HISTORIAS REALES - CAPÍTULO V.
(Los nombres han sido cambiados)
Una noche de viernes recordaba lo del relato anterior viendo el video. Esa realmente fue una noche inolvidable; veía y volvía a ver a las dos guachas que nos comimos y me explotaba la cabeza… Estaba amasando el ganso cuando pensé: “Tengo ganas de culearme una gordita…”. Muchas veces me dijeron que por motivos que se desconocen y no tienen explicación científica alguna, son de lo mejor en la cama…
Revolví el cajón de la mesa ratona buscando aquel papelito que alguna vez me había dado el Gaita con el teléfono del chat. Lo encontré y llamé. Engolando la voz grabé un mensaje parecido a “Hola, soy Juan, 44, de Capital, con ganas de conocer una gordita golosa…”.
Mientras esperaba que apareciera alguien que diera el target, escuchaba la sarta de huevadas que los participantes dejan como mensajes. Recuerdo algunos. Uno decía: “Soy Fulano, de San Miguel, con 33 cm para enterrarte en el culo” ¿La habrá puesto?
También pensaba cómo ganarse una gorda, qué decirle para que sin muchas vueltas viniera a mi depto sabiendo que lo que buscaba era sólo coger. Se me ocurrió entonces entrar por el lado de la comida, una buena cena –con velas ¿por qué no?- haciendo gala de mis cualidades de buen cocinero sería una buena treta. Me serví un buen escocés, prendí un cigarrillo, puse la TV en ‘mute’ viendo el video de La Plata, activé el altavoz del teléfono y me senté a esperar.
Luego de algunos minutos recibo una invitación a una charla en privado de Laura, de Flores. Acepto.
- Hola ¿Juan?
- ¿Laura?
- Si, ¿Cómo estás?
No me importaba nada así que estuve a punto de responderle que estaba recontracaliente y que me moría de ganas de cogerla, pero no, mejor ir despacio con paso firme para no perder la presa…
- Acá estoy, solo y aburrido como un hongo.
- No te creo. Con esa voz de locutor seguro que tenés más de una novia.
- No, no, creéme… -y no le mentía-.
La conversación continuó un rato largo con un diálogo no muy alejado de este nivel de pelotudez pero con una temperatura que iba subiendo con el trascurrir de la charla. Me presenté, le conté algo de mí, me describí muy someramente y a su turno, casi en un monólogo, me dice que se llama Laura –como en la presentación-, 39 años, soltera, casi vecina mía vivía con los padres, que no sabía si me iba a interesar porque no era realmente gorda, más bien rellenita –no llegaba a los 85 kilos, lo cual, para su metro sesenta y cinco se adaptaba bastante bien a lo que yo pretendía-. Me confiesa que la parte que más le gusta de su cuerpo son sus pechos, grandes, redondos y pezonudos y que tiene una cola que más de una flaca se la envidiaría. “Bingo!” dije para mis adentros.
La charla se estaba estirando demasiado y yo ya con tres whiskies adentro podía empezar a hablar huevadas, así que encaré la recta final…
- Lau, muero por conocerte –ataqué-.
- Yo también.
- ¿Aceptás que mañana te invite a cenar? –propuse esperanzado-
- ¿Y por qué no? –acá pensé que estaba regalada- ¿Dónde y cuándo nos encontramos?
- A las nueve en mi departamento –me arriesgué-
- Epa! ¿Qué pretende usted de mi, caballero? –bromeó imitando a la Sarli-.
- Para empezar, homenajearte con una buena cena, con velas, música suave y buen vino.
- Ajá, para empezar la propuesta es muy tentadora… ¿y para seguir?
- Negociemos…
- Mmmm… Está bien, confío en vos. Acepto.
Nos pasamos los teléfonos, la dirección, nos despedimos hasta mañana y corté. Hacía ya un rato largo que el video había terminado, pero imaginándome lo que me iba a comer al día siguiente no pude más que hacerme una buena paja soñando con la gordi en diferentes posiciones… Me terminé el cuarto whisky de un trago y medio en pedo a las 3 de la mañana me fui a dormir.
El sol del las primeras horas de la tarde que entraba por la ventana del dormitorio me despertó pegándome de plano en la cara. Me levanté, tomé unos mates, ordené un poco todo el quilombo que había en la casa mientras puteaba al nieto de la mujer que el jueves debía haber venido a hacer la limpieza pero faltó porque su hija tuvo familia en Paraguay. Hice las compras para la cena, preparé la mise-en-place, me dí una buena ducha, me vestí de elegante sport con un pantalón beige holgado sin slip, preparé la mesa con las mejores copas, puse las velas y sin darme cuenta se hicieron las nueve de la noche…
Estaba tan ansioso que en lugar de esperar tranquilo bajé a la calle a esperarla –como si de esta forma llegara más rápido-. En la puerta del edificio estaba Mario, el portero, un marplatense canchero hincha de Aldosivi y con muchísima calle, esperando la hora para salir a putanear. Nuestra conversación se interrumpió cuando frente a nosotros paró un taxi del que bajó Laura.
- Pará, negro, esa es mi cena –lo atajé antes de que se sarpe-
- ¡A la mierda! ¡La cena viene con postre, bebida y café…! Jaja!
Créanme que no les miento: Laura tenía una cara de muñeca hermosa, tez muy blanca con ojos y cabello negro por los hombros, una minúscula naricita y dos rozagantes cachetes. Vestía todo de negro con una pollera amplia hasta los tobillos y una camisola apenas trasparente que permitía traslucir un corpiño, también negro, sosteniendo un par de impresionantes globos. De sus orejas colgaban dos grandes aros plateados con forma de argolla.
Nos saludamos y pasamos al hall para tomar el ascensor. De atrás descubrí que portaba un culo por demás apetecible. Por el rabillo del ojo lo veo a Mario que me despide con un guiño. Nos esperaba un largo viaje hasta el 10° piso…
- Estás hermosa –le dije cerrando a mis espaldas la puerta tijera del ascensor-.
- Uy, qué amable, muchas gracias… Vos no te quedás atrás, tenés tu pinta también…
Cuando entramos al departamento se deslumbró con la mesa. Con una reverencia la invito a pasar y sin poder disimular su encantamiento me agarra del brazo…
- ¿Todo esto lo preparaste para mi?
- Obvio, como te merecés…
- ¡Sos un encanto! –me dijo apenas antes de querer darme un beso dirigido a la mejilla pero que rozó los labios- Uy, perdón…
- Por favor… -intenté disculpar con mi mejor posición de langa-.
No dejé que haga comentario alguno y la invité a que me acompañe a la cocina cruzándole un brazo por la cintura. Sentí en mis dedos el nacimiento de sus anchas caderas, su piel suave a través de la gasa comenzó a calentarme. El saxo de Mulligan de fondo ayudaba.
Rápidamente preparé uno de mis mejores platos: pechugas de pato con salsa de cítricos y hongos y unos verdes para acompañar. Cual gran cheff con un par de estrellas Michelin presenté los platos perfectamente ornamentados y nos sentamos a cenar.
Evidentemente no me había equivocado con el plan: estaba deslumbrada. Debo reconocer que la charla fue muy amena y a pesar que no paraba de alagarme por la cena, era interesante y cada vez más relajada. De la solemnidad del principio, sentada muy erguida, avanzando la noche pasó al desparpajo, al final de la primera botella de vino se quitó los aros y promediando la segunda comenzaron las caricias tibias. Finalizados los platos me pongo de pie y la invito:
- ¿Vamos al living? Vamos a estar más cómodos.
- Dale…
- Yo voy a tomar un whisky, ¿tomás algo?
- Ahí veo un Tía María… Con hielo, ¿puede ser?
Con las copas servidas nos acomodamos en el sillón grande corriendo a un lado los almohadones. Ella se sentó medio de costado con el brazo sobre el respaldo sosteniendo su cabeza con la mano y apretando sus tetas contra mi brazo mientras con la otra jugaba con un botón de mi camisa.
- Me hiciste sentir como una princesa… ¿Me invitás a dormir?
- Estás en tu casa –le dije dejando el vaso y abrazando su cintura nos confundimos en un ardiente beso de lengua-.
Acaricié su pancita y subí hasta sus tetas. Eran grandes y duras apretadas por el sostén. Transitaba por una incipiente erección cuando bajó su mano de mi pecho para acariciarme el miembro semi erecto por sobre el pantalón. Lo sintió duro y no dudó en desabrocharme la bragueta para extraerlo y ponérselo en la boca. Tenía una técnica maravillosa para chupar la pija. Con una erección a pleno, sin que deje de sobarme, me quité toda la ropa. Su lengua recorría todo mi aparato sexual, desde los huevos hasta la punta del glande. Mientras, le subía más y más la pollera hasta dejar sus nalgas al descubierto; le acariciaba los glúteos suavemente notando que una minitanga se le metía en la raya del culo.
Luego se separó un poco para quitarse la blusa y la pollera. Metió sus manos dentro del corpiño y sacó sus tetas por encima, ofreciéndoselas a mis labios. Pensé que no me alcanzaría la vida para lamérselas en toda su inmensidad. Dos grandes pezones rosados coronaban sus globos. Bajé con mi lengua hasta su ombligo, enmarcado en dos preciosos rollitos. Me acomodé entre sus piernas para quitarle la tanga. Su concha era una minúscula rayita perfectamente depilada; al abrirla, húmedos labios rosados dibujaban unos paréntesis alrededor de un pequeñísimo agujerito que invitaba a mi lengua entrar a su caliente caverna.
Me puse de rodillas frente a ella e intenté penetrarla. Con ella completamente abierta de piernas y separando con sus manos los labios vaginales, acaricié primero con el glande su pequeño clítoris hasta finalmente penetrarla por completo. Era maravilloso ver y escuchar el modo con que gozaba esa mujer. Los vaivenes de mi cintura contra su pubis movían sus tetas de arriba a abajo. Tras lo que pareció su primer orgasmo me pidió ponerse en cuatro patas y cogérmela por detrás. Tener todo ese culo frente a mí era como una invitación a partirlo en cuatro. Separé sus nalgas con mis manos y un apretadísimo asterisco rosado, sin dudas invicto, asomó.
Lo salivé y unté con la cabeza de la chota intentando entrarle.
- Me va a doler… -me advirtió como suplicándome que no lo hiciera- Pero sé que si no te lo doy no me invitarás más…
- Trataré de ser lo más suave posible, relájate.
Se me ocurrió entonces lubricar con algo; con algo que no tenía pero que seguramente el aceite de oliva me iba a ayudar. Fui rápidamente a la cocina por la aceitera y volqué algunas gotas sobre su ano; con los dedos lo esparcí por su esfínter y logré introducir primero una y luego dos falanges. Indudablemente, dados sus gemidos, le gustaba. Acerqué mi polla a su ano y con un poco de esfuerzo y un par de leves chirlos logré introducir la cabeza. El resto lo hizo ella con suaves movimientos de caderas, mis manos sujetando su cintura seguían el ritmo de su “Ahhh… Ahhh… Mmmm”. Ese culo estrecho aprisionaba mi pene en todo su recorrido. No habrán sido más de tres minutos de bombeo cuando le dije que iba a acabar. Entonces se separó, me paré, se arrodilló frente a mí y apretando entre sí sus tetas formó un cuenco donde derramé un suculento chorro de semen espeso y caliente. Para terminar, limpió con su lengua hasta la última gota de leche de mi pene, desparramó con su mano el semen por sus tetas para finalmente llevarse los dedos a la boca y saborear mis jugos.
- No me siento una Princesa –me dijo-, me siento una Reina.
- ¿Me creés si te digo que fue el mejor polvo de los que tengo memoria? –no mentía-.
- No, jajaja!!! Fue mi debut anal…
- Si, lo noté… ¿lo gozaste o esperabas otra cosa?
- ¡Me fascinó! ¡Y voy a querer más!
Luego siguió una ducha juntos y completamente desnudos, cada uno con su vaso lleno nuevamente, nos fuimos a la cama a recobrar energías para continuar una noche a pleno sexo.
CONTINÚA…
(Los nombres han sido cambiados)
Una noche de viernes recordaba lo del relato anterior viendo el video. Esa realmente fue una noche inolvidable; veía y volvía a ver a las dos guachas que nos comimos y me explotaba la cabeza… Estaba amasando el ganso cuando pensé: “Tengo ganas de culearme una gordita…”. Muchas veces me dijeron que por motivos que se desconocen y no tienen explicación científica alguna, son de lo mejor en la cama…
Revolví el cajón de la mesa ratona buscando aquel papelito que alguna vez me había dado el Gaita con el teléfono del chat. Lo encontré y llamé. Engolando la voz grabé un mensaje parecido a “Hola, soy Juan, 44, de Capital, con ganas de conocer una gordita golosa…”.
Mientras esperaba que apareciera alguien que diera el target, escuchaba la sarta de huevadas que los participantes dejan como mensajes. Recuerdo algunos. Uno decía: “Soy Fulano, de San Miguel, con 33 cm para enterrarte en el culo” ¿La habrá puesto?
También pensaba cómo ganarse una gorda, qué decirle para que sin muchas vueltas viniera a mi depto sabiendo que lo que buscaba era sólo coger. Se me ocurrió entonces entrar por el lado de la comida, una buena cena –con velas ¿por qué no?- haciendo gala de mis cualidades de buen cocinero sería una buena treta. Me serví un buen escocés, prendí un cigarrillo, puse la TV en ‘mute’ viendo el video de La Plata, activé el altavoz del teléfono y me senté a esperar.
Luego de algunos minutos recibo una invitación a una charla en privado de Laura, de Flores. Acepto.
- Hola ¿Juan?
- ¿Laura?
- Si, ¿Cómo estás?
No me importaba nada así que estuve a punto de responderle que estaba recontracaliente y que me moría de ganas de cogerla, pero no, mejor ir despacio con paso firme para no perder la presa…
- Acá estoy, solo y aburrido como un hongo.
- No te creo. Con esa voz de locutor seguro que tenés más de una novia.
- No, no, creéme… -y no le mentía-.
La conversación continuó un rato largo con un diálogo no muy alejado de este nivel de pelotudez pero con una temperatura que iba subiendo con el trascurrir de la charla. Me presenté, le conté algo de mí, me describí muy someramente y a su turno, casi en un monólogo, me dice que se llama Laura –como en la presentación-, 39 años, soltera, casi vecina mía vivía con los padres, que no sabía si me iba a interesar porque no era realmente gorda, más bien rellenita –no llegaba a los 85 kilos, lo cual, para su metro sesenta y cinco se adaptaba bastante bien a lo que yo pretendía-. Me confiesa que la parte que más le gusta de su cuerpo son sus pechos, grandes, redondos y pezonudos y que tiene una cola que más de una flaca se la envidiaría. “Bingo!” dije para mis adentros.
La charla se estaba estirando demasiado y yo ya con tres whiskies adentro podía empezar a hablar huevadas, así que encaré la recta final…
- Lau, muero por conocerte –ataqué-.
- Yo también.
- ¿Aceptás que mañana te invite a cenar? –propuse esperanzado-
- ¿Y por qué no? –acá pensé que estaba regalada- ¿Dónde y cuándo nos encontramos?
- A las nueve en mi departamento –me arriesgué-
- Epa! ¿Qué pretende usted de mi, caballero? –bromeó imitando a la Sarli-.
- Para empezar, homenajearte con una buena cena, con velas, música suave y buen vino.
- Ajá, para empezar la propuesta es muy tentadora… ¿y para seguir?
- Negociemos…
- Mmmm… Está bien, confío en vos. Acepto.
Nos pasamos los teléfonos, la dirección, nos despedimos hasta mañana y corté. Hacía ya un rato largo que el video había terminado, pero imaginándome lo que me iba a comer al día siguiente no pude más que hacerme una buena paja soñando con la gordi en diferentes posiciones… Me terminé el cuarto whisky de un trago y medio en pedo a las 3 de la mañana me fui a dormir.
El sol del las primeras horas de la tarde que entraba por la ventana del dormitorio me despertó pegándome de plano en la cara. Me levanté, tomé unos mates, ordené un poco todo el quilombo que había en la casa mientras puteaba al nieto de la mujer que el jueves debía haber venido a hacer la limpieza pero faltó porque su hija tuvo familia en Paraguay. Hice las compras para la cena, preparé la mise-en-place, me dí una buena ducha, me vestí de elegante sport con un pantalón beige holgado sin slip, preparé la mesa con las mejores copas, puse las velas y sin darme cuenta se hicieron las nueve de la noche…
Estaba tan ansioso que en lugar de esperar tranquilo bajé a la calle a esperarla –como si de esta forma llegara más rápido-. En la puerta del edificio estaba Mario, el portero, un marplatense canchero hincha de Aldosivi y con muchísima calle, esperando la hora para salir a putanear. Nuestra conversación se interrumpió cuando frente a nosotros paró un taxi del que bajó Laura.
- Pará, negro, esa es mi cena –lo atajé antes de que se sarpe-
- ¡A la mierda! ¡La cena viene con postre, bebida y café…! Jaja!
Créanme que no les miento: Laura tenía una cara de muñeca hermosa, tez muy blanca con ojos y cabello negro por los hombros, una minúscula naricita y dos rozagantes cachetes. Vestía todo de negro con una pollera amplia hasta los tobillos y una camisola apenas trasparente que permitía traslucir un corpiño, también negro, sosteniendo un par de impresionantes globos. De sus orejas colgaban dos grandes aros plateados con forma de argolla.
Nos saludamos y pasamos al hall para tomar el ascensor. De atrás descubrí que portaba un culo por demás apetecible. Por el rabillo del ojo lo veo a Mario que me despide con un guiño. Nos esperaba un largo viaje hasta el 10° piso…
- Estás hermosa –le dije cerrando a mis espaldas la puerta tijera del ascensor-.
- Uy, qué amable, muchas gracias… Vos no te quedás atrás, tenés tu pinta también…
Cuando entramos al departamento se deslumbró con la mesa. Con una reverencia la invito a pasar y sin poder disimular su encantamiento me agarra del brazo…
- ¿Todo esto lo preparaste para mi?
- Obvio, como te merecés…
- ¡Sos un encanto! –me dijo apenas antes de querer darme un beso dirigido a la mejilla pero que rozó los labios- Uy, perdón…
- Por favor… -intenté disculpar con mi mejor posición de langa-.
No dejé que haga comentario alguno y la invité a que me acompañe a la cocina cruzándole un brazo por la cintura. Sentí en mis dedos el nacimiento de sus anchas caderas, su piel suave a través de la gasa comenzó a calentarme. El saxo de Mulligan de fondo ayudaba.
Rápidamente preparé uno de mis mejores platos: pechugas de pato con salsa de cítricos y hongos y unos verdes para acompañar. Cual gran cheff con un par de estrellas Michelin presenté los platos perfectamente ornamentados y nos sentamos a cenar.
Evidentemente no me había equivocado con el plan: estaba deslumbrada. Debo reconocer que la charla fue muy amena y a pesar que no paraba de alagarme por la cena, era interesante y cada vez más relajada. De la solemnidad del principio, sentada muy erguida, avanzando la noche pasó al desparpajo, al final de la primera botella de vino se quitó los aros y promediando la segunda comenzaron las caricias tibias. Finalizados los platos me pongo de pie y la invito:
- ¿Vamos al living? Vamos a estar más cómodos.
- Dale…
- Yo voy a tomar un whisky, ¿tomás algo?
- Ahí veo un Tía María… Con hielo, ¿puede ser?
Con las copas servidas nos acomodamos en el sillón grande corriendo a un lado los almohadones. Ella se sentó medio de costado con el brazo sobre el respaldo sosteniendo su cabeza con la mano y apretando sus tetas contra mi brazo mientras con la otra jugaba con un botón de mi camisa.
- Me hiciste sentir como una princesa… ¿Me invitás a dormir?
- Estás en tu casa –le dije dejando el vaso y abrazando su cintura nos confundimos en un ardiente beso de lengua-.
Acaricié su pancita y subí hasta sus tetas. Eran grandes y duras apretadas por el sostén. Transitaba por una incipiente erección cuando bajó su mano de mi pecho para acariciarme el miembro semi erecto por sobre el pantalón. Lo sintió duro y no dudó en desabrocharme la bragueta para extraerlo y ponérselo en la boca. Tenía una técnica maravillosa para chupar la pija. Con una erección a pleno, sin que deje de sobarme, me quité toda la ropa. Su lengua recorría todo mi aparato sexual, desde los huevos hasta la punta del glande. Mientras, le subía más y más la pollera hasta dejar sus nalgas al descubierto; le acariciaba los glúteos suavemente notando que una minitanga se le metía en la raya del culo.
Luego se separó un poco para quitarse la blusa y la pollera. Metió sus manos dentro del corpiño y sacó sus tetas por encima, ofreciéndoselas a mis labios. Pensé que no me alcanzaría la vida para lamérselas en toda su inmensidad. Dos grandes pezones rosados coronaban sus globos. Bajé con mi lengua hasta su ombligo, enmarcado en dos preciosos rollitos. Me acomodé entre sus piernas para quitarle la tanga. Su concha era una minúscula rayita perfectamente depilada; al abrirla, húmedos labios rosados dibujaban unos paréntesis alrededor de un pequeñísimo agujerito que invitaba a mi lengua entrar a su caliente caverna.
Me puse de rodillas frente a ella e intenté penetrarla. Con ella completamente abierta de piernas y separando con sus manos los labios vaginales, acaricié primero con el glande su pequeño clítoris hasta finalmente penetrarla por completo. Era maravilloso ver y escuchar el modo con que gozaba esa mujer. Los vaivenes de mi cintura contra su pubis movían sus tetas de arriba a abajo. Tras lo que pareció su primer orgasmo me pidió ponerse en cuatro patas y cogérmela por detrás. Tener todo ese culo frente a mí era como una invitación a partirlo en cuatro. Separé sus nalgas con mis manos y un apretadísimo asterisco rosado, sin dudas invicto, asomó.
Lo salivé y unté con la cabeza de la chota intentando entrarle.
- Me va a doler… -me advirtió como suplicándome que no lo hiciera- Pero sé que si no te lo doy no me invitarás más…
- Trataré de ser lo más suave posible, relájate.
Se me ocurrió entonces lubricar con algo; con algo que no tenía pero que seguramente el aceite de oliva me iba a ayudar. Fui rápidamente a la cocina por la aceitera y volqué algunas gotas sobre su ano; con los dedos lo esparcí por su esfínter y logré introducir primero una y luego dos falanges. Indudablemente, dados sus gemidos, le gustaba. Acerqué mi polla a su ano y con un poco de esfuerzo y un par de leves chirlos logré introducir la cabeza. El resto lo hizo ella con suaves movimientos de caderas, mis manos sujetando su cintura seguían el ritmo de su “Ahhh… Ahhh… Mmmm”. Ese culo estrecho aprisionaba mi pene en todo su recorrido. No habrán sido más de tres minutos de bombeo cuando le dije que iba a acabar. Entonces se separó, me paré, se arrodilló frente a mí y apretando entre sí sus tetas formó un cuenco donde derramé un suculento chorro de semen espeso y caliente. Para terminar, limpió con su lengua hasta la última gota de leche de mi pene, desparramó con su mano el semen por sus tetas para finalmente llevarse los dedos a la boca y saborear mis jugos.
- No me siento una Princesa –me dijo-, me siento una Reina.
- ¿Me creés si te digo que fue el mejor polvo de los que tengo memoria? –no mentía-.
- No, jajaja!!! Fue mi debut anal…
- Si, lo noté… ¿lo gozaste o esperabas otra cosa?
- ¡Me fascinó! ¡Y voy a querer más!
Luego siguió una ducha juntos y completamente desnudos, cada uno con su vaso lleno nuevamente, nos fuimos a la cama a recobrar energías para continuar una noche a pleno sexo.
CONTINÚA…
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