El día fue agotador. Había viajado desde muy temprano para llegar a San Luis a media tarde. Con el tiempo suficiente para registrarme en el hotel, dejar el bolso y salir a visitar a algunos de los clientes de la empresa, como para adelantar un poco el trabajo y lo había logrado. El resto quedaría para el día siguiente y con eso terminaría San Luis, último punto de esa gira, con lo que podría pasar una segunda noche para descansar bien y a la mañana emprender el regreso a Buenos Aires.
Estaba cansado pero contento. Eran las nueve, los negocios empezaban a cerrar de modo que busqué un lugar donde cenar algo rápido y después compré un agua mineral para tener en el hotel.
La habitación estaba en el primer piso, era modesta pero tenía lo necesario. Dos camas de una plaza, una mesa con una silla y un pequeño televisor colgado de un soporte.
Tiré el portafolios sobre una de las camas -que ya se había convertido en depósito del equipaje- prendí la TV y abrí un poco la ventana para que se ventile la habitación.
Respire una bocanada de aire fresco, aunque la vista no era la mejor. La ventana daba a un aire y luz, había un par de ventanas de otras habitaciones -desocupadas porque tenían las persianas cerradas- el ruido de la calle llegaba desde un lateral y asomándome un poco, llegué a ver las luminarias de la vereda.
Saque las cosas de perfumería del bolso, revisé el listado de clientes del día siguiente e hice un rato zapping en la TV viendo algunas noticias, tirado en la cama.
Cerré la ventana y decidí darme un buen baño. La ducha estaba espectacular, salía abundante y con mucha presión y disfruté un rato. Me sequé y salí del baño relajado. Decidí continuar el momento de relax y busqué la crema hidratante. Me tiré en la cama y me pase crema por todo el cuerpo, mientras miraba la TV, tengo la piel algo seca y siempre me gustó mantenerla suave.
Cuando terminé, busqué en el bolso esa prenda que era mi pequeño fetiche, ese ritual secreto que celebraba en la intimidad cuando viajaba solo. Una tanga blanca que usaba para dormir. Si bien salía con mujeres –de hecho en ese entonces estaba de novio- había tenido un par de experiencias como pasivo, que había disfrutado mucho y esta secreta costumbre de usar una tanga para dormir, alimentaba ese oculto e íntimo gusto.
Me la puse e inmediatamente fui a verme en el espejo que estaba en la puerta de la habitación. Siempre fui gordito y la tanga, irremediablemente se me metía en la cola. Me miré de espalda, de costado, me puse en puntas de pie, saqué un poco la cola, acomodé una y otra vez el elástico. En fin, hice todas las tonterías que uno hace frente a un espejo en estos casos, para disfrutar de una imagen que alimenta las más íntimas fantasías.
Después de unos minutos de observarme, apagué la luz grande y destapé la botella de agua mineral que estaba sobre la mesa. Tomé directamente del pico, y cuando el líquido estaba pasando por mi garganta casi me ahogo de la sorpresa al ver el reflejo.
Con la luz de mi habitación más tenue, pude ver a través de mi ventana, que la de enfrente estaba abierta y que había un tipo mirándome, mientras fumaba un cigarrillo con la luz de su cuarto apagada.
Me quedé un instante congelado, sin saber que hacer, mirándolo. El tipo sonrió y con una mano me hizo un gesto de ok juntando en un círculo sus dedos índice y pulgar.
De un salto salí de su campo visual y apagué la luz del velador y la TV. Mi habitación quedó totalmente a oscuras. Solo un mínimo reflejo que entraba desde la ventana. Me senté al borde de la cama nervioso. Mi momento de relax se había ido a la mierda.
Decidí acostarme y traté de calmarme. Imaginé que el tipo, quizá no había llegado a verme frente al espejo pero, era obvio que sí, sino no hubiera hecho el gesto que hizo.
Experimenté ese sentimiento contradictorio de vergüenza por haber sido descubierto en mi intimidad y a la vez un morboso placer de que un macho me hubiera visto así y le haya gustado. Pensé en qué pasaría al día siguiente si me cruzaba con el tipo, como reaccionar, que decir. El sueño me venció mientras pensaba en esas cosas y me quedé dormido.
La alarma del reloj me despertó y me levanté. Cuando volví del baño me quite la tanga y la guarde en su lugar oculto dentro del bolso. Me vestí rápidamente y cuando estuve listo, tomé coraje y me acerqué a la ventana. La ventana de enfrente estaba nuevamente con la persiana cerrada. Sentí alivio, quizá el tipo se había ido temprano. Bajé a desayunar y tampoco lo vi, tome un café y empecé a olvidarme del tema, mientras organizaba planillas de los clientes a visitar. Me levanté con al taza para servirme más café. El termo era de esos que hay que presionar desde arriba y largaba un chorrito miserable en cada intento. Cuando estaba llegando a completar la taza, una voz casi en un susurro me dice:
-Que pedazo de culo tenes, porque te escondiste… no me digas que te dio vergüenza?
Giré y estaba ahí, casi pegado a mí, con una taza vacía en la mano. Era el mismo tipo que me había visto por la ventana la noche anterior. No supe que decir, me quedé mudo y de los nervios sólo atiné a mostrar una risa medio estúpida.
-Me llamo Oscar –me dijo.
-Carlos –respondí casi en forma automática.
-Mirá Carlitos, hoy supuestamente concreto una venta importante. Si se cierra el trato me gustaría invitarte a cenar para celebrar, que decís?
- Gracias… pero no- fue lo primero que se me ocurrió decir y salí disparado para mi mesa.
Oscar se sirvió café, cruzo el salón y volvió a una mesa ubicada en el otro extremo donde había dejado un diario que comenzó a leer como si nada.
Ahora, a plena luz del día pude verlo bien. Tendría unos 50 años, canoso con entradas pronunciadas, de tez morocha, de aspecto viril, tenía puesto un pantalón de vestir y su camisa mostraba una pancita típica de esa edad. Parecía un tipo simpático. Siempre me ratoneaba con tipos maduros, normales. Me gusta la gente común, tanto cuando pienso en una mujer, como en un hombre. No me llaman la atención los modelos que imponen la moda o la publicidad.
Miré la hora y se me había hecho tarde, salí del salón rumbo a mis ocupaciones. Con el trajín del día me fui olvidando de la cuestión. Solo en un par de oportunidades en que paré a tomar un café, me pregunté porque no había aceptado. Después yo mismo me respondí, que había estado bien no aceptar. El tipo me había visto en tanga y le había gustado mi cola, pero por mas que la situación me generara mucho morbo, yo estaba en ese lugar por trabajo y no era buena idea mezclar las cosas y más cuando para mi es fundamental, que se mantengan ocultas.
Terminé el día agotado y cenando en el mismo lugar de la noche anterior. Llegando al hotel, volví a pensar en Oscar pero me tranquilizó no cruzármelo. Ya en la habitación me asomé a la ventana y comprobé que la suya estaba cerrada. Baje la persiana para conservar mi privacidad y me relaje. Disfrute de la ducha, me puse crema y busque mi tanga. No iba a dejar de darme ese pequeño placer por lo que había sucedido, de hecho había terminado con San Luis y era mi ultima noche solo, antes de volver a Buenos Aires donde me era más complicado darme esos gustos.
Guardé lo que ya no iba a usar en el bolso. Elegí un joggin y una remera que iba a ponerme para viajar y me tire en la cama a ver TV. Creo haberme dormido o simplemente volví en mí porque golpearon la puerta.
Me levanté y acercando el oído a la puerta pregunté –Quién es?
-Oscar, tu vecino. Abrí un minuto. -pude reconocer su voz.
Agarré el joggin y me lo puse rápidamente. Destrabé la puerta y abrí un poco la hoja
-Chan chan… éxito total se concretó la venta –me dijo, al tiempo que me mostraba una botella de champagne y dos copas. Me reí de su presentación y eso lo animó a seguir.
-Ya que no aceptaste la invitación a cenar, por lo menos brinda conmigo.
-Es que estaba acostado- dije sin mucha convicción.
-Dale brindamos y me voy, dejame celebrar que estoy contento.- Le abrí la puerta y entró. De inmediato se movió con confianza. Puso las copas en la mesa abrió la botella sin dejar escapar el corcho y sirvió las dos copas.
-Porque el verte anoche, me trajo muy buena suerte- propuso como brindis al tiempo que chocaba mi copa y largaba una carcajada.
Brindamos y como no sabia que hacer, le pregunté si quería sentarse indicándole la silla. Aceptó pero se sentó en la cama donde estaba el equipaje. Yo me senté en mi cama. Era bastante verborrágico y con el correr de la charla, más su presencia en mi habitación me desvelé completamente.
Creo que los dos nos fuimos relajando y a medida que bajaba la botella de champagne ya nos reíamos de alguna que otra anécdota que Oscar contaba.
Hábilmente me tiraba alguna indirecta entre charla y charla y yo solamente sonreía. Me contó que estaba casado, pero le encantaba cada tanto cogerse a algún tipo. La charla siguió, ambos terminamos medio recostados cada uno en una cama. Me pidió pasar al baño y cuando volvió tenía el cinturón desabrochado. Agarro las dos copas que estaban sobre la mesa de luz y las llevo hasta la mesa y vació la botella.
-Ultimo brindis de la noche- dijo mirándome y me acercó la copa pero esta vez se sentó en el borde de mi cama.
-Tenes puesta la tanguita no? – Me dijo sin vacilar y mirándome a los ojos.
-No… -respondí pero, esa respuesta no la creía nadie. Se rió, me dijo que sabía que la tenía puesta porque tarde en abrir la puerta. Me reí también y reconocí que la tenía.
Ahí empezó a desarrollar una teoría respecto del placer de darse los gustos en la intimidad y que tener vergüenza cuando hay confianza es una tontería. Etc. Etc.
Para terminar pidiéndome que se la muestre. Dijo que le había gustado mucho como me quedaba y que quería verla de cerca. Que después de eso se iría a dormir y no molestaría más.
No le costó mucho convencerme, el alcohol había ayudado a que me relajara y mientras charlábamos yo me ratoneaba pensando que tenía mi tanga puesta y que en mi habitación había un macho que me quería coger.
Me pare fui hasta la mesa, me saque el joggin, lo doble sobre la silla, acomodé el elástico de la tanga y me di vuelta para darle la espalda por unos instantes. Después riéndome volví a la cama y me metí bajo la sabana.
El no se movió de mi cama, como yo me puse medio de costado para agarrar la copa, se acomodó mejor, extendió un brazo y lo apoyo en mi cadera y me empezó a acariciar la cola, al tiempo que me decía que era vergonzoso al pedo, que tenía un orto para mostrarlo y no para esconderlo. Lo dejé hacer, apoye la copa en la mesa de luz y deje caer mi brazo, que quedó apoyado sobre su pierna. Sonriendo mientras me miraba, metió su mano en el pantalón y saco su verga. Inmediatamente se acomodó, agarró mi mano y la llevo hasta su pija para que la agarre. Lo empecé a pajear despacio en silencio, disfrutando el movimiento que, en cada ida y venida, dejaba al descubierto la cabeza de su verga, que se ponía cada vez más rojiza. Sentía en mi mano el calor de su miembro que se iba poniendo más y más duro.
-Que bien… que ganas que tenía, que pedazo de culo...- decía Oscar mientras disfrutaba de mi mano y con la suya –que ya había corrido la sábana- me agarraba y sacudía los cachetes.
Sentía mucho placer al masturbarlo, deslizar mi mano desde el tronco hasta la cabeza, que acariciaba en cada movimiento con la yema de mis dedos. El me alentaba, me preguntaba si me gustaba, me indicaba que se la apretara mas, que le acariciara las bolas.
-Esperá- me dijo en un momento y se incorporó. En un movimiento rápido se saco por completo los pantalones y el slip que quedaron arrugados en el piso.
-Correte un poco- me dijo. Como estaba, de costado me moví hacia el borde opuesto de la cama pensando que se quería acostar al lado mío. Pero en cambio, se arrodilló casi a la altura de la almohada. Acercó su verga rígida a mi cara y me ordenó –Chupamela.
Me incorporé un poco abrí mi boca y metí la cabeza de su verga dentro. Instintivamente mi lengua empezó a recorrerla. Percibía la suavidad de su glande, lo envolvía , lo oprimía con mis labios.
-Si gordito chupá…. Sabía que hoy te la iba a hacer comer- me dijo mientras sus piernas vibraban de éxtasis. Paso su mano por detrás de mi cabeza y me sostuvo la nuca y empezó a mover rítmicamente la pelvis, de modo que su verga entraba y salía de mi boca entreabierta, que la esperaba deseosa. Me afirmé de la parte de atrás de sus muslos y lo atraje hacia mí y abrí la boca lo más que pude y relajé mi garganta para poder recibir su pija entera. Sentí el temblor de placer en sus piernas.
-Te gusta la verga de papá no gordito? – Me pregunto mirándome con una sonrisa lasciva. Moví mi cabeza diciendo que sí, sin dejar de chupársela y eso lo encendió más. Me sostuvo la cabeza firmemente y empezó a mover la pelvis más rápido.
-Si te gusta mi verga comela toda… te voy a coger bien la boca primero.- Así estuvimos un buen rato, descansaba por momentos y levantaba su verga para que disfrutara de sus huevos. Yo suspiraba de placer cuando mi lengua sentía la rugosidad de sus bolas, que estaban duras e hinchadas de la excitación. Después me volvía a sostener la cabeza y me volvía a meter su pija vigorosamente. Toda putito… toda adentro… lo escuchaba decir mientras gozaba de tragar casi por completo su verga.
En un momento se paró y me dijo:-quiero cogerte ponéte en cuatro que quiero ese culo.- Se agachó y sacó un preservativo del pantalón. Le costó desenrollarlo, de tan dura que tenia la pija.
Me incorporé y me acomodé en el borde de la cama. Mientras el daba la vuelta para ponerse detrás de mí, pude agarrar el pote de crema y ponerme un poco. Cuando estuvo en posición le pedí que lo hiciera despacio. Me agarró de la cadera y me la empezó a meter despacio. Pude sentir como se deslizaba y me penetraba no pude contenerme y suspiré de placer.
-Que pedazo de culo que tenes gordi…. Que querés que te haga ahora? Pedímelo.- me dijo mientras me separaba las nalgas para ver mejor, como me la estaba metiendo.
-Vamos… animate… si ayer movías el culo frente al espejo… quiero escucharte que me lo pidas- repitió.
-Cogeme- le pedí y no solo para complacerlo. Era el deseo más íntimo que tenía en ese momento.
-Sí… eso quería escuchar- y empezó a penetrarme lentamente, hasta que me metió toda su pija. Cuando las tuve toda adentro mis piernas empezaron a temblar de nervios y placer.
-Tranquilo… aflojá ese culo… dejalo que se acostumbre a la verga de papá- Estuvo quieto un momento y lentamente empezó a moverse. Me decía que me iba a coger bien, que le gustaba mi culo grandote. Mientras me hablaba iba tomando ritmo y me iba bombeando más rápido. Me preguntaba si me gustaba que me cogiera. Yo ya en plena excitación le decía que si, que me encantaba, que me hacia gozar mucho y que quería que él gozara también. Me contestaba que estaba gozando porque me estaba rompiendo el orto. Me cogió durante un rato, no se cuanto porque el placer me hacía perder por momentos, los disfrutaba, lo recibía, lo gozaba.
En un momento mientras yo movía la cadera de placer en cada embestida, noté que se afirmó a mi cintura y empezó a bombearme mas rápido. Supe que era el momento. Doble mis brazos y quedé afirmado sobre mis codos, mi cola quedó bien parada para recibir sus pijazos.
-Si gordito puto… así… pará bien ese culo que te lo quiero llenar de leche.- Y me empezó a bombear como enloquecido, gemía, me decía que me estaba rompiendo el culo. Tuve miedo que nos escucharan pero al sentir sus bolas pegado contra mi en cada avance, no me importó. Gocé de su calentura, de cómo me sostenía, de cómo me la metía empujando mas y más, al tiempo que yo me balanceaba en contrarío para recibirlo lo más profundo posible.
Tomala toda- lo escuché decir casi en un grito. Y me sorprendí al escucharme yo mismo diciendo: Si… Oscar dame toda la leche- al tiempo que refregaba mi cola contra su pelvis y me agarraba de sus piernas, como queriendo que me dejara hasta la última gota de semen dentro mío.
Quedamos exhaustos me dejé caer hacia adelante y el cayo sobre mi espalda. Estuvimos así unos minutos. Sentía su respiración agitada que se mezclaba con la mía. Después se levantó sacándomela con delicadeza. Y se fue al baño. Cuando salió yo todavía estaba boca abajo extenuado. Mientras lo miraba como se vestía me preguntó si me había gustado. “Mucho”, le respondí. Se sonrió y antes de salir me dijo: -A mi también, desde que anoche te vi con la tanga, sabía que te iba a romper el culo-. Y después de pegarme un chirlo en la cola salió tratando de no hacer ruido.
Cuando me despertó la alarma de reloj, todavía estaba desnudo boca abajo en la cama. Me di una ducha rápida y me vestí para salir. Guarde las pocas cosas que quedaban -entre ellas la tanga blanca que había quedado tirada al costado de la cama-. No vi a Oscar en el desayuno, pero saliendo ya a la ruta, me sonreí solo en el auto, al recordar la última imagen de la habitación. La cama desordenada y sobre la mesa dos copas y una botella de champagne vacía.
Estaba cansado pero contento. Eran las nueve, los negocios empezaban a cerrar de modo que busqué un lugar donde cenar algo rápido y después compré un agua mineral para tener en el hotel.
La habitación estaba en el primer piso, era modesta pero tenía lo necesario. Dos camas de una plaza, una mesa con una silla y un pequeño televisor colgado de un soporte.
Tiré el portafolios sobre una de las camas -que ya se había convertido en depósito del equipaje- prendí la TV y abrí un poco la ventana para que se ventile la habitación.
Respire una bocanada de aire fresco, aunque la vista no era la mejor. La ventana daba a un aire y luz, había un par de ventanas de otras habitaciones -desocupadas porque tenían las persianas cerradas- el ruido de la calle llegaba desde un lateral y asomándome un poco, llegué a ver las luminarias de la vereda.
Saque las cosas de perfumería del bolso, revisé el listado de clientes del día siguiente e hice un rato zapping en la TV viendo algunas noticias, tirado en la cama.
Cerré la ventana y decidí darme un buen baño. La ducha estaba espectacular, salía abundante y con mucha presión y disfruté un rato. Me sequé y salí del baño relajado. Decidí continuar el momento de relax y busqué la crema hidratante. Me tiré en la cama y me pase crema por todo el cuerpo, mientras miraba la TV, tengo la piel algo seca y siempre me gustó mantenerla suave.
Cuando terminé, busqué en el bolso esa prenda que era mi pequeño fetiche, ese ritual secreto que celebraba en la intimidad cuando viajaba solo. Una tanga blanca que usaba para dormir. Si bien salía con mujeres –de hecho en ese entonces estaba de novio- había tenido un par de experiencias como pasivo, que había disfrutado mucho y esta secreta costumbre de usar una tanga para dormir, alimentaba ese oculto e íntimo gusto.
Me la puse e inmediatamente fui a verme en el espejo que estaba en la puerta de la habitación. Siempre fui gordito y la tanga, irremediablemente se me metía en la cola. Me miré de espalda, de costado, me puse en puntas de pie, saqué un poco la cola, acomodé una y otra vez el elástico. En fin, hice todas las tonterías que uno hace frente a un espejo en estos casos, para disfrutar de una imagen que alimenta las más íntimas fantasías.
Después de unos minutos de observarme, apagué la luz grande y destapé la botella de agua mineral que estaba sobre la mesa. Tomé directamente del pico, y cuando el líquido estaba pasando por mi garganta casi me ahogo de la sorpresa al ver el reflejo.
Con la luz de mi habitación más tenue, pude ver a través de mi ventana, que la de enfrente estaba abierta y que había un tipo mirándome, mientras fumaba un cigarrillo con la luz de su cuarto apagada.
Me quedé un instante congelado, sin saber que hacer, mirándolo. El tipo sonrió y con una mano me hizo un gesto de ok juntando en un círculo sus dedos índice y pulgar.
De un salto salí de su campo visual y apagué la luz del velador y la TV. Mi habitación quedó totalmente a oscuras. Solo un mínimo reflejo que entraba desde la ventana. Me senté al borde de la cama nervioso. Mi momento de relax se había ido a la mierda.
Decidí acostarme y traté de calmarme. Imaginé que el tipo, quizá no había llegado a verme frente al espejo pero, era obvio que sí, sino no hubiera hecho el gesto que hizo.
Experimenté ese sentimiento contradictorio de vergüenza por haber sido descubierto en mi intimidad y a la vez un morboso placer de que un macho me hubiera visto así y le haya gustado. Pensé en qué pasaría al día siguiente si me cruzaba con el tipo, como reaccionar, que decir. El sueño me venció mientras pensaba en esas cosas y me quedé dormido.
La alarma del reloj me despertó y me levanté. Cuando volví del baño me quite la tanga y la guarde en su lugar oculto dentro del bolso. Me vestí rápidamente y cuando estuve listo, tomé coraje y me acerqué a la ventana. La ventana de enfrente estaba nuevamente con la persiana cerrada. Sentí alivio, quizá el tipo se había ido temprano. Bajé a desayunar y tampoco lo vi, tome un café y empecé a olvidarme del tema, mientras organizaba planillas de los clientes a visitar. Me levanté con al taza para servirme más café. El termo era de esos que hay que presionar desde arriba y largaba un chorrito miserable en cada intento. Cuando estaba llegando a completar la taza, una voz casi en un susurro me dice:
-Que pedazo de culo tenes, porque te escondiste… no me digas que te dio vergüenza?
Giré y estaba ahí, casi pegado a mí, con una taza vacía en la mano. Era el mismo tipo que me había visto por la ventana la noche anterior. No supe que decir, me quedé mudo y de los nervios sólo atiné a mostrar una risa medio estúpida.
-Me llamo Oscar –me dijo.
-Carlos –respondí casi en forma automática.
-Mirá Carlitos, hoy supuestamente concreto una venta importante. Si se cierra el trato me gustaría invitarte a cenar para celebrar, que decís?
- Gracias… pero no- fue lo primero que se me ocurrió decir y salí disparado para mi mesa.
Oscar se sirvió café, cruzo el salón y volvió a una mesa ubicada en el otro extremo donde había dejado un diario que comenzó a leer como si nada.
Ahora, a plena luz del día pude verlo bien. Tendría unos 50 años, canoso con entradas pronunciadas, de tez morocha, de aspecto viril, tenía puesto un pantalón de vestir y su camisa mostraba una pancita típica de esa edad. Parecía un tipo simpático. Siempre me ratoneaba con tipos maduros, normales. Me gusta la gente común, tanto cuando pienso en una mujer, como en un hombre. No me llaman la atención los modelos que imponen la moda o la publicidad.
Miré la hora y se me había hecho tarde, salí del salón rumbo a mis ocupaciones. Con el trajín del día me fui olvidando de la cuestión. Solo en un par de oportunidades en que paré a tomar un café, me pregunté porque no había aceptado. Después yo mismo me respondí, que había estado bien no aceptar. El tipo me había visto en tanga y le había gustado mi cola, pero por mas que la situación me generara mucho morbo, yo estaba en ese lugar por trabajo y no era buena idea mezclar las cosas y más cuando para mi es fundamental, que se mantengan ocultas.
Terminé el día agotado y cenando en el mismo lugar de la noche anterior. Llegando al hotel, volví a pensar en Oscar pero me tranquilizó no cruzármelo. Ya en la habitación me asomé a la ventana y comprobé que la suya estaba cerrada. Baje la persiana para conservar mi privacidad y me relaje. Disfrute de la ducha, me puse crema y busque mi tanga. No iba a dejar de darme ese pequeño placer por lo que había sucedido, de hecho había terminado con San Luis y era mi ultima noche solo, antes de volver a Buenos Aires donde me era más complicado darme esos gustos.
Guardé lo que ya no iba a usar en el bolso. Elegí un joggin y una remera que iba a ponerme para viajar y me tire en la cama a ver TV. Creo haberme dormido o simplemente volví en mí porque golpearon la puerta.
Me levanté y acercando el oído a la puerta pregunté –Quién es?
-Oscar, tu vecino. Abrí un minuto. -pude reconocer su voz.
Agarré el joggin y me lo puse rápidamente. Destrabé la puerta y abrí un poco la hoja
-Chan chan… éxito total se concretó la venta –me dijo, al tiempo que me mostraba una botella de champagne y dos copas. Me reí de su presentación y eso lo animó a seguir.
-Ya que no aceptaste la invitación a cenar, por lo menos brinda conmigo.
-Es que estaba acostado- dije sin mucha convicción.
-Dale brindamos y me voy, dejame celebrar que estoy contento.- Le abrí la puerta y entró. De inmediato se movió con confianza. Puso las copas en la mesa abrió la botella sin dejar escapar el corcho y sirvió las dos copas.
-Porque el verte anoche, me trajo muy buena suerte- propuso como brindis al tiempo que chocaba mi copa y largaba una carcajada.
Brindamos y como no sabia que hacer, le pregunté si quería sentarse indicándole la silla. Aceptó pero se sentó en la cama donde estaba el equipaje. Yo me senté en mi cama. Era bastante verborrágico y con el correr de la charla, más su presencia en mi habitación me desvelé completamente.
Creo que los dos nos fuimos relajando y a medida que bajaba la botella de champagne ya nos reíamos de alguna que otra anécdota que Oscar contaba.
Hábilmente me tiraba alguna indirecta entre charla y charla y yo solamente sonreía. Me contó que estaba casado, pero le encantaba cada tanto cogerse a algún tipo. La charla siguió, ambos terminamos medio recostados cada uno en una cama. Me pidió pasar al baño y cuando volvió tenía el cinturón desabrochado. Agarro las dos copas que estaban sobre la mesa de luz y las llevo hasta la mesa y vació la botella.
-Ultimo brindis de la noche- dijo mirándome y me acercó la copa pero esta vez se sentó en el borde de mi cama.
-Tenes puesta la tanguita no? – Me dijo sin vacilar y mirándome a los ojos.
-No… -respondí pero, esa respuesta no la creía nadie. Se rió, me dijo que sabía que la tenía puesta porque tarde en abrir la puerta. Me reí también y reconocí que la tenía.
Ahí empezó a desarrollar una teoría respecto del placer de darse los gustos en la intimidad y que tener vergüenza cuando hay confianza es una tontería. Etc. Etc.
Para terminar pidiéndome que se la muestre. Dijo que le había gustado mucho como me quedaba y que quería verla de cerca. Que después de eso se iría a dormir y no molestaría más.
No le costó mucho convencerme, el alcohol había ayudado a que me relajara y mientras charlábamos yo me ratoneaba pensando que tenía mi tanga puesta y que en mi habitación había un macho que me quería coger.
Me pare fui hasta la mesa, me saque el joggin, lo doble sobre la silla, acomodé el elástico de la tanga y me di vuelta para darle la espalda por unos instantes. Después riéndome volví a la cama y me metí bajo la sabana.
El no se movió de mi cama, como yo me puse medio de costado para agarrar la copa, se acomodó mejor, extendió un brazo y lo apoyo en mi cadera y me empezó a acariciar la cola, al tiempo que me decía que era vergonzoso al pedo, que tenía un orto para mostrarlo y no para esconderlo. Lo dejé hacer, apoye la copa en la mesa de luz y deje caer mi brazo, que quedó apoyado sobre su pierna. Sonriendo mientras me miraba, metió su mano en el pantalón y saco su verga. Inmediatamente se acomodó, agarró mi mano y la llevo hasta su pija para que la agarre. Lo empecé a pajear despacio en silencio, disfrutando el movimiento que, en cada ida y venida, dejaba al descubierto la cabeza de su verga, que se ponía cada vez más rojiza. Sentía en mi mano el calor de su miembro que se iba poniendo más y más duro.
-Que bien… que ganas que tenía, que pedazo de culo...- decía Oscar mientras disfrutaba de mi mano y con la suya –que ya había corrido la sábana- me agarraba y sacudía los cachetes.
Sentía mucho placer al masturbarlo, deslizar mi mano desde el tronco hasta la cabeza, que acariciaba en cada movimiento con la yema de mis dedos. El me alentaba, me preguntaba si me gustaba, me indicaba que se la apretara mas, que le acariciara las bolas.
-Esperá- me dijo en un momento y se incorporó. En un movimiento rápido se saco por completo los pantalones y el slip que quedaron arrugados en el piso.
-Correte un poco- me dijo. Como estaba, de costado me moví hacia el borde opuesto de la cama pensando que se quería acostar al lado mío. Pero en cambio, se arrodilló casi a la altura de la almohada. Acercó su verga rígida a mi cara y me ordenó –Chupamela.
Me incorporé un poco abrí mi boca y metí la cabeza de su verga dentro. Instintivamente mi lengua empezó a recorrerla. Percibía la suavidad de su glande, lo envolvía , lo oprimía con mis labios.
-Si gordito chupá…. Sabía que hoy te la iba a hacer comer- me dijo mientras sus piernas vibraban de éxtasis. Paso su mano por detrás de mi cabeza y me sostuvo la nuca y empezó a mover rítmicamente la pelvis, de modo que su verga entraba y salía de mi boca entreabierta, que la esperaba deseosa. Me afirmé de la parte de atrás de sus muslos y lo atraje hacia mí y abrí la boca lo más que pude y relajé mi garganta para poder recibir su pija entera. Sentí el temblor de placer en sus piernas.
-Te gusta la verga de papá no gordito? – Me pregunto mirándome con una sonrisa lasciva. Moví mi cabeza diciendo que sí, sin dejar de chupársela y eso lo encendió más. Me sostuvo la cabeza firmemente y empezó a mover la pelvis más rápido.
-Si te gusta mi verga comela toda… te voy a coger bien la boca primero.- Así estuvimos un buen rato, descansaba por momentos y levantaba su verga para que disfrutara de sus huevos. Yo suspiraba de placer cuando mi lengua sentía la rugosidad de sus bolas, que estaban duras e hinchadas de la excitación. Después me volvía a sostener la cabeza y me volvía a meter su pija vigorosamente. Toda putito… toda adentro… lo escuchaba decir mientras gozaba de tragar casi por completo su verga.
En un momento se paró y me dijo:-quiero cogerte ponéte en cuatro que quiero ese culo.- Se agachó y sacó un preservativo del pantalón. Le costó desenrollarlo, de tan dura que tenia la pija.
Me incorporé y me acomodé en el borde de la cama. Mientras el daba la vuelta para ponerse detrás de mí, pude agarrar el pote de crema y ponerme un poco. Cuando estuvo en posición le pedí que lo hiciera despacio. Me agarró de la cadera y me la empezó a meter despacio. Pude sentir como se deslizaba y me penetraba no pude contenerme y suspiré de placer.
-Que pedazo de culo que tenes gordi…. Que querés que te haga ahora? Pedímelo.- me dijo mientras me separaba las nalgas para ver mejor, como me la estaba metiendo.
-Vamos… animate… si ayer movías el culo frente al espejo… quiero escucharte que me lo pidas- repitió.
-Cogeme- le pedí y no solo para complacerlo. Era el deseo más íntimo que tenía en ese momento.
-Sí… eso quería escuchar- y empezó a penetrarme lentamente, hasta que me metió toda su pija. Cuando las tuve toda adentro mis piernas empezaron a temblar de nervios y placer.
-Tranquilo… aflojá ese culo… dejalo que se acostumbre a la verga de papá- Estuvo quieto un momento y lentamente empezó a moverse. Me decía que me iba a coger bien, que le gustaba mi culo grandote. Mientras me hablaba iba tomando ritmo y me iba bombeando más rápido. Me preguntaba si me gustaba que me cogiera. Yo ya en plena excitación le decía que si, que me encantaba, que me hacia gozar mucho y que quería que él gozara también. Me contestaba que estaba gozando porque me estaba rompiendo el orto. Me cogió durante un rato, no se cuanto porque el placer me hacía perder por momentos, los disfrutaba, lo recibía, lo gozaba.
En un momento mientras yo movía la cadera de placer en cada embestida, noté que se afirmó a mi cintura y empezó a bombearme mas rápido. Supe que era el momento. Doble mis brazos y quedé afirmado sobre mis codos, mi cola quedó bien parada para recibir sus pijazos.
-Si gordito puto… así… pará bien ese culo que te lo quiero llenar de leche.- Y me empezó a bombear como enloquecido, gemía, me decía que me estaba rompiendo el culo. Tuve miedo que nos escucharan pero al sentir sus bolas pegado contra mi en cada avance, no me importó. Gocé de su calentura, de cómo me sostenía, de cómo me la metía empujando mas y más, al tiempo que yo me balanceaba en contrarío para recibirlo lo más profundo posible.
Tomala toda- lo escuché decir casi en un grito. Y me sorprendí al escucharme yo mismo diciendo: Si… Oscar dame toda la leche- al tiempo que refregaba mi cola contra su pelvis y me agarraba de sus piernas, como queriendo que me dejara hasta la última gota de semen dentro mío.
Quedamos exhaustos me dejé caer hacia adelante y el cayo sobre mi espalda. Estuvimos así unos minutos. Sentía su respiración agitada que se mezclaba con la mía. Después se levantó sacándomela con delicadeza. Y se fue al baño. Cuando salió yo todavía estaba boca abajo extenuado. Mientras lo miraba como se vestía me preguntó si me había gustado. “Mucho”, le respondí. Se sonrió y antes de salir me dijo: -A mi también, desde que anoche te vi con la tanga, sabía que te iba a romper el culo-. Y después de pegarme un chirlo en la cola salió tratando de no hacer ruido.
Cuando me despertó la alarma de reloj, todavía estaba desnudo boca abajo en la cama. Me di una ducha rápida y me vestí para salir. Guarde las pocas cosas que quedaban -entre ellas la tanga blanca que había quedado tirada al costado de la cama-. No vi a Oscar en el desayuno, pero saliendo ya a la ruta, me sonreí solo en el auto, al recordar la última imagen de la habitación. La cama desordenada y sobre la mesa dos copas y una botella de champagne vacía.
3 comentarios - La ventana indiscreta.
Me encantó tu historia, me trae muchos recuerdos de mis épocas de viajante y de cogidas en hoteles.
Gracias por compartir 👍
Van mis 10 puntos diarios...