La calle Reconquista, hoy está en el complejo Catalinas I era una calle de Cabarets, una verdadera zona roja de Buenos Aires, allá por los años 60.
Hoy aparecen en el centro pequeños locales diseminados donde ofrecen copas a cambio de sexo que nunca podrá llegar a pasar cuando te terminaron de sacar la última moneda.
Eso es lo que queda de esa vieja experiencia que llegue a conocer por la Buenos Aires misteriosa de esa época de transición.
Los cabarets, eran cabarets pero en ningún caso llegaban a parecerse a los de la calle Cerrito donde existían cabaret con show donde podía cantar el polaco Goyeneche o actuar Moria Casan.
Ahí la oferta de sexo era bastante disimulada y el perfil de las muchachas era lejano a nuestra billeteras de barbas con cuatro pelos.
Pero la Calle Reconquista tenía el encanto de los cabarets de una zona de puerto donde asistían los marineros que paraban en los Docks que son hoy el emblema de las dársenas de Puerto Madero. Ese rincón de lujo de Buenos Aires, fue una zona de marineros y estibadores portuarios que visitaban la calle Reconquista para una buena noche de francochela.
Recuerdo que la oferta femenina era amplia y había para todos los gustos. Desde la milonguera bullanguera que tenía alma de loca, hasta la melancolía muchacha del interior que había venido engañada por su novio. En fin motivos para la charla que daba lugar al juego de las copas que se convertían en su salario y de la promesa de salir de cabarulo en busca de buen sexo.
Cuando cansados de intentar apagar la sed de estas muchachas, (contrario a lo que Canta Sabina en la Magdalena, no había nadie que les pagara a 100 que el convidaba solo había que ponerla en efectivo) uno intentaba arrancar a la muchacha del local, ella gentilmente decía que con solo pagar una botella de Champagne estaba todo listo. Cuando uno llegaba a ese límite de sus necesidades más íntimas y animales, recontaba las fragatas (moneda de curso legal en ese momento 1000 pesos moneda nacional) que aún quedaban de la paga mensual del trabajo y lograba reunir el monto exigido por el champagne. La botella aparecía en la mesa y la muchacha desaparecía del local. Aunque aparecían otras con igual propuesta, pero más sedientas y ansiosas al saber que no nos quedaba ni un céntimo en el bolsillo.
Siempre quedaba el consuelo de la manuela, ya que ahí habría sexo solo para gente exclusiva, no quizás por ser un Play Boy, sino por amistad o tarasca que pondrían en moneda extranjera.
Lo que es a los cuatro pelos en la barba y secos nos tocaba el tomarse el piro con la bronca del fraude, traídos a la realidad por algunos muchachos de mal aspecto y de no muy buen talante.
El tiempo paso, y se terminó de construir el hotel Sheraton y se amplió libertador desapareciendo la primera cuadra llena de comercios de especialidades árabes. Más o menos a la par surgió el Hippie bar “Bárbaro” a la llegada de la cortada Tres Sargentos que une Suipacha y esta calle.
Influenciado por el Mayo Francés de Con Bendit estábamos ante la revolución del sexo libre con muchas chicas mal de casas bien, como decía un amigo mío. Pero esta es otra historia de la vida sexual de Buenos Aires, a fines de la década del sesenta.
Eso sí, si uno quería franela y paja una novia del barrio de Caballito y estos avatares no sucederían…………..
Hoy aparecen en el centro pequeños locales diseminados donde ofrecen copas a cambio de sexo que nunca podrá llegar a pasar cuando te terminaron de sacar la última moneda.
Eso es lo que queda de esa vieja experiencia que llegue a conocer por la Buenos Aires misteriosa de esa época de transición.
Los cabarets, eran cabarets pero en ningún caso llegaban a parecerse a los de la calle Cerrito donde existían cabaret con show donde podía cantar el polaco Goyeneche o actuar Moria Casan.
Ahí la oferta de sexo era bastante disimulada y el perfil de las muchachas era lejano a nuestra billeteras de barbas con cuatro pelos.
Pero la Calle Reconquista tenía el encanto de los cabarets de una zona de puerto donde asistían los marineros que paraban en los Docks que son hoy el emblema de las dársenas de Puerto Madero. Ese rincón de lujo de Buenos Aires, fue una zona de marineros y estibadores portuarios que visitaban la calle Reconquista para una buena noche de francochela.
Recuerdo que la oferta femenina era amplia y había para todos los gustos. Desde la milonguera bullanguera que tenía alma de loca, hasta la melancolía muchacha del interior que había venido engañada por su novio. En fin motivos para la charla que daba lugar al juego de las copas que se convertían en su salario y de la promesa de salir de cabarulo en busca de buen sexo.
Cuando cansados de intentar apagar la sed de estas muchachas, (contrario a lo que Canta Sabina en la Magdalena, no había nadie que les pagara a 100 que el convidaba solo había que ponerla en efectivo) uno intentaba arrancar a la muchacha del local, ella gentilmente decía que con solo pagar una botella de Champagne estaba todo listo. Cuando uno llegaba a ese límite de sus necesidades más íntimas y animales, recontaba las fragatas (moneda de curso legal en ese momento 1000 pesos moneda nacional) que aún quedaban de la paga mensual del trabajo y lograba reunir el monto exigido por el champagne. La botella aparecía en la mesa y la muchacha desaparecía del local. Aunque aparecían otras con igual propuesta, pero más sedientas y ansiosas al saber que no nos quedaba ni un céntimo en el bolsillo.
Siempre quedaba el consuelo de la manuela, ya que ahí habría sexo solo para gente exclusiva, no quizás por ser un Play Boy, sino por amistad o tarasca que pondrían en moneda extranjera.
Lo que es a los cuatro pelos en la barba y secos nos tocaba el tomarse el piro con la bronca del fraude, traídos a la realidad por algunos muchachos de mal aspecto y de no muy buen talante.
El tiempo paso, y se terminó de construir el hotel Sheraton y se amplió libertador desapareciendo la primera cuadra llena de comercios de especialidades árabes. Más o menos a la par surgió el Hippie bar “Bárbaro” a la llegada de la cortada Tres Sargentos que une Suipacha y esta calle.
Influenciado por el Mayo Francés de Con Bendit estábamos ante la revolución del sexo libre con muchas chicas mal de casas bien, como decía un amigo mío. Pero esta es otra historia de la vida sexual de Buenos Aires, a fines de la década del sesenta.
Eso sí, si uno quería franela y paja una novia del barrio de Caballito y estos avatares no sucederían…………..
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