Toda mi vida fui una persona celosa, ese es sin dudas, un rasgo más de mi personalidad egoísta.
Una carencia en mi temperamento, se que es enfermizo y me hace sentir continuamente insatisfecho conmigo mismo.
Aunque me enoja sentirme inseguro, llegó un momento en que lo acepté y me ayudó a darme cuenta de las personas que conforman mi entorno, e individualizar a aquellas más dominantes y competitivas, considerados por mi como "intrusos".
Aquello, provocó que ejerciera un predominio, con toda persona objeto del celo, en este caso, con las dos mujeres de mi casa, mi madre y mi hermana, atrapándolas en una red de circunstancias opresivas, tales como, privarlas de la libertad, aislarlas, (o intentar hacerlo) seguirlas donde fueran, revisar sus relaciones externas, buscar una evidencia de traición.
Con el paso de los años, mis instintos más básicos hicieron que protegiera a mis hembras, hasta perder la cordura, al punto que surgieron fantasías sexuales, las que transgredían las normas culturales y familiares de la sociedad.
Estos sentimientos me ocupaban buena parte de mi tiempo y de mis espacios mentales.
Toda esta experiencia yo la necesitaba contar, sin embargo, dudaba con quien hacerlo, ya que, no tenía un mejor amigo, eran todos un grupo de conocidos, compañeros, vecinos.
De más pendejo, mis sospechas y por ende mi inquietud, estaba centrada en mi madre.
Ante la posibilidad de que ella, mi persona más amada hasta ese momento, me reste atención en favor de otra, puntualmente mi padre.
Sin embargo, ella siempre me consintió, e hizo que me sintiera seguro.
Pero, el grave problema apareció cuando mi hermana entró en la edad de "merecer"....
Paradójicamente, esta inflexión del concepto que intento desarrollar "celo", se emparenta a su vez con la excitación sexual de ciertos animales en el periodo propicio para el apareamiento, "montaraz" o estar "alzado".
Traigo a colación esto porque, eso comenzó a mezclarse en la relación parental de toda nuestra familia, y a juzgar por los hechos que describiré, fue en todos nosotros, los integrantes de este grupo familiar primario.
Cuando eso comenzó a suceder, los primeros que repararon en el desarrollo de mi hermana, fueron ellos, los allegados, no sólo los del barrio, amigos, compañeros, vecinos, sino también nuestros familiares, primos, tíos, etc. Y junto con ellos, llegaron los comentarios socarrones, que tanto me afectaban, el que me llamaran "cuñado" me desquiciaba o escucharles decirle "suegrita" a mi madre, me sacaba de quicio. Pero, peor aún, cuando estas acotaciones eran expresadas por los integrantes de nuestra familia, tíos o primos más grandes en edad que nosotros dos, mi hermana y yo.
Pero para colmo de males, lo que más me enfermaba, era que ella, mi hermanita, parecía disfrutar esos ridículos dichos. Les prestaba atención, se los sabía de memoria, conocía todo lo que se decía.
Más aún, parecía que eso, le levantaba el ego, se sentía cortejada, seguramente apreciada, ya que en casa, ninguno de nosotros le prestábamos mucha atención, ni siquiera yo hasta el momento. Bastó, que extraños destacaran aquello, que obviamente estaba a la vista, para que yo me extraviara en una nebulosa de rencores para con todos ellos, incluida mi hermanita.
Y como para ponerle una frutilla al postre, comenzó a usar para salir a realizar mandados unas sandalias de tacos altos, que le habían regalado para su cumpleaños, alguno de esos tíos desubicados que he mencionado. Ahora quería ir a comprar al almacén o a cualquier negocio del barrio, cosa que antes nunca hacía y se negaba. Sólo para conseguir esos cortejos precarios, esas galanterías villeras, de los vagos que paraban en la esquina, buenos para nada, sin ocupación conocida, ni responsabilidad alguna. Que no trabajaban ni estudiaban.
Allí fue que me convertí en un guardián de tiempo completo, y en donde comencé en advertir sus cambios físicos pero también psíquicos, mi hermana se estaba volviendo mujer, más que eso, una potra, que se vinculaba en un contexto de "petardas y vagabundos".
Y al primer descuido mío, ella terminaría con las piernas abiertas y puesta de espaldas o en cuatro patas, recibiendo su merecido, eso mismo, era lo que iba a encontrar con aquella actitud tan desenfadada.
Estos hechos, terminaron por ganarme la enemistad de todos mis compañeros de juego, mis conocidos o amigos del barrio, me odiaban por ser tan "cuida conchas", así me lo decían, en este caso la de mi hermana, y tiempo antes, de mi madre.
En definitiva, la híbrida de mi hermanita, produjo una transformación tal en su persona, como las que experimentan determinados animales en su desarrollo biológico y que afecta no solo a su forma sino también a sus funciones y su modo de vida. Ese cambio o modificación, de una cosa en otra, especialmente el que es sorprendente o extraordinario y afecta a la fortuna, el carácter o el estado de una persona. Esa mutación me conmovió como nunca nada lo había hecho hasta ese momento.
El fondo de nuestra casa fue testigo de todos los juegos entre mi hermana y yo desde siempre, sin embargo, a partir de esa transfiguración de ella, fueron tomando otro cariz, otros aspectos.
Pero todo se desbordó, cuando la vi totalmente desnuda correr por el terreno a plena luz del día.
Su anatomía era completamente distinta a la de nuestra madre, ella exuberante mi hermana diminuta, aunque armoniosa, si, ambas compartían la misma expresión en su semblante, sus rostros se iluminaban cuando expresaban algún sentimiento, sus facciones delicadas, bellas, tenían un encanto mórbido para mi persona, algo malsano, nocivo, enfermizo se apoderaba de mi.
Y producto de aquello, sumado a mis celos, a mi egoísmo posesivo, a la ascendencia y/o a la influencia que yo tenía sobre ella, logré conseguir ciertos "favores", en este caso, tener relaciones o contactos íntimos con mi hermana. Un efecto que repercutía en @hindami como una especie de autoridad o poder que la cautivaba y lograba dominar, como señor de un feudo y ella mi vasalla, que me reconocía como superior, y/o tiene dependencia de mi.
Y como tal, era el rey mientras estuve, y cuando no estuve, dejé de serlo, es decir, murió él rey, viva el rey, o que pase el que sigue. Sin embargo, el tiempo que estuve, hice y deshice, a veces ella, intentaba alguna excusa, alguna defensa, que pudiera impedir que yo concretara mis deseos, saciar mis instintos básicos. Pero, de a poco, se fue acostumbrando y accediendo a experimentar y hacer lo que yo ordenaba.
Hasta me convencí, que a ella le gustaba hacerlo tanto como a mi, y, de alguna manera así era, pero, con la diferencia, que le gustaba realizarlo, pero con otros, no conmigo. Igual, lo disfrutaba, llegaba varias veces al orgasmo, tenía facilidad y se convirtió en muy ávida en lo genital, era y lo sigue siendo, insaciable, no se satisfacía nunca, quería siempre más.
Todos pensaban, que me estaba matando a pajas, estaba a la miseria, piel y hueso. Era ella la que me consumía, se envició sexualmente.
Pero, cuando marché a cumplir con mi obligación con mi país, en el servicio militar, todos los conocidos, amigos, vecinos, familiares, se enfiestaron con mi hermana, y testimonios de ello abundaban, no sólo historias o relatos orales, sino también, con pruebas concretas, con imágenes como esta...
Se enfiestaron con ella, no dudaron un segundo en hacerlo, no les importó la amistad, sin embargo, lo que más me dolió, no fueron ellos, ni siquiera mi hermanita, sabía de su volubilidad y de ellos su deslealtad, sino de Julio, a ese lo creí mi amigo, tanto que al pelearse con sus padres, convencí a los míos para que le den alojamiento gratis hasta que se acomodaran sus cosas.
Él era mayor que yo, me llevaba doce años, y no sólo se cojió a mi hermana, sino también a mi madre, mucho más tarde, me enteré que lo hacía aún cuando yo estaba en la casa, antes de irme al servicio militar obligatorio.
Y qué en más de una ocasión realizaron un trío...
A él, le consulté algunas dudas que me asaltaban por mi inexperiencia, este seguramente las analizó, sacando las conclusiones correctas y se aprovechó de la situación.
Aunque no lo crean, éramos todos ingenuos en lo sexual...
Una carencia en mi temperamento, se que es enfermizo y me hace sentir continuamente insatisfecho conmigo mismo.
Aunque me enoja sentirme inseguro, llegó un momento en que lo acepté y me ayudó a darme cuenta de las personas que conforman mi entorno, e individualizar a aquellas más dominantes y competitivas, considerados por mi como "intrusos".
Aquello, provocó que ejerciera un predominio, con toda persona objeto del celo, en este caso, con las dos mujeres de mi casa, mi madre y mi hermana, atrapándolas en una red de circunstancias opresivas, tales como, privarlas de la libertad, aislarlas, (o intentar hacerlo) seguirlas donde fueran, revisar sus relaciones externas, buscar una evidencia de traición.
Con el paso de los años, mis instintos más básicos hicieron que protegiera a mis hembras, hasta perder la cordura, al punto que surgieron fantasías sexuales, las que transgredían las normas culturales y familiares de la sociedad.
Estos sentimientos me ocupaban buena parte de mi tiempo y de mis espacios mentales.
Toda esta experiencia yo la necesitaba contar, sin embargo, dudaba con quien hacerlo, ya que, no tenía un mejor amigo, eran todos un grupo de conocidos, compañeros, vecinos.
De más pendejo, mis sospechas y por ende mi inquietud, estaba centrada en mi madre.
Ante la posibilidad de que ella, mi persona más amada hasta ese momento, me reste atención en favor de otra, puntualmente mi padre.
Sin embargo, ella siempre me consintió, e hizo que me sintiera seguro.
Pero, el grave problema apareció cuando mi hermana entró en la edad de "merecer"....
Paradójicamente, esta inflexión del concepto que intento desarrollar "celo", se emparenta a su vez con la excitación sexual de ciertos animales en el periodo propicio para el apareamiento, "montaraz" o estar "alzado".
Traigo a colación esto porque, eso comenzó a mezclarse en la relación parental de toda nuestra familia, y a juzgar por los hechos que describiré, fue en todos nosotros, los integrantes de este grupo familiar primario.
Cuando eso comenzó a suceder, los primeros que repararon en el desarrollo de mi hermana, fueron ellos, los allegados, no sólo los del barrio, amigos, compañeros, vecinos, sino también nuestros familiares, primos, tíos, etc. Y junto con ellos, llegaron los comentarios socarrones, que tanto me afectaban, el que me llamaran "cuñado" me desquiciaba o escucharles decirle "suegrita" a mi madre, me sacaba de quicio. Pero, peor aún, cuando estas acotaciones eran expresadas por los integrantes de nuestra familia, tíos o primos más grandes en edad que nosotros dos, mi hermana y yo.
Pero para colmo de males, lo que más me enfermaba, era que ella, mi hermanita, parecía disfrutar esos ridículos dichos. Les prestaba atención, se los sabía de memoria, conocía todo lo que se decía.
Más aún, parecía que eso, le levantaba el ego, se sentía cortejada, seguramente apreciada, ya que en casa, ninguno de nosotros le prestábamos mucha atención, ni siquiera yo hasta el momento. Bastó, que extraños destacaran aquello, que obviamente estaba a la vista, para que yo me extraviara en una nebulosa de rencores para con todos ellos, incluida mi hermanita.
Y como para ponerle una frutilla al postre, comenzó a usar para salir a realizar mandados unas sandalias de tacos altos, que le habían regalado para su cumpleaños, alguno de esos tíos desubicados que he mencionado. Ahora quería ir a comprar al almacén o a cualquier negocio del barrio, cosa que antes nunca hacía y se negaba. Sólo para conseguir esos cortejos precarios, esas galanterías villeras, de los vagos que paraban en la esquina, buenos para nada, sin ocupación conocida, ni responsabilidad alguna. Que no trabajaban ni estudiaban.
Allí fue que me convertí en un guardián de tiempo completo, y en donde comencé en advertir sus cambios físicos pero también psíquicos, mi hermana se estaba volviendo mujer, más que eso, una potra, que se vinculaba en un contexto de "petardas y vagabundos".
Y al primer descuido mío, ella terminaría con las piernas abiertas y puesta de espaldas o en cuatro patas, recibiendo su merecido, eso mismo, era lo que iba a encontrar con aquella actitud tan desenfadada.
Estos hechos, terminaron por ganarme la enemistad de todos mis compañeros de juego, mis conocidos o amigos del barrio, me odiaban por ser tan "cuida conchas", así me lo decían, en este caso la de mi hermana, y tiempo antes, de mi madre.
En definitiva, la híbrida de mi hermanita, produjo una transformación tal en su persona, como las que experimentan determinados animales en su desarrollo biológico y que afecta no solo a su forma sino también a sus funciones y su modo de vida. Ese cambio o modificación, de una cosa en otra, especialmente el que es sorprendente o extraordinario y afecta a la fortuna, el carácter o el estado de una persona. Esa mutación me conmovió como nunca nada lo había hecho hasta ese momento.
El fondo de nuestra casa fue testigo de todos los juegos entre mi hermana y yo desde siempre, sin embargo, a partir de esa transfiguración de ella, fueron tomando otro cariz, otros aspectos.
Pero todo se desbordó, cuando la vi totalmente desnuda correr por el terreno a plena luz del día.
Su anatomía era completamente distinta a la de nuestra madre, ella exuberante mi hermana diminuta, aunque armoniosa, si, ambas compartían la misma expresión en su semblante, sus rostros se iluminaban cuando expresaban algún sentimiento, sus facciones delicadas, bellas, tenían un encanto mórbido para mi persona, algo malsano, nocivo, enfermizo se apoderaba de mi.
Y producto de aquello, sumado a mis celos, a mi egoísmo posesivo, a la ascendencia y/o a la influencia que yo tenía sobre ella, logré conseguir ciertos "favores", en este caso, tener relaciones o contactos íntimos con mi hermana. Un efecto que repercutía en @hindami como una especie de autoridad o poder que la cautivaba y lograba dominar, como señor de un feudo y ella mi vasalla, que me reconocía como superior, y/o tiene dependencia de mi.
Y como tal, era el rey mientras estuve, y cuando no estuve, dejé de serlo, es decir, murió él rey, viva el rey, o que pase el que sigue. Sin embargo, el tiempo que estuve, hice y deshice, a veces ella, intentaba alguna excusa, alguna defensa, que pudiera impedir que yo concretara mis deseos, saciar mis instintos básicos. Pero, de a poco, se fue acostumbrando y accediendo a experimentar y hacer lo que yo ordenaba.
Hasta me convencí, que a ella le gustaba hacerlo tanto como a mi, y, de alguna manera así era, pero, con la diferencia, que le gustaba realizarlo, pero con otros, no conmigo. Igual, lo disfrutaba, llegaba varias veces al orgasmo, tenía facilidad y se convirtió en muy ávida en lo genital, era y lo sigue siendo, insaciable, no se satisfacía nunca, quería siempre más.
Todos pensaban, que me estaba matando a pajas, estaba a la miseria, piel y hueso. Era ella la que me consumía, se envició sexualmente.
Pero, cuando marché a cumplir con mi obligación con mi país, en el servicio militar, todos los conocidos, amigos, vecinos, familiares, se enfiestaron con mi hermana, y testimonios de ello abundaban, no sólo historias o relatos orales, sino también, con pruebas concretas, con imágenes como esta...
Se enfiestaron con ella, no dudaron un segundo en hacerlo, no les importó la amistad, sin embargo, lo que más me dolió, no fueron ellos, ni siquiera mi hermanita, sabía de su volubilidad y de ellos su deslealtad, sino de Julio, a ese lo creí mi amigo, tanto que al pelearse con sus padres, convencí a los míos para que le den alojamiento gratis hasta que se acomodaran sus cosas.
Él era mayor que yo, me llevaba doce años, y no sólo se cojió a mi hermana, sino también a mi madre, mucho más tarde, me enteré que lo hacía aún cuando yo estaba en la casa, antes de irme al servicio militar obligatorio.
Y qué en más de una ocasión realizaron un trío...
A él, le consulté algunas dudas que me asaltaban por mi inexperiencia, este seguramente las analizó, sacando las conclusiones correctas y se aprovechó de la situación.
Aunque no lo crean, éramos todos ingenuos en lo sexual...
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