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Mi hermana me despidió antes de ir a la colimba con imágen

Mi hermana me despidió antes de ir a la colimba con imágen
Me incorporaba al servicio militar el 02 de enero de 1994, con 18 años cumplidos, en las postrimerías de lo que sería el último período de existencia de la obligatoriedad de este servicio institucional con la patria.
Comenzaba el año nuevo, a la madrugada del mismo, ya siendo el primer día hábil posterior, me iría como mínimo por un año, y la dejaba a ella, mi sangre, mi carne, mi hembra, mi hermana, a su suerte para mi desgracia. De todos modos en mi mente imaginaba una despedida entre ambos, un hasta pronto, pleno de orgasmos, como estábamos ambos acostumbrados recibir del uno para con el otro.
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Por ello, como corresponde, nos despedimos carnalmente, yo la añoraría por todo el tiempo que estuviera lejos de su ser pero fundamentalmente de su cuerpo. Ella sin embargo, lo que extrañaría de mi, sería la comodidad de mi proximidad, y mi vocación de servirla cuando ella lo dispusiera, es decir mi obsecuencia sexual.
hermano
Luego de los brindis de fin de año, la familia se retiró a descansar, y mi hermana y yo fuimos a la habitación que compartíamos como nuestro dormitorio, la economía de nuestra familia no alcanzaba para la comodidad de que ambos gocemos de mutua privacidad con los necesarios cuartos separados.
Ella, como era su costumbre, se desnudaba para dormir o se acostaba en diminutas bragas, esta vez, optó por hacerlo sin ninguna prenda. Al cabo de un rato, de remolonear y dar vueltas de un lado al otro en su cama, se levantó y sin encender la luz de la pieza, salió de la misma.
Permanecí atento a su regreso, sin embargo, demoraba, mi espera me producía incertidumbre, así que me incorporé sentándome en mi cama y permanecí en vigilia. Me parecía oír algo, me levanté y entreabrí la puerta y lo confirmé, se oía como un quejido.
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El lamento provenía de la sala principal de nuestra casa, donde ella mi hermana, sentada en el sofá de tres cuerpos imploraba a que me dirija hasta ahí, así ella me daría su regalo.
El mismo que yo había sabido conseguir de ella y a su vez haberle hecho adquirir aquél vicio desde hacía mucho tiempo, lo que yo no había podido conquistar era su propiedad exclusiva, aunque ambos pretendíamos asegurar y/o ignorar, yo lo primero y ella lo segundo. Su corazón nunca fue mío. Era totalmente opuesto a lo que sucedía entre mi madre y yo, con ella tenía la certeza de su amor incondicional, pero con mi hermana era por parte de ella sólo a través de sus dichos.
hermana
En los hechos ella no tenía exclusividad para con nadie. No existía, por lo menos hasta ese momento un mortal con aquél privilegio o derecho adquirido. Ella deseaba la absoluta libertad para hacer todo lo que se consideraba privativo en algo posible, y lo prohibido era ejecutado por ella con los demás, los desconocidos, parecía que la entusiasmaban aún más.
Ella no excluía a nadie en sus deseos genitales, desde el total extraño hasta el más familiar, pasando por todos los amigos y/o conocidos de ambos.
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Así fue, que luego de amanecer cojiendo como si hubiera sido la ultima vez, y como que para ambos se acababa el mundo, mi hermana me acompañó hasta la estación, los dos amanecidos, desde donde salían los colectivos vacíos, era la cabecera de la mayoría de las líneas de micro ómnibus, me despidió de manera muy sentimental, prometiéndome y jurando comportarse como una dama, honrando con su lealtad nuestro pacto amoroso, permaneciendo inalterable ante galanteos y pretensiones de noviazgo. Así me fui a cumplir con mi obligación con la patria.
Mi hermana me despidió antes de ir a la colimba con imágen
Para, minutos más tarde, al haberme ido, y ya sola en la estación, subirse al primer automóvil que le tocó bocina, y mamarle la garcha al primer vecino que encontró y la llevó de regreso a nuestra casa.
Y no conforme con ello, aceptar que este, la persuada para que lo acompañe a su morada, una pobre vivienda en un barrio peligroso.
Felina, sin reparar o tomar conciencia de lo arriesgado de aquello, iba presurosa y desasosegada sin temor a ninguna consecuencia grave.
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Tanto el lugar como el vecino le gustaron, eso hizo que ella redoblara la apuesta, fuera por más, y éste al notar la avidez venérea, como una enfermedad que la transmitía a través de su sexo, le propuso conocer a sus amigos, sin compromiso ni obligaciones.
Mi hermana aceptó tímidamente, aunque sin embargo, se urgió de necesidad, se inquietó, trastornándose del próximo placer a experimentar. Sin ningún remordimiento contaba los minutos para recibirlos y llegar a que se desarrollaran los acontecimientos que consideraba irremediable conocer y no podía evitar imaginar su goce.
hermano
Y así fue, le encantó, más aún cuando se encontró con que los que venían, todos ellos, o la mayoría, eran amigos de su hermano, yo, el que era un soldado guardián para con estos, a los que amenacé para que no se metieran con ella, ni la buscaran, todos traidores, que me aseguraron no hacerlo, estaban ahí, como animales en celo, para penetrarla, ultrajando su cuerpo perfecto, mi templo de placer, sin miramientos, con la morbosidad de lo extremo, con la sensación que producía algo que puede resultar desagradable para otro, en este caso a mi personalmente, algo cruel, prohibido, o que va contra la moral establecida, la de nuestra amistad.
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Este conjunto de enfermos y tipos de mierda, caracterizaban el estado de aquél lugar. Y ella, mi hermana, tal vez por mi culpa, mantenía la tendencia obsesiva hacia lo desagradable, lo cruel, lo prohibido, una perturbación retorcida, que la afectaba trastornando su discernimiento, manteniendo la actitud de una persona con intenciones y sentimientos poco claros o maliciosos.
Yo siempre me sentí responsable de la patología de mi hermana, la endemonié, se poseía cuando era invadida en forma masiva, yo utilizaba los dedos de ambas manos para irrumpir en sus orificios genitales, sin lugar a dudas prefería ser asediada por vergas de mayor dimensión que la de mis falanges.
hermana
A pesar de haber estado juntos, ambos, los dos, toda la noche hasta que amaneció cojiendo, ella seguía teniendo ganas de hacerlo. Sin dudas, no era lo mismo hacerlo conmigo, su hermano, porque no tenía a mano algo mejor, que el hecho de realizar lo mismo, pero con extraños desconocidos, que tampoco eran la gran cosa. Allí, no había ningún Brad Pitt, pero si, otra piel, otros olores, otro riesgo, toda una aventura con distintos tamaños y ritmos corporales diferentes.
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Pero, aún mucho peor, fue cuando llegaron los negros.
Al barrio habían llegado en los últimos años, toda una colectividad de caboverdeanos, de África, y un par de ellos, los más locuaces, los que dominaban precariamente el idioma, hicieron buenas migas con algunos de mis amigos y vecinos... Y bingo... Allí aparecieron, y el bocadito con que se encontraron no estaba para nada mal, ni para desaprovechar. Así que dieron rienda suelta a sus extravagantes porongas, deformes, mostruosas en la cajeta de mi hermana Felina, la perforaron a la conchuda, desde ese momento lo fue.
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Fue un delirio, un frenesí, la exaltación extrema de los sentidos, de una pasión inexplicable de parte de ella a la garcha. Estos tipos estaban como furiosos, rabiosos, con violencia buscaban los orificios genitales de mi hermana, querían introducir sus bálamos en todo acceso al interior de ella. Con un desenfrenado desorden, uno se la quitaba al otro, ella era como una hoja en el viento, en medio de una tempestad.
Ella además, parecía poseída por una lujuria escandalosa, con un apetito sexual excesivo, que para los ojos de cualquier extraño, parecía hasta fingido. Pero no, ella era así.
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Voluptuosa, obscena, con impulsos sexuales histéricos, sufría convulsiones de deseo y placer genital. se sacudía violentamente con contracciones involuntarias de todos los músculos y miembros de su cuerpo, tanto se agitaba que entraba como en trance, cuando aquello sucedía era un momento crítico y decisivo para sus acompañantes, muchos se asustaban, a la mayoría les pasaba, el temer que estuviera próxima a morir. Ella manifestaba ese fenómeno anormal, en el que parecía entrar en un estado de suspensión de los sentidos durante el éxtasis.
hermano
Recuerdo aún, lo feliz que fui, y lo contento que estuve por mucho tiempo, al recibir en el cuartel,esta fotografía enviada por mi hermana. Estaba convencido que me extrañaba y por eso me enviaba su vulva, para que la mantuviera presente, y que era sólo mía. Sin embargo, luego de salir del servicio militar obligatorio, al haber sido dado de baja y pasar a reserva como artillero, supe la cruel verdad a través de los comentarios de algunos conocidos que participaron de aquel evento....
Así le había quedado la concha, de inflamada, luego que pasaron los negros por ella....

57 comentarios - Mi hermana me despidió antes de ir a la colimba con imágen

KaluraCD
incesto

Una joyita la hermanita!!

Gracias por compartir 👍
La mejor manera de agradecer es comentando a quien te comenta...
McFerry_
Muy bueno!!!
gracias por compartir!!
KaluraCD
De nada master pero... ¿Qué parte de
La mejor manera de agradecer es comentando a quien te comenta...[/color][/i]
no entendiste?
KaluraCD
Ah bueno, dale, quedamos así.
Drosy12
Gracias a ti por el post 😃
SpartanGonzalez
Me gusta mucho la manera en que escribes, asi como la leo yo hasta parece poesía. Lamento que se vaya hindami de poringa 😞