Sobre el capó
Tras dos semanas posponiéndolo, por fin llegó el día en el que Miriam no podía seguir retrasándolo. Su coche necesitaba un lavado urgente. Sabía que cerca de su casa habían abierto un lavadero, por lo que se vistió lo más cómoda posible y fue hasta allí.
Era la primera vez que iba sola a poner su vehículo a punto, normalmente la acompañaba su padre. Su torpeza se advirtió en el mismo momento de meter las monedas, pues no sabía muy bien qué programa de lavado elegir. Afortunadamente, no había ni un alma por allí, así que nadie se percataría de su cualidad de patosa.
El primer manguerazo sobre el coche la salpicó sobremanera y se mojó las piernas. No obstante, era de agradecer, dado lo caluroso que había amanecido el día. Siguió absorta en su tarea y ni se enteró de que el chico del lavadero la observaba desde lejos. Se acercó a ella y, por el sobresalto, volvió a empaparse.
Era Luis, antiguo compañero del instituto que trabajaba allí. Llevaba un mono gris oscuro, con la parte de arriba anudada a la cintura y una camiseta blanca algo sucia. Hacía varios años que no lo veía y el chico estaba irreconocible. Estaba lejos de ser aquel tirillas de clase; ahora tenía los brazos definidos y un torso que parecía de piedra.
Luis le propuso echarle una mano. Agarró la manguera con decisión y comenzó a apuntar hacia el coche. Mientras se ponían al día, Miriam no podía evitar sentirse atraída por ese casi desconocido de aire macarra que, enérgicamente, estaba dejando reluciente su coche. Tenía también un culo prieto que ella miraba embobada cada vez que el chico se agachaba para hacer su trabajo.
En un momento que ella estaba distraída, sintió un frío chorro de agua en sus piernas. Parecía que Luis estaba juguetón. Miriam fue tras él, pero se encontró con que él, sin miramientos, volvió a apuntarla con la manguera, esta vez directo a su escote. La camiseta estaba totalmente pegada a su cuerpo y se intuía el sujetador color coral que llevaba. Miriam le declaró la guerra y corrió tras él para poder restregarse contra su cuerpo y mojarle.
Se agarró a su cuello y comenzó a rozarse frenéticamente con él en medio de una sonora carcajada. Luis la hizo callar dándole un dulce beso en los labios. Esta apartó la cara aunque no de su lado porque él también la tenía cogida por la cintura. Lentamente, volvió a acercarse a los labios de Miriam, esperando que le recibieran de mejor agrado. Le metió la lengua, buscando la suya, y, sí, la encontró.
Sus labios estuvieron pegados y enredados varios minutos, casi sin darse tregua. Luis se acercó a la puerta del garaje para poner el cartel de “Volvemos enseguida”, cogió a Miriam por el trasero y la elevó hasta el capó de su coche, aún mojado. Se colocó entre sus piernas y la tumbó para poder hacerla suya. La abarcó con sus brazos y le mordió el cuello con saña. Tiró del escote de su camiseta empapada y le sacó los senos. Lamió sus areolas lentamente y Miriam se puso muy cachonda sintiendo la lengua de Luis tan cerca de sus pezones duros. Parecía que no iba a llegar nunca a ellos. Quería que los mordiera con furia y los chupase fuerte. Así lo haría.
Enseguida Luis le bajó los pantalones y las bragas. Él también hizo resbalar los suyos. Volvió a presionar su cuerpo contra el de ella, haciéndole sentir su miembro erecto en la entrada de su sexo. Su verga se deslizó por sus labios vaginales, empapándose de sus fluidos.
Se puso un condón y se introdujo poco a poco en su interior. Miriam se agarró a sus fornidos brazos y cruzó las piernas por detrás de la cintura de Luis mientras este le penetraba. Notaba su pene muy ancho pero el leve escozor inicial pronto se transformó en placer.
Luis la cogió por el trasero y aproximó su pelvis hacia él, continuando las embestidas. Sus movimientos rítmicos y profundos sabían a gloria para Miriam.
Estaba a punto de tener un orgasmo cuando Luis sacó su miembro para terminarla con un cunnilingus. Su lengua la condujo al cielo mientras, a la vez, el chico se hacía una paja.
Luis eyaculó sobre la tripa de Miriam, aún jadeante y satisfecha. Su semen, incluso, salpicó el capó de su coche. Necesitaría otro manguerazo.
7 comentarios - Relato erótico: Sobre el capó
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