Cuando mi primo Alvaro cumplió 18 años, vino a vivir a la provincia de Buenos Aires, desde su pueblo en el interior, para cumplir con el servicio militar obligatorio.
Yo en ese entonces era bastante delgado, iba al liceo y vivía con mi madre y una tía. Cuando me contaron que mi primo iba a vivir con nosotros yo estaba feliz porque en mi casa no había hombres, vivía rodeado de mujeres. Mi primo llegó vestido de soldado, con el pelo cortado como militar, es decir rapado casi totalmente, menos adelante. Era alto, de grandes brazos debido a que se dedicaba al trabajo de campo. Yo lo miraba con admiración mientras él, rodeado de todos en la sala, conversaba con la familia; luego se despidió porque debía reportarse en su cuartel. Mamá dijo que solo vendría los fines de semana y que debería compartir mi habitación y hasta mi cama con él porque no había más espacio en casa. Yo me alegré sin imaginarme que eso me cambiaría por completo.
El primer sábado que tuvo libre llegó a casa a las tres de la tarde vestido de soldado, yo estaba solo y como era verano, tenia puesto un short pequeño, sin ropa interior, zapatillas y una remera. Al abrir la puerta lo recibí con un cariñoso abrazo que él correspondió acariciándome la cabeza. Lo conduje al dormitorio donde le dije que compartiríamos la cama; él dijo: -Está bien.
Me senté en una silla, él en la cama y conversamos. Me contó del Ejército y yo estaba embelezado, luego prendí la TV y nos pusimos a ver. De pronto se levantó y dijo:
-¡Que calor!... Se quitó el uniforme y quedó en boxer y remera sin mangas, ambos verde claro. Ahí mismo me percaté cómo sobresalía un bulto enorme bajo la tela, se le marcaba claramente un gran pene y los huevos. Yo le miraba y le miraba... Pues me llamaba mucho la atención.
Se sentó abriendo sus piernas y recostándose hacia atrás para seguir viendo la TV, pero a cada momento yo volvía mi cabeza para mirar ese bulto que notaba que estaba creciendo y no me "dejaba" mirar la tele. No tardó en darse cuenta de mi curiosidad y se acomodó el paquete con la mano sonriéndome raro, yo me avergoncé y desvié la mirada. Pero no pude evitarlo y enseguida volví a mirar; la pija ya levantaba la tela de su boxer notoriamente... Entonces me dijo: -¿Te gusta mirar mi pija Leo?
Yo enrojecí. No le contesté pero seguí mirando asombrado la enorme tienda de campaña que se levantaba entre sus piernas. Alvaro se quitó la remera y mostró un pecho moreno y lampiño con pectorales firmes, con un abdomen plano y marcado. Igual eran los músculos de sus largas piernas morenas que estaban abiertas delante de mí. Se agarró la pija y dijo:
-Esto es para hacer feliz a cualquier mujer...
De pronto metió su mano dentro del boxer y comenzó a acariciarse por dentro, hasta que bajó el elástico y saltó su miembro afuera sacudiendolo al aire. Era una enorme barra de carne parada oscilando que me hizo exclamar, pues nunca había visto el miembro viril de otro hombre.
-¡Que grande la tenés!- Exclamé...
Él comenzó a mirarme sonriendo maliciosamente y luego miraba su pija alternando la mirada, como invitándome provocativamente a degustar algo que yo nunca había probado. Comenzó a pajearse más, pues era claro que le excitaba hacerlo delante de mí. Su mirada era maliciosa y sonreía pajeándose como si fuera la cosa más natural del mundo.
Me asombraba la cabezota oscura de su glande, su grosor y tamaño, con una ligera curvatura... Él me miraba con deseo. Se levantó y se quitó totalmente el calzoncillo y volvió a sentarse. Yo me quedé helado, ¡mi primo estaba totalmente desnudo!... Sentí un cosquilleo en todo mi cuerpo, ya no se agarraba el miembro, sino que éste se movía solo, como si tuviese vida propia.
Yo estaba en la silla con mis rodillas juntas, entonces me preguntó: -¿No te gustaria jugar con ella? -Es un nuevo juego que te va a gustar, Leo- dijo.
Quería que le ayudara a pajearse diciéndome que eso era bien rico y que me iba a enseñar. También me dijo que si quería ser soldado tenía que aprender muchas cosas que eran solo cosas de hombres. Recostado en la cama como estaba, me ordenó: -¡Venga soldado! ¡Va a cumplir mis órdenes!
Yo me levanté y me acerqué hasta estar entre sus piernas abiertas, parado muy firme esperando sus órdenes.
-¡Saluda a la bandera!-
Y se puso la mano en la sien, como saludo militar, yo le imité. Así que estaba muy firme saludando el mástil sin bandera de mi primo, el soldado conscripto.
-Ahora soldado, ¡posición de descanso!- Ordenó.
Yo abrí mis piernas poniendo las manos atrás muy quieto. Se acercó, metió su mano bajo mi short, sacó mi pija, la apretó y me la chupó un momento como para enseñarme; esto me excitó... Recorrió mi entrepierna y después mi culito. Ese manoseo comenzó a excitarme.
-¿Ves? -Me decía- Es rico pajearse.
Siguió su manoseo un buen rato y luego dijo:
-Ahora te toca a ti.
Tomó mi mano y me hizo pasarla por todo su pecho, bajando por su abdomen hasta llegar a su pene. Al tocarlo me estremecí. Lo sentí caliente, suave pero muy firme, me enseñó el movimiento que quería, retiró su mano y me dejó hacerlo solo. Me esmeré en darle gusto, aprendí muy rápido a pajearlo. Pero esa lejana tarde me entregué completamente a ese jueguito, mi mano se movía de arriba a abajo, luego lo hice con las dos manos pues era enorme, sentía en ellas todo el vigor de su juventud. Me hizo arrodillar y dijo que iba muy bien, que era obediente y que el juego continuaba de otra manera. Ahora la orden era que debía chupársela. Lo miré y obedecí al momento, abrí mi boca y me metí su miembro. Solo el glande me llenaba, tuve arcadas pero luego me fui acostumbrando.
Entonces se puso de pie y en esa posición seguimos durante un buen rato. Ya acostumbrándome fue más fácil meterlo hasta la profundidad de mi garganta, como un tragasable, pero solo un rato porque me cortaba el aire. En ese momento ocurrió que me agarró la cabeza con ambas manos y comenzó a moverla muy rápido hasta llenarmela con su semen caliente, quise salirme pero no me dejó. Tragué varias veces y cuando me la sacó, se chorreó en mis manos; él me dijo:
-Es la leche de macho que como primo mayor te regalo.
Se fue al baño un buen rato mientras yo seguía en la cama recordando cada momento de lo que había vivido... Cuando Alvaro regresó se me tiró arriba y me abrazó diciendo:
-Que rico eres Leito, conmigo vas a ser muy feliz. -
Y con sus labios buscó afanosamente los míos para darme el beso más fuerte y apasionado de mi vida mientras me abrazaba con sus fuertes brazos. Sus manos bajaron mi short hasta las rodillas y apretó mis desnudas nalgas con fuerza, luego las abría y cerraba; todo ello sirvió para que yo me excitara rápidamente y mi pija comenzara a elevarse.
Movió sus manos hacia mi culo y con los dedos buscó mi hoyito hasta que lo halló, se salivó un dedo que fue penetrándome con firmeza. Al hacerlo, yo aspiré aire sorprendido, nadie me había tocado ahí, con mi cuerpo pegado al suyo sentía todo el calor de macho que emanaba. Todo este cúmulo de sensaciones me tenía totalmente transformado, no podía ni pensar y solo me dejaba llevar. Me quitó la ropa, quedando encuerados nos revolcamos en la cama, besándonos, abrazándonos... No dejó un solo espacio de mi cuerpo sin acariciar mientras su lengua se movía dentro de mi boca.
Más adelante me puso en cuatro al filo de la cama, con su pene a las puertas de mi ano que cerrado y virgen ponía resistencia, entonces comenzó a manosearme, mordía mi oreja, chupeteaba y lamía mi cuello hasta que me relajé un poco y en ese momento algo cedió en mi interior y pudo penetrar la cabeza, ahí la dejó porque le gustaba:
-Que rico me aprieta tu culito -Me decía.
Pero luego empujó y entró la mitad, haciéndome gritar pues me dolía. Le dije sollozando:
-¡Ya no... Ya no quiero jugar, Alvaro! ¡Me duele mucho!
Cerré mis ojos cuando comencé a sentir que la punta de su glande se trataba de abrir paso entre mis nalgas para llegar a las profundidades de mi culo. Eso lo excitó más. Yo gemía y él añadió:
-Aguanta, te va a gustar...
Me acarició más, me apretó la pija que se empaló rápido.
-Afloja Leito, te va a gustar...
Yo le hice caso, me acomodé mejor, abrí un poco más las piernas y de pronto toda la verga se fue adentro. Di un grito, pues todo el dolor y placer de la sodomización cayó sobre mí, la tenía toda adentro... Sus huevos golpeaban los míos. Sentir esa verga entera en mi orto desató una mezcla de dolor y placer, que aumentaba al infinito cuando se movía rápido. Alvaro comenzó a moverse como loco y yo tuve que morder la almohada para no gritar. Nunca en mi vida me volvieron a dar así por el culo. Al cabo de un rato dijo:
-¡Que rico! ¡Me vengo! ¡Voy a largar, te voy a partir el culo!... Quédate así pimito... Me vuelve loco ese culito... ¡Te voy a reventar ese agujerito apretadito!... ¡Aghh..!
Sentí que su miembro palpitaba, se hinchaba y con él mi recto estaba invadido totalmente. Sus movimientos eran más enérgicos, su respiración más profunda y fuerte y de pronto se agarró la verga, se hicnchó más y su voz se transformó en un jadeo mientras toda su producción de esperma se vaciaba dentro de mí. Esa sensación me condujo hasta las nubes... Antes de sacarla me masturbó la pija con sus hábiles dedos y yo comencé a gozar también, llenando sus manos con mi semen, que luego y a sugerencia de él, juntos saboreamos.
En la noche mi primo y yo dormimos en la misma cama y nuevamente me penetró y me pajeó. Con el tiempo me gustó más y más ese juego. Fueron cuatro años los que vivió en casa. Los sabados llegaba del cuartel muy caliente y con enormes ganas de cogerme. Cada sábado mi culo recibía pija para toda la semana. El venía con la leche contenida sabiendo que tenía el culo de su primo a su total disposición.
Nos íbamos a dormir temprano fingiendo cansancio, ya en la cama comenzaba a besarme, hasta llegar a mi culo para lubricarlo y cogerme incansablemente. Una noche me la metió tan duro que di un grito alto y escucharon. Mamá dijo:
-¿Qué pasa?
-Nada tía, el tonto de Leo se cayó de la cama, ja ja ja...
-Dijo Alvaro, disimulando muy bien esas travesuras que nunca olvidaré.
Siempre recordaré aquellos primeros juegos, su maravilloso fisico, su gran pija, la enorme cantidad de semen que guardaba para mi en sus enormes bolas, para regalarme todos los sabados durante cuatro años. Pero que en el futuro se repetiría muchas veces...
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Yo en ese entonces era bastante delgado, iba al liceo y vivía con mi madre y una tía. Cuando me contaron que mi primo iba a vivir con nosotros yo estaba feliz porque en mi casa no había hombres, vivía rodeado de mujeres. Mi primo llegó vestido de soldado, con el pelo cortado como militar, es decir rapado casi totalmente, menos adelante. Era alto, de grandes brazos debido a que se dedicaba al trabajo de campo. Yo lo miraba con admiración mientras él, rodeado de todos en la sala, conversaba con la familia; luego se despidió porque debía reportarse en su cuartel. Mamá dijo que solo vendría los fines de semana y que debería compartir mi habitación y hasta mi cama con él porque no había más espacio en casa. Yo me alegré sin imaginarme que eso me cambiaría por completo.
El primer sábado que tuvo libre llegó a casa a las tres de la tarde vestido de soldado, yo estaba solo y como era verano, tenia puesto un short pequeño, sin ropa interior, zapatillas y una remera. Al abrir la puerta lo recibí con un cariñoso abrazo que él correspondió acariciándome la cabeza. Lo conduje al dormitorio donde le dije que compartiríamos la cama; él dijo: -Está bien.
Me senté en una silla, él en la cama y conversamos. Me contó del Ejército y yo estaba embelezado, luego prendí la TV y nos pusimos a ver. De pronto se levantó y dijo:
-¡Que calor!... Se quitó el uniforme y quedó en boxer y remera sin mangas, ambos verde claro. Ahí mismo me percaté cómo sobresalía un bulto enorme bajo la tela, se le marcaba claramente un gran pene y los huevos. Yo le miraba y le miraba... Pues me llamaba mucho la atención.
Se sentó abriendo sus piernas y recostándose hacia atrás para seguir viendo la TV, pero a cada momento yo volvía mi cabeza para mirar ese bulto que notaba que estaba creciendo y no me "dejaba" mirar la tele. No tardó en darse cuenta de mi curiosidad y se acomodó el paquete con la mano sonriéndome raro, yo me avergoncé y desvié la mirada. Pero no pude evitarlo y enseguida volví a mirar; la pija ya levantaba la tela de su boxer notoriamente... Entonces me dijo: -¿Te gusta mirar mi pija Leo?
Yo enrojecí. No le contesté pero seguí mirando asombrado la enorme tienda de campaña que se levantaba entre sus piernas. Alvaro se quitó la remera y mostró un pecho moreno y lampiño con pectorales firmes, con un abdomen plano y marcado. Igual eran los músculos de sus largas piernas morenas que estaban abiertas delante de mí. Se agarró la pija y dijo:
-Esto es para hacer feliz a cualquier mujer...
De pronto metió su mano dentro del boxer y comenzó a acariciarse por dentro, hasta que bajó el elástico y saltó su miembro afuera sacudiendolo al aire. Era una enorme barra de carne parada oscilando que me hizo exclamar, pues nunca había visto el miembro viril de otro hombre.
-¡Que grande la tenés!- Exclamé...
Él comenzó a mirarme sonriendo maliciosamente y luego miraba su pija alternando la mirada, como invitándome provocativamente a degustar algo que yo nunca había probado. Comenzó a pajearse más, pues era claro que le excitaba hacerlo delante de mí. Su mirada era maliciosa y sonreía pajeándose como si fuera la cosa más natural del mundo.
Me asombraba la cabezota oscura de su glande, su grosor y tamaño, con una ligera curvatura... Él me miraba con deseo. Se levantó y se quitó totalmente el calzoncillo y volvió a sentarse. Yo me quedé helado, ¡mi primo estaba totalmente desnudo!... Sentí un cosquilleo en todo mi cuerpo, ya no se agarraba el miembro, sino que éste se movía solo, como si tuviese vida propia.
Yo estaba en la silla con mis rodillas juntas, entonces me preguntó: -¿No te gustaria jugar con ella? -Es un nuevo juego que te va a gustar, Leo- dijo.
Quería que le ayudara a pajearse diciéndome que eso era bien rico y que me iba a enseñar. También me dijo que si quería ser soldado tenía que aprender muchas cosas que eran solo cosas de hombres. Recostado en la cama como estaba, me ordenó: -¡Venga soldado! ¡Va a cumplir mis órdenes!
Yo me levanté y me acerqué hasta estar entre sus piernas abiertas, parado muy firme esperando sus órdenes.
-¡Saluda a la bandera!-
Y se puso la mano en la sien, como saludo militar, yo le imité. Así que estaba muy firme saludando el mástil sin bandera de mi primo, el soldado conscripto.
-Ahora soldado, ¡posición de descanso!- Ordenó.
Yo abrí mis piernas poniendo las manos atrás muy quieto. Se acercó, metió su mano bajo mi short, sacó mi pija, la apretó y me la chupó un momento como para enseñarme; esto me excitó... Recorrió mi entrepierna y después mi culito. Ese manoseo comenzó a excitarme.
-¿Ves? -Me decía- Es rico pajearse.
Siguió su manoseo un buen rato y luego dijo:
-Ahora te toca a ti.
Tomó mi mano y me hizo pasarla por todo su pecho, bajando por su abdomen hasta llegar a su pene. Al tocarlo me estremecí. Lo sentí caliente, suave pero muy firme, me enseñó el movimiento que quería, retiró su mano y me dejó hacerlo solo. Me esmeré en darle gusto, aprendí muy rápido a pajearlo. Pero esa lejana tarde me entregué completamente a ese jueguito, mi mano se movía de arriba a abajo, luego lo hice con las dos manos pues era enorme, sentía en ellas todo el vigor de su juventud. Me hizo arrodillar y dijo que iba muy bien, que era obediente y que el juego continuaba de otra manera. Ahora la orden era que debía chupársela. Lo miré y obedecí al momento, abrí mi boca y me metí su miembro. Solo el glande me llenaba, tuve arcadas pero luego me fui acostumbrando.
Entonces se puso de pie y en esa posición seguimos durante un buen rato. Ya acostumbrándome fue más fácil meterlo hasta la profundidad de mi garganta, como un tragasable, pero solo un rato porque me cortaba el aire. En ese momento ocurrió que me agarró la cabeza con ambas manos y comenzó a moverla muy rápido hasta llenarmela con su semen caliente, quise salirme pero no me dejó. Tragué varias veces y cuando me la sacó, se chorreó en mis manos; él me dijo:
-Es la leche de macho que como primo mayor te regalo.
Se fue al baño un buen rato mientras yo seguía en la cama recordando cada momento de lo que había vivido... Cuando Alvaro regresó se me tiró arriba y me abrazó diciendo:
-Que rico eres Leito, conmigo vas a ser muy feliz. -
Y con sus labios buscó afanosamente los míos para darme el beso más fuerte y apasionado de mi vida mientras me abrazaba con sus fuertes brazos. Sus manos bajaron mi short hasta las rodillas y apretó mis desnudas nalgas con fuerza, luego las abría y cerraba; todo ello sirvió para que yo me excitara rápidamente y mi pija comenzara a elevarse.
Movió sus manos hacia mi culo y con los dedos buscó mi hoyito hasta que lo halló, se salivó un dedo que fue penetrándome con firmeza. Al hacerlo, yo aspiré aire sorprendido, nadie me había tocado ahí, con mi cuerpo pegado al suyo sentía todo el calor de macho que emanaba. Todo este cúmulo de sensaciones me tenía totalmente transformado, no podía ni pensar y solo me dejaba llevar. Me quitó la ropa, quedando encuerados nos revolcamos en la cama, besándonos, abrazándonos... No dejó un solo espacio de mi cuerpo sin acariciar mientras su lengua se movía dentro de mi boca.
Más adelante me puso en cuatro al filo de la cama, con su pene a las puertas de mi ano que cerrado y virgen ponía resistencia, entonces comenzó a manosearme, mordía mi oreja, chupeteaba y lamía mi cuello hasta que me relajé un poco y en ese momento algo cedió en mi interior y pudo penetrar la cabeza, ahí la dejó porque le gustaba:
-Que rico me aprieta tu culito -Me decía.
Pero luego empujó y entró la mitad, haciéndome gritar pues me dolía. Le dije sollozando:
-¡Ya no... Ya no quiero jugar, Alvaro! ¡Me duele mucho!
Cerré mis ojos cuando comencé a sentir que la punta de su glande se trataba de abrir paso entre mis nalgas para llegar a las profundidades de mi culo. Eso lo excitó más. Yo gemía y él añadió:
-Aguanta, te va a gustar...
Me acarició más, me apretó la pija que se empaló rápido.
-Afloja Leito, te va a gustar...
Yo le hice caso, me acomodé mejor, abrí un poco más las piernas y de pronto toda la verga se fue adentro. Di un grito, pues todo el dolor y placer de la sodomización cayó sobre mí, la tenía toda adentro... Sus huevos golpeaban los míos. Sentir esa verga entera en mi orto desató una mezcla de dolor y placer, que aumentaba al infinito cuando se movía rápido. Alvaro comenzó a moverse como loco y yo tuve que morder la almohada para no gritar. Nunca en mi vida me volvieron a dar así por el culo. Al cabo de un rato dijo:
-¡Que rico! ¡Me vengo! ¡Voy a largar, te voy a partir el culo!... Quédate así pimito... Me vuelve loco ese culito... ¡Te voy a reventar ese agujerito apretadito!... ¡Aghh..!
Sentí que su miembro palpitaba, se hinchaba y con él mi recto estaba invadido totalmente. Sus movimientos eran más enérgicos, su respiración más profunda y fuerte y de pronto se agarró la verga, se hicnchó más y su voz se transformó en un jadeo mientras toda su producción de esperma se vaciaba dentro de mí. Esa sensación me condujo hasta las nubes... Antes de sacarla me masturbó la pija con sus hábiles dedos y yo comencé a gozar también, llenando sus manos con mi semen, que luego y a sugerencia de él, juntos saboreamos.
En la noche mi primo y yo dormimos en la misma cama y nuevamente me penetró y me pajeó. Con el tiempo me gustó más y más ese juego. Fueron cuatro años los que vivió en casa. Los sabados llegaba del cuartel muy caliente y con enormes ganas de cogerme. Cada sábado mi culo recibía pija para toda la semana. El venía con la leche contenida sabiendo que tenía el culo de su primo a su total disposición.
Nos íbamos a dormir temprano fingiendo cansancio, ya en la cama comenzaba a besarme, hasta llegar a mi culo para lubricarlo y cogerme incansablemente. Una noche me la metió tan duro que di un grito alto y escucharon. Mamá dijo:
-¿Qué pasa?
-Nada tía, el tonto de Leo se cayó de la cama, ja ja ja...
-Dijo Alvaro, disimulando muy bien esas travesuras que nunca olvidaré.
Siempre recordaré aquellos primeros juegos, su maravilloso fisico, su gran pija, la enorme cantidad de semen que guardaba para mi en sus enormes bolas, para regalarme todos los sabados durante cuatro años. Pero que en el futuro se repetiría muchas veces...
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