Décadas de sexo (7): A través de la ventana-dice María

Tras leer el cuento anterior, María quería dar su versión, a la que agrego lo que comentó aquella mañana. En realidad, no fue mucho, en parte porque Paulão la había dejado exhausta y también porque ese día llegaron Fernanda (que meses después… ¡No! Ésa es otra historia que contaré en su momento) y su novio de entonces, Arnaldo, a compartir la única habitación de la cabaña. La intimidad no era mucha. ¡Si hasta teníamos que hacer turnos para el sexo! Así me reclamaba:

– Me incluiste en un cliché: negro grandote y pijudo se coge a rubia puta. Por mi parte, no soy tan rubia [¡Ah! Por un momento pensé…] y Paulão no es tan negro, ni tan grande ni tan dotado.

– María, yo se la vi…

– Ya sabés, no soy fanática del tamaño como único criterio. Hasta cierto punto, lo que importa es que la sepan usar. Y, sí, era un poco más larga pero la tuya es más gordita y simpática.

¡”Simpática”! Continuó contándome, un poco turbada por el recuerdo, que la lengua sí que era especial, ancha, larga y musculosa, y parecía como un bulldozer cuando le lamía las partes. Mi real asombro creció cuando me contó cómo se gestó todo después de que yo me fui a la ciudad.

– No hubo tanta espontaneidad. Cuando fui a bañarme y buscar agua, me encontré a Paulão. Me ayudó a traer los bidones y aprovechó para piropearme. Fui a comer con ellos y Mali estaba en topless y con su microtanga, como vos la encontraste horas más tarde. No soy lesbiana pero sus pezones me llamaban la atención [No era para menos]. En una me pescó y me dijo, pícara, que hasta ese momento había creído que me atraía más su marido que ella. Como me dio vergüenza, respondí la verdad, seguramente de forma demasiado intensa: ¡claro que él me atraía más! Nos reímos a carcajadas y seguimos el resto de la tarde en ese tono algo osado y, de vez en cuando, yo aprovechaba para tocar los musculosos brazos de Paulão e incluso su pierna, no muy lejos de la sunga que se veía hinchándose. Hablamos de preferencias sexuales, de historias de sexo, de aventuras sexuales. Paulão empezó a insinuárseme delante de ella, que estaba muy divertida, recordándome que vos no estarías esa noche allí sino en la ciudad, quién sabe con quién. En un momento se pusieron mimosos y me pareció oportuno irme discretamente a nuestra cabaña.

– Pero estabas mojada…

– ¡Mojadísima! O sea, como ahora. Pero pará, porque entonces pasó lo inesperado: apareció Mali, un poco más vestida pero con una propuesta escabrosa. Según me dijo, un poco nerviosa pero sin que eso la detuviese, hacía tiempo fantaseaban con que ella lo viese a él con otra. ¡Y les pareció que yo era la indicada! Entonces, si yo estaba de acuerdo (¡y estaba!), ella iba a bañarse mientras Paulão venía a ver si pasaba algo. Al volver, nos miraría a través de la ventana. Él iba a estar conmigo un rato y después se volvería a su cabaña. Acepté ese caliente plan, hasta que…

– Hasta que yo aparecí de la nada y todos tuvieron que improvisar, principalmente Mali.

– La muy zorra. Estábamos tan concentrados en lo nuestro [Se notaba] que no nos habíamos dado cuenta de tu llegada hasta que Mali me gritó que te la estabas clavando. Cuando cerró la ventana, el cambio de planes resultó obvio y decidimos no interrumpirlos (por cierto, oímos a Mali aullar toda la noche). En realidad, tengo que decirte que a nosotros no nos pareció tan mala idea. Tras la tarde a fuego lento y sus lengüetazos, ya me tenía rendida y abierta. ¡Cómo me dio! No entraré en mucho detalle pero sabé que no era atlético solo de pinta. Para mi orgullo, le pude mantener el ritmo hasta que se fue, bien entrada la mañana, pero me dejó consumida. [Te vi]

No entró en detalles pero desde aquella vez me practica lo que llamamos cuádruple ataque: me pongo boca arriba, se me refriega en el muslo derecho como una perra, me amasa los huevos, me pajea y me chupa ya sea la tetilla o la oreja. ¿Dónde y con quién lo habrá aprendido?