Aquella mañana de sábado había ido al gimnasio a relajarse del estrés de la semana encontrándose con aquella preciosa mujer la cual no tardó en tirarle los trastos. Tras las primeras tomas de contacto la invitó a su casa donde disfrutaron de sus sensuales y bellos cuerpos……
Me había levantado pronto aquel sábado por la mañana pues quería estar un rato en el gimnasio al que me había apuntado tan sólo una semana antes. Necesitaba desentumecer mis músculos pues durante los días anteriores había acumulado una gran tensión sobre las cervicales, los músculos del cuello, y de la espalda en la academia donde trabajo como profesora de danza contemporánea.
Mi cuerpo, como todos podrán imaginar, se encuentra en continuo movimiento durante las cuatro horas que duran mis dos clases diarias en sesión de mañana y tarde. Mis músculos se contraen y relajan sin descanso así que, a final de semana, acabo siempre realmente agotada y pasándome parte del fin de semana echada en la cama o en el sofá.
Pese a los continuos masajes que me daba Fidel, aquel guapo masajista de claras tendencias homosexuales al que visitaba dos veces por semana, y a la tabla de estiramientos musculares que realizaba de forma diaria para mantener su flexibilidad tratando de aumentar su rendimiento, pensé que sería buena idea apuntarme en uno de los gimnasios principales de la ciudad el cual me quedada cerca del trabajo y de casa con lo que podría aprovechar las horas que me quedaban libres después de comer para pasarme cada día y así mejorar el estado de mis sufridos músculos.
Así pues la mañana de aquel sábado fui con la sana intención de relajarme de todo el estrés soportado durante los días anteriores. Tras cambiarme en los probadores me dirigí, con la toalla al hombro y mi media melena sujeta con una cinta, en primer lugar a la sala de máquinas pensando después darme un buen baño en la enorme piscina de la que disponía el centro. Aquel día tenía la idea de aprovechar al máximo la mañana pues durante la semana no podía estar tanto rato disfrutando de las diversas actividades.
Al entrar a la sala lo primero que vi es que había mucha menos gente de la que habitualmente solía haber. No más de cinco chicos jóvenes marcando sus poderosos músculos por debajo de las sudadas camisetas mientras hacían fitness, una chica en las máquinas de remo, algún hombre mayor y de prominente barriga sudando en la bicicleta estática y por último otros tres chicos sobre la treintena y otras dos mujeres corriendo sobre la cinta de correr y con los cascos puestos. Al fondo de la sala observé la presencia de otras diez o doce personas de diferentes edades haciendo clase de aerobic, práctica que no me gusta, por lo que me di la vuelta dirigiéndome a la máquina de remo colocada más hacia el rincón dispuesta a empezar mi tabla de ejercicios de aquella mañana.
Aquel grupo de aproximadamente una docena de personas parecían estarlo pasando realmente bien con los ejercicios que les enseñaba Mamen, la monitora que estaba aquella mañana a cargo del gimnasio. La música era una mezcla entre jazz y funky y resultaba en verdad atrayente así que, escuchándola de forma atenta, me puse a mi tarea en el remo marcándome yo misma un ritmo siguiendo el de la música.
Llevaría cinco minutos con mis ejercicios, apenas habían empezado a marcarse las primeras gotas de sudor sobre mi pequeña camiseta gris de tirantes, cuando empecé a percibir la insistente mirada de unos ojos sobre mí. Una de las mujeres que estaban en la cinta no hacía más que mirarme sin apartar los ojos y consiguiendo hacerme sentir realmente un tanto incómoda y molesta ante aquella mirada tan persistente. Aparté unos segundos la vista de ella tratando de seguir a lo mío e intentando hacerme la desentendida. Habría pasado no más de medio minuto cuando volví a fijarme en ella encontrándose nuevamente nuestras miradas a través del amplio espejo en el que se miraba.
Al parecer estaba siendo el objeto de atención de aquella mujer. Al principio me sentí un tanto extraña siendo observada de aquel modo tan directo por una mujer como aquella a la que jamás había visto pero, poco a poco, me fui tranquilizando pensando que aquello simplemente eran tontas imaginaciones mías. Sin embargo, no pude evitar involucrarme en un juego en el que disimuladamente también la iba mirando de tanto en tanto.
Fijándome en ella más detenidamente le eché entre treinta y cinco y cuarenta años. De larga cabellera pelirroja y lisa y con un gracioso flequillo que le tapaba la mitad derecha de la frente, imaginé que sería la típica ejecutiva divorciada hacía poco tiempo y que venía allí a quemar la mala leche ante tan dolorosa ruptura. Con la toalla blanca colgada por detrás del cuello, llevaba un atuendo compuesto por un diminuto top de color azul cobalto y un pantalón negro ceñido, el largo del cual le llegaba a media pantorrilla.
Echándole un primer vistazo pude comprobar que pese a su aparente inseguridad inicial destilaba en sus movimientos una gran elegancia y feminidad. Su rostro era bello y de facciones simétricas y en cuanto al cuerpo su estatura media quedaba bien enmarcada por sus formas redondeadas y armónicas.
Puedo jurar que jamás me había sentido observada de ese modo tan insistente por ninguna mujer. A mis veinticinco años me encontraba feliz y dichosa con mi novio Eduardo con el que llevaba cuatro largos años saliendo y con el que me entendía y congeniaba en todos los sentidos a las mil maravillas. Conocí a Eduardo en la misma academia donde trabajo pues se dedica a impartir una diplomatura en arte dramático de tres años en las que toca diferentes técnicas de gran interés para el futuro actor. Eduardo tiene cuatro años más que yo y con él me compenetro totalmente tanto en mi relación profesional como de pareja. Debo decir que con él he podido alcanzar los mejores orgasmos que nunca haya podido tener así que nuestra relación marchaba viento en popa tanto por su parte como por la mía.
Es por este motivo que el interés mostrado por aquella mujer hacia mí me llamó la atención así que le seguí el juego intentando ver hasta dónde podía llegar aquello. No pensaba llegar a más con ella pues en toda mi vida había mostrado la más mínima atracción por el lesbianismo considerándome completamente heterosexual en mis relaciones sexuales. Se trataba más bien como dije de un juego, un simple flirteo que me hiciera sentir deseada por aquella madura mujer.
Al acabar con su tabla de ejercicios se decidió a acercarse a mí cuando yo ya estaba terminando en la cinta de correr y me empezaba a secar con la toalla el pegajoso sudor que caía a través de mi rostro.
Hola, ¿qué tal estás? ¿Vienes muy a menudo por aquí? Te lo digo por que no te he visto nunca –dijo iniciando de ese modo la conversación.
Pues la verdad es que llevo sólo una semana viniendo. Ya sabes, la tensión del trabajo y esas cosas….necesitaba relajar mis músculos y por eso me apunté.
Yo hace ya dos años que vengo. Por cierto, me llamo Cassandra aunque puedes llamarme Cass. Me harás sentir más cómoda si lo haces –sonrió de manera encantadora mostrando sus bien cuidados dientes.
Yo me llamo Elvira –respondí simplemente mientras me empezaba a sentir un tanto inquieta hablando con aquella bella mujer.
Acercándose a mí me dio dos besos en las mejillas para, de ese modo, ir adquiriendo ambas mayor confianza. Lo cierto es que Cass en las distancias cortas, en el cara a cara, ganaba muchísimo más con aquellos ojos, de un intenso marrón oscuro y enmarcados por unas largas pestañas, con los que parecía querer traspasarte. Su nariz quedaba integrada de modo armónico en la totalidad de su bello rostro. No sé qué extraña razón me hacía sentir fascinada por aquella atractiva mujer…..era una sensación que no sabía interpretar en aquellos momentos. En ese momento sólo deseaba marchar; sin embargo, algo desconocido en mí me hizo mantenerme allí siguiendo hablando con ella sin tratar de escapar a su influjo.
¿Vas a quedarte mucho más? –me interrogó como sin darle mayor importancia a tal pregunta.
Había pensado ir después a la piscina a nadar un poco.
¿Puedo acompañarte? Me encantaría hacer unos largos junto a ti –exclamó con una mirada con la que parecía querer decir otras muchas cosas.
No pude negarme a aquella petición tan tierna y tan bien formulada así que recogiendo nuestras cosas abandonamos la sala para dirigirnos a los vestuarios con el fin de cambiarnos.
Siempre llevo un bañador por si lo puedo necesitar –comentó mientras abría la taquilla para sacar a continuación la bolsa de deporte.
En ese momento nos encontrábamos solas en medio del vestuario de mujeres sin la presencia de nadie más. Una vez encontró el bañador, se desnudó completamente sin el más mínimo atisbo de vergüenza por su parte. Quedé sorprendida al ver aparecer ante mí el cuerpo desnudo de aquella mujer a la que acababa de conocer. Ante mi cara de asombro, Cass siguió con lo suyo sin dar muestra alguna de inquietud por mi presencia.
¡Oh, perdona! ¿No te molestará que me desnude delante de ti? –dijo mientras se despojaba de la pequeña braguita dejando al aire su sexo de vello bien recortado.
No, claro que no…qué tontería –respondí del modo más natural posible.
No pude menos que contemplar aquel desnudo cuerpo tan bien cuidado pese a su edad. Sus senos se mantenían firmes apareciendo rotundos ante mis ojos. La respiración de ella mantenía un ritmo regular como si para ella estar desnuda delante de una chica joven y guapa como yo fuera lo más natural del mundo. Tenía el coñito con el vello del pubis bien recortado y sus labios sonrosados y algo húmedos con lo que pensé si estaría así por mi culpa.
Al fin se puso el bañador de color azul marino que tan buena figura le hacía y entonces llegó mi turno de desnudarme. Me quedé unos segundos indecisa sin saber por dónde empezar. Cass se dio cuenta de mi turbación y mientras se daba la vuelta la escuché decir:
Perdona, me volveré si te resulta más fácil……
Era cierto. No podía evitar notarme rara allí, a punto de desnudarme delante de una mujer bellísima. Así pues me cambié en menos de un minuto una vez se hubo vuelto quedando de espaldas a mí.
Cass, ya estoy lista. Ya podemos ir a bañarnos –susurré en voz baja al tiempo que agarraba la toalla con las manos.
En la piscina estuvimos un largo rato haciendo unos cuantos largos y chapoteando y tirándonos agua a la cara como si de dos enamorados se tratase. Cada vez me iba sintiendo más y más cómoda junto a aquella mujer de carácter tan templado y femenino. En cierta ocasión, Cass pasó junto a mí rozándome levemente uno de mis pequeños pechitos y aquel simple contacto hizo que me acalorase sin remedio.
¿Acaso me estaba sintiendo conquistada por esa mujer? ¿Y qué pasaba con mi novio? –pensé en un breve momento de lucidez.
Elvira, ¿qué te parece si nos vamos a mi casa a comer y luego tomamos un café tranquilamente charlando? ¿O acaso tienes otros planes? –me interrogó con sonrisa seductora apoyada la espalda en el borde de la piscina.
Ahora sí que tenía más que claro que aquella mujer madura estaba tratando de seducirme con sus artes femeninas. Su sonrisa fresca me hacía perder el sentido de sus palabras dejándome llevar por sus deseos. Así pues, y a pesar de haber quedado en llamar a Eduardo cuando saliese del gimnasio, me olvidé de todo ello aceptando la invitación de Cass sin pensármelo dos veces. Sabía perfectamente lo que aquel asentimiento podía significar pero me lancé al profundo precipicio al que podía llevarme aquella aventura.
Curiosa por naturaleza como solemos ser casi todas las mujeres, aprobé su sugerencia viendo brillar los ojos de Cass de manera especial y ambas salimos de la piscina recogiendo nuestras cosas y marchando camino del vestuario. Tras darnos una buena ducha salí con la toalla tapándome hasta las rodillas y me desnudé delante de ella ya con menos vergüenza pudiendo observar cómo repasaba mi cuerpo desnudo sin perder nota de nada. Tras ponerme el conjunto negro de lencería que había elegido aquella mañana, me vestí con mi blusa blanca, la falda marrón de estilo hippie que me llegaba hasta los tobillos, las botas vaqueras y por último completé mi atuendo con la cazadora roja de piel que me había regalado Eduardo por mi cumpleaños.
Por su parte, el vestuario escogido por Cass resultó ser mucho más serio y elegante. Con suma parsimonia, se dispuso a ponerse la diminuta braguita en tonos amarillentos y malvas que le había visto quitarse unos minutos antes pretendiendo mostrar un falso pudor que sabía que estaba bien lejos de sentir ante el hecho de verse observada por mí. A continuación procedió a cubrir sus senos con el sujetador que hacía juego con la braga y luego, sentándose en uno de los bancos de madera, me regaló con una fantástica actuación llena de erotismo mientras se recreaba con sus dedos recorriendo la totalidad de sus largas y estilizadas piernas, con un desplazamiento narcisista de sus uñas a lo largo de las mismas, al ir estirando sobre ellas las medias de color morado. Una vez hecho esto, se levantó de forma decidida y dándome la espalda descolgó el traje chaqueta negro que tenía perfectamente colgado en la taquilla. En primer lugar se dispuso a ponerse la blusa morada de fina seda y del mismo tono que las medias, luego se puso la falda subiendo la cremallera lateral una vez la tuvo bien colocada y finalmente volvió a sentarse para calzarse con aquellas preciosas, casi turbadoras sandalias negras de alto tacón fino que tan bien resaltaban su figura una vez se hubo puesto en pie. Volviéndose hacia mí completó su atuendo con la chaqueta y un echarpe amarillo mostaza por encima de los hombros.
Ya estoy lista, querida. ¿Nos vamos? –preguntó cerrando la taquilla y cogiendo la bolsa del suelo.
Así pues, salimos ambas del gimnasio dirigiéndonos al coche de Cass el cual tenía en el aparcamiento del que disponía el centro. Era un deportivo descapotable de gran cilindrada en el que las dos montamos, encendiendo ella el motor y acelerando camino de su casa una vez salió a la calle. Me dijo que vivía a un cuarto de hora en coche así que, durante el trayecto aprovechamos para irnos conociendo mejor.
Confirmándome en mi idea inicial sobre ella, Cass me comentó que estaba divorciada hacía tres años, que no tenía hijos y que trabajaba como directora comercial en una empresa de materiales informáticos. Yo le expliqué que tenía novio desde hacía unos años y que nos queríamos mucho. Luego le conté mi trabajo en la academia diciéndome ella que le encantaban todo tipo de artes y que tocaba la guitarra acústica y hacía sus pinitos pintando cuadros en una escuela de pintura lo cual me pareció realmente interesante comentándome ella, mientras esperábamos que el semáforo se pusiera en verde, que al llegar a casa me enseñaría sus pequeños tesoros.
Llegamos a su pequeña buhardilla toda repleta de libros y con sus pequeños tesoros, como los había llamado ella, colgados en las paredes. La verdad es que, pese a mis nulos conocimientos en pintura, los cuadros de Cass me resultaron agradables y así se lo hice saber. Agradeciéndome mi total sinceridad, Cass dejó caer su chaqueta, el echarpe y mi cazadora sobre uno de los sillones y abandonamos el pequeño salón saliendo a una amplia terraza presidida por una gran mesa de madera envejecida la cual estaba rodeada por seis sillas del mismo material. En uno de los rincones pude ver dos grandes tumbonas de mimbre mientras que en el opuesto quedé prendada con la imagen de la hamaca que colgaba de dos ganchos en la pared. Asomándome al borde de la baranda pude ver que las vistas de la ciudad eran verdaderamente hermosas. Aprovechando que Cass se fue a la cocina, allí me quedé un tiempo que no podría precisar mirando la gente y los coches de la calle para pasar luego a detener la vista sobre el caos de antenas que invadían las terrazas de los demás edificios.
¡Ejem, ejem! –me volví asustada al escucharla carraspear detrás de mí. Había quedado tan absorta mirando al infinito que no reparé en su llegada observando que traía dos botellines de cerveza entre sus manos.
Elvira, perdona si te he asustado –se disculpó al ofrecerme una botella mientras me sonreía del mismo modo encantador que había utilizado en el gimnasio.
No Cass, no te disculpes….estaba tan absorta que no me di cuenta de tu presencia.
Este es mi pequeño paraíso. Me quedé con él al divorciarme de mi esposo –la escuché decir uniéndose a mí junto a la baranda.
Es verdaderamente precioso –comenté sin apartar los ojos de aquel increíble espectáculo urbano.
Pues de noche es aún mucho mejor. Aquí me relajo y me puedo pasar horas enteras sin hacer nada, sólo disfrutando de las vistas…..Elvira, tumbémonos un rato y verás la agradable sensación que se respira oyendo el ruido de la calle.
La seguí tumbándonos cómodamente y cerrando los ojos tal como la había visto hacer a ella. La verdad es que aquello era un auténtico placer en medio de la ciudad. Noté el roce de sus dedos por encima de mi ropa y emití un suave gemido. Me olvidé de mi novio por completo intentando relajarme y disfrutar del hecho de que aquella bella mujer al fin se había decidido a atacarme. Entreabriendo levemente los ojos la vi junto a mí recorriendo mi cuerpo con sus brillantes ojos en los que se reflejaba el enorme deseo que la consumía.
Eres tan increíblemente bonita…Elvira, me gustas….me gustas mucho –me dijo entre susurros mientras agarraba mi barbilla entre sus dedos. Me gusta tu cuerpo joven, tu bonito rostro, deseo sentir tus húmedos labios contra los míos besándote de forma apasionada…..
Tú también me atraes muchísimo -respondí susurrando igualmente y ya totalmente segura del paso que iba a dar entregándome entre sus brazos.
¿Sabes una cosa? Al verte en el gimnasio me gustaste al momento pero temí que no me aceptaras….
No te preocupes por eso…el miedo al rechazo es algo que todos tenemos –dije tratando de tranquilizarla.
Lo sé, pero sólo quería que lo supieras…ahora me siento mucho mejor.
Una vez tumbada encima de mí nos abrazamos con fuerza sintiendo sus sensuales formas rozándose sobre mi cuerpo. Volví a gemir cerrando los ojos al notar cómo me besaba el cuello posando apenas los labios sobre el mismo haciendo que dicha caricia me hiciera estremecer. Se levantó poniéndose a horcajadas sobre mí y empezó a acariciarme el cuerpo por encima de la ropa. Fue subiendo lentamente por mis costados llevando su mano hasta mi rostro donde se dedicó a acariciarme con gran dulzura mis mejillas.
¡Dios mío, qué sensación tan placentera! –pensé estirando las piernas y entregada por completo a ella.
Cass se elevó sobre mí y trató de tentarme sacando su lengua de la boca y buscando la mía la cual le entregué jugueteando con la suya mientras sentía sus manos manoseándome el cuerpo arriba y abajo hasta que una de ellas se hizo con uno de mis pechos agarrándolo a través de la tela de la blusa y empezando a masajearlo con total placer. Suspiré fuertemente y le cogí la mano para que presionara con mayor decisión. Aquella mujer a la que acababa de conocer había descubierto uno de mis puntos más sensibles así que deseaba que continuara con aquella caricia para así seguir disfrutando de lo que me hacía.
Sigue….vamos sigue….por favor, acariciamelos cariño. Así…así, sí…..has descubierto uno de mis puntos débiles así que no lo dejes y continúa con lo que estás haciendo….
¿Y cuáles son el resto de tus puntos débiles? –preguntó clavando su mirada en la mía.
Eso deberás descubrirlo tú misma –sonreí complacida y con voz mimosa demostrándole lo mucho que estaba gozando.
Cass desabotonó con gran lentitud los botones de la blusa y sin quitármela se dedicó a besarme con gran ternura el cuello y los hombros para bajar lentamente, muy lentamente, hacia mis pechos cubiertos por mi sujetador semitransparente del cual se deshizo echando los tirantes a los lados y dejando mis senos al aire. Mis pezones estaban excitados a la espera del primer contacto que se produjo al empezar Cass a lamerlos con suavidad golpeándolos con la punta de su lengua de una forma que me pareció exquisita. Suspiré ante aquel primer roce de su lengua y sus labios sobre mis pezones los cuales se erizaron al momento reclamando mayor atención por su parte.
Bésame…..bésame cariño, por favor –supliqué atrayéndola hacia mí y ofreciéndole mis jugosos labios de los cuales se apoderó besándonos de manera apasionada.
Todo mi cuerpo vibraba ante las caricias de aquella hermosa fémina que tan bien sabía los rincones que debía pulsar para ofrecerme las más tiernas sensaciones. Abandonando mis labios volvió a descender en busca de mis pechos lamiendo y chupando mis pezones ahora con mayor fruición. Así estuvo un largo rato hasta que haciéndome estremecer ante el enorme placer que me invadía, acabé alcanzando el primer orgasmo de aquellas primeras horas de la tarde.
¡Cariño, ha sido estupendo! Me ha encantado la forma cómo me has chupado los pezones. Esa es otra de las zonas donde más placer puedo llegar a sentir –le confesé sin ambages.
Ella, sin mayor dilación, se echó sobre mí volviendo a unir sus sonrosados labios con los míos en una unión lésbica tan perfecta que no pudo menos que encantarme. Jamás había estado con una mujer y debo reconocer que las sensaciones, los sentimientos eran totalmente diferentes a los sentidos en compañía de Eduardo. Con él todo resultaba mucho más brusco mientras que con Cass el simple roce de su piel carente de vello hacía que el sexo alcanzara unas emociones más frescas y delicadas.
Desnúdame….por favor, desnúdame –apenas pude musitar con voz trémula.
Elvira, ¿realmente quieres que te desnude? –preguntó ella con voz aún mucho más trémula.
Por favor, hazlo…..¡oh Dios! , te deseo…..te deseo tanto…..
Mi nueva amante de aquella mañana luchó con la tela arrugada de mi falda subiendo por mis pantorrillas, mi rodilla y mis muslos los cuales sobó con las palmas de sus manos para pasar luego a zaherirme acariciándolos en toda su extensión. Aquel simple roce hizo que enloqueciera de placer perdiendo por completo la razón.
Me incorporé echándola a un lado y me coloqué sobre ella acercando mi boca a sus labios. Los mordisqueé ligeramente escuchando satisfecha cómo Cass se quejaba temblándole cada centímetro de su cuerpo. Metí mi lengua hasta su garganta notando su lengua húmeda luchando con la mía mientras, ahora yo, empezaba a desnudarla haciéndola levantar y de un solo tirón hice saltar los botones de su blusa de forma brutal, hecho que provocó que quedase ante mí tan sólo cubierta con su fino sujetador. Noté el tacto de su cálida piel bajo mis frías manos, su respiración alterada y sus latidos cada vez más acelerados.
¿Te gusta hacerlo de forma salvaje? Bien, bien….eso me gusta – dijo desprendiéndose ella misma de la blusa y sonriendo ante mi inesperado ataque.
Yo misma quedé sorprendida ante mi forma de actuar. Tomando una actitud autoritaria, la obligué a ponerse en pie agarrando entre mis dedos la cremallera lateral de su falda la cual bajé con presteza cayendo a continuación la falda abatida sobre el suelo. Insistí en mi agradable tarea de ir desnudando aquel bello cuerpo el cual estaba segura que me tendría reservados muy buenos momentos.
Cogiéndola por los brazos volví a hacerla caer en la tumbona echándome seguidamente sobre ella y volviéndonos a besar esta vez de forma mucho más sensual. Ambas podíamos sentir nuestras respiraciones aceleradas al estar tan cerca la una de la otra. Apartándome de ella mordí vengativamente uno de sus hombros desnudos y pude ver cómo se estremecía, tan dispuesta y cosquillosa que regocijaba el ánimo.
Elvira amor….eres realmente encantadora –la oí pronunciar con los ojos completamente cerrados y cruzando sus manos por detrás de mi cuello para llevarme hacia ella.
Noté el roce de su completa desnudez sobre mi piel, el sabor de su fresca sonrisa, la fragancia de aquel perfume que me embriagaba por momentos….Su cadera y la mía bailaban al mismo ritmo en una agradable sinfonía que poco a poco iba aumentando su ritmo creciente haciéndonos caer inmersas en una oscura y desconocida satisfacción. Dibujé como en un sencillo esbozo sus curvilíneas formas con mis manos, fundiéndonos en una sola alma, disfrutando del sabor del pecado que nos iba consumiendo paso a paso, caricia a caricia…..
Cambiando de postura me coloqué en posición inversa a la suya formando un magnífico 69 y encontrándome con su entrepierna para decidirme, al fin, a explorar el bello tesoro que debía guardar entre sus piernas. Mientras sentía como Cass echaba mi falda hacia arriba en busca de mi sexo, yo aproveché su total indefensión para llevar la tela de la braguita a un lado para, de ese modo, encontrarme de frente con sus abultados labios los cuales aparecían sonrosados ante mis ojos. Agarrando entre mis dedos la fina tela que cubría su empapado sexo la hice descender hasta la altura de sus rodillas. Ella hizo lo mismo con mi diminuta braguita haciéndome gemir al sentir el suave roce al ir bajando a lo largo de mis muslos.
Y fue en ese momento cuando ambas nos sumergimos en las tentaciones del sexo de la otra empezando a lamer y chupar como si en ello nos fuera la vida. Tan pronto nos encontrábamos comiendo y absorbiendo los jugos de cada una de nosotras, como debíamos abandonar tan placentera tarea sin poder evitar lanzar un grito de placer. Cass chupó mis labios con gran maestría, evidentemente no era la primera vez que lo hacía, agarró entre sus labios mis humedecidos pliegues para pasar después a mi excitado botoncito el cual mordió haciendo que mi lujuria aumentara hasta límites insospechados. Yo hice lo mismo con ella aprendiendo rápido gracias a las enseñanzas recibidas de tan espléndida maestra; introduje dos de mis dedos en su estrecha cañería rozando con mis uñas las paredes de su conducto vaginal al mismo tiempo que lamía la entrada de su vulva con gran cuidado como si de las finas cuerdas de un arpa se tratase.
Me calenté de tal modo que no pude menos que agarrarle las caderas dejando posar después mis manos sobre sus nalgas mientras ella, sin preámbulos, se hizo con mi vulva ya mojada y empezó a sobarla de forma desesperada hasta que logró arrancarme mi segundo orgasmo a la vez que ella alcanzaba su primero.
Una vez recuperadas de tan explosivo orgasmo, Cass me hizo levantar separándose de mí y contemplándome de forma fija sin apartar los ojos de mi palpitante pecho. Se pegó nuevamente a mí y tomó mi cara con su mano izquierda haciendo descender sus largos y sensuales dedos por mi mejilla. Ella me acarició, me besó dulcemente la otra mejilla y mordisqueó leve, pero de forma claramente intencionada el pequeño lóbulo de mi oreja. Me estremecí erizándose mi piel con aquella tierna caricia. La punta de su lengua dibujaba círculos y trazaba con maestría las líneas que configuran las formas de la oreja.
¡Qué cachonda me pones! –confesé sin poder esconder por más tiempo el tremendo estado de calentura que me embargaba.
No te muevas que enseguida vuelvo –murmuró echándome el cabello a un lado y dejándome allí tumbada mientras ella se erguía sobre las elegantes sandalias….Tengo unas sorpresas para tí.
Dime qué es…..¿De qué se trata? –pregunté con gran curiosidad.
Espera y lo verás, sólo te pido un poco de paciencia –dijo abandonando la terraza y entrando en el apartamento.
No tardó más de tres minutos en volver, llevando entre sus manos dos consoladores y un juego de unas más que interesantes bolas chinas. Uno de los consoladores, de gran tamaño y en color negro, simulaba la forma de un pene masculino hasta en sus más mínimos detalles mientras que el otro era un fantástico consolador doble, transparente y de gran longitud ante la imagen del cual quedé completamente prendada. Por su parte, el conjunto de bolas chinas estaba formado por diez pequeñas esferas de diámetro ascendente las cuales imaginé ideales tanto para el placer vaginal como para el anal.
¿De dónde has sacado eso? –pregunté nerviosa y fuertemente impresionada ante aquellos tentadores juguetes que me ofrecía mi amiga.
¿Qué te parecen mis amiguitos? –preguntó emocionada mientras se inclinaba sobre mí ofreciéndome su rosada vulva al mismo tiempo que yo me enfrentaba con su bien cuidado coñito. Son mis mejores amigos….mucho más tiernos y encantadores que el pene de un hombre y con la ventaja de ser incansables pues siempre están a punto cuando los necesitas.
Son increíbles –dije arrancándole de entre sus dedos el largo consolador y empezando a acariciarlo suavemente arriba y abajo haciéndome al agradable tacto de aquel tremendo pene negro de látex.
¿Cuáles te gustan más? –me interrogó Cass dibujándose una gran sonrisa sobre sus labios.
Pienso que el consolador doble puede resultar mucho más placentero para ambas…¿no lo crees así, querida? –respondí dejando el negro consolador sobre la tumbona. ¿y para qué sirve eso otro? –le pregunté observando con enorme curiosidad aquellas bolas con las que jugaba entre sus dedos.
¡Oh, estas son mis favoritas! Son igual de válidas para la vagina como para el ano –dijo confirmándome en mi primera idea al verlas.
Tumbándose sobre mí, Cass dejó de hablar empezando a meter dos de sus dedos en mi vagina haciéndome vibrar de emoción ante la sorpresiva caricia que me propinó. Las dos estábamos demasiado calientes como para poder esperar más así que, secundándola en su horrible actuación, empecé a recorrer sus más íntimos secretos yendo de su empapada vagina hasta su oscuro agujero posterior para volver sobre mis pasos introduciendo la lengua en su angustiado coñito. Manoseé sus largas piernas a través de la fina seda de sus medias logrando que Cass sollozara ante el azote que mis dedos ejercían sobre sus rotundos muslos y sus bellas pantorrillas. Ciertamente Cass resultaba muy agradecida ante las caricias que una le propinaba.
Mi amiga Cass, tomando la iniciativa, abrió mi agujero anal tras haberlo humedecido de forma conveniente con la lengua y los dedos. Yo no hacía más que gemir y suspirar soportando como mejor podía aquel sensual roce en zona tan sumamente peligrosa. Perdí la razón al notar su lengua castigándome con fuertes lametones con los que me hacía retorcer sintiéndome enloquecida. Pero aún enloquecí mucho más cuando la primera bola presionó haciendo que mi anillo se abriera sin remedio. Un suspiro ahogado en el vacío escapó de mis labios al sentir la entrada de aquel fascinante juguete en el interior de mi culito.
¡Cass, es absolutamente genial! –pronuncié acomodándome a la presencia en mis nalgas de aquel pequeño pero inquietante visitante.
Emití un segundo suspiro mucho más profundo al entrar la segunda bola seguida de una tercera. ¡Aquello era sensacional! Sin poder reprimirme moví mis nalgas de forma circular disfrutando del placer que aquellas bolas me daban. Paso a paso, segundo a segundo, fueron entrando la totalidad de bolas notándome completamente llena.
¿Te gusta cariño? –escuché la voz lejana de mi amante preguntarme.
Es sensacional….es absolutamente sensacional. Nunca había sentido algo como esto….. –exclamé moviendo mis caderas sin descanso.
Pues, vete preparando que lo que viene es aún mucho mejor.
¿Era aquello posible? –me pregunté a mí misma segundos antes de lanzar un fuerte rugido de placer al desaparecer la primera bola del interior de mi culo.
Tuve que darle la razón. La sensación al abandonar la bola el conducto anal era mucho mejor que al ingresar en el mismo. La terraza se llenó de aullidos cada vez que una de las bolas salía de mi ano hasta que finalmente acabé encadenando dos orgasmos al sentirme liberada de aquel mortificante chisme. Caí rendida sobre ella, llorando y sollozando de satisfacción.
Tardé unos minutos en recuperarme, tan intenso había sido el placer sufrido. Una vez recobrados mis sentidos, la empujé hacia atrás consiguiendo desembarazarme de ella y quedando ambas sentadas frente a frente.
Ahora nos toca disfrutar a las dos –dije sonriéndole y cogiendo el enorme consolador doble.
¿En qué estás pensando, pequeña? –me preguntó fijando su mirada maliciosa en la mía.
Ya lo verás –respondí de forma escueta antes de llevar uno de los extremos a la entrada de su vagina para colocándome en posición de tijera insertar el otro extremo en mi inflamado coñito.
De ese modo tan espléndido empezamos ambas a movernos, cabalgándonos mutuamente con un lento pero firme vaivén con el que nuestras vaginas se frotaban y se unían nuestros flujos. Nuestros abultados sexos se mostraban complacidos y sus labios vaginales se entreabrían al igual que los míos. Podía escuchar el sonido de los líquidos producidos por nuestras entrepiernas cada vez que entraba y salía aquel falso pene del interior de cada uno de los sexos.
¡Dios mío, qué bueno es esto! –tan sólo pude decir gozando de aquel modo tan atroz y moviéndome sin darme un solo segundo de respiro.
Quedé enamorada del rostro de Cass en el que podía verse la cercanía al clímax que lo envolvía. Gritos de entrecortado placer, verdaderos berridos dominaban toda la terraza dando a conocer al mundo el profundo placer que ambas sentíamos. Nos queríamos, nos deseábamos, adorábamos cada poro de la piel de la otra sin importarnos el que dirán….
Yo no podía más que mover mis caderas de forma espasmódica al ritmo que ella me iba imponiendo el cual se hacía cada vez más rápido e insoportable como si deseara encajar su vagina en la mía, más y más rápido, hasta que ya no pudimos más y caímos en el clímax mutuo de un delicioso orgasmo.
Cass se dejó caer sobre mí abrazándome con fuerza al tiempo que jadeaba tratando de recuperar el ritmo cardíaco.
Te quiero….te quiero Elvira….no sabes cómo me has hecho gozar –declaró sin apartarse de mí y apretándome contra ella como si no quisiera dejarme ir.
Yo también te quiero….¡Ha sido un polvo bestial! –aseguré mientras le acariciaba cariñosamente con mis dedos sus revueltos cabellos.
¿De verdad te ha gustado? –preguntó adquiriendo su bello rostro un rictus de seriedad como si no quisiera escuchar a sus propios oídos.
¡Pues claro que me ha gustado, no seas tonta! –confirmé acercándome a ella y besándola con gran dulzura en un beso que nos hizo estremecer.
¿Te gustaría repetirlo?
Me encantaría –dije cerrando los ojos y acurrucándome entre sus brazos como si necesitara su femenina protección.
Dejando reposar mi cuerpo en la tumbona, fijé mi atención en su rostro relajado y pecoso quedándome a los pocos segundos dormida a su lado con la cabeza apoyada en su hombro….descansando toda la tarde en compañía de mi nueva amante…..resultó tan verdaderamente delicioso que olvidé por completo el móvil apagado en el fondo de mi bolsa de deporte sin acordarme para nada de mi querido novio Eduardo.
Me había levantado pronto aquel sábado por la mañana pues quería estar un rato en el gimnasio al que me había apuntado tan sólo una semana antes. Necesitaba desentumecer mis músculos pues durante los días anteriores había acumulado una gran tensión sobre las cervicales, los músculos del cuello, y de la espalda en la academia donde trabajo como profesora de danza contemporánea.
Mi cuerpo, como todos podrán imaginar, se encuentra en continuo movimiento durante las cuatro horas que duran mis dos clases diarias en sesión de mañana y tarde. Mis músculos se contraen y relajan sin descanso así que, a final de semana, acabo siempre realmente agotada y pasándome parte del fin de semana echada en la cama o en el sofá.
Pese a los continuos masajes que me daba Fidel, aquel guapo masajista de claras tendencias homosexuales al que visitaba dos veces por semana, y a la tabla de estiramientos musculares que realizaba de forma diaria para mantener su flexibilidad tratando de aumentar su rendimiento, pensé que sería buena idea apuntarme en uno de los gimnasios principales de la ciudad el cual me quedada cerca del trabajo y de casa con lo que podría aprovechar las horas que me quedaban libres después de comer para pasarme cada día y así mejorar el estado de mis sufridos músculos.
Así pues la mañana de aquel sábado fui con la sana intención de relajarme de todo el estrés soportado durante los días anteriores. Tras cambiarme en los probadores me dirigí, con la toalla al hombro y mi media melena sujeta con una cinta, en primer lugar a la sala de máquinas pensando después darme un buen baño en la enorme piscina de la que disponía el centro. Aquel día tenía la idea de aprovechar al máximo la mañana pues durante la semana no podía estar tanto rato disfrutando de las diversas actividades.
Al entrar a la sala lo primero que vi es que había mucha menos gente de la que habitualmente solía haber. No más de cinco chicos jóvenes marcando sus poderosos músculos por debajo de las sudadas camisetas mientras hacían fitness, una chica en las máquinas de remo, algún hombre mayor y de prominente barriga sudando en la bicicleta estática y por último otros tres chicos sobre la treintena y otras dos mujeres corriendo sobre la cinta de correr y con los cascos puestos. Al fondo de la sala observé la presencia de otras diez o doce personas de diferentes edades haciendo clase de aerobic, práctica que no me gusta, por lo que me di la vuelta dirigiéndome a la máquina de remo colocada más hacia el rincón dispuesta a empezar mi tabla de ejercicios de aquella mañana.
Aquel grupo de aproximadamente una docena de personas parecían estarlo pasando realmente bien con los ejercicios que les enseñaba Mamen, la monitora que estaba aquella mañana a cargo del gimnasio. La música era una mezcla entre jazz y funky y resultaba en verdad atrayente así que, escuchándola de forma atenta, me puse a mi tarea en el remo marcándome yo misma un ritmo siguiendo el de la música.
Llevaría cinco minutos con mis ejercicios, apenas habían empezado a marcarse las primeras gotas de sudor sobre mi pequeña camiseta gris de tirantes, cuando empecé a percibir la insistente mirada de unos ojos sobre mí. Una de las mujeres que estaban en la cinta no hacía más que mirarme sin apartar los ojos y consiguiendo hacerme sentir realmente un tanto incómoda y molesta ante aquella mirada tan persistente. Aparté unos segundos la vista de ella tratando de seguir a lo mío e intentando hacerme la desentendida. Habría pasado no más de medio minuto cuando volví a fijarme en ella encontrándose nuevamente nuestras miradas a través del amplio espejo en el que se miraba.
Al parecer estaba siendo el objeto de atención de aquella mujer. Al principio me sentí un tanto extraña siendo observada de aquel modo tan directo por una mujer como aquella a la que jamás había visto pero, poco a poco, me fui tranquilizando pensando que aquello simplemente eran tontas imaginaciones mías. Sin embargo, no pude evitar involucrarme en un juego en el que disimuladamente también la iba mirando de tanto en tanto.
Fijándome en ella más detenidamente le eché entre treinta y cinco y cuarenta años. De larga cabellera pelirroja y lisa y con un gracioso flequillo que le tapaba la mitad derecha de la frente, imaginé que sería la típica ejecutiva divorciada hacía poco tiempo y que venía allí a quemar la mala leche ante tan dolorosa ruptura. Con la toalla blanca colgada por detrás del cuello, llevaba un atuendo compuesto por un diminuto top de color azul cobalto y un pantalón negro ceñido, el largo del cual le llegaba a media pantorrilla.
Echándole un primer vistazo pude comprobar que pese a su aparente inseguridad inicial destilaba en sus movimientos una gran elegancia y feminidad. Su rostro era bello y de facciones simétricas y en cuanto al cuerpo su estatura media quedaba bien enmarcada por sus formas redondeadas y armónicas.
Puedo jurar que jamás me había sentido observada de ese modo tan insistente por ninguna mujer. A mis veinticinco años me encontraba feliz y dichosa con mi novio Eduardo con el que llevaba cuatro largos años saliendo y con el que me entendía y congeniaba en todos los sentidos a las mil maravillas. Conocí a Eduardo en la misma academia donde trabajo pues se dedica a impartir una diplomatura en arte dramático de tres años en las que toca diferentes técnicas de gran interés para el futuro actor. Eduardo tiene cuatro años más que yo y con él me compenetro totalmente tanto en mi relación profesional como de pareja. Debo decir que con él he podido alcanzar los mejores orgasmos que nunca haya podido tener así que nuestra relación marchaba viento en popa tanto por su parte como por la mía.
Es por este motivo que el interés mostrado por aquella mujer hacia mí me llamó la atención así que le seguí el juego intentando ver hasta dónde podía llegar aquello. No pensaba llegar a más con ella pues en toda mi vida había mostrado la más mínima atracción por el lesbianismo considerándome completamente heterosexual en mis relaciones sexuales. Se trataba más bien como dije de un juego, un simple flirteo que me hiciera sentir deseada por aquella madura mujer.
Al acabar con su tabla de ejercicios se decidió a acercarse a mí cuando yo ya estaba terminando en la cinta de correr y me empezaba a secar con la toalla el pegajoso sudor que caía a través de mi rostro.
Hola, ¿qué tal estás? ¿Vienes muy a menudo por aquí? Te lo digo por que no te he visto nunca –dijo iniciando de ese modo la conversación.
Pues la verdad es que llevo sólo una semana viniendo. Ya sabes, la tensión del trabajo y esas cosas….necesitaba relajar mis músculos y por eso me apunté.
Yo hace ya dos años que vengo. Por cierto, me llamo Cassandra aunque puedes llamarme Cass. Me harás sentir más cómoda si lo haces –sonrió de manera encantadora mostrando sus bien cuidados dientes.
Yo me llamo Elvira –respondí simplemente mientras me empezaba a sentir un tanto inquieta hablando con aquella bella mujer.
Acercándose a mí me dio dos besos en las mejillas para, de ese modo, ir adquiriendo ambas mayor confianza. Lo cierto es que Cass en las distancias cortas, en el cara a cara, ganaba muchísimo más con aquellos ojos, de un intenso marrón oscuro y enmarcados por unas largas pestañas, con los que parecía querer traspasarte. Su nariz quedaba integrada de modo armónico en la totalidad de su bello rostro. No sé qué extraña razón me hacía sentir fascinada por aquella atractiva mujer…..era una sensación que no sabía interpretar en aquellos momentos. En ese momento sólo deseaba marchar; sin embargo, algo desconocido en mí me hizo mantenerme allí siguiendo hablando con ella sin tratar de escapar a su influjo.
¿Vas a quedarte mucho más? –me interrogó como sin darle mayor importancia a tal pregunta.
Había pensado ir después a la piscina a nadar un poco.
¿Puedo acompañarte? Me encantaría hacer unos largos junto a ti –exclamó con una mirada con la que parecía querer decir otras muchas cosas.
No pude negarme a aquella petición tan tierna y tan bien formulada así que recogiendo nuestras cosas abandonamos la sala para dirigirnos a los vestuarios con el fin de cambiarnos.
Siempre llevo un bañador por si lo puedo necesitar –comentó mientras abría la taquilla para sacar a continuación la bolsa de deporte.
En ese momento nos encontrábamos solas en medio del vestuario de mujeres sin la presencia de nadie más. Una vez encontró el bañador, se desnudó completamente sin el más mínimo atisbo de vergüenza por su parte. Quedé sorprendida al ver aparecer ante mí el cuerpo desnudo de aquella mujer a la que acababa de conocer. Ante mi cara de asombro, Cass siguió con lo suyo sin dar muestra alguna de inquietud por mi presencia.
¡Oh, perdona! ¿No te molestará que me desnude delante de ti? –dijo mientras se despojaba de la pequeña braguita dejando al aire su sexo de vello bien recortado.
No, claro que no…qué tontería –respondí del modo más natural posible.
No pude menos que contemplar aquel desnudo cuerpo tan bien cuidado pese a su edad. Sus senos se mantenían firmes apareciendo rotundos ante mis ojos. La respiración de ella mantenía un ritmo regular como si para ella estar desnuda delante de una chica joven y guapa como yo fuera lo más natural del mundo. Tenía el coñito con el vello del pubis bien recortado y sus labios sonrosados y algo húmedos con lo que pensé si estaría así por mi culpa.
Al fin se puso el bañador de color azul marino que tan buena figura le hacía y entonces llegó mi turno de desnudarme. Me quedé unos segundos indecisa sin saber por dónde empezar. Cass se dio cuenta de mi turbación y mientras se daba la vuelta la escuché decir:
Perdona, me volveré si te resulta más fácil……
Era cierto. No podía evitar notarme rara allí, a punto de desnudarme delante de una mujer bellísima. Así pues me cambié en menos de un minuto una vez se hubo vuelto quedando de espaldas a mí.
Cass, ya estoy lista. Ya podemos ir a bañarnos –susurré en voz baja al tiempo que agarraba la toalla con las manos.
En la piscina estuvimos un largo rato haciendo unos cuantos largos y chapoteando y tirándonos agua a la cara como si de dos enamorados se tratase. Cada vez me iba sintiendo más y más cómoda junto a aquella mujer de carácter tan templado y femenino. En cierta ocasión, Cass pasó junto a mí rozándome levemente uno de mis pequeños pechitos y aquel simple contacto hizo que me acalorase sin remedio.
¿Acaso me estaba sintiendo conquistada por esa mujer? ¿Y qué pasaba con mi novio? –pensé en un breve momento de lucidez.
Elvira, ¿qué te parece si nos vamos a mi casa a comer y luego tomamos un café tranquilamente charlando? ¿O acaso tienes otros planes? –me interrogó con sonrisa seductora apoyada la espalda en el borde de la piscina.
Ahora sí que tenía más que claro que aquella mujer madura estaba tratando de seducirme con sus artes femeninas. Su sonrisa fresca me hacía perder el sentido de sus palabras dejándome llevar por sus deseos. Así pues, y a pesar de haber quedado en llamar a Eduardo cuando saliese del gimnasio, me olvidé de todo ello aceptando la invitación de Cass sin pensármelo dos veces. Sabía perfectamente lo que aquel asentimiento podía significar pero me lancé al profundo precipicio al que podía llevarme aquella aventura.
Curiosa por naturaleza como solemos ser casi todas las mujeres, aprobé su sugerencia viendo brillar los ojos de Cass de manera especial y ambas salimos de la piscina recogiendo nuestras cosas y marchando camino del vestuario. Tras darnos una buena ducha salí con la toalla tapándome hasta las rodillas y me desnudé delante de ella ya con menos vergüenza pudiendo observar cómo repasaba mi cuerpo desnudo sin perder nota de nada. Tras ponerme el conjunto negro de lencería que había elegido aquella mañana, me vestí con mi blusa blanca, la falda marrón de estilo hippie que me llegaba hasta los tobillos, las botas vaqueras y por último completé mi atuendo con la cazadora roja de piel que me había regalado Eduardo por mi cumpleaños.
Por su parte, el vestuario escogido por Cass resultó ser mucho más serio y elegante. Con suma parsimonia, se dispuso a ponerse la diminuta braguita en tonos amarillentos y malvas que le había visto quitarse unos minutos antes pretendiendo mostrar un falso pudor que sabía que estaba bien lejos de sentir ante el hecho de verse observada por mí. A continuación procedió a cubrir sus senos con el sujetador que hacía juego con la braga y luego, sentándose en uno de los bancos de madera, me regaló con una fantástica actuación llena de erotismo mientras se recreaba con sus dedos recorriendo la totalidad de sus largas y estilizadas piernas, con un desplazamiento narcisista de sus uñas a lo largo de las mismas, al ir estirando sobre ellas las medias de color morado. Una vez hecho esto, se levantó de forma decidida y dándome la espalda descolgó el traje chaqueta negro que tenía perfectamente colgado en la taquilla. En primer lugar se dispuso a ponerse la blusa morada de fina seda y del mismo tono que las medias, luego se puso la falda subiendo la cremallera lateral una vez la tuvo bien colocada y finalmente volvió a sentarse para calzarse con aquellas preciosas, casi turbadoras sandalias negras de alto tacón fino que tan bien resaltaban su figura una vez se hubo puesto en pie. Volviéndose hacia mí completó su atuendo con la chaqueta y un echarpe amarillo mostaza por encima de los hombros.
Ya estoy lista, querida. ¿Nos vamos? –preguntó cerrando la taquilla y cogiendo la bolsa del suelo.
Así pues, salimos ambas del gimnasio dirigiéndonos al coche de Cass el cual tenía en el aparcamiento del que disponía el centro. Era un deportivo descapotable de gran cilindrada en el que las dos montamos, encendiendo ella el motor y acelerando camino de su casa una vez salió a la calle. Me dijo que vivía a un cuarto de hora en coche así que, durante el trayecto aprovechamos para irnos conociendo mejor.
Confirmándome en mi idea inicial sobre ella, Cass me comentó que estaba divorciada hacía tres años, que no tenía hijos y que trabajaba como directora comercial en una empresa de materiales informáticos. Yo le expliqué que tenía novio desde hacía unos años y que nos queríamos mucho. Luego le conté mi trabajo en la academia diciéndome ella que le encantaban todo tipo de artes y que tocaba la guitarra acústica y hacía sus pinitos pintando cuadros en una escuela de pintura lo cual me pareció realmente interesante comentándome ella, mientras esperábamos que el semáforo se pusiera en verde, que al llegar a casa me enseñaría sus pequeños tesoros.
Llegamos a su pequeña buhardilla toda repleta de libros y con sus pequeños tesoros, como los había llamado ella, colgados en las paredes. La verdad es que, pese a mis nulos conocimientos en pintura, los cuadros de Cass me resultaron agradables y así se lo hice saber. Agradeciéndome mi total sinceridad, Cass dejó caer su chaqueta, el echarpe y mi cazadora sobre uno de los sillones y abandonamos el pequeño salón saliendo a una amplia terraza presidida por una gran mesa de madera envejecida la cual estaba rodeada por seis sillas del mismo material. En uno de los rincones pude ver dos grandes tumbonas de mimbre mientras que en el opuesto quedé prendada con la imagen de la hamaca que colgaba de dos ganchos en la pared. Asomándome al borde de la baranda pude ver que las vistas de la ciudad eran verdaderamente hermosas. Aprovechando que Cass se fue a la cocina, allí me quedé un tiempo que no podría precisar mirando la gente y los coches de la calle para pasar luego a detener la vista sobre el caos de antenas que invadían las terrazas de los demás edificios.
¡Ejem, ejem! –me volví asustada al escucharla carraspear detrás de mí. Había quedado tan absorta mirando al infinito que no reparé en su llegada observando que traía dos botellines de cerveza entre sus manos.
Elvira, perdona si te he asustado –se disculpó al ofrecerme una botella mientras me sonreía del mismo modo encantador que había utilizado en el gimnasio.
No Cass, no te disculpes….estaba tan absorta que no me di cuenta de tu presencia.
Este es mi pequeño paraíso. Me quedé con él al divorciarme de mi esposo –la escuché decir uniéndose a mí junto a la baranda.
Es verdaderamente precioso –comenté sin apartar los ojos de aquel increíble espectáculo urbano.
Pues de noche es aún mucho mejor. Aquí me relajo y me puedo pasar horas enteras sin hacer nada, sólo disfrutando de las vistas…..Elvira, tumbémonos un rato y verás la agradable sensación que se respira oyendo el ruido de la calle.
La seguí tumbándonos cómodamente y cerrando los ojos tal como la había visto hacer a ella. La verdad es que aquello era un auténtico placer en medio de la ciudad. Noté el roce de sus dedos por encima de mi ropa y emití un suave gemido. Me olvidé de mi novio por completo intentando relajarme y disfrutar del hecho de que aquella bella mujer al fin se había decidido a atacarme. Entreabriendo levemente los ojos la vi junto a mí recorriendo mi cuerpo con sus brillantes ojos en los que se reflejaba el enorme deseo que la consumía.
Eres tan increíblemente bonita…Elvira, me gustas….me gustas mucho –me dijo entre susurros mientras agarraba mi barbilla entre sus dedos. Me gusta tu cuerpo joven, tu bonito rostro, deseo sentir tus húmedos labios contra los míos besándote de forma apasionada…..
Tú también me atraes muchísimo -respondí susurrando igualmente y ya totalmente segura del paso que iba a dar entregándome entre sus brazos.
¿Sabes una cosa? Al verte en el gimnasio me gustaste al momento pero temí que no me aceptaras….
No te preocupes por eso…el miedo al rechazo es algo que todos tenemos –dije tratando de tranquilizarla.
Lo sé, pero sólo quería que lo supieras…ahora me siento mucho mejor.
Una vez tumbada encima de mí nos abrazamos con fuerza sintiendo sus sensuales formas rozándose sobre mi cuerpo. Volví a gemir cerrando los ojos al notar cómo me besaba el cuello posando apenas los labios sobre el mismo haciendo que dicha caricia me hiciera estremecer. Se levantó poniéndose a horcajadas sobre mí y empezó a acariciarme el cuerpo por encima de la ropa. Fue subiendo lentamente por mis costados llevando su mano hasta mi rostro donde se dedicó a acariciarme con gran dulzura mis mejillas.
¡Dios mío, qué sensación tan placentera! –pensé estirando las piernas y entregada por completo a ella.
Cass se elevó sobre mí y trató de tentarme sacando su lengua de la boca y buscando la mía la cual le entregué jugueteando con la suya mientras sentía sus manos manoseándome el cuerpo arriba y abajo hasta que una de ellas se hizo con uno de mis pechos agarrándolo a través de la tela de la blusa y empezando a masajearlo con total placer. Suspiré fuertemente y le cogí la mano para que presionara con mayor decisión. Aquella mujer a la que acababa de conocer había descubierto uno de mis puntos más sensibles así que deseaba que continuara con aquella caricia para así seguir disfrutando de lo que me hacía.
Sigue….vamos sigue….por favor, acariciamelos cariño. Así…así, sí…..has descubierto uno de mis puntos débiles así que no lo dejes y continúa con lo que estás haciendo….
¿Y cuáles son el resto de tus puntos débiles? –preguntó clavando su mirada en la mía.
Eso deberás descubrirlo tú misma –sonreí complacida y con voz mimosa demostrándole lo mucho que estaba gozando.
Cass desabotonó con gran lentitud los botones de la blusa y sin quitármela se dedicó a besarme con gran ternura el cuello y los hombros para bajar lentamente, muy lentamente, hacia mis pechos cubiertos por mi sujetador semitransparente del cual se deshizo echando los tirantes a los lados y dejando mis senos al aire. Mis pezones estaban excitados a la espera del primer contacto que se produjo al empezar Cass a lamerlos con suavidad golpeándolos con la punta de su lengua de una forma que me pareció exquisita. Suspiré ante aquel primer roce de su lengua y sus labios sobre mis pezones los cuales se erizaron al momento reclamando mayor atención por su parte.
Bésame…..bésame cariño, por favor –supliqué atrayéndola hacia mí y ofreciéndole mis jugosos labios de los cuales se apoderó besándonos de manera apasionada.
Todo mi cuerpo vibraba ante las caricias de aquella hermosa fémina que tan bien sabía los rincones que debía pulsar para ofrecerme las más tiernas sensaciones. Abandonando mis labios volvió a descender en busca de mis pechos lamiendo y chupando mis pezones ahora con mayor fruición. Así estuvo un largo rato hasta que haciéndome estremecer ante el enorme placer que me invadía, acabé alcanzando el primer orgasmo de aquellas primeras horas de la tarde.
¡Cariño, ha sido estupendo! Me ha encantado la forma cómo me has chupado los pezones. Esa es otra de las zonas donde más placer puedo llegar a sentir –le confesé sin ambages.
Ella, sin mayor dilación, se echó sobre mí volviendo a unir sus sonrosados labios con los míos en una unión lésbica tan perfecta que no pudo menos que encantarme. Jamás había estado con una mujer y debo reconocer que las sensaciones, los sentimientos eran totalmente diferentes a los sentidos en compañía de Eduardo. Con él todo resultaba mucho más brusco mientras que con Cass el simple roce de su piel carente de vello hacía que el sexo alcanzara unas emociones más frescas y delicadas.
Desnúdame….por favor, desnúdame –apenas pude musitar con voz trémula.
Elvira, ¿realmente quieres que te desnude? –preguntó ella con voz aún mucho más trémula.
Por favor, hazlo…..¡oh Dios! , te deseo…..te deseo tanto…..
Mi nueva amante de aquella mañana luchó con la tela arrugada de mi falda subiendo por mis pantorrillas, mi rodilla y mis muslos los cuales sobó con las palmas de sus manos para pasar luego a zaherirme acariciándolos en toda su extensión. Aquel simple roce hizo que enloqueciera de placer perdiendo por completo la razón.
Me incorporé echándola a un lado y me coloqué sobre ella acercando mi boca a sus labios. Los mordisqueé ligeramente escuchando satisfecha cómo Cass se quejaba temblándole cada centímetro de su cuerpo. Metí mi lengua hasta su garganta notando su lengua húmeda luchando con la mía mientras, ahora yo, empezaba a desnudarla haciéndola levantar y de un solo tirón hice saltar los botones de su blusa de forma brutal, hecho que provocó que quedase ante mí tan sólo cubierta con su fino sujetador. Noté el tacto de su cálida piel bajo mis frías manos, su respiración alterada y sus latidos cada vez más acelerados.
¿Te gusta hacerlo de forma salvaje? Bien, bien….eso me gusta – dijo desprendiéndose ella misma de la blusa y sonriendo ante mi inesperado ataque.
Yo misma quedé sorprendida ante mi forma de actuar. Tomando una actitud autoritaria, la obligué a ponerse en pie agarrando entre mis dedos la cremallera lateral de su falda la cual bajé con presteza cayendo a continuación la falda abatida sobre el suelo. Insistí en mi agradable tarea de ir desnudando aquel bello cuerpo el cual estaba segura que me tendría reservados muy buenos momentos.
Cogiéndola por los brazos volví a hacerla caer en la tumbona echándome seguidamente sobre ella y volviéndonos a besar esta vez de forma mucho más sensual. Ambas podíamos sentir nuestras respiraciones aceleradas al estar tan cerca la una de la otra. Apartándome de ella mordí vengativamente uno de sus hombros desnudos y pude ver cómo se estremecía, tan dispuesta y cosquillosa que regocijaba el ánimo.
Elvira amor….eres realmente encantadora –la oí pronunciar con los ojos completamente cerrados y cruzando sus manos por detrás de mi cuello para llevarme hacia ella.
Noté el roce de su completa desnudez sobre mi piel, el sabor de su fresca sonrisa, la fragancia de aquel perfume que me embriagaba por momentos….Su cadera y la mía bailaban al mismo ritmo en una agradable sinfonía que poco a poco iba aumentando su ritmo creciente haciéndonos caer inmersas en una oscura y desconocida satisfacción. Dibujé como en un sencillo esbozo sus curvilíneas formas con mis manos, fundiéndonos en una sola alma, disfrutando del sabor del pecado que nos iba consumiendo paso a paso, caricia a caricia…..
Cambiando de postura me coloqué en posición inversa a la suya formando un magnífico 69 y encontrándome con su entrepierna para decidirme, al fin, a explorar el bello tesoro que debía guardar entre sus piernas. Mientras sentía como Cass echaba mi falda hacia arriba en busca de mi sexo, yo aproveché su total indefensión para llevar la tela de la braguita a un lado para, de ese modo, encontrarme de frente con sus abultados labios los cuales aparecían sonrosados ante mis ojos. Agarrando entre mis dedos la fina tela que cubría su empapado sexo la hice descender hasta la altura de sus rodillas. Ella hizo lo mismo con mi diminuta braguita haciéndome gemir al sentir el suave roce al ir bajando a lo largo de mis muslos.
Y fue en ese momento cuando ambas nos sumergimos en las tentaciones del sexo de la otra empezando a lamer y chupar como si en ello nos fuera la vida. Tan pronto nos encontrábamos comiendo y absorbiendo los jugos de cada una de nosotras, como debíamos abandonar tan placentera tarea sin poder evitar lanzar un grito de placer. Cass chupó mis labios con gran maestría, evidentemente no era la primera vez que lo hacía, agarró entre sus labios mis humedecidos pliegues para pasar después a mi excitado botoncito el cual mordió haciendo que mi lujuria aumentara hasta límites insospechados. Yo hice lo mismo con ella aprendiendo rápido gracias a las enseñanzas recibidas de tan espléndida maestra; introduje dos de mis dedos en su estrecha cañería rozando con mis uñas las paredes de su conducto vaginal al mismo tiempo que lamía la entrada de su vulva con gran cuidado como si de las finas cuerdas de un arpa se tratase.
Me calenté de tal modo que no pude menos que agarrarle las caderas dejando posar después mis manos sobre sus nalgas mientras ella, sin preámbulos, se hizo con mi vulva ya mojada y empezó a sobarla de forma desesperada hasta que logró arrancarme mi segundo orgasmo a la vez que ella alcanzaba su primero.
Una vez recuperadas de tan explosivo orgasmo, Cass me hizo levantar separándose de mí y contemplándome de forma fija sin apartar los ojos de mi palpitante pecho. Se pegó nuevamente a mí y tomó mi cara con su mano izquierda haciendo descender sus largos y sensuales dedos por mi mejilla. Ella me acarició, me besó dulcemente la otra mejilla y mordisqueó leve, pero de forma claramente intencionada el pequeño lóbulo de mi oreja. Me estremecí erizándose mi piel con aquella tierna caricia. La punta de su lengua dibujaba círculos y trazaba con maestría las líneas que configuran las formas de la oreja.
¡Qué cachonda me pones! –confesé sin poder esconder por más tiempo el tremendo estado de calentura que me embargaba.
No te muevas que enseguida vuelvo –murmuró echándome el cabello a un lado y dejándome allí tumbada mientras ella se erguía sobre las elegantes sandalias….Tengo unas sorpresas para tí.
Dime qué es…..¿De qué se trata? –pregunté con gran curiosidad.
Espera y lo verás, sólo te pido un poco de paciencia –dijo abandonando la terraza y entrando en el apartamento.
No tardó más de tres minutos en volver, llevando entre sus manos dos consoladores y un juego de unas más que interesantes bolas chinas. Uno de los consoladores, de gran tamaño y en color negro, simulaba la forma de un pene masculino hasta en sus más mínimos detalles mientras que el otro era un fantástico consolador doble, transparente y de gran longitud ante la imagen del cual quedé completamente prendada. Por su parte, el conjunto de bolas chinas estaba formado por diez pequeñas esferas de diámetro ascendente las cuales imaginé ideales tanto para el placer vaginal como para el anal.
¿De dónde has sacado eso? –pregunté nerviosa y fuertemente impresionada ante aquellos tentadores juguetes que me ofrecía mi amiga.
¿Qué te parecen mis amiguitos? –preguntó emocionada mientras se inclinaba sobre mí ofreciéndome su rosada vulva al mismo tiempo que yo me enfrentaba con su bien cuidado coñito. Son mis mejores amigos….mucho más tiernos y encantadores que el pene de un hombre y con la ventaja de ser incansables pues siempre están a punto cuando los necesitas.
Son increíbles –dije arrancándole de entre sus dedos el largo consolador y empezando a acariciarlo suavemente arriba y abajo haciéndome al agradable tacto de aquel tremendo pene negro de látex.
¿Cuáles te gustan más? –me interrogó Cass dibujándose una gran sonrisa sobre sus labios.
Pienso que el consolador doble puede resultar mucho más placentero para ambas…¿no lo crees así, querida? –respondí dejando el negro consolador sobre la tumbona. ¿y para qué sirve eso otro? –le pregunté observando con enorme curiosidad aquellas bolas con las que jugaba entre sus dedos.
¡Oh, estas son mis favoritas! Son igual de válidas para la vagina como para el ano –dijo confirmándome en mi primera idea al verlas.
Tumbándose sobre mí, Cass dejó de hablar empezando a meter dos de sus dedos en mi vagina haciéndome vibrar de emoción ante la sorpresiva caricia que me propinó. Las dos estábamos demasiado calientes como para poder esperar más así que, secundándola en su horrible actuación, empecé a recorrer sus más íntimos secretos yendo de su empapada vagina hasta su oscuro agujero posterior para volver sobre mis pasos introduciendo la lengua en su angustiado coñito. Manoseé sus largas piernas a través de la fina seda de sus medias logrando que Cass sollozara ante el azote que mis dedos ejercían sobre sus rotundos muslos y sus bellas pantorrillas. Ciertamente Cass resultaba muy agradecida ante las caricias que una le propinaba.
Mi amiga Cass, tomando la iniciativa, abrió mi agujero anal tras haberlo humedecido de forma conveniente con la lengua y los dedos. Yo no hacía más que gemir y suspirar soportando como mejor podía aquel sensual roce en zona tan sumamente peligrosa. Perdí la razón al notar su lengua castigándome con fuertes lametones con los que me hacía retorcer sintiéndome enloquecida. Pero aún enloquecí mucho más cuando la primera bola presionó haciendo que mi anillo se abriera sin remedio. Un suspiro ahogado en el vacío escapó de mis labios al sentir la entrada de aquel fascinante juguete en el interior de mi culito.
¡Cass, es absolutamente genial! –pronuncié acomodándome a la presencia en mis nalgas de aquel pequeño pero inquietante visitante.
Emití un segundo suspiro mucho más profundo al entrar la segunda bola seguida de una tercera. ¡Aquello era sensacional! Sin poder reprimirme moví mis nalgas de forma circular disfrutando del placer que aquellas bolas me daban. Paso a paso, segundo a segundo, fueron entrando la totalidad de bolas notándome completamente llena.
¿Te gusta cariño? –escuché la voz lejana de mi amante preguntarme.
Es sensacional….es absolutamente sensacional. Nunca había sentido algo como esto….. –exclamé moviendo mis caderas sin descanso.
Pues, vete preparando que lo que viene es aún mucho mejor.
¿Era aquello posible? –me pregunté a mí misma segundos antes de lanzar un fuerte rugido de placer al desaparecer la primera bola del interior de mi culo.
Tuve que darle la razón. La sensación al abandonar la bola el conducto anal era mucho mejor que al ingresar en el mismo. La terraza se llenó de aullidos cada vez que una de las bolas salía de mi ano hasta que finalmente acabé encadenando dos orgasmos al sentirme liberada de aquel mortificante chisme. Caí rendida sobre ella, llorando y sollozando de satisfacción.
Tardé unos minutos en recuperarme, tan intenso había sido el placer sufrido. Una vez recobrados mis sentidos, la empujé hacia atrás consiguiendo desembarazarme de ella y quedando ambas sentadas frente a frente.
Ahora nos toca disfrutar a las dos –dije sonriéndole y cogiendo el enorme consolador doble.
¿En qué estás pensando, pequeña? –me preguntó fijando su mirada maliciosa en la mía.
Ya lo verás –respondí de forma escueta antes de llevar uno de los extremos a la entrada de su vagina para colocándome en posición de tijera insertar el otro extremo en mi inflamado coñito.
De ese modo tan espléndido empezamos ambas a movernos, cabalgándonos mutuamente con un lento pero firme vaivén con el que nuestras vaginas se frotaban y se unían nuestros flujos. Nuestros abultados sexos se mostraban complacidos y sus labios vaginales se entreabrían al igual que los míos. Podía escuchar el sonido de los líquidos producidos por nuestras entrepiernas cada vez que entraba y salía aquel falso pene del interior de cada uno de los sexos.
¡Dios mío, qué bueno es esto! –tan sólo pude decir gozando de aquel modo tan atroz y moviéndome sin darme un solo segundo de respiro.
Quedé enamorada del rostro de Cass en el que podía verse la cercanía al clímax que lo envolvía. Gritos de entrecortado placer, verdaderos berridos dominaban toda la terraza dando a conocer al mundo el profundo placer que ambas sentíamos. Nos queríamos, nos deseábamos, adorábamos cada poro de la piel de la otra sin importarnos el que dirán….
Yo no podía más que mover mis caderas de forma espasmódica al ritmo que ella me iba imponiendo el cual se hacía cada vez más rápido e insoportable como si deseara encajar su vagina en la mía, más y más rápido, hasta que ya no pudimos más y caímos en el clímax mutuo de un delicioso orgasmo.
Cass se dejó caer sobre mí abrazándome con fuerza al tiempo que jadeaba tratando de recuperar el ritmo cardíaco.
Te quiero….te quiero Elvira….no sabes cómo me has hecho gozar –declaró sin apartarse de mí y apretándome contra ella como si no quisiera dejarme ir.
Yo también te quiero….¡Ha sido un polvo bestial! –aseguré mientras le acariciaba cariñosamente con mis dedos sus revueltos cabellos.
¿De verdad te ha gustado? –preguntó adquiriendo su bello rostro un rictus de seriedad como si no quisiera escuchar a sus propios oídos.
¡Pues claro que me ha gustado, no seas tonta! –confirmé acercándome a ella y besándola con gran dulzura en un beso que nos hizo estremecer.
¿Te gustaría repetirlo?
Me encantaría –dije cerrando los ojos y acurrucándome entre sus brazos como si necesitara su femenina protección.
Dejando reposar mi cuerpo en la tumbona, fijé mi atención en su rostro relajado y pecoso quedándome a los pocos segundos dormida a su lado con la cabeza apoyada en su hombro….descansando toda la tarde en compañía de mi nueva amante…..resultó tan verdaderamente delicioso que olvidé por completo el móvil apagado en el fondo de mi bolsa de deporte sin acordarme para nada de mi querido novio Eduardo.
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