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El protector de la pendeja

Jimena tuvo su quinto orgasmo y su conchita volvió a mojarse. Alejé mis labios unos centímetros mientras ella se retorcía de placer y, tras unos segundos, lamí nuevamente sus jugos. Con la boca inundada subí para besarla; las lenguas nadaban…

Llevábamos cogiendo tres horas. Yo no había acabado aún. Gozaba haciéndola gozar; disfrutaba chupando, mordiendo, lamiendo todos los contornos de Jimena, desde sus pies hasta los lóbulos de sus orejas. Lentamente, demorando, llegué a los pezones. Y cuando ella subió y bajó la cadera como poseída, me dediqué a su vulva, a su clítoris duro como mi dedo índice.
El protector de la pendeja

- ¡Papi!, ¡mi macho!, ¡hundime tu pijota, dame duro!, pero acabame en la cara… -reclamó Jimena, entre gemidos.

- ¿Sí?; ¿Seguro que soy tu macho?; ¿soy el único que te chupa la concha, te besa la boca y te baña en leche? –requerí.

- ¡Si!; ¡soy tu hembra, tu putita! A los otros solo les dejo que me la metan con forro…

Sonreí satisfecho. Así era la relación que desde tres meses atrás teníamos entre Jimena, una hermosa pendeja de 21 años, y quien escribe, un maduro de 49. Ella se dedicaba a coger por plata. Y yo era su protector.

Auxilio

La afortunada compañía se debió a mi necesidad de orinar.

Resulta que una madrugada estaba dentro de un boliche y como otras veces no tenía éxito con ninguna chica. A eso de las 4 me acerqué a la barra a pedir un trago. Logré un lugar al lado de una chica de atractivo culo. Era una pendeja preciosa: rubia teñida, carita de nena pícara, delgada, ojos celestes, con tacos medía 1,75; tetas duritas, caderas convocantes, piernas largas. Su cuerpito se encontraba enfundado ajustadamente en un vestido blanco, escotado y de falda cortita.

- ¡Hola!; ¿qué vas a tomar?, yo te invito –le dije.
- Bueno, gracias, pero estoy con alguien… Otra vez será…-respondió con una hermosa sonrisa.

Se retiró, volví a mirarle el bamboleante culo y sentí como crecía la pija.

Ella se dio vuelta, me miró juguetonamente y sacó la lengua.
pete
culitoSeguí sus pasos. Quería averiguar con quien estaba. La encontré bailando rodeada de tres hombres, quienes aplaudían y festejaban como la pendeja movía sus caderas y dejaba ver la tanguita. Uno de los tipos se acercó para abrazarla, mientras sus manos franeleaban el trasero de la linda. Los otros dos lo imitaron y se empujaban para toquetear a la pendeja, no sólo la cola, sino las tetas y entrepierna.

El de más edad de los sujetos le susurró algo en el oído de la provocativa piba; ella rió y asintió con su cabeza, tras lo el hombre que le habló a ella y otro marcharon en dirección al baño. Los seguí. Allí escuché este diálogo:

- ¡Esta rebuena la putita!; ¿aceptó culear con los tres? –preguntó el más joven.

- ¡Si!, pero de a uno, no juntos; y sólo quiere ir a un hotel. Y por un turno de dos horas. El problema es que pide mucha guita… -respondió el maduro.

- ¿Cuánto?

- Tres mil; mil cada uno.

- Yo no tengo esa cantidad…

- No importa; vamos a recogerla sin pagarle…

Los tipos salieron del baño y a prudente distancia fui tras ellos. La pendeja estaba sentada en un sillón, besándose con el otro machito. Hablaron algo y los cuatro fueron rumbo a la salida del boliche.

Me quedé imaginando como me gustaría participar de esa orgia. Decidí irme a mi casa; ya era tarde, ninguna mina me había dado bola y lo mejor que podía hacer era mirar porno y pajearme, pensando en la putita.

Salí del local pero me dieron ganas de orinar. Fui caminando rumbo a un baldío al costado del boliche y me introduje en la oscuridad. Comencé a bajarme el cierre del pantalón cuando sentí la voz asustada de una chica y risas de hombres.

- ¡Hijos de puta, dejenmé! –exclamó la mujer.

Advertí que se trataba de la pendeja que me había sonreído.

- ¡Putita!, sos una reventadita y ahora te hacés la estrecha… Te vamos a empachar de leche… -dijo un hombre.

Era la voz del maduro que escuché en el baño.

El lugar estaba cubierto de altas malezas y algunos árboles. Advertí que las voces provenían de un árbol situado a 15 metros de donde me encontraba. Agachado, sigilosamente, fui acercándome. Llegué hasta el borde de un claro de cinco metros de diámetro. Los matorrales me ocultaban y, debido a que el espacio en donde se encontraba el grupo recibía la iluminación de la luna llena y el reflejo de las luces exteriores del boliche, podía observar todo. Me dispuse a mirar una orgía y pajearme.

Sin embargo me di cuenta que algo no estaba bien. Los tres tipos tenían sus pantalones y calzoncillos bajados hasta los tobillos, con las vergas duras. Dos ellos sujetaban por detrás a la pendeja, a quien le habían enrollado el vestido en la cintura, dejando sus pechos y vagina al descubierto. Al costado se encontraba la bombacha rota.

Iban a violarla.

Sin calcular los riesgos, tomé un tronco de un metro de largo y diez centímetros de diámetro y salté hacia el claro, gritando y revoleando mi improvisada arma.

No les di tiempo a nada. Sus pantalones bajos les impidieron moverse. Golpeé al maduro en los hombros y a los otros dos en las espaldas. Los tres cayeron a tierra. Sin distinguir a quien, pateé en las costillas y a otro hundí el palo en el diafragma. Uno se desmayó y los otros quedaron inmovilizados por el dolor.

- ¡Pedazos de mierdas! ¡Quedensé quietos o les reviento las cabezas! – les ordené.

- ¡Y vos, vení conmigo! – dije a la chica.

Antes de salir del baldío me saqué la campera y cubrí a la muchacha. La condujé hasta mi auto y arranqué.

Cinco cuadras más adelante miré a la izquierda. La chica estaba pálida y me miraba con la boca abierta y los ojos como platos.

- ¿Cómo estás? Si estás lastimada te llevo al hospital; sino, decime donde vivís y te dejo en tu casa-expresé.

- Ehh… no, estoy bien; gracias… -pronunció.

- Bien, entonces te llevo a tu casa.

- ¡No!; ¡por favor!; quiero estar con usted, tengo miedo de quedarme sola...

Volví a mirarla. En su rostro se reflejaba el miedo. Ya no tenía el aspecto canchero y comehombres que había visto en la barra. Parecía una nena asustada. La vi más linda. Miré sus piernas, esbeltas, armoniosas. Aparté mi vista pues no quería excitarme. Me sonreí.

- ¿Por qué te reís?; ¿te burlás de mí? –me preguntó, y comenzó a sollozar.

- Tranquila; no, no me rio de vos; me acordé que te invité a tomar un trago y no quisiste. Tal vez aceptándome te hubiese ido mejor…

- Si, me arrepiento… ¿Me podés llevar a tu casa?

- Bueno…

Al llegar le mostré el cuarto donde podía dormir, le entregué un toallón e indiqué el baño.

- Bañate primero vos, te hace falta; te dejaré algo para comer sobre la mesa y después me baño. Ah, sobre la cama te dejo un camisón; es de una amiga que te quedará bien. ¿Cómo te llamás?

- Jimena…

La pendeja salió del baño envuelta en el toallón. Me excitó.

Me metí a la ducha. La pija parada me pedía una paja pero deseché la idea. Salí y fui a mi habitación. Metida en mi cama estaba Jimena.

- Perdoname; tengo miedo de estar sola… Además, quiero agradecerte… Claro, si te gusto… -dijo la chica y bajó la sábana para mostrarme sus tetas.

- No tenés nada que agradecerme; y si, me gustás… Lo único es que no me acuesto con mujeres que cogen con desconocidos…

- Ahhh…, no te gustan las putas como yo… Pero te gusté antes, y no te voy a cobrar. Además, estoy sana; no estuve con nadie desde hace tres días… Dale, la tenés parada, creo que soy mejor que una paja…

- Si, seguro…

- Entonces, vení, sacate el toallón, te voy a hacer gozar…

Le obedecí. Me coloqué al lado de la cama y mi pene saltó, duro.

Jimena se incorporó, se colocó sobre su espalda, transversal sobre el colchón de dos plazas, la cabeza debajo de mi entrepierna, y dirigió su boca hacia mi pija, para chuparla. La miré desde arriba, acaricié su pelo, contemplé sus tetas, caderas, conchita, piernas, y me dejé llevar.

Ella chupó y lamio mi pene suavemente; su lengua recorrió mi glande dentro de su boquita, dejaba que salga la verga y soplaba en el agujerito, mordió mis bolas, y volvía a comenzar, gimiendo.

- ¡Qué pija linda!; venuda, bien mojadita, se nota que te la movés seguido; ¡me encanta!

- ¡Si!, me pajeo mirando porno de pendejas como vos…

- ¿Querés que te haga acabar dentro de mi boca? – me preguntó.

- La verdad, me gustaría estar con vos más que una acabada…

- ¡Ja jajajaj! ¡Vos sos mi héroe! Te aseguro que como mínimo te saco cuatro lechazos…

- Entonces, déjame que primero hunda mi pija en tu conchita…

- ¡Dale!, la tengo bien mojadita…

Tres horas después ella había cumplido su promesa: me había hecho acabar cuatro veces. Primero en dentro de su vagina; luego en su boca; después en el interior de su culito y al final sobre sus tetas. Jimena demostró la razón de su oficio: era multiorgásmica. Conté quince orgasmos de ella…

Nos dormimos. Al despertarme, ella me propuso que sea su protector, su cafiso, su macho.

3 comentarios - El protector de la pendeja

luciompo
Realidad o Fantasía me encanto,,, Puntasos
kramalo
muy bueno...!! bien caliente.. lo que me quedé con la duda.... tenes auto con volante a la derecha...? van puntos..obvio. (hay mas, no..?)