El sábado, luego de salir de la oficina, Mario me pasa a buscar por la esquina convenida. Medrano y Rivadavia, ahora que ya pasó lo puedo decir.
Me subo al taxi por el lado del acompañante y lo saludo con un beso en la mejilla.
-¡Epa! Que mezquina estás con tus besos- se queja ante mi frialdad al saludarlo.
Si bien ya habíamos tenido un par de encuentros por demás intensos y fogosos, lo cierto es que todavía no lo consideraba un amante fijo. Sabía poco de él,apenas que está casado y tiene dos hijos, y la verdad es que no quería saber más.Para mí es solo un "amigarch", un amigo para garchar, con eso me basta, así que para mantenerlo contento le doy un jugoso y prometedor beso de lengua.
-Así está mejor, ¿no te parece?- me dice luego de acceder a su reclamo. Recién entonces nos ponemos en marcha.
Mi amiga vive en Caballito, a un par de cuadras de la estación "Primera Junta", así que no tardamos mucho en llegar.
En el departamento ya nos está esperando con Gustavo, su amante.
Según las pocas referencias que me había dado, 35 años, casado, ingeniero agrónomo, adicto a hacerle el culo. También, pese a haber parido dos hijos y pasar largamente las tres décadas, la Negra esta todavía como para ser la cola REEF del verano. ¿Qué tipo no querría hacérsela? Además, después de tener a su segundo hijo, se hizo las gomas, por lo que Mario estaba como una moto desde el mismo momento en que vio sus fotos en mi Facebook.
-¡Mirá como estoy!- me había dicho en el auto, mostrándome el paquetazo que tenía entre las piernas -Si a tu amiga no le hago trillizos, le paso raspando-
-Sino se los haces a ella, hacémelos a mí- le había dicho yo, acariciando tan furibunda erección.
Tras las presentaciones de rigor y los saludos, compartimos un delicioso almuerzo matizado con unas cuantas botellas de vino. Resultaba ciertamente curioso estar ahí, como dos parejas amigas, compartiendo un momento de distensión, sabiendo que en pocos minutos estaríamos los unos sobre los otros, cogiendo como animales en celo.
Los chicos hablaban de fútbol (¡cuando no!), y nosotras nos poníamos al día contándonos los últimos chimentos de las amistades que tenemos en común. Hasta que llegó el momento del brindis.
-Porqué la pasemos bien, y que esto sea apenas el inicio de una linda amistad... una amistad de cuatro, jaja- declama la anfitriona, ya algo achispada, con su copa en alto.
Bebe un sorbo del champán y le da un beso a su hombre, apenas un pico, recordé entonces lo que me había dicho en alguna charla, que no besaba a sus amantes,luego se acerca al mío y le da otro pico. Mario, que no es ningún lenteja, no pierde el tiempo y le mete mano, ocupándose con una mano de su culo y con la otra de sus tetas.
Gustavo viene hacia mí y, con similar entusiasmo, me come la boca. Al principio como que me cuesta soltarme, pero para cuando la calentura empieza a hacer lo suyo, soy yo la que le come la boca a él. Yo sí beso a mis amantes.
Mientras nos besamos estoy con los ojos cerrados, disfrutando la lujuria y el morbo que sus labios me transmiten. Para cuando los abro, mi amiga ya le está chupando la pija a Mario. No besará a sus amantes, pero como se las chupa la muy turra, se la está devorando. Y eso que el tachero la tiene gorda, pero la comilona de mi amiga se la mastica sin problemas.
Para no ser menos, me pongo de rodillas y empiezo a desabrocharle el pantalón a Gustavo. Él me deja hacer, disfrutando toda esa ceremonia de avance y descubrimiento que precede al pete propiamente dicho.
-¡Mmmhhh!... que buena pija... con razón mi amiga está loca por vos- le digo al tenerla afuera, mientras se la recorro con las manos, paseándome arriba y abajo, estimulándome con esa turgencia y dureza que tanto me incita.
-Ahora parece que está loca por tu amigo- me hace notar Gustavo.
Miro hacia un costado y veo a la Negra haciéndole una soberana turca al tachero. ¡Le está sacando chispas la guacha!
No me quiero quedar atrás, así que me meto la pija de mi nuevo "amigarch" en la boca y se la chupo con avidez y fruición.
La pija de Gustavo no es grande ni chica, tiene un tamaño medio, ideal para el sexo oral, ya que te permite maniobrarla con facilidad y comértela hasta los pelos si te gusta esa sensación de ahogo que te dispensa una pija bien atracada en la garganta. A mí me gusta, así que me la como hasta los pelos. Me la devoro hasta que no puedo respirar y los ojos se me llenan de lágrimas, recién entonces se la suelto. Así me la como una y otra vez, babeándola toda. Eso a los tipos les gusta, que seamos tan golosas, y de golosa no me gana nadie.
Me saco la camisa, el corpiño y le hago también una turca, como para dejar constancia de que tal práctica no es de uso exclusivo de mi amiga. Al verme, la Negra viene hacia mí.
-¿Me convidás un poquito?- me pregunta refiriéndose al elocuente pedazo que tengo entre las tetas.
No me lo esperaba, pero igual se lo cedo. Ahora se lo pone ella entre las tetas y sigue con la turca, a su modo. Al rato lo libera y sacudiéndolo frente a mí, me dice:
-Vení, vamos a chuparla las dos juntas-
Nunca había hecho algo así, eso de chupar a dúo, pero siempre hay una primera vez. Así que me acerco, y le paso la lengua por un lado, mientras ella se la lame por el otro. Como experiencia resulta valedera, me imagino que más para un hombre, que dos minas te la chupen al mismo tiempo te debe inflar la autoestima hasta el cielo, pero por mi parte debo decir que prefiero tener una pija para mi sola y hacer con ella todo lo que se me antoje sin tener que compartir con nadie más. Pero bueno, ahí estábamos las dos, chupándosela a Gustavo; mientras una le chupaba el tronco, la otra le chupaba las bolas y viceversa. Y luego lo mismo con Mario, intercalando entre chupada y chupada algunos besitos entre nosotras. Al principio no me animaba demasiado, a eso de besuquearme con mi amiga, pero cuando nuestros machos empezaron a cebarnos, como que ya no pude oponerme.
Nací para complacer, así que dejando de lado la pija que me ocupa, me acerco a mi amiga y la beso en la boca. No sé si a ella le gustó tanto como a mí, pero enseguida estábamos chuponeándonos con jugoso entusiasmo, con labios, lengua y hasta encías, compartiendo entre nosotras el sabor viril de nuestros hombres.
Cuando nos separamos, nos quedamos mirando y nos echamos a reír. Ya tuve experiencias con mujeres antes, y lo cierto es que prefiero a los hombres, ya saben, un pelo de pija tira más que..., pero el beso de mi amiga...
Gustavo interrumpe aquel momentáneo idilio interponiendo su pija entre ambas, así que volvemos a chupársela a dúo, lo mismo con Mario, asegurándonos que estén bien armados para proporcionarnos la satisfacción que tanto necesitamos.
En cierto momento Gustavo me agarra de los brazos, me levanta de un tirón y me arroja de espalda al sofá. Ya estoy desnuda, así que caigo con las piernas hacia arriba, la concha abierta, destilando pura calentura. El macho de mi amiga se me echa encima, se mete entre mis muslos y se pone a chuparme con una pericia extraordinaria. Grito, me sacudo, me retuerzo de placer ante los mil y un arabescos que su lengua delinea en ni intimidad. Mario hace lo mismo con la Negra, o al menos eso intuyo, ya que la escucho gritar muy cerca mío. Es tanto el placer que su amante me proporciona con la boca, que apenas puedo abrir los ojos, y cuando lo hago, los tengo empañados en lágrimas.
De pronto deja de chuparme, me levanta en andas y me transporta hacia la mesa en la que acabamos de almorzar. Despeja una esquina de la misma y me sienta en ella, se ubica entre mis piernas y me pasea la verga por toda la concha. Estoy chorreando, pero no me la mete, solo me la hace sentir.
-¡Dale..., dámela..., dámela toda...!- le pido casi desesperada. Y si, en momentos como esos la dignidad es lo primero que se pierde.
-¿La querés toda?- me pregunta, haciéndomela desear más todavía, presionando el glande sobre mi hinchado y enardecido clítoris.
-¡Sí toda... dale... cogeme...!- le digo moviéndome en busca de aquello que me hace tanta falta. Ya saben, si la pija no viene a mí, yo voy a la pija.
Miro hacia un costado y veo a Mario ya montado sobre la Negra, dándole con todo,como si no tuviera fondo.
-¿Querés que te coja así, sin forro?- me pregunta Gustavo.
No había reparado en ello, Mario le está dando a mi amiga sin protección alguna, así que sí, la quiero sin forro.
-¡Si... cogeme y dejame la leche adentro!- le pido ya en el más absoluto de los delirios.
Ya no me la hace desear más, me la mete y empieza a cogerme divinamente, con un ritmo que alterna velocidad y lentitud a partes iguales. Entre suspiros de placer veo a mi amiga gozar de mi macho, y la lujuria se multiplica. Dispuesta a entregarme tal como ella lo está haciendo, enlazo las piernas alrededor de la cintura de Gustavo y me muevo con él, gozando intensamente cada una de sus acometidas. Sin dejar de cogerme, me besa, me chupa, me muerde, me lame, hasta me escupe. Está fuera de sí, sacadísimo, con los ojos desorbitados, la adrenalina a tope. Los dos estamos enloquecidos, en ese momento no somos ni hombre ni mujer, sino dos animales en celo, macho y hembra, saciando sus instintos más primarios.
Cerca de nosotros, otros dos animales, Mario y la Negra, cambian de posición. Él se sienta en el sofá y ella se le sube encima, se empala suave, pausadamente y empieza a montarlo. Sube y baja, sube y baja, sus gemidos, sus gritos de placer incendian la sala. ¿Que pensaran los vecinos?, me pregunto. El marido de viaje y ésta gritando como una descosida. Bueno, yo también grito, así que no puedo recriminarle nada. En momentos así, cuando la sensualidad flota en el ambiente como una cosa casi palpable, no soy de contenerme. Grito, pataleo, lloro,jadeo, me río... El sexo me libera, desata las ataduras que llevo la mayor parte del tiempo, permitiéndome ser lo que soy, como soy en realidad, lo que sería si me atreviera...
Dejándomela clavada bien adentro, Gustavo me levanta y cargándome en torno a su cadera me lleva hacia el sofá. Se sienta junto a Mario y...
Bueno,lo que pasó en el sofá y en algunos otros lugares de la casa de mi amiga se los cuento más tarde, para que no se haga tan largo, besitos.
Me subo al taxi por el lado del acompañante y lo saludo con un beso en la mejilla.
-¡Epa! Que mezquina estás con tus besos- se queja ante mi frialdad al saludarlo.
Si bien ya habíamos tenido un par de encuentros por demás intensos y fogosos, lo cierto es que todavía no lo consideraba un amante fijo. Sabía poco de él,apenas que está casado y tiene dos hijos, y la verdad es que no quería saber más.Para mí es solo un "amigarch", un amigo para garchar, con eso me basta, así que para mantenerlo contento le doy un jugoso y prometedor beso de lengua.
-Así está mejor, ¿no te parece?- me dice luego de acceder a su reclamo. Recién entonces nos ponemos en marcha.
Mi amiga vive en Caballito, a un par de cuadras de la estación "Primera Junta", así que no tardamos mucho en llegar.
En el departamento ya nos está esperando con Gustavo, su amante.
Según las pocas referencias que me había dado, 35 años, casado, ingeniero agrónomo, adicto a hacerle el culo. También, pese a haber parido dos hijos y pasar largamente las tres décadas, la Negra esta todavía como para ser la cola REEF del verano. ¿Qué tipo no querría hacérsela? Además, después de tener a su segundo hijo, se hizo las gomas, por lo que Mario estaba como una moto desde el mismo momento en que vio sus fotos en mi Facebook.
-¡Mirá como estoy!- me había dicho en el auto, mostrándome el paquetazo que tenía entre las piernas -Si a tu amiga no le hago trillizos, le paso raspando-
-Sino se los haces a ella, hacémelos a mí- le había dicho yo, acariciando tan furibunda erección.
Tras las presentaciones de rigor y los saludos, compartimos un delicioso almuerzo matizado con unas cuantas botellas de vino. Resultaba ciertamente curioso estar ahí, como dos parejas amigas, compartiendo un momento de distensión, sabiendo que en pocos minutos estaríamos los unos sobre los otros, cogiendo como animales en celo.
Los chicos hablaban de fútbol (¡cuando no!), y nosotras nos poníamos al día contándonos los últimos chimentos de las amistades que tenemos en común. Hasta que llegó el momento del brindis.
-Porqué la pasemos bien, y que esto sea apenas el inicio de una linda amistad... una amistad de cuatro, jaja- declama la anfitriona, ya algo achispada, con su copa en alto.
Bebe un sorbo del champán y le da un beso a su hombre, apenas un pico, recordé entonces lo que me había dicho en alguna charla, que no besaba a sus amantes,luego se acerca al mío y le da otro pico. Mario, que no es ningún lenteja, no pierde el tiempo y le mete mano, ocupándose con una mano de su culo y con la otra de sus tetas.
Gustavo viene hacia mí y, con similar entusiasmo, me come la boca. Al principio como que me cuesta soltarme, pero para cuando la calentura empieza a hacer lo suyo, soy yo la que le come la boca a él. Yo sí beso a mis amantes.
Mientras nos besamos estoy con los ojos cerrados, disfrutando la lujuria y el morbo que sus labios me transmiten. Para cuando los abro, mi amiga ya le está chupando la pija a Mario. No besará a sus amantes, pero como se las chupa la muy turra, se la está devorando. Y eso que el tachero la tiene gorda, pero la comilona de mi amiga se la mastica sin problemas.
Para no ser menos, me pongo de rodillas y empiezo a desabrocharle el pantalón a Gustavo. Él me deja hacer, disfrutando toda esa ceremonia de avance y descubrimiento que precede al pete propiamente dicho.
-¡Mmmhhh!... que buena pija... con razón mi amiga está loca por vos- le digo al tenerla afuera, mientras se la recorro con las manos, paseándome arriba y abajo, estimulándome con esa turgencia y dureza que tanto me incita.
-Ahora parece que está loca por tu amigo- me hace notar Gustavo.
Miro hacia un costado y veo a la Negra haciéndole una soberana turca al tachero. ¡Le está sacando chispas la guacha!
No me quiero quedar atrás, así que me meto la pija de mi nuevo "amigarch" en la boca y se la chupo con avidez y fruición.
La pija de Gustavo no es grande ni chica, tiene un tamaño medio, ideal para el sexo oral, ya que te permite maniobrarla con facilidad y comértela hasta los pelos si te gusta esa sensación de ahogo que te dispensa una pija bien atracada en la garganta. A mí me gusta, así que me la como hasta los pelos. Me la devoro hasta que no puedo respirar y los ojos se me llenan de lágrimas, recién entonces se la suelto. Así me la como una y otra vez, babeándola toda. Eso a los tipos les gusta, que seamos tan golosas, y de golosa no me gana nadie.
Me saco la camisa, el corpiño y le hago también una turca, como para dejar constancia de que tal práctica no es de uso exclusivo de mi amiga. Al verme, la Negra viene hacia mí.
-¿Me convidás un poquito?- me pregunta refiriéndose al elocuente pedazo que tengo entre las tetas.
No me lo esperaba, pero igual se lo cedo. Ahora se lo pone ella entre las tetas y sigue con la turca, a su modo. Al rato lo libera y sacudiéndolo frente a mí, me dice:
-Vení, vamos a chuparla las dos juntas-
Nunca había hecho algo así, eso de chupar a dúo, pero siempre hay una primera vez. Así que me acerco, y le paso la lengua por un lado, mientras ella se la lame por el otro. Como experiencia resulta valedera, me imagino que más para un hombre, que dos minas te la chupen al mismo tiempo te debe inflar la autoestima hasta el cielo, pero por mi parte debo decir que prefiero tener una pija para mi sola y hacer con ella todo lo que se me antoje sin tener que compartir con nadie más. Pero bueno, ahí estábamos las dos, chupándosela a Gustavo; mientras una le chupaba el tronco, la otra le chupaba las bolas y viceversa. Y luego lo mismo con Mario, intercalando entre chupada y chupada algunos besitos entre nosotras. Al principio no me animaba demasiado, a eso de besuquearme con mi amiga, pero cuando nuestros machos empezaron a cebarnos, como que ya no pude oponerme.
Nací para complacer, así que dejando de lado la pija que me ocupa, me acerco a mi amiga y la beso en la boca. No sé si a ella le gustó tanto como a mí, pero enseguida estábamos chuponeándonos con jugoso entusiasmo, con labios, lengua y hasta encías, compartiendo entre nosotras el sabor viril de nuestros hombres.
Cuando nos separamos, nos quedamos mirando y nos echamos a reír. Ya tuve experiencias con mujeres antes, y lo cierto es que prefiero a los hombres, ya saben, un pelo de pija tira más que..., pero el beso de mi amiga...
Gustavo interrumpe aquel momentáneo idilio interponiendo su pija entre ambas, así que volvemos a chupársela a dúo, lo mismo con Mario, asegurándonos que estén bien armados para proporcionarnos la satisfacción que tanto necesitamos.
En cierto momento Gustavo me agarra de los brazos, me levanta de un tirón y me arroja de espalda al sofá. Ya estoy desnuda, así que caigo con las piernas hacia arriba, la concha abierta, destilando pura calentura. El macho de mi amiga se me echa encima, se mete entre mis muslos y se pone a chuparme con una pericia extraordinaria. Grito, me sacudo, me retuerzo de placer ante los mil y un arabescos que su lengua delinea en ni intimidad. Mario hace lo mismo con la Negra, o al menos eso intuyo, ya que la escucho gritar muy cerca mío. Es tanto el placer que su amante me proporciona con la boca, que apenas puedo abrir los ojos, y cuando lo hago, los tengo empañados en lágrimas.
De pronto deja de chuparme, me levanta en andas y me transporta hacia la mesa en la que acabamos de almorzar. Despeja una esquina de la misma y me sienta en ella, se ubica entre mis piernas y me pasea la verga por toda la concha. Estoy chorreando, pero no me la mete, solo me la hace sentir.
-¡Dale..., dámela..., dámela toda...!- le pido casi desesperada. Y si, en momentos como esos la dignidad es lo primero que se pierde.
-¿La querés toda?- me pregunta, haciéndomela desear más todavía, presionando el glande sobre mi hinchado y enardecido clítoris.
-¡Sí toda... dale... cogeme...!- le digo moviéndome en busca de aquello que me hace tanta falta. Ya saben, si la pija no viene a mí, yo voy a la pija.
Miro hacia un costado y veo a Mario ya montado sobre la Negra, dándole con todo,como si no tuviera fondo.
-¿Querés que te coja así, sin forro?- me pregunta Gustavo.
No había reparado en ello, Mario le está dando a mi amiga sin protección alguna, así que sí, la quiero sin forro.
-¡Si... cogeme y dejame la leche adentro!- le pido ya en el más absoluto de los delirios.
Ya no me la hace desear más, me la mete y empieza a cogerme divinamente, con un ritmo que alterna velocidad y lentitud a partes iguales. Entre suspiros de placer veo a mi amiga gozar de mi macho, y la lujuria se multiplica. Dispuesta a entregarme tal como ella lo está haciendo, enlazo las piernas alrededor de la cintura de Gustavo y me muevo con él, gozando intensamente cada una de sus acometidas. Sin dejar de cogerme, me besa, me chupa, me muerde, me lame, hasta me escupe. Está fuera de sí, sacadísimo, con los ojos desorbitados, la adrenalina a tope. Los dos estamos enloquecidos, en ese momento no somos ni hombre ni mujer, sino dos animales en celo, macho y hembra, saciando sus instintos más primarios.
Cerca de nosotros, otros dos animales, Mario y la Negra, cambian de posición. Él se sienta en el sofá y ella se le sube encima, se empala suave, pausadamente y empieza a montarlo. Sube y baja, sube y baja, sus gemidos, sus gritos de placer incendian la sala. ¿Que pensaran los vecinos?, me pregunto. El marido de viaje y ésta gritando como una descosida. Bueno, yo también grito, así que no puedo recriminarle nada. En momentos así, cuando la sensualidad flota en el ambiente como una cosa casi palpable, no soy de contenerme. Grito, pataleo, lloro,jadeo, me río... El sexo me libera, desata las ataduras que llevo la mayor parte del tiempo, permitiéndome ser lo que soy, como soy en realidad, lo que sería si me atreviera...
Dejándomela clavada bien adentro, Gustavo me levanta y cargándome en torno a su cadera me lleva hacia el sofá. Se sienta junto a Mario y...
Bueno,lo que pasó en el sofá y en algunos otros lugares de la casa de mi amiga se los cuento más tarde, para que no se haga tan largo, besitos.
27 comentarios - Mi amiga, su amante, mi amante, y yo (Parte 1)
besos Misko
😃 . (quede bien calentito)
quedan las ganas de la segunda y tercera y hasta la novena parte
gracias por compartirlo... quedamos atento al resto...
besos hermosa