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Ella 19; yo, 48 (V)

Carolina dormía plácidamente a mi diestra.

Apenas cubierta con una bombacha de motivos adolescentes. ¡Qué hermosa pendeja tenía la suerte de admirar a mi lado! Su cuerpo era un poema. Una preciosura con hermosas tetas, abierta de piernas, conchita encantadora… Ella 19; yo, 48 (V)

Descendí para acercar mi cara a su entrepierna. ¡Qué fragancias cautivantes!: olor a flujo, sudor, piel joven… Tres horas antes habíamos gozado juntos. Con un dedo bajé suavemente la prendita íntima. Saqué mi lengua y la pasé por la vaginita depilada, y así seguí, arriba y abajo, besando, chupando, empapando con mi saliva esa vulvita. pendeja

- Papi, ¡qué hermosura como me despertás! – expresó, con su voz tan dulce.
Me detuve y regresé a su costado.

- ¡Me encanta comerte…!; pero Carito, quiero hablar sinceramente con vos… - le dije, con expresión seria.

Ella se incorporó, mirándome con preocupación.

- ¿Qué pasa?; ¿hice algo mal?

- ¡No amorcito!, ¡estoy feliz con vos!; se trata de mi… - respondí.

- No entiendo…

- Hace dos semanas que te quedaste a vivir conmigo, y en lugar de ocupar tu dormitorio, tu cama, te acostás a mi lado…

- Ahhh, es eso…; estás incómodo, querés dormir solo…; entiendo: querés tu privacidad… Estás cansado de mí… - balbuceó Carolina, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

- ¿Qué decís?, ¡nada que ver!; ¡me encanta que duermas conmigo!; cada día te deseo, te quiero más…

- ¿Entonces?, entiendo menos…

- Vos dijiste una palabra, esa es la única cierta…

- ¿Cuál?

- Cansado…; en realidad, cansancio…; pero no de vos…

Carolina apoyó la espalda contra la pared, estiró sus piernas, me miró fijamente y comenzó a reírse.

- ¿De qué te reís? – le pregunté.

- ¡Ja, jaja, jaja…!; perdóname, ahora entiendo… ¡Y sos un tonto!; ¡por eso me río! –respondió.

- Ahora no entiendo yo; explícame…

- ¡Qué no me importa si no la tenés siempre dura!

Me dejó con la boca abierta. Y aún sorprendido por las palabras de la preciosa piba, la boca abierta, pero de ella, fue hasta mi pija blandita y la chupó. Apenas instantes, pues luego me dijo:orgasmo

- ¿Ves?; la tenés chiquita ahora; me doy cuenta que así no podés metérmela; cuando está toda parada, dura, me volvés loca… Pero también me encanta lamerla blandita… Y vos sabés bien que podés hacerme acabar cuando me besás y chupas mi lengua, ni te digo cuando me chupas la conchita… Entonces, ¿cuál es el problema? – explicó con impecable lógica.

El problema, para mi radicaba en la belleza de Carolina.

Aún me parecía increíble que un hombre de 48 años tuviese la fortuna de estar con una hermosa nena de 19 años, bonita carita, rasgos aniñados y suaves, ojos grandes, color miel, de mirada inocente y pícara, graciosa naricita respingada, labios carnosos, siempre sonrientes. Y delgada, cuerpito duro y delicado, piernas de muslos firmes, pechos deliciosamente pequeños, conchita suave y sabrosa, un culito para delirar…

El primer día que estuvo en mi casa cogimos cinco veces. Al otro día, cuatro. El tercer día, tras dos agotadoras cogidas, tomé una pastillita azul. De ese modo pude otra vez. A la mañana, antes de irme a trabajar, Carolina me montaba. Sus orgasmos eran múltiples. Al llegar a la tarde, la encontraba desnuda, recién bañada, y me llevaba a la cama; A la noche, quería de nuevo. Iba al baño, tomaba la píldora, y así lograba gozar con ella. Pero me di cuenta del peligro para mi salud de tanto sexo y pastilla.

Esta situación era la razón de mi angustia. Despertaba y dormía junto a una mujer bellísima, sensual, caliente, vital, juvenil, enérgicamente dispuesta a dar y recibir sexo sin tapujos. Advertía claramente que no podía seguirle el ritmo. Y entonces temía que ella, insatisfecha, me abandonase.

La propuesta de la nena

- Tengo una idea, ¿te la cuento? – consultó Carolina, sacándome de mis cavilaciones.

- Claro, contame…

- Vestime sexy…

- ¿Querés que te compré ropa?

- Ropa no; lencería… A mí me encanta, y a vos te va a excitar más que verme desnuda. Vamos a coger cuando vos estés con todo, sin pastillas… Sólo te voy a pedir que, si te gusta como me verás, me besés, me lamás, me chupés… ¿Te parece?

- ¡Me parece estupendo!; ¿y qué querés que te compre?

- Primero, tomame las medidas…

Fui hasta el cuarto donde guardaba herramientas. Encontré la cinta métrica. Le pedí que se parase y diese vuelta, dándome su espalda. Me coloqué detrás suyo y medí sus preciosos senos, ombligo, colita, pies.

- Tenés 86 de busto, 59 de cintura y 89 de cadera… concha

Al otro día libre, con las medidas tomadas a Carolina, fui hasta el shopping, a un coqueto negocio de lencería. Además de cinco juegos de tanguitas y corpiños - todos de seda, transparentes, colores blanco, rojo, negro, rosa y dorado- adquirí dos baby doll, de encaje, negro y rojo, y medias caladas. Al salir de allí entré en una perfumería y compré “The one”, de Dolce & Gabbana. En una zapatería elegí compré dos pares de sandalias taco alto y dos sandalias bajas.

Llegué a casa, Carolina dormía. Coloqué todos los paquetes sobre la cama, a sus costados.
Salí de la habitación, cerré la puerta y fui a trabajar en la computadora del living. Veinte minutos después sentí una exquisita fragancia. Y la vi.

Sobre los tacos, la piba alcanzaba el metro ochenta de estatura. Sus largas piernas estaban lujuriosamente enaltecidas con las medias negras con liga. Una diminuta tanguita y un delicado corpiño dejaban verse bajo un baby doll blanco.

- ¿Cómo estoy? – me preguntó, coqueta, girando su cuerpazo.

Mi única respuesta fue ir hacia ella, arrodillarme y buscar con mis labios anhelantes su entrepierna. Besé la seda sobre el tajito de su conchita deliciosa. La telita se humedeció.

¡Qué fragancias cautivantes!; olores a perfume, piel joven, sabrosos juguitos de pendeja… Mi lengua pasó por la seda, y así seguí, arriba, abajo, costados, besando, chupando, mordisqueando…

- Papi…, esperá; déjame acostarme en el sillón… - logró decir, mientras se sacó la tanguita.

Y me ofreció todo su encanto.Clitoris

En pocos minutos la vagina de Carolina comenzó a largar más fluidos sexuales; delicadamente busqué con mi lengua el clítoris. Estaba duro. Lo mordí, suavemente. La bella gimió, gozando. Bebí todos sus orgasmos.

(Continúa)

5 comentarios - Ella 19; yo, 48 (V)

pacovader
Suertudo. Te envidio. 😀
chechabon
El sueño de todo viejo ananá muy bueno