Al día siguiente, no podía esperar el momento de ir a que mi viejito potente me cojiera nuevamente. Llegué puntual y me abrió desde arriba por el portero eléctrico. Subí al ascensor hasta su piso y toqué timbre. Me abrió y tenía un semblante distinto que el de la noche anterior, que era todo seriedad y autoridad, ahora estaba sonriente y relajado.
Me invitó con lo que quisiera tomar y le acepté una gaseosa. Nos sentamos en el living a charlar.
- ¿Te gustó anoche?
- Me encantó.
- Hoy te va a gustar más.
- ¿Si?... ¿Qué me vas a hacer?.
- Te voy a proponer algo, si no te gusta, te vas, sin problemas.
- Decime, pero te aclaro que no me va la violencia y estar atado.
- Perfecto, no es eso. Ese es el dormitorio, hay ropita para que te pongas, y es de tu talle.
- ¿Cómo sabés que uso lencería?.
- Es que sos muy putita. Vestite y volvé que te cuento el resto.
Fui a la habitación y, sobre la cama, había tres conjuntos de ropa interior, tres vestidos de algodón, medias, un desabillé transparentey hasta un par de pelucas. Me vestí todo de negro. Peluca no me puse. Salí tímido al living y allí estaba mi papito. Sonriendo.
- ¡Qué linda estás!
- Gracias. ¿Qué querés que hagamos?.
- Sentate y te cuento. Me senté en el sillón de tres cuerpos, cruzando las piernas, tratando de estar lo más femenina posible.
- En la otra habitación, belleza, hay cuatro amigos míos. Todos unos caballeros, educados y con experiencia.
- No sé…
- Esperá. Dame un minuto. Si no querés, te vas y no hay problemas. Lo que te decía es que hace muchos años que hacemos felices a putitas como vos. Sabemos cómo hacerlo. Y no va a pasar nada que vos no desees.
- Son muchos… Nunca lo hice.
- Nosotros si. Probá mamarnos las pijas y, si querés, avanzamos…
Con los que me gusta vestirme de mujer y chupar pijas, pensar en cinco todas para mí, me sedujo. Es más, me puse al palo y se me salía la verga de la tanga. Él lo notó.
- Mirá cómo se te puso, baby.
- Tenés razón. Voy a hacerlo.
Se paró, me tomó de la mano y, como un gran señor, me condujo hasta la habitación, abrió la puerta y me dejó pasar. Allí estaban, cuatro señores de entre sesenta y setenta años. Se acercaron de a uno, me dieron un beso en la mejilla y se presentaron.
El anfitrión se paró detrás mío, apoyándome su pija dura en mi culo y comenzó a acariciarme todo el cuerpo. Uno se me pegó de frente y llevó mi mano a su bulto.
- Señores, por ahora, Serena sólo nos va a chupar las pijas.
- ¿Serena?, pregunté.
- Así te llamás acá desde ahora.
Se empezaron a desnudar y a pajearse para endurecerlas. Me arrodillé y me rodearon. Empecé a chupar una pija tras otra. Había uno que tenía un vergón descomunal, negro, como me gustan. Uno me pajeaba a mí.
Estuvimos así un rato, no sé cuánto, pero no daba más de la calentura.
- Cójanme, por favor. Les ruego que me hagan su esclava.
Eran muy suaves y dulces, me desnudaron despacio y me llevaron a la cama. El de la verga grande se acostó y me pusieron en cuatro, se la empecé a chupar y noté que era mi compañero de viaje el que me lubricaba para penetrarme. Esta vez me cojió distinto, y me acariaba mucho.
Uno me chupó la pija un rato, para después chupársela a uno de sus amigos.
Me colocaron en un 69 con uno de ellos, que tenía una verga durísima, y otro me garchaba despacio desde arriba.
Chupé a dos pijas, me la chuparon todos.
Durante dos horas, se turnaron en mi culo y en mi boca, hasta que el anfitrión dijo que iban terminando y me llenaron ambos agujeros con exquisitas cataratas de deliciosa leche.
Quedé tumbado en la cama y el dotado y otro me la chuparon hasta hacerme acabar.
- Ahí tenés un baño, podés bañarte, linda. Me indicó el dueño de casa.
- Gracias. Me bañé y me puse mis ropas.
Cuando salí, estaban todos en el espacioso balcón. Tomaban whisky y gaseosas. Me serví una y brindaron conmigo.
- Te felicito Serena, sos una puta maravillosa.
- Gracias. Yo los felicito a ustedes, me dieron una montaña de placer.
- ¿Hasta cuándo te quedás?.
- Una semana, pero pasado mañana viene mi esposa.
- ¿Sabe?.
- Si, sabe. Y, a veces, lo hacemos juntos.
- Hablale… Quién te dice.
- Claro que le voy a contar, no tenemos secretos entre nosotros.
- Ok, nosotros aquí estamos, y tenés mi teléfono.
Me despedí de todos y corrí a contarle a Ro. Me dijo que tenía envidia.
Me invitó con lo que quisiera tomar y le acepté una gaseosa. Nos sentamos en el living a charlar.
- ¿Te gustó anoche?
- Me encantó.
- Hoy te va a gustar más.
- ¿Si?... ¿Qué me vas a hacer?.
- Te voy a proponer algo, si no te gusta, te vas, sin problemas.
- Decime, pero te aclaro que no me va la violencia y estar atado.
- Perfecto, no es eso. Ese es el dormitorio, hay ropita para que te pongas, y es de tu talle.
- ¿Cómo sabés que uso lencería?.
- Es que sos muy putita. Vestite y volvé que te cuento el resto.
Fui a la habitación y, sobre la cama, había tres conjuntos de ropa interior, tres vestidos de algodón, medias, un desabillé transparentey hasta un par de pelucas. Me vestí todo de negro. Peluca no me puse. Salí tímido al living y allí estaba mi papito. Sonriendo.
- ¡Qué linda estás!
- Gracias. ¿Qué querés que hagamos?.
- Sentate y te cuento. Me senté en el sillón de tres cuerpos, cruzando las piernas, tratando de estar lo más femenina posible.
- En la otra habitación, belleza, hay cuatro amigos míos. Todos unos caballeros, educados y con experiencia.
- No sé…
- Esperá. Dame un minuto. Si no querés, te vas y no hay problemas. Lo que te decía es que hace muchos años que hacemos felices a putitas como vos. Sabemos cómo hacerlo. Y no va a pasar nada que vos no desees.
- Son muchos… Nunca lo hice.
- Nosotros si. Probá mamarnos las pijas y, si querés, avanzamos…
Con los que me gusta vestirme de mujer y chupar pijas, pensar en cinco todas para mí, me sedujo. Es más, me puse al palo y se me salía la verga de la tanga. Él lo notó.
- Mirá cómo se te puso, baby.
- Tenés razón. Voy a hacerlo.
Se paró, me tomó de la mano y, como un gran señor, me condujo hasta la habitación, abrió la puerta y me dejó pasar. Allí estaban, cuatro señores de entre sesenta y setenta años. Se acercaron de a uno, me dieron un beso en la mejilla y se presentaron.
El anfitrión se paró detrás mío, apoyándome su pija dura en mi culo y comenzó a acariciarme todo el cuerpo. Uno se me pegó de frente y llevó mi mano a su bulto.
- Señores, por ahora, Serena sólo nos va a chupar las pijas.
- ¿Serena?, pregunté.
- Así te llamás acá desde ahora.
Se empezaron a desnudar y a pajearse para endurecerlas. Me arrodillé y me rodearon. Empecé a chupar una pija tras otra. Había uno que tenía un vergón descomunal, negro, como me gustan. Uno me pajeaba a mí.
Estuvimos así un rato, no sé cuánto, pero no daba más de la calentura.
- Cójanme, por favor. Les ruego que me hagan su esclava.
Eran muy suaves y dulces, me desnudaron despacio y me llevaron a la cama. El de la verga grande se acostó y me pusieron en cuatro, se la empecé a chupar y noté que era mi compañero de viaje el que me lubricaba para penetrarme. Esta vez me cojió distinto, y me acariaba mucho.
Uno me chupó la pija un rato, para después chupársela a uno de sus amigos.
Me colocaron en un 69 con uno de ellos, que tenía una verga durísima, y otro me garchaba despacio desde arriba.
Chupé a dos pijas, me la chuparon todos.
Durante dos horas, se turnaron en mi culo y en mi boca, hasta que el anfitrión dijo que iban terminando y me llenaron ambos agujeros con exquisitas cataratas de deliciosa leche.
Quedé tumbado en la cama y el dotado y otro me la chuparon hasta hacerme acabar.
- Ahí tenés un baño, podés bañarte, linda. Me indicó el dueño de casa.
- Gracias. Me bañé y me puse mis ropas.
Cuando salí, estaban todos en el espacioso balcón. Tomaban whisky y gaseosas. Me serví una y brindaron conmigo.
- Te felicito Serena, sos una puta maravillosa.
- Gracias. Yo los felicito a ustedes, me dieron una montaña de placer.
- ¿Hasta cuándo te quedás?.
- Una semana, pero pasado mañana viene mi esposa.
- ¿Sabe?.
- Si, sabe. Y, a veces, lo hacemos juntos.
- Hablale… Quién te dice.
- Claro que le voy a contar, no tenemos secretos entre nosotros.
- Ok, nosotros aquí estamos, y tenés mi teléfono.
Me despedí de todos y corrí a contarle a Ro. Me dijo que tenía envidia.
4 comentarios - Mi Viaje a Mardel 2. Enfiestad@