Tal como le prometí a mi amiga, salgo de la oficina y voy a su casa a regarle las plantas. Antes de viajar me había hecho llegar un juego de llaves debidamente identificadas para que supiera a que puerta correspondía cada una.
Llego, saludo al portero y le digo que soy la amiga de Fulana de Tal del décimo piso, que voy a estar viniendo durante la momentánea ausencia de los dueños. El portero, un gordito simpático, calvo y de bigotes, me retribuye el saludo diciéndome que estará encantado de ayudarme con cualquier inconveniente.
Le doy las gracias, subo al ascensor y mientras éste llega al piso, pienso que quizás no sería mala idea llamarlo y decirle que necesito su ayuda en el departamento y ver que surge. Mientras abro la puerta voy pensando en lo que podría inventar, una fuga de agua, alguna puerta que no se abre, aunque si estuviera en ropa interior en el momento en que sube, no haría falta inventar nada. Me río con mi ocurrencia, y aunque me parece algo demasiado osado, la verdad es que no la desecho del todo.
Dejo la cartera y las llaves sobre la mesa, me dejo caer en el sofá (el mismo en el que cogimos los cuatro hace unos pocos días) y prendo la tele. Mi amiga tiene el servicio de Netflix así que me pongo a ver "House of Cards". Dejo puesta la ultima temporada y como mujer que soy, me voy a curiosear los armarios de mi amiga.
El vestuario que tiene es fantástico, pero lo que mas me llama la atención es su ropa interior. Aparte de la de uso diario, tiene todo un cajón de lencería erótica, comprada seguramente en el mismo Sex-Shop en donde compró el juguetito que usamos aquella tarde.
Elijo un conjunto y decido probármelo. Me miro al espejo y celebro la elección de mi amiga. Las curvas de mi cuerpo parecen aun mas sinuosas con eso puesto. Cualquiera se me tiraría encima, aunque es una lástima que no haya quien. Entonces pienso en el portero, o aun mejor, se me viene a la mente Gustavo, el amante de mi amiga.
Por lo que la Negra me había contado, sabía que eran vecinos, no conocía su departamento, pero suponía que debía ser el que está justo enfrente. Recordaba que me había dicho que cuando estaba sola y con ganas..., con ganas de coger, obvio, colgaba una toalla en la ventana de su habitacion, por lo que debía ser fácil para él verla.
El departamento de la Negra está en el frente del edificio, por lo que el de su amante debía, inevitablemente, estar en el contrafrente. Decidí tentar mi suerte y colgar la toalla en la ventana, recordé que me había dicho que era una toalla roja, señal inequívoca de que estaba muy HOT y deseaba que su vecino viniera a sacarle la calentura.
Puse la toalla en la ventana y volví a la sala, a ver "House of Cards" mientras esperaba que esa fuera la bati-señal indicada. No sabía si tenían alguna otra vía de comunicación, suponía que hacían eso no solo porque les resultaba excitante, sino tambien para evitar posibles llamadas comprometedoras.
Ya iba por el tercer capítulo de la serie, retomando ya mi idea inicial de llamar al portero, cuando la puerta (que había dejado entreabierta) se abre del todo y entra Gustavo diciendo:
-Pensé que todavía estarías en...- antes de que pudiera pronunciar "Chile" me ve sentada en el sofá, con la lencería de mi amiga puesta y una inconfundible expresión de "¡cogeme!" pintada en la cara.
Tal como lo imaginé, la lencería provoca la reacción para la cual fue concebida. Sin mediar saludo ni nada, se me tira encima, y empieza a sobarme con arrebatado frenesí. Los dedos directos a la entrepierna, hundiéndose en el cálido almíbar que brota ya de mi interior. Derrumbada en el sofá, y mientras él me hurga por dentro, yo le toco la entrepierna, palpando esa pija que ya me había comido, pero que igualmente deseaba volver a probar. La tiene dura y combada a causa del pantalón, aunque enseguida resuelve el asunto, bajándoselo y pelando el juguete preferido de mi amiga.
Ahora soy yo la que se le tira encima y se la chupa con ansias y devoción. Me la como entera, tal como acostumbro, atragantándome con toda su carne, babeándome del gusto mientras la siento palpitar en mi garganta. Eso es lo que necesito. Después de haber probado la pija de plástico de mi amiga, nada mejor que una de verdad, bien caliente y jugosa para encontrarle el verdadero sentido a la vida.
Tras una buena mamada, me levanto y me saco toda la ropa, la que cae al suelo en forma desordenada. Gustavo se acomoda en el sofá, listo para recibirme, la pija en su punto de máxima erección. Me le siento encima y me la clavo entera, soltando un plácido y exaltado quejido a medida que me va llenando con su vigorosa tubería.
¡Ahhhhhhhh...! Así está mucho mejor, bien clavadita ahí, sintiendo como las pulsaciones de su verga se sincronizan con las de mi propio corazón. Me acomodo moviéndome un poquito para cada lado, dejándome embriagar por tan excelsas sensaciones, nada se compara a lo que siento en ese momento. Ni mil vergas de plástico se acercan siquiera a lo que puede proporcionarme una de verdad. Empiezo a moverme arriba y abajo, disfrutando cada golpe, cada roce, cada sacudida. Gustavo se hace un festín con mis pechos que se bambolean de un lado a otro, chupándome, mordiéndome, impregnando de saliva mis pezones. El PLOP-PLOP-PLOP de nuestros cuerpos se intensifica a medida que él comienza a moverse desde abajo, chocando contra mi cuerpo en una forma por demás violenta y estruendosa. Me agarra de las nalgas y me mueve en torno a su herramienta, haciéndomela sentir en toda su ostentosa plenitud.
-¡Si..., siiiiii..., siiiiiiiii...!- grito, jadeo, me mojo, totalmente entregada a esas pulsaciones que me repercuten hasta en el alma.
Cuando me levanto, la verga sale de mi interior toda cubierta con una cremosa y blanca sustancia, producto de mi humedad y de sus propias efusiones. Me doy la vuelta y lo vuelvo a montar, esta vez de espalda, ensartándome con alma y vida en esa erección prodigiosa que no cede ni un ápice. Me ensarto en ella una y otra vez, saltando, sacudiendo las tetas arriba y abajo, jadeando, gritando, exhalando estruendosamente toda esa excitación y lujuria que me arrebata los sentidos.
Sin delicadeza alguna, Gustavo me empuja hacia adelante y me hace caer al suelo. Caigo en cuatro patas, tumbada sobre mis codos y con la cola bien en pompa. Rápidamente él se sitúa tras de mí, de rodillas, y me la pone desde atrás. Aunque la vengo sintiendo desde hace rato, cada vez que me la mete es como si de nuevo volviera a perder mi virginidad. Me sujeta firme de la cintura y me bombea a quemarropa... PAF-PAF-PAF..., me sacude toda con cada golpe, con cada embiste. Caigo deshecha al suelo a causa de tan violentas arremetidas. Él cae conmigo, sin dejar de garcharme. Mete y saca, mete y saca, me destroza a puro pijazo. Impacta todo su cuerpo contra el mío, haciéndome gritar y arañar el parket.
Aprovechándose de ese momento de sumisión total, me la saca de la concha y me la mete por el culo. No hace falta mas lubricación que la natural, la que fluye de nuestros sexos, para que me entierre la verga bien hasta los huevos. Suelto un chillido, mezcla de dolor y placer, al sentir la potencia demoledora con que empieza a culearme.
-¡Siiiiiiii..., ahhhhhh..., siiiiiiiiii..., ahhhhhhh...!- mis gemidos y jadeos se intensifican al ritmo de sus embestidas.
La siento toda; dura, jugosa, caliente, palpitando de furia.
Gustavo me taladra con una pericia extraordinaria, me hace ver las estrellas, las galaxias y todas las constelaciones con cada ensarte. Ya me había dado sobradas pruebas de su habilidad en la orgía de aquel sábado, pero ahora, teniéndome a mí sola, y sin mas agujeros que perforar, me vuelve a demostrar que, en cuanto a romper culos, es todo un experto.
En un momento se queda bien abrochado a mis atributos posteriores, y entre plácidas exclamaciones me hace rodar con él por el suelo, quedando de espalda y yo sentada arriba, con toda su verga clavada adentro. Ahora soy yo la que tiene que moverse, arriba y abajo, saltando prácticamente sobre su cuerpo. La pija entra y sale con una fluidez que delata claramente lo abierto y dilatado que tengo el culo. Pero aun así, pese a la brutal apertura, disfruto intensamente cada roce, cada golpe, cada metida y sacada. Gustavo se mantiene aferrado a mi cintura, dejándome a mí todo el trabajo. Sin dejar de moverme, me empiezo a tocar, manteniendo el ritmo preciso para que acabemos juntos. Por la forma en que gruñe y jadea, por como se le pone la verga, presiento que está cerca, muy cerca. Acelero la montada y la paja, haciendo que el PAF-PAF-PAF de los cuerpos se vuelva violento y estruendoso, hasta que... ¡Ahhhhhhhh...! ¡Siiiiiiiiii...! El primer lechazo llega justo cuando mis dedos se humedecen con la miel de mi interior. Me mojo por delante y por detrás, estallando en una enloquecida sinfonía de gemidos y jadeos.
Después de aquel jueguito con la Negra, cuanto necesitaba un polvo como éste, con un hombre, y una pija de verdad, para reafirmar mi devoción y fidelidad a aquello que a lo largo de los años solo ha sabido colmarme de satisfacciones. Soy fiel a la verga, y si la Negra quiere volver a estar conmigo, no le voy a decir que no, pero tendrá que ser con un hombre de por medio. Esa será mi única condición.
Después de tremendo garche, nos duchamos y cada quien por su lado, no sin antes intercambiar números de teléfono para estar en contacto. Me fui a casa y recién entonces me di cuenta que no había regado las plantas, que era a lo que fui en primer lugar. No importa, mañana vuelvo y quizás hasta le de una oportunidad al portero.
18 comentarios - En el depto de mi amiga...
FELICITACIONES linda, excelente relato como siempre!!
Van puntines de merecido reconocimiento querida!! + 🔟
Ah...está más que claro que no se te pueden hacer encargos porque a ti "se te olviden"...jajajaja...Besos querida!!
Como.me ades para la pijaaaa nena... Sos una diosaaaaaaa...
Vesos y puntossss para este relatooooo..
Van puntos
Besos!
Entro solo a leerte a vos!