Segunda parte y final del relato conjunto con @Pervberto
Para leer la primera parte http://www.poringa.net/posts/relatos/2726741/Encuentro-entre-la-tierra-y-el-mar-primera-parte.html
Sumergido a medias en las aguas y totalmente en la fascinación que le producía la hermosa criatura, un ramalazo de conciencia y un incontenible impulso carnal lo hicieron reaccionar. Cleo le dio la espalda y el sensual movimiento que producían su cintura y la brillante envoltura de sus caderas lo hipnotizaron. Comenzó a deslizar su mano suavemente, desde el nacimiento de la nuca a lo largo de la dulce espalda, rumbo al sur, por la estrecha quebrada que comenzaba a dibujarse entre las procelosas montañas cubiertas de escamas.
Intrusión impura, transgresión de los límites de la realidad, invasión humana al terreno de la más sensual criatura mitológica.
Alentado por los resultados de su tímida exploración, y estimulado por el movimiento de las aguas que burbujeaban con mayor intensidad, se arrimó a ella siempre desde atrás y comenzó a besarla, sin prisa, sin pausa mientras sus manos pasaron al frente buscando, explorando arriba y adelante, prendido a los gloriosos senos, que tenían la perfecta medida del hueco de sus manos.
El agua comenzó a brillar al tiempo que las plateadas escamas se desprendían del cuerpo de la sirena. El aire se vio invadido de gemidos, jadeos, la carne deseosa de ambos. Cleo permanecía en trance, sus manos quietas, su actitud expectante, inflamada su piel con cada caricia. ¡Ella estaba convertida en una granada a punto de estallar!
Él se apartó apenas, desde atrás contempló a la bella que ahora yacía arrodillada; mágicamente, dos temblorosas piernas buscaban ahora un apoyo en el fondo rocoso, transformando su cuerpo completamente en el de una mujer. ¿Una mujer? ¡Pobre expresión del lenguaje para referirse a aquella criatura de inaudita belleza!
Con la sangre helada por el susto y caliente por el contacto, él decidió que la suerte estaba echada y que se salvaría de los peligros más allá actuando como un buen amante. Y, si no se salvaba, iba a hacer que valiese la pena.
La mano derecha de él hombre continuó su viaje hasta el pozo de las delicias, la planicie intermedia, los pliegues milagrosos, la cálida caverna del placer. La izquierda resbalaba, frotaba, pellizcaba, agarraba como agarraría un náufrago su último tablón.
Sin poder contener su emoción y su calentura el hombre profería tiernas obscenidades, frases de embrujada lujuria.
– No entiendo bien las palabras humanas que me llegan en susurros a mi oído cuando tu boca interrumpe los mordiscos en mi cuello –le decía ella –, pero ese murmullo me lleva al límite de la resistencia.
– Te estoy poseyendo con elegantes obscenidades, Cleo: "¡Voy a invadirte, a rendirme, a someterte, a entregarme, a penetrar tus carnes lascivas, a permitirte que me engullas y me bebas!”
- Sigo sin entender y no quiero adivinar. Prefiero la sorpresa, prefiero la pasión sin sentido, prefiero que se me insinúe una tormenta de sensaciones, aunque no se me niegue el significado.
Él siguió alternando obscenidades mal descifradas con mordisconcitos en la oreja, con soplidos, con su lengua lengüetazos al oído. Se colocó en posición para penetrarla, empujó apenas el glande contra la abertura que iba dibujando, la carne latía, se enrojecía, vibraba…
Sin atreverse a penetrarla se detuvo, ella se inclinó hacia atrás apoyándose en la pelvis armada.
– No esperes, no pidas permiso, ahora – casi le ordenó Cleo, temblando.
El empujó con la lentitud inexorable de la lava arrasadora. Su mano derecha recorría las curvas por adelante, llegando a los vellos, que en su suave aspereza muestran la frontera y el camino. Los brazos masculinos rodearon por completo la cintura, apretando, empujando, inmovilizando a la criatura mientras las carnes, la humana y la de leyenda, se mezclaban y se fundían.
Él apretaba, empujaba, tocaba, entraba y salía desaforadamente. Ella sentía dolor y placer, sed de más, para contener sus aullidos mordió salvajemente los brazos que la oprimían, más la estrujaban y oprimían los brazos, más fuerte y más intensa era la invasión. El dolor provocado por los mordiscones, exacerbó más al humano, que no soltaba a su presa, desafiándola a morder más fuerte mientras entraba y salía más rápido, devolviendo la sublime violencia con movimientos más fuertes de la pelvis.
Las aguas bullían, cuando la Sirena alcanzó el clímax, gritó sus líneas del aria de los placeres y cantó, cantó, cantó… El se desbordó y se deshizo llenándola con su semen terrenal, uniendo tierra y agua, cielo e infierno, pecado y encantamiento.
Al separarse los cuerpos, ella giró a besarlo en la boca y mientras las aguas perdían su brillo, la bella recuperaba su forma habitual, se sumergió y dando un coletazo desapareció de su vista.
Al otro día, se levantó tarde. No sabía bien cómo había llegado hasta su cabaña pero el recuerdo de la aventura abrumaba su pensamiento y se delataba en marcas en su cuerpo, producto de roces en las rocas, de dientes sobrenaturales, de arañazos mitológicos.
Fue hasta la playa a procurarse un desayuno. Saludó de lejos al barman pero no tuvo coraje para confiarle que sus predicciones se habían cumplido. Se quedó embobado mirando el mar, como si eso bastase para revivir lo que había pasado al ponerse el sol. Una joven, a la que no miró, le trajo un café y algo para saciar la trivial hambre de su cuerpo. ¡Otras eran sus apetencias!, pensó y siguió mirando el mar…
En eso, la grave voz del barman lo sacó de su ensimismamiento:
– ¡Necesito su ayuda, Cleo!
Se dio vuelta en su silla con un salto. Una bella joven se alejaba haciéndole un gesto con la mano como una aleta moviéndose
Para leer la primera parte http://www.poringa.net/posts/relatos/2726741/Encuentro-entre-la-tierra-y-el-mar-primera-parte.html
Sumergido a medias en las aguas y totalmente en la fascinación que le producía la hermosa criatura, un ramalazo de conciencia y un incontenible impulso carnal lo hicieron reaccionar. Cleo le dio la espalda y el sensual movimiento que producían su cintura y la brillante envoltura de sus caderas lo hipnotizaron. Comenzó a deslizar su mano suavemente, desde el nacimiento de la nuca a lo largo de la dulce espalda, rumbo al sur, por la estrecha quebrada que comenzaba a dibujarse entre las procelosas montañas cubiertas de escamas.
Intrusión impura, transgresión de los límites de la realidad, invasión humana al terreno de la más sensual criatura mitológica.
Alentado por los resultados de su tímida exploración, y estimulado por el movimiento de las aguas que burbujeaban con mayor intensidad, se arrimó a ella siempre desde atrás y comenzó a besarla, sin prisa, sin pausa mientras sus manos pasaron al frente buscando, explorando arriba y adelante, prendido a los gloriosos senos, que tenían la perfecta medida del hueco de sus manos.
El agua comenzó a brillar al tiempo que las plateadas escamas se desprendían del cuerpo de la sirena. El aire se vio invadido de gemidos, jadeos, la carne deseosa de ambos. Cleo permanecía en trance, sus manos quietas, su actitud expectante, inflamada su piel con cada caricia. ¡Ella estaba convertida en una granada a punto de estallar!
Él se apartó apenas, desde atrás contempló a la bella que ahora yacía arrodillada; mágicamente, dos temblorosas piernas buscaban ahora un apoyo en el fondo rocoso, transformando su cuerpo completamente en el de una mujer. ¿Una mujer? ¡Pobre expresión del lenguaje para referirse a aquella criatura de inaudita belleza!
Con la sangre helada por el susto y caliente por el contacto, él decidió que la suerte estaba echada y que se salvaría de los peligros más allá actuando como un buen amante. Y, si no se salvaba, iba a hacer que valiese la pena.
La mano derecha de él hombre continuó su viaje hasta el pozo de las delicias, la planicie intermedia, los pliegues milagrosos, la cálida caverna del placer. La izquierda resbalaba, frotaba, pellizcaba, agarraba como agarraría un náufrago su último tablón.
Sin poder contener su emoción y su calentura el hombre profería tiernas obscenidades, frases de embrujada lujuria.
– No entiendo bien las palabras humanas que me llegan en susurros a mi oído cuando tu boca interrumpe los mordiscos en mi cuello –le decía ella –, pero ese murmullo me lleva al límite de la resistencia.
– Te estoy poseyendo con elegantes obscenidades, Cleo: "¡Voy a invadirte, a rendirme, a someterte, a entregarme, a penetrar tus carnes lascivas, a permitirte que me engullas y me bebas!”
- Sigo sin entender y no quiero adivinar. Prefiero la sorpresa, prefiero la pasión sin sentido, prefiero que se me insinúe una tormenta de sensaciones, aunque no se me niegue el significado.
Él siguió alternando obscenidades mal descifradas con mordisconcitos en la oreja, con soplidos, con su lengua lengüetazos al oído. Se colocó en posición para penetrarla, empujó apenas el glande contra la abertura que iba dibujando, la carne latía, se enrojecía, vibraba…
Sin atreverse a penetrarla se detuvo, ella se inclinó hacia atrás apoyándose en la pelvis armada.
– No esperes, no pidas permiso, ahora – casi le ordenó Cleo, temblando.
El empujó con la lentitud inexorable de la lava arrasadora. Su mano derecha recorría las curvas por adelante, llegando a los vellos, que en su suave aspereza muestran la frontera y el camino. Los brazos masculinos rodearon por completo la cintura, apretando, empujando, inmovilizando a la criatura mientras las carnes, la humana y la de leyenda, se mezclaban y se fundían.
Él apretaba, empujaba, tocaba, entraba y salía desaforadamente. Ella sentía dolor y placer, sed de más, para contener sus aullidos mordió salvajemente los brazos que la oprimían, más la estrujaban y oprimían los brazos, más fuerte y más intensa era la invasión. El dolor provocado por los mordiscones, exacerbó más al humano, que no soltaba a su presa, desafiándola a morder más fuerte mientras entraba y salía más rápido, devolviendo la sublime violencia con movimientos más fuertes de la pelvis.
Las aguas bullían, cuando la Sirena alcanzó el clímax, gritó sus líneas del aria de los placeres y cantó, cantó, cantó… El se desbordó y se deshizo llenándola con su semen terrenal, uniendo tierra y agua, cielo e infierno, pecado y encantamiento.
Al separarse los cuerpos, ella giró a besarlo en la boca y mientras las aguas perdían su brillo, la bella recuperaba su forma habitual, se sumergió y dando un coletazo desapareció de su vista.
Al otro día, se levantó tarde. No sabía bien cómo había llegado hasta su cabaña pero el recuerdo de la aventura abrumaba su pensamiento y se delataba en marcas en su cuerpo, producto de roces en las rocas, de dientes sobrenaturales, de arañazos mitológicos.
Fue hasta la playa a procurarse un desayuno. Saludó de lejos al barman pero no tuvo coraje para confiarle que sus predicciones se habían cumplido. Se quedó embobado mirando el mar, como si eso bastase para revivir lo que había pasado al ponerse el sol. Una joven, a la que no miró, le trajo un café y algo para saciar la trivial hambre de su cuerpo. ¡Otras eran sus apetencias!, pensó y siguió mirando el mar…
En eso, la grave voz del barman lo sacó de su ensimismamiento:
– ¡Necesito su ayuda, Cleo!
Se dio vuelta en su silla con un salto. Una bella joven se alejaba haciéndole un gesto con la mano como una aleta moviéndose
14 comentarios - Encuentro entre la tierra y el mar (final)
Muy caliente el polvo "mitológico" !!!
Habrá sido verdad o fantasía producida por el exceso del alcohol servido por una bella camarera? 😉 😉 😉
Gracias por compartir.
Angie te deja Besos y Lamiditas !!!
La mejor forma de agradecer la buena onda que se recibe es comentando, al menos al que te comenta. Yo comenté tu post, vos comentaste el mío?
Compartamos, comentemos, apoyemos, hagamos cada vez mejor esta maravillosa Comunidad !!!
Que excitante, es buenisimo amiga. FELICITACIONES!! 🌹 👏 👏 👏
Van puntines de reconocimiento y reco querida!! ❤️ ❤️ 😘 😘 + 🔟
👏 👏 👏
En eso, la grave voz del barman lo sacó de su ensimismamiento:
– ¡Necesito su ayuda, Cleo! "
La próxima vez me tiro al agua sin el patito ...... Aplauso , medalla y beso !!!
Excelente, felicitaciones a ambos 👏 👏 👏 👏 👏
Espectacular My Lady!!!