HISTORIAS REALES - CAPÍTULO XIII.
MARIANA.
Tras mi vuelta de vacaciones por Europa tuve que parar la máquina al menos una semana, más que nada para que se me pase la borrachera y recuperarme del raid sexual que mantuve con las ardientes madrileñas. Entonces mis días eran de trabajo y mis noches de relax, en casa con TV y música o alguna cena con uno u otro amigo. Todo muy tranquilo hasta que una noche suena el teléfono y atiendo:
-Hola?
-Hola, Juan?
-Si…
-Existís?… Mariana. -Mariana? me pregunté, quién será? No tenía ni puta idea de con quién hablaba…
-Mariana?
-No te acordás de mi. Hablamos por teléfono hace casi un mes. El chat, te acordás?
-Siii… Mariana, cómo te va?
-Quedaste en llamarme y ni bola que me diste…
-Acabo de volver de un largo viaje, pero juro que no me olvidé de vos –mentí-.
-No te creo nada, pero vamos a hacer de cuenta que si.
-Nada de hacer de cuenta, recuerdo perfectamente a la gente linda –fanfarroneé-
Y recordé rápidamente de quien se trataba: Era una de las tantas que había conocido en el chat telefónico. Creo que me había contado que era una petisita rubia de rulos, flaca, buenas gomas, unos 40 pirulos y muy jodona.
-Gracias por el piropo.
-De nada… Qué sorpresa tu llamado…
-Habíamos quedado en conocernos. Si aún sigue firme la propuesta, organicemos.
-Dale! Proponé…
Antes de despedirnos quedamos en que la pasaba a buscar por el shopping de Morón –ella vive cerca- y de ahí iríamos a tomar algo a algún lado.
Así fue que el jueves llegué a eso de las 10 de la noche a una de las puertas del shopping y la llamé a su celular para saber cómo la reconocería. Me dijo dónde y cómo estaba vestida. Desde mi posición, mientras hablábamos la descubrí. Tal como había dicho medía poco más de un metro sesenta, piel muy blanca, pelo largo, rubio ceniza, con rulos, flaca, calzaba un jean muy ajustado que le delineaba un culo hermoso y cuyas botamangas se metían dentro de unas botas de cuero negro hasta las pantorrillas. Arriba sólo llevaba arremangada una camisa blanca por dentro del jean. Cuando giró para buscarme noté que debajo de la camisa portaba un par de tetas perfectas, no demasiado grandes pero hermosas.
Me acerqué a ella y me presenté muy caballerosamente…
-Epa! No estás nada mal… No me jodas, vos estás de trampa cagando a tu mujer…
Me reí.
-¿Me vas a decir que con esa pinta a tu edad estás solo? –seguía desconfiando-
-Creéme que si –era verdad, lo juro-.
-En fin, no sé. Pero voy a confiar en vos… ¿Vamos?
Fuimos al estacionamiento, subimos al auto y salimos sin rumbo. Ya en la calle y después de haber recorrido algunas cuadras le pregunté dónde quería ir.
-Tomá la colectora; ahí hay un par de lugares lindos.
Retomé por Vergara para bajar a la colectora hacia el Oeste. Algunas cuadras más adelante pasamos frente a un lugar que tenía una entrada para autos y un cartel que decía “Auto Bar”…
-Acá es –me indicó-
Inocentemente pensé que un auto-bar era una especie de autoservice, pero no. Era un lugar grande, como una cancha de futbol 7, rodeada de árboles debajo de los cuales se estacionaba y alguien te traía al auto tu pedido. Una especie de Guindado pero oscuro como una boca de lobo. Encima, éramos los únicos parroquianos del lugar…
-Oíme nena –le advertí-, acá nos van dejar culo para arriba, mejor vamos a otro lado –mi cagazo de que me pongan un fierro en la cabeza no es de ahora-.
-Si, es verdad. Más a delante hay otro lugar.
Salimos de ahí sin detenernos, volvimos a tomar la colectora y 300 metros más adelante otro igual… Pero parecía más seguro, había más gente (más autos) y alguna que otra tenue luz. Estacioné cerca de la entrada con la intención de hacer un ablande rápido tomando alguna copa de algo y como indudablemente Mariana no quería otra cosa más que cogerme, terminar en alguno de los telos de la zona.
Se acerca a mi ventanilla una camarera con minifalda y remera escotada que inclinándose hacia mí nos toma el pedido. Sin quitar la vista de sus tetas le pido un J&B doble con hielo; Mariana, pellizcándome la pierna le pide un tostado mixto, una Coca, un strudel de manzana y un Baileys. Sacando la mirada del escote de la moza la miro con cara de preguntar cuánto tiempo pensaba quedarse para consumir todo eso… No me dio pelota. Su mirada decía algo así como “chupame un huevo”.
-Te gustó la pendeja –dijo con rabia-
-Dejate de joder… No nos conocemos y ya estás celosa?
-Sos un boludo.
Como se imaginarán, la noche no empezó del todo bien y habría que remontarla. Creí que iba a ser mucho más difícil pero con decirle que ella era mucho más linda y con un beso suave en la mejilla alcanzó. Obviamente, cuando la pendeja volvió con el pedido me hice bien el pelotudo.
Mientras consumíamos lo pedido conversábamos vagamente sobre nosotros, contándonos muy por arriba nuestras vidas y sin profundizar demasiado; alguna anécdota divertida y no más. A medida que avanzábamos no faltaron algunas oportunas caricias o comentarios con doble sentido. Debo reconocer que tenía una muy linda charla, su voz era muy dulce, sensual, y su humor muy pícaro, por lo cual, tras haber comido y tomado todo lo que teníamos no dudamos en estirarla un poco pidiendo otra ronda de alcoholes.
Apenas se fue la moza tras dejarnos los vasos y llevarse los restos, Mariana me mira desafiante y dejando su vaso en el porta-latas me pide:
-Apagá el cigarrillo y cerrá la ventanilla… Tengo una sorpresa para vos…
Accedí. Tiré el pucho por la ventana y al subir la ventanilla el polarizado de los vidrios nos aisló completamente del entorno.
Lentamente desabotonó su camisa, se la quitó, se desabrochó el corpiño y tiró todo al asiento trasero…
-Te gustan? Besámelas… -me pidió ofreciéndome dos redondas tetas del tamaño de una naranja, con unos pezones rosados y prominentes que invitaban a lamerlos hasta quedar seco de saliva…
Se las besaba, lamía, mordía, mientras con una mano intentaba desabrochar sus pantalones. Con su ayuda bajaron hasta sus rodillas y con una leve separación de sus piernas acaricié sus labios vaginales por sobre la bombacha. Se sentían carnosos entre un pubis con algo de vello. Con mis caricias noté que aunque ella parecía petrificada gozaba de ello. Sentí la humedad de su vagina en mis dedos a través del lycra de su tanga y entonces entré por debajo introduciendo la punta de mi dedo medio en su caverna vaginal, empapada a esta altura de los acontecimientos.
Moviendo las piernas hizo que los pantalones bajaran aún más permitiendo una separación mayor de sus piernas. Introduje entonces dos dedos y con movimientos suaves buscaba su orgasmo mientras besaba su cuello. Sus suaves gemidos delataban que no tardaría en llegar. Unas bruscas contracciones de su vagina y las piernas apretando mi mano decían que ahí estaba… Un grito de placer antes de su relajación lo confirmaba…
-No lo puedo creer… -dijo en un suspiro-. Diosssss….
Casi con respeto me aparté apenas de ella sin quitarle mi brazo derecho de por detrás de su cuello. Mirándome a los ojos me dijo “Gracias” y sin más comenzó a desprenderme el botón del pantalón, que a esta hora guardaba un pene en plena erección. La ayudé, lo bajé con slip y todo más allá de las rodillas y corrí hacia atrás el asiento todo lo que se podía.
-De esta fellatio no te vas a olvidar jamás…
Y así fue. No podría olvidarla. Fue de las mejores que recibí en mi vida. Su cabeza subía y bajaba haciendo ventosa con su boca conteniendo mi miembro. Cada tanto se detenía para lamerla mirándome con su mejor cara de puta para luego continuar. Así durante varios minutos… Yo no quería acabar ahí…
-Quiero, necesito cogerte –le pedí-
-Si, mi amor, te lo pido por favor…
Aquí recordé a mi gran amigo Carlos que con su metro noventa y pico es fanático de los autos grandes. Cuando una vez le conté que estaba por comprar un viejo Gol GTI ’96 hecho torta y quería reacondicionarlo a nuevo me cagó a puteadas haciéndome entender que con la guita que iba a gastar podía comprar un Corolla nuevo, mucho más amplio que el Gol…
Corrí su asiento hacia atrás, lo recliné, ella se arrodilló en el piso y abrazando el posacabeza se entregó completamente ofreciéndome una retaguardia tan indefensa como hermosa… Me acomodé de rodillas tras ella, me coloqué el condón y le introduje el pene hasta los huevos… Se estremeció… Comencé a bombear mientras acariciaba con mis pulgares su ano que increíblemente se dilataba con suma facilidad… Escuchaba sus gemidos y con ellos aumentaba el ritmo…
-Ayyy Juan… No pares… Dame más…
-Quiero tu culo…
-Siii, a esa hermosa pija le entrego hasta los oídos… -confieso que nunca había escuchado que me dijeran burrada semejante-.
Inmediatamente la saqué de su concha para introducirla, con dificultad, en el culo. Debí haberlo hecho con más suavidad pero estaba a punto de acabar. Temí que sus gritos alertaran al resto de los parroquianos pero indudablemente todos estaban haciendo el mismo trámite y los empleados del lugar estarían muy acostumbrados.
Ella colaboraba a que entrara más fácilmente separando sus nalgas con las manos sin dejar de gemir. Acabamos juntos y se relajó completamente recostándose en el asiento mientras yo quitaba y anudaba el forro.
Volvimos a acomodarnos en nuestros asientos, nos tomamos un breve descanso terminando nuestras copas y fue entonces cuando decidimos, ya sin tanta euforia, quitarnos todas nuestras ropas y saltar al asiento trasero. Volvió a atacar con una monumental mamada hasta percibir que la rigidez del miembro era la suficiente para penetrarla. Fue entonces que subió arriba mío con sus rodillas a los lados de mi cadera y tomándolo con la mano llevó mi pene a la puerta de su vagina para sentarse sobre él y ponerse a cabalgar. Estuvimos así un rato largo; recuerdo que acabó un par de veces y que advertí que no me había puesto el forro. Estaba por llegar cuando le pedí que se apartara. No dudó en terminar el trámite masturbándome con la boca. Le acabé adentro. Me mostró una cremosa eyaculación de semen en su lengua, cerró la boca y lo tragó…
MARIANA.
Tras mi vuelta de vacaciones por Europa tuve que parar la máquina al menos una semana, más que nada para que se me pase la borrachera y recuperarme del raid sexual que mantuve con las ardientes madrileñas. Entonces mis días eran de trabajo y mis noches de relax, en casa con TV y música o alguna cena con uno u otro amigo. Todo muy tranquilo hasta que una noche suena el teléfono y atiendo:
-Hola?
-Hola, Juan?
-Si…
-Existís?… Mariana. -Mariana? me pregunté, quién será? No tenía ni puta idea de con quién hablaba…
-Mariana?
-No te acordás de mi. Hablamos por teléfono hace casi un mes. El chat, te acordás?
-Siii… Mariana, cómo te va?
-Quedaste en llamarme y ni bola que me diste…
-Acabo de volver de un largo viaje, pero juro que no me olvidé de vos –mentí-.
-No te creo nada, pero vamos a hacer de cuenta que si.
-Nada de hacer de cuenta, recuerdo perfectamente a la gente linda –fanfarroneé-
Y recordé rápidamente de quien se trataba: Era una de las tantas que había conocido en el chat telefónico. Creo que me había contado que era una petisita rubia de rulos, flaca, buenas gomas, unos 40 pirulos y muy jodona.
-Gracias por el piropo.
-De nada… Qué sorpresa tu llamado…
-Habíamos quedado en conocernos. Si aún sigue firme la propuesta, organicemos.
-Dale! Proponé…
Antes de despedirnos quedamos en que la pasaba a buscar por el shopping de Morón –ella vive cerca- y de ahí iríamos a tomar algo a algún lado.
Así fue que el jueves llegué a eso de las 10 de la noche a una de las puertas del shopping y la llamé a su celular para saber cómo la reconocería. Me dijo dónde y cómo estaba vestida. Desde mi posición, mientras hablábamos la descubrí. Tal como había dicho medía poco más de un metro sesenta, piel muy blanca, pelo largo, rubio ceniza, con rulos, flaca, calzaba un jean muy ajustado que le delineaba un culo hermoso y cuyas botamangas se metían dentro de unas botas de cuero negro hasta las pantorrillas. Arriba sólo llevaba arremangada una camisa blanca por dentro del jean. Cuando giró para buscarme noté que debajo de la camisa portaba un par de tetas perfectas, no demasiado grandes pero hermosas.
Me acerqué a ella y me presenté muy caballerosamente…
-Epa! No estás nada mal… No me jodas, vos estás de trampa cagando a tu mujer…
Me reí.
-¿Me vas a decir que con esa pinta a tu edad estás solo? –seguía desconfiando-
-Creéme que si –era verdad, lo juro-.
-En fin, no sé. Pero voy a confiar en vos… ¿Vamos?
Fuimos al estacionamiento, subimos al auto y salimos sin rumbo. Ya en la calle y después de haber recorrido algunas cuadras le pregunté dónde quería ir.
-Tomá la colectora; ahí hay un par de lugares lindos.
Retomé por Vergara para bajar a la colectora hacia el Oeste. Algunas cuadras más adelante pasamos frente a un lugar que tenía una entrada para autos y un cartel que decía “Auto Bar”…
-Acá es –me indicó-
Inocentemente pensé que un auto-bar era una especie de autoservice, pero no. Era un lugar grande, como una cancha de futbol 7, rodeada de árboles debajo de los cuales se estacionaba y alguien te traía al auto tu pedido. Una especie de Guindado pero oscuro como una boca de lobo. Encima, éramos los únicos parroquianos del lugar…
-Oíme nena –le advertí-, acá nos van dejar culo para arriba, mejor vamos a otro lado –mi cagazo de que me pongan un fierro en la cabeza no es de ahora-.
-Si, es verdad. Más a delante hay otro lugar.
Salimos de ahí sin detenernos, volvimos a tomar la colectora y 300 metros más adelante otro igual… Pero parecía más seguro, había más gente (más autos) y alguna que otra tenue luz. Estacioné cerca de la entrada con la intención de hacer un ablande rápido tomando alguna copa de algo y como indudablemente Mariana no quería otra cosa más que cogerme, terminar en alguno de los telos de la zona.
Se acerca a mi ventanilla una camarera con minifalda y remera escotada que inclinándose hacia mí nos toma el pedido. Sin quitar la vista de sus tetas le pido un J&B doble con hielo; Mariana, pellizcándome la pierna le pide un tostado mixto, una Coca, un strudel de manzana y un Baileys. Sacando la mirada del escote de la moza la miro con cara de preguntar cuánto tiempo pensaba quedarse para consumir todo eso… No me dio pelota. Su mirada decía algo así como “chupame un huevo”.
-Te gustó la pendeja –dijo con rabia-
-Dejate de joder… No nos conocemos y ya estás celosa?
-Sos un boludo.
Como se imaginarán, la noche no empezó del todo bien y habría que remontarla. Creí que iba a ser mucho más difícil pero con decirle que ella era mucho más linda y con un beso suave en la mejilla alcanzó. Obviamente, cuando la pendeja volvió con el pedido me hice bien el pelotudo.
Mientras consumíamos lo pedido conversábamos vagamente sobre nosotros, contándonos muy por arriba nuestras vidas y sin profundizar demasiado; alguna anécdota divertida y no más. A medida que avanzábamos no faltaron algunas oportunas caricias o comentarios con doble sentido. Debo reconocer que tenía una muy linda charla, su voz era muy dulce, sensual, y su humor muy pícaro, por lo cual, tras haber comido y tomado todo lo que teníamos no dudamos en estirarla un poco pidiendo otra ronda de alcoholes.
Apenas se fue la moza tras dejarnos los vasos y llevarse los restos, Mariana me mira desafiante y dejando su vaso en el porta-latas me pide:
-Apagá el cigarrillo y cerrá la ventanilla… Tengo una sorpresa para vos…
Accedí. Tiré el pucho por la ventana y al subir la ventanilla el polarizado de los vidrios nos aisló completamente del entorno.
Lentamente desabotonó su camisa, se la quitó, se desabrochó el corpiño y tiró todo al asiento trasero…
-Te gustan? Besámelas… -me pidió ofreciéndome dos redondas tetas del tamaño de una naranja, con unos pezones rosados y prominentes que invitaban a lamerlos hasta quedar seco de saliva…
Se las besaba, lamía, mordía, mientras con una mano intentaba desabrochar sus pantalones. Con su ayuda bajaron hasta sus rodillas y con una leve separación de sus piernas acaricié sus labios vaginales por sobre la bombacha. Se sentían carnosos entre un pubis con algo de vello. Con mis caricias noté que aunque ella parecía petrificada gozaba de ello. Sentí la humedad de su vagina en mis dedos a través del lycra de su tanga y entonces entré por debajo introduciendo la punta de mi dedo medio en su caverna vaginal, empapada a esta altura de los acontecimientos.
Moviendo las piernas hizo que los pantalones bajaran aún más permitiendo una separación mayor de sus piernas. Introduje entonces dos dedos y con movimientos suaves buscaba su orgasmo mientras besaba su cuello. Sus suaves gemidos delataban que no tardaría en llegar. Unas bruscas contracciones de su vagina y las piernas apretando mi mano decían que ahí estaba… Un grito de placer antes de su relajación lo confirmaba…
-No lo puedo creer… -dijo en un suspiro-. Diosssss….
Casi con respeto me aparté apenas de ella sin quitarle mi brazo derecho de por detrás de su cuello. Mirándome a los ojos me dijo “Gracias” y sin más comenzó a desprenderme el botón del pantalón, que a esta hora guardaba un pene en plena erección. La ayudé, lo bajé con slip y todo más allá de las rodillas y corrí hacia atrás el asiento todo lo que se podía.
-De esta fellatio no te vas a olvidar jamás…
Y así fue. No podría olvidarla. Fue de las mejores que recibí en mi vida. Su cabeza subía y bajaba haciendo ventosa con su boca conteniendo mi miembro. Cada tanto se detenía para lamerla mirándome con su mejor cara de puta para luego continuar. Así durante varios minutos… Yo no quería acabar ahí…
-Quiero, necesito cogerte –le pedí-
-Si, mi amor, te lo pido por favor…
Aquí recordé a mi gran amigo Carlos que con su metro noventa y pico es fanático de los autos grandes. Cuando una vez le conté que estaba por comprar un viejo Gol GTI ’96 hecho torta y quería reacondicionarlo a nuevo me cagó a puteadas haciéndome entender que con la guita que iba a gastar podía comprar un Corolla nuevo, mucho más amplio que el Gol…
Corrí su asiento hacia atrás, lo recliné, ella se arrodilló en el piso y abrazando el posacabeza se entregó completamente ofreciéndome una retaguardia tan indefensa como hermosa… Me acomodé de rodillas tras ella, me coloqué el condón y le introduje el pene hasta los huevos… Se estremeció… Comencé a bombear mientras acariciaba con mis pulgares su ano que increíblemente se dilataba con suma facilidad… Escuchaba sus gemidos y con ellos aumentaba el ritmo…
-Ayyy Juan… No pares… Dame más…
-Quiero tu culo…
-Siii, a esa hermosa pija le entrego hasta los oídos… -confieso que nunca había escuchado que me dijeran burrada semejante-.
Inmediatamente la saqué de su concha para introducirla, con dificultad, en el culo. Debí haberlo hecho con más suavidad pero estaba a punto de acabar. Temí que sus gritos alertaran al resto de los parroquianos pero indudablemente todos estaban haciendo el mismo trámite y los empleados del lugar estarían muy acostumbrados.
Ella colaboraba a que entrara más fácilmente separando sus nalgas con las manos sin dejar de gemir. Acabamos juntos y se relajó completamente recostándose en el asiento mientras yo quitaba y anudaba el forro.
Volvimos a acomodarnos en nuestros asientos, nos tomamos un breve descanso terminando nuestras copas y fue entonces cuando decidimos, ya sin tanta euforia, quitarnos todas nuestras ropas y saltar al asiento trasero. Volvió a atacar con una monumental mamada hasta percibir que la rigidez del miembro era la suficiente para penetrarla. Fue entonces que subió arriba mío con sus rodillas a los lados de mi cadera y tomándolo con la mano llevó mi pene a la puerta de su vagina para sentarse sobre él y ponerse a cabalgar. Estuvimos así un rato largo; recuerdo que acabó un par de veces y que advertí que no me había puesto el forro. Estaba por llegar cuando le pedí que se apartara. No dudó en terminar el trámite masturbándome con la boca. Le acabé adentro. Me mostró una cremosa eyaculación de semen en su lengua, cerró la boca y lo tragó…
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