Se vinieron encima las fiestas, las vacaciones y yo que me quede a medio camino de lo que les estaba contando. Para colmo me agarró una especie de nostalgia que me tuvo alejada de la página por un buen tiempo. No porque lo haya querido, o ya no quiera seguir contando mis aventuras, simplemente se dio así. Siempre me pasa en esta época del año, solo que esta vez me pegó mucho más fuerte. Reflexiones y balances que le dicen, tildar las columnas del debe y del haber de este 2014 y ver cuál de las dos tiene menos marcas. En mi caso siempre termino el año con una deuda pendiente, la misma todos los años: dejar de ser tan puta.
Me encanta el sexo, me fascina, vos lo sabes mejor que nadie, pero creo que ya va siendo tiempo de limitarlo al lecho conyugal, quizás permitirme un amante, uno solo, puesto para el cual Damián califica totalmente. No solo me complace en un ciento por ciento, lo que ya de por si es importante, sino que también confío en él, y sé que no me traerá problemas de índole pasional. Los dos sabemos que lo nuestro es solo sexual, no hay otros sentimientos involucrados más que la lujuria y la pasión desenfrenada de la que ambos hacemos gala cada vez que estamos juntos. Y hablando de Damián...
En mi último relato les conté que me llamó para decirme que era su cumpleaños y que quedamos en encontrarnos para hacer un brindis. Bueno, esa misma tarde salí de la oficina y me fui al Alto Palermo a comprar el regalo que le haría a mí ya "oficializado" amante. Un regalo muy especial, por supuesto. También compré una caja con seis cupcakes y una botella de champagne. Con todo eso me tomé un taxi en Arenales y me fui para su casa en Mataderos. Llegue, apretamos un rato y alistamos el festejo.
-Para darte tu regalo- le digo mostrándole el enigmático paquete -tenés que esperarme en tu dormitorio-
-Esperarte ¿cómo?- inquiere sugestivo.
-Ya sabes cómo me gusta que me esperes- le digo de la misma forma, sonriéndole con picardía.
Damián me sonríe también y siguiéndome el juego, entra al dormitorio y cierra la puerta tras de sí. Enseguida abro el paquete y saco del interior su regalo de cumpleaños: un conjunto de lencería color rojo fuego, de dos piezas, sostén y tanga de hilo dental. Me lo pongo, coloco la velita en el cupcake, la prendo y me acerco a la puerta. La golpeo suavemente y le pregunto:
-¿Estás listo?-
-Listo y ansioso- me responde.
Abro la puerta y entro con la caja de cupcakes abierta, está la luz prendida, pero la apago para hacer más romántico el momento. Igual no estamos totalmente a oscuras, ya que la tenue luz de la vela y la iluminación de la sala nos ofrece la suficiente visión como para que se note claramente el regalito que le estoy ofreciendo.
-¿Te gusta?- le pregunto refiriéndome a lo que tengo puesto, dando una vueltita exclusiva para su contemplación.
-¡Me encanta!- exclama con los ojos bien abiertos.
El corpiño es transparente, por lo que se traslucen mis pezones gordos e hinchados, y por sobre el elástico de la tanga me sobresale un manojo de pelitos rubios. Él está acostado en la cama, totalmente desnudo, con una pronunciada erección que revela a las claras lo acertado de mi obsequio. Me acerco caminando lo más sexy posible, entonando el "Feliz Cumpleaños" a lo Marilyn Monroe:
-¡Happy birthday Mr. Damián, happy birthday to you...!-
Me quedo parada junto a la cama y le acerco la caja para que sople la vela. La sopla, apagándola al primer intento.
-¿Pediste tu deseo?- le pregunto.
-Todo lo que deseo esta acá- me dice, rodeándome la cintura con un brazo y atrayéndome hacia él.
Dejo la caja en la mesita de noche, me siento sobre sus piernas y me refriego contra su verga.
-La tenés durísima- le digo con la voz temblorosa de excitación.
-Es mi regalo para vos- me dice.
-Hablando de regalos, tengo uno más- le recuerdo.
-¿Ah sí?-
-Si-
Me bajo las copas del corpiño, desnudando mis pechos llenos y palpitantes, y me unto los pezones con la crema del cupcake.
-Tu pastel de cumpleaños- le digo ofrendándole toda mi delantera.
-¡Mis dos pasteles!- exclama agarrándome una teta con cada mano y chupándomelas con frenesí.
No tengo por mucho más tiempo el corpiño puesto, ya que me lo saca y lo arroja a un costado para regocijarse libremente con mis pechos. Ya una vez que me deja sin un vestigio de crema, le refriego otro cupcake por toda la pija, y ahora soy yo la que se empalaga con ese festín dulce y salado a la vez. Me devoro la pija hasta donde puedo, hasta donde me entra, succionando fuertemente, haciendo uso y abuso de toda mi habilidad bucal para lograr contener todo ese volumen en mi paladar. La suelto y le chupo las bolas, cubiertas también de crema, subo con la lengua y le doy vueltas alrededor del glande, duro, hinchado y entumecido. Mmmm... esta riquísimo, pero no puedo seguir chupando, necesito sentirlo en otro lado, en otro rincón de mi cuerpo, así que me levanto, me hago a un lado el hilo dental de la tanga y me siento sobre su verga, dejándome llenar toda por esa dureza exquisita que me estremece de puro gozo y placer. Tiemblo toda, me sacudo al sentir el impacto de su carne contra mi carne.
Sentada sobre sus piernas, con toda su pija adentro, echo la cabeza hacia atrás y suelto un excitado suspiro, comenzando ya a moverme, chocando contra su cuerpo una y otra vez, clavándomela con euforia y frenesí. Nos besamos, transmitiéndonos en ese beso toda la lujuria y pasión que sentimos el uno por el otro. Pura calentura. Pura excitación. Las manos de Damián, inquietas y provocadoras, me recorren toda la espalda, arriba y abajo, focalizando su atención en mi cola, la que se dedica a sobar y estrujar como si quisiera darle una nueva forma.
-¡Siiiiiiiiii...!- exhalo en medio de un jadeo al sentir uno de sus dedos tanteándome el ano.
Claro que no se dedica solo a tantear, sino que lo introduce y le da vueltas, provocando que un millar de pequeñas descargas eléctricas se disparen y recorran todo mi cuerpo. Si quiere culo, culo va a tener.
Le doy un beso y me salgo de esa posición, liberando su verga solo por el momento. Me pongo en cuatro y levanto bien la cola, ofreciéndole sin reservas toda mi voluptuosidad posterior. No me saco la tanga sino que me corro un poco más el hilo dental, dejando bien al descubierto mi anhelante zanja.
-¿Me vas a culear?- le pregunto con un hilo de voz.
Ya sé que eso es lo que quiere, pero me excita decirlo. A modo de respuesta me introduce de nuevo un dedo en el ano, el pulgar esta vez, dilatando apropiadamente esa parte de mi cuerpo que parece desear con especial predilección. Saca el dedo y escupe copiosamente en el hueco, esparciendo la saliva toda en derredor, vuelve a meter ahora el índice y el medio, hundiendo los dos dedos hasta los nudillos. Tiemblo toda al sentir como me abre y me explora bien por dentro, como queriendo sacarme petróleo del culo.
-¡Pija... dame pija...!- musito levemente, me encanta lo que me hace, pero quiero que me coja, que me rompa el culo, que me destruya los esfínteres.
Por suerte se apiada de mí, y ahora en vez de sus dedos siento la cabeza de su pija apoyarse sobre mi latente abertura.
-¿Querés pija?- me susurra aviesamente.
-¡Si... quiero... quiero...!- asiento entre plácidos suspiros, moviendo mis ancas en torno a su maciza erección, buscando ensartarme por mí misma si él no me la ensarta ya.
Me pasea el grueso e hinchado glande por toda la circunferencia del agujero, y presiona hacia adentro, permitiéndome notar enseguida la diferencia existente entre uno y otro. Aunque tengo el culo bien abierto y desfondado, el grosor de lo que está por meterme me impacta. Igual lo deseo, no hay nada que desee más en la vida que sentir esa verga machacándome los intestinos.
Lo siento alzarse sobre mí, tomar más impulso, y empujar con ese vigor e ímpetu que me subyuga. Delicia, pura delicia, sentirlo deslizándose por entre mi carne, llenando hasta el último resquicio de mi ano con su consistente volumen. Porque me llena toda, me llena tanto que me siento explotar, siento que las paredes del culo se me estiran casi hasta el punto de rompimiento. ¡Que rico! Me abro toda para él, para que me rompa, para que me destroce, para que me dé con alma y vida.
-¡Siiiiiiii... siiiiiiiiiii... siiiiiiiiiiiii...!- grito cuando empieza a moverse, llenando, vaciando, llenando, vaciando ese conducto que, no solo por el momento, sino para siempre, le pertenecerá por completo.
Deslizo una mano por debajo de mi cuerpo, entre mis piernas, y me toco el clítoris, lo tengo del tamaño de mi pulgar, hinchado, húmedo, caliente... me duele de solo rozarlo, pero aun así me pajeo al ritmo con que Damián me serrucha desde atrás.
-¡Ahhhhh... siiiiiii... asiiiiiiii... ahhhhhhh...!- me deshago en gemidos y jadeos cada vez más intensos.
Me aplasto contra el colchón, muerdo las sábanas, las aprieto en mis puños y levanto aún más la cola, deseando sentirlo todo él adentro, quiero todo, pero ya tengo todo adentro, las bolas se refriegan contra el borde de mi culo cada vez que me la manda a guardar hasta más allá del huesito dulce.
Medio parado, medio agachado, con las manos sujetas a mi cintura, Damián no me da tregua, no me regala ni un mínimo respiro, lo cual tampoco quiero, obvio, lo que quiero es que me parta al medio, que me haga una disección en vida y sin anestesia, que me arranque las hemorroides a puro pijazo, quiero no poder sentarme por una semana, quiero que me deje el ano fisurado y goteando sangre, quiero... ¡Ahhhhhhhhhh...!
Eso es lo que quiero, gozar como una perra.
La leche de Damián fluye por mi recto como una cascada en el preciso instante en que mi clítoris parece diluirse entre mis dedos. Acabamos juntos, apretándonos el uno contra el otro, gimiendo, jadeando, gritando, siendo el uno fiel reflejo de la lujuria del otro. Exhausto, Damián se derrumba sobre mí, aplastándome con su delgado cuerpo. Me resulta increíble que alguien tan flaco, casi enclenque posea tanta potencia sexual. ¿De dónde saca ese vigor, esa energía? Encima, pese a la descarga, que todavía siento regándome los intestinos, sigue duro en mi interior.
-¿Es idea mía o pretendías romperme el culito?- le pregunto refregándome contra su huesuda pelvis.
-Tenés un culito hermoso- me dice palmeándomelo -Jamás se me ocurriría rompértelo-
-Bueno, te aviso que me lo rompiste- le digo soltando una risotada -No sé si pueda volver a sentarme-
-Yo no siento nada roto- me dice empujándome la verga más adentro.
-Mmmm... Seguí probando- le digo en medio de un suspiro.
Habiendo menguado apenas su erección, empieza a culearme de nuevo, fluyendo largamente a través del canal lácteo que acaba de inseminarme. Me encanta sentirlo de esa forma, tan adentro, pero mi conchita reclama también un poco de atención. Me salgo de esa posición en la que estamos, de costado, y lo tumbo de espalda, me le subo encima y agarrándole la pija con una mano, me la pongo entre los gajos. Le sonrío con lujuria mientras lo deslizo en mi interior. ¡Mmmm... me llena toda de una sola vez! Cierro los ojos y disfruto las sensaciones que me embriagan, mientras sus manos suben por la sinuosidad de mi cintura hasta apoderarse de mis pechos. Me los aprieta fuertemente, como si quisiera sacarme juguito de adentro. Como ya no me sale leche, calostro, ni nada, me escupo en los pezones, escupida que él saborea con plácida delectación.
-¡Más...!- me pide con los ojos blancos de excitación.
-Abrí la boca- le digo.
Cuando la abre, le escupo adentro. Como se traga mi saliva con evidente gusto, vuelvo a escupirle varias veces más. Sin dejar de saborear mis babas, me agarra de las nalgas y comienza a balancearme en torno a su poderosa herramienta. Por un momento me dejo manejar, pero luego soy yo la que empieza a moverse, siguiendo mi propio ritmo, deslizándome cuan largo y grueso es, disfrutando cada golpe, cada mazazo, arqueando al máximo la espalda para darle la mayor cabida posible. Cogemos como dos condenados a muerte en su último día de existencia.
Rodamos sobre la cama, besándonos, mordiéndonos los labios, chupándonos las lenguas. Ahora queda él sobre mí, entre mis piernas, bombeando placer a cada rincón de mi cuerpo. Tiene la pija más dura que antes, los huevos llenos y entumecidos, elaborando una nueva dosis de ese elixir que necesito para subsistir.
-¡Siiiiiiii... cogeme... cogeme...!- le pido, le suplico con anhelo y desesperación.
Sí, me está cogiendo, pero necesito escucharme pedírselo. El morbo de saberme suya, de sentirme suya, me incita, me dispara la libido a niveles estratosféricos.
De nuevo acabamos juntos, en una prodigiosa y agradable sincronía, él dentro de mí, volviéndome a llenar de semen tibio, espeso y vivificante. Mientras el orgasmo explota en mi interior, retumbando por cada resquicio de mi sexualidad, me deshago en una exultante amalgama de gemidos y jadeos, de gritos y suspiros, entregándome por completo a tan plácida agonía.
-¡Feliz cumpleaños...!- le digo en medio de una profusa exhalación.
-Me diste el mejor regalo que me hayan dado jamás- me asegura.
-Te lo mereces- le digo.
Le doy un beso y me levanto para ir al baño. Mientras camino la leche me sale por los dos agujeros, derramándose como un reguero por mis piernas. Me ducho y me enjuago bien la concha y el culo, tratando de expulsar de mi interior todo lo que me inyectó. Me gustaría guardármelo adentro, pero no puedo volver a casa chorreando semen por mis partes íntimas.
Cuando salgo del baño, Damián me está esperando con dos copas llenas con el champagne que había llevado.
-¡Por una fiesta inolvidable!- dice levantando su copa.
-Por que se repita- agrego levantando la mía.
Brindamos, nos besamos, y tras la despedida, vuelvo a casa. La concha y el culo todavía me laten por el intenso abuso al que los he sometido. La excusa esta vez es una inesperada reunión del personal de asesoría y siniestros.
-Cayó de sorpresa el gerente de La Plata y nos tuvo encerradas más de dos horas, explicándonos nuevos métodos de captación de clientes- hago una pausa para que mi marido asimile la mentira, y agrego con un suspiro: -¡Estoy molida!-
-No te preocupes gorda, pegate una ducha y anda a la cama si querés, yo me encargo del Ro- me dice mi marido.
-Gracias, sos un dulce- le doy un beso y me voy al baño.
Aunque acabo de ducharme en lo de Damián, me ducho de nuevo para disimular, sino resultaría sospechoso. Me pongo el camisón y me voy a la cama. Lo de la reunión es mentira, pero lo de estar molida es absolutamente cierto. Estoy exhausta. Agotada. La biava que me acaba de dar Damián es como para no levantarse por una semana.
Debo de haberme quedado dormida enseguida, porque lo siguiente que recuerdo es que suena el despertador y tengo que levantarme para ir a trabajar. La concha y el culo todavía me echan chispas. ¿Cómo voy a hacer para estar sentada en la oficina? Bueno, ese es el precio que debo pagar por pasarla tan pero tan bien, y la verdad es que lo pago con gusto.
Me encanta el sexo, me fascina, vos lo sabes mejor que nadie, pero creo que ya va siendo tiempo de limitarlo al lecho conyugal, quizás permitirme un amante, uno solo, puesto para el cual Damián califica totalmente. No solo me complace en un ciento por ciento, lo que ya de por si es importante, sino que también confío en él, y sé que no me traerá problemas de índole pasional. Los dos sabemos que lo nuestro es solo sexual, no hay otros sentimientos involucrados más que la lujuria y la pasión desenfrenada de la que ambos hacemos gala cada vez que estamos juntos. Y hablando de Damián...
En mi último relato les conté que me llamó para decirme que era su cumpleaños y que quedamos en encontrarnos para hacer un brindis. Bueno, esa misma tarde salí de la oficina y me fui al Alto Palermo a comprar el regalo que le haría a mí ya "oficializado" amante. Un regalo muy especial, por supuesto. También compré una caja con seis cupcakes y una botella de champagne. Con todo eso me tomé un taxi en Arenales y me fui para su casa en Mataderos. Llegue, apretamos un rato y alistamos el festejo.
-Para darte tu regalo- le digo mostrándole el enigmático paquete -tenés que esperarme en tu dormitorio-
-Esperarte ¿cómo?- inquiere sugestivo.
-Ya sabes cómo me gusta que me esperes- le digo de la misma forma, sonriéndole con picardía.
Damián me sonríe también y siguiéndome el juego, entra al dormitorio y cierra la puerta tras de sí. Enseguida abro el paquete y saco del interior su regalo de cumpleaños: un conjunto de lencería color rojo fuego, de dos piezas, sostén y tanga de hilo dental. Me lo pongo, coloco la velita en el cupcake, la prendo y me acerco a la puerta. La golpeo suavemente y le pregunto:
-¿Estás listo?-
-Listo y ansioso- me responde.
Abro la puerta y entro con la caja de cupcakes abierta, está la luz prendida, pero la apago para hacer más romántico el momento. Igual no estamos totalmente a oscuras, ya que la tenue luz de la vela y la iluminación de la sala nos ofrece la suficiente visión como para que se note claramente el regalito que le estoy ofreciendo.
-¿Te gusta?- le pregunto refiriéndome a lo que tengo puesto, dando una vueltita exclusiva para su contemplación.
-¡Me encanta!- exclama con los ojos bien abiertos.
El corpiño es transparente, por lo que se traslucen mis pezones gordos e hinchados, y por sobre el elástico de la tanga me sobresale un manojo de pelitos rubios. Él está acostado en la cama, totalmente desnudo, con una pronunciada erección que revela a las claras lo acertado de mi obsequio. Me acerco caminando lo más sexy posible, entonando el "Feliz Cumpleaños" a lo Marilyn Monroe:
-¡Happy birthday Mr. Damián, happy birthday to you...!-
Me quedo parada junto a la cama y le acerco la caja para que sople la vela. La sopla, apagándola al primer intento.
-¿Pediste tu deseo?- le pregunto.
-Todo lo que deseo esta acá- me dice, rodeándome la cintura con un brazo y atrayéndome hacia él.
Dejo la caja en la mesita de noche, me siento sobre sus piernas y me refriego contra su verga.
-La tenés durísima- le digo con la voz temblorosa de excitación.
-Es mi regalo para vos- me dice.
-Hablando de regalos, tengo uno más- le recuerdo.
-¿Ah sí?-
-Si-
Me bajo las copas del corpiño, desnudando mis pechos llenos y palpitantes, y me unto los pezones con la crema del cupcake.
-Tu pastel de cumpleaños- le digo ofrendándole toda mi delantera.
-¡Mis dos pasteles!- exclama agarrándome una teta con cada mano y chupándomelas con frenesí.
No tengo por mucho más tiempo el corpiño puesto, ya que me lo saca y lo arroja a un costado para regocijarse libremente con mis pechos. Ya una vez que me deja sin un vestigio de crema, le refriego otro cupcake por toda la pija, y ahora soy yo la que se empalaga con ese festín dulce y salado a la vez. Me devoro la pija hasta donde puedo, hasta donde me entra, succionando fuertemente, haciendo uso y abuso de toda mi habilidad bucal para lograr contener todo ese volumen en mi paladar. La suelto y le chupo las bolas, cubiertas también de crema, subo con la lengua y le doy vueltas alrededor del glande, duro, hinchado y entumecido. Mmmm... esta riquísimo, pero no puedo seguir chupando, necesito sentirlo en otro lado, en otro rincón de mi cuerpo, así que me levanto, me hago a un lado el hilo dental de la tanga y me siento sobre su verga, dejándome llenar toda por esa dureza exquisita que me estremece de puro gozo y placer. Tiemblo toda, me sacudo al sentir el impacto de su carne contra mi carne.
Sentada sobre sus piernas, con toda su pija adentro, echo la cabeza hacia atrás y suelto un excitado suspiro, comenzando ya a moverme, chocando contra su cuerpo una y otra vez, clavándomela con euforia y frenesí. Nos besamos, transmitiéndonos en ese beso toda la lujuria y pasión que sentimos el uno por el otro. Pura calentura. Pura excitación. Las manos de Damián, inquietas y provocadoras, me recorren toda la espalda, arriba y abajo, focalizando su atención en mi cola, la que se dedica a sobar y estrujar como si quisiera darle una nueva forma.
-¡Siiiiiiiiii...!- exhalo en medio de un jadeo al sentir uno de sus dedos tanteándome el ano.
Claro que no se dedica solo a tantear, sino que lo introduce y le da vueltas, provocando que un millar de pequeñas descargas eléctricas se disparen y recorran todo mi cuerpo. Si quiere culo, culo va a tener.
Le doy un beso y me salgo de esa posición, liberando su verga solo por el momento. Me pongo en cuatro y levanto bien la cola, ofreciéndole sin reservas toda mi voluptuosidad posterior. No me saco la tanga sino que me corro un poco más el hilo dental, dejando bien al descubierto mi anhelante zanja.
-¿Me vas a culear?- le pregunto con un hilo de voz.
Ya sé que eso es lo que quiere, pero me excita decirlo. A modo de respuesta me introduce de nuevo un dedo en el ano, el pulgar esta vez, dilatando apropiadamente esa parte de mi cuerpo que parece desear con especial predilección. Saca el dedo y escupe copiosamente en el hueco, esparciendo la saliva toda en derredor, vuelve a meter ahora el índice y el medio, hundiendo los dos dedos hasta los nudillos. Tiemblo toda al sentir como me abre y me explora bien por dentro, como queriendo sacarme petróleo del culo.
-¡Pija... dame pija...!- musito levemente, me encanta lo que me hace, pero quiero que me coja, que me rompa el culo, que me destruya los esfínteres.
Por suerte se apiada de mí, y ahora en vez de sus dedos siento la cabeza de su pija apoyarse sobre mi latente abertura.
-¿Querés pija?- me susurra aviesamente.
-¡Si... quiero... quiero...!- asiento entre plácidos suspiros, moviendo mis ancas en torno a su maciza erección, buscando ensartarme por mí misma si él no me la ensarta ya.
Me pasea el grueso e hinchado glande por toda la circunferencia del agujero, y presiona hacia adentro, permitiéndome notar enseguida la diferencia existente entre uno y otro. Aunque tengo el culo bien abierto y desfondado, el grosor de lo que está por meterme me impacta. Igual lo deseo, no hay nada que desee más en la vida que sentir esa verga machacándome los intestinos.
Lo siento alzarse sobre mí, tomar más impulso, y empujar con ese vigor e ímpetu que me subyuga. Delicia, pura delicia, sentirlo deslizándose por entre mi carne, llenando hasta el último resquicio de mi ano con su consistente volumen. Porque me llena toda, me llena tanto que me siento explotar, siento que las paredes del culo se me estiran casi hasta el punto de rompimiento. ¡Que rico! Me abro toda para él, para que me rompa, para que me destroce, para que me dé con alma y vida.
-¡Siiiiiiii... siiiiiiiiiii... siiiiiiiiiiiii...!- grito cuando empieza a moverse, llenando, vaciando, llenando, vaciando ese conducto que, no solo por el momento, sino para siempre, le pertenecerá por completo.
Deslizo una mano por debajo de mi cuerpo, entre mis piernas, y me toco el clítoris, lo tengo del tamaño de mi pulgar, hinchado, húmedo, caliente... me duele de solo rozarlo, pero aun así me pajeo al ritmo con que Damián me serrucha desde atrás.
-¡Ahhhhh... siiiiiii... asiiiiiiii... ahhhhhhh...!- me deshago en gemidos y jadeos cada vez más intensos.
Me aplasto contra el colchón, muerdo las sábanas, las aprieto en mis puños y levanto aún más la cola, deseando sentirlo todo él adentro, quiero todo, pero ya tengo todo adentro, las bolas se refriegan contra el borde de mi culo cada vez que me la manda a guardar hasta más allá del huesito dulce.
Medio parado, medio agachado, con las manos sujetas a mi cintura, Damián no me da tregua, no me regala ni un mínimo respiro, lo cual tampoco quiero, obvio, lo que quiero es que me parta al medio, que me haga una disección en vida y sin anestesia, que me arranque las hemorroides a puro pijazo, quiero no poder sentarme por una semana, quiero que me deje el ano fisurado y goteando sangre, quiero... ¡Ahhhhhhhhhh...!
Eso es lo que quiero, gozar como una perra.
La leche de Damián fluye por mi recto como una cascada en el preciso instante en que mi clítoris parece diluirse entre mis dedos. Acabamos juntos, apretándonos el uno contra el otro, gimiendo, jadeando, gritando, siendo el uno fiel reflejo de la lujuria del otro. Exhausto, Damián se derrumba sobre mí, aplastándome con su delgado cuerpo. Me resulta increíble que alguien tan flaco, casi enclenque posea tanta potencia sexual. ¿De dónde saca ese vigor, esa energía? Encima, pese a la descarga, que todavía siento regándome los intestinos, sigue duro en mi interior.
-¿Es idea mía o pretendías romperme el culito?- le pregunto refregándome contra su huesuda pelvis.
-Tenés un culito hermoso- me dice palmeándomelo -Jamás se me ocurriría rompértelo-
-Bueno, te aviso que me lo rompiste- le digo soltando una risotada -No sé si pueda volver a sentarme-
-Yo no siento nada roto- me dice empujándome la verga más adentro.
-Mmmm... Seguí probando- le digo en medio de un suspiro.
Habiendo menguado apenas su erección, empieza a culearme de nuevo, fluyendo largamente a través del canal lácteo que acaba de inseminarme. Me encanta sentirlo de esa forma, tan adentro, pero mi conchita reclama también un poco de atención. Me salgo de esa posición en la que estamos, de costado, y lo tumbo de espalda, me le subo encima y agarrándole la pija con una mano, me la pongo entre los gajos. Le sonrío con lujuria mientras lo deslizo en mi interior. ¡Mmmm... me llena toda de una sola vez! Cierro los ojos y disfruto las sensaciones que me embriagan, mientras sus manos suben por la sinuosidad de mi cintura hasta apoderarse de mis pechos. Me los aprieta fuertemente, como si quisiera sacarme juguito de adentro. Como ya no me sale leche, calostro, ni nada, me escupo en los pezones, escupida que él saborea con plácida delectación.
-¡Más...!- me pide con los ojos blancos de excitación.
-Abrí la boca- le digo.
Cuando la abre, le escupo adentro. Como se traga mi saliva con evidente gusto, vuelvo a escupirle varias veces más. Sin dejar de saborear mis babas, me agarra de las nalgas y comienza a balancearme en torno a su poderosa herramienta. Por un momento me dejo manejar, pero luego soy yo la que empieza a moverse, siguiendo mi propio ritmo, deslizándome cuan largo y grueso es, disfrutando cada golpe, cada mazazo, arqueando al máximo la espalda para darle la mayor cabida posible. Cogemos como dos condenados a muerte en su último día de existencia.
Rodamos sobre la cama, besándonos, mordiéndonos los labios, chupándonos las lenguas. Ahora queda él sobre mí, entre mis piernas, bombeando placer a cada rincón de mi cuerpo. Tiene la pija más dura que antes, los huevos llenos y entumecidos, elaborando una nueva dosis de ese elixir que necesito para subsistir.
-¡Siiiiiiii... cogeme... cogeme...!- le pido, le suplico con anhelo y desesperación.
Sí, me está cogiendo, pero necesito escucharme pedírselo. El morbo de saberme suya, de sentirme suya, me incita, me dispara la libido a niveles estratosféricos.
De nuevo acabamos juntos, en una prodigiosa y agradable sincronía, él dentro de mí, volviéndome a llenar de semen tibio, espeso y vivificante. Mientras el orgasmo explota en mi interior, retumbando por cada resquicio de mi sexualidad, me deshago en una exultante amalgama de gemidos y jadeos, de gritos y suspiros, entregándome por completo a tan plácida agonía.
-¡Feliz cumpleaños...!- le digo en medio de una profusa exhalación.
-Me diste el mejor regalo que me hayan dado jamás- me asegura.
-Te lo mereces- le digo.
Le doy un beso y me levanto para ir al baño. Mientras camino la leche me sale por los dos agujeros, derramándose como un reguero por mis piernas. Me ducho y me enjuago bien la concha y el culo, tratando de expulsar de mi interior todo lo que me inyectó. Me gustaría guardármelo adentro, pero no puedo volver a casa chorreando semen por mis partes íntimas.
Cuando salgo del baño, Damián me está esperando con dos copas llenas con el champagne que había llevado.
-¡Por una fiesta inolvidable!- dice levantando su copa.
-Por que se repita- agrego levantando la mía.
Brindamos, nos besamos, y tras la despedida, vuelvo a casa. La concha y el culo todavía me laten por el intenso abuso al que los he sometido. La excusa esta vez es una inesperada reunión del personal de asesoría y siniestros.
-Cayó de sorpresa el gerente de La Plata y nos tuvo encerradas más de dos horas, explicándonos nuevos métodos de captación de clientes- hago una pausa para que mi marido asimile la mentira, y agrego con un suspiro: -¡Estoy molida!-
-No te preocupes gorda, pegate una ducha y anda a la cama si querés, yo me encargo del Ro- me dice mi marido.
-Gracias, sos un dulce- le doy un beso y me voy al baño.
Aunque acabo de ducharme en lo de Damián, me ducho de nuevo para disimular, sino resultaría sospechoso. Me pongo el camisón y me voy a la cama. Lo de la reunión es mentira, pero lo de estar molida es absolutamente cierto. Estoy exhausta. Agotada. La biava que me acaba de dar Damián es como para no levantarse por una semana.
Debo de haberme quedado dormida enseguida, porque lo siguiente que recuerdo es que suena el despertador y tengo que levantarme para ir a trabajar. La concha y el culo todavía me echan chispas. ¿Cómo voy a hacer para estar sentada en la oficina? Bueno, ese es el precio que debo pagar por pasarla tan pero tan bien, y la verdad es que lo pago con gusto.
35 comentarios - El cumple de Damian...
¡¡FELICITACIONES!! 👏 👏 👏
Me encantó diosa!
La espera valió la pena como diría el amigo Marc Anthony ...... SIEMPRE CON TU BUEN NIVEL DE ESCRITURA!
Muy caliente!!
Como extrañaba tus historias!!
Gracias por compartir
Siempre me quedé con ganas de que cojas al pendejito de la plaza, y a un travesti!!!
Señor ten piedad de tu siervo .... 😀 😀 😀
EXELENTE
ME LA PUSISTE MAS DURA Q EN MI FOTO DE AVATAR JAJAA
Pd: sos la mejor escribiendo y describiendo como te garchan
Te cuento que por cada relato me he masturbado, imaginando tu cuerpo, tu aroma y movimientos!!!
Gracias, y espero que sigas escribiendo, BESOS