La noche anterior con mi mujer, nuestras dos hijas y la amiga había sido enormemente excitante. Y teníamos previsto seguir la noche siguiente (según palabras de mi mujer, con cosas más fuertes), pero ni siquiera llegamos a la noche. A las 3 de la tarde ya estábamos de nuevo los cinco encerrados en la pieza, dispuestos a seguir las indicaciones de mi mujer. Nos dijo que íbamos a empezar con un jueguito, para calmar la ansiedad, y que íbamos a dejar el plato fuerte para la noche. Primero nos teníamos que desnudar completamente. Me hizo sacarle la ropa a las chicas, una por una, prenda por prenda. Primero a Érica, le saqué las zapatillas, las mediecitas, la calza, la remerita, la bombachita (negra con verde flúo). Después a mi hija Delfi. Le saqué las sandalias, la remera, la faldita, el corpiño, la tanga (roja). Después a mi hija Anto, las zapatillas, medias multicolor, remerita roja, jean roto, corpiño (unas tetas hermosas, las mejores de las tres chicas) y la bombachita tipo vedetina, blanca de algodón. Aproveché para mirarles de cerca las conchitas, todas depiladas, hermosas las tres. Después las chicas me sacaron toda la ropa a mí. Mi mujer había puesto unos almohadones en el suelo. Me hizo sentar ahí. Hizo que Delfi se sentara delante de mí, y Anto al costado, entre los dos. A Erica la hizo apoyarse contra la pared, con las piernas abiertas. Alcancé a ver como brillaba la conchita mojada de la rubiecita. Una vez que nos tuvo acomodados, nos dijo “ahora ustedes, chicas, le van a hacer una pajita a papá entre las dos. Delfi, para estimularlo, le va a contar como fue la primera vez que chupó un pito”. Y sacó un pequeño vibrador de color verde. “Y yo mientras voy a hacer gozar un poco a Erica, para que no se aburra con historias que ya conoce. Alguna vez te metiste un vibrador, Erica?” La rubiecita dijo que no con la cabeza. “No es lo mismo que una pija, pero te va a gustar”. Las chicas muy delicadamente me agarraron la pija, con una mano cada una. Con la otra mano se pajeaban ellas. “Así está bien, pá?”. Sí chicas, una maravilla. La paja empezó, muy suavecita. Delfi empezó a contar: “¿Te acordás ese campamento del cole, el año pasado? Vos nos llevaste hasta el campamento. Bueno, nos emborrachamos, papi. Todos se emborrachan en esos campamentos”. Me causaba gracia como intentaba justificarse. A mi me calentaba mil veces más imaginarla borrachita, a merced de los adolescentes degenerados de sus compañeros. “Bueno, en un momento ya estábamos todos borrachos, y Rodrigo, un compañero, me venía insistiendo para transar. Quería que nos besemos. Yo tenía bastantes ganas también, Rodrigo era de los compañeros que más me gustaban. Nos apartamos del grupo y nos estuvimos besando, me tocó las tetas…” “Y te gustó que te toque las tetas?”. “Sí, papi”. “¿Te las puedo tocar yo mientras me contas? “Sí, pá. Todo lo que te cuente que me tocó, vos también me podés tocar, jaja”. Me siguió contando, mientras yo le acariciaba despacito las tetas. “Nos seguimos besando, me tocó la cola” “Las nalgas, o te puso el dedo en el agujerito?” “Las dos, primero una cosa y después la otra”. Sin dejar de pajearme, siguiendo las reglas del juego, se arrodilló, como para dejarme acceso a su cola. Le acaricié primero las nalgas. Después le pasé la punta del dedo por el ano, y se le escaparon unos gemiditos. “Yo estaba re caliente, pá, y le toqué los huevos y la pija. Nunca había tocado. Ahí él me tocó la conchita, y me asusté un poco y frenamos”. Ahí fue mi oportunidad de acariciarle la concha a mi hija. Que crecida estaba mi nena. La acaricié, despacito. Me quedaron los dedos mojados. Miré de reojo, mi mujer le estaba metiendo el vibrador a Erica, muy despacito. La rubiecita tenía los párpados y los labios apretados. Delfi siguió contando: “Ahí paramos, pero él estaba re caliente, y me estuvo chamuyando un rato para que fueramos a la carpa y que le hiciera un pete. Yo tenía muchísimas ganas de tener su pija en la boca, pero me daba miedo que alguien nos viera. Al final me dejé. Nos fuimos a la carpa que compartíamos con una chica y un chico más. Ellos no estaban, se habían quedado en la joda grupal. Rodrigo cerró el cierre, sacó la pija, y me pidió que se la acaricie con las tetas. Me gustó mucho que me pidiera eso. Me saqué el corpiño y se la empecé a acariciar, me gustaba sentirla en mis tetas y un poco rozandome la cara”. Ahí mi mujer interrumpió, y le dio la indicación a mi otra hija de que hiciera lo que Delfi estaba contando. Anto acercó sus tetas y me envolvió la pija. Que hermosa sensación, que suavidad y que morbo. Mientras, el vibrador entraba y salía brilloso de la conchita de Erica. “Ahí, se la empecé a chupar. Me gustó sentir como entraba a mi boca, me gustó saber cuanto placer le causaba”. En ese momento, Anto dejó de frotarme con las tetas, y se metió despacito la cabeza de mi pija en la boca. Yo le acariciaba su pelo enrulado. Ay hijita, que placer. Su boca casi inmóvil. No me la chupaba como Erica, que la hacía entrar y salir. Nomás tenía el glande metido en la boca y lo chupaba como un caramelo. No lo podía creer. Una de mis hijas me hacía sexo oral, mientras que la otra me pajeaba y me contaba su primer pete. Al costado, Erica gemía cada vez más fuerte. Siguió Delfi: “Se la chupé un rato, habrán sido dos o tres minutos, y de golpe entró Ivan, el amigo de Rodrigo. Nos agarró justo, yo con la pija en la boca. Nos quedamos los tres como congelados. Como no sabiendo que decir. Hasta que Ivan dijo “puedo ver? No le voy a contar a nadie, lo juro”. Yo ya estaba a punto de eyacular. Mi mujer, con mucho timing, indicó: “Chicas, quiero que sigan con la paja, pero pongan la cara muy cerca de la cara de papá. Delfi, contále el final de la historia de bien cerquita, siéntanse la respiración. Cuando termine la historia, papá va a acabar, y Erica también”. Las chicas hicieron lo que les pedían. Sentía muy cerca sus dos caritas. Delfi, muy de cerca, haciéndome sentir su aliento en los labios, me contaba: “Entonces Ivan preguntó si nos podía mirar, dijo que no iba a decir nada. A mi me calentó mucho. Lo miré a Rodrigo. Rodrigo dijo que por él, sí. Yo también le dije que sí. Se sentó al lado nuestro. Nos preguntó si se podía pajear. Le dijimos que sí. Yo seguí chupando. La pija de Rodrigo ya tenía unas gotitas de leche. Me calentaba mucho estar haciendo gozar a dos chicos a la vez, a uno con la boca, al otro dejándolo mirar. La pija entraba y salía. Como que empezó a temblar un poquito, y después sentí como se me llenaba la boca de leche, mucha leche. Primero no supe si escupirla o que, pero era mucho quilombo salir. Me la tragué toda. Ivan acabó en ese momento. Salpicó la bolsa de dormir y un poco mi pelo. Me re pidió perdón, a mi igual me calentaba eso también, tocar un poco de su leche”. En ese momento Erica empezó a acabar. Mis hijas estaban en eso. Yo no aguanté más. Empecé a eyacular en abundancia, con la pija apuntando para arriba. Los chorros de semen nos daban en los cuellos y en las caras a las chicas y a mí. Nos empezamos a besar, los tres. Las chicas en pleno orgasmo, algunas gotitas de leche metiéndose entre nuestros labios. Cuando miramos al costado, Erica estaba exhausta, con el vibrador todavía metido, toda transpiradita, colorada y despeinada. Nos limpiamos con una toalla, y nos quedamos un rato tirados en los almohadones. Mi mujer, la única que no había acabado, se hizo una pajita rápida con el mismo vibrador de Erica, mientras nosotros nos relajábamos y charlábamos. Después de eso nos fuimos todos a acostar un rato. A la noche se venía el plato fuerte.
5 comentarios - Hijas 7
Tremendo relato amigo!!! tus hijas no dejan de sorprendernos 🤤 🤤
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