La más grande que conocí
-Redactora anónima-
Fui a bailar a un lugar en zona sur, y conocí a un chico esa misma noche. El día anterior nos habíamos enojado con mi novio, así que me quise olvidar de él un tiempo. Me besé al chico nuevo por casi 2 horas, hasta que me dijo de ir a otro lado, y sin pensarlo mucho le dije que sí.
Mientras me llevaba, lo pensé de nuevo y al final decidí no hacer nada, porque tenía a mi novio en la cabeza y no quería llegar tan lejos. Igual me hizo subir a su auto y me dijo que nada que yo no quisiera iba a pasar.
Nos seguimos besando ahí adentro y en un momento él ya tenía su miembro fuera del pantalón, totalmente parado. Se lo había sacado mientras nos besábamos y lo había dejado expuesto para que yo lo viera. Era de verdad enorme, el más grande que yo haya visto. Se me caía la baba de solo verlo y antes de que su dueño me dijera nada, yo ya se la estaba chupando.
Mientras se la lengüeteaba, no me importaba si él la estaba pasando bien, a mí me gustaba chupársela, así que me concentraba en pasarla bien yo, masticándola un poco, pasándomela por la cara… Pensé en tenerla adentro, pero pensé en mi novio de nuevo, y decidí disfrutarla con la boca hasta el final y después olvidarme.
Eso hice, la disfruté todo lo que pude; me encantaba tener algo tan grande entre mis manos, mi boca, mi cara. Le enredaba el pelo incluso, o la apretujaba con las manos con fuerza. La mordía y la saboreaba… salada, algo ácida… caliente. “¡Hmm…!, me vas a escupir” le dije a mi pene. Lo agarré con las dos manos para agitarlo y todavía me entraba la boca, así que cada tanto me metía la cabeza adentro. Saqué bien afuera la lengua y esperé su jugo… Bombeó y salió un chorro grandísimo “¡Uy…! ¡Cuánto!... ¡demasiado!”; bombeó de nuevo y salió otro casi igual de grande… y bombeó tres o cuatro veces más escupiendo chorros enormes que salpicaban mi boca, mi lengua, mis ojos, un poco el pelo y lo demás caía en el volante del auto, el piso… creo que hasta en el parabrisas había semen.
Después de eso, él se reclinó en el asiento y se relajó. Yo agarré mis cosas y me fui.
Pasadas las semanas ya me había arreglado con mi novio, y estábamos muy bien. Habíamos solucionado todos nuestros problemas; incluso hasta hoy estamos bien desde esa vez. Pero yo ese pene desconocido no me lo podía olvidar. Con ese chico nunca nos dejamos ningún teléfono, ni nada… Lo que sí me acordaba es que me había dicho dónde trabajaba, y que hacía turnos nocturnos.
Un día agarré el auto y decidí ir a visitarlo, solamente para verlo, acordarme de su cara, no para que me viera. Él trabajaba como vallet parking en uno de esos casinos gigantes. Manejé hasta allá, sola.
Cuando llegué, recorrí con el coche el estacionamiento, al aire libre. Muy despacio… como si buscara lugar, pero en realidad miraba a los empleados, uno por uno. No lo veía en ningún lado.
Me estaba por ir, así que encaminé a la salida; pero había sido un viaje largo, mejor estacionaba el auto y descansaba un rato.
Eso hice, me quedé en el volante como media hora, mirando el cielo, las luces… pensando qué estaba haciendo ahí y… lo vi. Se bajaba de un auto justo estacionado en la fila frente a la mía. Era un auto lujoso, seguro de un cliente del casino. Estaba vestido con un uniforme vistoso, con esas cositas que brillan cuando las iluminás con los faros. Apareció otro vestido igual, un compañero de trabajo seguramente, y se quedaron los dos charlando, apoyados en el baúl de ese auto importado.
En cuanto le vi la cara me acordé enseguida de ese pene, y me excité. Le miraba el pantalón, inconcientemente, buscando ver aunque sea un pliegue, una señal de que estaba ahí… Ya tenía las manos en mi clítoris. Esa cosa enorme, gruesa… dura, caliente, estaba ahí, a metros de mí. Me deseaba, yo sabía que si me bajaba del auto la iba a tener adentro en menos de 5 minutos.
Y esa cantidad de semen que podía largar… ¡que calentura!
Me seguía acariciando el clítoris, cada vez con más velocidad… Estaba con los pezones sensibles y timbreados, y me los empecé a tocar con suavidad. Me los imaginaba rozando ese glande poderoso, el frenillo, bajando por el tronco. Ese tronco robusto en mi boca, sintiendo las palpitaciones, la textura de sus venas… sintiendo como se endurecía más.
Mis pezones eran los que estaban bien duros. Les pasé la lengua por sobre la camisa. Tenía a mi estímulo enfrente, y ver su cara me excitaba… “¡Uuff…!” y cerré los ojos, ciega de placer, con una mano pellizcándome el pecho y la otra frotándome la pelvis: “Ay.. ¡ay, si!.. ¡si, más…! ¡¡que grandota, que dura… Qué rica!!.
Abrí los ojos y me pareció ver que me miraba de reojo. Me detuve en seco para mirar mejor: sí, me estaba viendo mientras movía la boca. De repente el compañero también me miró. ¡Los dos se sonreían!
“¡No!, ¡estoy frita!” pensé y quise prender la marcha. Con el apuro me bloqueé, y antes de hacer nada, los dos estaban a los costados de mi auto. Me agarré la cabeza, traspirada, y suspiré mirando el suelo.
Mi transa golpeó el vidrio, insinuando que baje la ventanilla. Le dije que no lo iba a hacer, y los dos insistimos buen rato en esa discusión, mientras su compañero se apoyaba en el techo de mi auto (sólo le veía el torso). Me dijo que me había visto tocándome, me morí de vergüenza.
Yo no iba a hacer nada con él. Con mi novio estábamos bárbaro, y no quería mandarme un enchastre de estos. Encendí el motor y estaba por arrancar… pero de repente la vi. La había pelado y me la había pegado contra la ventanilla, paradísima. Me fregué la cara, el pelo, perturbada y traspirada. Él dijo “¿Me vas a dejar así?”, exhibiéndome el tronco enorme. Me excité, me salí de mí misma un rato y pensé en dejarme llevar… pero otra vez me volvió la razón, logrando tranquilizarme antes de abrir la puerta, sólo que ya me había arrancado la camisa de la calentura, dejando a la vista el corpiño. Me quise tapar rápido, pero él ya me había visto y se la estaba masajeando: llevaba la mano hasta el borde, bien lento, y la volvía a bajar hasta la base. Así un par de veces, apretujándosela y apoyando cada tanto la punta en el vidrio.
Se ve que le hizo una seña a su amigo, porque éste también la sacó para afuera. No era grande, era normal, pero tener dos penes deseándome me volvió loca.
Empecé a tocarme los pechos, descorriendo el corpiño, mordiéndome los labios, relamiéndomelos… escupí los pezones y los seguí fregando, entre ellos y con mis dedos. Los veía masturbarse a los dos, uno a cada lado, y me imaginaba estar chupándoselas, me imaginaba el placer que sentían ellos sabiendo que me tocaba por sus vergas. Sentí el calor intenso en mi vagina, la toqué con ganas, con la mano por abajo de la ropa, y me metí los dedos como pude, de a 2. Después otros dos, con la otra mano. ¡No podía más! me bajé los pantalones hasta la rodilla y manoteé un plumero para el auto que había en el asiento de atrás. Usé la parte del mango para penetrarme el ano (había pensando en la palanca de cambio, pero no iba a ser cómodo).
Sentía ese plumero y veía al pene grande, como se pajeaba con pasión. Quería abrir la ventanilla con todo mi ser y manoteárselo, o tirarle la lengua… No lo hice, pero empecé a lengüetear la ventanilla en el lugar donde él apoyaba la puntita. “Si, si... ¡ahh…!” y lamía frenéticamente, dejando todo el vidrio mojado. El otro pene empezó a golpear la ventanilla del acompañante, y me tiré como pude para chuparla también: el vidrio separaba mi boca del glande, pero a ninguno de los dos nos importaba. Estábamos con mucha calentura, no podía pensar en nada, solamente en como me estaban haciendo gozar.
Estaba en el borde… iba a explotar con el mejor orgasmo en años, así que deseé pasarlo como me lo merecía.
Me tuve que sacar el pantalón para poner la pierna derecha en el asiento del acompañante y dejar la otra donde estaba. No me saqué el plumero de la cola. Apoyé el clítoris en la palanca de cambio y empecé a pasarle la lengua al parabrisas, cerca del espejo retrovisor, en donde podía alcanzar con mi boca. Los dos entendieron lo que quería, y se subieron al capó sin soltárselas. Se peleaban por poner los glandes donde yo lamía. Me estaba masturbando con el plumero y la palanca, imaginando cómo me iban a tirar esa leche en la cara, tan caliente, y tanta… “Tanta leche...” dije recordando la acabada de esa noche… ¡Me iba…! ¡me iba! y el compañero empezó a gemir con fuerza, acabó y derramó en el parabrisas un charco blanco. Lo empecé a lamer, del otro lado del vidrio, buscando que me caliente la lengüita (qué desilusión no sentirlo, pero no me detuve) y acabé; y conmigo el pene enorme largó todo el semen que tenía, que era como me lo imaginaba: una cascada de semen que brotaba de a montón en mi parabrisas… se juntaba con el que ya estaba y se deslizaban lentamente hacia abajo… enviciada y frenética lo seguí lengüeteando, mientras caía, buscando traspasar el vidrio para no desperdiciar una gota… hasta que llegó abajo de todo.
“¡Ufff…!” me relajé en el asiento de nuevo, sacándome el plumero, con la vista fija en el charco de leche.
Creo que el compañero se fue en seguida, y el otro le dio un beso a la ventanilla, yéndose al rato también. Ya no le prestaba atención a nada, y así quedé como por media hora más.
Después de limpiar el parabrisas, me fui a casa y me acosté. Cada tanto, en alguna foto o video, cuando veo un pene así de grande, me acuerdo del que tuve tan cerca… y me masturbo de nue
-Redactora anónima-
Fui a bailar a un lugar en zona sur, y conocí a un chico esa misma noche. El día anterior nos habíamos enojado con mi novio, así que me quise olvidar de él un tiempo. Me besé al chico nuevo por casi 2 horas, hasta que me dijo de ir a otro lado, y sin pensarlo mucho le dije que sí.
Mientras me llevaba, lo pensé de nuevo y al final decidí no hacer nada, porque tenía a mi novio en la cabeza y no quería llegar tan lejos. Igual me hizo subir a su auto y me dijo que nada que yo no quisiera iba a pasar.
Nos seguimos besando ahí adentro y en un momento él ya tenía su miembro fuera del pantalón, totalmente parado. Se lo había sacado mientras nos besábamos y lo había dejado expuesto para que yo lo viera. Era de verdad enorme, el más grande que yo haya visto. Se me caía la baba de solo verlo y antes de que su dueño me dijera nada, yo ya se la estaba chupando.
Mientras se la lengüeteaba, no me importaba si él la estaba pasando bien, a mí me gustaba chupársela, así que me concentraba en pasarla bien yo, masticándola un poco, pasándomela por la cara… Pensé en tenerla adentro, pero pensé en mi novio de nuevo, y decidí disfrutarla con la boca hasta el final y después olvidarme.
Eso hice, la disfruté todo lo que pude; me encantaba tener algo tan grande entre mis manos, mi boca, mi cara. Le enredaba el pelo incluso, o la apretujaba con las manos con fuerza. La mordía y la saboreaba… salada, algo ácida… caliente. “¡Hmm…!, me vas a escupir” le dije a mi pene. Lo agarré con las dos manos para agitarlo y todavía me entraba la boca, así que cada tanto me metía la cabeza adentro. Saqué bien afuera la lengua y esperé su jugo… Bombeó y salió un chorro grandísimo “¡Uy…! ¡Cuánto!... ¡demasiado!”; bombeó de nuevo y salió otro casi igual de grande… y bombeó tres o cuatro veces más escupiendo chorros enormes que salpicaban mi boca, mi lengua, mis ojos, un poco el pelo y lo demás caía en el volante del auto, el piso… creo que hasta en el parabrisas había semen.
Después de eso, él se reclinó en el asiento y se relajó. Yo agarré mis cosas y me fui.
Pasadas las semanas ya me había arreglado con mi novio, y estábamos muy bien. Habíamos solucionado todos nuestros problemas; incluso hasta hoy estamos bien desde esa vez. Pero yo ese pene desconocido no me lo podía olvidar. Con ese chico nunca nos dejamos ningún teléfono, ni nada… Lo que sí me acordaba es que me había dicho dónde trabajaba, y que hacía turnos nocturnos.
Un día agarré el auto y decidí ir a visitarlo, solamente para verlo, acordarme de su cara, no para que me viera. Él trabajaba como vallet parking en uno de esos casinos gigantes. Manejé hasta allá, sola.
Cuando llegué, recorrí con el coche el estacionamiento, al aire libre. Muy despacio… como si buscara lugar, pero en realidad miraba a los empleados, uno por uno. No lo veía en ningún lado.
Me estaba por ir, así que encaminé a la salida; pero había sido un viaje largo, mejor estacionaba el auto y descansaba un rato.
Eso hice, me quedé en el volante como media hora, mirando el cielo, las luces… pensando qué estaba haciendo ahí y… lo vi. Se bajaba de un auto justo estacionado en la fila frente a la mía. Era un auto lujoso, seguro de un cliente del casino. Estaba vestido con un uniforme vistoso, con esas cositas que brillan cuando las iluminás con los faros. Apareció otro vestido igual, un compañero de trabajo seguramente, y se quedaron los dos charlando, apoyados en el baúl de ese auto importado.
En cuanto le vi la cara me acordé enseguida de ese pene, y me excité. Le miraba el pantalón, inconcientemente, buscando ver aunque sea un pliegue, una señal de que estaba ahí… Ya tenía las manos en mi clítoris. Esa cosa enorme, gruesa… dura, caliente, estaba ahí, a metros de mí. Me deseaba, yo sabía que si me bajaba del auto la iba a tener adentro en menos de 5 minutos.
Y esa cantidad de semen que podía largar… ¡que calentura!
Me seguía acariciando el clítoris, cada vez con más velocidad… Estaba con los pezones sensibles y timbreados, y me los empecé a tocar con suavidad. Me los imaginaba rozando ese glande poderoso, el frenillo, bajando por el tronco. Ese tronco robusto en mi boca, sintiendo las palpitaciones, la textura de sus venas… sintiendo como se endurecía más.
Mis pezones eran los que estaban bien duros. Les pasé la lengua por sobre la camisa. Tenía a mi estímulo enfrente, y ver su cara me excitaba… “¡Uuff…!” y cerré los ojos, ciega de placer, con una mano pellizcándome el pecho y la otra frotándome la pelvis: “Ay.. ¡ay, si!.. ¡si, más…! ¡¡que grandota, que dura… Qué rica!!.
Abrí los ojos y me pareció ver que me miraba de reojo. Me detuve en seco para mirar mejor: sí, me estaba viendo mientras movía la boca. De repente el compañero también me miró. ¡Los dos se sonreían!
“¡No!, ¡estoy frita!” pensé y quise prender la marcha. Con el apuro me bloqueé, y antes de hacer nada, los dos estaban a los costados de mi auto. Me agarré la cabeza, traspirada, y suspiré mirando el suelo.
Mi transa golpeó el vidrio, insinuando que baje la ventanilla. Le dije que no lo iba a hacer, y los dos insistimos buen rato en esa discusión, mientras su compañero se apoyaba en el techo de mi auto (sólo le veía el torso). Me dijo que me había visto tocándome, me morí de vergüenza.
Yo no iba a hacer nada con él. Con mi novio estábamos bárbaro, y no quería mandarme un enchastre de estos. Encendí el motor y estaba por arrancar… pero de repente la vi. La había pelado y me la había pegado contra la ventanilla, paradísima. Me fregué la cara, el pelo, perturbada y traspirada. Él dijo “¿Me vas a dejar así?”, exhibiéndome el tronco enorme. Me excité, me salí de mí misma un rato y pensé en dejarme llevar… pero otra vez me volvió la razón, logrando tranquilizarme antes de abrir la puerta, sólo que ya me había arrancado la camisa de la calentura, dejando a la vista el corpiño. Me quise tapar rápido, pero él ya me había visto y se la estaba masajeando: llevaba la mano hasta el borde, bien lento, y la volvía a bajar hasta la base. Así un par de veces, apretujándosela y apoyando cada tanto la punta en el vidrio.
Se ve que le hizo una seña a su amigo, porque éste también la sacó para afuera. No era grande, era normal, pero tener dos penes deseándome me volvió loca.
Empecé a tocarme los pechos, descorriendo el corpiño, mordiéndome los labios, relamiéndomelos… escupí los pezones y los seguí fregando, entre ellos y con mis dedos. Los veía masturbarse a los dos, uno a cada lado, y me imaginaba estar chupándoselas, me imaginaba el placer que sentían ellos sabiendo que me tocaba por sus vergas. Sentí el calor intenso en mi vagina, la toqué con ganas, con la mano por abajo de la ropa, y me metí los dedos como pude, de a 2. Después otros dos, con la otra mano. ¡No podía más! me bajé los pantalones hasta la rodilla y manoteé un plumero para el auto que había en el asiento de atrás. Usé la parte del mango para penetrarme el ano (había pensando en la palanca de cambio, pero no iba a ser cómodo).
Sentía ese plumero y veía al pene grande, como se pajeaba con pasión. Quería abrir la ventanilla con todo mi ser y manoteárselo, o tirarle la lengua… No lo hice, pero empecé a lengüetear la ventanilla en el lugar donde él apoyaba la puntita. “Si, si... ¡ahh…!” y lamía frenéticamente, dejando todo el vidrio mojado. El otro pene empezó a golpear la ventanilla del acompañante, y me tiré como pude para chuparla también: el vidrio separaba mi boca del glande, pero a ninguno de los dos nos importaba. Estábamos con mucha calentura, no podía pensar en nada, solamente en como me estaban haciendo gozar.
Estaba en el borde… iba a explotar con el mejor orgasmo en años, así que deseé pasarlo como me lo merecía.
Me tuve que sacar el pantalón para poner la pierna derecha en el asiento del acompañante y dejar la otra donde estaba. No me saqué el plumero de la cola. Apoyé el clítoris en la palanca de cambio y empecé a pasarle la lengua al parabrisas, cerca del espejo retrovisor, en donde podía alcanzar con mi boca. Los dos entendieron lo que quería, y se subieron al capó sin soltárselas. Se peleaban por poner los glandes donde yo lamía. Me estaba masturbando con el plumero y la palanca, imaginando cómo me iban a tirar esa leche en la cara, tan caliente, y tanta… “Tanta leche...” dije recordando la acabada de esa noche… ¡Me iba…! ¡me iba! y el compañero empezó a gemir con fuerza, acabó y derramó en el parabrisas un charco blanco. Lo empecé a lamer, del otro lado del vidrio, buscando que me caliente la lengüita (qué desilusión no sentirlo, pero no me detuve) y acabé; y conmigo el pene enorme largó todo el semen que tenía, que era como me lo imaginaba: una cascada de semen que brotaba de a montón en mi parabrisas… se juntaba con el que ya estaba y se deslizaban lentamente hacia abajo… enviciada y frenética lo seguí lengüeteando, mientras caía, buscando traspasar el vidrio para no desperdiciar una gota… hasta que llegó abajo de todo.
“¡Ufff…!” me relajé en el asiento de nuevo, sacándome el plumero, con la vista fija en el charco de leche.
Creo que el compañero se fue en seguida, y el otro le dio un beso a la ventanilla, yéndose al rato también. Ya no le prestaba atención a nada, y así quedé como por media hora más.
Después de limpiar el parabrisas, me fui a casa y me acosté. Cada tanto, en alguna foto o video, cuando veo un pene así de grande, me acuerdo del que tuve tan cerca… y me masturbo de nue
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