Desde esa primera vez, en la que vi de casualidad, andar desnuda a mi hermanita, a partir de allí y en adelante, desde ese instante, pasó de ser, de la nada misma, del incordio molesto, a mi centro de atracción principal del hogar, desbancando a mi madre de ese cetro.
Empecé a reparar en ella, cosa que hasta ese momento específico, no había hecho, a pesar de haberla visto semi desnuda, a medio vestir, vistiéndose o desvistiéndose.
Sin embargo, en ese preciso momento, quizás, por el sol radiante que la iluminaba, tal vez por sorprenderme al verla en el exterior de la casa, totalmente desnuda o capaz, porque algo se había modificado, en ella y en mi.
Tal vez haya sido observar el raleado vello genital, que cubría el monte de venus sobre su coxis, que aquella vez no escondió o cubrió con sus manos.
Ella nunca se cubría antes, le era habitual la desnudez, aunque, tenía reparos de mostrarse "peluda". Puede ser que eso, me impactó y me hizo verla de otra forma, como una mujer.
Permanecía, más aún en verano, sin ropas, en el fondo de nuestra casa, compartiendo juegos, hasta ese entonces normales, ingenuos, absolutamente comunes entre ambos, tanto, que eran para mi un opio, un oprobio, un aburrimiento.
Pero, a partir de aquel instante, nuestros juegos se modificaron, se trastocaron, de manera drástica, dieron un vuelco de 180°.
Le empecé a pedir que hiciera cosas para mi, por supuesto, sexuales.
Yo buscaba el contacto carnal, liso y llano, pero ella lo evitaba, se excusaba y escapaba de mis garras, mis tentáculos y fundamentalmente de mi verga.
Aunque, comenzamos a interactuar genitalmente, le pedía que me mostrase su vulva peluda, pero, lo hacía de manera graciosa, y entre risas y sonrisas, ella accedía.
Concretamos, de manera fáctica, es decir, de hecho, chupándonos nuestros sexos, ese fue el primer paso, comencé yo dándole placer a ella, aunque comerle la concha, también a mi me daba goce.
La penetración, la entregó ella, cuando estuvo convencida y dispuesta, la realizamos de manera díscola, fuera de nuestra casa, en la calle, cerca del arroyo "Las Piedras", de manera temeraria e irreflexiva, de hecho, alguien nos vio, ya que a partir de ese momento, comenzaron las murmuraciones en el barrio respecto a nosotros dos y luego, en referencia a nuestra familia.
De más está decir, que ella se acostumbró a aceptarme, a recibirme, casi de forma involuntaria, como una especie de hábito, que se mezclaba con la resignación y lo cómico, le hacía algo de gracia mi desesperación, mi afición con ella.
Yo estaba enamorado perdidamente de mi hermanita.
Literalmente, me la quería comer, no sólo cojerla, sino, masticarla, tragarla, devorarla.
En cambio ella, esperaba mi primera distracción, para hacerlo con cualquiera, en un primer momento con nuestros familiares más directos, por ejemplo, primos y tíos.
Llego al extremo, de entregarse a un tío nuestro, muy desagradable, sólo para cumplir un deseo, el de experimentar nuevas sensaciones, se le había puesto en mente, probar a un hombre de color, tener sexo con una persona de raza negra. Por supuesto, nuestro tío aceptó.
No sólo a él, esto le encantó, sino que a ella, por mucho tiempo los prefería, es así que por su cuerpo pasaron todos los nigerianos, cabo verdeanos, y demás africanos del Gran Buenos Aires.
Hasta se dio el gusto de compararlos a ambos, el tío, y el africano...
Por supuesto, todo esto yo me lo enteré, mucho tiempo después, en ese entonces, pensaba que estaba conforme conmigo, y mi miembro común y corriente, y/o quería creer eso. De todos modos, para ser sincero, tenías algunas dudas, a las que ella respondía con mohines, sollozos y mimos, los que yo compraba como un nabo.
Por último, realizaba esto y yo me olvidaba de todas mis dudas e incertidumbres...
Empecé a reparar en ella, cosa que hasta ese momento específico, no había hecho, a pesar de haberla visto semi desnuda, a medio vestir, vistiéndose o desvistiéndose.
Sin embargo, en ese preciso momento, quizás, por el sol radiante que la iluminaba, tal vez por sorprenderme al verla en el exterior de la casa, totalmente desnuda o capaz, porque algo se había modificado, en ella y en mi.
Tal vez haya sido observar el raleado vello genital, que cubría el monte de venus sobre su coxis, que aquella vez no escondió o cubrió con sus manos.
Ella nunca se cubría antes, le era habitual la desnudez, aunque, tenía reparos de mostrarse "peluda". Puede ser que eso, me impactó y me hizo verla de otra forma, como una mujer.
Permanecía, más aún en verano, sin ropas, en el fondo de nuestra casa, compartiendo juegos, hasta ese entonces normales, ingenuos, absolutamente comunes entre ambos, tanto, que eran para mi un opio, un oprobio, un aburrimiento.
Pero, a partir de aquel instante, nuestros juegos se modificaron, se trastocaron, de manera drástica, dieron un vuelco de 180°.
Le empecé a pedir que hiciera cosas para mi, por supuesto, sexuales.
Yo buscaba el contacto carnal, liso y llano, pero ella lo evitaba, se excusaba y escapaba de mis garras, mis tentáculos y fundamentalmente de mi verga.
Aunque, comenzamos a interactuar genitalmente, le pedía que me mostrase su vulva peluda, pero, lo hacía de manera graciosa, y entre risas y sonrisas, ella accedía.
Concretamos, de manera fáctica, es decir, de hecho, chupándonos nuestros sexos, ese fue el primer paso, comencé yo dándole placer a ella, aunque comerle la concha, también a mi me daba goce.
La penetración, la entregó ella, cuando estuvo convencida y dispuesta, la realizamos de manera díscola, fuera de nuestra casa, en la calle, cerca del arroyo "Las Piedras", de manera temeraria e irreflexiva, de hecho, alguien nos vio, ya que a partir de ese momento, comenzaron las murmuraciones en el barrio respecto a nosotros dos y luego, en referencia a nuestra familia.
De más está decir, que ella se acostumbró a aceptarme, a recibirme, casi de forma involuntaria, como una especie de hábito, que se mezclaba con la resignación y lo cómico, le hacía algo de gracia mi desesperación, mi afición con ella.
Yo estaba enamorado perdidamente de mi hermanita.
Literalmente, me la quería comer, no sólo cojerla, sino, masticarla, tragarla, devorarla.
En cambio ella, esperaba mi primera distracción, para hacerlo con cualquiera, en un primer momento con nuestros familiares más directos, por ejemplo, primos y tíos.
Llego al extremo, de entregarse a un tío nuestro, muy desagradable, sólo para cumplir un deseo, el de experimentar nuevas sensaciones, se le había puesto en mente, probar a un hombre de color, tener sexo con una persona de raza negra. Por supuesto, nuestro tío aceptó.
No sólo a él, esto le encantó, sino que a ella, por mucho tiempo los prefería, es así que por su cuerpo pasaron todos los nigerianos, cabo verdeanos, y demás africanos del Gran Buenos Aires.
Hasta se dio el gusto de compararlos a ambos, el tío, y el africano...
Por supuesto, todo esto yo me lo enteré, mucho tiempo después, en ese entonces, pensaba que estaba conforme conmigo, y mi miembro común y corriente, y/o quería creer eso. De todos modos, para ser sincero, tenías algunas dudas, a las que ella respondía con mohines, sollozos y mimos, los que yo compraba como un nabo.
Por último, realizaba esto y yo me olvidaba de todas mis dudas e incertidumbres...
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