Hola! Soy Sara, tengo 23 años. Tenía ganas de hacer un relato, así que se los dejo antes de irme a dormir. Que lo disfruten, comenten para saber que tal, tengan compasión, jaja.
En fin, ahí va...
Creo que estuvieron para convencerme dos días seguidos, pero al final accedí a salir. Hacía varias semanas que no ponía un pie en el boliche y en una previa, menos.
Caro, una amiga de la facu, estuvo todo el día hablando de cómo se iba a encarar al pibe que le gustaba. Yo lo conocía pero la verdad no le daba ni dos pesos, se pasaba de tímido el flaco.
Por la noche, después de luchar dos horas para tratar de encontrar que ponerme, me decidí por un short de jean con el que se me asomaban las nalgas y una remerita gris bien ajustada y con un buen escote redondo. No yo sabía por qué me vestía tan trola, pero tenía un vago presentimiento.
Llegué de Caro, a su departamento, ahí iba a ser la previa. Éramos 7 en total, 3 pibes y 4 minas.
Empezamos a tomar, venía tranquila con los tragos, estaba sentada junto al chico que le gustaba a mi amiga, así que nos pusimos a charlar. Descubrimos que teníamos muchas cosas en común: nos gustaban las mismas series, la misma música, los mismos pensamientos sobre la política (y eso que yo odio hablar de política), en fin, parece que logré que se le pasara un poco la timidez.
En un momento, Nacho, uno de los chicos, apagó todas las luces del departamento, y de repente todos se separaron: un par fumando en el balcón, otros dos atrás de la barra y Fede (este chico que le gustaba a mi amiga) y yo, solos, sentados en el sillón.
Seguimos charlando un poco más, él estaba cada vez más cerca y yo de a poco me alejaba, hasta que llegué al borde del sillón y ya no pude moverme, a no ser que me levantara. Federico estiró la mano, la apoyó en mi cara y me besó.
Por un minuto no reaccioné, la verdad hacía tanto que no tocaba otros labios (y él besaba demasiado bien), que me tomó por sorpresa. En ese instante lo que pasó por mi cabeza fue 'Caro está afuera, nos va a ver, se va a enojar, tengo que irme'.
Me paré, dejándolo sentado ahí, pintado, y corrí al baño, como para zafarme. Adentro, me miré en el espejo y me dije '¿qué hacés?'.
Salí de ahí y cuando estaba atravesando el pasillo hasta el living, una mano salió de dentro de una de las habitaciones, en medio de la oscuridad, y tiró de mi hacia adentro.
Era Fede.
Ni siquiera me dió tiempo a hablar, me comió la boca. Ni hice fuerza para separarme, es más, le agarré la cara y me pegué más a él.
Bajó las manos por mi cintura y me agarró la cola con las dos, después me empujó hacia atrás, perdí el equilibrio y caí sobre una cama. En ese momento el cerebro me gritaba 'NO NO NO', pero mi cuerpo no quería lo mismo, respondía a los movimientos de él como si no fuera la primera vez que estábamos juntos.
No tardé ni dos segundos en sacarme el short. Fede ya estaba recorriendo con las manos mis piernas, me sacó los zapatos y me empujó un poco más sobre la cama. Luego empezó a besarme la entrepierna, alternando con lamidas, cada vez más cerca del centro.
Yo comenzaba a volverme loca, deliciosos escalofríos me recorrían el cuerpo cada vez que rozaba con los labios el borde de mi tanga. Se detuvo un momento para sacarse la remera, lo que aproveché, me incliné y le desprendí el pantalón; pude ver que ya la tenía durísima debajo del boxer, así que me senté en el borde de la cama, se lo bajé y comencé a lamérsela, primero, a chuparla después, mientras con una mano lo sostenía firme contra mi y con la otra me ayudaba pajeándolo, sintiendo que la pija me llegaba hasta el fondo de la garganta.
Me la saqué de la boca y tiré de él hacia la cama. Se recostó sobre mi y comenzó a besarme mientras me sacaba la remera y desprendía el corpiño. Con una mano empezó a estimularme un pezón, lo retorcía y acariciaba, mientras tanto el otro pezón estaba dentro de su boca, torturado por su lengua. Y yo más mojada imposible, rogaba que me la metiera ya.
Comenzó a bajar por mi abdomen, sin dejar de besarlo, y literalmente me arrancó la tanga. Empezó a chupármela, su lengua rodeaba mi clítoris, me dejaba a medio camino del orgasmo, y bajaba. Mientras, yo, le agarraba la cabeza, los pelos, no quería que pare, estaba por explotar, no podía creer como mis gemidos no se escuchaban por encima de la música del living.
Por un lado, tenía miedo que mi amiga descubriera que me estaba cojiendo al flaco que le gustaba, por otro, esto a escondidas, tan prohibido, era tremendamente excitante.
Todos esos pensamientos se me borraron de la mente en cuento Fede, de golpe y sin aviso, hundió la pija en mi concha, una, otra y otra vez, sosteniéndome las manos sobre la cabeza.
No tardé mucho en llegar al orgasmos, las piernas y la panza me temblaban y se contraían, pero no quería que él pare, me sentía tan bien...
A los segundos el también terminó, la sacó y me acabó sobre la panza. Luego se acostó rendido al lado mio.
Los dos jadeábamos, nos mirábamos, nos reíamos.
Yo no solía hacer estas cosas, supuse que por su forma de ser, él tampoco.
Mi amiga nunca se iba a enterar de esto...
En fin, ahí va...
Creo que estuvieron para convencerme dos días seguidos, pero al final accedí a salir. Hacía varias semanas que no ponía un pie en el boliche y en una previa, menos.
Caro, una amiga de la facu, estuvo todo el día hablando de cómo se iba a encarar al pibe que le gustaba. Yo lo conocía pero la verdad no le daba ni dos pesos, se pasaba de tímido el flaco.
Por la noche, después de luchar dos horas para tratar de encontrar que ponerme, me decidí por un short de jean con el que se me asomaban las nalgas y una remerita gris bien ajustada y con un buen escote redondo. No yo sabía por qué me vestía tan trola, pero tenía un vago presentimiento.
Llegué de Caro, a su departamento, ahí iba a ser la previa. Éramos 7 en total, 3 pibes y 4 minas.
Empezamos a tomar, venía tranquila con los tragos, estaba sentada junto al chico que le gustaba a mi amiga, así que nos pusimos a charlar. Descubrimos que teníamos muchas cosas en común: nos gustaban las mismas series, la misma música, los mismos pensamientos sobre la política (y eso que yo odio hablar de política), en fin, parece que logré que se le pasara un poco la timidez.
En un momento, Nacho, uno de los chicos, apagó todas las luces del departamento, y de repente todos se separaron: un par fumando en el balcón, otros dos atrás de la barra y Fede (este chico que le gustaba a mi amiga) y yo, solos, sentados en el sillón.
Seguimos charlando un poco más, él estaba cada vez más cerca y yo de a poco me alejaba, hasta que llegué al borde del sillón y ya no pude moverme, a no ser que me levantara. Federico estiró la mano, la apoyó en mi cara y me besó.
Por un minuto no reaccioné, la verdad hacía tanto que no tocaba otros labios (y él besaba demasiado bien), que me tomó por sorpresa. En ese instante lo que pasó por mi cabeza fue 'Caro está afuera, nos va a ver, se va a enojar, tengo que irme'.
Me paré, dejándolo sentado ahí, pintado, y corrí al baño, como para zafarme. Adentro, me miré en el espejo y me dije '¿qué hacés?'.
Salí de ahí y cuando estaba atravesando el pasillo hasta el living, una mano salió de dentro de una de las habitaciones, en medio de la oscuridad, y tiró de mi hacia adentro.
Era Fede.
Ni siquiera me dió tiempo a hablar, me comió la boca. Ni hice fuerza para separarme, es más, le agarré la cara y me pegué más a él.
Bajó las manos por mi cintura y me agarró la cola con las dos, después me empujó hacia atrás, perdí el equilibrio y caí sobre una cama. En ese momento el cerebro me gritaba 'NO NO NO', pero mi cuerpo no quería lo mismo, respondía a los movimientos de él como si no fuera la primera vez que estábamos juntos.
No tardé ni dos segundos en sacarme el short. Fede ya estaba recorriendo con las manos mis piernas, me sacó los zapatos y me empujó un poco más sobre la cama. Luego empezó a besarme la entrepierna, alternando con lamidas, cada vez más cerca del centro.
Yo comenzaba a volverme loca, deliciosos escalofríos me recorrían el cuerpo cada vez que rozaba con los labios el borde de mi tanga. Se detuvo un momento para sacarse la remera, lo que aproveché, me incliné y le desprendí el pantalón; pude ver que ya la tenía durísima debajo del boxer, así que me senté en el borde de la cama, se lo bajé y comencé a lamérsela, primero, a chuparla después, mientras con una mano lo sostenía firme contra mi y con la otra me ayudaba pajeándolo, sintiendo que la pija me llegaba hasta el fondo de la garganta.
Me la saqué de la boca y tiré de él hacia la cama. Se recostó sobre mi y comenzó a besarme mientras me sacaba la remera y desprendía el corpiño. Con una mano empezó a estimularme un pezón, lo retorcía y acariciaba, mientras tanto el otro pezón estaba dentro de su boca, torturado por su lengua. Y yo más mojada imposible, rogaba que me la metiera ya.
Comenzó a bajar por mi abdomen, sin dejar de besarlo, y literalmente me arrancó la tanga. Empezó a chupármela, su lengua rodeaba mi clítoris, me dejaba a medio camino del orgasmo, y bajaba. Mientras, yo, le agarraba la cabeza, los pelos, no quería que pare, estaba por explotar, no podía creer como mis gemidos no se escuchaban por encima de la música del living.
Por un lado, tenía miedo que mi amiga descubriera que me estaba cojiendo al flaco que le gustaba, por otro, esto a escondidas, tan prohibido, era tremendamente excitante.
Todos esos pensamientos se me borraron de la mente en cuento Fede, de golpe y sin aviso, hundió la pija en mi concha, una, otra y otra vez, sosteniéndome las manos sobre la cabeza.
No tardé mucho en llegar al orgasmos, las piernas y la panza me temblaban y se contraían, pero no quería que él pare, me sentía tan bien...
A los segundos el también terminó, la sacó y me acabó sobre la panza. Luego se acostó rendido al lado mio.
Los dos jadeábamos, nos mirábamos, nos reíamos.
Yo no solía hacer estas cosas, supuse que por su forma de ser, él tampoco.
Mi amiga nunca se iba a enterar de esto...
6 comentarios - Las amigas ante todo