Viajando el subte, línea D, destino Catedral, conocí a la morocha mas linda del mundo.
Tenía puesto un vestido floreado, largo hasta los tobillos, con un escote pronunciado que dejaba entrever sus hermosos péchos, ojos enormes morenos y apenas delineados de negro y sus labios carnosos. La miré y no me pude resistir.
Se bajó en Tribunales y aunque no era la estación en la tenía que bajarme, la seguí.
Charlamos distendidamente en la estación, ella es colombiana, vino a probar suerte a Buenos Aires. La invité a tomar algo, fuimos a un bar de que quedaba a un par de cuadras, llevando a cuestas el carrito con el reproductor de música y el micrófono.
Yo iba perdida en sus ojos, en su boca que dibujaba siempre las más bella sonrisa, la luz del sol le sentaba bien en sus morenos pechos.
Llegamos al bar, ella pidió un café con leche, yo una lágrima, y entre dimes y diretes pensé "´ésta puede ser la última vez que la vea" y ahí no más, sin más vueltas, le dije lo hermosa que es y le pedí un beso de su boca que me tenía hipnotizada.
Ella, tan suelta y libre, como su vestido floreado, tomó mi mano y me dijo "hace rato que vengo perdida en el verde de tus ojos". Pedimos la cuenta, salimos del bar y nos fuimos a la plaza más cercana, como dos adolescentes, a besarnos intensamente, acariciarnos, sentir nuestra piel.
Pude ver a través de su escote que sus pezones se endurecían y erguían a medida que besaba mis labios con entusiasmo. Me tomé el atrevimiento de meter la mano por debajo del vestido, sentí su bombacha húmeda, la corrí apenas y pude sentir la húmedad de su conchita, en ese instante me detuvo en seco y dijo, vamos al cuarto donde alquilo.
Nos tomamos de la mano y fuimos caminando, sonrientes, calientes, todas mojadas, con el carrito a cuestas a una de las experiencias más fantásticas de mi vida.
link: https://www.youtube.com/watch?v=k3Fa4lOQfbA
Tenía puesto un vestido floreado, largo hasta los tobillos, con un escote pronunciado que dejaba entrever sus hermosos péchos, ojos enormes morenos y apenas delineados de negro y sus labios carnosos. La miré y no me pude resistir.
Se bajó en Tribunales y aunque no era la estación en la tenía que bajarme, la seguí.
Charlamos distendidamente en la estación, ella es colombiana, vino a probar suerte a Buenos Aires. La invité a tomar algo, fuimos a un bar de que quedaba a un par de cuadras, llevando a cuestas el carrito con el reproductor de música y el micrófono.
Yo iba perdida en sus ojos, en su boca que dibujaba siempre las más bella sonrisa, la luz del sol le sentaba bien en sus morenos pechos.
Llegamos al bar, ella pidió un café con leche, yo una lágrima, y entre dimes y diretes pensé "´ésta puede ser la última vez que la vea" y ahí no más, sin más vueltas, le dije lo hermosa que es y le pedí un beso de su boca que me tenía hipnotizada.
Ella, tan suelta y libre, como su vestido floreado, tomó mi mano y me dijo "hace rato que vengo perdida en el verde de tus ojos". Pedimos la cuenta, salimos del bar y nos fuimos a la plaza más cercana, como dos adolescentes, a besarnos intensamente, acariciarnos, sentir nuestra piel.
Pude ver a través de su escote que sus pezones se endurecían y erguían a medida que besaba mis labios con entusiasmo. Me tomé el atrevimiento de meter la mano por debajo del vestido, sentí su bombacha húmeda, la corrí apenas y pude sentir la húmedad de su conchita, en ese instante me detuvo en seco y dijo, vamos al cuarto donde alquilo.
Nos tomamos de la mano y fuimos caminando, sonrientes, calientes, todas mojadas, con el carrito a cuestas a una de las experiencias más fantásticas de mi vida.
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1 comentarios - Verde, que te quiero verde