Como ya saben, bah, los que siguen la historia. Había comenzado a iniciar a mi hermanita en las lides amatorias, (Hacer que esa cosa que antes no existía entre ambos, que no ocurría entre los dos, o no lo hacíamos, pase a existir, a ocurrir o a hacerse, es decir, realizar la primera parte de esa cosa, pero, de alguna manera algo amateur).
A pesar de ello @Felina mi hermana, mantenía su ingenuidad, no la había perdido totalmente, o eso creía yo, la que era para mi una característica de ella.
En virtud de ello, y guardando la tradición, estaba muy feliz con el atuendo comprado por mi madre, para que asistiera a su fiesta de graduación.
Cabe destacar, que ella nunca fue una buena alumna, le costó mucho llegar al último año de la escuela secundaria, repitió dos veces de año, es decir que mientras todos sus compañeros tenían diecisiete o dieciocho años, ella ya había cumplido los veinte. Sin embargo, su traje de egresada, aunque se había llevado siete materias que nunca iba a dar, no era la de una veinteañera.
En otro orden de cosas, mi viejo, nuestro padre, como una forma de darle a su rutinaria vida un giro creativo, esas eran sus palabras, un "estímulo creador", se había comprado una cámara fotográfica profesional y a su edad, había realizado un par de cursos de fotografía, uno básico, y el otro con especialización artística, en el Fotoclub de nuestra ciudad. Para ese entonces, él se consideraba un artista, y, qué mejor idea que la de inmortalizar a mi hermanita, su hija, en una serie de retratos para un álbum familiar con sus "obras maestras".
A Felina, eso le pareció encantador y estaba emocionada de convertirse en la modelo de papá, su "musa inspiradora", su inspiración poética. A mi, desde el principio eso me hizo ruido, me molestó. Más aún cuando me enteré, que lo harían (la sesión de fotos) en un lugar alquilado exclusivamente para ello, y que lo harían en absoluta privacidad, ambos, solos. Como yo era un mal pensado, por mi obrar, pensé lo peor y por supuesto acerté.
Lo que voy a relatar, a describir, lo se, a través de mi hermana, que me fue contando a cuenta gotas, primero por mi insistencia y luego, una vez en que nos peleamos mal entre ella y yo, para herirme se desahogó de una manera resentida, me contó en forma descarnada los hechos, buscando lastimarme. de todas formas lo consiguió, no sólo por mi amor hacia ella, mis celos, sino que, estoy convencido que de no haber desatado su libido, su impulso sexual, a través de mis avances hacia ella, no hubiera sucedido el evento que voy a explicar.
Felina, de alguna manera estaba acostumbrada a nuestros juegos eróticos, se olvidó que no se hallaba conmigo y que no se encontraba jugando una escena, una de las miles que nosotros dos representábamos en nuestra intimidad, como una forma de excusa para poseernos. Y mientras seguía las directivas de nuestro padre, "sonríe" "girá" "ponete de perfil" "incliná el mentón" etc. Ella se abstrajo y sin mediar palabra, ni instrucción alguna, comenzó a ponerse sensual, como conmigo. una de las primeras cosas que hizo y que hasta ese momento nadie de los dos reparó como algo fuera de lugar entre padre e hija, fue que ella levantó un poco la falda de su vestido. Parecía hasta ahí, como que quería mostrar la liga de sus medias.
A continuación, de aquello, prosiguió siendo mucho más audaz, tanto que se levantó toda la parte delantera del vestido, dejando ver ambas piernas y parte de sus nalgas. Sin embargo, a nuestro padre, eso tampoco le llamó la atención ni lo sorprendió, sin dudas creyendo que quería mostrar las dos ligas y ambos pares de medias de seda fina. Recién entendió que algo andaba mal, cuando ella, sonriendo comenzó a desabotonarse la blusa.
No le quedaron dudas que aquello se iba de "madre" cuando desabrochó el sostén y sus jóvenes y turgentes senos afloraron en todo su esplendor.
Más al ver, los pezones de su niña, parados, duros, encendidos de excitación, hinchados, como diminutos pulsadores de timbres, redondos y rígidos.
Cuando ella se recostó en la amplia cama, sin nada de ropas de la cintura para arriba y recogió sus piernas abriéndolas descaradamente, exhibiendo sus calzones blancos, nada eróticos pero, muy sugestivos, al igual que la expresión de deseo extraviado en ella. Supo que de aquello no se volvía, ya no habría retorno, quiso darle la espalda y retirarse, hasta el preciso momento en que su hija, mi hermana, quitó sus bragas blancas, le mostró esa, su flor más bella, mientras sostenía con sus manitos sus rodillas extremadamente abiertas para que aquél, su progenitor, procediera a penetrarla.
Bruno, nuestro padre, explotaba de excitación, era un delirio todo aquello, se sentía perturbado, su mente se nublaba en un sin razón, su mente no respondía a su voluntad, no obedecía, caía en un frenesí que rozaba la locura, estaba al palo, su miembro viril erguido, sin pensarlo más, con ambas manos bajó de un sólo movimiento el pantalón y calzoncillos, aflorando el falo alzado, embravecido de lujuria. Tomó con su mano derecha la pierna izquierda de su carnal, y la penetró con cuidado, no sabía si su hija aún conservaba su virginidad.
Ella, deliró de placer y con un virtuoso, rápido movimiento, se volcó sobre el pene de su progenitor y cambió de posición, del "misionero" al "perrito". Un rato después, ya ella estaba arriba, dominando la situación y cabalgando a su padre, este de espaldas sobre la cama. A ella le encantó la verga de su papi, mucho más aún la experiencia de este, y su habilidad para contenerse en el orgasmo y estirar el juego, al contrario de Leo, su hermano, que la ponía y acababa, muchas veces ella ni llegaba al clímax.
Se enamoró literalmente de su ancestro, esa fue la primera vez que cambió a su hermano Leo por otro, esta relación continuó hasta la actualidad, aunque fueron esos primeros tiempos, donde este hombre tuvo la exclusividad de su deseo, de su ansia, sólo le interesaba hacerlo con él, odió a su madre, que todas las noches compartía el lecho con su amado papito.
Su boca, sus labios estaban hechos para aquella garcha, era de su medida, admiraba aquella chota, le gustaba todo de ella, su forma, su gusto, su tamaño. Miraba a su familiar con devoción y provocación, eso en él, fue lapidario, y sin decir nada acabó en esa cavidad, profusamente, hacía mucho que nadie le "tiraba la goma" y menos con tanto amor, no lo soportó y explotó, eyaculó.
Su hija, antes de tragarse todo el semen de su padre, lo juntó en su lengua y se lo mostró, eso a él lo hizo delirar de morbo, se obsesionó con aquello tan prohibido.
Ese día quedó en la memoria de ambos, para ella, al conocer a un buen amante, diestro y patriarcal.
Para él, fue presenciar la metamorfosis de su niña, la que entró en aquella locación como tal, y en un corto lapso de tiempo, mutó en una mujer sexual,
Viéndola de reojo, notó hasta otra expresión en su rostro, ella salió del lugar siendo otra, casi una extraña, o tal vez eso quería creer él, como una manera de excusarse ante ese suceso extremo, que debía permanecer en absoluto secreto, oculto, escondido. Permanecieron callados, en un silencio reservado.
Ella se vistió sigilosa, con una mirada misteriosa que él no podía comprender, con una carga de obligaciones y derechos cuasi esotérica
A pesar de ello @Felina mi hermana, mantenía su ingenuidad, no la había perdido totalmente, o eso creía yo, la que era para mi una característica de ella.
En virtud de ello, y guardando la tradición, estaba muy feliz con el atuendo comprado por mi madre, para que asistiera a su fiesta de graduación.
Cabe destacar, que ella nunca fue una buena alumna, le costó mucho llegar al último año de la escuela secundaria, repitió dos veces de año, es decir que mientras todos sus compañeros tenían diecisiete o dieciocho años, ella ya había cumplido los veinte. Sin embargo, su traje de egresada, aunque se había llevado siete materias que nunca iba a dar, no era la de una veinteañera.
En otro orden de cosas, mi viejo, nuestro padre, como una forma de darle a su rutinaria vida un giro creativo, esas eran sus palabras, un "estímulo creador", se había comprado una cámara fotográfica profesional y a su edad, había realizado un par de cursos de fotografía, uno básico, y el otro con especialización artística, en el Fotoclub de nuestra ciudad. Para ese entonces, él se consideraba un artista, y, qué mejor idea que la de inmortalizar a mi hermanita, su hija, en una serie de retratos para un álbum familiar con sus "obras maestras".
A Felina, eso le pareció encantador y estaba emocionada de convertirse en la modelo de papá, su "musa inspiradora", su inspiración poética. A mi, desde el principio eso me hizo ruido, me molestó. Más aún cuando me enteré, que lo harían (la sesión de fotos) en un lugar alquilado exclusivamente para ello, y que lo harían en absoluta privacidad, ambos, solos. Como yo era un mal pensado, por mi obrar, pensé lo peor y por supuesto acerté.
Lo que voy a relatar, a describir, lo se, a través de mi hermana, que me fue contando a cuenta gotas, primero por mi insistencia y luego, una vez en que nos peleamos mal entre ella y yo, para herirme se desahogó de una manera resentida, me contó en forma descarnada los hechos, buscando lastimarme. de todas formas lo consiguió, no sólo por mi amor hacia ella, mis celos, sino que, estoy convencido que de no haber desatado su libido, su impulso sexual, a través de mis avances hacia ella, no hubiera sucedido el evento que voy a explicar.
Felina, de alguna manera estaba acostumbrada a nuestros juegos eróticos, se olvidó que no se hallaba conmigo y que no se encontraba jugando una escena, una de las miles que nosotros dos representábamos en nuestra intimidad, como una forma de excusa para poseernos. Y mientras seguía las directivas de nuestro padre, "sonríe" "girá" "ponete de perfil" "incliná el mentón" etc. Ella se abstrajo y sin mediar palabra, ni instrucción alguna, comenzó a ponerse sensual, como conmigo. una de las primeras cosas que hizo y que hasta ese momento nadie de los dos reparó como algo fuera de lugar entre padre e hija, fue que ella levantó un poco la falda de su vestido. Parecía hasta ahí, como que quería mostrar la liga de sus medias.
A continuación, de aquello, prosiguió siendo mucho más audaz, tanto que se levantó toda la parte delantera del vestido, dejando ver ambas piernas y parte de sus nalgas. Sin embargo, a nuestro padre, eso tampoco le llamó la atención ni lo sorprendió, sin dudas creyendo que quería mostrar las dos ligas y ambos pares de medias de seda fina. Recién entendió que algo andaba mal, cuando ella, sonriendo comenzó a desabotonarse la blusa.
No le quedaron dudas que aquello se iba de "madre" cuando desabrochó el sostén y sus jóvenes y turgentes senos afloraron en todo su esplendor.
Más al ver, los pezones de su niña, parados, duros, encendidos de excitación, hinchados, como diminutos pulsadores de timbres, redondos y rígidos.
Cuando ella se recostó en la amplia cama, sin nada de ropas de la cintura para arriba y recogió sus piernas abriéndolas descaradamente, exhibiendo sus calzones blancos, nada eróticos pero, muy sugestivos, al igual que la expresión de deseo extraviado en ella. Supo que de aquello no se volvía, ya no habría retorno, quiso darle la espalda y retirarse, hasta el preciso momento en que su hija, mi hermana, quitó sus bragas blancas, le mostró esa, su flor más bella, mientras sostenía con sus manitos sus rodillas extremadamente abiertas para que aquél, su progenitor, procediera a penetrarla.
Bruno, nuestro padre, explotaba de excitación, era un delirio todo aquello, se sentía perturbado, su mente se nublaba en un sin razón, su mente no respondía a su voluntad, no obedecía, caía en un frenesí que rozaba la locura, estaba al palo, su miembro viril erguido, sin pensarlo más, con ambas manos bajó de un sólo movimiento el pantalón y calzoncillos, aflorando el falo alzado, embravecido de lujuria. Tomó con su mano derecha la pierna izquierda de su carnal, y la penetró con cuidado, no sabía si su hija aún conservaba su virginidad.
Ella, deliró de placer y con un virtuoso, rápido movimiento, se volcó sobre el pene de su progenitor y cambió de posición, del "misionero" al "perrito". Un rato después, ya ella estaba arriba, dominando la situación y cabalgando a su padre, este de espaldas sobre la cama. A ella le encantó la verga de su papi, mucho más aún la experiencia de este, y su habilidad para contenerse en el orgasmo y estirar el juego, al contrario de Leo, su hermano, que la ponía y acababa, muchas veces ella ni llegaba al clímax.
Se enamoró literalmente de su ancestro, esa fue la primera vez que cambió a su hermano Leo por otro, esta relación continuó hasta la actualidad, aunque fueron esos primeros tiempos, donde este hombre tuvo la exclusividad de su deseo, de su ansia, sólo le interesaba hacerlo con él, odió a su madre, que todas las noches compartía el lecho con su amado papito.
Su boca, sus labios estaban hechos para aquella garcha, era de su medida, admiraba aquella chota, le gustaba todo de ella, su forma, su gusto, su tamaño. Miraba a su familiar con devoción y provocación, eso en él, fue lapidario, y sin decir nada acabó en esa cavidad, profusamente, hacía mucho que nadie le "tiraba la goma" y menos con tanto amor, no lo soportó y explotó, eyaculó.
Su hija, antes de tragarse todo el semen de su padre, lo juntó en su lengua y se lo mostró, eso a él lo hizo delirar de morbo, se obsesionó con aquello tan prohibido.
Ese día quedó en la memoria de ambos, para ella, al conocer a un buen amante, diestro y patriarcal.
Para él, fue presenciar la metamorfosis de su niña, la que entró en aquella locación como tal, y en un corto lapso de tiempo, mutó en una mujer sexual,
Viéndola de reojo, notó hasta otra expresión en su rostro, ella salió del lugar siendo otra, casi una extraña, o tal vez eso quería creer él, como una manera de excusarse ante ese suceso extremo, que debía permanecer en absoluto secreto, oculto, escondido. Permanecieron callados, en un silencio reservado.
Ella se vistió sigilosa, con una mirada misteriosa que él no podía comprender, con una carga de obligaciones y derechos cuasi esotérica
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