Decime, ¿Qué querés que te diga, que no sepas ya?
¿Lo mucho que me excita que me toques?
¿Lo húmeda que me pongo cuando apenas empezás a acariciarme?
¿Lo mucho que amo montarme sobre tu pija y sentirla ya dura contra mis shorts?
Ya hasta me da vergüenza cómo mi flujo cae por mi concha, por mis muslos. Mi vagina se inunda, se desborda al sentir tu lengua, tus dedos, tu hermoso, grueso y erguido pene acariciando sus labios.
Ya me resigné a cambiar las sábanas cada vez que aparecés, no hay forma de parar esta humedad.
Como pétalos, mis labios se sonrojan y se abren extasiados, recibiendo con ansias esa pija dura que me llena hasta el fondo, profundo y casi de manera dolorosa.
Y mi voz se rompe, mi garganta se rasga cuando llegás al tope de mi vagina. Nunca fui de las calladas, nunca fui de las que pueden ocultar lo que sienten. Mi respiración se agita sin poder evitarlo, el sentirte clavado tan dentro, tan profundo, con tanta rabia dentro de mí me envía muy lejos de este mundo. El ritmo me consume, el golpeteo de tus testículos contra mi cola me hipnotiza, me desquicia, es lo que marca mis latidos.
Tus quejidos me hacen sentir poderosa, pero a la vez me hacen débil, merman mi consciencia, me hacen perder el control. El saber que sentís placer al penetrarme es lo mejor que hay en este mundo. El sentirte acabar dentro de mi concha, de mi boca, de mi cola, sobre toda mi piel es el cielo, es la demostración de que soy una diosa, de que soy deseo, de que soy –por un segundo- inmortal.
Quiero el sabor de su semen por toda mi boca, quiero sentir tu olor en mi piel y disfrutar los benditos dolores del sexo: mi concha palpitando, hinchada; mi clítoris casi vibrando, sobre estimulado; los rasguños y las marcas de tus dedos en mis caderas, en mis tetas; el cuero cabelludo sensible por los dominantes tirones que realizabas; el ardor de mis cola debido a las nalgadas con las que parecías marcarme el ritmo.
Decime, ¿Qué querés que te diga, que no sepas ya?
¿Lo mucho que me excita que me toques?
¿Lo húmeda que me pongo cuando apenas empezás a acariciarme?
¿Lo mucho que amo montarme sobre tu pija y sentirla ya dura contra mis shorts?
Ya hasta me da vergüenza cómo mi flujo cae por mi concha, por mis muslos. Mi vagina se inunda, se desborda al sentir tu lengua, tus dedos, tu hermoso, grueso y erguido pene acariciando sus labios.
Ya me resigné a cambiar las sábanas cada vez que aparecés, no hay forma de parar esta humedad.
Como pétalos, mis labios se sonrojan y se abren extasiados, recibiendo con ansias esa pija dura que me llena hasta el fondo, profundo y casi de manera dolorosa.
Y mi voz se rompe, mi garganta se rasga cuando llegás al tope de mi vagina. Nunca fui de las calladas, nunca fui de las que pueden ocultar lo que sienten. Mi respiración se agita sin poder evitarlo, el sentirte clavado tan dentro, tan profundo, con tanta rabia dentro de mí me envía muy lejos de este mundo. El ritmo me consume, el golpeteo de tus testículos contra mi cola me hipnotiza, me desquicia, es lo que marca mis latidos.
Tus quejidos me hacen sentir poderosa, pero a la vez me hacen débil, merman mi consciencia, me hacen perder el control. El saber que sentís placer al penetrarme es lo mejor que hay en este mundo. El sentirte acabar dentro de mi concha, de mi boca, de mi cola, sobre toda mi piel es el cielo, es la demostración de que soy una diosa, de que soy deseo, de que soy –por un segundo- inmortal.
Quiero el sabor de su semen por toda mi boca, quiero sentir tu olor en mi piel y disfrutar los benditos dolores del sexo: mi concha palpitando, hinchada; mi clítoris casi vibrando, sobre estimulado; los rasguños y las marcas de tus dedos en mis caderas, en mis tetas; el cuero cabelludo sensible por los dominantes tirones que realizabas; el ardor de mis cola debido a las nalgadas con las que parecías marcarme el ritmo.
Decime, ¿Qué querés que te diga, que no sepas ya?
9 comentarios - Lo que ya sabés.
excelente bombon, te invito a leer los mios... beso