Alexa es mi amiga; de la misma manera que un depredador puede ser amigo de otro, con mutuo respeto y admiración, pero ninguna confianza. Colega en mi misma especialidad, nos conocimos en uno de los tantos congresos a los que asistimos. Y de tanto en tanto comenzamos a coincidir.
Como es natural, la primera noche que nos conocimos nos dedicamos a hacer lo que dos colegas hacen en una ciudad extraña; cena, copas y larga charla. Tenía ante mí una mujer rolliza, sin llegar a ser gorda, 1,65 de altura, pelo largo y rubio ceniza. De risa fácil y ágil reacciones, nuestra charla iba de un lado a otro, desde la irreverencia al simple descaro.
Poco a poco, copa y copa, se fueron revelando las fibras más íntimas de su personalidad. Nunca fui dado al moralismo, y mucho menos juzgar conductas ajenas; Alexa es una verdadera perversa, una adicta al sexo, en permanente búsqueda de nuevas sensaciones y experiencias. Verdaderamente, puedo decir, no existe un límite fijado a lo que podría atreverse. Y lo singular es que pone para todos los aspectos de su vida, en igual intensidad que a los placeres.
Sus historias y aventuras podrían eclipsar a Mesalina, Agripina y tantas hetairas famosas. Ama transgredir, ama filmarse en secreto y después goza viéndose a sí misma. La pequeña perra en celo gozaba haciéndome sus narrativas; y hasta se atrevió a mostrarme algunas de sus películas.
Fue en oportunidad, oh milagro, que el congreso se hizo en su ciudad; como es natural me dijo que era una estupidez que pagara hotel, por lo que me invitó a pasar esos tres días en su departamento. Y puedo afirmar que fue toda una experiencia.
Fue un miércoles por la mañana que me esperó alegremente en su casa. Las nuevas tecnologías, el alabado gps me dejó justo en su puerta. Un coqueto departamento, decorado sobriamente, me abrió sus puertas y pude acomodarme en la habitación que quedaba disponible. Después de un liviano almuerzo, a las catorce horas, estábamos prestos en el congreso para escuchar una mezcla de cosas interesantes con una sarta de boludeces.
La actividad se alargó hasta entrada la noche; para agradecer la hospitalidad la invité a cenar. Una cena divertida, que inspiró para alargar la sobremesa con unas cuantas copas. Charla inteligente e intencionada caldeaba el restorán.
Tanto embromamos con temas subidos de tono, que finalmente ella repitió varias veces: te voy a mostrar mis películas. Y así resuelto, marchamos al departamento. Amodorrado en el sofá, tomaba unos tragos mientras ella se duchaba. Sorpresa la mía cuando apareció; solo llevaba una fina bata estampada, que denunciaba a gritos que abajo no traía nada. Me llevó un poco de esfuerzo evitar atragantarme con el wishky.
Como había prometido, traía en sus manos varias cajas de dvd caseros. Una sonrisa traviesa se dibujaba mientras examinaba los títulos. Hasta que finalmente eligió uno y lo colocó en la máquina. Podía notarse que se divirtió mucho editándolo; con títulos y todo: “Alexa presenta: Aventuras con la tropa”; un verdadero largometraje.
Ella no podía evitar hacer las descripciones del caso; a medida que el video comenzaba me contó un par de cosas:
“Un fin de semana particularmente aburrido, salí de casa con ganas de divertirme. Tuve la suerte de encontrar a estos querubines y me los traje”.
Los querubines no eran otros que cuatro soldados de uno de los regimientos del ejército. La muy turra había acomodado dos cámaras, y una tercera que resultó ser una Tablet; estratégicamente filmaban desde distintos ángulos. Resultó interesante ver a mi amiga desnudada y manoseada por cuatro pendejos cachondos; la libido subía al verla entregada a todas sus fantasías. Era gracioso ver a esa mujercita manipularlos como a muñecos; los usaba a su antojo; disfrutaba como una loca, mirando subrepticiamente las cámaras como una perra viciosa.
En un momento la miré de reojo; sin ningún pudor se manoseaba las tetas y los muslos. Estaba cachonda con solo verse. Cuando la película llegó al punto en que acomodó a los pendejos en una doble penetración, mientras chupaba a los otros dos; Alexa tomó de un cajón un consolador metalizado y sin más comenzó a darse sin asco.
A esa altura yo ya tenía los huevos hinchados y mi amigo se sentía estrangulado en la bragueta. Entre la película y los jadeos excitados de Alexa, francamente estaba que explotaba. Finalmente, sabiendo con quien trataba, decidí que la nena tendría que proporcionarme alivio, pero también tendría que provocarle sensaciones de nuevas aventuras. Sin más, me levante y abrí la bragueta; mi amigo saltó. Fue gracioso porque la tomaba de los pelos y ensartaba en la boca; mientras tanto ella chupaba, se sacudía el consolador, pero ninguno de los dos dejaba de mirar la película.
El excitante jugueteo tuvo su clímax, o mi desesperación, cuando la llevé en vilo hacia la habitación; era la misma en la que se había revolcado con esos cuatro pendejos. La bata voló y quedó totalmente desnuda. Con el apuro, ni me percaté lo rápido que mi ropa quedó en el suelo.
Con un bufido me lancé entre sus piernas; fue como montar una ola salvaje. Alexa reacciono como una bestia; me arañaba con saña la espalda, me mordía, gritaba como una poseída. No soy sado, pero tampoco tenía la intención de quedar con el cuero en tiras; me levanté de un salto y busqué algo que me ayudara en ese trance. Tenía que sujetar a la loca.
Alexa es de esas mujeres que les encanta usar esos largos pañuelos y pañoletas; en un colgadero tenía una verdadera colección. Eh ahí la ayuda que necesitaba. Tomando un puñado comencé atando sus manos al cabezal de hierro de la cama; ella lo tomó a risa, pero era una risa excitada y ronca. Cuando abrí sus muslos até cada uno al borde de la cama, dejándola abierta como una flor; y finalmente sus tobillos quedaron sujetos a los pies de la cama.
En esa posición, la loba había quedado indefensa; y con una sonrisa torva le dije que la iba a destrozar. Introduje mi cara entre sus muslos; no fue para nada un cunnilingus suave; la lamí, chupé, di mordiscones; el clítoris se hinchó asomando entre los labios. Alexa no se privó en gritar como una loca, ni putearme pidiendo que la ensartara; por mi parte recordé el consolador abandonado en el living y fui a buscarlo. Me tomé mi tiempo, lo que provocó que mi amiga me llamara a los gritos pidiendo que no perdiera tiempo en cogerla.
A mi regreso, Alexa tironeaba de los pañuelos y continuaba puteándome como mi peor enemigo. Continué jugando, deslizando el vibrador por su cuerpo desnudo; hice caso omiso a sus protestas hasta que lo deslicé hacia su ano. Y con el aparatito funcionando en lo mas hondo de sus intestinos, volví a comerla como una fiera hambrienta.
Este juego duro hasta que sus quejidos solo fueron exclamaciones agónicas y desfallecidas. Y solo entonces, retiré el consolador y la poseí de manera natural. Fueron necesarios tres polvos espaciados para calmar el ardor despertado.
Cansado y sudado dejé a Alexa atada, me duché y fui a acostarme. La gordita se durmió ahíta y rendida en esa curiosa posición. Despertó a las siete de la mañana, con una exclamación de sorpresa, mientras la penetraba de nuevo.
Como es natural, la primera noche que nos conocimos nos dedicamos a hacer lo que dos colegas hacen en una ciudad extraña; cena, copas y larga charla. Tenía ante mí una mujer rolliza, sin llegar a ser gorda, 1,65 de altura, pelo largo y rubio ceniza. De risa fácil y ágil reacciones, nuestra charla iba de un lado a otro, desde la irreverencia al simple descaro.
Poco a poco, copa y copa, se fueron revelando las fibras más íntimas de su personalidad. Nunca fui dado al moralismo, y mucho menos juzgar conductas ajenas; Alexa es una verdadera perversa, una adicta al sexo, en permanente búsqueda de nuevas sensaciones y experiencias. Verdaderamente, puedo decir, no existe un límite fijado a lo que podría atreverse. Y lo singular es que pone para todos los aspectos de su vida, en igual intensidad que a los placeres.
Sus historias y aventuras podrían eclipsar a Mesalina, Agripina y tantas hetairas famosas. Ama transgredir, ama filmarse en secreto y después goza viéndose a sí misma. La pequeña perra en celo gozaba haciéndome sus narrativas; y hasta se atrevió a mostrarme algunas de sus películas.
Fue en oportunidad, oh milagro, que el congreso se hizo en su ciudad; como es natural me dijo que era una estupidez que pagara hotel, por lo que me invitó a pasar esos tres días en su departamento. Y puedo afirmar que fue toda una experiencia.
Fue un miércoles por la mañana que me esperó alegremente en su casa. Las nuevas tecnologías, el alabado gps me dejó justo en su puerta. Un coqueto departamento, decorado sobriamente, me abrió sus puertas y pude acomodarme en la habitación que quedaba disponible. Después de un liviano almuerzo, a las catorce horas, estábamos prestos en el congreso para escuchar una mezcla de cosas interesantes con una sarta de boludeces.
La actividad se alargó hasta entrada la noche; para agradecer la hospitalidad la invité a cenar. Una cena divertida, que inspiró para alargar la sobremesa con unas cuantas copas. Charla inteligente e intencionada caldeaba el restorán.
Tanto embromamos con temas subidos de tono, que finalmente ella repitió varias veces: te voy a mostrar mis películas. Y así resuelto, marchamos al departamento. Amodorrado en el sofá, tomaba unos tragos mientras ella se duchaba. Sorpresa la mía cuando apareció; solo llevaba una fina bata estampada, que denunciaba a gritos que abajo no traía nada. Me llevó un poco de esfuerzo evitar atragantarme con el wishky.
Como había prometido, traía en sus manos varias cajas de dvd caseros. Una sonrisa traviesa se dibujaba mientras examinaba los títulos. Hasta que finalmente eligió uno y lo colocó en la máquina. Podía notarse que se divirtió mucho editándolo; con títulos y todo: “Alexa presenta: Aventuras con la tropa”; un verdadero largometraje.
Ella no podía evitar hacer las descripciones del caso; a medida que el video comenzaba me contó un par de cosas:
“Un fin de semana particularmente aburrido, salí de casa con ganas de divertirme. Tuve la suerte de encontrar a estos querubines y me los traje”.
Los querubines no eran otros que cuatro soldados de uno de los regimientos del ejército. La muy turra había acomodado dos cámaras, y una tercera que resultó ser una Tablet; estratégicamente filmaban desde distintos ángulos. Resultó interesante ver a mi amiga desnudada y manoseada por cuatro pendejos cachondos; la libido subía al verla entregada a todas sus fantasías. Era gracioso ver a esa mujercita manipularlos como a muñecos; los usaba a su antojo; disfrutaba como una loca, mirando subrepticiamente las cámaras como una perra viciosa.
En un momento la miré de reojo; sin ningún pudor se manoseaba las tetas y los muslos. Estaba cachonda con solo verse. Cuando la película llegó al punto en que acomodó a los pendejos en una doble penetración, mientras chupaba a los otros dos; Alexa tomó de un cajón un consolador metalizado y sin más comenzó a darse sin asco.
A esa altura yo ya tenía los huevos hinchados y mi amigo se sentía estrangulado en la bragueta. Entre la película y los jadeos excitados de Alexa, francamente estaba que explotaba. Finalmente, sabiendo con quien trataba, decidí que la nena tendría que proporcionarme alivio, pero también tendría que provocarle sensaciones de nuevas aventuras. Sin más, me levante y abrí la bragueta; mi amigo saltó. Fue gracioso porque la tomaba de los pelos y ensartaba en la boca; mientras tanto ella chupaba, se sacudía el consolador, pero ninguno de los dos dejaba de mirar la película.
El excitante jugueteo tuvo su clímax, o mi desesperación, cuando la llevé en vilo hacia la habitación; era la misma en la que se había revolcado con esos cuatro pendejos. La bata voló y quedó totalmente desnuda. Con el apuro, ni me percaté lo rápido que mi ropa quedó en el suelo.
Con un bufido me lancé entre sus piernas; fue como montar una ola salvaje. Alexa reacciono como una bestia; me arañaba con saña la espalda, me mordía, gritaba como una poseída. No soy sado, pero tampoco tenía la intención de quedar con el cuero en tiras; me levanté de un salto y busqué algo que me ayudara en ese trance. Tenía que sujetar a la loca.
Alexa es de esas mujeres que les encanta usar esos largos pañuelos y pañoletas; en un colgadero tenía una verdadera colección. Eh ahí la ayuda que necesitaba. Tomando un puñado comencé atando sus manos al cabezal de hierro de la cama; ella lo tomó a risa, pero era una risa excitada y ronca. Cuando abrí sus muslos até cada uno al borde de la cama, dejándola abierta como una flor; y finalmente sus tobillos quedaron sujetos a los pies de la cama.
En esa posición, la loba había quedado indefensa; y con una sonrisa torva le dije que la iba a destrozar. Introduje mi cara entre sus muslos; no fue para nada un cunnilingus suave; la lamí, chupé, di mordiscones; el clítoris se hinchó asomando entre los labios. Alexa no se privó en gritar como una loca, ni putearme pidiendo que la ensartara; por mi parte recordé el consolador abandonado en el living y fui a buscarlo. Me tomé mi tiempo, lo que provocó que mi amiga me llamara a los gritos pidiendo que no perdiera tiempo en cogerla.
A mi regreso, Alexa tironeaba de los pañuelos y continuaba puteándome como mi peor enemigo. Continué jugando, deslizando el vibrador por su cuerpo desnudo; hice caso omiso a sus protestas hasta que lo deslicé hacia su ano. Y con el aparatito funcionando en lo mas hondo de sus intestinos, volví a comerla como una fiera hambrienta.
Este juego duro hasta que sus quejidos solo fueron exclamaciones agónicas y desfallecidas. Y solo entonces, retiré el consolador y la poseí de manera natural. Fueron necesarios tres polvos espaciados para calmar el ardor despertado.
Cansado y sudado dejé a Alexa atada, me duché y fui a acostarme. La gordita se durmió ahíta y rendida en esa curiosa posición. Despertó a las siete de la mañana, con una exclamación de sorpresa, mientras la penetraba de nuevo.
8 comentarios - Amiga salvaje
Ya desde el comienzo me atrapó amigazo... Un relato muy exitante y magistralmente redactado.
Volveré...