Mi esposa y yo hemos hecho tríos HMH desde hace varios años. Muchas veces participo, pero lo que más me gusta es verla en acción, escucharla como gime y ver como se entrega con los ojos cerrados al placer que le está dando nuestro cogedor en turno.Ya hace tiempo, que tenía la fantasía de ver como cogía con dos machos, pero por una cosa u otra, no se había podido dar. La semana pasada mientras estábamos cogiendo y recordando sus “aventuras” le mencioné mis deseos de verla mientras dos de nuestros amigos se la cogían.Al principio se negó, diciendo que era mucha distracción, que ella se satisfacía conmigo y otro, pero que un tercer hombre la haría sentir incómoda. Yo argumenté que tendría dos vergas distintas a su disposición y si me decidía a intervenir, serían tres! Que yo disfrutaría muchísimo ver como se la cogían y que le tomaría fotos y video, para que ella viera lo que yo disfrutaría.Empezó a calentarse con la idea y preguntó quienes serían. Le dije que lo dejaba a su elección ya que era ella la que iba a disfrutar las vergas. Seguíamos cogiendo y recordando acciones particulares con algunos de sus cogedores y finalizamos eligiendo a Julio César y a Rafael. Julio César es con mucho su predilecto. Ha cogido con él más de 20 veces. Tiene muy buena verga y aguanta mucho tiempo. La verga de Rafael más grande pero no aguanta tanto. Solo Julio César se la ha cogido por el culo y le ha provocado mucho placer. Tiene miedo a la verga de Rafael por atrás, por su tamaño y grosor y esto había que tomar en consideración, pues iba a ser inevitable una doble penetración.Mi esposa tiene 42 años, yo digo que está en el mejor momento de su vida. Es esbelta, tiene una cintura diminuta y muy buenas nalgas, así como tetas bien paraditas y duras. Usa cabello corto y su silueta me hace recordar cuando era una chava de la mitad de la edad que tiene ahora.Mientras llegaban nuestros invitados, tomamos un par de wiskys que la entonan perfecto y estuvimos hablando de lo que se le esperaba, así como recordando escenas de otras visitas. Nos besamos y acariciamos, para estar en ambiente. Vestía una falda que con dos botones dejaría de estorbar y un top elástico, sin sostén, que se podía retirar hacia arriba o hacia abajo en un santiamén y una tanguita diminuta de color rojo.Llegaron puntuales a la cita, bien arreglados y perfumados y tomaron asiento a ambos lados de mi Daniela. Tomamos otro wisky con ellos y empezaron a besarla y acariciarla. Era calientísimo, ver como volteaba con uno y con otro para besarlos alternadamente. En poco tiempo, cuatro manos estuvieron sobre el delicioso cuerpo de mi esposa, mientras ella buscaba sus vergas, todavía dentro de los pantalones.Cuando les acariciaba las vergas, ellos tuvieron la gentileza de abrir sus cierres y dejar en libertad ambas vergas, para que mi mujer se apoderara de ellas. Estaba sonando música rítmica y les pidió que bailaran con ella. Con los brazos enlazados al cuello de Rafael, Julio César se colocó por detrás y ambos le tallaban en el cuerpo sus vergas que estaban de fuera. Daniela se dejaba hacer, mientras la manoseaban a gusto.Julio César que ya conocía la falda, la desabotonó y en un instante estaba en el suelo. Ella se volteó a besarlo y pude ver como Rafael colocaba su verga entre las nalgas de mi mujer, mientras seguían bailando. Rafael, desde atrás, metió sus manos dentro del top y se apoderó de las hermosas tetas de Daniela. Se dio cuenta de que podía sacar el top y lo hizo por arriba, dejándola solo con la tanguita.Ellos seguían vestidos, con la verga de fuera y fue Rafael el que primero de desvistió. Volteó a Daniela para que se besaran y Julio César aprovechó, para quitarse la ropa. Ahí estaba mi adorada esposa entre dos machos desnudos, que tallaban sus erecciones en el vientre y nalgas de mi esposa. Podía ver como ella cogía las vergas y se las acomodaba entre los muslos o entre las nalgas, mientras seguía moviéndose al ritmo de la música.Rafael la llevó de la mano y se sentó en el sofá, mi mujer se hincó y empezó su labor con la verga de Rafael, que estaba a reventar, mientras Julio César le quitó la tanga, colocó su cara entre las nalgas de mi esposa y le mamó panocha y culo, haciendo que mi vieja suspirara y gimiera, aún con la vergota de Rafael dentro de su boca.No tardó Julio César en meterle la verga por detrás sin condón, (tenemos la seguridad sobre su salud y se lo permitimos) iniciando con movimientos al ritmo de la música. Después de unos minutos, Rafael le pidió que se sentara sobre él, previo condón, y dándole la espalda, se puso a mamar la verga de Julio César. Yo empecé a ver la función sentado en el sillón, pero con los desplazamientos de ellos, tuve que moverme con el objeto de no perderme ningún detalle de la maravillosa cogida que le estaban dando a mi esposa.Entonces fue Julio César el que se sentó y vimos que se puso un condón, señal de que se la iba a meter por el culo. Estuvo un rato aplicando lubricante que yo le proporcioné y le introdujo dos perlas de aceite con aroma de rosas que recién había comprado para este día especial. Mi esposa se sentó en la erección de Julio César, y se dejó caer lentamente mientras su anito se iba adaptando a la tiesa verga de nuestro amigo.Daniela se recostó sobre el pecho de Julio César y separó los muslos dándonos el espectáculo hermoso de su rosada vagina brillante por los jugos que estaba destilando, lo que aprovechó Rafael para mamar su clítoris y después acomodarse para meter su verga en la primera doble penetración que veía le hacían a mi amada esposa.La linda cara de mi mujer, mostraba el placer que estaba obteniendo. Besaba a Rafael, a quien tenía de frente y volteaba la cabeza para besar también a quien estaba profundamente metido en su culo. No sé cuánto tiempo llevaba ya esta cogida que me tenía con los testículos hinchados de la calentura que me provocaba ver a mi esposita ensartada por sus dos hoyitos y escuchando muestras de lo mucho que le estaba gustando.Daniela, sudorosa y cansada, ya había tenido dos orgasmos, pidió que la dejaran descansar un poco y mientras los cuatro apuramos lo poco que quedaba de nuestros tragos. Entonces ella le pidió a Julio César que se sentara muy en la orilla del sofá, ella se montó en él y dejó su culo, dilatado a nuestra vista y a la disposición de Rafael. Del anito de mi mujer emanaba un aroma de rosas que me invitó a saborear, antes de que fuera penetrado por nuestro amigo.Rafa se hincó y cogió su verga con la mano derecha, mientras con la izquierda untaba más lubricante en la colita de mi esposa y comenzó a metérsela lentamente. Daniela volteó a besarlo y pedirle que lo hiciera lentamente y con cariño. Yo veía con deleite, como ese trozo de carne erguida iba desapareciendo dentro del cuerpo de mi esposa y me acerqué a besarla en los labios.Ya perfectamente ensartada por ambos lados, empezó a mover sus caderas a un ritmo cada vez más intenso. Se escuchaba el ruido que producían las vergas dentro de sus respectivas vainas, los suspiros y gruñidos de los tres, que estaban enfrascados en una frenética lucha sexual, en la que todos íbamos a resultar ganadores.El tiempo parecía que se había detenido y lo único que se movía eran los tres cuerpos sudorosos y con respiraciones agitadas. Me olvidaba a ratos que tenía la cámara en la mano y no registraba en fotos o video la acción que nunca se borraría de mi mente. Mi querida esposa, ansiosa de amor, buscaba seguir besándonos a los tres. Rafael fue el primero en venirse pero no se salió, porque mi esposa le pidió que se mantuviera dentro, mientras arreció el ritmo de sus caderas y acabó con un ruidoso suspiro su más erótica aventura.Julio César, todavía siguió entrando y saliendo de la cavidad ocupada y estalló en una venida que inundó la amada vagina de mi esposa. Entonces Rafael abandonó en nicho en que habías estado y pude ver a mi esposa que aflojaba sus músculos y quedaba desmadejada sobre el musculoso cuerpo de Julio César, quien rodó su cuerpo, para dejar a Daniela recostada en el sofá, con el semen escurriendo.Nuestros amigos se vistieron, besaron repetidamente a mi esposa y se retiraron prudentemente para que nosotros disfrutáramos recatadamente del recalentado. La tomé en mis brazos y la llevé a nuestra cama. La abracé y la besuqueé le dije lo que me había gustado verla en acción. Ella solo sonreía correspondiendo a mis besos. Le pregunté si quería dormir y me dijo con una sonrisa de diablilla, que hacía falta lo mejor.Nuestros besos se fueron haciendo cada vez más sexuales, nos decíamos cosas dentro de nuestras bocas, respirábamos nuestros alientos y nuestras lenguas se entrelazaban en una danza erótica que nos llevaba lentamente al placer. Mamé sus pezones que me sabían a saliva ajena, bajé por su plano abdomen hasta llegar a su sexo que tenía el olor de la batalla sexual que había librado. El sabor de la mezcla de sus jugos con el semen de Julio César, me hizo recordar otras ocasiones en que había bebido el mismo néctar en el cáliz más precioso. Le di vuelta y el aroma a rosas inundó mi nariz. No dudé en insinuar la punta de mi lengua en su rosada abertura y abandoné por el ingrato sabor a látex y me retiré después de darle un sonoro beso en su dolorido culito.Le di a mamar mi verga y con sonrisas me dijo que era la preferida sobre todas las que conocía, la estuvo mamando un largo rato y entonces me pidió que me acostara. Se montó en mí y guió mi verga a su vagina lubricada con el semen de Julio César. Mi verga se hundió como cuchillo caliente en mantequilla y pude sentir la temperatura del interior de su vagina. Ardía y la sensación que me produjo, me acercó peligrosamente a la eyaculación.Le pedí que se recostara en mi pecho y quedara inmóvil un rato. Seguimos besándonos, hablándonos dentro de nuestras bocas y ella empezó su danza erótica. Subía y bajaba, modificaba el ritmo de sus movimientos, ladeaba la cadera, casi se salía y se sentaba con pasión y fuerza sobre mi hinchada verga. No pude resistir mucho tiempo a su acoso y acabé lanzando chorros de semen al interior del vientre de mi esposa, que se mezclaron con los de nuestro amigo y escurrieron sobre mi abdomen. Ella todavía continuó su cabalgata y acabó viniéndose estruendosamente. Dobló su cuerpo y descansó sobre mi pecho, sin dejar de besarnos y decirnos que había sido la noche más fabulosa que habíamos vivido!
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