Holi! muchas gracias de nuevo por todo el apoyo, y aquí les dejo un capitulo mas bien educativo para la adorable Laura jaja, disfrutenlo, por cierto los anteriores capítulos los pueden encontrar en mi perfil 🙂
El último día de nuestra visita a la playa terminó sin ninguna clase de contratiempo. Parecía como si nada hubiese pasado en esa cama, pero no es que nos incomodara, sino que lo vimos como algo tan normal que a partir de ese momento íbamos a meter esas prácticas en la familia, después de todo ya era mayor de edad y su inocencia nos seguía cautivando.
Y la idea le gustaba a Laurita. Se veía más feliz y unida a nosotros. En especial a Daniel. Mientras estábamos en el mar, ella se le untaba al hombre, abrazándolo por la espalda y subiéndose sobre él para tirarnos agua y adentrarse más profundo entre las olas. Kim y yo estábamos encantadas con ese comportamiento, aunque le lanzábamos sendas miradas al hombre para que no se pusiera a manosearla, ya que estábamos en un sitio público. Ya tendría tiempo para jugar con ella después.
Salimos del agua y pude notar como algunos hombres me miraban a mí y a Kim, que llevábamos unos bikinis más reveladores que ayer, eso sin contar con que mi hija no tenía la parte superior, de tal forma que sus tetas se balanceaban suavemente con sus pasos. Laura usaba un traje de una sola pieza, remarcando su estrecha cinturita, sus piernas bronceaditas y sus pechos
Suspiré y me convencí de que no había ningún problema en nuestra familia. Lo único que deseaba era unirme a mis hijas, y en el incesto había encontrado la respuesta.
El camino de regreso fue tranquilo. Laura iba en el asiento de atrás. Vestía unos minishorts de licra. Kim conservaba la parte superior de su bikini y también unos shorts tipo boxers. Parecía como si las últimas experiencias les hicieran sentirse más seguras de mostrar sus atributos. Para Daniel, que no dejaba de mirar por el retrovisor, era sinónimo de felicidad.
En los días siguientes hubieron algunos cambios en nosotros. A Kim le pareció buena idea que si ya practicábamos el incestobien podríamos entrarle al nudismo. Yo no tenía inconveniente, aunque tuvimos que comprar cortinas oscuras y mantenerlas así. Durante esa primera semana aprendimos a andar sin ropa por la casa y hacer nuestras actividades. Desde que amanecía, Kim ya andaba totalmente desnuda. A mí me daba morbo, pero me gustaba que me vieran. Laura, algo más apenada, sólo andaba con su batita, sin pantys para que pudiéramos ver su estrecha vaginita. Daniel era el que nos tenía impresionadas con el tamaño de su pene, que se balanceaba cada vez que caminaba.
Sí. El nudismo era lo nuestro, y las cosas en casa estaban yendo de maravilla, tanto que a la segunda semana, Laura optó por ir totalmente desnuda. La chica estaba cambiando su comportamiento para volverse una princesita sexual. Ya no se nos hacía raro verla haciéndole alguna mamadita a Daniel en medio de la sala, o en la cocina. Incluso esa vez que veíamos una peli, Laura de la nada se metió la verga de Daniel a la boca y mamaba como si fuera un dulce, y lo más divertido es que no apartaba la vista del televisor. La polla de su padre se había vuelto algo así como un juguete, aunque eso no evitaba que él eyaculara en su boca y mi chica se comiera todo.
El semen de Daniel era delicioso a decir verdad porque él se alimentaba de puras frutas, a diferencia de nosotras que nos encantaba la comida frita. Debido a esto, y aunque suene lo más sucio del mundo, ese hombre se había convertido en algo así como nuestra fuente de leche. Las tres disfrutábamos de él, y en incontables ocasiones, mientras hacíamos el amor en familia, Laura gritaba que quería ser penetrada como su hermana por cada orificio de su cuerpo. Yo me oponía siempre porque deseaba que mi chica perdiera la virginidad con el amor, y no con nosotros, aunque debo admitir que oírla hacer berrinche porque quería que le hicieran sexo anal era encantador.
Durante toda la tarde me la pasé pensando en cómo hacerle para que se calmara, porque su mal humor comenzaba a irritarme, como por ejemplo, durante la cena de esa noche. Los cuatro comíamos, pero ella estaba con su carota de chica castigada. Kim intentaba calmarla abrazándola y frotando sus tetas en la carita de su hermana, pero Laura se cruzaba de brazos y se iba a su cuarto.
— ¿No tendrá algún cambio hormonal? —preguntó Daniel.
—No lo sé. ¿Te ha contado algo?
—No. Sólo viene. Se mete mi aparato en la boca. Espera a que eyacule en ella y se va. Comienzo a sentirme como un objeto.
— ¿Cuántas veces lo hace al día? —le preguntó Kim.
—Hoy… unas cuatro. Me hizo una en la mañana antes de ir a clases. Una cuando volvimos. Una mientras veíamos tele y la que compartió con Kim.
—Y no me dejó ni una sola gota —rio mi hija mayor.
—Co razón ya no me coges en las noches —le reclamé.
—Me duele todo.
—Supongo que tres chicas es mucho para ti.
—Oye…
—Es broma, querido —le di un beso en la boca.
Por la noche Daniel nos estaba dando a las dos. Laura no había aceptado unirse y eso nos intrigaba porque extrañábamos sus gemiditos. Por otro lado, Daniel se veía cansado y cuando eyaculó, apenas nos ofreció unas gotas. Tuve que contentarme con lamer los jugos de mi hija para saciarme. Después dejé a mi hija con él para que platicaran y yo me fui desnuda al cuarto de mi chica.
Estaba vestida.
—Oye ¿qué pasa, cariño? Pensé que te gustaba el nudismo.
—No.
—Vamos, Laurita. No me hables así —me senté a su lado y le acaricié la frente —. Hija, por favor. No le hagas esto a mamá, que se pone triste.
Sólo así se dignó a mirarme. Parecía una chica a la que le habían quitado su juguete.
—Quiero a Daniel.
—Lo sé. Las tres lo queremos, pero te puede lastimar.
—A Kim le entra todo por atrás.
—Porque Kim ya está acostumbrada.
—Me prometiste que íbamos a estar las tres con él.
—Pero también presta atención a Daniel. Se está agotando.
—Sí —la chica suspiró —. Lo siento, mamá. No te pongas triste.
—Descuida. Laurita, tú y Kim son mi tesoro más valioso —eso la hizo sonreír y me miró con amor de chica —. Anda, desnúdate —le dije mientras le quitaba los shortcitos del pijama y la blusita. Su cuerpo era precioso, de verdad que sí.
—Creo que mi clítoris me ha crecido un poquito.
—¿En serio? A ver.
Mi hija abrió mucho sus piernas y yo me acerqué a su vagina. Era cierto. Su botoncito era algo más grande de lo que recordaba. Sus labios no tenían un solo vellito porque se había rasurado como su hermana, y el color rosita entre sus delicados pliegues era encantador.
— ¿Quieres que mamá te de unos besitos?
Ella sólo asintió. Yo me acomodé. Le separé los labios con mis dedos y comencé a lamer en su interior. Me gustaba hundir mi lengua, sentir ese sabor. Introduje unos deditos hasta llegar a su himen y comprobar que seguía siendo virgen.
Laura empezó a reír y después a jadear. Sus piernas tan flexibles y largas alcanzaban a abrirse muchísimo y me ofreció una vista de todo su cuerpo. Escupí dentro de ella para mezclar mi saliva con sus juguitos y después le di una mordidita a su clítoris. Ella dio un gritito de placer.
Pasado un rato me detuve cuando sentí que se venía su orgasmo. Las contracciones de su vientre bajo me hicieron sentir feliz porque vi que era tan buena madre ya que era capaz de darle un buen oral a mi chica.
—Bueno, eso fue rico —le dije dándole un besito con lengua en la boca.
—Mamá, perdón.
—No te preocupes. Mañana te compraré un consolador ¿de acuerdo? Y te enseñaré a jugar con él. Por cierto, mañana nada de Daniel.
— ¿Por qué?
—Hemos decidido darle un poco de descanso. Laura, el pene es tan delicado que de tanto mamar se puede joder algún nervio.
—Me gusta su pene.
—A mí también, cielo. Bueno, descansa. Y nada de vestirse ¿eh?
Al día siguiente, cuando estaba en el trabajo, decidí que ya era hora de decirle a Lorena lo que sucedido con nuestra familia. Mientras la llevaba en mi coche, le dije de todo, absolutamente todo, hasta de la adicción de Laura al pene de Daniel.
Mi amiga se emocionó pero luego empezó a hablar como si fuera la cosa más natural del mundo.
—Tanto placer que ya recibió esa chica está provocando cambios hormonales en ella. Por eso el clítoris le ha crecido un poco.
— ¿Y la adicción al esperma?
—A Holy también le pasó. Los primeros meses no se despegaba de su papá.
—Bueno, Laura insiste en que quiere sexo anal, pero no quiero que la lastimen.
—Por favor ¿tan grande es?
—Sí. A mí me dolió. Planeaba comprarle un consolador.
—Ah, vamos a la sexshop. Tengo un amigo que trabaja allí.
Llegamos a la tienda sexual donde había tal cantidad de cosas que preparé mi tarjeta de crédito. Me sentía en el paraíso. El lugar estaba vacío y allí solo estaba un muchacho guapo que atendía y era el amigo de Lorena.
—Hey, Mat. ¿qué me recomiendas para una iniciada en el sexo familiar?
Mat contestó con toda naturalidad.
—Depende ¿qué quieren hacer con ella?
—Sexo anal —contesté de inmediato. Mat se fue hasta un anaquel y sacó un frasquito de lubricante y se lo dio a Lorena. Luego agarró un consolador pequeñito, de esos que parecían un dedo pulgar y tenían un cablecito unido a un controlador.
— ¿Para qué es esto?
—Se mete en la puerta trasera de su chica y se activa con éste botón. Le dará horas de placer.
—Ah…
—Pero mi amiga quiere entrenarla.
—Ah, en ese caso… este.
Era un dildo algo más grande que el otro. Tenía una base como la de un succionador que se adheria al piso.
—Permite que la chica controle el ritmo al agacharse. Es bueno para entrenarla. También tengo este que es más pequeño. Tiene una base que impide que entre en el cuerpo.
—Ah, le compré ese a mi hija —Lorena sonrió —. Se lo pones tú por atrás y que ande por la casa con él adentro.
— ¿Sí?
—Dilata un poco las paredes —dijo el hombre —. Se acostumbrará a tener algo en el ano.
—Ah… bien, me los llevo.
Lorena se compró algunas cosas como condones de sabor, un nuevo dildo para su hija, que era dos veces más grande que el que compré para la mía y me sentí algo celosa.
Salimos de la tienda y nos fuimos a casa de Lorena. Su hija Holy estaba allí mirando televisión y fue muy amable al saludarme. De hecho, Holy era un amor de chica: atenta, respetuosa, inteligente, sabía tocar el piano, le gustaba la pintura y era muy amorosa con sus padres.
—Hija, ven. Vamos a enseñarle a Karen unas cosas.
—Sí, mamá. Voy.
Nos entramos al cuarto de Lorena. Ella le pidió a su hija que se desnudara y se subiera a la cama.
—Ábrete para que Karen te vea.
— ¿Así?
Uff, pensé. Holy no estaba nada mal. Sus labios vaginales eran algo más grandes que los de mi hija, y rápidamente estaba humedeciéndose. Lorena volvió con una cajita que tenía las mismas cosas que yo había comprado.
—Ahora, el consolador se mete así.
Holy, obediente, se abrió las nalgas dejándome ver su anito rosado. Lorena chupó el juguete y se lo metió lentamente a su nena, cuyo ano se abrió rápido y literalmente se tragó el aparato, dejando sólo el cablecito. Luego lo encendió y la chica empezó a reírse como loca.
—Se ve divertido —dije.
—Le mata de cosquillas. Se lo das para que ella lo regule. Asegúrate de mantenerlo limpio. Después —tiró del cordel y sacó el juguete más grande, el que se pegaba al piso.
Holy se levantó y se agachó despacio hasta que le entró por la vagina.
—Es anal, mi amor.
—Ah, perdón.
Cambio de agujero. Puso las manos sobre sus rodillas y se sentó lentamente en el juguete. Vi que cerraba sus ojos y una pequeña expresión de dolor siguió a una sonrisa.
—Dile a Laura que se siente despacio.
—Sí, entiendo.
—El otro es más simple. Este se deja en el huequito.
La chica tomó el minidildo y se lo metió por atrás. No vi que hiciera ningún gesto de placer. Supuse que era pequeño. Después se puso su faldita, su blusa y permaneció como si nada.
—Apenas se siente ¿verdad, hija?
—Sí. Puedo olvidar que lo tengo adentro.
Con el juguete de Holy introducido en su culo, bajamos a la cocina a comer algo. Era sorprendente como la chica se podía mover con ese juguetito en el ano y hacia todo con naturalidad. Suspiré deseando que a mi Laura le pasara lo mismo.
Llegué a casa algo cansada. Kim ya estaba allí, desnuda por supuesto, mirando la televisión. En nuestra casa ya era normal el nudismo.
—Hola, mamá ¿Qué traes allí?
—Le compré algunos juguetes a Laura.
— A ver.
Le enseñé todos los objetos que pretendía meterle a mi chica, y Kim se puso algo celosa. No podía evitar sentirse mal cuando yo consentía a Laura, así que le prometí que para la próxima sería ella a quien el compraría cosas. Se tranquilizó y me miró con picardía. Comprendía mis intenciones de dejar que Daniel perforara el culo de la pequeña nena.
— ¿En dónde está tu hermanita?
—En su cuarto, durmiendo.
Decidimos no despertarla. Me fui a bañar mientras meditaba en si estaba bien dejar que Daniel tomara la virginidad anal de Laura. Me daba algo de temor, pero los deseos de mi chica eran fuertes, y quería que disfrutara con nosotros.
Salí desnuda del baño y fui con Kim para ver la tele. Madre e hija sin ropa comenzaba a perder el morbo ya que nos estábamos acostumbrando. Mi hija apoyó la cabeza en mis piernas y yo le acaricié el cabello. Miré su cuerpo escultural, seductor e imaginarla follando con nosotros era una historia diferente. Sentía que el calor incrementaba en mí.
Por la tarde llegó Daniel. Se veía tan apuesto con su traje de oficina y su sonrisa cautivadora. A Kim le encantaba y fue la primera en recibirlo con un beso fulminante en la boca. Él no perdió tiempo para tocarle las pompas a mi hija. Después me besó a mí.
— ¿Y Laura?
—Duerme. Le compré unos regalos para usar por la noche.
—Genial, aunque no creo quedarme. Tengo que volver a la oficina. Vamos a cerrar el negocio del millón.
—No, no te vayas —Kim hizo ojitos de cachorro y él le palpó la cabeza.
El trabajo de Daniel era así y no podíamos decirle que no fuera. Así pues, esa noche íbamos a ser sólo nosotras tres.
Daniel fue a bañarse, después se cambió de ropa y entró al cuarto donde dormía Laurita. A los tres nos fascinaba ver a la chica, que era el centro de nuestras atenciones y perversiones. En ese momento ella dormía boca abajo, con sus nalguitas firmes a nuestra vista. Daniel sonrió pero con instinto paternal, y se sentó en el borde de la cama. Le besó la cabeza
—La adoro.
—Se traga tu leche —dijo Kim — ¿cómo no adorarla?
Él se marchó poco después. Kim y yo volvimos a la sala a ver una película. No obstante, la presencia de Daniel nos había puesto algo acaloradas, y teníamos que hacer algo para liberarnos.
Me abrí de piernas. Kim comprendió qué estaba pidiéndole y de inmediato volcó su boca contra mi vagina. La película le aburría a ella, pero a mí me gustaba. Así que me relajé mientras la lengua de mi hija me lamía todo rincón de mi cuerpo.
Al rato, después de unos cuantos orgasmos, Laurita bajó con aire somnoliento. Se veía preciosa. Se dirigió al refrigerador y sacó una cajita de leche que se bebió de un sorbo. Yo la vi con curiosidad, y me dio risa porque después de que ella tomara el semen de Daniel, su consumo de leche había aumentado en un doscientos por ciento. Al menos crecería con huesos fuertes y sanos.
Le dije a Kim que me dejara. Laura se acercó a la sala y se sentó en el sillón para ver la película.
—Laura, hija. Te traje unos juguetes.
— ¿Juguetes?
—Sí, vamos.
Las tres nos fuimos a la habitación de Laura. Kim se sentó en la cama con las piernas cruzadas mientras yo revisaba en la bolsa los regalitos. Los ojos de la chica se abrieron sorprendidos ya que ella se esperaba otra clase de juguetes.
— ¿Qué es eso?
—Dijiste que querías que Daniel te diera por atrás ¿no? Así que hay que prepararte.
— ¿Cómo?
Kim contestó.
—Vamos a meterte esto por el culito, hermanita. Así se abrirá más fácil.
— ¿No me va a doler?
—Sino puedes aguantarlo ¿cómo lo harás con Daniel?
Eso pareció herir el orgullo de la chica, que de inmediato nos dio la espalda y se puso a cuatro patas.
—Parece una perrita —dijo Kim y yo la fulminé con la mirada. No me gustaba que llamara a su hermana “perrita” ni “putita”.
—Yo lo hago. A ver, cariño.
Kim me ayudó abriendo las nalgas de su hermanita hasta que su rosado anito quedó al descubierto. Le puse una gotita de lubricante al minidildo y lentamente lo introduje en el agujerito de Laura. Oímos que mi chica suspiraba.
—Mételo más, mamá —me sugirió Kim.
—Creo que así…
— ¡Tonterías! —Kim empujó mi mano y hundió todo el juguetito en Laura. La chica dio un gritito y luego se rio.
—Listo. Laura ¿puedes pararte?
—Sí.
Con cuidado la chica se levantó.
— ¿Eso es todo?
—¿Ah, quieres más? Tengo uno más grande.
—A-den-tro.
La chica volvió a ponerse en cuatro, ésta vez con el culito más levantado que antes. Kim le quitó el minidildo y luego mojó el culito de su hermana con saliva. No perdió tiempo de tocarle con la lengua las nalgas y parte de su vaginita. Mientras yo tenía problemas para abrir el estúpido empaque del dildo grande, mi hija mayor ya le estaba dando una buena chupada de culo
—Oigan, chicas. Ya.
—Perdón, mamá —dijo Kim.
Puse el dildo en el piso y le indiqué a Laura que debía de sentarse encima de éste. Así ella graduaría la velocidad.
Mi hija obedeció. Se abrió las piernas y yo le acomodé el juguete para que quedara alineada con su entradita. Lentamente, concentrada y ruborizada, bajó su cuerpo hasta que la puntita le entró.
—Mamá… ese dildo es vaginal —observó Kim.
— ¿Y?
—No se va a abrir tanto.
—Tonterías —dijo Laura que lo había tomado como un reto. Vi que sus ojitos de chica comenzaban a ponerse rojitos. Le estaba doliendo y pensé en que canceláramos el experimento, pero ella continuó. Despacio, despacio, el juguete se le fue metiendo en el culo, hasta que por fin, después de un buen rato, se lo devoró.
Kim aplaudió. Yo suspiré y Laura sonrió, algo adolorida.
—La segunda vez será más fácil, hija.
—Hermanita, ahora trata de mover tus caderas y levántate.
La chica asintió. Estaba muy cooperativa. Se levantó poco a poco y después, se sentó. Con cada sentón su ano comenzaba a acostumbrarse, y después de unos minutos, ya podía entrar y salir a la perfección, además de que yo, en un acto de buena voluntad, le había hecho un poco de sexo oral a mi chica para que lubricara y se sintiera más excitada.
Aquella noche, durante casi una hora, Laurita se divirtió subiendo y bajando, subiendo y bajando. Se veía tan sexy, con su cabello rubio agitándose, sus mejillas rojitas, su sonrisa y sus gemiditos y el sudor que le bajaba por el cuello. La dejamos practicar como dos maestras supervisándola y hablando de otras cosas que no tenían nada que ver con el sexo.
—Creo que podría hacer esto toda la noche —dijo riendo.
—Y eso que con el pequeño no nos diste tiempo de encenderlo. Se debe de sentir mejor ¿verdad, Kim?
—Sí.
— ¿Chicas? —era la voz de Daniel que subía las escaleras.
—¡Aquí estamos!
—Ah, hola ¿qué están…?
Laura lo miró como una chica traviesa.
—Hola, papi.
—Hola, amor. Parece que se están divirtiendo.
—Laura ha estado jugando toda la tarde —le dije —. Vamos, dejemos que se divierta. Te prepararé la cena. Laura, no te tardes.
—Sí, mamá. Bajaré a cenar en un ratito.
Salimos los tres, dejando que nuestra chica se divirtiera de lo lindo con sus nuevos juguetes.
***
ups! creo que Laura recibió unos buenos juguetes jaja, espero que haya sido educativo para todos, nos vemos la siguiente semana 🙂 recuerden se vale tocar jaja
El último día de nuestra visita a la playa terminó sin ninguna clase de contratiempo. Parecía como si nada hubiese pasado en esa cama, pero no es que nos incomodara, sino que lo vimos como algo tan normal que a partir de ese momento íbamos a meter esas prácticas en la familia, después de todo ya era mayor de edad y su inocencia nos seguía cautivando.
Y la idea le gustaba a Laurita. Se veía más feliz y unida a nosotros. En especial a Daniel. Mientras estábamos en el mar, ella se le untaba al hombre, abrazándolo por la espalda y subiéndose sobre él para tirarnos agua y adentrarse más profundo entre las olas. Kim y yo estábamos encantadas con ese comportamiento, aunque le lanzábamos sendas miradas al hombre para que no se pusiera a manosearla, ya que estábamos en un sitio público. Ya tendría tiempo para jugar con ella después.
Salimos del agua y pude notar como algunos hombres me miraban a mí y a Kim, que llevábamos unos bikinis más reveladores que ayer, eso sin contar con que mi hija no tenía la parte superior, de tal forma que sus tetas se balanceaban suavemente con sus pasos. Laura usaba un traje de una sola pieza, remarcando su estrecha cinturita, sus piernas bronceaditas y sus pechos
Suspiré y me convencí de que no había ningún problema en nuestra familia. Lo único que deseaba era unirme a mis hijas, y en el incesto había encontrado la respuesta.
El camino de regreso fue tranquilo. Laura iba en el asiento de atrás. Vestía unos minishorts de licra. Kim conservaba la parte superior de su bikini y también unos shorts tipo boxers. Parecía como si las últimas experiencias les hicieran sentirse más seguras de mostrar sus atributos. Para Daniel, que no dejaba de mirar por el retrovisor, era sinónimo de felicidad.
En los días siguientes hubieron algunos cambios en nosotros. A Kim le pareció buena idea que si ya practicábamos el incestobien podríamos entrarle al nudismo. Yo no tenía inconveniente, aunque tuvimos que comprar cortinas oscuras y mantenerlas así. Durante esa primera semana aprendimos a andar sin ropa por la casa y hacer nuestras actividades. Desde que amanecía, Kim ya andaba totalmente desnuda. A mí me daba morbo, pero me gustaba que me vieran. Laura, algo más apenada, sólo andaba con su batita, sin pantys para que pudiéramos ver su estrecha vaginita. Daniel era el que nos tenía impresionadas con el tamaño de su pene, que se balanceaba cada vez que caminaba.
Sí. El nudismo era lo nuestro, y las cosas en casa estaban yendo de maravilla, tanto que a la segunda semana, Laura optó por ir totalmente desnuda. La chica estaba cambiando su comportamiento para volverse una princesita sexual. Ya no se nos hacía raro verla haciéndole alguna mamadita a Daniel en medio de la sala, o en la cocina. Incluso esa vez que veíamos una peli, Laura de la nada se metió la verga de Daniel a la boca y mamaba como si fuera un dulce, y lo más divertido es que no apartaba la vista del televisor. La polla de su padre se había vuelto algo así como un juguete, aunque eso no evitaba que él eyaculara en su boca y mi chica se comiera todo.
El semen de Daniel era delicioso a decir verdad porque él se alimentaba de puras frutas, a diferencia de nosotras que nos encantaba la comida frita. Debido a esto, y aunque suene lo más sucio del mundo, ese hombre se había convertido en algo así como nuestra fuente de leche. Las tres disfrutábamos de él, y en incontables ocasiones, mientras hacíamos el amor en familia, Laura gritaba que quería ser penetrada como su hermana por cada orificio de su cuerpo. Yo me oponía siempre porque deseaba que mi chica perdiera la virginidad con el amor, y no con nosotros, aunque debo admitir que oírla hacer berrinche porque quería que le hicieran sexo anal era encantador.
Durante toda la tarde me la pasé pensando en cómo hacerle para que se calmara, porque su mal humor comenzaba a irritarme, como por ejemplo, durante la cena de esa noche. Los cuatro comíamos, pero ella estaba con su carota de chica castigada. Kim intentaba calmarla abrazándola y frotando sus tetas en la carita de su hermana, pero Laura se cruzaba de brazos y se iba a su cuarto.
— ¿No tendrá algún cambio hormonal? —preguntó Daniel.
—No lo sé. ¿Te ha contado algo?
—No. Sólo viene. Se mete mi aparato en la boca. Espera a que eyacule en ella y se va. Comienzo a sentirme como un objeto.
— ¿Cuántas veces lo hace al día? —le preguntó Kim.
—Hoy… unas cuatro. Me hizo una en la mañana antes de ir a clases. Una cuando volvimos. Una mientras veíamos tele y la que compartió con Kim.
—Y no me dejó ni una sola gota —rio mi hija mayor.
—Co razón ya no me coges en las noches —le reclamé.
—Me duele todo.
—Supongo que tres chicas es mucho para ti.
—Oye…
—Es broma, querido —le di un beso en la boca.
Por la noche Daniel nos estaba dando a las dos. Laura no había aceptado unirse y eso nos intrigaba porque extrañábamos sus gemiditos. Por otro lado, Daniel se veía cansado y cuando eyaculó, apenas nos ofreció unas gotas. Tuve que contentarme con lamer los jugos de mi hija para saciarme. Después dejé a mi hija con él para que platicaran y yo me fui desnuda al cuarto de mi chica.
Estaba vestida.
—Oye ¿qué pasa, cariño? Pensé que te gustaba el nudismo.
—No.
—Vamos, Laurita. No me hables así —me senté a su lado y le acaricié la frente —. Hija, por favor. No le hagas esto a mamá, que se pone triste.
Sólo así se dignó a mirarme. Parecía una chica a la que le habían quitado su juguete.
—Quiero a Daniel.
—Lo sé. Las tres lo queremos, pero te puede lastimar.
—A Kim le entra todo por atrás.
—Porque Kim ya está acostumbrada.
—Me prometiste que íbamos a estar las tres con él.
—Pero también presta atención a Daniel. Se está agotando.
—Sí —la chica suspiró —. Lo siento, mamá. No te pongas triste.
—Descuida. Laurita, tú y Kim son mi tesoro más valioso —eso la hizo sonreír y me miró con amor de chica —. Anda, desnúdate —le dije mientras le quitaba los shortcitos del pijama y la blusita. Su cuerpo era precioso, de verdad que sí.
—Creo que mi clítoris me ha crecido un poquito.
—¿En serio? A ver.
Mi hija abrió mucho sus piernas y yo me acerqué a su vagina. Era cierto. Su botoncito era algo más grande de lo que recordaba. Sus labios no tenían un solo vellito porque se había rasurado como su hermana, y el color rosita entre sus delicados pliegues era encantador.
— ¿Quieres que mamá te de unos besitos?
Ella sólo asintió. Yo me acomodé. Le separé los labios con mis dedos y comencé a lamer en su interior. Me gustaba hundir mi lengua, sentir ese sabor. Introduje unos deditos hasta llegar a su himen y comprobar que seguía siendo virgen.
Laura empezó a reír y después a jadear. Sus piernas tan flexibles y largas alcanzaban a abrirse muchísimo y me ofreció una vista de todo su cuerpo. Escupí dentro de ella para mezclar mi saliva con sus juguitos y después le di una mordidita a su clítoris. Ella dio un gritito de placer.
Pasado un rato me detuve cuando sentí que se venía su orgasmo. Las contracciones de su vientre bajo me hicieron sentir feliz porque vi que era tan buena madre ya que era capaz de darle un buen oral a mi chica.
—Bueno, eso fue rico —le dije dándole un besito con lengua en la boca.
—Mamá, perdón.
—No te preocupes. Mañana te compraré un consolador ¿de acuerdo? Y te enseñaré a jugar con él. Por cierto, mañana nada de Daniel.
— ¿Por qué?
—Hemos decidido darle un poco de descanso. Laura, el pene es tan delicado que de tanto mamar se puede joder algún nervio.
—Me gusta su pene.
—A mí también, cielo. Bueno, descansa. Y nada de vestirse ¿eh?
Al día siguiente, cuando estaba en el trabajo, decidí que ya era hora de decirle a Lorena lo que sucedido con nuestra familia. Mientras la llevaba en mi coche, le dije de todo, absolutamente todo, hasta de la adicción de Laura al pene de Daniel.
Mi amiga se emocionó pero luego empezó a hablar como si fuera la cosa más natural del mundo.
—Tanto placer que ya recibió esa chica está provocando cambios hormonales en ella. Por eso el clítoris le ha crecido un poco.
— ¿Y la adicción al esperma?
—A Holy también le pasó. Los primeros meses no se despegaba de su papá.
—Bueno, Laura insiste en que quiere sexo anal, pero no quiero que la lastimen.
—Por favor ¿tan grande es?
—Sí. A mí me dolió. Planeaba comprarle un consolador.
—Ah, vamos a la sexshop. Tengo un amigo que trabaja allí.
Llegamos a la tienda sexual donde había tal cantidad de cosas que preparé mi tarjeta de crédito. Me sentía en el paraíso. El lugar estaba vacío y allí solo estaba un muchacho guapo que atendía y era el amigo de Lorena.
—Hey, Mat. ¿qué me recomiendas para una iniciada en el sexo familiar?
Mat contestó con toda naturalidad.
—Depende ¿qué quieren hacer con ella?
—Sexo anal —contesté de inmediato. Mat se fue hasta un anaquel y sacó un frasquito de lubricante y se lo dio a Lorena. Luego agarró un consolador pequeñito, de esos que parecían un dedo pulgar y tenían un cablecito unido a un controlador.
— ¿Para qué es esto?
—Se mete en la puerta trasera de su chica y se activa con éste botón. Le dará horas de placer.
—Ah…
—Pero mi amiga quiere entrenarla.
—Ah, en ese caso… este.
Era un dildo algo más grande que el otro. Tenía una base como la de un succionador que se adheria al piso.
—Permite que la chica controle el ritmo al agacharse. Es bueno para entrenarla. También tengo este que es más pequeño. Tiene una base que impide que entre en el cuerpo.
—Ah, le compré ese a mi hija —Lorena sonrió —. Se lo pones tú por atrás y que ande por la casa con él adentro.
— ¿Sí?
—Dilata un poco las paredes —dijo el hombre —. Se acostumbrará a tener algo en el ano.
—Ah… bien, me los llevo.
Lorena se compró algunas cosas como condones de sabor, un nuevo dildo para su hija, que era dos veces más grande que el que compré para la mía y me sentí algo celosa.
Salimos de la tienda y nos fuimos a casa de Lorena. Su hija Holy estaba allí mirando televisión y fue muy amable al saludarme. De hecho, Holy era un amor de chica: atenta, respetuosa, inteligente, sabía tocar el piano, le gustaba la pintura y era muy amorosa con sus padres.
—Hija, ven. Vamos a enseñarle a Karen unas cosas.
—Sí, mamá. Voy.
Nos entramos al cuarto de Lorena. Ella le pidió a su hija que se desnudara y se subiera a la cama.
—Ábrete para que Karen te vea.
— ¿Así?
Uff, pensé. Holy no estaba nada mal. Sus labios vaginales eran algo más grandes que los de mi hija, y rápidamente estaba humedeciéndose. Lorena volvió con una cajita que tenía las mismas cosas que yo había comprado.
—Ahora, el consolador se mete así.
Holy, obediente, se abrió las nalgas dejándome ver su anito rosado. Lorena chupó el juguete y se lo metió lentamente a su nena, cuyo ano se abrió rápido y literalmente se tragó el aparato, dejando sólo el cablecito. Luego lo encendió y la chica empezó a reírse como loca.
—Se ve divertido —dije.
—Le mata de cosquillas. Se lo das para que ella lo regule. Asegúrate de mantenerlo limpio. Después —tiró del cordel y sacó el juguete más grande, el que se pegaba al piso.
Holy se levantó y se agachó despacio hasta que le entró por la vagina.
—Es anal, mi amor.
—Ah, perdón.
Cambio de agujero. Puso las manos sobre sus rodillas y se sentó lentamente en el juguete. Vi que cerraba sus ojos y una pequeña expresión de dolor siguió a una sonrisa.
—Dile a Laura que se siente despacio.
—Sí, entiendo.
—El otro es más simple. Este se deja en el huequito.
La chica tomó el minidildo y se lo metió por atrás. No vi que hiciera ningún gesto de placer. Supuse que era pequeño. Después se puso su faldita, su blusa y permaneció como si nada.
—Apenas se siente ¿verdad, hija?
—Sí. Puedo olvidar que lo tengo adentro.
Con el juguete de Holy introducido en su culo, bajamos a la cocina a comer algo. Era sorprendente como la chica se podía mover con ese juguetito en el ano y hacia todo con naturalidad. Suspiré deseando que a mi Laura le pasara lo mismo.
Llegué a casa algo cansada. Kim ya estaba allí, desnuda por supuesto, mirando la televisión. En nuestra casa ya era normal el nudismo.
—Hola, mamá ¿Qué traes allí?
—Le compré algunos juguetes a Laura.
— A ver.
Le enseñé todos los objetos que pretendía meterle a mi chica, y Kim se puso algo celosa. No podía evitar sentirse mal cuando yo consentía a Laura, así que le prometí que para la próxima sería ella a quien el compraría cosas. Se tranquilizó y me miró con picardía. Comprendía mis intenciones de dejar que Daniel perforara el culo de la pequeña nena.
— ¿En dónde está tu hermanita?
—En su cuarto, durmiendo.
Decidimos no despertarla. Me fui a bañar mientras meditaba en si estaba bien dejar que Daniel tomara la virginidad anal de Laura. Me daba algo de temor, pero los deseos de mi chica eran fuertes, y quería que disfrutara con nosotros.
Salí desnuda del baño y fui con Kim para ver la tele. Madre e hija sin ropa comenzaba a perder el morbo ya que nos estábamos acostumbrando. Mi hija apoyó la cabeza en mis piernas y yo le acaricié el cabello. Miré su cuerpo escultural, seductor e imaginarla follando con nosotros era una historia diferente. Sentía que el calor incrementaba en mí.
Por la tarde llegó Daniel. Se veía tan apuesto con su traje de oficina y su sonrisa cautivadora. A Kim le encantaba y fue la primera en recibirlo con un beso fulminante en la boca. Él no perdió tiempo para tocarle las pompas a mi hija. Después me besó a mí.
— ¿Y Laura?
—Duerme. Le compré unos regalos para usar por la noche.
—Genial, aunque no creo quedarme. Tengo que volver a la oficina. Vamos a cerrar el negocio del millón.
—No, no te vayas —Kim hizo ojitos de cachorro y él le palpó la cabeza.
El trabajo de Daniel era así y no podíamos decirle que no fuera. Así pues, esa noche íbamos a ser sólo nosotras tres.
Daniel fue a bañarse, después se cambió de ropa y entró al cuarto donde dormía Laurita. A los tres nos fascinaba ver a la chica, que era el centro de nuestras atenciones y perversiones. En ese momento ella dormía boca abajo, con sus nalguitas firmes a nuestra vista. Daniel sonrió pero con instinto paternal, y se sentó en el borde de la cama. Le besó la cabeza
—La adoro.
—Se traga tu leche —dijo Kim — ¿cómo no adorarla?
Él se marchó poco después. Kim y yo volvimos a la sala a ver una película. No obstante, la presencia de Daniel nos había puesto algo acaloradas, y teníamos que hacer algo para liberarnos.
Me abrí de piernas. Kim comprendió qué estaba pidiéndole y de inmediato volcó su boca contra mi vagina. La película le aburría a ella, pero a mí me gustaba. Así que me relajé mientras la lengua de mi hija me lamía todo rincón de mi cuerpo.
Al rato, después de unos cuantos orgasmos, Laurita bajó con aire somnoliento. Se veía preciosa. Se dirigió al refrigerador y sacó una cajita de leche que se bebió de un sorbo. Yo la vi con curiosidad, y me dio risa porque después de que ella tomara el semen de Daniel, su consumo de leche había aumentado en un doscientos por ciento. Al menos crecería con huesos fuertes y sanos.
Le dije a Kim que me dejara. Laura se acercó a la sala y se sentó en el sillón para ver la película.
—Laura, hija. Te traje unos juguetes.
— ¿Juguetes?
—Sí, vamos.
Las tres nos fuimos a la habitación de Laura. Kim se sentó en la cama con las piernas cruzadas mientras yo revisaba en la bolsa los regalitos. Los ojos de la chica se abrieron sorprendidos ya que ella se esperaba otra clase de juguetes.
— ¿Qué es eso?
—Dijiste que querías que Daniel te diera por atrás ¿no? Así que hay que prepararte.
— ¿Cómo?
Kim contestó.
—Vamos a meterte esto por el culito, hermanita. Así se abrirá más fácil.
— ¿No me va a doler?
—Sino puedes aguantarlo ¿cómo lo harás con Daniel?
Eso pareció herir el orgullo de la chica, que de inmediato nos dio la espalda y se puso a cuatro patas.
—Parece una perrita —dijo Kim y yo la fulminé con la mirada. No me gustaba que llamara a su hermana “perrita” ni “putita”.
—Yo lo hago. A ver, cariño.
Kim me ayudó abriendo las nalgas de su hermanita hasta que su rosado anito quedó al descubierto. Le puse una gotita de lubricante al minidildo y lentamente lo introduje en el agujerito de Laura. Oímos que mi chica suspiraba.
—Mételo más, mamá —me sugirió Kim.
—Creo que así…
— ¡Tonterías! —Kim empujó mi mano y hundió todo el juguetito en Laura. La chica dio un gritito y luego se rio.
—Listo. Laura ¿puedes pararte?
—Sí.
Con cuidado la chica se levantó.
— ¿Eso es todo?
—¿Ah, quieres más? Tengo uno más grande.
—A-den-tro.
La chica volvió a ponerse en cuatro, ésta vez con el culito más levantado que antes. Kim le quitó el minidildo y luego mojó el culito de su hermana con saliva. No perdió tiempo de tocarle con la lengua las nalgas y parte de su vaginita. Mientras yo tenía problemas para abrir el estúpido empaque del dildo grande, mi hija mayor ya le estaba dando una buena chupada de culo
—Oigan, chicas. Ya.
—Perdón, mamá —dijo Kim.
Puse el dildo en el piso y le indiqué a Laura que debía de sentarse encima de éste. Así ella graduaría la velocidad.
Mi hija obedeció. Se abrió las piernas y yo le acomodé el juguete para que quedara alineada con su entradita. Lentamente, concentrada y ruborizada, bajó su cuerpo hasta que la puntita le entró.
—Mamá… ese dildo es vaginal —observó Kim.
— ¿Y?
—No se va a abrir tanto.
—Tonterías —dijo Laura que lo había tomado como un reto. Vi que sus ojitos de chica comenzaban a ponerse rojitos. Le estaba doliendo y pensé en que canceláramos el experimento, pero ella continuó. Despacio, despacio, el juguete se le fue metiendo en el culo, hasta que por fin, después de un buen rato, se lo devoró.
Kim aplaudió. Yo suspiré y Laura sonrió, algo adolorida.
—La segunda vez será más fácil, hija.
—Hermanita, ahora trata de mover tus caderas y levántate.
La chica asintió. Estaba muy cooperativa. Se levantó poco a poco y después, se sentó. Con cada sentón su ano comenzaba a acostumbrarse, y después de unos minutos, ya podía entrar y salir a la perfección, además de que yo, en un acto de buena voluntad, le había hecho un poco de sexo oral a mi chica para que lubricara y se sintiera más excitada.
Aquella noche, durante casi una hora, Laurita se divirtió subiendo y bajando, subiendo y bajando. Se veía tan sexy, con su cabello rubio agitándose, sus mejillas rojitas, su sonrisa y sus gemiditos y el sudor que le bajaba por el cuello. La dejamos practicar como dos maestras supervisándola y hablando de otras cosas que no tenían nada que ver con el sexo.
—Creo que podría hacer esto toda la noche —dijo riendo.
—Y eso que con el pequeño no nos diste tiempo de encenderlo. Se debe de sentir mejor ¿verdad, Kim?
—Sí.
— ¿Chicas? —era la voz de Daniel que subía las escaleras.
—¡Aquí estamos!
—Ah, hola ¿qué están…?
Laura lo miró como una chica traviesa.
—Hola, papi.
—Hola, amor. Parece que se están divirtiendo.
—Laura ha estado jugando toda la tarde —le dije —. Vamos, dejemos que se divierta. Te prepararé la cena. Laura, no te tardes.
—Sí, mamá. Bajaré a cenar en un ratito.
Salimos los tres, dejando que nuestra chica se divirtiera de lo lindo con sus nuevos juguetes.
***
ups! creo que Laura recibió unos buenos juguetes jaja, espero que haya sido educativo para todos, nos vemos la siguiente semana 🙂 recuerden se vale tocar jaja
13 comentarios - Mis hijas y yo, una familia muy cariñosa capítulo 12
Y coincido con los que dijeron que sería muy bueno saber que piensa Laura... ahora que ya no tiene nada de inocente!
Te felicito por esa