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Relato lésbico: Un jueves poco santo

Relato lésbico: Un jueves poco santo




Un jueves poco santo

Se desperezó poco a poco y giró su cabeza hacia la ventana, en la que podía ver un precioso día soleado, perfecto para el plan que había hecho con Mireia. En camisón, Mónica se dirigió a la cocina y empezó a preparar los sándwiches para ese Jueves Santo, en el que la ciudad estaría abarrotada de fieles y de bullicio. Lo mejor era, sin duda, quitarse de en medio.
Cuando terminó de ultimar todos los detalles, se fue a la ducha. Se quitó el camisón frente al espejo y se bajó las braguitas. Tenía los pezones erectos; se humedeció el dedo índice con la lengua y lo pasó por ellos con toques circulares. De repente, sintió cómo su clítoris se hinchaba y ardió en deseos de tocarse. Situó su mano en el botón del placer y se acarició lentamente hasta que su vista fue a parar al reloj. ¡Era tardísimo! Habría que dejarlo para luego. Se metió en la ducha y se pasó la cuchilla rápidamente por las piernas. En 15 minutos la recogería Mireia.
Resultaba raro ver vacío ese lugar tan frecuentado por los domingueros. El campo estaba radiante, casi tanto como lo estaba Mireia, pensó Mónica. Llevaba una blusa fina de color azul pastel, con un lazo en el escote, y unos shorts vaqueros. Se había recogido el pelo en una trenza que le caía con mucha gracia por su hombro izquierdo.
Tendieron la manta en el césped y se tumbaron sobre ella. Aún era muy temprano para comer. Hacía mucho calor y Mireia decidió quitarse la blusa y quedarse en sujetador. Mónica observó cómo los pechos de su amiga se erguían hacia el cielo. Comenzó a hacerle cosquillas en su tripa desnuda, primero centrándose sólo en ésta y, posteriormente, subiendo lentamente por su canalillo. Le besó el cuello, sintiendo su respiración, cada vez más alterada, en su oído. Descubrió que el cierre del sostén estaba delante y lo desabrochó sin dudarlo. Tiró de sus pezones con los dientes hasta que los hizo enormes. Cogió sus pechos con las manos, disfrutando de ellos, mientras Mireia jadeaba.
Mónica se quitó también la camiseta y se volvió a tumbar junto a ella. Aproximaron sus cuerpos y se fundieron en un cálido beso, tanto como el sol que brillaba sobre ambas. Sus senos se rozaban con el vaivén de sus movimientos, lo que incrementaba su excitación. Mónica, entonces, tiró de los pantalones de Mireia y se colocó frente a su entrepierna. Se agachó y empezó a besar el interior de sus muslos y a lamer su sexo sobre sus braguitas, que notó mojadas. Su lengua se posó con delicadeza sobre su clítoris y lo chupó tiernamente. Mireia abrió todo lo que pudo las piernas para recibir el sexo oral de Mónica y se frotó, ansiosa, sus propios pezones para saborear más el incipiente orgasmo.
Sin parar de comérselo, Mónica se deshizo igualmente de sus shorts y de su ropa interior y, en un ágil movimiento, situó su sexo en la boca de Mireia. Sentir la lengua de su amiga deslizarse por su zona más íntima hizo que Mónica se corriese enseguida, un orgasmo ya buscado desde primera hora de la mañana. Sus gemidos de placer provocaron el mismo efecto en Mireia, cuyo clítoris se hinchó hasta llegar al clímax.
Se echaron en la manta, una al lado de la otra, desnudas y en silencio. A lo lejos podían escuchar el repiqueteo de los tambores en ese jueves que, para ellas, había tenido poco de santo.

4 comentarios - Relato lésbico: Un jueves poco santo

Pervberto
Muchas gracias por un relato delicado como una fresca brisa en la soleada mañana del campo.
profezonasur
Bien!!!, me gusta tu estilo de cuidar los detalles.