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Compendio I
No es algo sencillo lo que quiero relatar hoy. Sinceramente, ha sido un proyecto discreto y agotador que he llevado a cabo un par de meses.
Pero he querido compartir esta experiencia, porque estamos cosechando frutos.
Ocasionalmente, durante la semana libre, le pido permiso a mi esposa para salir con mi vecino Kevin. Salimos generalmente alrededor de las 8 de la noche y vamos a algún restaurant con barra para conversar.
Rara vez, escogemos el mismo local de manera seguida, porque el tema a tratar es bastante delicado.
Yo ordeno mi acostumbrado jugo de durazno, mientras que mi compañero se toma una pinta de cerveza.
Una vez que nos sentimos en confianza, sacamos el tema de conversación de todas estas reuniones: su esposa Fio.
Para él, Fio se volvió la chica sus sueños: Con sus 25 años; su 1.67m de estatura; su complexión delgada; cabello liso negro, largo y resplandeciente hasta la altura de sus hombros; unos intensos ojos negros vivos y achinados, que cuando se siente lujuriosa, le dan un aire de cazadora aborigen o loba salvaje en celo; unos labios finos y delgados, pero a diferencia de los inocentes labios de mi esposa, los de Fio son sugerentemente animosos a recibir un pene para probar, junto con una lengua juguetona; una nariz pequeñita y puntiaguda; un enorme par de pechos, una cintura ancha y unas nalgas de lujo, que parece la fusión entre Pamela y Amelia.
Resulta difícil creer que hasta que un poco más de un año atrás, fuera una inocente, enamorada y fiel esposa de mi vecino, con una insatisfacción sexual latente.
Ahora, para angustia de mi vecino, ha cambiado radicalmente: Se viste de una manera más seductora, manteniendo su aura de “inocencia e ingenuidad”, pero a la vez, exhibiéndose de una manera más abierta a otros hombres.
Realmente, es un suplicio para él llevarla de compras al supermercado, al centro comercial o a cualquier tienda.
Por lo general, viste prendas cortas y reveladoras (casi olvidando completamente su condición de mamá), con las cuales no duda en cautivar la atención de vendedores, cajeros, guardias y otros compradores, ya que de alguna manera logra exhibirse “de manera accidental”, ya sea mostrando su seductor trasero al agacharse sin doblar las rodillas para escoger las provisiones en los anaqueles inferiores; deslumbrando al vendedor de una tienda de zapatos con su cortísima falda y ropa interior (si es que lleva en esos momentos), al probarse diferentes modelos, pero nunca decidiéndose por algún par o bien, consultar a algún reponedor agachado, doblándose de la cintura y permitiendo que aprecie su delicioso escote.
Muchos de los vecinos le conocen a él, más que nada por su esposa y nunca faltan vendedores que le van a hostigar a su hogar los fines de semana.
Lo que me da más pena es que Kevin ya asume su condición de cornudo, aunque sé que si las cosas fueran un poco más diferentes, sería yo el preocupado por la fidelidad de mi esposa Marisol, porque Kevin es un tipo imponente.
Según me contó, mide 1,92 m. y es bastante corpulento, porque en otros tiempos, fue un jugador de futbol, con ojos celestes, pelirrojo aunque prefiere raparse y un rostro fiero digno de un legionario romano.
Incluso, la naturaleza le otorgó una tremenda víbora de placer, con 22 cm de largo. Pero al parecer, no importa el tamaño de la herramienta, sino el vigor de quien la usa.
La única falla de esa colosal arma es que solamente puede percutir 2 a 3 disparos por ocasión, en comparación con la mía que con suerte rozara los 19 cm., pero puede disparar hasta 6 veces y mantenerse erguida y dura por varias horas.
En su juventud, pensó hacer una carrera deportiva y la ingesta de anabólicos afectó el desarrollo de sus testículos, que son mucho más pequeños que los míos (todavía me lamento no poder olvidar el día que lo descubrimos) y es por ese motivo que el único tema tabú de estas conversaciones es la paternidad de su hijo Scott, ya que durante el tiempo de su concepción, tanto yo como él atendíamos las necesidades sexuales de su mujer.
Convencer a un cornudo asumido a que deje de serlo es una labor titánica. Pero sé que si no lo hago, él no irá por su propia cuenta al psicólogo y ha sido tan frustrante, que en 2 ocasiones me he agarrado a bofetones con él.
Según su perspectiva, es mucho más fácil que yo satisfaga a su esposa y que posteriormente, él llegue a casa para terminar de complacerla.
El problema es que yo no amo a Fio y tengo una mejor relación en casa con Marisol y con Lizzie, por lo que no deseo involucrarme.
Además, Kevin no es un cornudo de los que disfruten de la promiscuidad de su mujer o la asuman con resignación.
Lo que me ha preocupado de su mirada es que cada acto de infidelidad lo va desgastando emocionalmente y temo porque algún día tome una decisión extrema.
“¡No he tocado a mi mujer en un mes!” me confesó en una oportunidad, sonriendo tristemente ante mi cara de sorpresa.
La situación le ha emasculado a tal punto, que decía “tener miedo de tocar a Fio”, con tal de no hacerle enojar. Y es que sinceramente, Marisol, no creía que existiera un infierno más oscuro que no amarte durante una semana.
Sin embargo, igual he sucumbido un par de veces a sus encantos (la última fue unos 3 meses atrás, la primera vez que Marisol se besuqueaba con su compañera y me metí con Fio mientras ella jardineaba en el patio. Curiosamente, mi vecino nos observó y después, también le tocó disfrutar bajándole la calentura a su mujer).
El tratamiento que le he dado a la situación empezó desde mayo, para el cumpleaños de mis pequeñas. Llevé a Kevin a una tienda de artilugios sexuales y le compré unos consoladores para que los usara con Fio.
Sin embargo, mi amigo estaba tan emasculado, que ni siquiera se atrevía a tocar a Fio, por temor a decepcionarla sexualmente.
Posteriormente, le tocó el viaje a Melbourne y Fio debió hospedarse en casa, con Marisol y Lizzie. En esa oportunidad, mi esposa reprendió la actitud descuidada de Fio con Scott, ya que salía con y la visitaban sus amantes, sin preocuparse del bienestar de su hijo y a partir de entonces, “volvió a ser fiel”.
Por ese motivo, le empecé a aconsejar a mi amigo. La relación que tengo con Fio es netamente calentura y durante nuestra primera “sesión” le expliqué cómo fui corrompiendo a su esposa, cuando le enseñaba a cocinar.
Sorpresivamente, Kevin se fue calentando por mi relato y me resultó bastante vergonzoso al momento de retirarnos, ya que mi compañero portaba una erección considerable, motivo por el que decidimos posteriormente cambiar de locales.
No obstante, aunque pensé que esa experiencia resultó un fracaso rotundo, Kevin me contactó el lunes por correo, pidiéndome que volviéramos a vernos.
Con cierta incredulidad, asistí y lo que mi vecino tenía que contarme me dejó perplejo.
Esa noche, mis comentarios sobre las cosas que le hice a Fio durante el embarazo de mi esposa lo pusieron tan caliente, que empezó a masturbarse discretamente, mientras dormía con su mujer.
Esta se despertó bastante sorprendida al ver a su marido en esa actitud y por primera vez, en mes y medio de abstinencia, le preguntó si podía hacerle algo para aliviar su tensión.
Mi amigo, deseoso por revivir mi experiencia, le pidió una mamada, que Fio complacientemente le dio.
Según me contó, su esposa fue bastante prolija y dedicada con su enorme herramienta: abrió la boca y la metió hasta la mitad, buscando sus ojos.
Kevin me decía que se la entregaba entera, hasta la base, mientras que Fio contraía sus mejillas hasta marcarse sus hoyuelos.
Mi amigo se sentía en la gloria, ya que ella la atendía como la más experta de las putas. Y no solamente eso, ya que además, tomada completamente por la calentura, se encargaba de sus testículos, algo que le resultaba completamente nuevo, besando y chupando con verdadero afecto sus sacos de esperma, ansiosa por el jugo que tenía que darle.
Kevin me contaba que tuvo que seguir todos mis consejos para no acabar pronto, aunque Fio parecía no querer dejarle en paz, succionando y lamiendo de una manera pervertida y viciosa su enorme falo y aunque trataba de apartarse, para poder contenerse mejor, Fio la tomaba con sus 2 manos y la volvía a asir entre sus manos, manchando parte del sostén rosado que usaba para dormir con sus jugos.
Llegó a tal punto el deseo de su frustrada mujer, que incluso lo metió por debajo del sostén y le hizo un “paizuri” o “cubana” impactante, con ella apretando sus pechos para mantenerlo quieto y lamiendo sin parar su enorme bastón.
Fue entonces que mi amigo no pudo resistir más y amenazaba con acabar. Pero su mujer, interpretando perfectamente la situación, engulló más allá del glande y tuvo una de las acabadas más fuertes de su vida, producto de su extensiva abstinencia sexual.
Fio, sonriente y mucho más satisfecha que las otras veces, le preguntó con curiosidad qué le había pasado y fue entonces que le contó de lo que habíamos charlado.
Aunque a Fio le seguía calentando que yo siguiera pensando en ella, sonreía al escuchar a su marido sobre las cosas que me había hecho que más le habían excitado.
“Bueno… si quieres, las puedo hacer contigo…” le ofreció su esposa.
Y lejos, según él, fue la mejor noche de sexo que tuvo en toda su vida. Aunque la resistencia de mi amigo era mala, Fio se tomó como desafío personal no dejarlo que menguara y dado que a mi amigo aun le quedaban cuantiosas reservas por descargar, hicieron el amor hasta quedar exhaustos al romper la mañana.
Se tomó el día libre y por primera vez en meses, Fio y él se sonreían con complicidad durante todo el día, como nunca lo hicieron cuando recién se casaron.
Por ese motivo, fue ella la que insistió a su marido para que se volviera a juntar conmigo y que según me contaba, ella le estaría esperando en la casa…
Boquiabierto por su experiencia, tuve que confesarle que dejé a Fio porque es sumisa y le gusta que la humillen y denigren.
Al igual como me pasó a mí la primera vez que le dije a mi ruiseñor “puta”, le dije que yo tampoco pensaba eso de mi esposa, pero que a Marisol le gustaba y aunque me dolía más a mí decirle eso, era ella la que disfrutaba bastante.
Cobrando mayor valor y recuperando su antiguo rol de macho, decidió seguir mi consejo.
Al siguiente lunes, otra invitación…
Y así fuimos atacando el problema. Por el momento, tienen 3 días a la semana que hacen el amor y los que más excitan a Fio son los sábados que Marisol y Lizzie juegan conmigo.
Pero entonces, llegó septiembre y nuestro viaje.
Kevin estaba preocupado, porque Fio se sigue calentando más conmigo que con él, pero le insistí que ocupara los consoladores que compramos.
Aún tenía reticencia de atender a su mujer de esa manera, pero yo no tenía más opciones. Por otra parte, dado que Lizzie tiene plantas en su habitación y Fio sigue teniendo “dedos verdes”, le encargué que las cuidara.
Ahora bien, yo soy una persona extremadamente meticulosa con la ropa y uno de mis grandes remordimientos fue olvidar lavar la camiseta deportiva con la que salgo a trotar y fue un pensamiento que me perturbó las 2 semanas durante el viaje.
Cuál fue mi sorpresa al ver dicha prenda no solamente lavada y planchada, pero ubicada en un estante donde yo no pude haberla guardado. Pensé que Lizzie o Marisol la pudieron haber lavado (aunque mi esposa no es muy amiga de la lavadora) y ellas tampoco se acordaban.
Lo dejé como un misterio, pero a la reunión del jueves siguiente, tuvimos un progreso impresionante.
Por las noches, Fio parecía una poseída y atacaba a Kevin de todas las maneras posibles. Habían hecho el amor a través de toda la casa: la cocina, el baño, el living y ella se ofrecía de todas las maneras posibles: por detrás, por la boca, con sus pechos o hacer el amor directamente.
Pero el misterio de la prenda me seguía persiguiendo y por ocio, decidí revisar lo ocurrido en mi casa los días que no estuvimos presentes por el sistema de seguridad.
Los primeros 3 días pasaron con normalidad: Fio aparecía alrededor de las 5 de la tarde, trayendo a Scott en un asiento para bebé, entraba a la habitación de Fio y permanecía ahí unos 20 minutos, para luego marcharse.
Pero el viernes 11, la curiosidad la invadió y en lugar de retirarse tras regar las plantas, pude apreciar que iba a nuestro dormitorio.
Revisaba nuestros muebles, las decoraciones, con completa normalidad, hasta que repentinamente, se detuvo.
Notaba que olía a algo aparentemente desagradable, por la manera de fruncir su rostro, pero que no la dejaba tranquila.
Finalmente, la vi dar con el canasto de la ropa sucia y sacar mi camiseta. La extendió seca y de una manera excitante, empezó a restregársela por su pecho.
No satisfecha con eso, volteó a Scott, se acostó en el borde de la cama, se bajó sus bermudas de mezclilla y pude ver cómo se lamía los dedos de la mano y se tocaba, oliendo mi camiseta.
No podía creer cómo ella se dedeaba frenéticamente y aparentemente, gemía de placer, acariciándose los pechos y enterrando su rostro en mi prenda.
Estuvo así hasta alrededor de las 7, cuando colapsó de lo que parecía ser una infinidad de orgasmos, con mi prenda en su cara como si fuera una compresa fría para la fiebre y quedándose un par de minutos dormida.
Posteriormente, se arregló la ropa, nuestra cama, tomó mi camiseta y la depositó nuevamente en el cesto.
Rápidamente, salté al día siguiente y esta vez, fue distinto. Aunque nuevamente llevaba a Scott a nuestra habitación, lo volteaba hacía la pared, para que no viese a su madre y nuevamente, ocurría lo mismo: se acostaba en la cama, se bajaba los pantalones y se masturbaba por un rato.
Posteriormente, iba a la habitación de Lizzie, donde pasaba unos 5 minutos (comparado con los 20 de los primeros días) y volvía a mi dormitorio, para un repechaje, volviendo a su casa alrededor de las 8.
Así pasó hasta el lunes 14.
El martes 15, me sorprendí al verla tan veraniega y tan temprano: eran las 4 de la tarde y usaba una jardinera con colgantes y zapatillas. Además, aparte de Scott, traía una bolsa.
Lo que ocurrió ese día me puso bastante caliente: nuevamente, volteando a su hijo hacia la pared, que parecía dormir plácidamente, Fio se desabrochó la jardinera, quedando solamente con una tanga delgadísima negra y un sostén del mismo color que cubría solamente sus pezones.
Esta vez, en lugar de oliscar mi camiseta, se la colocó encima y del misterioso bolso, sacó los 2 consoladores que compramos.
(Te pido disculpas, Marisol, porque la idea de inundar tus sentidos se la copié a ella).
De una manera increíble, se metía ambos consoladores por cada agujero con bastante destreza y sus orgasmos eran cuantiosos y potentes, porque la cama entera se sacudía.
Su boca babeaba profusamente y su mirada, entremezcladas con lágrimas y dicha, era la más viva expresión de la excitación.
Finalmente, tras una hora interminable, acabó rendida en la cama, con los fálicos apéndices aun rotando en su interior.
Durmió unos 20 minutos, se levantó y atendió al pequeño Scott, que lloraba muy molesto y con completa naturalidad, le dio pecho casi completamente desnuda, hasta que el pequeñito se volvió a callar.
Después, tomó su ropa y dejando a Scott al lado de la puerta del baño abierta, aparentemente se bañó y se vistió, para tomar una vez más la canasta de Scott y llevarlo definitivamente al dormitorio de Liz, donde tras 10 minutos abandonó la casa, dejando los consoladores en mi cama.
Pero al parecer, su actuación la tarde anterior tuvo su precio. Nuevamente, vistiendo tenidas más delgadas, oliscaba una y otra vez mi camiseta, pero al parecer, ya no tenía mi aroma.
Los siguientes 2 días, como si fuera una méndiga por el aroma, buscó entre mi ropa, mi pijama y lo que quedaba en la cesta, sin mucha suerte.
El viernes 18, para mi gran sorpresa, apareció a las 3 de la tarde. Sin embargo, aunque pensé que haría su rutina de los primeros días, tomó el cobertor de la cama, mi ropa sucia y los llevó hasta el cuarto de la lavadora, donde las lavó y tendió para que se secaran, hasta cerca de las 6 de la tarde.
Incluso, se tomó la molestia de planchar mi ropa sucia y mi camiseta. Como no sabía dónde la guardaba, decidió dejarla sobre el estante de mi ropa.
Los últimos 3 días, al igual que los 2 primeros, solamente se dedicó a regar las plantas en la habitación de Lizzie y volver a su hogar.
Y finalmente, llegamos al día de la fiesta de ascenso de mi vecino.
Kevin ya intuye alguna conexión entre su jefa Sonia y conmigo, dado que provenimos de la misma oficina y del mismo país y también conoce mi genuino interés por su labor, porque es muy probable que tenga que visitarnos y tal vez, trabajar conmigo y con mi querida Hannah en nuestra faena.
Por esa razón, aunque el ascenso oficialmente había salido el viernes 30 de octubre, decidió aplazarlo hasta el lunes 2 de noviembre, para poder agradecérmelo a su manera, cediéndome a su esposa durante las festividades tardías de Halloween.
Fio se había vestido de “Caperucita sexy” especialmente para mí. Sin embargo, esa tarde yo andaba caliente por “Sailor Jupiter” y accedí a verla, sólo para complacerlo.
Pero quería dejar en claro a Fio que lo nuestro ya había pasado y quise llevar a la maravillosa mujer que es mi esposa, para que lo comprendiera gráficamente.
No obstante, ver a esas 2 mujeres me calentó bastante y decidí robarme a la “guerrera de la luna” hasta el baño, donde le hice el amor como mi mujer mencionó.
Antes de despedirme, le hice entrega a mi amigo de la grabación de mi sistema de seguridad y le deseé la mejor de las suertes en su nuevo puesto.
Pero a la mañana siguiente, mi amigo tuvo una grata sorpresa: cuando se iba a bañar, encontró a su esposa, con piernas abiertas, masturbándose con un consolador en el lavabo frente a una mancha blanca.
Al verse sorprendida, Fio le dijo a su marido entre lágrimas:
“¡Ayúdame!”
E hicieron el amor en aquel lugar un par de veces. Los besos, abrazos y caricias revitalizaron una vez más las llamas del joven matrimonio y mi amigo aparentemente empieza a abandonar su rol de cornudo sumiso y a retomar el de macho dominante, con padre considerado por el lado.
Sinceramente, no sé cuánto tiempo podrán mantenerse así. Estos trabajos demandan mucho tiempo y horas y Fio ya ha probado las “frutas prohibidas” de otros hombres, por lo que le he sido muy enfático en que adopté nuevamente su postura machista con la que originalmente le conocí, ya que parece ser la más atractiva para su mujer y le consiga algún pasatiempo, que le haga compartir más con mujeres y su hijo, que con otros hombres (eso sí, nada de gimnasios).
También le he aconsejado que compre más juguetes sexuales (entre esos, un huevito como el que tiene Marisol), para que “castigue a su mujer con placer”, como en otro tiempo hice yo con un ruiseñor que me dejaba mucho rato solo en las fiestas y que posteriormente, compensaba sus transgresiones con mamadas maravillosas.
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1 comentarios - Siete por siete (129): Cuernos, terapia y cerveza