Este relato se basa en una sugerencia de kramalo. Espero que satisfaga sus expectativas y que les guste a todos.
Esta es una historia de infidelidad, con la que estoy cobrándome los cuernos que me puso mi marido con la complicidad de mi hijo.
Mi nombre es Valeria. Con mis 40 años, no estoy del todo mal. Tengo algunos kilitos de mas y la vida sedentaria hace que me falte un poco de ejercicio para tonificarme.
Estoy casada hace 19 años con Rogelio, que lleva sus 45 años muy bien. Delgado, siempre bien arreglado, debo reconocer que sigue siendo tan atractivo como cuando lo conocí.
Tenemos un hijo de 18 años, Adrián, que ha sacado la estampa del padre y realmente son muy compinches, lo que, debo reconocer que me pone muy celosa. En fin, llevo una buena vida, donde nada me falta, pero es cierto que desde hacía un tiempo, ya en la cama no eramos como antes. Yo culpaba de este enfriamiento a los años de casados, pero la realidad era mucho mas cruel.
Una tarde estaban mi esposo y mi hijo trabajando en el taller, reparando una bicicleta de la familia, y yo tenía que ir a hacer unas compras, así que salí por el garage, los saludé y di la vuelta a la casa para salir a la calle. Cuando estaba por alejarme, me di cuenta que había olvidado mis lentes para ver de cerca, con lo que comprar se iba a hacer complicado. Regresé sobre mis pasos, pero en lugar de volver a entrar por el garaje, entré por la puerta de frente que quedaba mas cerca. Fui hasta la cocina buscando los lentes, y allí, la puerta que comunicaba con el garaje estaba entreabierta, y se oía lo que conversaba mi familia.
- Pero vamos, cuenta si se lo que pasa, decía mi hijo, riéndose
- Que no inventes. No hay nada que contar, decía mi esposo.
- Papá, ayer a la tarde fui con Florencia al hotel que está en el camino del Pinar, a la tarde, cuando salí de la facu, y me encuentro con tu auto en una de las cocheras. Vamos deja de mentir.
Quedé paralizada. Hubo unos segundos de silencio.
- Está bien, hijo. Es verdad. Fui allí con mi nueva secretaria.
- ¿ Y que significa?
- Nada. Solo sexo. Imaginate que no voy a poner en peligro la familia, por un polvo de vez en cuando.
- Me parece bien, papi, pero ten cuidado que mamá no se entere, porque no creo que lo vaya a entender.
- Nunca se enteró. Siempre tuve mucho cuidado. El tema es que no se te escape a ti.
- Cuenta conmigo. Nadie lo sabrá.
Y siguieron haciendo chistes sobre el tema. Yo, sin hacer ruido volví a salir por la puerta de frente y me alejé hasta llegar a una plaza donde me senté a tratar de procesar lo que había oído.
Mi marido me había engañado varias veces. Y mi hijo lo protegía y le parecía bien.
Sentí la furia crecer dentro mío. Esto no iba a quedar así. ¿ Disfrutaba del sexo extramatrimonial? . Era hora de que yo también lo probara. ¿ A mi hijo le parecía bien la infidelidad? Pues le daría algo para que recapacitara. Solo tenía que pensar como.
Pasaron varios días, sin que se me ocurriera que hacer.
Una tarde llego a casa y estaba mi hijo con uno de sus amigos. Leonel, era morocho, tenía un par de años mas que mi hijo, y tenía un cuerpo admirable y unos ojos verdes de escándalo.
Salude al visitante quien me dio un beso en la mejilla, mientras de elogiaba.
- Sra. Valeria, tan linda y elegante como siempre, dijo sonriendo.
- Eres un adulador, Leonel. Creo que estoy bastante fuera de estado, no como tú, dije con una mirada que intentaba ser neutral.
- Justamente estaba tratando de convencer a su hijo que viniera al gimnasio conmigo, que se la pasa sentado y ya parece que tiene 30 años, en lugar de 20.
- Ni lo sueñes Leo, no pienso cansarme en un gimnasio.
- La verdad que a mi me haría falta. ¿ Adonde vas?
- A uno que está a unos 15 minutos de aquí, dijo Leonel.
- Es el que tiene Fabio, el amigo de papá, agregó mi hijo.
Fabio era un amigo de la infancia de mi esposo, que tenía una cadena de gimnasio. Hacía tiempo que no lo veía. Recordé que era mas alto que mi marido y como consecuencia de su trabajo seguramente se mantenía en estado.
- Tendré que averiguar los horarios, dije tentativamente.
- Es una buena decisión. Si viene al gimnasio yo le mostraré todas las instalaciones, dijo Leonel sonriendo. Yo voy 3 veces por semana, lunes, miercoles y viernes por la tarde.
- La verdad que te vendría bien bajar unos kilitos, agregó mi hijo, pero vamos a mi cuarto Leonel así conversamos un rato, dijo arrancando por las escaleras hacia arriba.
Leonel se acercó, y volvió a besarme.
- Espero que comience a ejercitar, pero no le haga caso a su hijo. Ud no necesita nada para que la admiren, y se fue detrás de mi hijo.
Me quedé allí, tratando de madurar el plan que sin querer se presentaba.
¿ Realmente le gustaba a Leonel? ¿ Cuanto? ¿ Lo suficiente para acostarse con la madre de su amigo?. El gimnasio podía ser una buena excusa para intimar mas con él, y ver de que venía todo esto. La decisión estaba tomada. Al día siguiente iría al gimnasio.
El día siguiente era martes, así que a la tarde me llegué hasta el lugar. El dueño no estaba pero el empleado me dio toda la información, y decidí tomar las actividades que se desarrollaban los días en que Leonel iba al lugar.
Al día siguiente, con mi nueva ropa de gimnasia en el bolso, comencé a ejecutar mi venganza.
Las tardes en el gimnasio eran muy entretenidas. No solo estaba Leonel sino que había otros hombres mas grandes que me desnudaban con la mirada, lo que levantaba mi ego como nunca antes.
Leonel pasaba gran parte de la tarde ayudándome con mis rutinas, y sentir ese cuerpo transpirado a mi lado, me ponía a mil.
Una tarde, mientras estaba ejercitando, una voz conocida me llama.
- Vale, pero no puedo creer que estés aquí, al darme vuelta me encuentro con Fabio y su sonrisa.
La verdad que mi esposo,como dije se mantiene bien, pero ni punto de comparación con este semental que se acerca, me abraza y me besa ambas mejillas.
- Fabio, que gusto verte, dije cuando nos separamos, y de reojo pude ver la cara de odio de Leonel. Era indudable que se había puesto celoso. Y eso me gustaba.
- Vale, hace rato que no nos veíamos, pero realmente estás tal como te recuerdo. No puedo creer que lo hayas convencido a Rogelio. Todas las semanas cuando nos reunimos con los amigos quiero convencerlo y no pude lograrlo. ¿ Vino contigo? Dijo mirando hacia todos lados.
- No Fabio. Tu sabes que el ejercicio no es el fuerte de Rogelio y tampoco de su hijo. Vengo sola a tratar de ponerme en línea.
Se alejó y me miró.
- ¿ Mas todavía? Nena, eres un peligro para cualquier hombre.
En verdad, las semanas que llevaba entrenando habían mejorado mi figura. Habían endurecido mis músculos y había perdido un par de kilos, pero no pude menos que sonrojarme.
- Basta Fabio, que la mentira tiene un límite.
- ¿ Mentira? A ver tu, dijo dirigiéndose a Leonel, que eres jovencito, ¿ Qué opinas de esta mujer?
Ahora el turno de ponerse colorado fue para Leonel.
- Pues, la verdad que es la madre de un amigo, dijo tratando de escaparse.
- Pero tienes ojos, vamos, dime lo que piensas, si estamos entre amigos, y estoy seguro que Vale no lo va a tomar a mal, insistió Fabio
- Pues, la verdad que es muy atractiva, dijo por fin.
-¿ Viste Vale? Hay cosas con las que no miento. Y ahora te dejo que sigas con tus ejercicios. Ya tendremos oportunidad de conversar, y dándome un beso, se alejó hacia su despacho.
Volvimos lentamente a los ejercicios y cuando nuestros cuerpos estuvieron pegados comencé la tarea de ablandamiento.
- ¿ Realmente crees que soy atractiva?, pregunté con inocencia
- Si Sra. pero no quise ofenderla.
-Si no quieres ofenderme, llamame Valeria.
- Si Valeria, contestó sumiso
- Y no me ofendo. Por el contrario. La verdad que necesito los elogios porque en casa no abundan, dije como si pensara en voz alta.
- No creo que su esposo no la valore, dijo Leonel entrando despacio en el juego.
- Hace tiempo que no me tratan como una mujer, y lo necesito, dije sin dejar de hacer mis ejercicios.
- Pues si yo fuera su esposo, no le faltaría nada, dijo y de inmediato se calló,como si temiera haber avanzado demasiado.
- No tienes edad para ser mi esposo, Leonel.
- Pero tengo edad para apreciar la belleza, dijo ya mas lanzado.
- Creo que tienes edad suficiente para muchas cosas, dije sin mirarlo. Pero el mensaje no podía ser mas claro.
Un bulto comenzó a marcarse en su pantaloncito. Aún en contra de su voluntad, lo estaba pensando.
Seguimos un rato mas hasta completar el horario. Nadie mas habló, pero se notaba que el muchachito estaba profundamente alterado.
- La verdad que me siento bien, dije mientras me secaba, solo necesitaría un masaje. La próxima vez voy a pedir un turno, dije mientras íbamos hacia el vestuario.
- Si te animas, yo puedo dártelo, dijo Leonel
Puse cara de sorpresa. Y sonreí.
- No quisiera incomodarte
- No es ninguna molestia. No soy un masajista profesional pero he hecho algunos cursos. Si quieres, vamos a la sala de masajes y listo,
- Creo que podemos probar, dije.
La sala de masajes estaba en medio de ambos vestuarios, y por supuesto, estaba completamente vacía ya que en ese horario no había ningún masajista.
Me acerqué a la camilla.
- Bueno, tu dirás que quieres que haga.
- Necesito que te quites un poco de ropa. Mira, detrás de ese biombo podrás desvestirte y allí encontrarás toallas para envolverte.
- ¿ Y que tengo que quitarme? Pregunté con ingenuidad.
- Bueno, eso depende de los masajes que quieras. Si los quieres en la espalda, tendrás que quitarte la ropa de la parte superior. Si lo quieres en las piernas, tendrás que quitarte la ropa de la parte inferior.
- Está bien,dije sin aclarar nada y me metí detrás del biombo.
Cuando estaba allí, sentí que la puerta se cerraba con llave. Evidentemente Leonel no quería que nos molestaran. Por dentro estaba feliz. Mi plan estaba a un paso de empezar a cumplirse.
Me quité la ropa de la cintura para arriba, y salí envuelta en una toalla. La cara de decepción de Leonel era evidente. Pensaba que yo saldría totalmente desnuda.
Me acosté en la camilla y me quité la toalla,quedando acostada con la espalda hacia arriba.
Leonel untó sus manos en aceites aromáticos y comenzó suavemente a frotar mi espalda y mis hombros. Se notaba un leve temblor en sus manos, lo que indicaba claramente que estaba a punto de perder el control.
- hmmm, que bien se siente dije con los ojos cerrados.
Las manos de Leonel bajaban de mis hombros y acariciaban el costado de mi cuerpo rozando casi mis tetas. Yo no dije nada. Cada vez pasaban mas cerca, y llegaron a acariciar el costado de mis tetas.
- Tienes manos suaves, dije.
- Tu tienes la piel muy suave, dijo volviendo a acariciar mis tetas.
Me apoyé sobre mis codos, y Leonel se retiró de prisa, pensando que iba a retarlo.
Lentamente me di vuelta dejando mis tetas a su alcance,y volviendo a acostarme.
- Ahora te será mas fácil, dije cerrando los ojos.
Luego de un momento sentí que sus manos se apoyaban en mi cintura, y subían hasta tomar mis tetas, comenzando a magrearlas. La sensación era hermosa.
De pronto, sentí que su boca tomaba posesión de uno de mis pezones, mientras su mano acariciaba y pellizcaba el otro.
Luego de un momento cambió al otro, repitiendo el tratamiento, y de pronto, sentí sus labios sobre los míos mientras sus manos seguían acariciando mis pechos. Lo dejé que me besara unos segundos, y luego lo retiré suavemente.
- Espera, espera, contrólate.
- No puedo mas, dijo tratando de reiterar su beso.
- No es el momento ni el lugar, dije sentándome en la camilla y envolviéndome con la toalla.
La cara de necesidad de Leonel me partía el alma.
- por favor, suplicó.
Me quedé quieta como aceptando su pedido y se acercó tímidamente, para volver a besarme con suavidad. Su beso comenzó a hacerse mas exigente y se fue pegando a mi cuerpo, hasta conseguir que mis piernas se separaran y ubicarse entre ellas, para luego abrazarme. La toalla nos separaba, y entonces lo dejé que siguiera un rato, ya que las sensaciones eran excelentes.
Mis manos lo separaron.
- No, aquí pueden descubrirnos y no estoy en posición de que me descubran enredada con un joven que puede ser mi hijo.
- Pero te deseo, dijo, y con mirar el bulto que tenía en el pantaloncito el comentario sobraba.
- No podemos seguir.
- Por favor, dijo.
Sin decir nada mi mano bajó hasta su pantaloncito, y lo bajé, hasta conseguir que su verga saliera. Era fina y larga. Nada extraordinario, pero suficiente para mi propósito.
- Esto va a quedar entre nosotros, dije mirándolo.
- Si sra.
- Valeria, Leonel, Valeria.
Si Valeria.
- Vamos a ver si es cierto que sabes guardar un secreto, dije tomando su verga y comenzando a masturbarlo lentamente. Tiró su cabeza hacia atrás disfrutando de esa paja de sus sueños.
Seguí y solté mi toalla, dejando mis tetas a la vista. Cuando se dio cuenta, comenzó a acariciarlas, y noté que ya no aguantaba mas. Por fin se tensó y apuntando su verga hice que se derramara sobre mis tetas. Su semen me quemó y varios chorros me embadurnaron por completo. Me froté las tetas desparramando su leche, y luego me limpié con la toalla.
- Mañana, a las 4 de la tarde te espero en mi casa, así conversamos de esto. Ahora voy a vestirme, y sin decir mas me levanté y ubicándome detrás del biombo me vestí rápidamente. Cuando salí, todavía estaba parado al lado de la camilla.
- ¿ Mañana entonces? Preguntó.
- Si, pero no te hagas ilusiones. Vamos a conversar porque eres amigo de mi hijo, y no quiero que quede algo equivocado entre nosotros. Hice esto para que no te quedaras con la idea de que quería dejarte caliente, pero tienes que dedicarte a las jovencitas de tu edad, Nos vemos, y abriendo la puerta salí rápidamente.
Todo estaba acomodándose como yo quería. Pero no pensé en que iba a complicarse, aunque en realidad sería para mejor.
Esta es una historia de infidelidad, con la que estoy cobrándome los cuernos que me puso mi marido con la complicidad de mi hijo.
Mi nombre es Valeria. Con mis 40 años, no estoy del todo mal. Tengo algunos kilitos de mas y la vida sedentaria hace que me falte un poco de ejercicio para tonificarme.
Estoy casada hace 19 años con Rogelio, que lleva sus 45 años muy bien. Delgado, siempre bien arreglado, debo reconocer que sigue siendo tan atractivo como cuando lo conocí.
Tenemos un hijo de 18 años, Adrián, que ha sacado la estampa del padre y realmente son muy compinches, lo que, debo reconocer que me pone muy celosa. En fin, llevo una buena vida, donde nada me falta, pero es cierto que desde hacía un tiempo, ya en la cama no eramos como antes. Yo culpaba de este enfriamiento a los años de casados, pero la realidad era mucho mas cruel.
Una tarde estaban mi esposo y mi hijo trabajando en el taller, reparando una bicicleta de la familia, y yo tenía que ir a hacer unas compras, así que salí por el garage, los saludé y di la vuelta a la casa para salir a la calle. Cuando estaba por alejarme, me di cuenta que había olvidado mis lentes para ver de cerca, con lo que comprar se iba a hacer complicado. Regresé sobre mis pasos, pero en lugar de volver a entrar por el garaje, entré por la puerta de frente que quedaba mas cerca. Fui hasta la cocina buscando los lentes, y allí, la puerta que comunicaba con el garaje estaba entreabierta, y se oía lo que conversaba mi familia.
- Pero vamos, cuenta si se lo que pasa, decía mi hijo, riéndose
- Que no inventes. No hay nada que contar, decía mi esposo.
- Papá, ayer a la tarde fui con Florencia al hotel que está en el camino del Pinar, a la tarde, cuando salí de la facu, y me encuentro con tu auto en una de las cocheras. Vamos deja de mentir.
Quedé paralizada. Hubo unos segundos de silencio.
- Está bien, hijo. Es verdad. Fui allí con mi nueva secretaria.
- ¿ Y que significa?
- Nada. Solo sexo. Imaginate que no voy a poner en peligro la familia, por un polvo de vez en cuando.
- Me parece bien, papi, pero ten cuidado que mamá no se entere, porque no creo que lo vaya a entender.
- Nunca se enteró. Siempre tuve mucho cuidado. El tema es que no se te escape a ti.
- Cuenta conmigo. Nadie lo sabrá.
Y siguieron haciendo chistes sobre el tema. Yo, sin hacer ruido volví a salir por la puerta de frente y me alejé hasta llegar a una plaza donde me senté a tratar de procesar lo que había oído.
Mi marido me había engañado varias veces. Y mi hijo lo protegía y le parecía bien.
Sentí la furia crecer dentro mío. Esto no iba a quedar así. ¿ Disfrutaba del sexo extramatrimonial? . Era hora de que yo también lo probara. ¿ A mi hijo le parecía bien la infidelidad? Pues le daría algo para que recapacitara. Solo tenía que pensar como.
Pasaron varios días, sin que se me ocurriera que hacer.
Una tarde llego a casa y estaba mi hijo con uno de sus amigos. Leonel, era morocho, tenía un par de años mas que mi hijo, y tenía un cuerpo admirable y unos ojos verdes de escándalo.
Salude al visitante quien me dio un beso en la mejilla, mientras de elogiaba.
- Sra. Valeria, tan linda y elegante como siempre, dijo sonriendo.
- Eres un adulador, Leonel. Creo que estoy bastante fuera de estado, no como tú, dije con una mirada que intentaba ser neutral.
- Justamente estaba tratando de convencer a su hijo que viniera al gimnasio conmigo, que se la pasa sentado y ya parece que tiene 30 años, en lugar de 20.
- Ni lo sueñes Leo, no pienso cansarme en un gimnasio.
- La verdad que a mi me haría falta. ¿ Adonde vas?
- A uno que está a unos 15 minutos de aquí, dijo Leonel.
- Es el que tiene Fabio, el amigo de papá, agregó mi hijo.
Fabio era un amigo de la infancia de mi esposo, que tenía una cadena de gimnasio. Hacía tiempo que no lo veía. Recordé que era mas alto que mi marido y como consecuencia de su trabajo seguramente se mantenía en estado.
- Tendré que averiguar los horarios, dije tentativamente.
- Es una buena decisión. Si viene al gimnasio yo le mostraré todas las instalaciones, dijo Leonel sonriendo. Yo voy 3 veces por semana, lunes, miercoles y viernes por la tarde.
- La verdad que te vendría bien bajar unos kilitos, agregó mi hijo, pero vamos a mi cuarto Leonel así conversamos un rato, dijo arrancando por las escaleras hacia arriba.
Leonel se acercó, y volvió a besarme.
- Espero que comience a ejercitar, pero no le haga caso a su hijo. Ud no necesita nada para que la admiren, y se fue detrás de mi hijo.
Me quedé allí, tratando de madurar el plan que sin querer se presentaba.
¿ Realmente le gustaba a Leonel? ¿ Cuanto? ¿ Lo suficiente para acostarse con la madre de su amigo?. El gimnasio podía ser una buena excusa para intimar mas con él, y ver de que venía todo esto. La decisión estaba tomada. Al día siguiente iría al gimnasio.
El día siguiente era martes, así que a la tarde me llegué hasta el lugar. El dueño no estaba pero el empleado me dio toda la información, y decidí tomar las actividades que se desarrollaban los días en que Leonel iba al lugar.
Al día siguiente, con mi nueva ropa de gimnasia en el bolso, comencé a ejecutar mi venganza.
Las tardes en el gimnasio eran muy entretenidas. No solo estaba Leonel sino que había otros hombres mas grandes que me desnudaban con la mirada, lo que levantaba mi ego como nunca antes.
Leonel pasaba gran parte de la tarde ayudándome con mis rutinas, y sentir ese cuerpo transpirado a mi lado, me ponía a mil.
Una tarde, mientras estaba ejercitando, una voz conocida me llama.
- Vale, pero no puedo creer que estés aquí, al darme vuelta me encuentro con Fabio y su sonrisa.
La verdad que mi esposo,como dije se mantiene bien, pero ni punto de comparación con este semental que se acerca, me abraza y me besa ambas mejillas.
- Fabio, que gusto verte, dije cuando nos separamos, y de reojo pude ver la cara de odio de Leonel. Era indudable que se había puesto celoso. Y eso me gustaba.
- Vale, hace rato que no nos veíamos, pero realmente estás tal como te recuerdo. No puedo creer que lo hayas convencido a Rogelio. Todas las semanas cuando nos reunimos con los amigos quiero convencerlo y no pude lograrlo. ¿ Vino contigo? Dijo mirando hacia todos lados.
- No Fabio. Tu sabes que el ejercicio no es el fuerte de Rogelio y tampoco de su hijo. Vengo sola a tratar de ponerme en línea.
Se alejó y me miró.
- ¿ Mas todavía? Nena, eres un peligro para cualquier hombre.
En verdad, las semanas que llevaba entrenando habían mejorado mi figura. Habían endurecido mis músculos y había perdido un par de kilos, pero no pude menos que sonrojarme.
- Basta Fabio, que la mentira tiene un límite.
- ¿ Mentira? A ver tu, dijo dirigiéndose a Leonel, que eres jovencito, ¿ Qué opinas de esta mujer?
Ahora el turno de ponerse colorado fue para Leonel.
- Pues, la verdad que es la madre de un amigo, dijo tratando de escaparse.
- Pero tienes ojos, vamos, dime lo que piensas, si estamos entre amigos, y estoy seguro que Vale no lo va a tomar a mal, insistió Fabio
- Pues, la verdad que es muy atractiva, dijo por fin.
-¿ Viste Vale? Hay cosas con las que no miento. Y ahora te dejo que sigas con tus ejercicios. Ya tendremos oportunidad de conversar, y dándome un beso, se alejó hacia su despacho.
Volvimos lentamente a los ejercicios y cuando nuestros cuerpos estuvieron pegados comencé la tarea de ablandamiento.
- ¿ Realmente crees que soy atractiva?, pregunté con inocencia
- Si Sra. pero no quise ofenderla.
-Si no quieres ofenderme, llamame Valeria.
- Si Valeria, contestó sumiso
- Y no me ofendo. Por el contrario. La verdad que necesito los elogios porque en casa no abundan, dije como si pensara en voz alta.
- No creo que su esposo no la valore, dijo Leonel entrando despacio en el juego.
- Hace tiempo que no me tratan como una mujer, y lo necesito, dije sin dejar de hacer mis ejercicios.
- Pues si yo fuera su esposo, no le faltaría nada, dijo y de inmediato se calló,como si temiera haber avanzado demasiado.
- No tienes edad para ser mi esposo, Leonel.
- Pero tengo edad para apreciar la belleza, dijo ya mas lanzado.
- Creo que tienes edad suficiente para muchas cosas, dije sin mirarlo. Pero el mensaje no podía ser mas claro.
Un bulto comenzó a marcarse en su pantaloncito. Aún en contra de su voluntad, lo estaba pensando.
Seguimos un rato mas hasta completar el horario. Nadie mas habló, pero se notaba que el muchachito estaba profundamente alterado.
- La verdad que me siento bien, dije mientras me secaba, solo necesitaría un masaje. La próxima vez voy a pedir un turno, dije mientras íbamos hacia el vestuario.
- Si te animas, yo puedo dártelo, dijo Leonel
Puse cara de sorpresa. Y sonreí.
- No quisiera incomodarte
- No es ninguna molestia. No soy un masajista profesional pero he hecho algunos cursos. Si quieres, vamos a la sala de masajes y listo,
- Creo que podemos probar, dije.
La sala de masajes estaba en medio de ambos vestuarios, y por supuesto, estaba completamente vacía ya que en ese horario no había ningún masajista.
Me acerqué a la camilla.
- Bueno, tu dirás que quieres que haga.
- Necesito que te quites un poco de ropa. Mira, detrás de ese biombo podrás desvestirte y allí encontrarás toallas para envolverte.
- ¿ Y que tengo que quitarme? Pregunté con ingenuidad.
- Bueno, eso depende de los masajes que quieras. Si los quieres en la espalda, tendrás que quitarte la ropa de la parte superior. Si lo quieres en las piernas, tendrás que quitarte la ropa de la parte inferior.
- Está bien,dije sin aclarar nada y me metí detrás del biombo.
Cuando estaba allí, sentí que la puerta se cerraba con llave. Evidentemente Leonel no quería que nos molestaran. Por dentro estaba feliz. Mi plan estaba a un paso de empezar a cumplirse.
Me quité la ropa de la cintura para arriba, y salí envuelta en una toalla. La cara de decepción de Leonel era evidente. Pensaba que yo saldría totalmente desnuda.
Me acosté en la camilla y me quité la toalla,quedando acostada con la espalda hacia arriba.
Leonel untó sus manos en aceites aromáticos y comenzó suavemente a frotar mi espalda y mis hombros. Se notaba un leve temblor en sus manos, lo que indicaba claramente que estaba a punto de perder el control.
- hmmm, que bien se siente dije con los ojos cerrados.
Las manos de Leonel bajaban de mis hombros y acariciaban el costado de mi cuerpo rozando casi mis tetas. Yo no dije nada. Cada vez pasaban mas cerca, y llegaron a acariciar el costado de mis tetas.
- Tienes manos suaves, dije.
- Tu tienes la piel muy suave, dijo volviendo a acariciar mis tetas.
Me apoyé sobre mis codos, y Leonel se retiró de prisa, pensando que iba a retarlo.
Lentamente me di vuelta dejando mis tetas a su alcance,y volviendo a acostarme.
- Ahora te será mas fácil, dije cerrando los ojos.
Luego de un momento sentí que sus manos se apoyaban en mi cintura, y subían hasta tomar mis tetas, comenzando a magrearlas. La sensación era hermosa.
De pronto, sentí que su boca tomaba posesión de uno de mis pezones, mientras su mano acariciaba y pellizcaba el otro.
Luego de un momento cambió al otro, repitiendo el tratamiento, y de pronto, sentí sus labios sobre los míos mientras sus manos seguían acariciando mis pechos. Lo dejé que me besara unos segundos, y luego lo retiré suavemente.
- Espera, espera, contrólate.
- No puedo mas, dijo tratando de reiterar su beso.
- No es el momento ni el lugar, dije sentándome en la camilla y envolviéndome con la toalla.
La cara de necesidad de Leonel me partía el alma.
- por favor, suplicó.
Me quedé quieta como aceptando su pedido y se acercó tímidamente, para volver a besarme con suavidad. Su beso comenzó a hacerse mas exigente y se fue pegando a mi cuerpo, hasta conseguir que mis piernas se separaran y ubicarse entre ellas, para luego abrazarme. La toalla nos separaba, y entonces lo dejé que siguiera un rato, ya que las sensaciones eran excelentes.
Mis manos lo separaron.
- No, aquí pueden descubrirnos y no estoy en posición de que me descubran enredada con un joven que puede ser mi hijo.
- Pero te deseo, dijo, y con mirar el bulto que tenía en el pantaloncito el comentario sobraba.
- No podemos seguir.
- Por favor, dijo.
Sin decir nada mi mano bajó hasta su pantaloncito, y lo bajé, hasta conseguir que su verga saliera. Era fina y larga. Nada extraordinario, pero suficiente para mi propósito.
- Esto va a quedar entre nosotros, dije mirándolo.
- Si sra.
- Valeria, Leonel, Valeria.
Si Valeria.
- Vamos a ver si es cierto que sabes guardar un secreto, dije tomando su verga y comenzando a masturbarlo lentamente. Tiró su cabeza hacia atrás disfrutando de esa paja de sus sueños.
Seguí y solté mi toalla, dejando mis tetas a la vista. Cuando se dio cuenta, comenzó a acariciarlas, y noté que ya no aguantaba mas. Por fin se tensó y apuntando su verga hice que se derramara sobre mis tetas. Su semen me quemó y varios chorros me embadurnaron por completo. Me froté las tetas desparramando su leche, y luego me limpié con la toalla.
- Mañana, a las 4 de la tarde te espero en mi casa, así conversamos de esto. Ahora voy a vestirme, y sin decir mas me levanté y ubicándome detrás del biombo me vestí rápidamente. Cuando salí, todavía estaba parado al lado de la camilla.
- ¿ Mañana entonces? Preguntó.
- Si, pero no te hagas ilusiones. Vamos a conversar porque eres amigo de mi hijo, y no quiero que quede algo equivocado entre nosotros. Hice esto para que no te quedaras con la idea de que quería dejarte caliente, pero tienes que dedicarte a las jovencitas de tu edad, Nos vemos, y abriendo la puerta salí rápidamente.
Todo estaba acomodándose como yo quería. Pero no pensé en que iba a complicarse, aunque en realidad sería para mejor.
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