Griselda es una mujer que siempre estuvo presente en etapas fundamentales de mi vida. Fue la primera que me chupó la pija (a los 12 años), la primera que cogí, la que me recibía cada vez que volvía a mi pueblo de la colimba, la que me sacaba toda la leche, la primera que me hizo comprender que dejarse tocar el culo no es de gay, sino que es una práctica para aumentar el goce. Tema éste que discutimos mil veces con algunos amigos, que por supuesto se pierden la ocasión de disfrutar.
Después me fui a vivir a la Capital, ella se casó, y durante varios años apenas si sabíamos uno del otro. Un día la encontré en mi ciudad, me dijo que se había separado, nos acostamos una o dos veces, nada especial.
Hasta que un día me vino con una novedad. En una página virtual en la que chateaba, se encontró con un travesti que quería sexo con un matrimonio. Como ella se ratoneaba mucho con el travesti, me preguntó si no quería hacerme pasar por su marido. Fuimos a un ciber, entró a la página, me mostró al travesti, la verdad es que me encantó, era absolutamente femenina. Las condiciones eran que ella quería ser penetrada por él, su amigo quería ser penetrado por un hombre, y Griselda quería saber si yo estaba de acuerdo con esas condiciones. Me prometió que también cogería conmigo, y la situación me dio cierto morbo, por lo que acepté ese juego. El travesti (Daniela) era masajista, y tenía camilla en su departamento, donde aceptamos encontrarnos. Así es que un viernes por la noche fuimos, tomamos una botellita de champán, comenzamos a dejar ganarnos por cierta euforia pecaminosa. Y ella comenzó a manosear a Daniela, comenzaron a besarse, quería que yo participe, pero a mí me gustaba la idea de seguir viendo una porno que pasaban por una gigantesca pantalla.
Gemido va, gemido viene, Daniela penetró a Griselda, ambas demostraban su placer, y yo pensé que la función había concluido, más allá de que estaba comenzando a calentarme. Daniela me pregunta si no quiero masajes.
Le digo que sí, me brinda una mirada coqueta y me dice que mejor empecemos. La sesión de masaje empieza normal (como todas imagino) la mina tenía las manos increíbles, parecía el toque de un ángel, cuando está empezando a relajarme siento que me roza con sus bolas, note que tenía un leve erección, me hice el desentendido y ella continuó masajeándome la espalda como si nada, mientras yo pensaba: “ojala que no pida darme la vuelta, se me va notar”.
Pasan unos segundos y me masajea la cola, como que se le escapa un dedo y me roza las bolas, con eso quedé loco, luego de eso pide que me dé la vuelta, con un poco de vergüenza le digo que estoy un poco excitado con la situación, ella se ríe y me dice que no me preocupe, aunque no es muy común. Le hago caso, casi por casualidad me cuelga un brazo y le toco el paquete con una mano, ella me queda mirando y me dice:
- La sesión dura una hora, si quieres probar tenemos cerca de 40 minutos más, pero vos sos el que tiene que decidir cómo seguimos.
No espere que me invitara de nuevo y agarre firmemente ese pedazo de carne hermoso, empecé a pajearla mientras ella chupaba las bolas mientras tenía mi pija en sus manos. Me bajó de la camilla y se arrodilló frente a mí, me chupaba con fuerza y convicción, tenía unos labios hermosos, diseñados para chupar, mientras hacía esto me metía un dedo en el culo y yo guiaba sus movimientos con las manos. Estaba en el cielo, se pone de pie y se saca la bata, saltan un par de tetas hermosas, me fui de cabeza a chuparlos que delicia de tetas. Mientras Griselda dormía, Daniela me lleva de la mano a un pequeño sofá, me sienta y sigue chupando, luego se sienta sobre mí, finalmente pude comerme ese culo hermoso que tenía frente a mí, cabalgaba con fuerza mientras yo seguía jugando con esas tetas hermosas, la sentía gemir y gritar como loca, estaba como poseída. No pasa mucho para que acabe dentro de culo, llenando sus cavidades con mis jugos. Ella me mira y me dice: “Ahora me toca a mí, date la vuelta que quiero comerme ese culito hermoso que tenés”.
Le digo que no, que no estoy decidido, mientras me paro ella aprovecha para limpiarme con su lengua, me chupa hasta la última gota. Luego me pone en cuatro, me chupa el culo mientras me mete un dedo, luego dos; yo casi le imploraba que me la metiera, pero sabía que era una barrera que no quería pasar. Pasaron unos segundos, siguió chupando, yo seguí gozando, comenzó a masturbarme hasta que me hizo acabar, aunque notaba que se había quedado con ganas de entrarme. Luego nos quedamos abrazados unos momentos, ella vuelve a chuparme la pija, me pide que le chupe las tetas, cosa que hago, veo que su pija está muy erguida, justo viene Griselda, que se acerca por más, y comenzó a cojerla nuevamente a ella.
Cuando nos vamos, nos despedimos con un beso apasionado. Por lejos el mejor masaje que me han dado. Desde esa vez no la vi más, a veces me pregunto si yo también me quedé con ganas de ser penetrado. Por ahora solo me resta esperar la próxima oportunidad de tener otra experiencia como esta, quien sabe. Una parte de este relato es fantasía, hay otra que es verdadera. Tal vez vos, que lees esta historia, quieras ser protagonista de una nueva aventura.
Después me fui a vivir a la Capital, ella se casó, y durante varios años apenas si sabíamos uno del otro. Un día la encontré en mi ciudad, me dijo que se había separado, nos acostamos una o dos veces, nada especial.
Hasta que un día me vino con una novedad. En una página virtual en la que chateaba, se encontró con un travesti que quería sexo con un matrimonio. Como ella se ratoneaba mucho con el travesti, me preguntó si no quería hacerme pasar por su marido. Fuimos a un ciber, entró a la página, me mostró al travesti, la verdad es que me encantó, era absolutamente femenina. Las condiciones eran que ella quería ser penetrada por él, su amigo quería ser penetrado por un hombre, y Griselda quería saber si yo estaba de acuerdo con esas condiciones. Me prometió que también cogería conmigo, y la situación me dio cierto morbo, por lo que acepté ese juego. El travesti (Daniela) era masajista, y tenía camilla en su departamento, donde aceptamos encontrarnos. Así es que un viernes por la noche fuimos, tomamos una botellita de champán, comenzamos a dejar ganarnos por cierta euforia pecaminosa. Y ella comenzó a manosear a Daniela, comenzaron a besarse, quería que yo participe, pero a mí me gustaba la idea de seguir viendo una porno que pasaban por una gigantesca pantalla.
Gemido va, gemido viene, Daniela penetró a Griselda, ambas demostraban su placer, y yo pensé que la función había concluido, más allá de que estaba comenzando a calentarme. Daniela me pregunta si no quiero masajes.
Le digo que sí, me brinda una mirada coqueta y me dice que mejor empecemos. La sesión de masaje empieza normal (como todas imagino) la mina tenía las manos increíbles, parecía el toque de un ángel, cuando está empezando a relajarme siento que me roza con sus bolas, note que tenía un leve erección, me hice el desentendido y ella continuó masajeándome la espalda como si nada, mientras yo pensaba: “ojala que no pida darme la vuelta, se me va notar”.
Pasan unos segundos y me masajea la cola, como que se le escapa un dedo y me roza las bolas, con eso quedé loco, luego de eso pide que me dé la vuelta, con un poco de vergüenza le digo que estoy un poco excitado con la situación, ella se ríe y me dice que no me preocupe, aunque no es muy común. Le hago caso, casi por casualidad me cuelga un brazo y le toco el paquete con una mano, ella me queda mirando y me dice:
- La sesión dura una hora, si quieres probar tenemos cerca de 40 minutos más, pero vos sos el que tiene que decidir cómo seguimos.
No espere que me invitara de nuevo y agarre firmemente ese pedazo de carne hermoso, empecé a pajearla mientras ella chupaba las bolas mientras tenía mi pija en sus manos. Me bajó de la camilla y se arrodilló frente a mí, me chupaba con fuerza y convicción, tenía unos labios hermosos, diseñados para chupar, mientras hacía esto me metía un dedo en el culo y yo guiaba sus movimientos con las manos. Estaba en el cielo, se pone de pie y se saca la bata, saltan un par de tetas hermosas, me fui de cabeza a chuparlos que delicia de tetas. Mientras Griselda dormía, Daniela me lleva de la mano a un pequeño sofá, me sienta y sigue chupando, luego se sienta sobre mí, finalmente pude comerme ese culo hermoso que tenía frente a mí, cabalgaba con fuerza mientras yo seguía jugando con esas tetas hermosas, la sentía gemir y gritar como loca, estaba como poseída. No pasa mucho para que acabe dentro de culo, llenando sus cavidades con mis jugos. Ella me mira y me dice: “Ahora me toca a mí, date la vuelta que quiero comerme ese culito hermoso que tenés”.
Le digo que no, que no estoy decidido, mientras me paro ella aprovecha para limpiarme con su lengua, me chupa hasta la última gota. Luego me pone en cuatro, me chupa el culo mientras me mete un dedo, luego dos; yo casi le imploraba que me la metiera, pero sabía que era una barrera que no quería pasar. Pasaron unos segundos, siguió chupando, yo seguí gozando, comenzó a masturbarme hasta que me hizo acabar, aunque notaba que se había quedado con ganas de entrarme. Luego nos quedamos abrazados unos momentos, ella vuelve a chuparme la pija, me pide que le chupe las tetas, cosa que hago, veo que su pija está muy erguida, justo viene Griselda, que se acerca por más, y comenzó a cojerla nuevamente a ella.
Cuando nos vamos, nos despedimos con un beso apasionado. Por lejos el mejor masaje que me han dado. Desde esa vez no la vi más, a veces me pregunto si yo también me quedé con ganas de ser penetrado. Por ahora solo me resta esperar la próxima oportunidad de tener otra experiencia como esta, quien sabe. Una parte de este relato es fantasía, hay otra que es verdadera. Tal vez vos, que lees esta historia, quieras ser protagonista de una nueva aventura.
6 comentarios - Masajes con Daniela, sexo con Griselda