Seguimos jugado -pregunté con tono sarcástico-?
El segundo beso lo buscó ella, ahora pegada a mi cuerpo y abrazada con fuerza.
Lo que sucedió después fue increíble, besos y caricias desenfrenados como hacía muchos años no sentía. Una pasión que luego describiríamos como de adolescentes.
¡Lo había conseguido! Aún besándola la guié a su cuarto para comenzar a desnudarla, primero desprendiendo y quitando su camisa; luego, con más piel a la vista, mis labios comenzaron a bajar por su cuello y se detuvieron allí unos segundos, el destino eran sus pequeños pechos, por lo que conduje mis besos hacia ellos. Era el momento de desprender su corpiño y dejar a la vista unos hermosos, oscuros y muy prominentes pezones que devoré con lujuria, su sabor era exquisito.
Después de unos minutos de inmovilidad por el intenso placer que sentía, Tamara reaccionó, quitando con prontitud mi camisa para exigirme nuevos besos franceses, esta vez con nuestros semidesnudos y ardientes cuerpos unidos por sensuales caricias.
Tammy tomó la iniciativa para terminar la tarea de desnudarnos. Desabrochó su pantalón, luego el mío, y mientras se quitaba el suyo, descendió con sus labios recorriendo desde mi pecho hasta mi vientre. Allí se detuvo, arrodillada, dispuesta a hacer suyo a mi miembro totalmente hinchado y deseoso de ser devorado; no tuve que pedirlo, de un tirón bajó mi pantalón junto al bóxer, apenas hizo una pausa para apreciarlo y tomándolo con su mano izquierda lo llevó a su boca e inmediatamente lo tragó hasta su garganta. La sensación fue indescriptible, me hizo temer que poco duraría con ese nivel de excitación, aún así lo disfruté y la dejé seguir. Ella mucho más suelta al notar mi estado comenzó a acariciar la parte posterior de mi pierna izquierda y tímidamente rozar mi cola cada tanto. Luego de un par minutos llevó su mano derecha a mi pene y la izquierda a mis huevos para comenzar a masturbarme mientras seguía chupando frenéticamente. Estaba en la gloria, disfrutaba el juego de sus manos, de su lengua, y también la escena de la tremenda felación que me brindaba; pero ya era momento de actuar nuevamente. Suavemente la detuve y me recosté en su cama.
- Ahora quiero que pongas tu conchita en mi boca mientras seguís chupándome la pija.
- Parece que te gustó mi chupadita -dijo sonriente-.
- ¡Sí! Y ahora quiero devolverte la atención.
Obediente colocó sus rodillas a ambos lados de mi cabeza y acercó su vulva totalmente húmeda a mi boca. En el momento que mis labios besaron los suyos sentí unos de los sabores más adictivos que haya probado en mi vida. No podía hacer otra cosa que degustar ese manjar, deseoso de consumir hasta la última gota de sus jugos. Mi lengua recorría todo el largo de sus labios, se entretenía con su clítoris y regresaba hacia su vagina de una manera descontrolada.
- ¡La puta madre -gimió ella inconscientemente-!
Alternando entre besos, lamidas y fuertes chupadas, impedía que ella continuase con lo que minutos antes hacía. Bajé un poco el ritmo y Tammy entendió lo que yo necesitaba en ese momento, su boca envolviendo mi pija.
Ahora mi placer era doble, mi verga entrando y saliendo de su boca y mi boca disfrutando su abundante néctar.
Pero siempre necesitaba más, por eso la tomé firmemente de las caderas y puse su ano a la altura de mi lengua.
- ¡La puta que lo parió -gritó-!
Sentí cómo su cuerpo se convulsionaba, mientras seguía gimiendo. Me percaté que eso le gustaba mucho, y que si lograba mantenerla de esa manera, esa noche podría hacer todo lo que quisiera.
A la vez mi excitación aumentaba por el hecho de sentir a esta mujer retorciéndose por el movimiento de mi boca, que chupaba su concha y regresaba a tratar de penetrarle el culito con la lengua.
Al cabo de un breve lapso sentí mi chota abrazada por una mano que me pajeaba con locura. Eso me dejó al borde.
- ¡Ahhhhh! ¡Sí -grite-!
Sin dudarlo, se inclinó nuevamente y me dio una chupada final. No pude contenerlo más y estallé dentro de su boca.
- Mmmmmm -suspiró mientras continuaba tragando las últimas gotas de semen que brotaban de mi verga.
Cuando ya no había más leche que sacar, se volteó sonriente y se recostó a mi lado, para volver a nuestros besos adolescentes del comienzo. Y era tal mi calentura que a pesar de haber acabado recientemente mi pija seguía totalmente erguida. Entonces busqué en un bolsillo de mi pantalón una caja de preservativos y rápidamente saqué y me coloqué uno.
Ella estaba acostada boca arriba sonriente, deseosa de lo que venía. Y fue. Me posicioné sobre ella y la besé intensamente mientras arrimaba la pija a su concha. Entró con suma facilidad; casi no la sentía dentro de su vagina completamente empapada. El bombeo fue suave inicialmente y a medida que aumentaba el ritmo de su respiración yo incrementaba la velocidad de mis embestidas.
- ¡Ahhhhhhh! ¡Qué lindo -dijo suspirando-!
- Parece que te gusta. Estás muy mojada.
- ¡Ay! ¡Sí! Estoy muy caliente... ¡Ahhhh!
Estábamos a mil, yo jadeante bombeando con todas mis fuerzas. Ella riendo y gimiendo a la vez, totalmente extasiada.
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Ay la puta que lo parió! ¡Ahhhhhhh!
Fui bajando el ritmo hasta detenerme por completo con mi pija aun dentro de su chorreante conchita. La besé lujuriosamente un poco más y luego bajé a disfrutar de los líquidos que seguían emanando.
Pero esto no podía acabar ahí. Tomé la caja de preservativos y abrí uno de los sobres de gel que traía.
- ¿Qué hacés -preguntó retóricamente-?
- Estoy preparando algo que te va a enloquecer.
- Mmmmmm, pero mirá que mi culito es sólo mío.
- ¿Si? Ya vamos a ver eso -le respondí sin duda alguna de lo que estaba haciendo-... Confiá en mí, sé que a esto lo vas a disfrutar.
- Mmmmm, me gusta la seguridad que tenés al proponerme estas cosas.
Eso era todo lo que necesitaba saber para continuar con mi plan. Coloqué mi dedo medio en la entrada de su culito y comencé a masajear suavemente en círculos, aplicando una leve presión que en pocos segundos daría como resultado el tenerlo todo dentro de su culo. Ese fue el momento para empezar a meterlo y sacarlo lentamente a la vez que preparaba el dedo índice para colarlo en su conchita deliciosamente mojada. En el instante que tuvo mis dos dedos en sus dos orificios volvió a gemir groseramente.
- ¡Ay, la concha...! ¡Cómo me gusta!
Giré mi dedo índice para apoyar la yema sobre su punto G y con el pulgar comencé a masajear su clítoris. Tres dedos le daban placer.
- ¡Ahhhhh! ¡Sí -exclamaba con una expresión de felicidad incontenible en su rostro-!
Esto me animó a continuar el mete y saca de mi mano con más vehemencia, preparando su apetecible culito para lo que vendría. Y al cabo de unos minutos ya no podía esperar más, retiré dulcemente mi mano de la zona, me ubiqué entre sus piernas al tiempo que lubricaba mi miembro con otro sobre de gel. La tomé de la cintura y la elevé hasta la altura justa para apoyar la pija en su dilatado agujero. Mi sorpresa fue mayúscula cuando sentí como ese pequeño orto dejaba pasar mi verga sin ninguna resistencia. Su culito ya era mío.
Ella no mostraba expresión alguna de dolor, todo lo contrario. Aun así fui cuidadoso y mis movimientos eran lentos y pausados; pero a la vez podía sentir alto placer debido a lo apretada que estaba mi pija. Fueron unos minutos de gran deleite para mí. Verla en su totalidad, su vulva brillante con la mezcla de sus jugos y mi saliva, su culito recibiendo pija, sus pequeños pechos y esos pezones bien duritos que apenas se movían con su cuerpo, y la expresión de su rostro lleno de felicidad. Me hubiera gustado estar así por horas, sin embargo estaba en el clímax. Necesitaba una fuerte bombeada para acabar, entonces saqué mi pija y con una mano rápidamente me quite el forro para pajearme ferozmente sobre su vientre, donde derramé todo en un intenso orgasmo que ella siguió con una mirada lasciva.
Ambos estábamos más distendidos. Nos besamos mucho nuevamente y luego nos dimos una ducha con abundantes caricias.
Con Tamara comprendí el concepto de "tener piel". Cogimos ciegamente en el trabajo y en su casa durante un tiempo. Sin embargo no pude disfrutarla mucho más, Tammy conocía a mi esposa y no quería participar en una relación de este tipo...
Entre mis compañeros se destacaba Tamara, una mujer de 35 años, recientemente divorciada y con un hijo. Tammy es menuda, trigueña, de pechos pequeños y respingados, y con una colita de muy agradable contorno.
Ya hacía un tiempo que venía concentrado en ella, haciendo un trabajo muy fino, tirando indirectas y tratando de grabar en su subconsciente mis intensiones, este festejo era mi oportunidad y no la iba a dejar pasar.
Unas horas luego de comenzado el día del trabajador, totalmente animados por tantas horas de alcohol, decidimos movernos a un boliche cercano para terminar allí nuestra larga jornada. Desde ese momento comencé a provocar a Tamara con baile, roces y más alcohol para predisponerla a que la noche termine a lo grande.
Cerca de las 3 de la madrugada me acerqué a ella para decirle que ya pensaba retirarme si quería salir conmigo aprovechando que compartíamos el mismo camino de regreso a nuestras respectivas casas; sin sospechar mis verdaderas intenciones ella accedió, y considerando la tranquilidad que reinaba fuera del boliche decidimos caminar en lugar de tomar un taxi.
Todo se acomodaba a la perfección, una buena charla justo antes de llegar a su casa era lo que necesitaba para completar mi misión. Sin embargo algo falló, al llegar a su puerta no obtuve ninguna invitación a pasar para terminar nuestra conversación; todo lo contrario, ella se disponía a despedirse. Viendo mi oportunidad desvanecerse, recurrí a un plan de emergencia, pedir permiso para pasar al baño (justificado en la cantidad de bebida consumida previamente). Tammy accedió generosamente y entramos.
Al salir del baño ella se veía cómoda, bebiendo agua de una botella, y con intenciones de hablar un poco más. Nos sentamos y saqué el tema de su estado sentimental después de su divorcio. Ella había quedado muy marcada por esta situación y se sentía un poco deprimida y con baja autoestima, es por eso que en su confesión, en algún momento sus ojos se cubrieron de lágrimas. Debía decir algo antes de caer en la "friend zone".
- Sos una mujer muy atractiva Tamara, no debés sufrir así por ningún hombre.
Ella asintió.
- Tenés que sacar lo bueno de cada experiencia. Ahora es tu oportunidad para salir como hiciste hoy, divertirte, levantarte algún tipo que te guste -completé-.
- Si, eso trato, pero sé que es un proceso y no me voy a poner bien como por arte de magia. - Dijo una palabra que sería clave para lograr mi fin.
- ¡Jajaja!
Interrumpí sin decir nada más, con la intensión de generar curiosidad.
- ¿De qué te reís?
- Nada. Cuando dijiste magia me recordaste un video que vi. Era un truco un poco picante. ¿Te animás a que te lo haga?
- Mmmmm. ¿Qué será? Bueno.
- Es sencillo, yo voy a anotar en un papel la cantidad de tangas que tenés en tu cajón, si está bien escrito me das un beso, caso contrario yo pago la prenda que se te ocurra.
Convencida de su victoria, mientras pensaba cuál sería la prenda que yo debería cumplir, Tammy aceptó el reto y me acercó un bloc y un lápiz.
Repetí la consigna para que no queden dudas del verdadero desafío y, apenas dejé de escribir, Tamara me arrebató la libreta. Poco duro su seguridad al ver correctamente escrito en el papel la frase "la cantidad de tangas que tenés en tu cajón".
- Jajaja, ¡eso es trampa!
- No, eso es exactamente lo que dije que iba a hacer. Ahora quiero mi beso -exigí mientras me levantaba de la silla y hacía que ella haga lo mismo-.
- Está bien...
Cerró los ojos y se acercó. El beso comenzó en un modesto roce de labios pero inmediatamente después se transformó en uno apasionado y largo.
- ¿Seguimos jugado -pregunté con tono sarcástico-?
El segundo beso lo buscó ella, ahora pegada a mi cuerpo y abrazada con fuerza.
Lo que sucedió después fue increíble, besos y caricias desenfrenados como hacía muchos años no sentía. Una pasión que luego describiríamos como de adolescentes.
¡Lo había conseguido! Aún besándola la guié a su cuarto para comenzar a desnudarla, primero desprendiendo y quitando su camisa; luego, con más piel a la vista, mis labios comenzaron a bajar por su cuello y se detuvieron allí unos segundos, el destino eran sus pequeños pechos, por lo que conduje mis besos hacia ellos. Era el momento de desprender su corpiño y dejar a la vista unos hermosos, oscuros y muy prominentes pezones que devoré con lujuria, su sabor era exquisito.
Después de unos minutos de inmovilidad por el intenso placer que sentía, Tamara reaccionó, quitando con prontitud mi camisa para exigirme nuevos besos franceses, esta vez con nuestros semidesnudos y ardientes cuerpos unidos por sensuales caricias.
Tammy tomó la iniciativa para terminar la tarea de desnudarnos. Desabrochó su pantalón, luego el mío, y mientras se quitaba el suyo, descendió con sus labios recorriendo desde mi pecho hasta mi vientre. Allí se detuvo, arrodillada, dispuesta a hacer suyo a mi miembro totalmente hinchado y deseoso de ser devorado; no tuve que pedirlo, de un tirón bajó mi pantalón junto al bóxer, apenas hizo una pausa para apreciarlo y tomándolo con su mano izquierda lo llevó a su boca e inmediatamente lo tragó hasta su garganta. La sensación fue indescriptible, me hizo temer que poco duraría con ese nivel de excitación, aún así lo disfruté y la dejé seguir. Ella mucho más suelta al notar mi estado comenzó a acariciar la parte posterior de mi pierna izquierda y tímidamente rozar mi cola cada tanto. Luego de un par minutos llevó su mano derecha a mi pene y la izquierda a mis huevos para comenzar a masturbarme mientras seguía chupando frenéticamente. Estaba en la gloria, disfrutaba el juego de sus manos, de su lengua, y también la escena de la tremenda felación que me brindaba; pero ya era momento de actuar nuevamente. Suavemente la detuve y me recosté en su cama.
- Ahora quiero que pongas tu conchita en mi boca mientras seguís chupándome la pija.
- Parece que te gustó mi chupadita -dijo sonriente-.
- ¡Sí! Y ahora quiero devolverte la atención.
Obediente colocó sus rodillas a ambos lados de mi cabeza y acercó su vulva totalmente húmeda a mi boca. En el momento que mis labios besaron los suyos sentí unos de los sabores más adictivos que haya probado en mi vida. No podía hacer otra cosa que degustar ese manjar, deseoso de consumir hasta la última gota de sus jugos. Mi lengua recorría todo el largo de sus labios, se entretenía con su clítoris y regresaba hacia su vagina de una manera descontrolada.
- ¡La puta madre -gimió ella inconscientemente-!
Alternando entre besos, lamidas y fuertes chupadas, impedía que ella continuase con lo que minutos antes hacía. Bajé un poco el ritmo y Tammy entendió lo que yo necesitaba en ese momento, su boca envolviendo mi pija.
Ahora mi placer era doble, mi verga entrando y saliendo de su boca y mi boca disfrutando su abundante néctar.
Pero siempre necesitaba más, por eso la tomé firmemente de las caderas y puse su ano a la altura de mi lengua.
- ¡La puta que lo parió -gritó-!
Sentí cómo su cuerpo se convulsionaba, mientras seguía gimiendo. Me percaté que eso le gustaba mucho, y que si lograba mantenerla de esa manera, esa noche podría hacer todo lo que quisiera.
A la vez mi excitación aumentaba por el hecho de sentir a esta mujer retorciéndose por el movimiento de mi boca, que chupaba su concha y regresaba a tratar de penetrarle el culito con la lengua.
Al cabo de un breve lapso sentí mi chota abrazada por una mano que me pajeaba con locura. Eso me dejó al borde.
- ¡Ahhhhh! ¡Sí -grite-!
Sin dudarlo, se inclinó nuevamente y me dio una chupada final. No pude contenerlo más y estallé dentro de su boca.
- Mmmmmm -suspiró mientras continuaba tragando las últimas gotas de semen que brotaban de mi verga.
Cuando ya no había más leche que sacar, se volteó sonriente y se recostó a mi lado, para volver a nuestros besos adolescentes del comienzo. Y era tal mi calentura que a pesar de haber acabado recientemente mi pija seguía totalmente erguida. Entonces busqué en un bolsillo de mi pantalón una caja de preservativos y rápidamente saqué y me coloqué uno.
Ella estaba acostada boca arriba sonriente, deseosa de lo que venía. Y fue. Me posicioné sobre ella y la besé intensamente mientras arrimaba la pija a su concha. Entró con suma facilidad; casi no la sentía dentro de su vagina completamente empapada. El bombeo fue suave inicialmente y a medida que aumentaba el ritmo de su respiración yo incrementaba la velocidad de mis embestidas.
- ¡Ahhhhhhh! ¡Qué lindo -dijo suspirando-!
- Parece que te gusta. Estás muy mojada.
- ¡Ay! ¡Sí! Estoy muy caliente... ¡Ahhhh!
Estábamos a mil, yo jadeante bombeando con todas mis fuerzas. Ella riendo y gimiendo a la vez, totalmente extasiada.
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Ay la puta que lo parió! ¡Ahhhhhhh!
Fui bajando el ritmo hasta detenerme por completo con mi pija aun dentro de su chorreante conchita. La besé lujuriosamente un poco más y luego bajé a disfrutar de los líquidos que seguían emanando.
Pero esto no podía acabar ahí. Tomé la caja de preservativos y abrí uno de los sobres de gel que traía.
- ¿Qué hacés -preguntó retóricamente-?
- Estoy preparando algo que te va a enloquecer.
- Mmmmmm, pero mirá que mi culito es sólo mío.
- ¿Si? Ya vamos a ver eso -le respondí sin duda alguna de lo que estaba haciendo-... Confiá en mí, sé que a esto lo vas a disfrutar.
- Mmmmm, me gusta la seguridad que tenés al proponerme estas cosas.
Eso era todo lo que necesitaba saber para continuar con mi plan. Coloqué mi dedo medio en la entrada de su culito y comencé a masajear suavemente en círculos, aplicando una leve presión que en pocos segundos daría como resultado el tenerlo todo dentro de su culo. Ese fue el momento para empezar a meterlo y sacarlo lentamente a la vez que preparaba el dedo índice para colarlo en su conchita deliciosamente mojada. En el instante que tuvo mis dos dedos en sus dos orificios volvió a gemir groseramente.
- ¡Ay, la concha...! ¡Cómo me gusta!
Giré mi dedo índice para apoyar la yema sobre su punto G y con el pulgar comencé a masajear su clítoris. Tres dedos le daban placer.
- ¡Ahhhhh! ¡Sí -exclamaba con una expresión de felicidad incontenible en su rostro-!
Esto me animó a continuar el mete y saca de mi mano con más vehemencia, preparando su apetecible culito para lo que vendría. Y al cabo de unos minutos ya no podía esperar más, retiré dulcemente mi mano de la zona, me ubiqué entre sus piernas al tiempo que lubricaba mi miembro con otro sobre de gel. La tomé de la cintura y la elevé hasta la altura justa para apoyar la pija en su dilatado agujero. Mi sorpresa fue mayúscula cuando sentí como ese pequeño orto dejaba pasar mi verga sin ninguna resistencia. Su culito ya era mío.
Ella no mostraba expresión alguna de dolor, todo lo contrario. Aun así fui cuidadoso y mis movimientos eran lentos y pausados; pero a la vez podía sentir alto placer debido a lo apretada que estaba mi pija. Fueron unos minutos de gran deleite para mí. Verla en su totalidad, su vulva brillante con la mezcla de sus jugos y mi saliva, su culito recibiendo pija, sus pequeños pechos y esos pezones bien duritos que apenas se movían con su cuerpo, y la expresión de su rostro lleno de felicidad. Me hubiera gustado estar así por horas, sin embargo estaba en el clímax. Necesitaba una fuerte bombeada para acabar, entonces saqué mi pija y con una mano rápidamente me quite el forro para pajearme ferozmente sobre su vientre, donde derramé todo en un intenso orgasmo que ella siguió con una mirada lasciva.
Ambos estábamos más distendidos. Nos besamos mucho nuevamente y luego nos dimos una ducha con abundantes caricias.
Con Tamara comprendí el concepto de "tener piel". Cogimos ciegamente en el trabajo y en su casa durante un tiempo. Sin embargo no pude disfrutarla mucho más, Tammy conocía a mi esposa y no quería participar en una relación de este tipo...
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