Ana y un extraño en el ascensor
Esa mañana discutí con mi jefa en el estudio. Me había hecho renegar bastante por culpa de unos expedientes que estaban algo atrasados. No era mi culpa. Pero esa mujer era una verdadera bruja y no se podía discutir demasiado con ella.
Así que terminé el asunto dando un portazo en su despacho y saliendo hecha una verdadera furia. Me metí en el ascensor dispuesta a ganar la calle y escaparme a tomar un café al bar de la esquina, hasta que me pasara toda esa bronca contenida.
Odiaba ese ascensor tan parecido a un armatoste. Era de los sistemas antiguos con una serie de botones que generalmente no funcionaban bien y debían ser apretados una y otra vez. Apenas se había puesto en marcha, cuando se detuvo abruptamente entre dos pisos. El espacio estaba bastante oscuro. Me puse a pulsar los botones de emergencia, pero no sucedió nada de nada, Entonces comencé a hiperventilar.
“Cálmese”. Dijo una voz profunda a mis espaldas.
Estaba segura de que el ascensor estaba vacío al abrirse las puertas en mi piso, pero ahora esa voz me indicaba lo contrario. Hiperventilando más todavía, giré mi cabeza para mirar a mi compañero de desventura.
Era un gigantesco hombre rubio, bastante apuesto, vestido muy elegante. Debo haber puesto una evidente cara de terror, porque el tipo sonrió diciendo suavemente:
“Me imagino lo que Usted estará pensando... pero quédese tranquila, porque no intento hacerle daño. Póngase cómoda; parece que esto va para largo”.
Recordé que ese ascensor no era la primera vez que fallaba de esa manera y parecía que este hombre lo sabía mejor que yo; seguramente trabajaba en otro piso.
Sin tranquilizarme demasiado, pulsé varios botones y alarmas, pero nada sucedió.
“Y ahora?”, Pregunté, tratando de parecer serena.
El tipo se sentó en el piso e insistió diciendo:
“En su lugar, yo me quitaría el abrigo y esperaría tranquila... esto va para largo”
No podía quitarme el abrigo; esa mañana temprano me había escapado a hacer unas compras en una tienda de lencería erótica y había conseguido algunas prendas bastante insinuantes y atrevidas. Víctor vendría a mediodía a buscarme para ir a almorzar juntos y entonces había decidido hacerle un juego de seducción, encerrados en mi oficina. Por eso estaba casi desnuda bajo el abrigo. Llevaba apenas un camisón corto negro transparente, portaligas con medias de nylon y una minúscula tanga que se perdía entre mis firmes nalgas.
No, no podía sacarme el abrigo delante de ese extraño. El tipo iba a pensar que yo era una puta, porque así iba realmente vestida, como una verdadera puta…
Un rato después ya estaba empezando a sentirme cansada por permanecer de pie y entonces me apoyé contra uno de los mamparos del ascensor. Justo en ese momento la oscuridad nos envolvió. El tipo y yo permanecimos en absoluto silencio, ahora el apagón parecía ser completo en todo el edificio.
Poco rato más tarde el abrigo me estaba sofocando de calor. Me faltaba el aire.
“Debería quitarse el abrigo”. Insistió el hombre desde la oscuridad del otro extremo.
“No, gracias, así estoy bien”. Le respondí con fastidio.
No podía ver su cara en la oscuridad, pero sabía que se había reído. Parecía estar adivinando mis pensamientos, cuando me preguntó descaradamente:
“Acaso está desnuda bajo el abrigo?”
“No, cómo se le ocurre pensar eso?”. Dije m*****a, pero entonces no pude seguir hablando, ya que en ese momento sentí su mano debajo de mi abrigo. La otra mano tapaba mi boca para evitar que gritara.
Sentí que su mano iba subiendo lentamente por mis sedosas medias de nylon y aunque apreté los muslos el muy hijo de puta se las ingenió para meter su mano entre ellos y con uno de sus largos dedos llegó a rozarme los labios vaginales por encima de la diminuta tanga. No pude evitar dejar escapar un suspiro de placer.
“Yo sabía que eras una buena puta… te mojaste apenas te toqué…”.
Me sorprendí yo misma por ese comentario y entonces el tipo me susurró al oído;
“Aunque seas puta, no voy a hacerte nada que no quieras...”
Mi bronca contenida de repente me provocó un instante de relajación y entonces dejé de apretar mis piernas, abriéndolas por completo, mientras él seguía restregando sus largos dedos sobre mi tanga de seda.
Sin quitar su mano de mi boca, volvió a susurrar con su voz ronca:
“Puedo hacerte algunas cositas ricas si me dejas tocar tus tetas”.
Yo estaba temblando de calentura cuando sentí que sus dedos deslizaban mi tanga hacia abajo y de repente entraban con mucha facilidad en la humedad de mi concha, sin provocarme la más mínima m*****ia o dolor.
Mi abrigo finalmente se abrió, deslizándose por mis hombros hasta el suelo. Ahora estaba casi desnuda en las manos de ese extraño. A oscuras, sin que pudiera verme desnuda, pero desnuda al fin, sintiendo sus dedos recorriendo mi intimidad.
Ahora su boca mordía mis pezones a través de la fina tela del camisón, poniéndolos duros y provocándome una calentura que ya no podía disimular más.
“Qué hermosas tetas, nena!. Dijo bastante excitado.
“Te dije que te haría cosas ricas...”
Ni siquiera llegó a completar la frase porque enterró su cabeza entre mis piernas, no sé cómo lo hizo porque yo estaba jadeando al sentir esa gran lengua dentro de mí y casi pegué un grito ahogado cuando sentí uno de sus dedos entrando en mi ano.
“Qué estás haciendo?” Pregunté entre excitada y algo asustada.
El solamente gimió y no contestó hasta que yo volví a gritar. Me había metido un dedo por atrás; no era territorio prohibido para mí pero no tuve tiempo para reaccionar porque él seguía chupándome la concha con tan ahínco que yo estaba a punto de acabar... Justo cuando sentí que se iniciaba mi orgasmo, él hizo un alto para preguntarme:
“Te gusta por el culo?”.
Estaba excitada y a punto de acabar cuando dejó de lamer mi concha bien humedecida y volvió a preguntar en un tono ronco:
“Te pregunté si te gustaría que te diera por el culo”.
Estaba tratando de ordenar mi mente y sobre cómo contestar esa pregunta tan simple, cuando él me metió sus dos largos dedos en mi ano, bien lubricados con su propia saliva.
“Ayyy” Grité más por la sorpresa que por el dolor. Mientras el tipo metía y sacaba sus dedos de mi ano, seguía todavía lamiendo mi clítoris. Unos segundos después no pude aguantar más y exploté en un tremendo orgasmo, aullando como una verdadera perra en celo.
Estaba excitadísima, hacía mucho que nadie me provocaba un orgasmo tan bueno solamente utilizando la lengua en mi concha; ni siquiera Víctor con toda su experiencia jamás me había hecho sentir así, tan, tan puta…
Grité de nuevo y más porque él seguía penetrándome analmente son sus dedos.
No podía verlo, pero luego de hacerme acabar se incorporó y pude oír que se bajaba el cierre del pantalón en la oscuridad.
“Ahora te la voy a meter por el culo, putita,,, te va a gustar”
Me estiré hacia adelante y pude palpar su verga… era enorme y estaba durísima; sentía sus venas pulsando entre mis dedos. El tipo mientras no dejaba de meterme sus dedos, que ahora eran tres en mi dilatado ano. Yo estaba muy excitada.
“Te prometo que sólo voy a meterte la puntita”. Me susurró al oído mientras quitaba sus dedos de mi ano, que había quedado bastante dilatado. Cuando quise acordarme, sus fuertes manos ya me habían virado para darle la espalda. Me apoyé contra el mamparo y saqué un poco la cola, sintiendo que él rozaba mis nalgas con esa verga dura.
“Voy a lamerte ese culo como lo hice con tu conchita” Me dijo el muy hijo de puta.
“Y entonces vas a pedirme a gritos que te parta ese culo en cuatro partes”…
El muy turro estaba jugando conmigo; yo no quería ceder tan fácilmente, pero mi concha ya se ponía muy húmeda otra vez…
No sé qué tanto me pasó su lengua por mi culo, pero al rato acabé de nuevo, esta vez con más ganas que nunca. De repente sentí un gran dolor. El hijo de puta me había metido su gruesa verga en mi culo hasta casi la mitad; eso de “solamente la puntita” era pura mentira.
Aullé de dolor, pero el tipo se largó a reír empujó todavía más adentro. Yo seguía gritando, pidiéndole que se detuviera, ya que realmente me estaba doliendo demasiado.
“Hay alguien ahí??”. Ese grito nos sorprendió a ambos, finalmente alguien había llegado a nuestro piso para solucionar la avería del ascensor. Mi asaltante siguió taladrándome el culo y me tapó la boca con su pesada mano, para evitar que yo pudiera gritar.
“Estamos encerrados aquí... pueden arreglar este problema? hace mucho calor”.
“Sí, señor, ya lo estamos solucionando”. Fue la respuesta desde afuera.
“Ahora sigamos en lo nuestro, putita… a ver cómo se mueve ese culo ensartado en mi verga”. Me susurró el muy hijo de puta a mi oído, mientras me volvía a clavar salvajemente y me tapaba la boca para que no se oyeran mis quejidos.
“Basta, por favor, tenemos que terminar con esto...” Susurré en un tono bajo, con mucha bronca, mientras sentía que su verga me partía el culo en pedazos. Sentía temor de que se abrieran las puertas del ascensor repentinamente y me encontraran así enculada en semejante pedazo de pija…
“Sigamos un poco más, putita… tu concha está completamente mojada…”
Ese hombre sabía cómo dominarme porque me rozó nuevamente mi clítoris con sus dedos y me hizo aullar de placer mientras yo sin darme cuenta movía mi cola en círculos, empalada cada vez más a fondo en su gruesa verga.
De repente sentí una explosión húmeda y entendí que el tipo se había vaciado dentro de mi ano. Me sacó la verga muy despacio, como si quisiera prolongar todavía un poco más su placer y pude sentir su semen corriendo entre mis piernas.
Me cerré el abrigo justo cuando las puertas se abrían y varias caras sorprendidas miraban hacia adentro, entre ellas, la de mi odiosa jefa del estudio.
La bruja miró por encima de mis hombros, sonrió y exclamó contenta:
“Hola, mi amor, estabas aquí encerrado, pobrecito!!”
Volví a sentir bronca por ella, de verla así contenta; pero por otro lado, me sentí aliviada y satisfecha, sabiendo que su propio esposo me había poseído como a una verdadera perra, algo que seguramente, ella jamás podría ser…
Esa mañana discutí con mi jefa en el estudio. Me había hecho renegar bastante por culpa de unos expedientes que estaban algo atrasados. No era mi culpa. Pero esa mujer era una verdadera bruja y no se podía discutir demasiado con ella.
Así que terminé el asunto dando un portazo en su despacho y saliendo hecha una verdadera furia. Me metí en el ascensor dispuesta a ganar la calle y escaparme a tomar un café al bar de la esquina, hasta que me pasara toda esa bronca contenida.
Odiaba ese ascensor tan parecido a un armatoste. Era de los sistemas antiguos con una serie de botones que generalmente no funcionaban bien y debían ser apretados una y otra vez. Apenas se había puesto en marcha, cuando se detuvo abruptamente entre dos pisos. El espacio estaba bastante oscuro. Me puse a pulsar los botones de emergencia, pero no sucedió nada de nada, Entonces comencé a hiperventilar.
“Cálmese”. Dijo una voz profunda a mis espaldas.
Estaba segura de que el ascensor estaba vacío al abrirse las puertas en mi piso, pero ahora esa voz me indicaba lo contrario. Hiperventilando más todavía, giré mi cabeza para mirar a mi compañero de desventura.
Era un gigantesco hombre rubio, bastante apuesto, vestido muy elegante. Debo haber puesto una evidente cara de terror, porque el tipo sonrió diciendo suavemente:
“Me imagino lo que Usted estará pensando... pero quédese tranquila, porque no intento hacerle daño. Póngase cómoda; parece que esto va para largo”.
Recordé que ese ascensor no era la primera vez que fallaba de esa manera y parecía que este hombre lo sabía mejor que yo; seguramente trabajaba en otro piso.
Sin tranquilizarme demasiado, pulsé varios botones y alarmas, pero nada sucedió.
“Y ahora?”, Pregunté, tratando de parecer serena.
El tipo se sentó en el piso e insistió diciendo:
“En su lugar, yo me quitaría el abrigo y esperaría tranquila... esto va para largo”
No podía quitarme el abrigo; esa mañana temprano me había escapado a hacer unas compras en una tienda de lencería erótica y había conseguido algunas prendas bastante insinuantes y atrevidas. Víctor vendría a mediodía a buscarme para ir a almorzar juntos y entonces había decidido hacerle un juego de seducción, encerrados en mi oficina. Por eso estaba casi desnuda bajo el abrigo. Llevaba apenas un camisón corto negro transparente, portaligas con medias de nylon y una minúscula tanga que se perdía entre mis firmes nalgas.
No, no podía sacarme el abrigo delante de ese extraño. El tipo iba a pensar que yo era una puta, porque así iba realmente vestida, como una verdadera puta…
Un rato después ya estaba empezando a sentirme cansada por permanecer de pie y entonces me apoyé contra uno de los mamparos del ascensor. Justo en ese momento la oscuridad nos envolvió. El tipo y yo permanecimos en absoluto silencio, ahora el apagón parecía ser completo en todo el edificio.
Poco rato más tarde el abrigo me estaba sofocando de calor. Me faltaba el aire.
“Debería quitarse el abrigo”. Insistió el hombre desde la oscuridad del otro extremo.
“No, gracias, así estoy bien”. Le respondí con fastidio.
No podía ver su cara en la oscuridad, pero sabía que se había reído. Parecía estar adivinando mis pensamientos, cuando me preguntó descaradamente:
“Acaso está desnuda bajo el abrigo?”
“No, cómo se le ocurre pensar eso?”. Dije m*****a, pero entonces no pude seguir hablando, ya que en ese momento sentí su mano debajo de mi abrigo. La otra mano tapaba mi boca para evitar que gritara.
Sentí que su mano iba subiendo lentamente por mis sedosas medias de nylon y aunque apreté los muslos el muy hijo de puta se las ingenió para meter su mano entre ellos y con uno de sus largos dedos llegó a rozarme los labios vaginales por encima de la diminuta tanga. No pude evitar dejar escapar un suspiro de placer.
“Yo sabía que eras una buena puta… te mojaste apenas te toqué…”.
Me sorprendí yo misma por ese comentario y entonces el tipo me susurró al oído;
“Aunque seas puta, no voy a hacerte nada que no quieras...”
Mi bronca contenida de repente me provocó un instante de relajación y entonces dejé de apretar mis piernas, abriéndolas por completo, mientras él seguía restregando sus largos dedos sobre mi tanga de seda.
Sin quitar su mano de mi boca, volvió a susurrar con su voz ronca:
“Puedo hacerte algunas cositas ricas si me dejas tocar tus tetas”.
Yo estaba temblando de calentura cuando sentí que sus dedos deslizaban mi tanga hacia abajo y de repente entraban con mucha facilidad en la humedad de mi concha, sin provocarme la más mínima m*****ia o dolor.
Mi abrigo finalmente se abrió, deslizándose por mis hombros hasta el suelo. Ahora estaba casi desnuda en las manos de ese extraño. A oscuras, sin que pudiera verme desnuda, pero desnuda al fin, sintiendo sus dedos recorriendo mi intimidad.
Ahora su boca mordía mis pezones a través de la fina tela del camisón, poniéndolos duros y provocándome una calentura que ya no podía disimular más.
“Qué hermosas tetas, nena!. Dijo bastante excitado.
“Te dije que te haría cosas ricas...”
Ni siquiera llegó a completar la frase porque enterró su cabeza entre mis piernas, no sé cómo lo hizo porque yo estaba jadeando al sentir esa gran lengua dentro de mí y casi pegué un grito ahogado cuando sentí uno de sus dedos entrando en mi ano.
“Qué estás haciendo?” Pregunté entre excitada y algo asustada.
El solamente gimió y no contestó hasta que yo volví a gritar. Me había metido un dedo por atrás; no era territorio prohibido para mí pero no tuve tiempo para reaccionar porque él seguía chupándome la concha con tan ahínco que yo estaba a punto de acabar... Justo cuando sentí que se iniciaba mi orgasmo, él hizo un alto para preguntarme:
“Te gusta por el culo?”.
Estaba excitada y a punto de acabar cuando dejó de lamer mi concha bien humedecida y volvió a preguntar en un tono ronco:
“Te pregunté si te gustaría que te diera por el culo”.
Estaba tratando de ordenar mi mente y sobre cómo contestar esa pregunta tan simple, cuando él me metió sus dos largos dedos en mi ano, bien lubricados con su propia saliva.
“Ayyy” Grité más por la sorpresa que por el dolor. Mientras el tipo metía y sacaba sus dedos de mi ano, seguía todavía lamiendo mi clítoris. Unos segundos después no pude aguantar más y exploté en un tremendo orgasmo, aullando como una verdadera perra en celo.
Estaba excitadísima, hacía mucho que nadie me provocaba un orgasmo tan bueno solamente utilizando la lengua en mi concha; ni siquiera Víctor con toda su experiencia jamás me había hecho sentir así, tan, tan puta…
Grité de nuevo y más porque él seguía penetrándome analmente son sus dedos.
No podía verlo, pero luego de hacerme acabar se incorporó y pude oír que se bajaba el cierre del pantalón en la oscuridad.
“Ahora te la voy a meter por el culo, putita,,, te va a gustar”
Me estiré hacia adelante y pude palpar su verga… era enorme y estaba durísima; sentía sus venas pulsando entre mis dedos. El tipo mientras no dejaba de meterme sus dedos, que ahora eran tres en mi dilatado ano. Yo estaba muy excitada.
“Te prometo que sólo voy a meterte la puntita”. Me susurró al oído mientras quitaba sus dedos de mi ano, que había quedado bastante dilatado. Cuando quise acordarme, sus fuertes manos ya me habían virado para darle la espalda. Me apoyé contra el mamparo y saqué un poco la cola, sintiendo que él rozaba mis nalgas con esa verga dura.
“Voy a lamerte ese culo como lo hice con tu conchita” Me dijo el muy hijo de puta.
“Y entonces vas a pedirme a gritos que te parta ese culo en cuatro partes”…
El muy turro estaba jugando conmigo; yo no quería ceder tan fácilmente, pero mi concha ya se ponía muy húmeda otra vez…
No sé qué tanto me pasó su lengua por mi culo, pero al rato acabé de nuevo, esta vez con más ganas que nunca. De repente sentí un gran dolor. El hijo de puta me había metido su gruesa verga en mi culo hasta casi la mitad; eso de “solamente la puntita” era pura mentira.
Aullé de dolor, pero el tipo se largó a reír empujó todavía más adentro. Yo seguía gritando, pidiéndole que se detuviera, ya que realmente me estaba doliendo demasiado.
“Hay alguien ahí??”. Ese grito nos sorprendió a ambos, finalmente alguien había llegado a nuestro piso para solucionar la avería del ascensor. Mi asaltante siguió taladrándome el culo y me tapó la boca con su pesada mano, para evitar que yo pudiera gritar.
“Estamos encerrados aquí... pueden arreglar este problema? hace mucho calor”.
“Sí, señor, ya lo estamos solucionando”. Fue la respuesta desde afuera.
“Ahora sigamos en lo nuestro, putita… a ver cómo se mueve ese culo ensartado en mi verga”. Me susurró el muy hijo de puta a mi oído, mientras me volvía a clavar salvajemente y me tapaba la boca para que no se oyeran mis quejidos.
“Basta, por favor, tenemos que terminar con esto...” Susurré en un tono bajo, con mucha bronca, mientras sentía que su verga me partía el culo en pedazos. Sentía temor de que se abrieran las puertas del ascensor repentinamente y me encontraran así enculada en semejante pedazo de pija…
“Sigamos un poco más, putita… tu concha está completamente mojada…”
Ese hombre sabía cómo dominarme porque me rozó nuevamente mi clítoris con sus dedos y me hizo aullar de placer mientras yo sin darme cuenta movía mi cola en círculos, empalada cada vez más a fondo en su gruesa verga.
De repente sentí una explosión húmeda y entendí que el tipo se había vaciado dentro de mi ano. Me sacó la verga muy despacio, como si quisiera prolongar todavía un poco más su placer y pude sentir su semen corriendo entre mis piernas.
Me cerré el abrigo justo cuando las puertas se abrían y varias caras sorprendidas miraban hacia adentro, entre ellas, la de mi odiosa jefa del estudio.
La bruja miró por encima de mis hombros, sonrió y exclamó contenta:
“Hola, mi amor, estabas aquí encerrado, pobrecito!!”
Volví a sentir bronca por ella, de verla así contenta; pero por otro lado, me sentí aliviada y satisfecha, sabiendo que su propio esposo me había poseído como a una verdadera perra, algo que seguramente, ella jamás podría ser…
5 comentarios - Ana y un extraño en el ascensor
Muy bueno !!!
Excelente desarrollo y el final inesperado y genial.
Gracias por compartir
La mejor manera de agradecer es comentando a quien te comenta...