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Décadas de sexo (18): Impresiones

María me pide un favor relacionado a su trabajo. La ayudo y me dice “Gracias”. Niego con la cabeza. Insinúo mi sonrisa ladina: deberá darme placer oral. “Lo haría gratis”, afirma. Ya lo sé.

No conozco a nadie que tenga la rara habilidad de Laetitia: en la cama puede quitarme (bueno, supongo que debe ser quitarnos) la ropa interior bajándola primero con las manos, como todo el mundo, hasta la altura de las rodillas y de completar ágilmente la tarea con sus suaves pies.

Entusiasmada con las lecturas que le proporciono, envalentonada con algunos comentarios que recibimos, María se excita, se alza, se emputece: “Uno de estos días me preparo bien y te dejo jugar mucho con mi culito”, me dice. Miro el almanaque pero no dice nada.

Compenetrados (¡qué expresión oportuna!) con Victoria en la habitación del hotel, dedicamos nuestro afán a la satisfacción mutua. La calentura es furiosa. Como otras veces, nos golpeamos con la mano abierta en cuerpos y rostros mientras cogemos. Al acabar, nos besamos con ternura.

Hay un momento que es más que mágico, sagrado. Después de haber refregado nuestros cuerpos desnudos, deslizo mi mano suavemente desde la espalda de María entre sus nalgas, camino a su vulva. En exquisito mecanismo, se abre de piernas, suspira, sonríe vencida por la fiebre el sexo.

Al encamarme con Fernanda, me gusta que se deje puestos collares, pulseras y anillos. El metal relumbra y hace un bello contraste con su piel de aceituna, especialmente vista desde abajo.

En la intimidad, me gustan las damas que son dueñas de sí mismas y saben lo que quieren, las que pierden la chaveta y todo les viene bien, las que deliran penetradas, las que se someten a lo que surja, las que toman la iniciativa, las que a veces mandan y a veces acatan. Es decir, todas.

Al “Negro” (el vibrador grande) se le termina la batería en medio del cumplimiento de su deber y “Blanco” (el chico) tampoco tiene. María se enoja y se desquita, irritada, con su dedo medio sobre su clítoris. A veces la justicia por mano propia es la mejor solución. Soy testigo.

Montada sobre mí, Adriana me invita a fantasear “¿Ninguna de tus amiguitas querrá jugar?”. La opción es con Fernanda, que no está pero, mientras yo no paro, toca la espalda de Adriana con diestras manos y gordos pechos, la besa con pasión, le da por atrás sumando dedos al éxtasis.

Le compro a María un ajustado vestido de red. Baila, tapándoselo apenas con velos que realzan su belleza. Se va quitando los tenues pañuelos pero me urge derrumbarla en la cama y poseerla. Embestido, el vestido no resiste. Se rasga, casi se funde en la fricción de nuestros cuerpos.

Rápida para aprender, Anita transita sin detenerse desde la relativa inexperiencia a la maestría en las artes amatorias. Le gusta tocar mi sexo y el suyo durante la unión genital. “Así sé cómo se vería”, explica. Yo le describo cómo le mana mi leche del ano y se derrama por sus muslos.

Eyaculo en María, a la que le falta medio minuto. “Chupame”, me manda. Soy obediente. Me tiro sobre la ciénaga en que se transformó su entrepierna y lamo la mezcla de jugos suyos y míos. Aferrada a mi pelo, ella se va en alaridos. “Quise decir las tetas”, me aclara tardíamente.

Otro día, desplazo mis manos por toda la piel de Adriana, por sus pelos púbicos y las golosas entradas a su interior. Es mi turno para la iniciativa de jugar a la fantasía. Le propongo nombres de terceras personas pero no se involucra. “Seguí tocando”, me indica “que lo hacés tan bien”.

Otra vez Victoria ante el espejo, ahora de nuestro lado izquierdo, devolviendo la imagen de mi coito anal. “Dame todo lo que tengas”, pide, aludiendo a mi carga de semen. Cumplo. Pero sigo bombeando. “¿Tenés más? ¡Dame más!”. El segundo la desborda. Después, la tanga la irrita.

10 comentarios - Décadas de sexo (18): Impresiones

juachocba899 +1
Gracias a vos por el post!
milokura +1
Luz... mucha luz en sus cálidas impresiones...
placer en la lectura de tan cálidos acontecimientos.
La prosa desborda la desnudez de los cuerpos
y la hoguera de los sexos palpitantes.
Un humilde servidor hace una reverencia
ante un maestro...
Pervberto
¡Me gustaría mucho merecer tantos elogios!
milokura +1
No tenga dudas de ser merecedor...
Tanto por sus enriquecedoras experiencias
Como por la delicadeza de su pluma...
Debo hacer justicia y hacer mención destacada
A las hermosas musas que nuestra imaginación
Agitan y nos hacen testigos privilegiados de su placer...
Pervberto
¡Gracias de nuevo! Si pudiste ver algo bueno, para eso está el lector y me alegro de haberlo provocado.
InvisibleT +1
Muy bueno! Maria es lo mas de lo mas!
Pervberto
Mil gracias, maestro.

(Pero no te creas que no me había dadp cuenta...)
Lady_GodivaII +1
deslizo mi mano suavemente desde la espalda de María entre sus nalgas, camino a su vulva. En exquisito mecanismo, se abre de piernas, suspira, sonríe vencida por la fiebre el sexo. esa es una mágica Impresión
Pervberto +1
No es más que la evocación de la verdadera magia pero me alegra haberlo podido trasmitir.
profezonasur +1
Otro bello relato, al cual nos tiene acostumbrado. UN abrazo.
Pervberto
¡Cuánta gentileza uno encuentra por acá! Muchas gracias, profe.
perchacubo +1
Muy buena la redaccion. Gracias por el relato
Pervberto
Gracias a vos.
pepegonzalez325 +1
“Lo haría gratis”, afirma María es una Grande, gran hembra, gran puta, gran maestra. Tenemos mucha suerte Don Pervberto de tener esposas de esa calaña. Abrazo. El Pepe
Pervberto
¡No cabe duda, maestro! Y no incurramos en falsa modestia; además de la siempre necesaria suerte, algo bueno habremos hecho para merecerlas. Y hay que seguir haciéndolo día tras día.
tfy01 +1
la justicia por mano propia es exquisita!
Pervberto
Que nunca falte.
Minerva_atrevida +1
"...Yo le describo cómo le mana mi leche del ano y se derrama por sus muslos..."

👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏

Sr... Me va a matar...
Pervberto +1
Señora, va a renacer muchas veces.