Caballeros, les dejo este relato desde la perspectiva de una calenturienta por el cuerpo de una mujer perfecta que la hará llegar hasta el limite con tal de que se cumplan sus fantasías.
Hay una fantasía erótica que con todas las parejas que he tenido siempre ha estado latente: Que mi novio le hiciera sexo anal a mi vecina. La verdad es que era una idea que me excitaba a la vez que me perturbaba. Lo prohibido me ponía a mil, pero a la vez me preguntaba si me haría daño hacer realidad esta fantasía de que mi novio le hiciera sexo anal a mi vecina.
Mi vecina no me conocía, pero yo ‘de vista’ la conocía muy bien. Era la típica chica buena que se paseaba desnuda por la casa y salía al balcón a tender la ropa con los pechos al aire. Cada vez que tendía la ropa, observaba con detenimiento el vaivén de su perfecto culo al entrar de nuevo en casa. Tenía un culo de esos redondos y respingones, de esos para darles una buena ‘cachetada’. Sus piernas, perfectamente torneadas, conjuntaban con unos pechos jóvenes, de los que brillan por su firmeza sin la ayuda de un sujetador. Era una mujer increíble, y me moría de envidia y de excitación al mismo tiempo al ver ese cuerpo perfecto y esa carita de ángel con pelo castaño, largo y laceo.
Siempre que venía mi novio a casa cerraba el balcón de mi habitación, tapaba la cortina y me aseguraba que no la podía ver. En el fondo, no podía soportar sentir tantos celos, aunque reconozco que cuando se iba, inmediatamente lo primero que hacía era masturbarme una vez tras otra, imaginándome a mi novio haciéndole sexo anal a mi vecina. Incluso multitud de veces lograba imaginarme que yo era él y que la pegaba y la penetraba con un tremendo miembro. Esta historia se repetía una vez tras otra y llegó un momento en que noté que esos celos y esa envidia se habían convertido en pura excitación. Me gustaba la idea, porque eso indicaba que cada vez estaba más cerca de hacer realidad esa fantasía: mi novio haciendo sexo anal con mi vecina.
Así pues, llegó el día en que decidí no cerrar el balcón de mi habitación, ni tapar con la cortina la casa de delante y una tarde, se produjo lo que venía imaginando de hacía una semana atrás. Mi vecina salió al balcón a tender la ropa, completamente desnuda. Madre mía, cada día estaba más tremendamente buena la mujer. Mi novio estaba sentado en la cama con el móvil y yo, haciéndome la despistada – como quien va a la cocina a buscar algo-, le dije ‘Cariño, por qué no cierras el balcón, hace un poco de frío’. Me retiré de la escena, pero en la cocina podía ver el espejo de mi habitación, y a través de él veía los movimientos de mi novio sin que él me viera a mi. Era el lugar perfecto para observarlo.
De repente, se paró delante del balcón y se quedó inmóvil mirando mientras se ponía el móvil en el bolsillo. Estuvo parado unos minutos y empecé a ver cómo se tocaba la entrepierna. Parecía que se reubicaba el miembro para esconderlo por temor a que apareciera yo en cualquier momento le notara que el pantalón le empezaba a apretar. Ese espejo estaba siendo testigo de la excitación de él, a la misma vez que era el culpable de la mía… El bulto era cada vez más grande y a medida que crecía, yo me ponía más cachonda. Mi novio estaba mirando a la vecina, le gustaba, le excitaba y era el momento de pasar al plan B. Así que me decidí: ‘Cariño ahora vengo, voy a bajo a buscar las cartas del buzón’. Y apenas contestó el cabrón ensimismado como estaba.
Me dirigí a la puerta, bajé las escaleras hasta el portal y me dirigí al piso de mi vecina. Le piqué al timbre y me abrió con apenas una toalla sujetando sus pechos firmes. ‘Hola, ¿dime?’, me dijo. ‘Mira, te seré sincera…Hace bastante tiempo que te observo desde mi habitación…y me preguntaba si…’. A lo que sorprendentemente respondió: ‘ ¿Si quiero follarme a tu novio?’ . Yo no podía dar crédito, y mientras estaba pensando en qué responderle, ella prosiguió ‘Yo también llevo tiempo mirándote querida…. Y en tu balcón ahora mismo hay un tío con un enorme miembro masturbándose….’ Me quedé alucinada y le dije si podía pasar a verlo desde su balcón. Poco a poco fui entrando en su habitación y tímida miré a través del balcón para ver a lo lejos. Temía que el impacto pudiera herirme, pero a medida que me fui acercando empezó a definirse una figura. Ahí estaba Gabriel, masturbándose efusivamente como si lo fueran a pillar en cualquier momento. Lejos de hacerme algún mal esa situación, empecé a notar como subía un calor dentro de mi y empezaba a mojar mis bragas cada vez más viendo a ese cabronazo lujurioso.
De repente, aprovechándose de mi sensibilidad del momento, unas manos ávidas me agarraron la cintura y empezaron a subir por debajo de mi blusa hasta llegar a mis pechos sobresalientes. Empecé a notar que a la vez que me agarraba los pezones, una lengua recorría mi cuello…Me estaba poniendo cardíaca con esas caricias y viendo a mi novio tocándose sin parar, con la mirada perdida hacia el balcón, como quién busca algo pero no lo encuentra. Pensé ‘es el momento’ e inmediatamente cogí el móvil y le escribí por whatsapp a Gabriel ‘Cariño, estoy en la casa de la vecina, vente, es el número 23, 1er piso’ .
Sin perder más el tiempo me volteé y empecé a besarla en la boca, introduciéndole mi lengua hasta lo más hondo que podía y quitándole la toalla que apenas se sujetaba por esos pechos ardientes. Empecé a tocarle los pezones y bajé mis manos hasta su tremendo culo. Estaba húmedo, y esa excitación volvió ansiosa a mi lengua, con ganas de probarlo. Empecé a lamer su clítoris suavemente, como me gustaría que me lo hicieran a mi y ella empezó a gemir.
Sonó el timbre en menos tiempo del que me esperaba. Le abrimos la puerta a mi novio y pude ver, a través del pantalón, que estaba erecto como nunca lo había visto en mi vida. Mi vecina empezó a rozarle el miembro con sus enormes pechos y poco a poco fue sacándolo de la bragueta sin desnudarlo. Se lo introdujo todo en la boca y empezó a lamerlo como una auténtica desesperada, como si el mundo se fuera a acabar en ese preciso instante. Yo estaba excitadísima viendo esa escena de adulterio consentido y empecé a lamer la fuente de esa gata en celo mientras ella no paraba de lamer a Gabriel. Cogí las riendas y puse a la gatita a cuatro patas para que los dos pudiéramos contemplar ese tremendo culo. Gabriel lo miraba con unas ganas tremendas de penetrarla, pero no le dejé. Lo empecé a tocar con movimientos circulares y le di unos ‘cachetes’ fuertes para que Gabriel se pusiera aún más loco…Y cuando él ya no podía resistirse más porque le iba a estallar ahí mismo, apuntó su tremendo miembro hacia la salida de ese culo y la embistió de tal forma que ella hizo un grito de placer y dolor al mismo tiempo.
Empecé a masturbarme mientras Gabriel parecía no tener compasión por ella…Y contra menos compasión tenía, más cachonda me ponía yo, hasta el punto de correrme ahí mimo. Embestida tras embestida, nunca había visto a esa bestia desbordando tanta lujuria. La cara de angelito de la niña se empezó a enrojecer como un demonio, sus venas empezaron a hincharse como si le fueran a estallar bajo su piel. Gabriel la estaba destrozando y yo no podía parar de masturbarme y azotarle más el culo para dejárselo al mismo tono que su cara. ‘Te gusta, eh guarra, menudo culo tienes..’ Decía Gabriel mientras la penetraba mirándole su cara roja. Ella la volteó y como si supiera lo que en ese momento mi clítoris deseaba con desesperación, me lamió todo hasta correrme, al mismo tiempo que Gabriel depositaba toda su carga dentro de ella. Se lo lamí todo para no dejar ni un solo rastro de lo que hicimos esa tarde Gabriel y yo en su casa.
Todavía me excito cuando recuerdo esos momentos, cualquier día de estos Gabriel y yo volveremos a la carga.
Fin
Hay una fantasía erótica que con todas las parejas que he tenido siempre ha estado latente: Que mi novio le hiciera sexo anal a mi vecina. La verdad es que era una idea que me excitaba a la vez que me perturbaba. Lo prohibido me ponía a mil, pero a la vez me preguntaba si me haría daño hacer realidad esta fantasía de que mi novio le hiciera sexo anal a mi vecina.
Mi vecina no me conocía, pero yo ‘de vista’ la conocía muy bien. Era la típica chica buena que se paseaba desnuda por la casa y salía al balcón a tender la ropa con los pechos al aire. Cada vez que tendía la ropa, observaba con detenimiento el vaivén de su perfecto culo al entrar de nuevo en casa. Tenía un culo de esos redondos y respingones, de esos para darles una buena ‘cachetada’. Sus piernas, perfectamente torneadas, conjuntaban con unos pechos jóvenes, de los que brillan por su firmeza sin la ayuda de un sujetador. Era una mujer increíble, y me moría de envidia y de excitación al mismo tiempo al ver ese cuerpo perfecto y esa carita de ángel con pelo castaño, largo y laceo.
Siempre que venía mi novio a casa cerraba el balcón de mi habitación, tapaba la cortina y me aseguraba que no la podía ver. En el fondo, no podía soportar sentir tantos celos, aunque reconozco que cuando se iba, inmediatamente lo primero que hacía era masturbarme una vez tras otra, imaginándome a mi novio haciéndole sexo anal a mi vecina. Incluso multitud de veces lograba imaginarme que yo era él y que la pegaba y la penetraba con un tremendo miembro. Esta historia se repetía una vez tras otra y llegó un momento en que noté que esos celos y esa envidia se habían convertido en pura excitación. Me gustaba la idea, porque eso indicaba que cada vez estaba más cerca de hacer realidad esa fantasía: mi novio haciendo sexo anal con mi vecina.
Así pues, llegó el día en que decidí no cerrar el balcón de mi habitación, ni tapar con la cortina la casa de delante y una tarde, se produjo lo que venía imaginando de hacía una semana atrás. Mi vecina salió al balcón a tender la ropa, completamente desnuda. Madre mía, cada día estaba más tremendamente buena la mujer. Mi novio estaba sentado en la cama con el móvil y yo, haciéndome la despistada – como quien va a la cocina a buscar algo-, le dije ‘Cariño, por qué no cierras el balcón, hace un poco de frío’. Me retiré de la escena, pero en la cocina podía ver el espejo de mi habitación, y a través de él veía los movimientos de mi novio sin que él me viera a mi. Era el lugar perfecto para observarlo.
De repente, se paró delante del balcón y se quedó inmóvil mirando mientras se ponía el móvil en el bolsillo. Estuvo parado unos minutos y empecé a ver cómo se tocaba la entrepierna. Parecía que se reubicaba el miembro para esconderlo por temor a que apareciera yo en cualquier momento le notara que el pantalón le empezaba a apretar. Ese espejo estaba siendo testigo de la excitación de él, a la misma vez que era el culpable de la mía… El bulto era cada vez más grande y a medida que crecía, yo me ponía más cachonda. Mi novio estaba mirando a la vecina, le gustaba, le excitaba y era el momento de pasar al plan B. Así que me decidí: ‘Cariño ahora vengo, voy a bajo a buscar las cartas del buzón’. Y apenas contestó el cabrón ensimismado como estaba.
Me dirigí a la puerta, bajé las escaleras hasta el portal y me dirigí al piso de mi vecina. Le piqué al timbre y me abrió con apenas una toalla sujetando sus pechos firmes. ‘Hola, ¿dime?’, me dijo. ‘Mira, te seré sincera…Hace bastante tiempo que te observo desde mi habitación…y me preguntaba si…’. A lo que sorprendentemente respondió: ‘ ¿Si quiero follarme a tu novio?’ . Yo no podía dar crédito, y mientras estaba pensando en qué responderle, ella prosiguió ‘Yo también llevo tiempo mirándote querida…. Y en tu balcón ahora mismo hay un tío con un enorme miembro masturbándose….’ Me quedé alucinada y le dije si podía pasar a verlo desde su balcón. Poco a poco fui entrando en su habitación y tímida miré a través del balcón para ver a lo lejos. Temía que el impacto pudiera herirme, pero a medida que me fui acercando empezó a definirse una figura. Ahí estaba Gabriel, masturbándose efusivamente como si lo fueran a pillar en cualquier momento. Lejos de hacerme algún mal esa situación, empecé a notar como subía un calor dentro de mi y empezaba a mojar mis bragas cada vez más viendo a ese cabronazo lujurioso.
De repente, aprovechándose de mi sensibilidad del momento, unas manos ávidas me agarraron la cintura y empezaron a subir por debajo de mi blusa hasta llegar a mis pechos sobresalientes. Empecé a notar que a la vez que me agarraba los pezones, una lengua recorría mi cuello…Me estaba poniendo cardíaca con esas caricias y viendo a mi novio tocándose sin parar, con la mirada perdida hacia el balcón, como quién busca algo pero no lo encuentra. Pensé ‘es el momento’ e inmediatamente cogí el móvil y le escribí por whatsapp a Gabriel ‘Cariño, estoy en la casa de la vecina, vente, es el número 23, 1er piso’ .
Sin perder más el tiempo me volteé y empecé a besarla en la boca, introduciéndole mi lengua hasta lo más hondo que podía y quitándole la toalla que apenas se sujetaba por esos pechos ardientes. Empecé a tocarle los pezones y bajé mis manos hasta su tremendo culo. Estaba húmedo, y esa excitación volvió ansiosa a mi lengua, con ganas de probarlo. Empecé a lamer su clítoris suavemente, como me gustaría que me lo hicieran a mi y ella empezó a gemir.
Sonó el timbre en menos tiempo del que me esperaba. Le abrimos la puerta a mi novio y pude ver, a través del pantalón, que estaba erecto como nunca lo había visto en mi vida. Mi vecina empezó a rozarle el miembro con sus enormes pechos y poco a poco fue sacándolo de la bragueta sin desnudarlo. Se lo introdujo todo en la boca y empezó a lamerlo como una auténtica desesperada, como si el mundo se fuera a acabar en ese preciso instante. Yo estaba excitadísima viendo esa escena de adulterio consentido y empecé a lamer la fuente de esa gata en celo mientras ella no paraba de lamer a Gabriel. Cogí las riendas y puse a la gatita a cuatro patas para que los dos pudiéramos contemplar ese tremendo culo. Gabriel lo miraba con unas ganas tremendas de penetrarla, pero no le dejé. Lo empecé a tocar con movimientos circulares y le di unos ‘cachetes’ fuertes para que Gabriel se pusiera aún más loco…Y cuando él ya no podía resistirse más porque le iba a estallar ahí mismo, apuntó su tremendo miembro hacia la salida de ese culo y la embistió de tal forma que ella hizo un grito de placer y dolor al mismo tiempo.
Empecé a masturbarme mientras Gabriel parecía no tener compasión por ella…Y contra menos compasión tenía, más cachonda me ponía yo, hasta el punto de correrme ahí mimo. Embestida tras embestida, nunca había visto a esa bestia desbordando tanta lujuria. La cara de angelito de la niña se empezó a enrojecer como un demonio, sus venas empezaron a hincharse como si le fueran a estallar bajo su piel. Gabriel la estaba destrozando y yo no podía parar de masturbarme y azotarle más el culo para dejárselo al mismo tono que su cara. ‘Te gusta, eh guarra, menudo culo tienes..’ Decía Gabriel mientras la penetraba mirándole su cara roja. Ella la volteó y como si supiera lo que en ese momento mi clítoris deseaba con desesperación, me lamió todo hasta correrme, al mismo tiempo que Gabriel depositaba toda su carga dentro de ella. Se lo lamí todo para no dejar ni un solo rastro de lo que hicimos esa tarde Gabriel y yo en su casa.
Todavía me excito cuando recuerdo esos momentos, cualquier día de estos Gabriel y yo volveremos a la carga.
Fin
3 comentarios - Relato erótico: Mi novio le hace sexo anal a mi vecina
gracias