En ese entonces Mariana y yo éramos novios hacía unos cuatro años. Era sábado a la noche y estábamos en la casa de mis viejos viendo una película en la cocina, mientras ellos dormían. Cuando terminó la peli nos pusimos muy, muy cachondos, beso va, caricia viene, cada vez de manera más intensa, al punto que yo ya le había levantado la remera y estaba comiéndole las tetas como un desesperado.
Mariana estaba re caliente, pero pudo entrar en razón y se volvió a poner la remera diciendo que no podíamos hacer eso, que mis viejos podían levantarse en cualquier momento. Pero teníamos una alternativa, con solo mirarnos ya nos entendimos. Nos fuimos a la escalera que daba a la puerta de calle, ahí nadie podía vernos, nos sentamos en los escalones y empezamos a masturbarnos mutuamente. Mariana estaba tan excitada que no podía concentrarse en masturbarme, mis dedos la estaba volviendo loquita, cuando me dice: “Contame cosas loquitas”.
Esa frase era la indicada para que empecemos a fantasear que ella cogía con otros tipos. Ya lo había hecho un par de veces, pero todavía lo vivía con mucho pudor. Mi imaginación se disparó y empecé a inventar un relato, mientras la masturbaba, que sucedía entre ella y un remisero. Elegí ese personaje porque sabía que en un rato nomás ella se iría a su casa justamente… en remís.
Sin dejar de juguetear con su clítoris, empecé a decirle:
Mariana lanzó ahí un gran gemido. Yo seguía con mi relato:
Mis dedos seguían jugueteando y Mariana no paraba de mojarse cada vez más.
Mariana gimió más fuerte y me pidió que la tocara más lento, para hacer durar el orgasmo. Yo no podía parar, pero le hice caso.
Mariana no aguantó más, empezó a corcovear como una yegua y acabó gimiendo y gritando. Dejé de tocarla, me miró y en la cara se veía lo mucho que le había gustado tener esa fantasía.
Ahí mismo me la quiso chupar, pero sin saber porqué, no la dejé. Dicho y hecho, al rato llamamos a la remisería y pedimos un auto. Unos minutos después llegó, ella se subió, nos despedimos con un largo beso y se fue.
El viaje hasta su casa es de unos 20 minutos. Pero pasó media hora, 45 minutos y no me llamaba para decirme que había llegado bien. Me desesperé, empecé a sentir miedo de que le hubiese pasado algo. No paraba de llamarla al celular, pero no me atendía.
A la hora, cuando estaba a punto de llamar a la policía, me llega un sms de Mariana. Lo abro y leo: “¿Podés ver el futuro, vos?”. Si entender nada, intento llamarla nuevamente. Me atiende. “Hola, Mariana. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?”. “Sí”, me dice, “Estoy muy bien. Ponete cómodo que te cuento cómo se hizo realidad todo lo que me contaste”.
Me acosté en la cama, teléfono en mano, y me hice la paja de mi vida mientras ella me contaba cómo, hacía un rato nomás, se había cogido al remisero.
Pasen por mis otros post donde les cuento lo tremendamente cornudo que soy:
Mariana estaba re caliente, pero pudo entrar en razón y se volvió a poner la remera diciendo que no podíamos hacer eso, que mis viejos podían levantarse en cualquier momento. Pero teníamos una alternativa, con solo mirarnos ya nos entendimos. Nos fuimos a la escalera que daba a la puerta de calle, ahí nadie podía vernos, nos sentamos en los escalones y empezamos a masturbarnos mutuamente. Mariana estaba tan excitada que no podía concentrarse en masturbarme, mis dedos la estaba volviendo loquita, cuando me dice: “Contame cosas loquitas”.
Esa frase era la indicada para que empecemos a fantasear que ella cogía con otros tipos. Ya lo había hecho un par de veces, pero todavía lo vivía con mucho pudor. Mi imaginación se disparó y empecé a inventar un relato, mientras la masturbaba, que sucedía entre ella y un remisero. Elegí ese personaje porque sabía que en un rato nomás ella se iría a su casa justamente… en remís.
Sin dejar de juguetear con su clítoris, empecé a decirle:
Imaginate que ahora llamamos a un remís. Viene... Te subís... Arranca… Y a las pocas cuadras, el remisero se da cuenta de lo caliente que estás. Se da cuenta que tuviste un orgasmo, pero sin penetración. En cada momento que tiene, te mira a través del espejo retrovisor. Y en una de esas veces en que te mira, ve que vos también lo estás mirando".
Mariana lanzó ahí un gran gemido. Yo seguía con mi relato:
Cuando se cruzan la mirada, él se anima y te dice: «Señorita, ¿le molestaría sentarse acá adelante? No tengo registrado el auto como remís…». Sin importarte demasiado, te pasás al asiento del acompañante. Sinceramente no te imaginás que vaya a suceder algo, hasta que sentís la mano del remisero arriba de tu pierna. «¿Perdón», le decís fingiendo una ofensa. «Me doy cuenta que estás muy caliente, bebé», te dice él con total atrevimiento".
Mis dedos seguían jugueteando y Mariana no paraba de mojarse cada vez más.
«Si me vas a tocar, tócame bien», le decís vos agarrándole la mano y poniéndotela entre las piernas. Ahí el remisero saca la mano y en dos maniobras estaciona. Apenas mete el freno de mano, te abraza y te come la boca. Vos te ponés muy loca y le decís en un susurro «Comeme las tetas». El remisero te saca de una la remera, te desabrocha el corpiño con una mano y empieza a comerte las tetas como un desesperado. Pero vos lo apartás y vas como loca hacia su bragueta. El tipo te ayuda desabrochándose el pantalón y saca una pija gruesa, totalmente mojada. Con carita de puta, te relamés y empezás a pegarle una tremenda chupada de pija".
Mariana gimió más fuerte y me pidió que la tocara más lento, para hacer durar el orgasmo. Yo no podía parar, pero le hice caso.
Al rato de chupársela, el remisero te dice «Vení acá». Te levanta, se pasa al asiento del acompañante y te sienta arriba. Vos le das la espalda, te bajás el pantalón y él te corre la tanga y te clava la verga bien adentro, de una. Con tu concha chorreando de calentura sentís cómo te entró hasta el fondo de un solo empujón. Y así, con la pija del remisero clavada hasta los riñones, entrás a cabalgarlo como una puta enloquecida, y no podés evitar gritar. Él con violencia te tapa la boca y al oído te dice: «Dale, cógeme la pija y sácame toda la leche, puta de mierda». Vos empezás a gemir más y más, no podés parar porque sentir su pija adentro y su mano en tu boca te enloquece de placer. Te sentís violada. Te movés más y más fuerte y sentís cómo el remisero mueve su cadera para clavártela más adentro. Y ahí mismo empezás a temblar y a acabar como loca, sintiendo al mismo tiempo cómo el remisero, con un gruñido, lanza chorros de leche caliente adentro de tu conchita empapada…"
Mariana no aguantó más, empezó a corcovear como una yegua y acabó gimiendo y gritando. Dejé de tocarla, me miró y en la cara se veía lo mucho que le había gustado tener esa fantasía.
Ahí mismo me la quiso chupar, pero sin saber porqué, no la dejé. Dicho y hecho, al rato llamamos a la remisería y pedimos un auto. Unos minutos después llegó, ella se subió, nos despedimos con un largo beso y se fue.
El viaje hasta su casa es de unos 20 minutos. Pero pasó media hora, 45 minutos y no me llamaba para decirme que había llegado bien. Me desesperé, empecé a sentir miedo de que le hubiese pasado algo. No paraba de llamarla al celular, pero no me atendía.
A la hora, cuando estaba a punto de llamar a la policía, me llega un sms de Mariana. Lo abro y leo: “¿Podés ver el futuro, vos?”. Si entender nada, intento llamarla nuevamente. Me atiende. “Hola, Mariana. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?”. “Sí”, me dice, “Estoy muy bien. Ponete cómodo que te cuento cómo se hizo realidad todo lo que me contaste”.
Me acosté en la cama, teléfono en mano, y me hice la paja de mi vida mientras ella me contaba cómo, hacía un rato nomás, se había cogido al remisero.
Pasen por mis otros post donde les cuento lo tremendamente cornudo que soy:
6 comentarios - Mi novia (hoy mi esposa) y el remisero
gracias x compartir!!
pd : lastima no soy remisero y vivo en entre rios xq me gustaría conocer a tu sra!!! jjaa
+ 5