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Luciana y los Camioneros

Lucíana y Pedro habían decidido vivir en un lugar retirado de la ciudad, más tranquilo. Estaban a pocos kilómetros y tenían lo que necesitaban.
El pequeño camión era nuevo, llevaba una media hora parado frente a la casa de ellos, cinco tipos se arremolinaban ante el motor, uno de ellos cerró de un golpe el capot. Presuroso uno de los otros tipos tomó un bidón vacío y fue a golpear a la casa de Pedro.

Luciana estaba limpiando, era sábado por la mañana y ninguno de los dos trabajaba, por lo que cada uno se dedicaba a hacer algo. Desde que se habían casado Lucíana descubrió que no se llevaban todo lo bien que ella hubiera querido. Él no le prestaba la debida atención sobre todo en lo sexual, por lo que ella solía dormirse algo excitada. Lo que provocaba generalmente alguna discusión que los alejaba por el resto del día siguiente. La noche anterior había sucedido eso.

-Señora, ¿me permite sacar un poco de agua?- dijo el desconocido.
-si no hay problemas, ¿Qué les ha pasado?- preguntó ella desde la ventana
-se rompió una manguera- dijo el tipo solamente mientras dejaba que el bidón que se llenara.
Atraído por el diálogo, Pedro apareció por el portón.
-¿Qué problema tienen amigo?- inquirió Pedro

El que cerrara el capot también se acercó para sumarse a la charla
-se nos rompió una manguera, no somos de acá, ¿nos podrá dar una mano?- preguntó a Pedro
Algo ducho en mecánica Pedro se acercó al camión.
-vamos hasta la ciudad, yo se donde la podemos comprar- ofreció él
Mientras Pedro y el que llevara la voz cantante del grupo iban hasta la ciudad, los demás se quedaron cuidando el camión. En el trayecto a la ciudad, Pedro y Juan, que así se llamaba el otro trabaron buen diálogo. Juan le contó que llevaban un cargamento de cerveza para otro pueblo.
-somos muchos porque le tengo miedo a los asaltos- dijo Juan

Cuando llegaron a la ciudad, se encontraron con que dicha manguera no la tenían, pero para la tarde la podría conseguir.
-vamos a casa, comemos unas pizzas y a la tarde la compramos- ofreció Pedro
-pero las pizzas las pago yo, y la bebida también- dijo Juan
Llegaron rápidamente de vuelta a la casa, con varias pizzas en la mano.
-Ciro, bajá un cajón de cervezas, y pedile a la señora que las ponga a enfriar- fue la orden de Juan a uno de los otros.

Cuando ciro entró en la casa, vio de cuerpo entero a Lucíana. Un pantalón corto, un poco ajustado, una remera larga y grande que parecía ser del marido y unas zapatillas.
Algo descuidada, Lucíana no llevaba puesto corpiño, por lo que el bambolear de sus tetas delataba la ausencia de dicha prenda. Cuando se agachó a colocar las cervezas en la parte inferior de la heladera, quedó al descubierto el hilo de su tanga. A decir verdad ella lo advirtió, pero estaba un poco excitada y le gustó el reflejo de la cara de sorpresa del tipo, por lo que lo dejó que observara mientras se hacía la distraída.
Sin pérdida de tiempo, Ciro le contó a Juan lo observado. Al medio día fue Ciro quien a regañadientes acompañó a Pedro a buscar las pizzas.
-¿se habrán enfriado las cervezas?- preguntó Juan a Lucíana
Segura de que el otro le habría contado lo de la tanga, Lucía decidió seguirle el juego, ignoraba que Pedro no estaba. Se agachó exageradamente. Su redondo culo, sus piernas al descubierto y el hilo de su tanga asomando en su cintura fueron el corolario perfecto para el panorama que se ofrecía a Juan.

-¡quien fuera el dueño de eso!- exclamó Juan.
Lucíana se excitó aún más, pues hacía demasiado tiempo que su marido no le decía esas cosas.
-¿de que quiere ser el dueño usted?- preguntó Lucíana volviendo su rostro hacia Juan pero sin cambiar de posición.
-del terreno- Juan señalaba hacia una de las ventanas, tratando de disimular
-este terreno está alambrado, no se haga ilusiones que tiene dueño- dijo Lucíana mientras se acercaba sonriendo hacia Juan, dispuesta a jugar un poco.
-soy especialista en saltar alambrados cuando el dueño no está- dijo Juan sonriendo
-¿Dónde fue Pedro?- preguntó ella un poco sorprendida
-a buscar las pizzas, con ciro- dijo Juan tomando un poco de distancia y volviendo al camión.
Lucíana se enojó tremendamente con Pedro, la había dejado sola con cuatro completos desconocidos ya dos veces durante la mañana. Cuando llegó el dueño de casa, ella prácticamente lo arrastró al dormitorio

-¿Cómo me dejás sola con ellos?, ¿estás loco o no te importa lo que me pase?- preguntó ella
Pedro estaba enojado aún con ella por la discusión de la mañana, quizá por eso metió la pata.
-¿y que te van a hacer?, ¿Quién te crees que sos? ¿te crees que todos andan al salto para cogerse una mina?-dijo Pedro mientras volvía con sus nuevos amigos.
Lucíana, aún más enojada con Pedro, decidió darle una lección. Le haría dar celos
-yo te voy a demostrar quien soy- dijo ella furibunda mientras se acomodaba un poco el short, haciendo que sus nalgas se demarcaran perfectamente. El hilo de su tanga aún asomaba por sobre su cintura.

Ya los cinco desconocidos y Pedro estaban acomodados, las cajas de pizza se amontonaban sobre la mesa. Lucíana las tomó y moviendo un poco sus nalgas las llevó hasta la mesada, sus ojos se cruzaron con los de Juan, que no le sacaba la vista de encima. Luego tomó una de las botellas de cerveza y le dio un largo trago.
-¡no esperarán que les ponga vasos!- dijo ella sonriendo
Pedro inmediatamente advirtió que había cometido un error, tomó una de las cervezas y también bebió largamente. Juan aún sin sacarle los ojos de encima también consumió buena parte de la pequeña botella que tenía en sus manos.
La primera botella que Pedro tomó fue para tratar de olvidar el error cometido, la segunda fue para darse valor, la tercera fue por gusto y la cuarta fue por puro envión de la borrachera que ya tenía. Lucíana disfrutaba de ver como Pedro se hundía en el alcohol sin darse cuenta que ella también estaba ya bajo los influjos de la cerveza y se adentraba en un juego que a cada rato la excitaba más y más.

En un momento ella fue a reemplazar la caja vacía de la pizza por otra de las de la mesada, cuando la depositó cerca de Juan, este deslizó disimuladamente su mano por el desnudo muslo de Lucíana. Atrapada entre el alcohol y la excitación, ella no fue capaz de reaccionar. Miró a Pedro, quien ignorante de todo balbuceaba a duras penas alguna tontería.
Juan la tomó de la cintura y la hizo sentarse en sus rodillas, ella inmediatamente advirtió la dura verga de Juan contra sus nalgas.
-epaaa, me parece que a alguien lo llama la naturaleza- dijo ella riendo
-me han dado ganas de saltar alambrados- dijo Juan
Pedro intentó reaccionar, quiso levantarse pero entre el alcohol y la mano de ciro que fuertemente lo sostuvo contra la silla se lo impidieron. Quiso decir algo, pero solo enredadas palabras salieron de su boca.
-ehh, ¿Qué pasa ahí?- balbuceó
Lucíana, maravillada por lo que producía en Juan, fue un poco más allá.
-pasa lo que vos no capaz de hacer de que pase- dijo mientras pasaba uno de sus brazos por sobre el hombro de Juan.
-que, ¿al señorito no se le para?- preguntó Juan
-no, no se que le pasa, pero hace rato que me hace pasar hambre- dijo ella sentada de costado sobre Juan.

Las manos de Juan comenzaban a acariciar el borde externo de las tetas, por sobre la holgada remera de Lucíana. Lo hacía descaradamente frente a Pedro.
-¡le…leee estás tocando las tetas!- un nuevo intento de incorporarse fue sofocado por ciro mientras los restantes reían sonoramente.
-siii, mirá como le toco las tetas a tu esposa- dijo Juan mientras abarcaba ambas tetas con sus manos. Aún la remera permanecía en su lugar.
Lucíana reía mientras ya comenzaba a mover sus nalgas sobre la dura verga de Juan, quien sin más pérdida de tiempo pasó sus manos por debajo de la remera. Los duros pezones respondían a las caricias de Juan.
-ehh, nosotros queremos ver las tetas- dijo uno de los otros
Lucíana, aturdida por el alcohol, obedeció a sus instintos y se sacó la larga remera.
-ehh, sos una puta…ponete ya mismo la remera- balbuceó Pedro enfurecido
Juan lo ignoró, al igual que Lu
cía, quien ya recibía en sus tetas los manoseos de Juan.
Luego la hizo arrodillar
-¿hermosa, me la querés chupar?- preguntó el jefe de los desconocidos
-mas que nada en el mundo- respondió el ama de casa.
La verga ya se ofrecía delante de ella, tremendamente dura.
-¿ves esto es una pija parada- dijo Lucíana a Pedro
Ciro y otro de los desconocidos se pusieron de pie, uno a cada lado de Juan. Ahora eran tres vergas a su disposición. Lucíana mientras chupaba con fuerza de Juan jugaba con sus manos en las vergas restantes.
-mmm, tres vergas y todas para mi, ¡por fin!- dijo la deseosa Lucíana
Juan se incorporó
-levantate, yo te voy a dar verga- dijo él
Lucíana se puso de pie, se sostuvo con ambos brazos del cuello Ciro y el otro, mientras Juan le sacaba la ropa restante. Totalmente desnuda se sintió una reina y una esclava de esos desconocidos. Sin soltarse del cuello de ambos dejó que la levantaran, sabía perfectamente lo que se le venía. Juan con su verga como si fuera una espada se colocó entre sus piernas y la penetró con dureza. Lucíana sintió como su vagina se expandía al máximo para dejar entrar la pija de Juan
-ahhh, que maravillosa verga, que dura que está- dijo ella mientras Juan arremetía con extraordinario vigor contra ella.
Su cabeza se hizo hacia atrás, gozaba al máximo de ser cogida por Juan
-¡Asique tu marido no te coge preciosa?- preguntó el jadeante Juan
-a ese pelotudo ni se le para- dijo ella comenzando a sentir como el placer se incrementaba ante cada embestida de Juan.

Lucíana se aferró al cuello de Juan, ahora estaba completamente en sus brazos
-¿alguna vez te cogió así?- preguntó Juan mientras la sostenía en el aire, lo que hacía que la verga permaneciera completamente dentro de ella.
-ahhh, no…así no….me estás partiendo la concha- exclamo ella mientras se aferraba con todas sus fuerzas, intentando moverse.
Pedro llorisqueaba, balbuceaba y daba manotazos a la mesa.
Juan dejó en el piso a Lucía, e hizo que se apoyara sobre la mesa. Ella aplastó sus tetas contra la tabla, dejando su desnudo culo a disposición de Juan. Imprevistamente éste se agachó y le dio un sonoro beso en pleno orificio anal. Ella rió extasiada cuando la lengua de Juan se hundió en su culo.
Ella de frente a Pedro disfrutaba al ver como se debatía entre la bronca y la borrachera. La gruesa verga de Juan entró sin compasión en el culo de Lucíana, que arqueó su espalda quejándose hondamente.
-ayyy hijo de puta, despacito, la tenés muy dura- exclamó ella
-ja, no estás acostumbrada- dijo Juan
-no…no…no- profería ella repetidamente

Juan la sostenía de las caderas, la separó de la mesa para permitir que ciro pusiera su verga en la boca de Lucíana. Ella como si fuera un deseado bocado se dedicó a chupar con fuerza la pija de Ciro. Así estuvo por largos minutos.
-ayyy, chicos me van a hacer acabar…que bueno…me voy…me voy- decía ella
Sus piernas se aflojaron, debió aferrarse a ciro para no caerse mientras entregaba su orgasmo a los desconocidos que la estaban poseyendo.
Siii…asiiii…asiiii- decía ella mientras estampaba su hermoso y penetrado culo contra Juan.
Pero lejos de terminar, Juan se sentó en la silla, trayendo consigo a Lucíana. Ella dándole la espalda se sentó sobre él, su culo seguía recibiendo las atenciones de Juan. Ciro se colocó entra las abiertas piernas de Lucíana y sin demora la penetró por la vagina.
-ahhhh, mirá Pedro me están cogiendo de a dos- decía Lucíana
Pedro balbuceaba con una nueva cerveza entre sus labios mientras Lucía gozaba con ambas vergas dentro de ella. Así entregó su segundo orgasmo, mientras su culo y su vagina desbordaban de semen.
Juan una y otra vez acababa en el culo de Lucíana, mientras los demás se turnaban para llenarle la concha de carne.

Pedro no llegó a terminar su cerveza, dormido ignoraba como su esposa gozaba del festín.
La cogieron de todas formas posibles: en cuatro en el piso, ella sentada sobre uno mientras chupaba dos vergas más. Sentada de frente a Ciro mientras otro le daba por el culo y un tercero se la hacía chupar.
Agotada, satisfecha y sonriente ella terminó recostada en la mesa, mientras algún rezagado le llenaba las tetas de leche.
-bueno, creo que nos vamos a ir- dijo Juan
Lucíana apenas pudo responder alguna frase coherente.
Lo sorprendente fue que cuando Pedro despertó, ya avanzada la noche se quejó de un profundo dolor de cabeza. Lucía que hacía rato se había bañado estaba relajada y sonriente.
-¿y los muchachos?- preguntó Pedro
-¿No te acordás de nada?- inquirió Lucíana
-nno, recuerdo que estábamos comiendo y vos te hiciste la calienta pijas con ellos para darme celos- dijo él con aires de superado
-te habrá parecido amor, cuando te dormiste los muchachos se fueron- dijo ella con gesto de ofendida.

-uff, como será el pedo que tenía, que hasta soñé que te agarraban entre todos- Pedro reía aliviado. También reía Lucíana.

--vuelven los muchachos?- preguntó Pedro

-Dijeron que la semana que viene se daban una vuelta, tienen otro viaje- dijo Lucíana mientras cerraba las ventanas.

3 comentarios - Luciana y los Camioneros

fl22lf
que linda putita como me calento el relato