Muy pocos hombres entendemos y nos damos cuenta que cada mujer esconde en su interior, enormes secretos casi imposibles de revelar. La historia que a continuación voy a narrar, es real y sucedió el verano pasado.
Luego de un día agotador de trabajo, estaba llegando a casa y me doy con la novedad que mis vecinos habían colocado unas mesas en la vereda de su casa. Es un matrimonio compuesto por una pareja dispareja, él de 24 años, ella de 46, a quien en una oportunidad, medio en broma y medio en serio, le propuse hacer un trío con su marido (luego entenderán el porqué de este comentario). Mientras abría el portón de entrada, se me aproximan y me invitan a una reunión de amigos que era lo que estaba previsto y ante la insistencia de ambos a regañadientes acepté.
Una vez que llegaron los invitados (en su mayoría amigas y compañeras de trabajo de ella) a quienes no conocía y hechas las presentaciones de rigor, nos sentamos a la mesa y comenzaron a servir la comida y las bebidas. A mi lado se ubicó una mujer (quien se mostró demasiado insistente en sentarse junto a mí) de unos 40 años, poco más o menos, de mediana estatura, cabello castaño largo y ensortijado, ojos marrones, medio rellenita, cola prominente pero con un terrible par de tetas, de campeonato, calculo q talle 100 seguro, las cuales afloraban hasta la mitad por el escote del vestido azul que tenía puesto.
Conforme avanzaba la velada, la conversación con ella se hizo fluida, amena y a medida que fueron pasando las cervezas, esta se volvió más desenfadada. Me contó, entre muchas cosas, que era madre soltera, profesora en un colegio secundario y hasta llegó a confesarme que hacía tiempo que no tenía sexo pero que se las ingeniaba para calmar sus arrebatos y yo, animado por la bebida, le propuse que cuando tuviera uno de esos arrebatos me diera la oportunidad de ayudarla a calmarlos.
Confesiones van, pareceres vienen y la charla fue levantando temperatura al punto que era muy notorio el deseo mutuo que se había despertado y, casi sin mediar palabras, convenimos tratar de desaparecernos de manera disimulada. Nos escapamos de la fiesta y fuimos a su casa, ni bien entramos a su habitación, se saco el vestido y cuando se desprendió el corpiño, sus tetas saltaron como liberadas, fue como que se hicieron más grandes, con pezones pequeños pero aureolas enormes, al verla de atrás la pija se me puso como piedra viendo como su culo se devoraba un diminuto hilo dental negro. Parado detrás de ella, extasiado con esa tremenda visión, casi ni noté cuando se dio vuelta, se arrodilló y comenzó a chupar mi pija con una desesperación que casi me hace acabar, pero al instante, sabiendo lo que pasaría si seguía así, cesó en sus movimientos y le daba suaves mordiscos para que bajaran los impulsos que daba mi pija por escupir la leche. De pronto se paró, se disculpo y desapareció en el baño. Cuando regreso traía en su mano un consolador de grandes dimensiones, yo ansioso por sentir el sabor de su concha y ella que me la negaba ante cada pedido que le hacía, siguió extasiada con mi pija, poniéndola entre sus riquísimas y grandes tetas, masturbándome con ellas. Fuimos a la cama y se acomodó de manera que al fin pudiera chuparle la concha y ahí fue cuando vi que tenía enterradísimo un abridor anal. Enloquecido de placer, sorbía la miel que manaba de su exquisita vagina como un sediento que sale del desierto, empapaba mis labios, mi nariz, mi cara completa con su delicioso elixir, chupaba, lamía y mordía sus labios vaginales, su clítoris y lo mejor de todo era que mientras hacía todo eso, jugaba con el abridor, lo sacaba, lo lamía para sentir su sabor y para mojarlo y volvía a enterrárselo, repitiendo esto una y otra vez porque cuando lo hacía, su respuesta eran grandes gemidos de placer. Luego de estar así por un buen rato, hizo que me pusiera boca arriba, delicadamente se sacó el abridor, me puso gel lubricante en la pija y se acomodó para ponérselo en el ano, primero jugaba a que no entrara la cabeza pero una vez que esta entró, empujo con todas sus fuerzas para que mi pija penetrara completa, al punto que sus regordetas nalgas aplastaban mis testículos ante cada salto que ella daba. Estuvimos así un buen rato, hasta que sin sacársela, cambiamos la posición, ella boca arriba elevando sus piernas y yo bombeándola de frente. Tomó el consolador, lo metió en su boca y comenzó a chuparlo como lo había hecho con mi pija y una vez bien lubricado con su saliva, se lo puso en la vagina, lo metía y lo sacaba, y en un momento dado, el ritmo comenzó a aumentar su frecuencia, gemía y maldecía, con una mano manejaba el consolador y con la otra tomó una de sus tetas, la llevó a su boca y comenzó a morderse el pezón, me pidió que la bombeara más rápido y al cabo de unos segundos gritaba estallando en un tremendo orgasmo que hacía que su cuerpo se encorvara y contrajera brusca y rítmicamente. Los espasmos fueron disminuyendo de a poco, hasta que cesaron por completo. Una vez un poco más calmada, me dijo que no siguiera porque estaba total y completamente satisfecha y que se lo sacara del ano, grande fue su sorpresa al ver que yo no había acabado. Fuimos al baño, nos duchamos y allí mismo se arrodilló, tomó mi pija con sus manos, la introdujo en su boca y comenzó a masajearla y chuparla alternativamente, hasta que llegué a un punto en que no aguante más tanto placer y me hizo acabar de tal manera que casi se ahoga con la leche, pero sin desperdiciar una sola gota, saboreando cada uno de los chorros, chupaba y lamia mi pija sin sacarla en ningún momento de su boca, fue supremo. Ya en la cama y venciéndola el sueño por el cansancio y el alcohol, me confesó que había ido con expectativas de conocerme porque su amiga (mi vecina) le había contado sobre mi proposición y ella lamentaba que nadie le propusiera algo así, que toda su vida había deseado encontrar a alguien que tuviera gustos afines y que le hiciera una oferta como esa y fantaseaba y se calentaba al punto que en muchas ocasiones tuvo que masturbarse, y yo, ante tal confesión, azuzado por la curiosidad y el morbo, le pregunte desde cuando se masturbaba a lo que me contestó que desde su temprana adolescencia, que primero lo hacía con un frasco de desodorante hasta que se animó a comprar el consolador primero y el abridor anal después, confesándome además que su ex-pareja jamás supo de la existencia de ellos, según dijo “…porque no lo merecía”, jamás entendí esa respuesta.
Ella encontró en mi a alguien que compartía sus mismos gustos, como la excitación de probar cosas nuevas surgidas de los más profundos deseos, el placer que genera el peligro a ser descubiertos haciéndolo en lugares no comunes o la libertad de disfrutar del sexo sin la atadura generada por el egoísmo de un sentimiento pero principalmente encontró en quien confiar sus más lujuriosos misterios. Desde entonces nos encontramos cada vez que se nos ocurren fantasías nuevas para cumplirlas.
Estimados amigos, a prestarles más atención a las mujeres que seguro descubrirán grandes y jugosos secretos.
Luego de un día agotador de trabajo, estaba llegando a casa y me doy con la novedad que mis vecinos habían colocado unas mesas en la vereda de su casa. Es un matrimonio compuesto por una pareja dispareja, él de 24 años, ella de 46, a quien en una oportunidad, medio en broma y medio en serio, le propuse hacer un trío con su marido (luego entenderán el porqué de este comentario). Mientras abría el portón de entrada, se me aproximan y me invitan a una reunión de amigos que era lo que estaba previsto y ante la insistencia de ambos a regañadientes acepté.
Una vez que llegaron los invitados (en su mayoría amigas y compañeras de trabajo de ella) a quienes no conocía y hechas las presentaciones de rigor, nos sentamos a la mesa y comenzaron a servir la comida y las bebidas. A mi lado se ubicó una mujer (quien se mostró demasiado insistente en sentarse junto a mí) de unos 40 años, poco más o menos, de mediana estatura, cabello castaño largo y ensortijado, ojos marrones, medio rellenita, cola prominente pero con un terrible par de tetas, de campeonato, calculo q talle 100 seguro, las cuales afloraban hasta la mitad por el escote del vestido azul que tenía puesto.
Conforme avanzaba la velada, la conversación con ella se hizo fluida, amena y a medida que fueron pasando las cervezas, esta se volvió más desenfadada. Me contó, entre muchas cosas, que era madre soltera, profesora en un colegio secundario y hasta llegó a confesarme que hacía tiempo que no tenía sexo pero que se las ingeniaba para calmar sus arrebatos y yo, animado por la bebida, le propuse que cuando tuviera uno de esos arrebatos me diera la oportunidad de ayudarla a calmarlos.
Confesiones van, pareceres vienen y la charla fue levantando temperatura al punto que era muy notorio el deseo mutuo que se había despertado y, casi sin mediar palabras, convenimos tratar de desaparecernos de manera disimulada. Nos escapamos de la fiesta y fuimos a su casa, ni bien entramos a su habitación, se saco el vestido y cuando se desprendió el corpiño, sus tetas saltaron como liberadas, fue como que se hicieron más grandes, con pezones pequeños pero aureolas enormes, al verla de atrás la pija se me puso como piedra viendo como su culo se devoraba un diminuto hilo dental negro. Parado detrás de ella, extasiado con esa tremenda visión, casi ni noté cuando se dio vuelta, se arrodilló y comenzó a chupar mi pija con una desesperación que casi me hace acabar, pero al instante, sabiendo lo que pasaría si seguía así, cesó en sus movimientos y le daba suaves mordiscos para que bajaran los impulsos que daba mi pija por escupir la leche. De pronto se paró, se disculpo y desapareció en el baño. Cuando regreso traía en su mano un consolador de grandes dimensiones, yo ansioso por sentir el sabor de su concha y ella que me la negaba ante cada pedido que le hacía, siguió extasiada con mi pija, poniéndola entre sus riquísimas y grandes tetas, masturbándome con ellas. Fuimos a la cama y se acomodó de manera que al fin pudiera chuparle la concha y ahí fue cuando vi que tenía enterradísimo un abridor anal. Enloquecido de placer, sorbía la miel que manaba de su exquisita vagina como un sediento que sale del desierto, empapaba mis labios, mi nariz, mi cara completa con su delicioso elixir, chupaba, lamía y mordía sus labios vaginales, su clítoris y lo mejor de todo era que mientras hacía todo eso, jugaba con el abridor, lo sacaba, lo lamía para sentir su sabor y para mojarlo y volvía a enterrárselo, repitiendo esto una y otra vez porque cuando lo hacía, su respuesta eran grandes gemidos de placer. Luego de estar así por un buen rato, hizo que me pusiera boca arriba, delicadamente se sacó el abridor, me puso gel lubricante en la pija y se acomodó para ponérselo en el ano, primero jugaba a que no entrara la cabeza pero una vez que esta entró, empujo con todas sus fuerzas para que mi pija penetrara completa, al punto que sus regordetas nalgas aplastaban mis testículos ante cada salto que ella daba. Estuvimos así un buen rato, hasta que sin sacársela, cambiamos la posición, ella boca arriba elevando sus piernas y yo bombeándola de frente. Tomó el consolador, lo metió en su boca y comenzó a chuparlo como lo había hecho con mi pija y una vez bien lubricado con su saliva, se lo puso en la vagina, lo metía y lo sacaba, y en un momento dado, el ritmo comenzó a aumentar su frecuencia, gemía y maldecía, con una mano manejaba el consolador y con la otra tomó una de sus tetas, la llevó a su boca y comenzó a morderse el pezón, me pidió que la bombeara más rápido y al cabo de unos segundos gritaba estallando en un tremendo orgasmo que hacía que su cuerpo se encorvara y contrajera brusca y rítmicamente. Los espasmos fueron disminuyendo de a poco, hasta que cesaron por completo. Una vez un poco más calmada, me dijo que no siguiera porque estaba total y completamente satisfecha y que se lo sacara del ano, grande fue su sorpresa al ver que yo no había acabado. Fuimos al baño, nos duchamos y allí mismo se arrodilló, tomó mi pija con sus manos, la introdujo en su boca y comenzó a masajearla y chuparla alternativamente, hasta que llegué a un punto en que no aguante más tanto placer y me hizo acabar de tal manera que casi se ahoga con la leche, pero sin desperdiciar una sola gota, saboreando cada uno de los chorros, chupaba y lamia mi pija sin sacarla en ningún momento de su boca, fue supremo. Ya en la cama y venciéndola el sueño por el cansancio y el alcohol, me confesó que había ido con expectativas de conocerme porque su amiga (mi vecina) le había contado sobre mi proposición y ella lamentaba que nadie le propusiera algo así, que toda su vida había deseado encontrar a alguien que tuviera gustos afines y que le hiciera una oferta como esa y fantaseaba y se calentaba al punto que en muchas ocasiones tuvo que masturbarse, y yo, ante tal confesión, azuzado por la curiosidad y el morbo, le pregunte desde cuando se masturbaba a lo que me contestó que desde su temprana adolescencia, que primero lo hacía con un frasco de desodorante hasta que se animó a comprar el consolador primero y el abridor anal después, confesándome además que su ex-pareja jamás supo de la existencia de ellos, según dijo “…porque no lo merecía”, jamás entendí esa respuesta.
Ella encontró en mi a alguien que compartía sus mismos gustos, como la excitación de probar cosas nuevas surgidas de los más profundos deseos, el placer que genera el peligro a ser descubiertos haciéndolo en lugares no comunes o la libertad de disfrutar del sexo sin la atadura generada por el egoísmo de un sentimiento pero principalmente encontró en quien confiar sus más lujuriosos misterios. Desde entonces nos encontramos cada vez que se nos ocurren fantasías nuevas para cumplirlas.
Estimados amigos, a prestarles más atención a las mujeres que seguro descubrirán grandes y jugosos secretos.
6 comentarios - Secretos de una madre soltera
pasate por mi relato en: http://www.poringa.net/posts/relatos/2712905/Historia-de-un-Enfermero.html
y me dices que tal..