Marisa era una chica que había perdido la vista siendo niña producto de un accidente automovilístico, de mediana estatura, cabello largo castaño con rulos, de piel totalmente blanca, al punto que su concha era de un color rosa pálido y su ano de color miel, sus pechos eran bien redondos, parados, muy prominentes, de aureolas no muy grandes, pero sus pezones eran como la punta de un dedo, muy sensibles al punto que el menor roce provocaba su erección instantánea, la cual duraba como una semana, de cintura afinada que resaltaba aún más su cola de ensueño, redonda y parada, es decir, una belleza total por donde se la mire. Para redondear todo ese marco, vestía constantemente de manera sensual, con pantalones y remeras ajustados, shorts de lycra cortísimos que resaltaban su escultural cuerpo y ni que hablar de sus siempre presentes tangas hilo dental que vestían apenas su intimidad y ver como ellas se perdían en esa cola divina, era enloquecedor para cualquiera.
Ella vivía sola en una casa y su padre en la casa de al lado pero se comunicaban por el fondo. El era un hombre muy mayor, viudo de hacía varios años ya, no muy alto pero bastante fortachón, aunque no era su padre biológico, la había criado desde bebé.
Cuando nos conocimos entablamos una amistad que no tardo en romperse porque el deseo era irresistible y el sexo fue casi instantáneo.
Cogiendo era una ninfómana, chupaba la pija con devoción, metiéndola lo más que podía para luego sacarla y roerla con los dientes. Le calentaba mucho que le apretara y estirara los pezones todo lo que pudiera. Su vagina era tan estrecha que cada vez que lo hacíamos era como estar rompiéndola de nuevo aunque solo hubieran pasado unos minutos de no hacerlo, era tan así que cada dos bombeadas tenía que parar para no explotar en un mar de leche. Era una maestra del sexo anal, le encantaba que le hicieran la cola mientras se daba tremendas palmadas en el clítoris cuando estaba acabando entre verdaderos alaridos y si por fortuna yo no terminaba junto con ella, sacaba mi pija de su culo, la llevaba directo a su boca para hacerme acabar con ella y tomarse y saborear toda la leche. En resumidas cuentas, estaba viviendo un sueño.
Eso fue hasta el día que por pura casualidad, llegó a mis oídos un rumor que se corría en su barrio, según el cual era por demás sospechosa la forma de vivir de Marisa y su padre, según sostenían sus vecinos, al parecer, mantenían relaciones sexuales. Nunca había notado nada raro entre ellos, salvo que como todo padre, en ocasiones, era muy cuida a pesar que él sabía que cogíamos pero yo lo tomaba como el comportamiento normal de todo padre que sabe que se la están reculiando a la hija. Lejos de tomármelo con calma, ese rumor daba vueltas en mi cabeza pero todo transcurría con total normalidad.
Hasta una noche en la que me toco vivir algo que jamás en mi vida pensé que me pasaría. Estábamos conversando Marisa, el padre y yo sobre las refacciones que se estaban haciendo en la casa, entre ellas sobre la puerta de la habitación de Marisa que se la había sacado para cambiarla y que pronto llegaría el reemplazo. El padre se despidió diciendo que se iría a dormir y desapareció por el fondo. Como era mi costumbre, comencé a desnudarla allí mismo y mientras caminábamos por el pasillo camino a la habitación también. Una vez en ella, me arrodille y comencé a chuparle su sabrosa concha alternando con intentos de la punta de mi lengua por entrar en su ano. Cambiamos posición, se sentó en la cama, sacó mi pija y comenzó a chuparla desesperadamente, haciendo intentos porque entre entera en su boca. En un momento dado, vuelvo la vista hacia la puerta y alcanzo a ver entre las sombras, la mitad de una cara que observaba toda la escena… era el padre… al darse cuenta que yo descubrí su presencia desapareció pero casi al instante regresó y yo lejos de inquietarme le hice señas para que entrara para que pudiera ver mejor pero con un movimiento de su cabeza me hizo entender que no comprendía lo que quería decirle, yo repetí el ademán con la mano y al instante siguiente traspaso el umbral de la puerta quedando a pocos metros de nosotros. Estaba vestido solo con un bóxer, tenía la pija afuera y se estaba pajeando, era impresionante de enorme el pedazo que tenía el viejo, más larga que 20cm (calculo yo) y la cabeza era con un puño. A todo esto Marisa ni cuenta se había percatado de ello y continuaba entretenida en lo suyo. Se levantó, se puso a cuatro pies al borde de la cama y se la metí en la concha, le di tres bombazos, la saqué y se la mande hasta el tronco por el culo. Al rato de estarla bombeando, comenzaron los cachetazos a su concha indicando que comenzaba a acabar con los alaridos habituales. Se la sacó del culo, se arrodilló y se dispuso a hacerme acabar con su boca, el viejo parece que no daba más y comenzó a acabar con unos terribles chorros de leche que cruzaban la puerta, el pasillo y se estrellaban en la pared opuesta, dejó un río de leche, sacó un trozo de tela, limpió la punta de su tremenda poronga y sigilosamente desapareció. Yo volaba de placer, habiendo hecho un anal infernal, una chupada de pija esplendida con acabada en la boca, tragada de leche y su posterior degustación, sumado el plus del morbo de culiarme a Marisa delante del padre. Fue algo propio de película porno, fue extraordinario.
Luego de esto la vida continuó con total normalidad un tiempo más hasta que nos peleamos, pero nunca se me dio por intercambiar una opinión con el padre al respecto de lo sucedido esa noche. En una de las últimas discusiones que desencadenaron la posterior separación, no perdí la oportunidad que Marisa se enterara de lo acontecido ya que quería ver su reacción y para mi sorpresa lo tomó con cierta normalidad haciendo solo un tímido reclamo. Muchos años después tuvimos la oportunidad de charlar y uno de los temas que surgió fue lo sucedido esa noche, a lo que ella me contesto que no la había sorprendido que el padre nos mirara hacerlo ya que él solía rozarle el culo con la pija mientras la tenia dura y que se había dado cuenta que la observaba mientras se bañaba pero que nunca había hecho el intento por cogerla, lo que si le sorprendió fue mi reacción de hacerlo entrar en la habitación.
Disculpen lo extenso del relato y esperare ansioso sus comentarios.
Gracias. Saludos.
Ella vivía sola en una casa y su padre en la casa de al lado pero se comunicaban por el fondo. El era un hombre muy mayor, viudo de hacía varios años ya, no muy alto pero bastante fortachón, aunque no era su padre biológico, la había criado desde bebé.
Cuando nos conocimos entablamos una amistad que no tardo en romperse porque el deseo era irresistible y el sexo fue casi instantáneo.
Cogiendo era una ninfómana, chupaba la pija con devoción, metiéndola lo más que podía para luego sacarla y roerla con los dientes. Le calentaba mucho que le apretara y estirara los pezones todo lo que pudiera. Su vagina era tan estrecha que cada vez que lo hacíamos era como estar rompiéndola de nuevo aunque solo hubieran pasado unos minutos de no hacerlo, era tan así que cada dos bombeadas tenía que parar para no explotar en un mar de leche. Era una maestra del sexo anal, le encantaba que le hicieran la cola mientras se daba tremendas palmadas en el clítoris cuando estaba acabando entre verdaderos alaridos y si por fortuna yo no terminaba junto con ella, sacaba mi pija de su culo, la llevaba directo a su boca para hacerme acabar con ella y tomarse y saborear toda la leche. En resumidas cuentas, estaba viviendo un sueño.
Eso fue hasta el día que por pura casualidad, llegó a mis oídos un rumor que se corría en su barrio, según el cual era por demás sospechosa la forma de vivir de Marisa y su padre, según sostenían sus vecinos, al parecer, mantenían relaciones sexuales. Nunca había notado nada raro entre ellos, salvo que como todo padre, en ocasiones, era muy cuida a pesar que él sabía que cogíamos pero yo lo tomaba como el comportamiento normal de todo padre que sabe que se la están reculiando a la hija. Lejos de tomármelo con calma, ese rumor daba vueltas en mi cabeza pero todo transcurría con total normalidad.
Hasta una noche en la que me toco vivir algo que jamás en mi vida pensé que me pasaría. Estábamos conversando Marisa, el padre y yo sobre las refacciones que se estaban haciendo en la casa, entre ellas sobre la puerta de la habitación de Marisa que se la había sacado para cambiarla y que pronto llegaría el reemplazo. El padre se despidió diciendo que se iría a dormir y desapareció por el fondo. Como era mi costumbre, comencé a desnudarla allí mismo y mientras caminábamos por el pasillo camino a la habitación también. Una vez en ella, me arrodille y comencé a chuparle su sabrosa concha alternando con intentos de la punta de mi lengua por entrar en su ano. Cambiamos posición, se sentó en la cama, sacó mi pija y comenzó a chuparla desesperadamente, haciendo intentos porque entre entera en su boca. En un momento dado, vuelvo la vista hacia la puerta y alcanzo a ver entre las sombras, la mitad de una cara que observaba toda la escena… era el padre… al darse cuenta que yo descubrí su presencia desapareció pero casi al instante regresó y yo lejos de inquietarme le hice señas para que entrara para que pudiera ver mejor pero con un movimiento de su cabeza me hizo entender que no comprendía lo que quería decirle, yo repetí el ademán con la mano y al instante siguiente traspaso el umbral de la puerta quedando a pocos metros de nosotros. Estaba vestido solo con un bóxer, tenía la pija afuera y se estaba pajeando, era impresionante de enorme el pedazo que tenía el viejo, más larga que 20cm (calculo yo) y la cabeza era con un puño. A todo esto Marisa ni cuenta se había percatado de ello y continuaba entretenida en lo suyo. Se levantó, se puso a cuatro pies al borde de la cama y se la metí en la concha, le di tres bombazos, la saqué y se la mande hasta el tronco por el culo. Al rato de estarla bombeando, comenzaron los cachetazos a su concha indicando que comenzaba a acabar con los alaridos habituales. Se la sacó del culo, se arrodilló y se dispuso a hacerme acabar con su boca, el viejo parece que no daba más y comenzó a acabar con unos terribles chorros de leche que cruzaban la puerta, el pasillo y se estrellaban en la pared opuesta, dejó un río de leche, sacó un trozo de tela, limpió la punta de su tremenda poronga y sigilosamente desapareció. Yo volaba de placer, habiendo hecho un anal infernal, una chupada de pija esplendida con acabada en la boca, tragada de leche y su posterior degustación, sumado el plus del morbo de culiarme a Marisa delante del padre. Fue algo propio de película porno, fue extraordinario.
Luego de esto la vida continuó con total normalidad un tiempo más hasta que nos peleamos, pero nunca se me dio por intercambiar una opinión con el padre al respecto de lo sucedido esa noche. En una de las últimas discusiones que desencadenaron la posterior separación, no perdí la oportunidad que Marisa se enterara de lo acontecido ya que quería ver su reacción y para mi sorpresa lo tomó con cierta normalidad haciendo solo un tímido reclamo. Muchos años después tuvimos la oportunidad de charlar y uno de los temas que surgió fue lo sucedido esa noche, a lo que ella me contesto que no la había sorprendido que el padre nos mirara hacerlo ya que él solía rozarle el culo con la pija mientras la tenia dura y que se había dado cuenta que la observaba mientras se bañaba pero que nunca había hecho el intento por cogerla, lo que si le sorprendió fue mi reacción de hacerlo entrar en la habitación.
Disculpen lo extenso del relato y esperare ansioso sus comentarios.
Gracias. Saludos.
7 comentarios - La chica ciega y el padre…
Es una vivencia real!
Estoy al palo!
Fue terrible.
Mi experiencia no tiene tanto morbo, lo del viejo me dejo sin aliento, pense lo peor
Luego de sucedido, ni yo lo podía creer.
Me alegro que te haya gustado.
Gracias por pasar.
Saludos.