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La semilla inutil - Capitulo 10: Choclop!

Aclaracion: Todos los personajes involucrados en actos sexuales son mayores de edad. Con respecto a los demas, se reserva la informacion.

Puede contener lenguaje ofensivo y situaciones maduras (ademas de las sexuales)

Capitulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/2796608/La-semilla-inutil---Capitulo-9-Oh-linda.html

Olinda y yo buscábamos momentos para ensayar casi todos los días, además de que ella me hiciera sexo oral teníamos una presentación pronto. Sentía que estaba consiguiendo cierta estabilidad, pero en ocasiones me decía a mi mismo que ella sólo jugaba.
Una vez traté de agarrar sus tetas, pero ella me empujó. Se le veía enojada.
- Nada de ponerme las manos encima, ah?
Sería acaso que con Olinda tampoco había futuro?
Un día le hablé de Lakshmi, para ver si se ponía celosa o algo, pero se portó como si tal cosa. Le llegó altamente y se rió cuando le conté de la vez en que se la quise meter por Troya.
Todos los días hablaba con Beatriz por whatsapp. Ella me contaba que estaba trabajando como columnista en un diario de circulacion local (ni se te ocurra comprarlo, ja!) y en sus ratos libres escribía poemas.
No la extrañaba. Escribirle me hacía muy cercano a ella. Pero en ese momento sólo tenía ojos (y pene) para Olinda.
Habíamos terminado de practicar y sus manos traviesas buscaban mi verga para iniciar nuestro mágico ritual, aquel donde ella comulgaba con mi esencia, cuando escuchamos que alguien llamaba a la puerta.
- Deja - me dijo ella, al ver que yo me acercaba a la puerta -, ya atiendo yo.
Ella entreabrió la hoja y se asomó a ver quien era, con su estilo habitual.
- Tu quien eres?
- Yo, este. Está Julián?
Maldita sea mi suerte, que esa era la voz de Lakshmi.
- Quién chucha lo busca?
- Soy Lakshmi y...
- Estamos ensayando, no jodas, mierda - y tiró la puerta.
Nos reímos los dos. Ya estaba habituado a su carácter y sabía que la mayoría de veces su enojo era fingido.
- Creo que es la misma que llamó la otra vez. Una chibolita cojuda.
- Volverá.
- Me importa un comino -me dijo-. En que estábamos?
Se arrodilló frente a mí para dar rienda suelta a nuestros instintos más básicos cuando la detuve y le dije:
- Hoy me toca a mí.
Ella quiso protestar, pero le solicité que no lo haga.
- Por qué tendría que dejar que lo hicieras?
- Porque podía resultar placentero para ambos, tal vez más de lo habitual - no parecía muy convencida, así que me aventuré un poco más -: si no te gusta, haré lo que me pidas.
Olinda entrecerró sus ojos, muy seria. Sin perder su expresión, se bajó los pantalones y el calzón hasta el tobillo izquierdo: la otra manga se la sacó por completo, se sentó sobre una carpeta y se abrió de piernas.
En ese momento recordé como un rayo, la famosa leyenda urbana que escuché creo recordar cuando era niño. No recuerdo quien la dijo, pero es un dogma que, si la chica es alta y delgada, su vagina es más profunda y, ergo, es más difícil complacerla. «A acabar con el mito», pensé.
Me arrodillé frente a ella, ansioso por empezar el sopeo. Realicé con la lengua una deliciosa exploración de su sexo: Olinda se depilaba y eso me puso a mil. A pesar que estábamos en el mismo lugar donde me tiré por segunda vez a El Cuerpo, no me acordé de ella para nada.
Marqué con saliva su delicada rajita varias veces. Olinda se inclinó un poco para sujetar mi cabeza con ambas manos, como queriendo llevar mi compás.
- Ufff -gimió la hermosa amazona -, se siente de la puta madre. No, no... qué me haces? Ufff...
Olinda estaba lubricando, yo bebía de sus jugos, creí estar bebiendo su alma.
- Ahhhh, desgraciado. Esto está delicioso. Me estás matando - jadeaba, mientras me tiraba del cabello -. Eres fenomenal, siento que me estás poseyendo. Sigue, sigue, no te detengas...
Chupé su clítoris, pero no sentí diferencia alguna. Lo que sí, introduje un poco mi lengua entre sus labios menores y le hice acabar.
Mientras realizaba toda esa operación, fui deslizando mi pantalón hacia abajo. Cuando ella estaba acabando, ya estaba con mi verga afuera, tumefacta. Me separé de ella un poco y me levanté casi inmediatamente. Me acerqué y me puse entre sus piernas.
Olinda me abrazó, fuerte, clavando sus uñas en mi espalda. Mi pinga se apoyó entre sus labios de abajo, empujé un poco y empecé a alojarme en su interior...
- Nnnn..., no - justo cuando estaba ya casi completamente dentro de ella y sentía su humedad y calidez, las manos de ella se situaron en mis hombros y me empujó hacia atrás con fuerza -: No!
Caí de espaldas, raspando mi codo derecho con el rústico alfombrado al momento de precipitarme al suelo. Eso bastó para que mi erección se perdiera como por encanto.
- No hagas eso -me dijo, molesta -, no eres mi novio como para metermela.
Me disculpé con ella, pero ya la habia embarrado (en sentido figurado). Empecé a decirle algo, pero ella decidió por ambos que hablaríamos de cualquier otra cosa, menos de lo que acababa de ocurrir.
Seguimos viéndonos y practicando como siempre. Poco a poco las mamadas volvieron. También volvió la sopita, poco a poco la iba volviendo amante de ella...
Era nuestro último ensayo, teníamos pase libre para ensayar hasta la noche. El ensayo duró muy poco, nuestro deseo mucho más. Como todo buen almuerzo, primero llegó la sopa.
Olinda lo disfrutaba mucho. Está vez había conseguido una victoria: la tenía desnuda, yo estaba a medio vestir, sólo con mi ropa interior.
Al parecer estaba dispuesto a arriesgar porque, al igual que antes, me desvestí por completo mientras lamía su concha. Olinda estaba por acabar y nuevamente me puse de pie, frente a ella.
Apoyé mis manos sobre sus rodillas, sin acercarme. Ella tenía la respiración intensa debido a mi exploración minuciosa bucal de su vagina. Me miró, miró mi verga. Vi que estaba a punto de soltar su negativa y me adelanté:
- Oli -, le dije, poniendo mis dedos sobre sus labios -, entiendo que la última vez no lo esperabas, por eso prefiero preguntar. Puedo ir adentro? Me das esa oportunidad?
Olinda calló un instante que me pareció un siglo. Luego dijo algo que me lanzó hacia uno de mis momentos estelares:
- De acuerdo, pero despacio. Y promete que, si te ordeno algo, lo harás sin dudar y sin quejarte.
Asentí con la cabeza. Me atrajo hacia ella, nos envolvimos en un intenso abrazo, mi miembro entraba en su húmeda vaina centímetro a centímetro. Alejó su rostro un poco del mío, tenía las mejillas encendidas, entreabrió su boca frente a la mía, juntamos nuestros labios y experimenté su lengua entrando en mi boca al tiempo que mi miembro se alojaba por completo en su concha.
Reprimió un quejido, clavó las uñas en mi espalda y su sexo se mojaba más y más. El sonido de nuestros sexos acoplándose se intensificaba por la humedad reinante hasta convertirse en un ruido acompasado y definido: «choclop, choclop, choclop...»
- Despacio, no te aloques - me susurró Olinda -, sí, así está mejor. Me gusta mucho así.
«Choclop, choclop, choclop...», me sentía muy bien dentro de ella. La leyenda moría.
- Un poco más rápido, pero no mucho - gimió -, ay, ufff...
«Choclop, choclop, choclop...», mi venida no andaba muy lejos.
- Me viene el orgasmo, creo -, jadeó la amazona -, me viene, me viene...
Se aferró con fuerza a mí. Sentí un tirón a la altura de mis riñones, eyaculé. Pero esta vez fue distinto: eyaculé todo, absolutamente todo. Fue como si el semen saliera desde mis propios huesos (no es error de digitacion, aclaro).
Fueron cuatro intensos chorros que se escurrieron en sus entretelas femeninas. Mi miembro se ablandaba, pero Olinda no me quería dejar ir.
- Quédate dentro -susurró -. Aún no te retires de mi interior. Esto me hace mucho bien.
Sentía como mi miembro iba perdiendo su rigidez, agotado. Ya perdida toda su dureza, se deslizó fuera de la intimidad de Olinda, dejando a su paso una estela de fluidos vaginales y semen.
Caminábamos por una de las calles paralelas a la avenida Wilson. Si alguien me hubiera dicho que Oli podía ser callada, no le hubiera creído, pero eso estaba ocurriendo. Íbamos lado a lado, pero sin tocarnos.
Suelo ser introvertido y caminar con alguien que no habla resulta muy incómodo para mí.
- Es la primera vez que me acaban adentro - dijo Olinda al fin, como sumida en sus propios pensamientos. Luego me miró -, y no vayas a creer que lo he hecho muchas veces, ah? Sólo con novios, y no he tenido más que tres.
Lo que dijo me enterneció: se le escuchaba tan inocente, tan pura.
Le dije que, habiéndolo hecho previamente, difícilmente era la primera vez.
- No, cojudo. Lo he hecho antes, pero nunca sin condón. Claro, si lo he hecho a pelo, pero nunca antes me habían acabado ahí.
Me contó que, de los tres novios, sólo lo había hecho con dos. Con el primero perdió su virginidad («un verdadero trauma, Juli. El me pervirtió. Me hizo chupársela hasta que se vino. Luego de eso tiramos») y con el tercero aprendió a hacer felaciones como una campeona («al final de la relación, yo estaba harta de tenerlo encima siempre y prefería hacerlo acabar con la boca..., no te rías, Julián!»).
- Y qué pasó con el segundo? - le pregunté.
- Nada, era bien torpe. - Luego añadió -: Oye, el muchacho ese con quien te engañó la chica con cara de idiota...
La miré extrañado. No era algo que me importara, había pasado casi medio año desde eso.
- Se llama Adam. Su vieja trabaja en la U. Es profesora de pintura.
Adam era un muchacho que el año pasado se juntaba conmigo y mis amigos para jugar fulbito de mesa. Casi ni recordaba su nombre.
- No te suena? Es un pavo. En septiembre del año pasado coincidimos en una fiesta. Bailé con el una vez, se emborrachó y se me declaro esa misma noche.
Le pregunté cuál fue su reacción.
- Lo mandé a la mierda. Es un ganso terrible, Juli.

Continuara...


Un capitulo mas, un triunfo para Julian.
Si te gusto el capitulo, comenta y comparte.
El proximo capitulo llevara por titulo "Premio de una noche de concierto"..., nos leemos el proximo domingo

2 comentarios - La semilla inutil - Capitulo 10: Choclop!