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Compendio II
☺️ ☺️ ☺️
Aprovecho y bajo a la cocina. Tomo una botella con agua y un par de vasos.
Reviso que las puertas estén bien cerradas y que ninguna luz se nos haya quedado encendida.
Subo las escaleras y reviso a mis pequeñas. ¡Parecen unos lindos angelitos!
😇 😇 😇
Les doy un beso en la frente y me aseguro que queden bien tapadas.
Entonces, vuelvo al dormitorio y abro y cierro rápidamente la puerta.
“¡Ay, si!... ¡Ay, si!...” brama Liz, con la falda levantada, mientras mi marido la toma fuertemente a lo perrito.
Camino con cuidado. Hago el quite a su zapato izquierdo, a su chaqueta de mezclilla y a los pantalones de mi marido.
Dejo las cositas en el velador y aprovecho de mirar a Liz.
“¡Sigue así!... ¡Sigue así!... ¡Ahh!... ¡Ahh!... ¡Ahhh!...”
😖 😖 😖
Sus ojos se cierran al sentir otro intenso orgasmo, pero miro a mi marido y sigue como si nada, bombeando fuertemente sin detenerse.
La toma de la cintura y ella no para de chorrear. Liz se muerde los labios y solamente puedo imaginar lo rico que se siente esa infatigable cosa entrar y salir tan rápido y tan potente, sin darte oportunidad para recuperarte y quemándola por dentro como un metal ardiente.
Mientras tomo el camisón debajo de mi almohada, la pobrecita se engrifa afirmándose al cubrecama, deseando que mi marido no se detenga, porque lo hace tan rico.
😍 😍 😍
Pero conociéndole, le queda como una media hora más de gozo.
Aprovecho y desabrocho mi camisa botón por botón, con toda tranquilidad y la cuelgo en el armario.
“¡No pares!... ¡Por favor!... ¡No pares!...” le pide Liz, pero mi marido no va a parar.
😂 😂 😂
Me desabrocho la falda y le quito las pelusas. Tomo otro colgador y la guardo, quedando solamente en ropa interior.
Cuando entierra su cara en la cama, con una tremenda sonrisa y cerrando los ojos, dejando que mi marido siga moviéndose con completa libertad, alcanzo a divisar su sostén.
Tenemos el mismo tamaño, pero sonrío al ver que los míos son más grandes.
😤 😤 😤
Incluso aprovecho de probármelos y aunque me cierran, parece que mis pechos estuvieran a presión y que con cualquier saltito, se me escapan.
“¡Ahhh!... ¡Uhhh!... ¡Ohhh!...” gime Liz, mientras mi marido la sigue sosteniendo de la cintura.
😲 😲 😲
He estado ahí. Es en esos momentos donde crees que te volverás loca de placer.
Entonces diviso el rasgón de su blusa morada.
😔 😔 😔
¡Es una lástima, porque le quedaba bien bonita y no se puede coser!
¡Ese es el precio por enfrentar primero al “Demonio de Tasmania”!
😫 😫 😫
Entonces, la carita de mi marido se arruga.
“¡Liz, ya no aguanto más!” alcanza a decir.
¡Y Paff! ¡Acaba dentro de ella!
😳 😳 😳
¡Es un espectáculo increíble!
La cintura de mi marido como que serpentea, para rellenarla más adentro, mientras que Liz, que hasta unos momentos estaba exhausta, mueve sus caderas como si quisiera enterrársela más.
Por la forma de moverse, debió echarle 3 chorros.
💦 💦 💦
“Amor, ¿Todo bien?” le pregunto, al verle un poquito cansado.
“¡Si, ruiseñor! ¡Todo está bien!” me responde en español.
😊 😊 😊
“¡Liz, traje agua por si tienes sed!”
“¡Gracias!” responde ella, todavía respirando agitada y muy transpirada.
Les dejo descansar otro poquito y me pongo el camisón.
“¿Cómo te sientes? ¿Te sientes mejor?” le pregunto, al verle sonreír.
“¡Sí! ¡Ahora te toca a ti!” me responde él, muy contento.
😋 😋 😋
Deja a Liz reponerse y le presento mi pompa, como la perrita fiel que soy.
“¡Mhhhm!” exclamo, al sentirla entrar suavemente en mí.
😆 😆 😆
¡Por eso hay que ser paciente!
Cuando lo hizo con Liz, fue más brusco, desgarrándole la ropa con calentura extrema y se la metió de inmediato hasta el fondo.
😋 😋 😋
¡A mí me gusta así! Pero al día siguiente, quedo muy adolorida.
En cambio, si voy de las segundas, mi marido va más tranquilo y realmente, hacemos el amor a lo perrito, que es algo muy rico.
😘 😘 😘
Me hace cariñito en la espalda, acaricia mi barriga y me da besitos en los hombros, por lo que me siento muy linda.
“¿Quién es mi perrita? ¿Quién es mi perrita regalona?” me pregunta con un tono jovial.
“¡Yo!” respondo muy contenta, meneando mi colita para que entre más y más.
Liz no puede ni siquiera moverse y nos contempla, entre cansada y sorprendida cómo mi marido puede continuar con tantas ganas.
“¡Uy, que estás estrecha, Marisol! ¿No te está doliendo?” me pregunta.
“¡Para nada! ¡Se siente muy rico!” le respondo, muy feliz.
Entonces, empieza a subir la intensidad, afirmándose de mis caderas.
😖 😖 😖
¡Se siente maravilloso cuando su bastón de carne rebalsa mi conchita hasta el fondo!
Un dolorcito punzante y ardiente, pero imparable, como todo hombre bueno debe ser, que me sacude entera con su fuerza.
Mis pechos se sacuden lado a lado y siento el agradable dolor en mis brazos, al tener que soportar mi cuerpo entero, mientras que mis piernas abiertas se apoyan al lado de las suyas, como si fuéramos un mueble ensamblable, que estuvo destinada desde un principio para ser compañeros inseparables y esa mezcolanza de sensaciones entre medio de mis piernas: ardor, humedad, dolor, placer, satisfacción, entre otras, me hace flotar más allá de la existencia.
😓 😓 😓
“¡Acaba de unirse (nombre de la vecina) a la red de cogedores nocturnos!” dice mi marido, al reconocer los gemidos de la vecina entrando por nuestra ventana.
Ella gime apasionada y clama una y otra vez el nombre del vecino, lo que me ofende bastante.
😡 😡 😡
¿Cómo es posible que gima así, si sabe que mi marido le da mucho más fuerte y por más rato?
Sé que lo hace deseando estar con mi marido y todo mi cuerpo se aprieta en furia, meneándome con violencia para no dejarme vencer.
“¡Ahhh!.... ¡Ahhhhh!.... ¡Ahhhhhhh!...” dejo salir mi placer y frustración por los labios, estrujando la fuerza vital de mi marido que se afirma a mis caderas.
“¡Marisol… se siente… tan rico!” dice él, con su vocecita tierna.
Pero yo estoy empeñada en menear mi colita, como si fuera una perrita ladrándole al perro del vecino.
👿 👿 👿
Siento el ardor de mi cuerpo y los pechos duelen por bambolearse en frenesí, pero tengo que durar más que la vecina en la cama.
“¡Qué putita eres, Marisol!... ¡Qué putita eres!...” me dice mi marido, disfrutando de mi esfuerzo pero sé que puedo hacerlo mejor.
Apoyo mi cara en la cama y muevo con más violencia mis caderas, al ver que la vecina no se rinde al gemir con su marido.
😡 😡 😡
¿A quién quiere engañar, si sabe que mi marido es el mejor?
Es agotador y me duele toda la cintura, pero no me voy a dar por vencida tan fácilmente. Él lo está disfrutando y me hace sentir contenta.
Y pasa una media hora cuando mi vecina alcanza a ver la luz.
😤 😤 😤
Como mi marido va por la 3era corrida de la noche, todavía le queda un buen rato y yo aprovecho de disfrutar.
“¿Cómo puedes ser tan bonita Marisol?... esos pechos… ese trasero… y esa cara de inocente… que tú tienes…” me pregunta mi marido, disfrutando de mi cuerpo.
😍 😍 😍
¡Soy su putita! ¡Solamente suya! Y eso me hace muy feliz.
Siento que se estremece más fuerte y como que me levanta por debajo.
Va a acabar, va a acabar y ¡Acaba, con otros 4 deliciosos chorros!
💦 💦 💦 💦
¡Quedo exhausta, pero sonriente, al sentir sus tibios juguitos inundar mi vientre!
Su cuerpo transpirado se acuesta sobre el mío, tratando de recuperar el aliento y Liz y yo nos damos la misma sonrisa, entendiendo bien lo que sentimos.
Pasa un ratito y se despega.
“¡Bien, Liz! ¿Ya descansaste? ¿Quieres hacerlo otra vez?” le pregunta mi marido, siempre sonriente.
😳 😳 😳
Ella mira a mi marido con tremendos ojos.
Yo sólo sonrío, recuperando mis fuerzas.
“¡Pobre aficionada! ¡Se nota que no conoce a mi marido!” pienso yo, al saber que el Demonio de Tasmania ni siquiera se ha cansado.
😈 😈 😈
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0 comentarios - ¡El Demonio de Tasmania nos ataca! (II)