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Después de la reunión

Otra reunión pesada de la oficina. Ya estaba cansado de ellas. Había algunos compañeros con quien me gustaba conversar, pero la mayoría, y especialmente las mujeres, eran insoportables. Todas muy histéricas. La mayoría aplastadas por la rutina, y sin motivación ninguna para mostrase sexys o atractivas. Hasta escucharlas hablar resultaba deprimente. Siempre los hijos, el marido, el trabajo, la novela de turno.
Rescatables, apenas 2 ó 3.
La última ingresante en mesa de entradas, una morocha atractiva de no más de 30 años, la encargada de archivos, con algo mas de 40 años, bajita, delgada y con unos hermosos ojos verdes, y una de las secretarias, extremadamente delgada pero muy sensual con sus movimientos felinos y que aún no llegaba a los 30. Y paren de contar. Lo demás, no valía la pena .
Yo, con mis 50 años a cuesta y casado, ya no estaba para noviazgos ni cosas demasiadas complicadas. Debo reconocer que me pierden las mujeres casadas, porque son las que menos problemas te pueden traer. No te van a llamar a la madrugada, no te van a pedir pasar juntos un fin de semana, ni tampoco quedarse a dormir contigo. Tienen hijos, marido, y mucho que perder si la situación se descubre. Para quien está casado como yo, resulta lo ideal.
Tiempo atrás me había parecido notar cierta afinidad con Lía, la del archivo, pero cuando traté de avanzarla y le dije que me gustaba, se asustó de tal manera que durante varios días no volvió a hablarme ni a quedarse a solas conmigo. Luego volvió a la normalidad, por lo menos frente a los demás, que es el único momento en que habla conmigo y me hace bromas, pero cuando quedamos solos se aísla totalmente. Casada, con dos hijos, tiene el problema de mantener su casa, ya que su esposo trabaja un día sí y otro no, y tampoco se preocupa por trabajar demasiado. Además bebe, y para colmo arrastra la carga de haber sido alguna vez miembro de una familia rica, hoy venida a menos. Lía, entonces, con su trabajo mantiene su casa y a duras penas satisface las necesidades de sus hijos. Es comprensible que su carácter, muchos días no sea el mejor.
Con mucho sacrificio había comprado un auto, y esa noche, pensé que iba a venir con el a la reunión, pero en cambio llegó en taxi.
- Lía, dije cuando entró, no te imaginaba a pie, dije sonriendo.
- Mi marido tenía una reunión con los amigos y se lo llevó el, dijo en forma despectiva.
- No se lo hubieras prestado, dijo Raquel entrando en ese momento, la cuota la pagas tú.
- No pude evitarlo, pero si no te molesta, me voy contigo, dijo Lía yendo a reunirse con el resto de los empleados.
Raquel se quedó allí parada, intentó llamarla pero ella no la oyó. Me acerqué a ella y la saludé
- ¿ Qué pasa? Dije al ver su sorpresa.
- es que yo tampoco vine con el auto, dijo decepcionada.
- Pues no te preocupes, dije, al final yo las alcanzo a sus casas.
- Te agradezco Omar, así me evito tener que explicarle nada a Lía, dijo sonriendo e ingresando del brazo conmigo al salón.
La cena fue muy entretenida, con el chismorreo acostumbrado sobre vida y obra de los demás. Lia y Raquel estaban en una mesa frente a la mía, y desde allí pude ver como las mujeres tomaban una copa de vino tras otra, y como a medida que avanzaba la noche sus carcajadas se hacía mas y mas reiteradas, y de pronto, un plan comenzó a gestarse en mi cabeza.
Raquel y Lía vivían muy cerca, a no mas de 3 cuadras una de la otra, y no había manera de evitar dejar primero en la casa a Raquel. Luego estaba la casa de Lía, donde terminaba la urbanización. De hecho, frente a su casa, había una nueva que estaba empezando a construirse, pero aún estaba el terreno prácticamente baldío.
Al momento del champaña, me levanté de mi mesa y me acerqué a la de las chicas, y allí chiste va chiste viene, me aseguré de que ambas tomaran unas cuantas copas, mientras yo evitaba exagerar en la ingesta.
Las bromas subieron de tono y ambas mujeres se ponían coloradas y se reían, burlándose de mí, especialmente Lía quien se veía totalmente desinhibida.
- Uds. se burlan de mi, pero me voy a enojar y se van a tener que ir caminando, dije simulando enojarme.
- Pero no, Omar, dijo Lía, si a mí me va a llevar Raquel.
- Y a mi me va a llevar Omar, porque no traje el puto auto, dijo Raquel comenzando a reirse a carcajadas.
- Ahh, bueno, dijo Lía, entonces será mejor no seguir burlándonos de Omar, no vaya a ser cosa que quiera vengarse, dijo mientras comenzaba a reírse también.
- Ahora decidí que voy a cobrarles el viaje, dije riendo yo también.
- No hay problema, seguro que encontraremos la forma de pagarle, no Lía? Dijo Raquel.
- Por supuesto, y va a quedar conforme, dijo continuando con las risotadas.
En fin luego de seguir un rato mas en este ambiente, lentamente la gente comenzó a retirarse. Ya cuando quedamos casi solos, las mujeres apuraron el resto de sus copas y se levantaron para irse. Se notaba que les costaba mantenerse derechas y se tomaron del brazo, mientras seguían riéndose, ahora de lo mareada que estaban.
Yo fui hasta mi auto y les abrí las puertas.
Raquel se sentó adelante y Lía atrás, lo cual no era bueno para mis planes. Pero nada podía decir. Una vez ubicadas en el auto, arranqué lentamente.
Se hizo un silencio en el auto, que rompí con un poco de música suave. Por el espejo veía como Lía tenía dificultades para mantenerse despierta, en ese viaje que no duraría más de 15 minutos.
Me detuve frente a la casa de Raquel y antes de bajarse comenzó a reírse.
- Al final, no arreglamos el pago, dijo mirando a Lía y sonriendo.
- Es verdad, dijo Lía, despertando de su somnolencia.
- No hay problemas chicas, A tí Raquel, mañana en el trabajo te diré como podrás pagarme.
- Bueno, que así sea chicos, nos vemos, dijo Raquel, bajándose del auto y saludando con la mano mientras con esfuerzo conseguía abrir la puerta de su casa y entrar.
Arranqué lentamente. Hice las cuadras que faltaban para la casa de Lía, y una vez en su cuadra, la que estaba condenadamente oscura y en silencio, me detuve pasando un poco su hogar, y sobre la vereda de enfrente, la que daba al descampado. Una vez allí apagué el motor. Lía estaba semidormida otra vez.
- Ya llegamos, le dije suavemente.
Abrió lentamente los ojos, miró el lugar como si lo desconociera, hasta que se ubicó en tiempo y espacio. La cochera de su casa estaba vacía. Su esposo aún no había llegado.
- Te agradezco, dijo, el inútil de mi esposo aún no ha llegado. mañana en el trabajo me dirás como te pago, dijo riendo mientras se acomodaba para bajarse del auto.
- No. A Raquel le voy a cobrar mañana, pero tú no tienes crédito, dije sonriendo.
Me miró y sonrió.
- No seas malo, dijo mientras buscaba la llave en su cartera.
Bajé del auto y rápidamente subí en el asiento de atrás.
Lía me miró sorprendida.
Me acerqué y la besé. Sorprendida no atinó a hacer nada. Se quedó quieta mientras mis labios sellaban los suyos. Luego de un momento me separé.
- No está bien, Omar. No está bien. Te aprovechaste de que no me di cuenta de lo que pasaba, dijo poniendo cara de enojo. La tomé del cuello y volví a besarla, esta vez con mas urgencia. Ahora trató de resistirse, pero nada podía hacer frente a mi determinación. Cuando me separé trató de golpearme, pero detuve sus manos en el aire y la contuve.
- ¿ Qué te pasa? , dijo, antes que directamente me arrojara sobre ella y volviera a besarla, estaba vez reteniendo sus manos, que intentaban rechazarme, pero luego de unos momentos, aflojó su resistencia, y entonces presioné y conseguí que entreabriera los labios, y mi lengua se introdujo en su boca. Ese beso húmedo me excitó al máximo y noté como ella empezaba a responder a mis ataques.
La música suave que seguía, la total oscuridad exterior reforzada por el polarizado de mis cristales, nuestros cuerpos encimados, todo hacía que ese momento fuera único. Me sentí como en mis épocas de colegial. Hacía años que no vivía escenas tan calientes en el asiento trasero de un auto.
Cuando sentí que sus manos ya no se resistían, las solté y una de mis manos comenzó a acariciar sus piernas desde los tobillos, ingresando por dentro de un pantalón de seda muy ancho que tenía puesto. Nada ofrecía resistencia. De un lado de mi mano me rozaba la seda caliente de su ropa, y del otro lado, la seda caliente de su piel. Lía comenzó a suspirar frente a la situación, y era evidente que las copas que tenía de mas ya se habían evaporado y tenía plena conciencia de lo que estaba pasando.
Cuando mi mano llegó a su muslo, gimió y suspiró, mientras mi otra mano, por debajo de su remera tomaba posesión de sus pequeños pero endurecidos senos. Cuando le pellizqué los pezones, tembló como si hubiera recibido una descarga eléctrica, y ahí supe que en ese momento era mía, quizás como nunca mas lo sería. No podía dejar pasar esta ocasión.
El problema es que estábamos en la puerta de su casa, si bien algo alejados, y que los vecinos podían sorprenderse de que ese auto permaneciera tanto tiempo allí, pero la hora y el lugar hacía que nadie estuviera afuera.
- No, no, no, decía entre dientes mientras sus manos me tiraban el cabello. Me separé un momento y tomando el borde de su remera la tiré hacia arriba. Sus brazos acompañaron el movimiento y permitieron que la mitad de su cuerpo quedara desnudo a no ser por un corpiño transparente. Mis manos se perdieron en su espalda y lo desabrocharon, quitándolo también mientras ella seguía colaborando con sus movimientos para que esto fuera rápido y certero. A continuación, sus pantalones babucha recibieron el mismo tratamiento. Como eran sueltos fui muy fácil bajarlos, y entonces, sobre el asiento trasero de mi auto, quedó Lía, solo con su tanga, el mejor pedazo de mujer que había pasado por la piedra en los últimos años. Hasta hoy.
Totalmente desnuda me miró, con los ojos abiertos y mostrando a las claras que todo el efecto del alcohol ya se había evaporado. Que nada de lo que pasara iba a ser sin que ella lo consintiera plenamente. Sin dejar de mirarla, desabroché mi pantalón, busqué mi verga y la saqué. Me ubiqué entre sus piernas y corriendo hacia el costado su tanga, la punta de mi vara buscó la mejor ubicación. Ella se aferró de mis hombros, mientras sus piernas me rodeaban, y mirándonos profundamente, avancé y la fui clavando lentamente. A medida que mi verga entraba ella cerraba los ojos y tiraba su cabeza hacia atrás. Cuando se la di toda, gimió y se corrió desesperadamente. Estaba mas necesitada de lo que yo imaginaba.
- Que caliente estás, le dije al oído, ¿ cuánto hace que tu marido no te atiende?
- Hace rato. Últimamente me tiene abandonada, pero muévete, por favor muévete. Partime en dos, me susurro al oído, y entonces comencé un lento mete y saca que nos transportó a los dos.
Luego de un rato, desmonté y la puse en cuatro sobre el asiento y colocándome a su grupa volví a empalarla. Mientras tirábamos con ganas las luces de un auto se acercaron. Ella tembló pero le dije que no se preocupara, que con los vidrios polarizados nosotros veíamos hacia afuera pero nadie podía ver lo que pasaba dentro del auto. Nos quedamos quietos un segundo, y vimos al marido de ella estacionar, bajarse a abrir la cochera y guardar el auto. Cuando lo reconocí comencé a bombear con fuerza mientras ella trataba de no hacer ruido.
Cuando su marido entró, se liberó y comenzó a gemir ante mis arremetidas. Seguimos unos minutos y cuando estaba a punto de correrme sonó su móvil.
Se quedó quieta un segundo y luego buscó su bolso con una mano, encontró el móvil y lo miró.
- Es mi marido, tengo que atender dijo, moviéndose para que desmontara. Nos sentamos los dos en el asiento.
- Hola mi amor, dijo mientras yo la miraba y sonreía.
- Hola mi vida, ¿ Ya vuelves?
- En un rato.
- ¿ Quieres que te vaya a buscar?
- No hace falta ya arreglé que me lleva una compañera.
En eso vemos una figura que se asoma a la ventana. Era el, mirando hacia donde estábamos estacionados.
- Dime una cosa Lía, ¿ Omar esta allí?
Se puso pálida y me miro. Le hice señas de que no.
- No. Se fue hace un rato, dijo simulando
- ¿ Con quien se fue?, preguntó su marido
Le hice señas hacia la casa de Raquel.
- Con Raquel, mi amor, ¿ por?
- Con razón. No vas a creer si te digo que su auto está estacionado frente a casa y me parece que se está tirando a Raquel.
Casi nos largamos a reir al mismo tiempo.
- Estás loco, dijo ella sonriendo.
- Te juro que no. Realmente le envidio el estómago, si necesita acostarse con ese bicho, dijo y se rió.
- No seas malo que Raquel es buena.
- Será, pero no está para acostarse con ella, la verdad, bueno mi amor, me voy a acostar que estoy cansado. Vuelve pronto. Y cortó.
Los dos nos miramos un segundo y luego nos abrazamos y empezamos a besarnos nuevamente. De reojo vi como el cornudo se alejaba de la ventana y apagaba la luz del comedor para encender la del dormitorio. La tomé a Lía de la cintura y la puse a caballo sobre mí . Ella misma tomó mi verga y se empaló para luego empezar a subir y bajar por el mástil con maestría. En cuestión de minutos acabó conmigo que me vacié dentro de ella como un surtidor, mientras ella me acompañaba con su segundo orgasmo. Nos seguimos besando y por fin desmontó, desparramándose en el asiento a mi lado. Me arrodillé sobre el asiento, y tomando su cabeza la acerqué a mi verga para que me la chupara, cosa que empezó a hacer con dedicación. Lo que nunca, pasaron pocos minutos para que estuviera dura de nuevo.
Lía la sacó y me miró.
- No tenemos tiempo cabrón, dame todo en la boca ya, dijo mientras volvía a guardar mi herramienta. Sus caricias en mis pelotas y su lengua jugando con la cabeza de mi verga, hicieron que me corriera en su boca, y la muy puta se tragó hasta la última gota.
Lentamente me acomodé la ropa y me pasé al asiento de adelante, mientras Lía se vestía. Arranqué y dí la vuelta a la manzana. Cuando estacioné ya estaba arreglada como si no hubiera pasado nada. Abrió la puerta y se bajó en la esquina de la manzana opuesta a su casa.
- Te agradezco el viaje y creo que no podrás quejarte por el pago, dijo y se fue caminando rápido a su casa.

Al día siguiente, en la empresa, cuando nos encontramos, le pregunté como le había ido al volver.
- Genial. Mi marido estaba desilusionado de que tu ya te hubieras ido y yo no hubiera podido verte tirando con Raquel, pero eso lo calentó tanto que tiramos por primera vez en mucho tiempo.
- Bueno, me imagino que ahora estarás satisfecha y no necesitarás que te lleve a ningún lado, dije decepcionado.
-No te creas. La semana entrante tengo que ir hasta el centro y al regreso, hay un hotelito muy discreto donde estoy dispuesta a pagarle al taxista, dijo guiñando un ojo y alejándose hacia su oficina.

5 comentarios - Después de la reunión

machotemotero
Muy bueno....si hace falta yo tambien tengo coche, +5
MarioLeyenda +1
muy bueno!!.. hacía rato que no aparecias!
pulga53
Ocupaciones. Pero de a poco volveremos. Gracias por leerme.
MarioLeyenda
este relato esta muy bueno... se merece una continuación! :O)