Hola buen dia. Les traigo la continuacion del relato que ayer publique. Si lo sabes de que hablo ve esta liga :
http://www.poringa.net/posts/relatos/2704258/Repasada-por-el-pintor-de-papa-1.html
Espero que les guste esta parte
II. Una superficie demasiado estrechita para tanta brocha
El viernes volví a su casa. Llevé otro par de películas. Y desde luego ambas eran eróticas. Me costó armarme de valor para alquilar esas cosas, el jovencito pecoso de la tienda me sonrió como un pervertido cuando le pedí los DVDs.
—Buenas tardes, Rocío. ¿Me has traído mis películas?
—Uf, don Jorge, buenas tardes. Claro que las traje, las escondí en mi mochila.
Puse una cualquiera y nada más darle al play, salí de la habitación y cerré la puerta para dejarlo en privacidad. Aunque él no supo ni tenía forma de saber que al otro lado yo estaba recostada contra la puerta, escuchando el intenso y seco sonido de su autosatisfacción. Me repuse para verlo a través del picaporte.
Me puse a babear. ¡Era impresionante aquello! Juraría que su lanza estaba más grande que el día anterior y todo. Me acordé de mi novio. Esa mañana en la facultad, durante las horas de clases, lo llevé a rastras hasta el baño de mujeres; estaba como un hervidero y necesitaba un hombre cuanto antes. Christian, mi chico, estaba súper nervioso porque no está acostumbrado a mis arrebatos, y de hecho se enojó conmigo cuando me reí al ver su miembro erecto. Es que no pude evitar comparar el pene de mi chico con el del señor Jorge, y la diferencia era tan abrumadora que simplemente me reí al ver el de mi novio.
Obviamente se cabreó tanto que dio por terminada nuestra aventura en el baño. Pero lo que mi chico no sabía es que, al haberme dejado a medias, me estaba enviando a la casa del pintor toda encharcada; estaba tan excitada que ya no me importó bajarme el vaquero allí en la casa de don Jorge, dispuesta a masturbarme contra su puerta mientras el señor se pajeaba.
Mi puño izquierdo quedó muy marcado por mis dientes mientras mi mano derecha se escondía bajo mis braguitas. No puedo describir el placer y la cantidad de intensos orgasmos que experimenté con mis pequeños dedos haciendo ganchitos dentro de mí mientras escuchaba las pajas de aquel señor. La cantidad de humedad en esta pared no era ni medio normal.
Me quedé postrada allí contra la puerta, toda agotada, mirando mi dedito encharcado, apretujando mis muslos. “Tiene que ser mío”, pensé como una loba. La verdad es que ni yo me reconocía; ya estaba hartita de masturbarme, ¡quería carne de verdad!
Luego de varios minutos, tras entrar para cerrarle la hebilla del cinturón, y de limpiar una gota de semen que le cayó sobre la escayola del pie, agarré mi notebook y salí corriendo sin mirar para atrás ni escuchar sus perversas opiniones acerca de la película que le había alquilado. Pensé que tal vez encontraría la lucidez que necesitaba en una noche con mis libros y apuntes.
Pero es muy difícil estudiar en esas condiciones. A veces las letras y los números, y sobre todo los gráficos de mis libros, parecían transformarse en una enorme, gigantesca y llamativa… ¡verga!… ¡Todo mi cuerpito estaba enfocado en eso! Y mentalmente me pedí perdón a mí, a mi novio, y a su señora, y, y, y,… ¡Perdón a todos! Porque esa noche, al cerrar los ojos, decidí hacerle caso a esa maldita putita con cuernos y colita de diablo que campa dentro de mi cabeza, a esa chica que no para de gritarme: “¿Qué más da que te deje caminando como un pingüino por días? ¡Tienes que probar esa brocha! ¿O acaso vas a tranquilizarte con ese dedito que tienes? ¡Por favor, no es ni por asomo lo mismito!”.
Al día siguiente, sábado, como la señora estaba dialogando con el mismo vecino de siempre en el pórtico de su casa, don Jorge y yo tendríamos bastante privacidad. No obstante, decidí poner el seguro a la puerta, amén de encender la radio para poner música y así ver “nuestra” película porno en mudo.
—Rocío, voy a… bueno, creo que estarías más cómoda si te fueras de la habitación.
—¡No! O sea... hágase espacio, quiero verlo también… digo, quiero ver la película.
—¿Lo dices en serio? No creas que porque tú estás aquí vas a evitar que lo haga.
—¡Hágalo! Mastúrbese, pervertido. Tengo diecinueve, no es que vaya a ver algo súper novedoso.
—En serio eres una niña muy rara, ¿eh? ¡Perfecto, quédate! Dale al play.
Me senté sobre la cama y puse el notebook sobre mi regazo. La película no era nada especial. Una chica haciendo una cubana a varios chicos. El señor se volvió a empalmar. Y yo estaba sudando ya como una cerdita, abrazando una almohada, mirando boquiabierta aquella imponente verga de mis sueños despertándose de su letargo.
El señor simplemente no se aguantó y se volvió a tomar la polla, por encima de su ropa interior. Me miró y me sonrió conforme se la estrujaba con fuerza. Yo podría parar aquello, decirle que no era apropiado hacer eso, pero de alguna manera él notaba lo embobada que estaba por su miembro, lo caliente que me ponía viéndole masturbarse.
—¿No te molesta, Rocío, en serio?
—Ah… don Jorge —abracé con fuerza la almohada—, no está mirando la película.
—Es que, preciosa, tú tienes también unas tetas dignas de mención, desde que las vi mientras trapeabas me he quedado obsesionado. Aunque con la almohada no puedo ver nada. ¿Vas a mostrármelas o tengo que imaginarlas?
Tragué saliva. Mil pensamientos iban y venían. ¿Me estaba bromeando? ¿Me lo estaba pidiendo en serio? Su señora estaba afuera, en cualquier momento podría golpear la puerta. ¿Debería hacerlo? ¿Cómo era posible que aquella “brocha” me hipnotizara prácticamente? Seguro pensaba que yo era una chica tonta y fácil; ¿se estaba aprovechando de que me sentía culpable por lo que le había hecho?
Y lo peor de todo es que en un momento como ese la culpabilidad me empezó a invadir de nuevo. Que mi novio, que su señora, que mi decencia, que mi cuerpo no aguantaría ni un solo embate de su armatoste. Pero fue la lejana risita de su señora y su vecino los que me sacaron de mis adentros.
—¿Y bien, Rocío, qué esperas para mostrármelas? —no paraba de estrujársela.
—¡M-me voy a mi casa!
Salí a pasos rápidos y nerviosos, toda colorada, confundida y frustrada conmigo misma. Lo tenía decidido, quería hacer mío a ese hombre pero la conciencia me atacaba en los momentos menos propicios.
Lo peor de todo llegó a la noche, en mi habitación. Me tumbé sobre mi cama cuando me llamó el mismísimo don Jorge a mi móvil. Fue solo ver su nombre en la pantalla de mi teléfono y estremecerme todita. Mi cola incluso pareció boquear, como si rogara por su enorme y hermosa tranca. Tragué saliva y tuve la conversación más surreal de mi vida:
—¿Señor Jorge?
—Hola Rocío. Te llamo para decirte que te olvidaste de tu notebook. Lo tengo aquí.
—Ah, pues… mañana pasaré a buscarlo, gracias por avisarme.
—¿No te importa que lo use? Estoy aburrido…
—Claro que no, señor Jorge, úselo. Pero por favor no para ver porno —susurré.
—Estoy viendo algo mucho mejor. Estoy viendo tu Facebook, niña.
—¡Ah!
—Vaya con las fotitos que tienes. Me encantan las que te tomaste estando en la playa con un chico… ¿quién es?
—¡Es mi novio! ¡Deje de ver mis fotos!
—Pero si te ves tan guapita. ¡Oh! Y en esta estás para mojar pan, Rocío, con tu bikini rosado, mostrando la colita tan rica que tienes, un poquito sucia de arena. ¡Cómo quisiera limpiártela!
—¡Basta, pervertido! ¡Apáguela y duerma!
—¿Apagarla? ¿Eres tonta o algo así? Me estoy haciendo una paja mientras las veo.
En ese momento pude haberle gritado mil cosas peores, pero de nuevo mis carnecitas vibraron imaginando a su súper miembro. De mi cola y mi vagina directamente salieron unas corrientes eléctricas, si es que algo así es posible. Madre mía, es como si me exigieran que la enorme espada de ese señor me diera por todos lados pese a que era obvio que me iba a dejar magullada. Y para colmo juraría que podía escuchar ligeramente cómo se masturbaba. ¿O era simplemente yo misma quien imaginaba y oía cosas que no debía?
—¿S-se está masturbando de nuevo, don Jorge?
—¿Quién es ella? —suspiraba el señor.
—¿Quién?
—La rubia que te está abrazando en un Shopping. Es muy bonita. Alta, flaquita… ¡parece una modelo, no joda!
—Es mi amiga… ¡Es Andrea!
—Pues está muy buena.
—¿Está muy buena…? ¡P-perfecto! ¡Mastúrbese con ella, viejo pervertido! Como ensucie mi notebook se va a arrepentir.
—Aunque si te digo la verdad, las prefiero con más curvas, con más tetas y cola. Como tú.
—Ahhh, ¿en serio?…
—Uf, esta foto es genial. Tu amiga te está levantando una falda deportiva, seguro que es tu faldita de tenis. ¿Es una malla eso que llevas debajo? Te hace levantar la cola, la malla te la marca muy bien… Uf, me duelen los huevos, niña.
—Ah, no me hable así de feo, don Jorge… pero bueno —me acomodé en mi cama y abracé una almohada con mis piernas. El solo saber que ese señor estaba viendo mis fotos y tocándose me ponía súper… calentita… —. Don Jorge, la verdad es que me siento súper mal porque yo a su señora la respeto. ¡Además tengo novioooo!
—Madre mía, mientras más veo tu cola más me enamoro. Te digo que cuando la tenga a mi merced voy a violar todas las leyes habidas y por haber. O sea que no sé por cuánto tiempo me van a encerrar por lo que le voy a hacer a tu culito, ¿me estás escuchando, niña?
—¿¡Por qué me dice esas cosas!? ¡A mí nadie me toca la cola!
—Pues eso lo vamos a cambiar… ¡Uf! ¡Espera!... Estoy… a… ¡punto!
—¡Dios santo! ¡No ensucie mi notebook por favor!
Corté la llamada toda sudada. No lo podía creer, tuve mil y una oportunidades para ponerle frenos pero apenas tuve voluntad. Era obvio que el señor estaba jugando conmigo porque ya había visto que estaba loquita por él. Imposible a todas luces que el maldito pintor de mi casa me estuviera poniendo tan caliente, obsesionada, tan zorrita, ¡pero así era!
Recibí un mensaje suyo. “Envíame una foto de tus tetas”, decía. Tragué saliva. Pero no le respondí, yo soy una chica decente ante todo. Es normal que me sintiera mojada, es decir, ¡soy humana! ¡Pero también hago buen uso de mi raciocinio! Aunque a veces… sé que cuando estoy excitada no hago buen uso de la razón…
Mientras estaba metida en mis debates internos, me envió una foto de su verga en pleno apogeo. Se veía de fondo mi portátil, con una foto de mi Facebook donde yo llevaba un bikini, acostada boca abajo sobre una toalla en la playa. Se me erizó la piel cuando pillé su indirecta de hacerme la cola.
Esa noche no paré de masturbarme viendo la foto de su gigantesco pincel…
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Espero que les guste.
Ya casi termina y yo croe que viene lo mejor, aunque eh de confesar que antes de llegar a la mitad del relato ya me habia masturbado je.
Ya con la otra terminaremos
http://www.poringa.net/posts/relatos/2704258/Repasada-por-el-pintor-de-papa-1.html
Espero que les guste esta parte
II. Una superficie demasiado estrechita para tanta brocha
El viernes volví a su casa. Llevé otro par de películas. Y desde luego ambas eran eróticas. Me costó armarme de valor para alquilar esas cosas, el jovencito pecoso de la tienda me sonrió como un pervertido cuando le pedí los DVDs.
—Buenas tardes, Rocío. ¿Me has traído mis películas?
—Uf, don Jorge, buenas tardes. Claro que las traje, las escondí en mi mochila.
Puse una cualquiera y nada más darle al play, salí de la habitación y cerré la puerta para dejarlo en privacidad. Aunque él no supo ni tenía forma de saber que al otro lado yo estaba recostada contra la puerta, escuchando el intenso y seco sonido de su autosatisfacción. Me repuse para verlo a través del picaporte.
Me puse a babear. ¡Era impresionante aquello! Juraría que su lanza estaba más grande que el día anterior y todo. Me acordé de mi novio. Esa mañana en la facultad, durante las horas de clases, lo llevé a rastras hasta el baño de mujeres; estaba como un hervidero y necesitaba un hombre cuanto antes. Christian, mi chico, estaba súper nervioso porque no está acostumbrado a mis arrebatos, y de hecho se enojó conmigo cuando me reí al ver su miembro erecto. Es que no pude evitar comparar el pene de mi chico con el del señor Jorge, y la diferencia era tan abrumadora que simplemente me reí al ver el de mi novio.
Obviamente se cabreó tanto que dio por terminada nuestra aventura en el baño. Pero lo que mi chico no sabía es que, al haberme dejado a medias, me estaba enviando a la casa del pintor toda encharcada; estaba tan excitada que ya no me importó bajarme el vaquero allí en la casa de don Jorge, dispuesta a masturbarme contra su puerta mientras el señor se pajeaba.
Mi puño izquierdo quedó muy marcado por mis dientes mientras mi mano derecha se escondía bajo mis braguitas. No puedo describir el placer y la cantidad de intensos orgasmos que experimenté con mis pequeños dedos haciendo ganchitos dentro de mí mientras escuchaba las pajas de aquel señor. La cantidad de humedad en esta pared no era ni medio normal.
Me quedé postrada allí contra la puerta, toda agotada, mirando mi dedito encharcado, apretujando mis muslos. “Tiene que ser mío”, pensé como una loba. La verdad es que ni yo me reconocía; ya estaba hartita de masturbarme, ¡quería carne de verdad!
Luego de varios minutos, tras entrar para cerrarle la hebilla del cinturón, y de limpiar una gota de semen que le cayó sobre la escayola del pie, agarré mi notebook y salí corriendo sin mirar para atrás ni escuchar sus perversas opiniones acerca de la película que le había alquilado. Pensé que tal vez encontraría la lucidez que necesitaba en una noche con mis libros y apuntes.
Pero es muy difícil estudiar en esas condiciones. A veces las letras y los números, y sobre todo los gráficos de mis libros, parecían transformarse en una enorme, gigantesca y llamativa… ¡verga!… ¡Todo mi cuerpito estaba enfocado en eso! Y mentalmente me pedí perdón a mí, a mi novio, y a su señora, y, y, y,… ¡Perdón a todos! Porque esa noche, al cerrar los ojos, decidí hacerle caso a esa maldita putita con cuernos y colita de diablo que campa dentro de mi cabeza, a esa chica que no para de gritarme: “¿Qué más da que te deje caminando como un pingüino por días? ¡Tienes que probar esa brocha! ¿O acaso vas a tranquilizarte con ese dedito que tienes? ¡Por favor, no es ni por asomo lo mismito!”.
Al día siguiente, sábado, como la señora estaba dialogando con el mismo vecino de siempre en el pórtico de su casa, don Jorge y yo tendríamos bastante privacidad. No obstante, decidí poner el seguro a la puerta, amén de encender la radio para poner música y así ver “nuestra” película porno en mudo.
—Rocío, voy a… bueno, creo que estarías más cómoda si te fueras de la habitación.
—¡No! O sea... hágase espacio, quiero verlo también… digo, quiero ver la película.
—¿Lo dices en serio? No creas que porque tú estás aquí vas a evitar que lo haga.
—¡Hágalo! Mastúrbese, pervertido. Tengo diecinueve, no es que vaya a ver algo súper novedoso.
—En serio eres una niña muy rara, ¿eh? ¡Perfecto, quédate! Dale al play.
Me senté sobre la cama y puse el notebook sobre mi regazo. La película no era nada especial. Una chica haciendo una cubana a varios chicos. El señor se volvió a empalmar. Y yo estaba sudando ya como una cerdita, abrazando una almohada, mirando boquiabierta aquella imponente verga de mis sueños despertándose de su letargo.
El señor simplemente no se aguantó y se volvió a tomar la polla, por encima de su ropa interior. Me miró y me sonrió conforme se la estrujaba con fuerza. Yo podría parar aquello, decirle que no era apropiado hacer eso, pero de alguna manera él notaba lo embobada que estaba por su miembro, lo caliente que me ponía viéndole masturbarse.
—¿No te molesta, Rocío, en serio?
—Ah… don Jorge —abracé con fuerza la almohada—, no está mirando la película.
—Es que, preciosa, tú tienes también unas tetas dignas de mención, desde que las vi mientras trapeabas me he quedado obsesionado. Aunque con la almohada no puedo ver nada. ¿Vas a mostrármelas o tengo que imaginarlas?
Tragué saliva. Mil pensamientos iban y venían. ¿Me estaba bromeando? ¿Me lo estaba pidiendo en serio? Su señora estaba afuera, en cualquier momento podría golpear la puerta. ¿Debería hacerlo? ¿Cómo era posible que aquella “brocha” me hipnotizara prácticamente? Seguro pensaba que yo era una chica tonta y fácil; ¿se estaba aprovechando de que me sentía culpable por lo que le había hecho?
Y lo peor de todo es que en un momento como ese la culpabilidad me empezó a invadir de nuevo. Que mi novio, que su señora, que mi decencia, que mi cuerpo no aguantaría ni un solo embate de su armatoste. Pero fue la lejana risita de su señora y su vecino los que me sacaron de mis adentros.
—¿Y bien, Rocío, qué esperas para mostrármelas? —no paraba de estrujársela.
—¡M-me voy a mi casa!
Salí a pasos rápidos y nerviosos, toda colorada, confundida y frustrada conmigo misma. Lo tenía decidido, quería hacer mío a ese hombre pero la conciencia me atacaba en los momentos menos propicios.
Lo peor de todo llegó a la noche, en mi habitación. Me tumbé sobre mi cama cuando me llamó el mismísimo don Jorge a mi móvil. Fue solo ver su nombre en la pantalla de mi teléfono y estremecerme todita. Mi cola incluso pareció boquear, como si rogara por su enorme y hermosa tranca. Tragué saliva y tuve la conversación más surreal de mi vida:
—¿Señor Jorge?
—Hola Rocío. Te llamo para decirte que te olvidaste de tu notebook. Lo tengo aquí.
—Ah, pues… mañana pasaré a buscarlo, gracias por avisarme.
—¿No te importa que lo use? Estoy aburrido…
—Claro que no, señor Jorge, úselo. Pero por favor no para ver porno —susurré.
—Estoy viendo algo mucho mejor. Estoy viendo tu Facebook, niña.
—¡Ah!
—Vaya con las fotitos que tienes. Me encantan las que te tomaste estando en la playa con un chico… ¿quién es?
—¡Es mi novio! ¡Deje de ver mis fotos!
—Pero si te ves tan guapita. ¡Oh! Y en esta estás para mojar pan, Rocío, con tu bikini rosado, mostrando la colita tan rica que tienes, un poquito sucia de arena. ¡Cómo quisiera limpiártela!
—¡Basta, pervertido! ¡Apáguela y duerma!
—¿Apagarla? ¿Eres tonta o algo así? Me estoy haciendo una paja mientras las veo.
En ese momento pude haberle gritado mil cosas peores, pero de nuevo mis carnecitas vibraron imaginando a su súper miembro. De mi cola y mi vagina directamente salieron unas corrientes eléctricas, si es que algo así es posible. Madre mía, es como si me exigieran que la enorme espada de ese señor me diera por todos lados pese a que era obvio que me iba a dejar magullada. Y para colmo juraría que podía escuchar ligeramente cómo se masturbaba. ¿O era simplemente yo misma quien imaginaba y oía cosas que no debía?
—¿S-se está masturbando de nuevo, don Jorge?
—¿Quién es ella? —suspiraba el señor.
—¿Quién?
—La rubia que te está abrazando en un Shopping. Es muy bonita. Alta, flaquita… ¡parece una modelo, no joda!
—Es mi amiga… ¡Es Andrea!
—Pues está muy buena.
—¿Está muy buena…? ¡P-perfecto! ¡Mastúrbese con ella, viejo pervertido! Como ensucie mi notebook se va a arrepentir.
—Aunque si te digo la verdad, las prefiero con más curvas, con más tetas y cola. Como tú.
—Ahhh, ¿en serio?…
—Uf, esta foto es genial. Tu amiga te está levantando una falda deportiva, seguro que es tu faldita de tenis. ¿Es una malla eso que llevas debajo? Te hace levantar la cola, la malla te la marca muy bien… Uf, me duelen los huevos, niña.
—Ah, no me hable así de feo, don Jorge… pero bueno —me acomodé en mi cama y abracé una almohada con mis piernas. El solo saber que ese señor estaba viendo mis fotos y tocándose me ponía súper… calentita… —. Don Jorge, la verdad es que me siento súper mal porque yo a su señora la respeto. ¡Además tengo novioooo!
—Madre mía, mientras más veo tu cola más me enamoro. Te digo que cuando la tenga a mi merced voy a violar todas las leyes habidas y por haber. O sea que no sé por cuánto tiempo me van a encerrar por lo que le voy a hacer a tu culito, ¿me estás escuchando, niña?
—¿¡Por qué me dice esas cosas!? ¡A mí nadie me toca la cola!
—Pues eso lo vamos a cambiar… ¡Uf! ¡Espera!... Estoy… a… ¡punto!
—¡Dios santo! ¡No ensucie mi notebook por favor!
Corté la llamada toda sudada. No lo podía creer, tuve mil y una oportunidades para ponerle frenos pero apenas tuve voluntad. Era obvio que el señor estaba jugando conmigo porque ya había visto que estaba loquita por él. Imposible a todas luces que el maldito pintor de mi casa me estuviera poniendo tan caliente, obsesionada, tan zorrita, ¡pero así era!
Recibí un mensaje suyo. “Envíame una foto de tus tetas”, decía. Tragué saliva. Pero no le respondí, yo soy una chica decente ante todo. Es normal que me sintiera mojada, es decir, ¡soy humana! ¡Pero también hago buen uso de mi raciocinio! Aunque a veces… sé que cuando estoy excitada no hago buen uso de la razón…
Mientras estaba metida en mis debates internos, me envió una foto de su verga en pleno apogeo. Se veía de fondo mi portátil, con una foto de mi Facebook donde yo llevaba un bikini, acostada boca abajo sobre una toalla en la playa. Se me erizó la piel cuando pillé su indirecta de hacerme la cola.
Esa noche no paré de masturbarme viendo la foto de su gigantesco pincel…
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Espero que les guste.
Ya casi termina y yo croe que viene lo mejor, aunque eh de confesar que antes de llegar a la mitad del relato ya me habia masturbado je.
Ya con la otra terminaremos
8 comentarios - Repasada por el pintor de papá 2
esperando la otra parte.
saludos